Cuando La Memoria Se Desvanece

Sueños de libertad | Dreams of Liberty (Spain TV)
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Cuando La Memoria Se Desvanece
Summary
Los sentimientos trascienden el tiempo y el olvido. Incluso cuando la memoria se desvanece, en el corazón sigue habitando lo que realmente importa; el amor, la conexión de dos almas destinadas a estar juntas.
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capitulo 4

Fina rió ligeramente al escuchar aquellas palabras, pero su risa se esfumó al ver la seriedad en los ojos de Andrés.

La joven intentó encontrar algún indicio en el rostro de las tres personas delante suyo que le indicaran que todo se trataba de una simple broma, pero los rostros de Luz, Damián y Andrés no solo reflejaban seriedad, si no también preocupación, miedo, e incluso algo de tristeza.

—¿A- a qué se refieren con que no recuerda? —Preguntó Fina en un hilo de voz–

Luz intercambió una mirada con Andrés, este último haciendo un gesto con la cabeza para indicarle a Luz que fuese ella quien hablase.

—Fina –Luz se acercó a ella lentamente, tomando sus manos entre las suyas— Voy a explicarte lo poco que sabemos, pero debes prometerme que mantendrás la calma

La relación entre la doctora y ella no era lo que se podría describir como cercana, pero la médica conocía a la perfección lo sensible que Fina era a recibir malas noticias sobre la salud de sus seres queridos. Cada vez que Luz tenía que darle una mala noticia a Isidro, el rostro de Fina se apagaba y su sonrisa desaparecia, al igual que en las ocasiones en las que Fina acompañó a Claudia a sus consultas durante el primer trimestre del embarazo. Luz sabía que Fina era fuerte, que siempre intentaba distraer a su padre o su amiga de los malos diagnósticos, pero también sabía que la dependienta se guardaba todas sus preocupaciones y su tristeza, que sufría más por sus seres queridos que por ella misma. La noticia que tenía que darle la iba a destrozar, de eso Luz no tenía la menor duda.

Fina asintió lentamente a las palabras de Luz, dudando por un instante de si deseaba escuchar lo que la doctora tenía para decirle.

—Espera, Luz —Ambas se giraron al escuchar a Andrés, que rápidamente se metió dentro de una de las habitaciones, saliendo de ella con una silla que colocó cerca de la barandilla. Andrés le preguntó a Luz si quería sentarse también, pero la médica se negó.

Luz guió a Fina hasta la silla, Fina no puso resistencia. No entendía nada de lo que estaba pasando, y el cuidado que todos parecían tener para con ella comenzaba a asustarle.

¿Y si Marta no estaba tan bien como ellos decían?

—Doctora Borrell, por favor —rogó Fina en cuanto Luz la guió hacia la silla— Están comenzaron a asustarme.

Carmen no se había apartado de su lado. Cuando Luz se agachó frente a ella para estar más cerca de la dependienta, la mano de Fina se posó sobre la de Carmen, que descansaba sobre su hombro. Detrás de Luz, Isidro conversaba de espaldas a ellas junto a Damián y Andrés.

—Fina… —Comenzó Luz— El golpe que Marta recibió no la ha afectado demasiado físicamente más allá de unos moretones y dejarla un poco atontada, pero si ha tenido otras consecuencias. El golpe que Marta sufrió en la cabeza le ha causado un tipo de amnesia temporal. No podemos saber con certeza cuánto tiempo tardará en recuperar los recuerdos… o si lo hará completamente.

Los ojos de Fina se llenaron de lágrimas, se aferró al brazo de Carmen como si su vida dependiese de ello. Su mente comenzando a crear escenarios en los que Marta se enfrentaba asustada a un mundo que no conocía.

¿Cómo era posible que toda una vida de recuerdos se esfumase de la mente de su novia como por arte de magia?

Observó la puerta de la habitación de Marta. Se preguntó si estaría sola, si ya se habría dado cuenta de que una parte de sí misma se había desvanecido, si estaría intentando enfrentarse al vacío de no reconocerse, si estaria asustada, triste, o si estaría sentada en su cama con la mirada fija en algún punto, atrapada en un vacío sin emociones, hundiéndose en un abismo que ni siquiera sabía cómo nombrar?

Fina sentía una mezcla de impotencia y urgencia; quería entrar, abrazarla, sostenerla hasta que todo el dolor desapareciera. Quería disipar sus miedos, alejar las sombras que la atormentasen y ahuyentar los demonios que pudieran habitar en su cabeza, necesitaba recordarle que no estaba sola.

Nadie conocía a Marta tanto como ella, nadie en su familia sabía lo frágil que era el corazón de Marta, lo pequeña que se sentía en las ocasiones en las que más fuerza intentaba demostrar.

