
Chapter 25
Los chicos llevaban caminando un buen tiempo. Se encontraban adentrándose a un lugar donde la nieve caía ligeramente y el viento se empezaba a disipar permitiendo la visibilidad.
Durante todo el camino, Draco estuvo pendiente de los movimientos y gestos de Harry, por si en algún momento volvía a sentir aquel pinchazo. Sin embargo, el moreno estaba haciendo su mayor esfuerzo para que los demás no se dieran cuenta de que aquellos pinchazos no habían cesado, sino todo lo contrario, parecían ir a más.
—¿Cómo vas?
—Draco…
—Solo es una pregunta —dijo al tiempo que tomaba la mano de Harry para ayudarlo a pasar por una barrera de nieve.
—Es la octava vez que me la haces… Yo puedo solo —reclamó y después dio un salto para cruzar la barrera.
—Solo me preocupo por ti.
—Estoy bien, de verdad.
Mientras Draco seguía preocupándose por Harry, Bartolo había empezado a ponerse intranquilo, estaba reconociendo el lugar hacía donde se estaban dirigiendo.
«Una barrera de nieve, grandes árboles, la calma… Vamos a entrar al…», meditó el elfo. En el momento que puso sus ojos en los demás, se dio cuenta de que Charlie estaba caminando hacia dos grandes árboles distintos a los otros. Bartolo aumentó la llama en su mano, miró de abajo hacia arriba aquellos árboles, y algo en su cerebro se iluminó.
—¡Paré, Señorito Charlie! —vociferó, pero el pelirrojo ya había posicionado su cuerpo entre medio de aquellos árboles—. ¡Corra, corra! —gritaba Bartolo.
Charlie confundido por los gritos del elfo, miró a su alrededor no entendiendo la histeria de Bartolo, hasta que un poco de nieve cayó en su cabeza causando que esté mirara hacia arriba y se percatara de cómo las ramas de los dos árboles empezaban a moverse —Mierda… —murmuró y luego salió corriendo con dificultad por la espesa nieve, hacia donde se encontraban los demás.
Aquellos árboles estaban ahí para proteger el sitio y no permitirían que el chico escapara. De un momento a otro, los dos grandes árboles empezaron a mover sus ramas con rapidez y bravura provocando que los demás árboles despertaran y se les unieran en la acción. Aquellos movimientos ocasionaron una fuerte brisa que detuvo la corrida de Charlie y lo empujó con fuerza hacía el suelo.
Rápidamente Harry, Draco y Bartolo corrieron hacia Charlie para intentar ayudarlo, pero los árboles se percataron de su presencia y arremetieron contra ellos provocando, con el movimiento de sus ramas, una ráfaga de viento más fuerte que la anterior. Harry sostuvo fuertemente a Draco y este hizo lo mismo para evitar que el viento se los llevara; por su parte, Bartolo se sujetó de una de las piernas de Draco para evitar volar por los aires.
—¡Hay que salir de aquí! —gritó Draco.
—El… ¡El viento es muy fuerte! —exclamó Harry.
—¡Bartolo los sacará! ¡Debemos llegar hasta el señorito Charlie!
Aquel viento había golpeado tan fuerte a Charlie que este perdió el conocimiento al caer al suelo, acto que aprovechó el bosque para empezar a cubrirlo de nieve con ayuda del viento.
Bartolo miró hacia el pelirrojo intentando concentrarse para poder aparecer junto a él, pero el viento y la oscuridad impedían aquella misión limitando su visibilidad.
—¡Bartolo no puede verlo!
—¡Están cubriéndolo! ¡Lo están cubriendo de nieve! —vociferó Harry para luego soltar a Draco e intentar ir hacia Charlie, pero el fuerte viento lo empujó con fuerza hacia atrás. El rubio se movió con rapidez y paró el impacto de Harry contra el suelo doblando su muñeca en el acto. Draco no hizo ningún gesto de dolor, solo mordió su labio con fuerza impidiendo que algún ruido saliera.
—¡Draco! —grito Harry.
—¡Haz-Hazlo Bartolo! ¡Si no la nieve lo cubrirá! O Harry me dejara sin alguna parte de mi cuerpo —dijo esto último entre dientes, mientras aguantaba el dolor en su muñeca.
