Cuando La Memoria Se Desvanece

Sueños de libertad | Dreams of Liberty (Spain TV)
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Cuando La Memoria Se Desvanece
Summary
Los sentimientos trascienden el tiempo y el olvido. Incluso cuando la memoria se desvanece, en el corazón sigue habitando lo que realmente importa; el amor, la conexión de dos almas destinadas a estar juntas.
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capitulo 2

Apoyada contra el marco de la puerta de su pequeño paraíso en los montes de Toledo, Marta disfrutaba como cada mañana las maravillosas vistas que tenía del campo y especialmente de su jardín, el cual no podía verse más perfecto.

Había crecido en una casa enorme con un jardin perfectamente cuidado por Isidro, con flores adornando siempre cada rincón y llenando la residencia De La Reina de color, pero nada se comparaba con el jardin que rodeaba aquella casita que se había convertido en un refugio.

Además de la belleza de las flores que Isidro había plantado, Marta disfrutaba especialmente de ver como crecían cada día aquellas flores que Fina y ella habían plantado bajo la atenta mirada y guía de su suegro, que no había dudado en hacerlas a ambas partícipes de la reconstrucción de la fachada de la casa. Si se lo preguntaban hacía tan solo unos meses, Marta juraría que jamás podría ensuciar sus delicadas manos y trajes con tierra, pero ahí estaba, viendo crecer las diversas plantas y flores que había ayudado a Fina a trasplantar luego de largas jornadas en la fábrica, sin importarle llenar sus carísimos trajes de barro y polvo.

Una sonrisa se formaba en su rostro cada vez que recordaba la primera vez que se había animado a ayudar a su novia y a su suegro. 

Había llegado temprano de la fábrica con la ilusión de preparar el almuerzo para compartir una comida junto a Fina e Isidro, ya le había tomado el gustito a comer o cenar los tres juntos luego de que los Valero acabasen las tareas en el jardín. Grande fue la sorpresa de Marta al entrar a la casa y ver que Fina ya había dejado la comida lista mientras su padre se tomaba un descanso, luego de hacer un pequeño puchero al ver frustradas sus intenciones de hacerse cargo del almuerzo, miró por la ventana hacia donde se encontraban Fina y su padre trabajando bajo los fuertes rayos del sol, y decidida a ser de utilidad, preparó una jarra de limonada para obligarles a tomar un pequeño descanso.

Al verla llegar con la bandeja, su suegro hizo una pequeña broma sobre estar precisando una mano con el jardín, y aunque Fina entendió la broma y se rió, Marta sin pensárselo mucho se lo tomó como una invitación, dejando con cuidado la bandeja en la esquina del cantero para que no se cayera, y se arrodilló junto a Fina, preguntando en qué podía ayudar.

Mientras recordaba los tiempos en los que Marta y Andrés se ofrecían a ayudarle con las tareas del jardín, Isidro intentó explicarle a Marta lo que debía hacer, y aunque Marta entendió perfectamente la teoría, en la práctica no lo hizo demasiado bien.

Primero hundió la pala demasiado cerca de las raíces de una planta que Isidro acababa de colocar con cuidado, arrancándola sin querer. Después, al intentar corregir el error, terminó salpicando de tierra a Fina, quien en venganza le salpicó tierra en su propio vestido. Y cuando Isidro le pidió que regara un grupo de flores recién plantadas, Marta acabó distrayéndose observando a Fina, creando un charco que hubiese matado a cualquier planta de no ser porque su suegro solucionó la situación de inmediato.

 

—¡Por dios, Marta, si al final en vez de ayudar nos vas a retrasar! —rió Fina mientras ayudaba a Isidro a salvar las pobres flores—

—Dejala tranquila, que es su primer día—La defendió Isidro—. Nadie nace sabiendo, ya verás como acaba haciéndolo de maravilla.