Estuvo tentada, muy tentada de entrar por esa puerta y correr a los brazos de su amor sin importarle nada, abrazarla y ser el refugio que Marta sin duda necesitaba, pero la paralizó el miedo, el miedo al rechazo, al olvido.

—¿Qué es lo último que recuerda? —Preguntó Fina— ¿Sa-sabe quien es?

Fina hizo aquella pregunta con miedo, sin saber si estaba lista para escuchar la respuesta, pero sin querer pasar más tiempo imaginándose cosas, tenia que pensar fríamente, mantener la calma, y para eso necesitaba saberlo todo.

Luz asintió en respuesta a su segunda pregunta.

—Lo último que Marta recuerda, por lo que nos ha podido contar, es el día en que Claudia y yo llegamos a la fábrica.

Fina se levantó de golpe, como si una descarga eléctrica recorriera su cuerpo.

—Pero, ¡Si eso fue hace meses!

Carmen la sostuvo entre sus brazos mientras Luz la miraba con pena. Fina rompió en llanto al sentirse contenida por los brazos de su mejor amiga.

Todos los recuerdos de los últimos meses recorrieron su mente en forma de película.

Su ascenso, la traición de Petra, sus diferencias y acercamientos con Marta, cada pequeño gesto que fue acercándolas hasta el punto de no retorno.

Su primer beso y sus primeras escapadas, todo lo que habían tenido que enfrentar juntas o separadas, los momentos felices y los no tanto, pero que aun así, hacían aún más especial su historia.

Tan solo unos meses que para cualquier persona podían ser poca cosa, pero para ellas lo había sido todo. En esos meses había surgido una historia que desafiaba lo establecido, un amor que no pedia permiso, que las revolucionó a las dos, que les enseñó –y les seguía enseñando– todo a lo que una persona podía estar dispuesta a enfrentar por amor.

Le parecía increíble –e injusto— que una historia así les fuera arrebatada con tanta facilidad y tanta crueldad, que un accidente pudiese arrancar de cuajo aquello que había crecido con tanto esfuerzo, amor y complicidad.

—No puede haberse olvidado de nosotras —Susurró Fina en un tono prácticamente inaudible, solo Carmen alcanzó a escucharla—

—Ay, Fina —Se lamentó Carmen, abrazándola con más fuerza— Tienes que ser positiva, seguro que Doña Marta no tarda en recordar

Carmen siempre lograba contagiar su optimismo a todo el mundo, especialmente a sus amigas, pero aquella noche, no había consuelo suficiente para Fina.

Isidro se acercó a ellas y Fina se soltó del abrazo de Carmen para fundirse de inmediato en otro con su padre, sollozando en silencio, como si inconscientemente intentara alarmar a Marta más de lo que ya debía estar alarmada.

Andrés y Damián guiaron a Isidro y Fina a una de las habitaciones de invitados. Fina no tenia fuerzas para resistirse, estaba completamente ida. Escuchaba a su padre hablar con Damián y Andrés, pero era incapaz de procesar los sonidos que ingresaban por su oído y transformarlos en palabras o frases. Continuó sollozando hasta que se quedó dormida, vencida por la tristeza.

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Fina se despertó sin ningún tipo de noción del tiempo. No tenia idea de cuando se había quedado dormida y tampoco de que hora era, ni donde estaba, solo recordaba las caricias reconfortantes de su padre mientras intentaba calmarla.

Los recuerdos de lo sucedido horas atrás la golpearon como una avalancha. Revivió el momento en que Luz le confirmó que Marta no la recordaba ni recordaba todo lo que habían pasado juntas, y de nuevo, le dio vueltas a sus recuerdos, esos recuerdos que solo Marta y ella habían compartido en el pasado, ahora solo vivían en su propia memoria.

Escuchó pasos acercándose a la habitación donde estaba, antes de que pudiera incorporarse, Carmen abrió la puerta con delicadeza, regalándole una sonrisa.

—¿Llevas mucho tiempo despierta?

Fina negó mientras su mejor amiga cerraba la puerta detrás de ella, apoyándose en esta.

—¿Qué hora es? —Fina se incorporó y se sentó en el borde de la cama–

—Has dormido unas horitas nada más, la doctora ha dicho que es normal, que todo esto ha de ser muy cansador para ti.

—¿Marta?

La voz de Fina sonó vacía, sin emoción alguna. No quería pensar en todo lo que había pasado, pero su mente insistía en repasar cada instante.