El elfo acató lo dicho y, teniendo visualizada la pierna aún no cubierta de Charlie, hizo una aparición hacia él. Al llegar hacia el pelirrojo, el viento empezó a cesar y los árboles dejaron de moverse sorprendiendo a todos.
—Esto no es bueno… ¡Desenterrarlo! —ordenó Bartolo mientras escarbaba entre la nieve para liberar el cuerpo del pelirrojo.
En el momento en que todos empezaron aquella acción, los dos grandes árboles movieron sus ramas con rapidez para estamparlas contra ellos. Bartolo se percató de la acción y, no quedándole más remedio, en un rápido movimiento, se posicionó encima de Charlie y sujeto a Harry y Draco. «Espero no equivocarme», pensó y luego hizo una aparición, evitando el gran impacto que iba a caer encima de ellos.
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Aramis y Sirius descendieron de las alturas manteniendo una gran distancia del bosque, ambos buscaban alguna forma de introducirse y llegar a la casa.
—No será fácil —comentó Aramis.
—No, no lo será. Sin magia no tenemos ninguna posibilidad… Espera… —Sirius apuntó el foco de su moto hacia un punto en específico en la barrera y achicó sus ojos intentando agudizar su vista—. La barrera… de ahí sale luz —Señaló.
Aramis miró hacia el sitio —Está rota, es una abertura… Blaise… ¿Cómo ha podido…? —Sin darse cuenta, ambos hombres descendieron más sus motos mientras iban comentando sobre aquella abertura. No pudieron seguir mucho tiempo hablando, ya que de repente las motos apagaron sus focos y empezaron a caer en picado.
—Pero ¡qué!
—¡Vamos a estamparnos! —grito Sirius intentando mantener equilibrada la moto.
—¡Hay que saltar!
—¡Estás loco! ¡No se ve una mierda!
—¡Hay que saltar cuando lleguemos a alguna rama! —Exclamó Aramis.
—¡No voy a saltar hacía unos árboles asesinos, niño!
—¡No tenemos de…! —Aramis soltó uno de los manillares de la moto, y esto ocasionó un descontrol en la misma, provocando que por la rapidez de la caída empezará a girar —¡Ahhhhhh! —Iba gritando el francés mientras intentaba parar aquello sin mucho éxito.
—¡Espera niño! ¡Para la jodida moto! —Sirius inclinó su cuerpo hacia delante para que su moto fuera más rápido en picado y así alcanzar a Aramis.
—¡Si pudie… lo hiciera! ¡Maldi… viejo!
—¡No me digas viejo, niñato! —exclamó con enojo Sirius ignorando la mano de Aramis cuando esta llegó a él.
—¡Toma mi mano de una jodi… vez!
—¡Retira lo de viejo!
—¡Oh mierda! Voy a… —Las arcadas empezaron a inundar al francés por los constantes giros— ¡Tomalá ya! —vociferó con frustración.
—¡Retíralo! —ordenó Sirius como niño pequeño enfurruñado sin darse cuenta de que ya estaban llegando hacia los árboles.
—¡Qué te jod…!
—¡Qué te jodan a ti, niño!
Esto fue lo último que ambos pudieron decir, dado que una de las ramas de aquellos árboles los golpeó con fuerza haciendo que ambos se estamparon contra el suelo y la espesa nieve.
El impacto fue fuerte, las motos cayeron por un lado y ellos por otro, pero eran intrusos y el sistema de defensa de aquel sitio no permitiría ni que recuperaran el aliento. Las ramas de aquel árbol volvieron a subir para coger impulso y luego bajaron con fuerza para impactar contra ellos, por suerte, ambos rodaron en el lugar esquivando el impacto.
—¡Hay que ir…! ¡Hay que ir hacia la barrera! —vociferó Sirius al tiempo que esquivaba por los pelos otro ataque del árbol.
—¡Sigamos la luz! —enunció el francés al tiempo que se levantaba del suelo sosteniendo sus costillas. Era la única claridad, aparte de la tenue luz de la luna, que podía guiarlos hasta una salida en aquella oscuridad.