Al principio le había dado algo de pena cometer error tras error y llegó a decirle a Isidro que tal vez era mejor que los dejase solos, pero su suegro insistió en que siguiera intentándolo hasta que al cabo de un par de días Marta ya le había agarrado la mano a la jardinería, le costó un par de tardes y trajes que quedaron insalvables para utilizar en la fábrica, pero no le importaba, la satisfacción de estar participando en la reconstrucción del jardin de su propia casa la hacía olvidarse de los trajes percudidos y los moretones en los brazos cuando se golpeaba sin querer con la pala o el pico.

Aquellas tardes eran pequeños tesoros dentro de su memoria. La jardinería la había unido mucho más a Isidro, que al igual que lo había hecho con Fina, pasó horas enseñándole a Marta todo lo que sabía, explicandole los significados de cada flor que crecía a lo largo de la finca.

—Buenos días—La voz de Fina detrás de ella la sacó de sus pensamientos, su saludo fue seguido de un bostezo que Marta siempre encontraba ridículamente tierno—

—Buenos días, cielo —Respondió dándose la vuelta y regalandole a Fina una sonrisa

Marta sonrió al ver a Fina solo con su camisón blanco puesto, frotándose los ojos con poca delicadeza, intentando despertar del todo.

—Si quieres puedes volver a la cama, hoy no te toca la apertura —Le recordó al ver el cansancio en el rostro de Fina— Carmen me ha llamado, y me ha dicho que Marinieves va a ayudarle a cubrir el puesto de claudia

Fina suspiró aliviada. Desde que se había medio mudado junto a Marta, los días que le tocaba la apertura en la tienda eran una pesadilla, y estaba segura de que aquella semana (La primera de Claudia y Mateo como esposos) seria la peor de todas, teniendo que cubrir la mayoría de los turnos de Claudia para que ella pudiese relajarse un poco y disfrutar del comienzo de aquella nueva etapa en su vida

—¿Eso quiere decir que tenemos la mañana para nosotras? —Fina se acercó a Marta, quien volvió a voltear para quedar de frente al jardín, permitiendo que Fina la abrazase por detrás— 

—Me temo que no, tengo que ir a la fábrica por cualquier inconveniente que pueda surgir con los envíos de hoy, ya tuvimos suficientes descuidos esta semana y ya no quiero más dolores de cabeza.

—¿Pero de eso no se encarga tu hermano? —Preguntó Fina apoyando el mentón en el hombro de la rubia—

—Se supone, pero no sé donde tiene Andrés la cabeza —Dijo aunque sabía de sobra que la cabeza de su hermano menor estaba en Begoña— insiste en ocuparse él, pero no me fio y quiero tenerle vigilado. Pero te prometo que estaré en casa para medio dia para llevarte a la tienda por la tarde —

—No te preocupes por eso, mi padre vendrá a traer no sé qué hierbas que Digna le ha recomendado para plantar en aquel espacio libre —Fina alzó una mano para señalar a algún punto del otro lado del jardín— 

—Se me había olvidado comentartelo, mi tía me dio una larga charla sobre que el jardín debía tener si o si hierbas para la cocina, aunque sabes que de eso yo entiendo poco –Recordó Marta haciendo una mueca– así que le pedí que le diese ella una lista a Isidro sobre lo que ella creía me sería más útil.

Fina negó con la cabeza, Marta había estado esforzándose por mejorar en la cocina, y desde que se mudaron, la mayoría de las comidas las preparaba ella. Sin embargo, Marta, a pesar de los intentos, no se había hecho amiga de los condimentos ni las hierbas, por lo que optaba por evitarlos por completo, haciendo las comidas más simples.

—Pues bastante larga es la lista según me ha contado mi padre –Rio Fina– Estaremos un rato trasplantandolas y luego le pediré que me alcance a la tienda, así que no te preocupes por mí.

—Ni hablar. A la hora de la comida estaré aquí para almorzar juntas y te llevaré a la tienda más tarde.