—Marta también se ha dormido, de hecho sigue dormida, el golpe la dejó bastante mareada y es mejor que siga descansando

Fina asintió antes de bajar la mirada, fijándola en los zapatos rosas de su uniforme.

Carmen se acercó y se agachó para estar más cerca de su amiga. Con delicadeza colocó su dedo indice en el mentón de Fina para alzar su rostro.

—Ya verás que todo va a estar bien, Fina

—¿Y si no? — la voz de Fina temblaba, como si la duda la estuviera ahogando.

—No pienses en eso, tienes que ser positiva

—Es que yo sin Marta me muero, Carmen. ya…N-no puedo imaginar mi vida sin ella.

—Pues no tienes que imaginarte nada porque Marta recordará todo tarde o temprano. Lo que sienten la una por la otra es demasiado profundo como para desaparecer de un momento a otro, Fina.

Fina asintió, Carmen no sonaba del todo convencida, pero tenia que aferrarse a algun tipo de esperanza para evitar volverse completamente loca.

—Don Damián quiere verte. Están todos esperando en el despacho

Fina se dejó guiar por Carmen, al salir de la habitación, su mirada se fijó en la puerta de la alcoba de Marta, la misma que había permanecido cerrada desde que había llegado a la casa grande. Por un momento se preguntó si tal vez no estaba viviendo en un mal sueño a causa del miedo que sentía porque a Marta le sucediese algo. Deseó con todas sus fuerzas que aquello no fuera más que una pesadilla, despertarse, y darse cuenta de que Marta estaba esperándola en el hospital con no más que algún que otro moretón, pero con su memoria y su amor intactos.

Carmen abrió la puerta del despacho y la invitó a entrar. Damián estaba en su lugar habitual, mientras Luz, Andrés y su padre estaban en los sillones a un lado del escritorio. El ambiente estaba cargado de una tensión palpable, como si todos estuvieran esperando algo, o más bien, esperándola a ella.

—Que bueno que has despertado, Fina —Damián le regaló una sonrisa amistosa— ¿Quieres que le pida a Tere que te traiga alguna infusión?

Fina negó con un gesto vago mientras Carmen la guiaba hasta el asiento frente a Don Damián.

—¿Quería verme, Don Damián? —Preguntó Fina, sin ánimos.

—Si, Fina —Damián hizo un gesto y Carmen junto a Luz abandonaron la habitación— Creo que tenemos que hablar de cómo abordar la situación de Marta —La mirada de su suegro se suavizó– La doctora Borrell nos ha dicho que Marta necesita estar tranquila, en un ambiente tranquilo y.. —

Fina entendió de inmediato a lo que Damián se refería. El sueño de su casita, de su vida juntas, se había acabado.

Marta regresaría a su jaula de oro, ella regresaría a ser solo una dependienta.

—Descuide, yo y mi padre iremos a buscar las pertenencias de Marta –Le interrumpió

—Fina…

—No se preocupe que…

—Fina —Esta vez fue Damián quien la interrumpió, su tono serio hizo que la joven detuviera sus palabras– No me estás entendiendo

Fina paró en seco. Observó a los tres hombres en la habitación. Su padre la miraba con algo de tristeza, al igual que Damián. Andrés esbozaba una ligera sonrisa

—Pues, la verdad es que no —Admitió Fina—

—Si nos dejas hablar, vas a entender.

—Fina, no queremos que Marta regrese a esta casa –Andrés se puso de pie y caminó hasta ella, colocándole una mano en su hombro —Queremos que se recupere en su casa. Contigo.

—Pero si para Marta yo no soy nadie.

Decir aquellas palabras le dolió más de lo que creía que podía dolerle. Ya no solo no era su amor, tampoco era una amiga, ni una dependienta. Era solo la hija del chofer, una operaria más del área del almacén con la que si apenas cruzaba un buenos dias. Eso era todo lo que le quedaría de Marta, un buenos dias cuando tenia la fortuna de coincidir con ella en los pasillos.

—Eso si que no, Fina —Su padre habló desde su lugar en el sofá— Marta te quiere, siempre te ha querido, y mucho.

—¿Pero como van a explicarle que vivamos juntas?

Damián, respiró hondo antes de responderle.

—Hemos estado hablando de eso mientras Marta y tu descansaban. Fina, Marta siempre te ha tenido mucho aprecio, y en especial, confianza. Claramente no podemos ir con la verdad, han pasado tantas cosas en medio que con la verdad solo conseguiríamos el efecto contrario.

Fina asintió, sin comprender aun del todo la propuesta de Damián.

—Si estás de acuerdo, le diremos a Marta que tu y ella han forjado una… amistad, Que se han acercado mucho, y que luego de la muerte de Jaime ella necesitaba alejarse de esta casa, y quien mejor para acompañarle, que tu.

