No nos prohibirán amarnos

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
No nos prohibirán amarnos
Summary
Ron y Blaise tienen una relación a escondidas de sus amigos y familias, a pesar de este ocultamiento ambos son felices amándose, pero que pasara si al amarse no se protegieron lo suficiente… En el mundo mágico un niño/a que nace fuera del matrimonio y la unión mágica entre sus padres es considero un hijo bastardo o ilegitimo, teniendo un futuro lleno de repudio y rechazo por el mundo mágico.Parejas:• Principal: Blaise y Ron.• Secundaria: Draco y Harry.
Note
¡Hola lector!:Esta es mi primera historia, hace tiempo llevo queriendo escribir sobre mi pareja favorita Blaise y Ron, ya que hay muy poco contenido de ellos, ojalá aun queden personas que les gusta esta pareja tanto como a mí; también, podrán encontrar en esta historia mi poderosísima pareja Draco y Harry y la mención de otras más.Aclaraciones iniciales- Es un fanfic, habrá cosas del libro, pero mayormente serán de mi imaginación.- En esta historia Voldemort murió junto con los padres de Harry, por lo que no hay señor oscuro.- La historia se sitúa en el último año.- Los Slytherin y los Gryffindor siguen sin llevarse bien.Gracias por darle una oportunidad a mi historia <3.
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Chapter 21

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19: 30 p.m. En algún lugar de Inglaterra.

 

Ron había estado un buen rato sentado en el sofá acariciando su vientre para motivar a su bebé a moverse más, pero no funcionaba, el pequeño se movía por momentos, pero muy ligeramente; además, desde la aparición, el pelirrojo se había estado sintiendo débil, se sentía como aquella vez que empezaron los síntomas de su embarazo en Hogwarts.

—Por favor no ahora... Él no está aquí para ayudarnos, debemos cooperar mutuamente para salir de esto, ¿Sí? —dijo haciendo movimientos circulares en su vientre, sabía que la debilidad se debía al gran consumo que había hecho su bebé de ella. El pequeño necesitaba también de su otro padre.

El pelirrojo paró de hablar con su bebé y luego dijo hacía Rufo—: Iré por la casa, necesito algo de ropa —miró hacia la chimenea y luego se levantó del sofá—. El fuego se está extinguiendo, podríamos utilizar algún mueble de madera para aumentar la llama de la chimenea, Uhm... Podemos coger aquella mesita rústica, no parece estar pintada ¿Crees que podrá servir Rufo? —preguntó colocándose frente al elfo y dándose cuenta que este tenía los ojos cerrados—¿Rufo? ¡Hey, Rufo! ¡Vamos despierta! —el elfo no despertó—. ¡Mierda!

Rápidamente Ron cogió la mesita de madera, con la poca fuerza que tenía la tiró hacia la pared para que esta se rompiera, y luego cogió algunos trozos y los echó con cuidado a la chimenea. Una parte de la madera empezó arder, pero muy poco, por lo que, para facilitar la llamas, tiro de una de las viejas cortinas de uno de los ventanales y la hecho dentro de la chimenea; sin embargo, esta no fue la mejor decisión, ya que, cuando la cortina empezó a arder, también comenzó a soltar una gran cantidad de humo.

Siendo consciente de su error, Ron tomó al elfo entre sus brazos y lo sacó del salón, dejándolo en la primera habitación que encontró, luego volvió a la sala y abrió algunas ventanas para que el humo no se expandiera por la vivienda y murieran intoxicados. El chico sabía que no podía quedarse en el salón, debía dar tiempo a que el humo se disipara, por ello rogó que el fuego no se apagara con el viento frío y la nieve que entraba por la ventana, y que dicha cortina se consumiera lo más rápido posible.

A pesar del miedo, por si el fuego se apagaba, el pelirrojo salió del salón y se trasladó hacía la cocina en donde encontró algunos paños y algunas botellas con desinfectante que podrían ayudar a curar al elfo, evitaría mirar la fecha de caducidad, ya que no había otra cosa que pudiera ayudar; también agradeció de que la casa era pequeña y no se tardaba mucho en ir de un lugar a otro. Cuando volvió a la habitación en donde dejó al elfo, se acercó al mismo, lo colocó boca abajo y empezó, como pudo, a curar la herida, no sabía si estaba ayudando o empeorando la situación, pero algo tenía que hacer.

