
capitulo 1
Marta de la Reina observaba desde su mesa, con copa en mano, como Fina, Claudia y Carmen bailaban agarradas de las manos. El pequeño grupo llamaba la atención aunque poco les importaba a ellas, eran las únicas que se movían en la pista sin prestar atención al tipo de música que envolvía la sala. Las tres reían ante alguna ocurrencia de Fina, que estaba en medio de sus dos amigas con una sonrisa de oreja a oreja.
Marta no tuvo tiempo de preguntarse cómo habían conseguido las tres jóvenes convencerla de acompañarlas cuando la sonrisa de su novia le dio la respuesta. Por esa sonrisa era capaz de todo, incluso de aceptar la invitación de Carmen y Claudia a la pequeña despedida de soltera -atrasada- de Claudia. Debido al estado de la menor del grupo no podían hacer demasiada fiesta, pero Fina y Carmen habían insistido en que algo, por más pequeño que fuese, debían hacer, que aquella ocasión no debía de pasarse por alto.
Marta había dudado cuando Carmen se lo propuso, y estuvo a punto de declinar la oferta cuando Fina y Claudia se sumaron al pedido, Fina insistiendo en que solo saldrían un rato a ese nuevo local de bailes de Salón que había abierto en Toledo, el mismo al que Fina la había invitado en soledad hacia un par de meses.
No pudo negarse ante esos tres pares de ojos suplicantes, por lo que luego de un largo suspiro aceptó, y cuando en medio de la tienda las tres amigas la envolvieron en un cálido abrazo, supo que había tomado la decisión correcta.
Y ahora mientras miraba a su novia y sus amigas bailar animadamente, volvia a reafirmarse a sí misma que había hecho bien en aceptar. Ya no podía seguir fingiendo que no le había tomado cariño a sus empleadas, y además, el amor entre Mateo y Claudia debía ser celebrado tanto como se pudiese luego de todo lo que les había costado estar juntos.
—¿En serio no va a bailar con nosotras Doña Marta? —La voz de Claudia la sacó de sus pensamientos—
Claudia se sentó a su lado, visiblemente cansada de que sus amigas la hicieran dar tantas vueltas por todo el local, aunque fuese joven, el embarazo comenzaba a pasar factura. Fina y Carmen se acercaban caminando del brazo mientras cuchicheaban y se reían entre ellas.
—Estoy bien aquí, Claudia —Respondió pasandole a Claudia uno de los vasos de refresco que había pedido hacía tan solo unos minutos pensando en cuando las tres regresasen a la mesa, Claudia sonrió y le agradeció—
—Anda Marta, no seas aguafiestas —Se quejó Fina aun de pie, Marta la miró y alzó una ceja– Perdón, Doña Marta. —Se corrigió—
Fina intentó reprimir la risa, no estaba bebida, pues para terminar de convencer a Marta tuvo que prometer que ella conduciría de regreso a la colonia y no podía permitirse tomar alcohol, pero aunque tranquilo, el ambiente había logrado animarla de más y que se olvidase de que Claudia aun no sabia de su relación.
—Doña Marta, no me va a decir que nos ha traido hasta aqui solo para quedarse mirando—Dijo Carmen cruzándose de brazos mientras alzaba ligeramente los hombros y las cejas a la vez que hablaba— Venga, baile un ratito con nosotras —Insistió Carmen tendiendole una mano—
—No soy buena bailando –Intentó excusarse Marta haciendo una mueca–
—¿Y se cree que nosotras sí? Si entre Fina y Claudia ya he perdido la cuenta de los pisotones que me han dado—Se quejó Carmen haciendo reír a la directora—
—Venga Doña Marta, relajese un poco que buena falta le hace —Insistió también Claudia—
Fina se quedó callada sonriendo ante la escena, sabía que no necesitaba decir nada, confiaba plenamente en la capacidad de sus amigas para convencer a Marta.
