
Chapter 29
7:35 AM. Londres
Al salir de la estación Pansy guio a Hermione por algunas calles de Londres, hasta que finalmente se detuvieron en un callejón cerca de Covent Garden donde se encontraba una cabina telefónica típica británica, invisible para los muggles.
—¿Te gusta viajar, bonita? —Pansy la miró con una sonrisa mientras abría la puerta de la cabina y se inclinaba como mayordomo para que Hermione entrara. Hermione no pudo contener la sonrisa, no podía negar que le encantaban las tonterías de la castaña.
—¿Un traslador? —Pansy levantó la cabeza y luego asintió en afirmación—. No diría que me guste, pero no hay de otra —Hermione tomó la mano de la castaña y se adentraron al lugar.
El traslador las dirigió hacia Escocia, lugar en donde se encuentra el Castillo. La entrada no podía ser convencional. Nadie, aparte de Minerva, podía saber que las chicas estaban allí.
—No preguntaré cómo lo consiguieron —dijo Hermione.
—Mejor, no creo que te gusten mis métodos.
Pansy pidió a Hermione que la siguiera para que llegaran al colegio por medio de uno de los pasadizos secretos que llevaban a Hogwarts. En un principio, Hermione se negó a adentrarse en el lugar, no por miedo, sino porque según Harry era fácil perderse en estos sitios. No obstante, la chica se estaba olvidando de que tenían al gran profesor Snape de su lado, y si había alguien que conocía todos los secretos y lugares de ese colegio, ese era él. Además, el hombre ya había sido notificado de las intenciones del director. Aunque quería estar presente en aquel lugar, el profesor decidió quedarse en el Número 12 y trasladar las indicaciones precisas a Neville, ya que tantas emociones no le harían bien a su embarazo.
Al final se adentraron al lugar, iluminaron sus varitas y con la valentía que las caracteriza empezaron a recorrer los pasillos de aquel pasadizo. Caminaron por el sitio sin vacilación y a toda prisa, encontrando pocos obstáculos en su camino. Cuando por fin llegaron al final, se encontraron con que no había salida, solo una pared.
—Era demasiado bueno para ser verdad —comentó Hermione, soltando la mano de Pansy para tocar la pared como si intentara descifrar los secretos que ocultaba.
—Qué poca confianza, cariño. Te dije que lo tenía todo controlado. Solo hay que esperar un poco.
—Esperar qué exacta… —Un ruido en la pared interrumpió la pregunta de Hermione. Los ladrillos de aquella pared empezaron a moverse hacia los lados dejando una gran abertura en medio.
Theodore asomó su cabeza por el hueco recién abierto y trasladó su vista en dirección a las dos chicas —¿Llego tarde?
—Nah, justo a tiempo —Pansy sonrió hacía el chico. Cuando Theo se apartó del lugar, la castaña empezó a caminar para salir del túnel. Pero, al no percibir que Hermione la seguía, volteó ligeramente la mitad de su cuerpo—. ¿Necesitas que te de la mano, bonita?
Hermione miró fijamente la abertura. Sin poder evitarlo, un sentimiento de intranquilidad la recorrió. Ella sabía que en el momento que traspasará ese hueco la vida de todos daría un gran giro, estaban a punto de adentrarse a situaciones que podían no augurar un buen final para todos.
—¡Hermione! —exclamó Pansy al tiempo que removía ligeramente el hombro de la pelirroja. Dicha acción hizo volver a Hermione en sí, mirando inmediatamente a la chica frente a ella.
—Creo que si necesitaré esa mano —Hermione intentó sonreír para tranquilizar la angustia que se veía en los ojos de Pansy por el pequeño lapso en el que no pudo evitar entrar, pero esta no llegó a sus ojos y esto fue notado por la castaña.
—Herm…
—¡Hora de caminar, amor! Si no, nos dejarán atrás —Hermione tomó la mano de la chica y tiró de ella para salir del lugar ignorando el jadeo de sorpresa que salió de los labios de Pansy al oír como la llamó. La Gryffindor pidió perdón mentalmente a la chica por utilizar tan baja opción, pero no tenía ganas de hablar de lo que estaba sintiendo en ese momento. Además, no quería cargarla con sus crecientes inseguridades sobre lo que estaban a punto de empezar.
Al salir del túnel, Theo guio a las dos chicas hacia la sala de Menester en donde se reunirían con Neville para poder hablar de manera presencial sobre lo acontecido y poder ajustar los detalles del plan que se traían entre manos.
