
🕯️| Prólogo
—Gracias al sacrificio de tu abuelo, nuestra familia fue bendecida por un milagro. Un encanto tan mágico y poderoso que, aún conforme pasan los años, nos sigue bendiciendo hasta el día de hoy. Y la mayor prueba de eso se encuentra en esta vela, que contiene el milagro.
Y fue así como comenzó a contarle esa historia que siempre que la familia sería bendecida una vez más volvía a narrar al pequeño que tenía a su lado. La mujer suspiró antes de continuar:—Hace años, cuando tu tío recién había nacido, tu abuelo y yo tuvimos que escapar de nuestro antiguo hogar. Y aunque muchos se nos unieron con la esperanza de un nuevo hogar, no conseguimos huir por mucho tiempo. Esa noche, perdimos a tu abuelo. Pero, en ese momento, sucedió un milagro. La vela se convirtió en una llama mágica que nunca se apagaría. Y nos otorgó un lugar protegido donde podíamos vivir en paz.
—¡Un encanto! —Se atrevió a decir el niño, a quien le contaban tal magnífica historia.
—Un encanto —concordó con una pequeña sonrisa—. Y entonces, este milagro creció hasta que nuestra casa, nuestro hogar, cobró vida para protegernos. Cuando mis hijos crecieron, el milagro bendijo a cada uno con un don mágico para ayudarnos; y a sus hijos…
—¡También les dió magia! —interrumpió una vez más.
— Así es. Y, juntos, los dones de nuestra familia han hecho de nuestro hogar un paraíso. —Finalmente terminó de narrar la historia que de tantas veces que la contó, ya se sabía de memoria cada palabra. Volteó a ver al pequeño que la acompañaba en su propia habitación, que la observaba con un gran brillo en sus ojos—. Esta noche, esta vela va a darte tu don, fortalecerás a la comunidad y a nuestro hogar. Traerás orgullo a tu familia. A nuestra familia.
Ambos estaban sentados al borde de la cama de la mujer, esta misma sujetaba con delicadeza la estrella de su narración, la mágica vela, mientras el más joven apreciaba el aura que rodeaba a ésta. El infante era el más feliz en la situación, siempre sus familiares le habían contado lo genial que era este momento en sus vidas.
Por estas mismas historias y anécdotas, el niño tenía las expectativas tan altas, creía con todo su inocente corazón que esta noche sería la mejor de todas.
— Traeré orgullo a mi familia... —murmuró para sí mismo, repitiendo las palabras de su abuela que más impacto le habían dado.
Voltearon hacia la ventana, donde, a través de esta, se podían observar los fuegos artificiales, dando a entender que la gran noche había comenzado.
Por sí no les había quedado claro, la misma casa movía sus tablones de madera, haciendo rebotar un reloj para que ambos pudieran ver la hora.
— Si, ya es hora —respondió rodando los ojos la mujer, la casa respondió llevándose el reloj con el mismo movimiento de la madera.
El niño se levantó de un brinco de la cama, viendo como la casa le deslizaba sus zapatitos, que él con un brinco se los puso. Se tomó unos segundos para acomodarlos. Se giró hacia la mujer, agarrando las manos de esta para que ella se levantara de la cama. Una vez parada y con la vela acomodada en una mano, el pequeño agarró con dulzura la mano libre para comenzar a caminar con ella.
—¿Y cuál será mi don, abuela? —Los ojos llenos de felicidad y brillo hacían sonreír a la mujer, estaba segura de que su don sería de gran utilidad.
—Tú eres asombroso, A-Ling. El don que te esté esperando, va a ser tan especial como tu. —Se agachó un poco para estar más cerca del niño, dándole una sonrisa orgullosa que únicamente daba estas noches tan importantes.
Agarrados de la mano, salieron de la habitación, dirigiéndose a la reunión donde sucedería la razón de la gran fiesta.
El descubrimiento del don de Jiang Ling.