—Está bien, un ratito chiquito–Aceptó Marta haciendo un gesto con las manos—
Las tres chicas dejaron escapar un pequeño chillido de felicidad antes de arrastrar a Marta a la pista de baile incluyendola en la ronda en la que habían estado bailando desde temprano. Las tres se movían al ritmo de la música, alegre y contagiosa, aunque Marta dudó al principio, las otras tres chicas acabaron por lograr incluirla en su pequeña burbuja, logrando que Marta se dejase llevar y simplemente disfrutase del momento mientras se movía a la par de las demás.
Marta se encontraba entre Fina y Carmen, Marta fijó su mirada en las manos de Fina y ella entrelazadas, en cualquier otro momento y lugar Marta no habría dudado en romper aquel contacto, temerosa de que alguien pudiese verlas, pero ahí estaba, en medio de la pista rodeada de desconocidos, sin miedo. No estaba tomada de la mano de su novia; estaba tomada de la mano de su amiga, de una de sus amigas, estaba siendo participe de un grupo, algo que le había parecido incluso más impensable que mostrarse con Fina en público.
Por mucho que intentase mantener la relación con Carmen y Claudia dentro de un marco estrictamente profesional,, Marta sabía que las tres chicas—incluida Fina— eran mucho más que eso, había encontrado un círculo de apoyo en su novia y sus amigas, y esa noche se dio permiso de disfrutar y ser una más.
Sin necesidad de que les diera permiso, Claudia y Carmen se tomaron la libertad de bromear con ella como si fuese una más, incluso burlándose de los dos pies izquierdos que parecía tener Marta.
Fina disfrutaba de ver a Marta soltarse poco a poco, incluso llegando a decirle a las chicas que no era necesario que la llamasen Doña Marta — aunque a ninguna de las dos se le daba especialmente bien el tutear a su jefa, al final siempre acababan tratándola de usted— Desde el comienzo de su relación solo había podido soñar con una salida como aquella, y por mucho que hubiese deseado tener una cita en aquel lugar con Marta a solas, pasar tiempo como amigas lo compensaba bastante.
Luego de bailar un rato las cuatro se dividieron en dos parejas, sin pensarlo mucho, Marta tomó la mano de Carmen para bailar con ella mientras Fina se llevaba a Claudia, girándola sin descanso mientras ambas reían a carcajadas.
Carmen, con esa paciencia que la caracterizaba y una sonrisa, le mostraba a Marta algunos pasos básicos mientras charlaban sobre cosas triviales de la colonia, o en palabras más exactas, mientras aprovechaban para chismorrear sobre los trabajadores de la colonia, la directora acabó sorprendiendo a Carmen cuando resultó que Marta sabia mucho más que ellas sobre ciertos chismes que recorrían la colonia.
“Ventajas de ser la jefa, acabas enterandote de todo” Le dijo Marta con una sonrisa.
En un momento, las miradas de Marta y Fina se encontraron desde lados opuestos de la pista. Marta le regaló a su novia una sonrisa cálida, sin miedo. Por un instante, no eran las dos mujeres que vivían escondiendo su amor, sino dos amigas que compartían una noche de fiesta junto a sus otras dos amigas. Para Fina, aquel gesto significaba todo. Por mucho que soñara con citas románticas a solas, poder disfrutar de Marta de esta manera, como parte de su grupo de amigas, era igual de especial.
Escapadas a Madrid y citas podían tener muchas.
Ocasiones como esas, en las que solo eran Marta y Fina, pocas.
Fina ni siquiera sintió la urgencia de buscar un momento para bailar con Marta a solas o escaparse para hablar más tranquilamente, cuando quiso darse cuenta, fue la propia Claudia quien la soltó para que bailase con Marta mientras ella se iba con Carmen, todo se daba con tanta naturalidad que Fina comenzó a creer que estaba en un sueño y se despertaria en cualquier momento, pero para su suerte, no era asi, la vida comenzaba a sonreirles y regalarles esa normalidad que tanto se les había escapado de las manos en el pasado. Las cuatro bailaron y rieron hasta que los pies de Claudia dijeron basta.
—Ya no puedo más— dijo, llevándose una mano a la barriga. —Si doy una vuelta más creo que tengo el crio aqui mismo
Marta, Fina y Carmen rieron mientras ayudaban a Claudia a salir del local. La noche aun era joven y el lugar apenas comenzaba a llenarse de gente, pero no les importó marcharse pronto, las horas de diversión que habían tenido eran más que suficientes, además, todas a excepción de Claudia debían madrugar al día siguiente.