—Bien, hay que actuar rápido. La señora Zabini llegará en poco tiempo —Theo invitó a las chicas a terminar de adentrarse a la sala.
—Aún tengo ganas de matar a Blaise… Enterarme por ustedes y no por él ¡Argh! —Pansy se dejó caer con fastidio en uno de los sofás del lugar mientras miraba con el ceño fruncido a Theo.
—¡Hey! No me mires así que no tengo la culpa de que Blaise sea tan terco.
—Terco no ¡idiota! Mira que no contarme y querer alejarme de mi futura ahijada ¡Es para matarlo!
—¿Ahijada? Va a ser un niño y yo seré su padrino.
—No te ofendas mi querido Theo, pero no te ilusiones. Va ser niña y yo seré su amada madrina —Ambos chicos empezaron a mirarse fijamente empezando un desafío de miradas. Neville y Hermione pusieron los ojos en blanco por la tonta situación infantil que aquellos dos habían creado.
—Esto es una pérdida de tiempo —Hermione se acercó hacía Neville—. ¿Qué tienen planeado?
—Es necesario que escuchemos la conversación dentro de ese despacho, pero hay que evitar que el director se dé cuenta. La profesora dijo que hablarían sobre el futuro de Ron y Blaise.
—¿La profesora Mcgonagall? —preguntó Hermione. Al notar que Neville y ella empezaron a hablar, Pansy y Theo dejaron su disputa infantil y se acercaron a ellos.
—Sí, nos reuniremos con ella cuando acabe la reunión.
Hermione miró confundida a Neville por lo dicho —¿Y por qué no va con nosotros para oír la conversación? Seguro que ella sabe de alguna forma para que no seamos detectados.
—Ella nos dijo cómo hacerlo, sólo hay que…
—¿Pero por qué ella no irá? —cuestionó Hermione interrumpiendo a Theo—. Si está de nuestro lado ¿Por qué no acompañarnos? Ella es una bruja más experimentada que nosotros y conoce muy bien el despacho del director—Las personas en el lugar pusieron atención a las palabras de Hermione. Lo que había dicho tenía un muy buen punto—. No creo realmente en su ayuda.
—Puede que no quiera ser vista por el director —dijo Neville.
—Sí, también creo que es eso —secundó Theo.
—No será que lo que no quiere es estar envuelta directamente en todo esto por si algo no sale bien —Pansy miró a Hermione mientras decía aquello.
Hermione volteo hacia Pansy sintiéndose un poco inquieta por lo último que había dicho: por si algo no salía bien… Luego asintió dándole la razón a la castaña.
—¿De verdad creen que podemos confiar en ella? —Los presentes miraron a Hermione y después se miraron entre sí. Empezaban a tener dudas.
—Ella nos confió lo del embarazo —comentó Theo.
—Ya sí, pero… ¿Por qué les contaría a unos estudiantes tan preocupante noticia para el colegio? —Hermione miró seriamente a los dos chicos, algo no le están cuadrando en todo eso.
—Eh… ¿Por qué somos sus amigos y podemos ayudarles? —Hermione miró a Neville y frunció el ceño, no convencida con la respuesta—. También dijo que las cosas no iban bien por parte del director.
—¿Dijo exactamente por qué no iban bien? —cuestionó Pansy.
—No, pero nos comentó lo que teníamos que hacer para ayudar a los chicos —contestó Theo.
—Entonces ella sabe lo que planea el director, pero no se los dice directamente y espera que seamos nosotros, unos estudiantes, los que actuemos para que la mantengamos al tanto de todo...
—Pareció muy afligida por ellos, y dispuesta a ayudar —Neville habló con tono dudoso y ya no tan convencido como antes.
—Ayudar desde su seguridad, ¿no? —Sin darse cuenta Hermione había trasladado a los demás la intranquilidad y dudas sobre la situación que había estado teniendo. Ella quería ayudar a su amigo, a su Ron, pero le preocupaba que esta no estuviese siendo la manera correcta o que los adultos no eran la mejor opción con las que contar.
La situación de Ron la había puesto a pensar sobre las numerosas situaciones extrañas que pasaban en el colegio. Era demasiada casualidad que con tantos alumnos en Hogwarts nunca hubiera, ni siquiera rumores, de un embarazo en algún estudiante. Ella estaba casi convencida que para que eso fuera posible debía haber una complicidad entre maestros y el director.