Después de unos minutos, dejó desinfectada y cubierta la herida, llegando a la conclusión de que no lo hizo tan mal, ya que el elfo, aunque aún seguía inconsciente, todavía respiraba. Luego de esto, Ron se acercó a uno de los armarios de aquella habitación.

—Esta es la habitación del padre de Blay —Se dijo así mismo al observar dos grandes abrigos colgados.

Después, cogió uno de los abrigos, aunque este estuviese cubierto de polvo, era mejor eso que quedarse con la poca ropa que llevaba. Tras sacudir y colocarse el abrigó, decidió revisar la habitación en busca de algo que pudiera resultar útil para poder salir de allí, pero por más que buscó, en dicho cuarto no había nada más aparte de los abrigos.

—Es como si se hubieran llevado todo... —comentó el pelirrojo mientras salía de la habitación—. Ok, Ron. Vamos aprovechar que el elfo está inconsciente y buscar algo que nos ayude a salir de aquí —se dijo así mismo mientras entraba en otra habitación.

La habitación era una especie de despacho, en ella tampoco había nada, ni libros, ni documentos, nada aparte de los muebles. El pelirrojo no duró mucho tiempo en el sitio, salió al pasillo y se dirigió hacia la última habitación con esperanza de encontrar algo.

Cuando estuvo frente a la puerta, una sensación agradable le invadió e inmediatamente abrió la puerta, lo poco que visualizo dentro de ella provocó que sus labios se curvaron en una gran sonrisa, porque, a diferencia del resto de las habitaciones, ésta parecía no haber sido tocada. El cuarto estaba decorado con muchos peluches y juguetes de distintos tipos; sus paredes estaban llenas de dibujos, que se notaban que fueron hechos por un niño; en medió de la estancia había una cama mediana cubierta con una manta colorida y con un pequeño baúl de madera frente a ella; también, cerca de la ventana, estaba colocado una mecedora de color negro.

Curioso, Ron se adentró a la habitación contemplando con admiración cada detalle de la misma; cuando puso su vista en la mecedora, no pudo resistirse a sentarse en ella. Mientras se mecía, su vista se topó con un cuadro que descansaba en una de las mesitas de noche.

—Blay... —susurro levantándose de la mecedora y yendo en busca de aquel cuadro. Una vez en frente de la mesita tomó el retrato, la sonrisa que anteriormente tenía desapareció y su cara pasó a tener una expresión de confusión. En el retrato se podía visualizar a dos personas adultas: uno de piel oscura y otro de piel clara, los cuales sostenían y daban besos en la mejilla a un risueño bebé de piel oscura de no más de cinco años.

—Este es mi chocolatito —señaló sonriendo al bebé—. Conocería su carita en cualquier retrato... El de piel clara debe ser el Señor Zabini. Blay es su versión, pero de otro tono, y este... ¿Quién es? Tiene un parecido con Blay, pero... Se lo preguntaré a Rufo cuando despierte —El pelirrojo dejó el retrato donde estaba y se volvió a sentar en la mecedora, en donde empezó a acariciar lentamente su vientre mientras miraba por la ventana.

—Ya casi no hay luz fuera, debe de ser ya la hora de cenar... —paró de acariciar su vientre y posó sus dos manos en el mismo —Todo está cubierto de nieve. Ni siquiera hay suficiente visibilidad... Pero lo más seguro es que estemos muy lejos. Cerca de las montañas, ¿Quizás? —suspiró cansado al no poder visualizar nada más que árboles totalmente cubiertos de blanco, y como estos eran movidos con rudeza por el viento y la nieve que le acompañaba.

El pelirrojo estaba muy cansado, por lo que dejó caer su cabeza en la parte superior del respaldo de la mecedora. Mientras miraba hacia el techo fue inevitable que, durante ese tiempo, el rostro de la señora llegara a su mente.