Fina y Marta se sentaron en los asientos de piloto y copiloto respectivamente, mientras Claudia y Carmen caían rendidas en el asiento de atrás, durmiendose cuando Fina había conducido apenas un par de kilómetros del total del trayecto.
Marta volteó para observarlas al no escuchar ningún murmullo en el asiento trasero, encontrándose con Claudia apoyada en el hombro de Carmen, ambas completamente desmayadas.
—Vaya par —murmuró Marta, volviendo la vista hacia Fina— Entiendo a Claudia, pero siendo sincera, creía que Carmen tendría más aguante, con todas esas anecdotas que me has contado.
—Y lo tiene, no sabes la de veces que me la he tenido que llevar a rastras de un sitio porque yo ya no daba más, pero con todo el lío que ha tenido con la boda sorpresa de Claudia y Mateo, no la culpo. Me sorprende que tú aún sigas de pie.
—Estoy acostumbrada a aguantar por más agotada que esté, pero en cuanto ponga un pie en casa caigo rendida. Ha sido un día agotador en la fábrica.
—Lo sé —Dijo Fina con una media sonrisa consciente del esfuerzo que había hecho su novia para terminar temprano y poder salir con ellas—Gracias por acompañarnos –Susurró Fina regresando la mirada al camino—
—Soy yo la que debe agradecerles a ustedes —Marta colocó su mano encima del muslo de Fina— Jamás me había sentido tan viva… mucho menos parte de algo.
—Te ganaste un lugar entre nosotras hace mucho, aunque no quisieras aceptarlo.
Marta recordó la noche antes de la boda de Carmen y lo tentada que había estado de aceptar la invitación de compartir un ratito con ellas. Se había arrepentido al instante de negarse.
Había pasado tanto tiempo envidiando la relación tan solida de Fina y Carmen, y la rapidez con la que Claudia se había integrado al grupo como si las conociera de toda la vida, que le daba pavor solo de pensar en ilusionarse con pertenecer a ellas, solo para acabar decepcionandolas por no saber realmente lo que era tener una amiga.
—No sabes como me arrepiento, salir con ustedes se ha sentido tan…
—¿Normal? —Preguntó Fina con una sonrisa—
Ultimamente todo en la vida de su novia comenzaba a sentirse más normal, y a Fina le encantaba hacer todo lo que estuviera al alcance de sus manos para que Marta comenzara a vivir de verdad, dejando atrás el circo que era la residencia De La Reina.
—Si —Rio Marta—tan natural. Me gusta. El no tener que fingir que me cae bien un empresario o no tener que estar pendiente de si digo algo que pueda entorpecer una conversación
—En nuestro grupo para eso último ya estoy yo –Bromeó Fina– Espero que a partir de ahora ya no te escapes, que te lo advierto, pensamos llevarte a divertirte por todo Toledo.
—Ya comienzo a arrepentirme —Marta se hundió un poco en su asiento recordando las salidas que Fina solía contarle entre ella y Carmen— Mientras no me metas en problemas…
—Lo siento, amor —Susurró Fina mirando hacia atrás asegurándose de que Claudia seguía dormida— pero si estás cerca de Claudia y yo, los problemas llegan solos, si no, pregúntale a Carmen.
Marta negó con la cabeza mientras reía.
El resto del trayecto lo hicieron prácticamente en silencio, Marta se dedicó a contemplar a Fina totalmente concentrada en la carretera, y solo hablaba para darle alguna indicación a su novia sobre ciertas partes de la carretera en las que era mejor andarse con cuidado. Fina sabía manejar estupendamente, pero tenía tan pocas –por no decir nulas— oportunidades de hacerlo, que no se sabía de memoria los pequeños baches que Marta estaba acostumbrada a transitar.
Llegaron a la colonia y con esfuerzo lograron despertar a Carmen y Claudia, que a paso de zombie llegaron hasta la zona de habitaciones. Aunque la única que seguía durmiendo en el cuarto era Fina, esa noche fue precisamente la única de las tres que no durmió en la habitación que solían compartir.