Además, Hermione sabía que la Educación Sexual que se proporcionaba en el colegio era deficiente, engañosa y una simple manipulación, con la cual no se buscaba enseñar, si no controlar. Gracias a su curiosidad por la lectura, aunque hubiera pocas escrituras sobre el tema, ella, contrario a sus amigos y muchos estudiantes en Hogwarts, tenía un poco más de conocimiento de todo lo relativo a ese tema: las uniones, los seres mágicos, la fertilidad, sus consecuencias, los hechizos de protección. Pero era un tema un poco tabú. Por lo que no salían ese tipo de temas en las conversaciones que mantenía con Ron y Harry.
Por momentos, cuando Hermione piensa en Ron y su embarazo, no puede evitar pensar que si hubiera platicado con los chicos sobre lo que ella sabía sobre el tema, podía haber evitado que el pelirrojo estuviese en esta situación.
8:15 AM. En algún lugar de Inglaterra.
La pequeña casa en las montañas ya no tenía esa frialdad en su interior causada por el clima exterior. La chimenea y las atenciones de Bartolo habían ayudado a mantener su temperatura bajo control, sintiéndose un espacio cálido y permitiendo a los huéspedes temporales de aquella vivienda olvidar por algunas horas los problemas con los que cargaban. Entregándose a los dulces brazos de Morfeo.
El primero en despertar fue Bartolo. Ya estaba acostumbrado a estar en pie a tempranas horas de la mañana para solventar las necesidades de la Mansión Zabini. Además, con los problemas acontecidos y la preocupación por su muchacho, le impedían estar tumbado y relajado.
Para las 8:15 de la mañana el viejo elfo había realizado varias apariciones. La primera fue a un pequeño escondite donde guardaba las monedas que Blaise solía darle como pago desde que su amo murió. Aunque se negaba a tomarlas, el pequeño niño siempre le imploraba que las tomara, siendo sus palabras: «Aún no puedo liberarte. Sé que es egoísta, pero no quiero quedarme solo… Por favor Bartolo, toma esto como mi pago por tus servicios. Prometo que cuando crezca te daré la libertad y muchísimas monedas más».
En ese entonces, Bartolo no pudo negarse a esos suplicantes ojos castaños y a esa postura de niño mayor que su pequeño intentaba proyectar. Aunque el chico no lo supiera, con ese gesto, ya le estaba dando la libertad. Desde ese momento, Bartolo había seguido aceptando las monedas. No vio correcto gastarlas y tampoco tenía en qué, por ello decidió guardarlas por si en algún momento se veía en la necesidad de esconder a su joven amo de su madre. Para el elfo, desde la muerte de su adorado amo y la partida del otro hacia Italia, su propósito siempre ha sido proteger a Blaise de su madre.
La segunda aparición la realizó hacia el mercado que solía frecuentar para abastecer la gran cocina de la Mansión Zabini. Allí se surtió de alimentos y utensilios de limpieza y aseo para la pequeña vivienda y los huéspedes de ella. Una vez volvió a la casa, primero limpió los baños y luego la cocina, quitando la amplia suciedad que la inundaba por falta de cuidados. A pesar del abandono, los utensilios y herramientas se encontraban en perfectas condiciones
Después de hacer la limpieza, descongeló, con mucha dificultad, las cañerías. Por último, preparó un desayuno típico inglés: huevos fritos, salchichas, tocino, tomates, champiñones y pan frito. Lo acompaño de café, té y jugo de naranja para todos, ya que no sabía los gustos particulares de algunos de los hombres. También preparó uno especial para Blaise, que consistía en un vaso de jugo de melón y un pequeño bizcocho de yogur y limón casero, relleno de mermelada de frutos rojos. Era el desayuno que más le gustaba al moreno que el elfo le preparaba cuando estaba en casa. Aunque eran pocas las ocasiones que sucedían, debido a que Evie no le permitía comer nada que ella no considerara saludable. La mayoría de sus desayunos consistían en únicamente un jugo de espinacas y brócoli o de Zanahoria y apio.
Tras esto, Bartolo llevó el desayuno a una gran mesa ubicada en el salón. Lo colocó de tal manera que diera una sensación agradable y hogareña, para que por un momento todos pudiesen olvidar la grave situación en la que estaban. Después de hacer su mejor esfuerzo, el elfo procedió a despertar a cada huésped.