— Bien lo dijo tu padre... que lo mejor era no involucrar a nadie más en esto porque eso sería ponerlos en peligro... Ella nos ayudó y por mi culpa está muerta —las lágrimas empezaron a deslizarse por sus pómulos—. No tenía que haber huido, ni tampoco tenía que haber ido donde Harry... —Ron levantó su cabeza de la parte superior del respaldo, luego subió los pies a la mecedora quedando sus rodillas flexionadas, después colocó su cabeza dentro de las mismas y se abrazó a ellas con posesividad—. Lo siento... En serio que lo siento señora, no quería que le hubiese sucedido aquello, lo siento tanto... —expresó mientras dejaba salir un llanto lastimero— Lo siento bebé, papá no... papá no puede más, lo siento, lo siento... —repetía con voz quebrada una y otra vez mientras se abrazaba más a sus rodillas y las lágrimas no dejaban de caer a chorros de sus ojos.

El pelirrojo cedió al miedo, al no saber qué pasaría a continuación, a culparse por lo que sucedió y empezar a culparse por lo que le estuviese pasando a su bebé. Se derrumbó, y no estaba nadie para sostenerlo, para acariciar su cabello mientras depositaba besos en su mejilla y dijera que todo estaría bien, que nada de eso era su culpa y que su bebé estaba a salvo, nadie, no había nadie. Fue tanto el llanto, que la poca fuerza que le quedaba se fue de un momento a otro, y poco a poco el cansancio fue venciéndolo hasta que se quedó dormido.

 

 

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Aimée y Jempier habían estado toda la tarde buscando restos de magia a las afueras de Lurgashall que les ayudará a dar con el paradero de Aramis. No fue hasta alrededor de las 20:00 p.m. que los elfos dieron con una especie de barrera mágica, la cual, en la presencia de un muggle, los haría desistir de ir hacía ese lugar, pero para una persona mágica no. Al darse cuenta de dicha barrera, los elfos intentaron acercarse lo más posible, sin llegar a tocarla.

Después de la discusión con Blaise, Aramis había vuelto a su cabaña. Durante ese tiempo, el francés se hizo posesión de los pasaportes e identidades falsas para Ron y Blaise, también tomó algunos frascos de su laboratorio y las guardó en un maletín con otros utensilios que podían ser de ayuda; pero, antes de salir del lugar, rompió el espejo doble cara que descansaba en su mesita de noche deseando que no haya sido demasiado tarde y que su torpeza no haya hecho que la mujer encontrará su hogar, por lo menos el que la barrera aún siguiera en pie le daba un poco de tranquilidad, ya que daba la señal de que por el momento la mujer aún no había encontrado la casa.

Tras romper el espejo, Aramis salió al jardín dirigiéndose a la parte trasera de la cabaña y trajo consigo una pequeña moto mágica que utilizaba para cuando iba al pueblo a por provisiones; después, el francés contempló su hogar desde hace casi cuatro años, el chico sabía que no volvería en bastante tiempo.

Para no perder mucho tiempo, el francés se dirigió, mientras contemplaba los alrededores de su casa, hacia uno de los rosales más grandes del jardín.

—Ese es el señorito Aramis, Jeampier —ambos elfos sonrieron, habían encontrado lo que estaban buscando.

—No está con el joven amo.

—No... Dime qué está diciendo.

El pequeño elfo se concentró en la boca de Aramis e intentó transmitir todo lo que decía —Uhmm... dice: No sé si de verdad lo estoy ayudando... Sé que ella no lo encontrará en casa de su padre, pero... me da miedo de que él sea el que vaya hasta ella... No sé sí... Será mejor que me vaya... No volveré por un tiempo, Ángela, mi Ángela... recuerda que aún los sigo aman-

—No hace falta que continúes, ya tenemos lo que necesitábamos. La señora estará muy contenta con nuestro trabajo —dijo Aimée sonriendo hacia Jeampier —. Hora de volver a la mansión —ambos elfos desaparecieron en un chasquido. Mientras, Aramis se alejó del rosal en busca de la moto, para desaparecer de vuelta con Blaise.

Después de que Jeampier y Aimée aparecieron en la mansión, ambos elfos fueron en busca de la Señora Zabini, encontrándola en su despacho.

—Mi señora.

—Hablar.

—Hemos encontrado el sitio, pero solo estaba el señorito Aramis —dijo Jeampier.

—Jeampier ha podido leer los labios del señorito —continuó Aimée.