Carmen y Claudia habían avisado a sus respectivos esposos de que se quedarían en la colonia, en su antigua habitación que ahora pertenecía solo a Fina y Miriam. Con cuidado de no despertar a esta última, Fina y Marta ayudaron a las dos chicas a llegar a la cama. Marta se adelantó y salió de las habitaciones camino al auto, y cuando Claudia estuvo de nuevo profundamente dormida, Fina tomó una pequeña muda de ropa y salió del cuarto para encontrarse con Marta en la entrada de la colonia. La rubia estaba de regreso al volante, pues Fina no había tenido ocasión de hacer el trayecto hasta su casa de noche todavía, y Marta ya lo conocía a la perfección.
Al llegar a su casa, ambas se bajaron del coche y Fina se aferró al brazo de Marta para hacer el trayecto desde la entrada hasta la puerta principal.
—¿Cansada, amor? –Preguntó Marta al oir un bostezo de Fina mientras metía la llave en la cerradura—
—Mucho
—Adelantate a la cama —Dijo Marta cerrando la puerta tras ellas— Yo me ocupo de guardar nuestras cosas y dejar todo listo para mañana
Fina no dudó, con los ojos medio cerrados le tendió su abrigo y bolso a Marta y se dirigió a la habitación. Marta se quedó esperando su beso de las buenas noches, pero la causó ternura notar que Fina estaba tan agotada como para olvidarse de saludarla antes de ir a la cama.
Marta con calma dejó sus abrigos colgados cerca de la puerta al igual que sus bolsos en la mesita del recibidor, se adentró en la cocina y mientras tomaba un vaso de agua, acomodó los platos que se habían olvidado de guardar a mediodía luego del almuerzo, y se cercioró de que en la alacena tuviesen todo para el desayuno antes de ir hacia la habitación, luego de comprobar por última vez que la puerta estuviese perfectamente cerrada.
Al entrar en su cuarto vio a Fina prácticamente desmayada en la cama. Intentando hacer el mínimo ruido posible se duchó y se vistió con su camisón antes de meterse a la cama y acomodar a Fina que siempre acababa quedándose dormida mal posicionada. Luego de unos minutos de estar acostada acariciando el cabello de Fina, suspiró, notando que no estaba logrando quedarse dormida.
Estaba exhausta, pero seguía tan eufórica por la tarde que había pasado que Marta se veía incapaz de conciliar el sueño. Luego de dar vueltas por un rato, se sentó en la cama y abrió el cajón de su mesa de noche para tomar su diario y su pluma.
Encuentro fascinante el como cuando alguien cree que ya lo ha sentido todo, que las emociones tienen un límite, la vida vuelve a demostrar una y otra vez que siempre hay un aspecto de nosotros mismos por descubrir y aventuras nuevas por vivir.
Me pasé la vida intentando encajar en los círculos sociales de mi familia y de la empresa, tantas veladas y horas desperdiciadas en iniciar conversaciones para intentar entablar algún tipo de relación con personas con quienes no tenía la intención de relacionarme realmente. Quien diría que la verdadera amistad llegaría cuando me había convencido de que eso no existía para mi.
Mis chicas de la tienda me hicieron sentir realmente parte de algo por primera vez en la vida, sin esperar nada de mi. No tuve que esforzarme por demostrarles cuánto valgo ni ofrecer algo a cambio de una amistad.
Por primera vez sentí que fue suficiente con ser Marta.
Y nunca habría podido descubrir lo fácil que era pertenecer de no ser por Fina. Escucho su respiración a mi lado mientras escribo, y no dejo de agradecerle al universo por ponerla en mi camino. No solo me ha enseñado a amar, si no también a reencontrarme con una Marta que creía se había perdido hacía años. Cada dia me enseña que no es tarde para soñar, que aun me queda todo por vivir, y anhelo con toda mi alma poder descubrir todo lo que la vida nos tiene preparado.
Quiero poder seguir descubriéndome, quiero sentir todas las emociones que no me permití sentir a lo largo de mi vida.
Lo quiero todo, y mientras la tenga a mi lado sé que puedo conseguirlo”