Primero fue a despertar a Sirius, siendo esta una tarea imposible. Cuando Bartolo intentó moverlo mientras lo motivaba a levantarse, este lo recibió con un fuerte gruñido que asustó al viejo elfo y volvió a tirarse las sabanas encima cayendo nuevamente dormido en el sofá, a Bartolo no le quedó más remedio que darse por vencido e ir hacia una de las habitaciones para despertar a los demás.
La habitación a la cual se dirigió fue la principal, en donde se encontraban Harry y Draco. Con cuidado, abrió la puerta y se adentró a la estancia, las luces aún estaban encendidas y aunque era de día no parecía que el sol aún se hubiese asomado por aquellas montañas. Se acercó a la cama, donde se encontraba la pareja acurrucada. Aunque estaban de aquella manera, al acercarse, Bartolo pudo notar que los dos mantenían el ceño fruncido. Parecía que ninguno había dormido plácidamente. El elfo se acercó despacio hacia Draco y, con delicadeza, movió su hombro mientras lo llamaba. El rubio no tardó mucho en abrir los ojos y mirar con confusión a Bartolo.
—¿Bartolo?
—Buenos días, joven Draco.
Draco se sentó en la cama moviendo con cuidado a Harry hacía un lado —¿Ha pasado algo? Blaise est…
—Tranquilo joven, no pasa nada. Solo venía a avisarle que el desayuno está listo.
—A-Ah ok… Enseguida vamos —Bartolo asintió y se dirigió hacia la puerta—. Bartolo —llamó mientras se ponía de pie.
—¿Si, joven?
—Gracias —El elfo sonrió, hizo una pequeña reverencia y luego salió de la habitación.
—Uno fuera, ahora los siguientes —dijo alegremente Bartolo, al tiempo que se apresuraba a entrar al despacho.
En esta ocasión la entrada del elfo no fue con delicadeza. Tenía mucha confianza con Aramis y sabía que no lo regañaría por su actuar.
—¡Buenos días, señori…! —El elfo tapó rápidamente su boca cuando chasco sus dedos y las luces se encendieron. Frente a él, se encontraban durmiendo profundamente Aramis y Charlie acurrucados en el sofá, o más bien, el pelirrojo sostenía posesivamente al moreno como si estuviera evitando que se alejara de su lado. Bartolo observó con detenimiento el rostro tranquilo y relajado de Aramis—. Ya es hora de que la deje ir señorito… —susurró mientras sonreía ampliamente. Después salió del lugar intentando hacer el menor ruido posible. Era seguro para el elfo que Aramis no tardaría en despertar, ya que desde la muerte de su pareja el chico no volvió a dormir como debería. Así que lo dejaría descansar un poco más, en ese espacio de tranquilidad que Charlie había logrado crear alrededor del moreno.
Cuando Bartolo se enteró del asesinato de Ángela, no dudó en ir en ayuda de Aramis. El elfo fue un gran soporte para él, ayudándole a salir adelante para que el odio no lo consumiera. Aramis se negaba a que Blaise o alguien cercano se enterara y quisiera ayudarlo exponiéndose a su familia por su culpa. Inclusive, aún después del moreno vengar a su novia, no permitió que Bartolo hablara con Blaise sobre ello, no quería cargar a su hermano con sus problemas. Por ello pidió al elfo que solo se mantuvieran en contacto.
Después de salir del lugar, Bartolo se dirigió a la última puerta, se quedó unos segundos de pie frente a ella antes de poner la mano en el pomo, girarlo y adentrarse en la habitación. Desde que salieron del departamento en Londres, no había conversado con su muchacho, y menos desde el momento que había tomado dicho comportamiento.
Cuando se introdujo en la habitación, debido a la oscuridad y el silencio, no pudo percibir nada. La ventana había sido sellada y no dejaba pasar ninguna luz por ella y las luces habían sido apagadas.
—¿Quién?
—Bartolo, joven amo —El elfo dio unos pasos más y se posicionó en medio del cuarto.
—Cierra la puerta… Por favor —Bartolo acató lo pedido y con un ligero movimiento de mano la cerró.
—Aquí está muy oscuro. Bartolo encenderá las luces.
—¡No! D-Déjalas así, Ron… Ron seguro despertará pronto —respondió el moreno con voz rasposa y quebrada.