Evie escuchó con interés lo dicho por los elfos —Y me imagino que tendrán buenas noticias para mí.

Ambos elfos asintieron —Sí, mi señora. Parece que el joven amo está un poco inestable y se encuentra en una de las casas del difunto amo.

Evie dio un puñetazo en la mesa, provocando que ambos elfos se asustarán —¡Cómo no va estar inestable si la idiota de Giovanna lo hirió!

—No nos referíamos a-

—¿Saben cuál es la casa? —Los elfos negaron con miedo—. Es listo, sabe que aún no averiguo dónde están... Le he hecho creer a Thom que Blaise ha sido secuestrado, con esta idea sí puedo hacer que utilice su influencia para averiguar dónde están esas casas... —la morena se levantó de la silla y se acercó a los elfos— Irán donde Thom y dirán que vieron como Aramis se llevaba a Blaise y que no hablaron antes por miedo, y también... —la mujer propinó un fuerte puñetazo en la cara de Jeampier, el cual cayó con mucha fuerza al suelo —dirán que él los atacó y que se solo pudieron oír cómo se burlaba mientras le decía a Blaise que lo llevaría a una de las casas Zabini, ya que yo no sabía dónde estaban y por eso nunca lo encontraría... ¡Entendido!

—¡Sí, mi señora! —exclamaron al unísono ambos elfos y luego desaparecieron en busca de Thom.

—No debí llevarte a su cumpleaños aquella vez... Ya sabía lo desobediente que eras ahijado. Desde que empezó a juntarse contigo se volvió igual de rebelde que tú —Evie bufo —Debí evitar que se conocieran... —comentó la mujer para sí misma mientras se dejaba caer en la silla junto a su escritorio.

 

 

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—¿Mi señor?

—Oh, hola pequeños. Vamos, pasar —pidió Thom amablemente —¿Qué ha pasa? ¡¿Qué te ha pasado Jeampier?! —cuestiona el hombre preocupado al percatarse del gran golpe en el rostro del elfo.

Ambos elfos se acercaron a Thom y empezaron a narrar los acontecimientos tal y como Evie se los había ordenado. Para el hombre fue difícil el creer que Aramis hubiese hecho aquello a Blaise, ya que ambos se trataban como hermanos; sin embargo, él también pensaba que los elfos no mentirían sobre aquello, y más si se trataba de su joven amo. Algo grande había pasado entre los dos morenos, y Thom se aseguraría de averiguarlo y poner a resguardo a su pequeño, para el mayor, Blaise era como un hijo. Por ello, después de que los elfos relataron lo sucedido, salió con prisa de su despacho en busca de algunas lechuzas para enviar algunas cartas y tirar de sus fuentes, tendría que pedir muchos favores para poder encontrar lo antes posible la ubicación de aquellas casas. También iría en busca de su esposa, debía contarle lo que estaba sucediendo.

 

 

20:30 p.m. Madriguera Weasley.

 

Hace algunos minutos que la familia Weasley había empezado a tomar asientos frente a la mesa para empezar la cena navideña. En el instante que todos estuvieron sentados, dos lugares quedaron vacíos. Todos comenzaron a mirarse entre sí buscando quienes eran los que faltaban, llegando a la conclusión de que tanto Ron como Charlie no estaban en la mesa.

—¡Charles y Ronald Weasley, bajen aquí ahora mismo! —grito Molly. Al no recibir respuesta, intentó levantarse de la silla, pero Arthur la detuvo sosteniendo suavemente su brazo.

—Es mejor esperar un momento cariño, seguro que ya te han oído y bajarán.

—Tranquila mamá, seguro que ahora bajan —intentó tranquilizar Percy.

—Ese gamberro de Charlie, seguro que se habrá quedado dormido en algún sitio —comentó Bill.

—También puede haber ido al pueblo a visitar una de esas casas que tanto le gustan —dijo de forma burlesca George.

—George... —advirtió Molly.

—Y seguro que debe de estar bajo las sábanas copulando con una hermosa meretriz —continuó burlándose Fred.

—¡Ya basta ustedes dos! —exclamó Molly.

—¿Qué es una meretriz, papá? —preguntó Ethan, el hijo mayor de Oliver y Percy.