Marta hacía todo lo posible por no perderse ni una comida, salvo cuando ambas tenían que quedarse todo el día en la fábrica. Fina sabía el esfuerzo que Marta ponía en no desatenderla, y no solo en el hogar, sino también en su trabajo. Aquel equilibrio que había logrado su novia la conmovía profundamente, especialmente luego de lo distanciadas que habían llegado a estar luego de que Marta fuese nombrada directora de la empresa, Marta hacia todos los dias hasta lo imposible por cumplir con las expectativas de Fina y también las de Isidro, que ya se había quedado completamente tranquilo al comprobar que las intenciones de Marta para con su hija no se habían quedado solo en palabras bonitas.

—Entonces vamos a desayunar, la señora directora no puede llegar tarde —bromeó Fina, tomando a Marta de la mano y guiándola hacia la cocina.

No demoraron demasiado preparando el desayuno, ambas preferían desayunar ligero. Marta, por las prisas de llegar temprano al despacho, y Fina, porque siempre optaba por sacrificar el desayuno completo por unos minutos más de sueño. Sin embargo, Fina siempre se aseguraba de que Marta nunca saliera de casa sin comer algo. Ella y las chicas podían tomar su desayuno más tarde, pero Marta, una vez en su despacho, no salía hasta que todos los asuntos estaban atendidos, sin importar lo largo que fuera el día.

Luego de vestirse, desayunar y despedirse como era debido de su novia, Marta se subió a su coche al mismo tiempo que su suegro llegaba a la casa con el coche cargado, se despidió rápidamente de él y emprendió el camino hacia la fábrica.

Marta disfrutaba enormemente del trayecto desde la casita del monte hasta la fábrica, aunque no estaba en perfectas condiciones como una carretera, la paz que se respiraba incluso dentro del coche la relajaba antes de comenzar su larga jornada. 

Repasó en su mente la lista de pendientes que se acumulaban a cada minuto. El crecimiento de la empresa siempre era algo de lo que debía estar orgullosa y un motivo de celebración, pero ese crecimiento venía acompañado siempre de más conflictos en la junta directiva, más reuniones, disputas con Jesús, y papeleo, mucho papeleo.

Mientras caminaba hacia la zona de las oficinas luego de dejar su coche en la entrada, Marta saludó a los empleados con los que se cruzaba, y se hizo un momentito para pasar a la tienda y ver cómo se las estaba apañando Carmen junto a Marinieves, la joven tenía mucha predisposición, pero como la propia Carmen  había notado al momento de entrevistarla, carecía de esa chispa especial que Marta solía buscar al momento de contratar una dependienta, no tenía la soltura y seguridad de Carmen ni el encanto y el buen humor de Fina o Claudia, sin necesitar verla en acción Marta ya podía asegurar que Mariní se moriria de los nervios con la primera clienta. 

Disimuladamente se llevó a Carmen al almacén para sugerirle que llamase a Fina, al menos hasta que la joven se sintiera más en confianza con el trabajo y las clientas.

Al llegar a su oficina, luego de dedicarle una cálida sonrisa a Miriam y responder al buenos días de su secretaria, Marta ingresó en su despacho, siendo recibida por la luz del sol iluminando su silla, y una enorme pila de documentos que Miriam ya le había dado aviso de que debía revisar y firmar.

La rubia suspiró al ver la cantidad de contratos y carpetas repletas de documentos una encima de la otra, pero sin dejar que el montón de pendientes le amargasen el dia, cerró los ojos por un instante, sonriendo al recordar cómo su día había comenzado maravillosamente, y que seguiría de la misma manera, pues le esperaba un almuerzo en casa y unas horas de paz antes de seguir apagando fuegos durante la tarde.

Dejó cuidadosamente su bolso encima de su escritorio y rodeó el mismo para sentarse en su silla y marcar el número del despacho donde trabajaba Joaquin mientras ojeaba por encima los documentos más urgentes, los cuales Miriam había colocado encima de la pila.