—Amo… —A Bartolo le dolió el solo escuchar ese tono de voz. No sabía que estaba sucediendo con su niño— Eso… ¿Eso sería un problema? —El elfo fue acercándose con pasos cortos y lentos hacía donde había oído que provenía la voz de Blaise— ¿Amo?
—Ya no soy tu amo.
—Siempre lo será.
—Ya eres libre Bartolo, ya tienes que dejar de cuidarme… No te preocupes, cuando salgamos de esta te daré las monedas que te…
—No termine esa frase, joven. Bartolo no necesita eso, sabe que Bartolo nunca lo hará, nunca se alejará.
Ligeramente el elfo pudo escuchar pequeños sollozos provenientes del lugar de donde se encontraba Blaise. No perdiendo tiempo, se acercó corriendo hacía el chico y los sostuvo fuertemente. Blaise estaba sentado en el suelo con la cabeza agachada, y aunque ya no era como antes, cuando el moreno era pequeño y Bartolo podría envolverlo, el elfo se aferró a él intentando tranquilizar a su niño, su muchacho, su joven amo.
—¿Qué sucede? ¿No va contárselo a Bartolo? —Los sollozos disminuyeron, pero Blaise no levantó la cabeza—. ¿Recuerda aquella vez que se escapó de casa con el señorito Aramis y el joven Draco a esa isla…? ¿Cómo se llamaba?
—R-República Dominicana —contestó en un susurro Blaise.
Bartolo sonrió, ya que iba por buen camino —¡Esa misma! Apenas empezaba la adolescencia y su madre le prohibió ir a ese viaje, pero usted estaba en esa etapa de rebeldía por la partida del amo… —Bartolo esperó unos segundos antes de continuar. Sintió como el cuerpo de Blaise se tensaba al mencionar a su padre—. Y pidió ayuda a Bartolo para escaparse. ¿Y qué hizo Bartolo, joven amo?
—Me… Ayudaste a escapar.
—Sí… y Bartolo lo haría de nuevo. ¡Pero evitando que probara ciertas sustancias alucinógenas no adecuadas para su edad! —Bartolo dejó salir una carcajada y Blaise lo acompañó, no pudiendo contener una pequeña risa.
—Culpa de Draco —Blaise levantó la cabeza y recostó toda la espalda y cabeza en la pared.
—Oh, sí. Échele la culpa solo al joven. Muy bien sabe Bartolo quien fue el propulsor de aquella idea —Esto provocó una fuerte carcajada en Blaise y el elfo no pudo evitar sonreír ampliamente mientras se deleitaba nuevamente con la risa de su niño. Hacía tiempo que no la oía—. Su madre hizo a Bartolo buscarlo por todos lados —De repente la risa paró y un gran silenció volvió a reinar en la habitación—. Aun Bartolo sabiendo donde estaba nunca se lo dijo… Usted confió en Bartolo y Bartolo confió en usted, amo.
—Bartolo yo…
—Bartolo sigue confiando en usted. ¿Usted sigue confiando en Bartolo? —El elfo contuvo un poco de aire esperando la respuesta.
—Siempre, mi viejito —El elfo dejó salir el aire contenido, sonrió y luego abrazó a Blaise.
—Entonces cuéntele a Bartolo lo que sucede —Blaise terminó suavemente con el abrazo, tomó su varita y encendió las lámparas del lugar. Bartolo terminó de separarse del moreno para verle mejor, pero no pudo evitar sorprenderse al ver aquellos ojos inyectados en sangre, las cicatrices que cursaban por su delgado y fino rostro, y por todo el cuello y pecho de Blaise—. Joven… —El elfo levantó la barbilla de Blaise y movió la cabeza del chico para observarlas mejor— No ha dormido nada, ¿verdad? —Blaise no respondió—. Las cicatrices… no están tan mal, con el tiempo puede que desaparecerán y…
—¡No mientas! ¡No desaparecerán! —el exclamó fue rudo, lleno de reproche y enojo. Esta brusquedad provocó una gran tos en el moreno y sujetó rápidamente las costillas. Bartolo se acercó rápidamente a evaluar en dónde se sostenía el moreno, pero este lo apartó de un movimiento.
Bartolo cerró un poco los ojos y tomó un poco de aire. Siempre había tenido mucha paciencia con Blaise y sabía que Aramis no saldría de la habitación si no hubiese curado lo mejor que podía al moreno. El elfo dedujo que el dolor serían secuelas del maltrato que Blaise le dio a su cuerpo. Además, Bartolo tenía claro que sí pudo ayudarlo cuando su padre murió, esta vez también lo haría. Conocía esa mirada, esa rudeza, esa actitud… Eran las mismas de aquella vez, su niño estaba sufriendo de nuevo.