No tardaron en empezar a correr, intentando olvidar el fuerte dolor en todo el cuerpo de ambos. El anterior impacto en la nieve les había hecho daño, por lo que su agilidad no estaba siendo tan buena como ellos querían. Aun así, favoreciendo que la nieve en ese espació era más ligera, pudieron saltar y agacharse esquivando los sorpresivos ataques de los árboles, mientras iban avanzando hacia la casa. No obstante, en algunos momentos los impactos de las ramas los alcanzaban haciéndoles más daño y retrocediendo lo ya avanzado.
—¡Argh! ¡Si seguimos así no llegaremos nunca! —exclamó con frustración Aramis, mientras se levantaba con dificultad del suelo después de haber sido impactado por una rama.
—¡Engañe-! —Intentó decir Sirius, pero tuvo que esquivar el golpe que venía hacia él, moviéndose hacia atrás, y cayendo al suelo —¡Separar! —grita al tiempo que se levanta y hacía una señal hacia Aramis para que vaya hacia su derecha.
Aramis, entendiendo la acción, empezó a correr. Sirius se levantó rápidamente e hizo lo mismo, pero hacia su lado izquierdo.
Los árboles empezaron a utilizar todas sus ramas intentando golpearlos a ambos, pero les estaba costando detener a los hombres y hacerlos retroceder. Esta dificultad les permitió a Sirius y Aramis avanzar lo suficiente para estar cerca de la abertura en la barrera. No obstante, el bosque no permitiría su llegada tan fácilmente. De un momento a otro, las ramas empezaron a moverse con bravura, ocasionando una fuerte ventisca que los hizo detenerse y cubrir sus rostros, evitando que el viento y la nieve que venía con ella, hicieran daño a sus ojos.
—¡Estamos cerca, sigamos! —alentó Sirius y ambos hombres empezaron a caminar con dificultad, luchando contra el viento y la poca visibilidad.
Cuando por fin pudieron llegar a la brecha, una gran bola de nieve venía con gran velocidad hacia ellos. Sirius se dio cuenta, y empujo con todas sus fuerzas a Aramis hacía dentro de la abertura. El francés, en un acto reflejo, sujeto el abrigo del animago y ambos cayeron dentro del hueco.
—¡Ahhhhhh! —grito Sirius de dolor, ya que una de sus piernas se había quedado atrapada entre aquella nieve que impactó contra la barrera, adentrándose gran parte de esta por la abertura.
—¡Tranquilo, tranquilo! Ya te ayudo —Aramis se levantó con dificultad del suelo, inspeccionó la pierna, tocó la nieve e intentó excavar —Está muy dura, no puedo escarbar en ella… ¿Puedes mover la pierna?
—¡Mierda, no!
—Tendré que tirar de ti.
—Hazlo.
—Seguro que dole...
—Te he dicho… ¡Ah! ¡Qué lo hagas!
El francés se sentó detrás de Sirius, envolvió sus brazos sobre su pecho y tiró. Los gritos del animago resonaron por todo el lugar, eran desgarradores, este sentía como si su pierna estuviera separándose en dos.
—¡Ya está! Ya está fuera —intentó consolar Aramis.
—¡No le… No le contemos esto… ¡Argh! a Severus.
—¿Al profesor? Eso es lo que menos debería de importarte, la pierna está rota.
—¡¿Qué no?! ¡Ahhh! ¡Mierda! S-Si se entera… Es capaz de romperme la otra pierna.
Aramis empezó a reír por la cara de terror que tenía el animago, estaba sufriendo más por lo que le haría su esposo que por el dolor que debía estar sintiendo, pero un fuerte dolor lo hizo detenerse y sostener sus costillas.
—Tengo una costilla rota —murmuró, y después intentó enderezarse mientras miraba el lugar en donde estaban—. Estamos dentro…
Sirius puso los ojos en blanco por tal obviedad —¡Por algo tengo la puta pierna rota!
Aramis ignoró lo dicho, se levantó del suelo, sacó su varita y luego la acercó a la pierna de Sirius —Backium emendo —recitó haciendo que los huesos de la pierna de Sirius volvieran a encajarse en donde deberían. En el patio de aquella casa se volvieron a oír los gritos de dolor del hombre, hasta que todos los huesos fueron colocados en su sitio—. Aquí podemos hacer magia —dijo con una gran sonrisa en su rostro.
Sirius le devolvió la sonrisa después de recuperar el aliento —Ayúdame a levantar, niño.