Su primo la puso al tanto de los asuntos que él ya había comenzado a hacerse cargo y le recordó aquellos de los que debía ocuparse ella si o si. En medio de la llamada le llegó otra, esta vez de un cliente, y en el resto de la mañana Marta casi no pudo separar el oído del teléfono. Los pedidos, las entregas, los problemas logísticos: todo parecía acumularse con cada minuto que pasaba. Marta había aprendido a lidiar con el caos, especialmente aquel que era rutinario y al que ya estaba acostumbrada, pero de igual manera cada vez lo encontraba más agobiante. A medida que las horas pasaban, el teléfono no dejaba de sonar, y las conversaciones, tanto telefónicas como cara a cara, se apilaban una encima de otra, no dandole tiempo siquiera a respìrar. 

 

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Un ligero golpeteo en la puerta la hizo alzar la vista, y antes de que pudiera responder, la puerta se abrió lentamente. Fina, ya vestida con el uniforme de la tienda, entró en la habitación con un pequeño contenedor en las manos, el cual hizo que Marta alzara las cejas al verlo, dándose cuenta de que había perdido la noción del tiempo.

—Amor, perdón —Dijo en voz baja, apenada mientras Fina cerraba la puerta tras ella. —Ni siquiera me había dado cuenta de la hora que es

Marta miró el reloj en su muñeca, hacia dos horas que debía haberse ido a casa para descansar. Fina le regaló una sonrisa para tranquilizarla y demostrarle que no estaba enfadada.

—Tranquila, Me he cruzado a Miriam en el camino y me ha dicho que no te ha visto el pelo desde esta mañana —Fina le regaló una sonrisa y rodeó el escritorio para darle un beso rápido a la empresaria— Espero que te guste.

—¿Cómo no me va a gustar si lo has preparado tú? —Marta tomó el contenedor de las manos de Fina y lo colocó frente a ella, cuidando de no manchar ningún folder— Gracias, cielo. 

—¿Mucho trabajo? –Fina se apoyó en el escritorio mientras entrelazaba sus manos con las de Marta— 

—Demasiado —Suspiró Marta recostandose en su asiento— La producción está al máximo y aun así no dejo de recibir llamadas de clientes quejándose de que no les ha llegado el cargamento.

—Algo escuché cuando pasé por la zona de empaquetado sobre que estaban desbordados –Recordó Fina— 

—Y mi padre, y ahora Jesús, siguen resistiéndose a ampliar la plantilla. Tengo que reunirme otra vez con Joaquin y seguir haciendo números porque no podemos seguir con la cantidad de empleados que tenemos ahora, el que ahora tengamos que convencer también al padre de Mateo no nos pone las cosas fáciles. 

—Estoy segura de que lo conseguirás —La tranquilizó Fina acariciando el dorso de su mano suavemente— Me encantaría quedarme y hacerte compañía, pero debo regresar a la tienda, Carmen se está volviendo loca con las cuentas y debo seguir entrenando a Mariní.

—¿Nos vemos en casa? Si quieres puedes llevarte el coche y ya le pido a mi padre que me alcance hasta la casa, dudo llegar antes de la cena.

—Tranquila, aprovecharé para visitar a Digna y cenar con mi padre en lo que tú terminas y nos marchamos juntas, ¿Va?

Marta asintió con una sonrisa, y luego de un beso rápido, Fina se despidió al escuchar que Miriam regresaba a su puesto de trabajo. Por muy bien que le cayera su nueva compañera, no quería arriesgarse a que Miriam sospechase algo, suficientes personas lo sabían ya.

Marta apenas pudo tomarse unos minutos para comer y llamar a la tienda para agradecerle nuevamente a Fina cuando recibió a Carmen para hablar sobre el balance de la tienda. A esa visita le siguió una de Tasio, una de Luis con una nueva muestra, y unas cuantas de Joaquin acabando de cuadrar algunas reuniones y pendientes.