Percy lanzó una mirada amenazante hacía los gemelos, y estos se hicieron los desentendidos —Verás pequeñín. Es una persona que... Eh... recibe dinero y... Eh... —intenta explicar Percy mientras hace una mirada de ayuda hacia su esposo.

Oliver rio por lo bajo al percibir aquella silenciosa súplica, acarició el rostro de Percy y luego sentó a su pequeño hijo en sus piernas —Lo que intenta decir tu papi, es que esa palabra se refiere a una persona que recibe dinero por hacer compañía a otra persona.

—Ah... ¿Entonces tío Charlie paga a las personas para que le hagan compañía?

—No exactamente.

—¿Por qué ellos no quieren ser sus amigos? Tío Charlie es muy muy bueno, no debería de pagar para tener amigos —comentó el pequeño Ethan mientras cruzaba los brazos y ponía una mirada pensativa —¡Ya sé! Le presentaré a mis amigos para que sean sus amigos y así no tenga que pagar —todos en la mesa rieron por la inocencia del niño.

—Esa es una buena idea mi pequeñín —dijo Percy mientras depositaba un sonoro beso en la mejilla de su hijo.

—¡Se están tardando mucho! —exclamó Molly con notorio enfado.

—Ya iré yo a por ellos, mamá—avisó Bill mientras se levantaba de su silla.

El hermano mayor subió las escaleras, deteniéndose en el único cuarto que no había revisado cuando estuvo buscando a Charlie, la habitación de Ron. Al contrario que la vez anterior, la puerta no estaba cerrada con magia, por lo que se adentró a ella sin mayor esfuerzo. Una vez dentro, buscó por toda la habitación, pero no encontró a ninguno de los dos chicos, lo único que pudo ver distinto fue una carta encima de la cama de Ron, la cual tenía escrito delante: Para la familia Weasley. Bill abrió la carta, y empezó a leerla.

 

Hola, familia:

Me contactaron de Rumanía, por lo que tuve que volver de emergencia. Lamento perderme la cena navideña, volveré lo más pronto posible. Les aseguro que los compensaré.

Los amo y lo siento.

C.W.

P.D: Ron se vino conmigo, no tuve maneras de hacer que se volviera. Lo traeré sano y salvo a casa, se los prometo.

 

 

—Por eso Ron se puso nervioso cuando le dije que subiría a buscar a Charlie... Estos dos... Era más fácil decirlo, bueno no, mamá no los hubiese dejado irse —el pelirrojo suspiró —Vamos Bill, hora de aguantar los gritos —Bill bajó las escaleras y se dirigió hacia donde se encontraba toda su familia reunida a la espera de él.

—¿Dónde están? —cuestionó Molly al ver a Bill.

El pelirrojo no dijo nada, solo se acercó a su madre y le entregó la carta. Mientras Molly iba leyéndola, su ceño se iba frunciendo. Eran pocas las veces que su hijo Charlie volvía a casa debido a su trabajo en Rumanía, pero el irse antes de la cena navideña y llevarse a Ron con él, había sido la gota que derramaba el vaso.

—¡Se ha vuelto a Rumanía!

—¡Qué! —exclamaron sorprendidos todos en la mesa. Sin poderlo creer, Arthur tomó la carta y empezó a leerla.

— ¡Charlie me va oír! ¡Ahora mismo voy a enviarle un vociferador!

—El correo ya está cerrado Molly, no podrás enviarle nada —intentó calmar Arthur las acciones que pretendía hacer su esposa —Se ha llevado a Ron con él... Además, dice que ha sido por trabajo, no se puede evitar cariño.

—¡Solo viene en este tipo de fechas, Arthur! Ese irresponsable, Ron es menor de edad, no puede llevárselo así... ¡Cómo puede hacernos esto!

—Ya, tranquila, sabes que él no nos haría algo así si no fuera realmente importante —expresó Arthur mientras acariciaba la espalda de su esposa y la instaba a volver a sentarse.

—Ya se han ido mamá, no podemos hacer nada. Lo mejor será seguir con la cena —comentó Ginny.

Molly bufo —Está bien, comamos. Pero tendrá que hacer mucho para compensarnos esto, y que Ron no crea que se librara de un castigo.

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