—¿Eso le da miedo?
—Yo… Yo no… —Blaise se levantó con dificultad del sitio y se trasladó hacia la mecedora.
—¿Le da miedo que el joven Ron lo vea así? —Blaise apartó rápidamente la mirada de Bartolo y la posó en el suelo. Bartolo se levantó del sitio, se elevó hasta quedar cara a cara con el moreno, tomó entre sus manos su rostro y luego secó una lágrima que había salido de uno de sus ojos —. El joven lo ama mucho, dudo que eso le importe en lo…
—¡Soy un monstruo Bartolo! Y no solo por fuera...
—No diga eso, usted…
—¡Yo maté a Rufo! Lo termine haciendo, me he perdido… ¡Soy un asesino!
—¡No! —Bartolo sostuvo con fuerzas el rostro de Blaise y apartó con rudezas las lágrimas que caían de sus ojos—. Rufo lo hizo mal, usted salvó al joven Ron. Usted solo se defendió, usted…
—¡No! —exclamó con impotencia mientras las lágrimas no dejan de salir de sus ojos—. No Bartolo, él no me atacó. Yo me enojé al verlo y algo, no sé… No pude detenerme, mis manos no… No pude pararlas. Él no contestaba y yo solo apreté y apreté… —Blaise miró al elfo con las lágrimas cayendo por sus mejillas y una mirada llena de súplica y miedo—. Papino decía que ustedes también son familia y yo… Yo lo… Lo siento mucho, lo siento, lo siento…
Bartolo miró con incredulidad al chico, no podía creer lo que estaba oyendo. Ese no era su Blaise, su muchacho. No pudiendo ocultar su asombro, quitó las manos del rostro del moreno y se alejó sin poder evitarlo
—Lo siento, perdón, perdón… No me odies, por favor —Blaise intentó acercarse al elfo, pero este se alejaba cada vez más.
Las lágrimas empezaron a recorrer por el rostro de Bartolo y eso fue como una puñalada para Blaise. El chico retrocedió y se dejó caer en el suelo mientras se abrazaba a sí mismo. El moreno sabía que Rufo era muy querido entre los elfos de la mansión, era el más pequeño de todos. Solían cuidarlo mucho para evitar que se metiera en líos con la señora de la casa, ya que su juventud y poca experiencia le hacían cometer muchos errores y, tal parece, que el más grande y último que había cometido, fue el llevarse a la pareja de su amo. Bartolo estaba seguro que por órdenes de la Señora Zabini.
Bartolo quitó sus lágrimas, cogió una gran bocanada de aire para tranquilizarse y luego dejó salir el aire despacio. Después trasladó su vista hacia donde se encontraba Blaise, su corazón se rompió, parecía un pequeño niño asustado, como aquella vez, cuando su madre le dijo fríamente, sin un toque de delicadeza, que su padre había muerto. En ese entonces, el niño se negó a creerlo, pero cuando su madre no tuvo ni un atisbo en su cara de mentira, el mundo se le vino encima al pequeño.
El elfo no pudo evitar que se formará un gran nudo en su garganta, que sus ojos empezaran a arder y que le inundaran unas ganas enormes de chascar sus dedos y llevarse a Blaise lejos de ahí, de todo y de todos, pero él sabía que esa no sería la mejor solución, por lo que optó por acercarse hacía Blaise y abrazarlo. El moreno, al sentir el tacto de Bartolo, empezó a llorar desconsoladamente y pedir perdón de todas las formas posibles por lo que había hecho. El viejo elfo lo aferró más hacia él e intentó calmarlo acariciando su cabeza y haciendo pequeños ruidos para tranquilizarlo, ya más adelante hablarían mejor sobre aquello. Bartolo conocía a su niño, sabía que Blaise se culpará toda la vida por lo que hizo.
Mientras todo esto pasaba, un chico pelirrojo tapaba su boca con las sábanas de la cama para evitar que saliera algún ruido, y apretaba sus ojos para que no siguieran saliendo sus lágrimas. Se había despertado por los gritos y escuchado cada palabra de sufrimiento que salía de la boca del amor de su vida, y todo por su culpa.