La tarde se le pasó incluso más rápido de lo que se le había ido la mañana. A pesar de las largas horas, las cosas parecían ir bien, lo cual la ayudaba a mantenerse enfocada. Se encargó de revisar las cuentas que Carmen le había entregado, llamar a los proveedores para convencerlos de entregar algunos insumos que Luis necesitaba con urgencia, y hacer un balance de lo que quedaba para el día siguiente.

El reloj marcaba ya casi las seis de la tarde cuando Miriam entró a despedirse de ella una vez acabada su jornada. Marta estaba asegurándose de no haber olvidado nada urgente cuando la puerta de su despacho se abrió.

—Marta, necesito que me acompañes

—¿Qué sucede, Joaquin? —Preguntó la empresaria alarmada por la expresión en el rostro de su primo—

—Hay un problema con los envíos y Andrés y yo necesitamos que nos ayudes a revisarlo.

—¿Otra vez? 

—Las furgonetas no dan abasto. Aún no sabemos quién ha metido la pata, pero hay cajas que no concuerdan con los pedidos, y si queremos que salgan ya, debemos apresurarnos.

Marta suspiró y siguió a Joaquin a la zona de embalajes. En el camino, su primo la puso al tanto sobre la situación, los bultos no coincidian con las planillas de los pedidos, y por las prisas Andrés y Tasio solo se estaban haciendo más lío, las furgonetas debían estar listas para salir mañana a primera una y alguna que otra debía empezar el trayecto esa misma tarde.

—Quiero que mañana a primera hora investigues quien ha sido el responsable de este desastre —Dijo Marta mientras caminaban por la fábrica e intentaba revisar algunas planillas que su primo le tendía—

—No tengas dudas de que es lo primero que haré.

—Lo bueno es que nos hemos dado cuenta antes de cerrar las furgonetas, no me quiero imaginar el desastre si los clientes más exigentes recibieran un pedido equivocado, me han vuelto loca todo el día queriendo saber por qué aún no han recibido el cargamento.

Al llegar a la zona de embalaje y carga, Marta pudo ver el desorden que se había generado con los últimos envíos. Las cajas estaban mal apiladas, algunos pedidos parecían seguir incompletos y los operarios corrían de un lado a otro intentando solucionar el desbarajuste

—Marta—Andrés se acercó a ella apenas la vio llegar— No tengo idea de que ha pasado, te juro que esta mañana dejé listas las planillas y las rutas —Se excusó su hermano— Nadie se ha querido hacer cargo y las planillas no están, por eso tuve que pedirle a Joaquin que trajese las copias del despacho. 

—¿Cómo llegaron a este punto? —preguntó Marta con calma, intentando mantener la concentración. Sabía que no podía perder la paciencia en ese momento. Necesitaban solucionar todo cuanto antes —¿Es que no has estado pendiente en todo el día? Por dios, Andrés

Su hermano no necesitó responder para que Marta lograse adivinar qué había sucedido. No quiso hacer preguntas o estaba segura de que se enfadaría si resultaba que Andrés se había desaparecido de la fábrica por cualquier banalidad que tuviese que ver con Begoña.

—Bueno, eso ya no importa —Volvió a hablar— Vamos a solucionar esto de una vez antes de que termine el turno.

Los tres hombres asintieron y  comenzaron a moverse rápidamente por la zona. Marta avanzaba de una sección a otra, supervisando a los operarios y asegurándose de que no se cometieran más errores por las prisas cuando de repente escuchó un estruendo detrás de ella. Giró rápidamente y vio cómo un par de cajas grandes caían de un palet visiblemente mal embalado, desestabilizadas por un operario que intentaba reajustarlas.

Antes de que pudiera reaccionar, una de las cajas más pequeñas se desprendió y cayó directamente hacia ella, golpeándola con fuerza en la cabeza. Marta no tuvo tiempo de apartarse y, con el impacto, perdió el equilibrio, cayendo al suelo con un fuerte golpe. El ruido del impacto resonó en la zona, y varios operarios se apresuraron a acercarse junto con Andrés, Tasio y Joaquin, que corrieron hacia ella.