—¡Es Aramis! —exclamó con irritación mientras se acercaba al mayor. Pero antes del francés ayudar al animago recordó que llevaba un maletín enganchando en su cuerpo, con desesperación, hizo un «Lumos Maxima», y se apresuró a abrirlo. Una vez lo consiguió, revisó su contenido y luego dejó salir un largo suspiro—. No se rompieron, sí que fue una muy buena idea gastar todos esos galeones —Se dijo así mismo, mientras sacaba un pequeño frasco que luego bebió de golpe.
—¿Ya terminaste de drogarte? —preguntó Sirius con burla.
—Sí, viejo —Sirius fulmino con la mirada al menor y este sonrió con superioridad—. Vamos, te ayudo. No vaya a ser y te rompas la cadera, abuelo.
—Te la estas rifando, niño —Aramis rio entre diente mientras ayudaba a Sirius a levantarse.
Una vez estuvieron de pie, ambos dirigieron sus cuerpos hacia la entrada de aquella vivienda; sin embargo, un camino de sangre en la blanca nieve detuvo su caminata. Ambos hombres se miraron, y sin decir ninguna palabra siguieron caminando hacia la puerta, la cual estaba entreabierta, por lo que no hubo dificultades para adentrarse.
Justo en la entrada principal un gran charco de sangre adornaba la alfombra en la que ponía «Bienvenidos». Aramis frunció el ceño, apretó los dientes y terminó de adentrarse a la casa mientras ayudaba a Sirius. Cuando los pies de ambos hombres estuvieron lejos de la alfombra, un grupo de personas aparecieron de repente frente ellos, el moreno apuntó con rapidez su varita hacia el lugar, vislumbrando como Bartolo sujetaba a los dos chicos menores y como también estaba encima de otra persona.
Aramis abrió grandemente los ojos al percatarse que la persona debajo de Bartolo era un inconsciente pelirrojo —¿Char..? ¡Charlie! —exclamó al tiempo que soltaba a Sirius, el cual cayó de golpe al suelo, e iba hacía el chico.
—¡Hijo de tu…!
—¡Padrino! —grito Harry mientras corría a socorrer al animago.
—¿Qué pasó? —preguntó el francés hacía Bartolo al mismo tiempo que ponía su mano en la mejilla de Charlie.
—Nos atacaron los árboles, Señorito.
—¿Fue fuerte el golpe? —cuestionó Aramis mientras revisaba el cuerpo del pelirrojo.
—El viento lo estampó contra el suelo —contestó Draco.
—Ok —enunció el moreno, después, con un golpe de varita hizo a Charlie levitar hasta uno de los sofás, en donde terminó de revisar todo el cuerpo del contrario.
Disimuladamente, Draco se agachó al lado de Aramis y luego le mostró su ya hinchada muñeca. El moreno lo miró, y percatandose de las intenciones del menor para que Harry no se diera cuenta, pasó su mano por la muñeca, después colocó su varita encima de la misma y susurró un hechizo produciendo que el rubio dejara salir un pequeño suspiro de alivio.
—Gracias —susurró el rubio.
—Luego te pongo un ungüento —susurró el mayor y Draco se lo agradeció con una sonrisa—. Este chico de aquí estará bien, no hay gran daño. Solo hay que hacer que entre en calor y esperar a que despierte.
—¿Y yo? ¿Estaré bien? ¡Pedazo de imbécil! —regaño Sirius mientras Harry le ayudaba a sentarse en uno de los sillones de aquella sala.
Aramis ignoró los reclamos infantiles de Sirius —Bartolo, por favor. ¿Puedes ir a por mantas? ¿Bartolo? —Al no obtener respuesta, todos fijaron su atención en donde se encontraba el elfo.
El viejo elfo se encontraba en el suelo sollozando mientras sostenía el cuerpo inerte de Rufo. Las personas presentes en el salón se horrorizaron al ver la escena. Y, como si de un resorte se tratase, Aramis se pudo de pie y salió corriendo hacia las habitaciones de aquella casa. Draco se apresuró hacia donde se encontraba Bartolo, y Harry fue detenido por Sirius para que no fuera hacia allí, ya sería el segundo cadáver que su ahijado vería en tan pocas horas.