—A Marta no le hará ruido pensar que esa amistad que ambas compartieron cuando éramos niños se ha fortalecido de nuevo –Andrés continuó con la explicación— Tu ascendiste de puesto, y te entendiste bien con ella.

Todo parecía demasiado sencillo así dicho. Fina no podía negar que en el fondo, se sentía molesta de que su historia de amor llevase por encima una etiqueta de amistad, que si, que Marta y ella además de todo eran amigas, pero principalmente, eran pareja, su ascenso y el tiempo que habían pasado juntas no habían forjado solo una amistad, habían forjado un amor, un amor que estaba harta de tener que negar.

Pero recordó todo lo que había batallado Marta para aceptarse a sí misma, un proceso que no podía verse forzado, ni siquiera por la historia que ambas ya compartían. No podía imponerle a Marta una verdad que aún no estaba preparada para enfrentar.

Suspiró profundamente, mirando al suelo mientras asimilaba la decisión que debía tomar. No solo era mentirle a Marta, si no también en parte mentirse y negarse a sí misma.

—Una duda… ¿Por qué no quieren que Marta regrese? estará mucho más tranquila junto a la gente que conoce, su familia, Digna, Julia…

—Odio tener que ser yo quien admita esto, pero esta casa dejó de ser un lugar tranquilo hace mucho tiempo. Mi hija ya no soportaba vivir aquí, Fina. Si, está Digna, y Julia, pero también están las constantes peleas entre sus hermanos, sus cuñadas, y en especial, en esta casa está Jesús. Marta siempre le tuvo mucho aprecio, y no quiero que mi hijo mayor se aproveche de la situación de su hermana.

—Sabes que Jesús no dudaría en airear ciertas verdades que harían sentir incomoda a mi hermana —agregó Andrés—

Fina asintió, asimilando cada palabra de Andrés y Damián.

—Está bien —Dijo Fina— me llevaré a Marta a casa, pero si ella decide que no quiere compartir conmigo, no nos obligaré ni a ella, ni a mí misma, a vivir una situación incómoda.

Andrés y Damián sonrieron aliviados. Fina observó a su padre. Isidro la miraba preocupado, pero al mismo tiempo, algo de alivio se asomaba en su expresión. Isidro temía que Fina se hiciese daño por cuidar de Marta, pero al mismo tiempo, le tranquilizaba que fuese Fina quien tuviera siempre la última palabra.

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—Fina, no tienes que entrar si no quieres.

Fina estaba de pie frente a la alcoba de Marta. Había insistido en verla luego de su conversación en el despacho, pero había comenzado a arrepentirse cuando Damián la acompañó escaleras arriba. No sabia que decirle, como hablarle, y tenia miedo de la reacción de la rubia.

—¿Y si no me quiere ver?

—No lo sabrás hasta que entres, Fina— Le sonrió su suegro— Puedo acompañarte, si lo deseas.

Fina negó. Tenia una conversación pendiente con Marta y necesitaba estar a solas con ella. Habían acordado que fuese la propia Fina quien le contase a Marta la verdad, Fina había dudado al principio, pero se recordó a si misma que Marta seguía siendo Marta, que Damián y Andrés conocían a la directora de la empresa, a la mediana de los De La Reina, pero nadie en esa casa conocía a Marta a secas, a su Marta, a su amor. Su amor era frágil, más sensible de lo que a ella misma le gustaba admitir. Fina sabía leerla como nadie, incluso cuando Marta intentaba ocultar sus sentimientos, sus miedos, sus preocupaciones, sus tristezas. Había aprendido a descifrar cada uno de sus gestos, sus miradas evasivas, como jugueteaba con sus rizos cuando algo la inquietaba, y como se ponía a la defensiva cuando algo le daba miedo.

Fina respiró hondo, llenándose de valentía. Abrió la puerta de la habitación y se metió dentro sin pensarlo mucho.

Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas al ver a Marta de espaldas, sentada en el borde de la cama. Marta se dio la vuelta al escuchar la puerta.

—Hola —Susurró Fina regalándole una sonrisa—

Esperaba que Marta respondiese a su saludo de la misma manera, que al menos le regalase una sonrisa, pero Fina notó de inmediato que Marta no estaba bien, estaba aguantando las ansias de llorar, y sus ojos reflejaban una tristeza infinita. Begoña le había asegurado hacía tan solo unos minutos que Marta se había quedado tranquila, no comprendía el cambio en la actitud de la rubia.

—¿Marta? —Preguntó, esperando algún tipo de respuesta por parte de Marta, que luchaba para no romper en llanto—

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