El menor de los de la Reina comenzó a intentar que su hermana, inconsciente, reaccionase, mientras Tasio corrió hacia la zona más céntrica de la colonia, gritandole a Andrés que iría a por la doctora Borrell. 

Los operarios que aún trabajaban se detuvieron al ver la escena. Mientras aguardaban la llegada de la doctora, Marta seguía en el suelo, sin reaccionar. Joaquin, sin despegarse de sus primos, mandó a otro de los operarios a llamar a una ambulancia para ahorrar tiempo.

 

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Del otro lado de la colonia, Fina reía ante una ocurrencia de Marinieves. La joven había logrado soltarse a lo largo del día y no demoró en atreverse a hacer comentarios sobre las clientas estiradas con las que no estaba acostumbrada a tratar. 

—Y espera a que te cruces a Doña Elvira —Rio Fina terminando de cuadrar la caja, aprovechando que hacía un buen rato no entraban clientas— Con decirte que ni Claudia se la pasa

Ambas rieron mientras el sonido de sus voces se mezclaba con el suave tintineo de las campanillas sobre la puerta, que se abrió de repente. Fina levantó la vista, esperando ver a algún cliente más, pero se encontró con Carmen, que entraba apresuradamente, su rostro palidecido y tenso.

—Uy, uy,  y esa cara, ¿qué te ha pasado? —preguntó Fina, sin dejar de sonreír, pero con un tono curioso—. ¿Otra vez se te ha perdido Tasio?

Hacía algunos minutos que Carmen se había marchado de la tienda con la excusa de ver donde estaba Tasio, pues no le había visto el pelo en todo el día. Carmen se quedó en la puerta, respirando con algo de dificultad, como si hubiera corrido una maratón. Al escuchar la pregunta de Fina, trató de calmarse un poco, pero la preocupación en su rostro era más que evidente.

—No, no se trata de eso… —dijo Carmen, su voz aún temblorosa—. Vengo del dispensario.

—¿Le ha pasado algo? —preguntó Fina de inmediato—

Carmen se quedó en silencio durante un instante, luchando con las palabras, como si no supiera cómo empezar. Finalmente, dio un paso al frente, mirando a Marinieves antes de hablar.

—Mariní, ¿podrías…? —dijo Carmen, señalando hacia la parte trasera de la tienda— Tengo que hablar con Fina

La joven, con la prudencia que la caracterizaba, asintió y se dirigió al almacen, cerrando la puerta detrás de ella.

—Carmen, me estás asustando —El rostro de Fina había cambiado completamente— ¿Le ha pasado algo a mi padre?

—Es…Marta. —Dijo Carmen, incapaz de encontrar las palabras exactas para explicar lo sucedido—Ha tenido un accidente.

Fina tuvo que sostenerse del mostrador para no desfallecer, las palabras de Carmen le cayeron como un balde de agua fría.

—¿A qué te refieres, Carmen? Si Marta está en el despacho, ¿como va a tener un accidente?—Dijo Incrédula—

Su cabeza intentaba encontrar alguna excusa para no creer en las palabras de su mejor amiga, pero el rostro de Carmen no la ayudaba en lo absoluto

—Estaba en la zona de embalajes junto a Tasio, don Joaquin y don Andrés. Unas cajas mal acomodadas… cayó una sobre ella. No está consciente, Fina. Luz está atendiendola y ya han llamado a la ambulancia.

El mundo de Fina se vino abajo en ese mismo instante, y su mente comenzó a crear escenarios, uno peor que el anterior. 

Sin pensar en nada más, sin esperar una respuesta completa, arrojó sobre el mostrador la pluma con la que estaba acabando de cerrar caja, salió disparada hacia la puerta y comenzó a correr sin mirar atrás. Su mente ya no procesaba las palabras de Carmen; todo lo que importaba era llegar a donde estaba Marta, saber si estaba bien. 

Necesitaba ver con sus propios ojos que Marta estaba bien.

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