
Chapter 15
24 de diciembre, mañana en la casa de la familia Zabini.
La mansión Zabini siempre era muy movida por la mañana, todos debían estar fuera de la cama antes de la 7:30 a.m. y eso incluía a los propietarios de aquella vivienda. La señora de la casa no permitía la holgazanería.
Los pocos días que llevaba Blaise en el sitio, al cual llamaba hogar, habían sido incómodos e intranquilos. Se pasaba la mayoría del tiempo rehuyendo de su madre, daba gracias a la amplitud de la mansión y a los rincones de escondite que había descubierto en su infancia. La mujer cada vez que se encontraba con su hijo le recordaba de su obligatoriedad de ir con ella y su esposo de viaje, según dicho por su madre, se irían después de navidad, pero el moreno sabía que algo no andaba bien, el tono que la señora usaba al decirle sobre el viaje era más de autoritarismo sin dar opción a réplica, recordando el gran poder que ella aún tenía sobre él.
En una de esas huidas durante una fuerte discusión que se había instaurado entre Blaise y su madre por su negatividad a ir de viaje, el moreno acudió a la parte más alta de la mansión (el ático y antigua oficina del Sr. Zabini) en donde se encontraba una de las habitaciones secretas que compartía con su padre en su infancia, dicho lugar estaba bajo un hechizo de ocultación, era necesario recitar las palabras: Per ottenerlo, devi prima provarlo, para que la puerta apareciera.
La estancia era un sitio pequeño y acogedor: contaba con un pequeño tragaluz en el techo, las paredes eran de color blanco hueso y estaban cubiertas de muchos cuadros pintados a mano; en un rincón de la estancia se podía visualizar un pequeño piano de cola negro con dibujos hechos con pintura, mientras que en la parte central de la habitación se hallaba un caballete de madera muy antiguo con su respectivo lienzo y una pintura a medio terminar; a su lado derecho, se encontraba una mesita de color negro con pinceles, acuarelas, paños y otros utensilios para pintar; además, todo el lugar seguía impregnado por un olor a disolvente y tintura característico de las pinturas.
Allí, Blaise y el señor Zabini compartían su amor por el arte, actividad que fue prohibida por su madre porque la consideraba inútil para su futuro. Al moreno le encantaba aquella habitación; sin embargo, no había vuelto a entrar en ella desde la muerte de su padre, debido a que todo en le recordaba a él, y el ver aquel lienzo a medio terminar le dolía demasiado. Pero ya era tiempo de superar aquella rabia que sentía por la pronta partida de su padre y el sentir que lo abandonó con su muerte.
El moreno entró despacio a la estancia, observando cada detalle, cada mancha de pintura, cada polvo acumulado, cada recuerdo encerrado en ella... Blaise se aproximó al caballete, acarició la pintura y rememoró uno de los recuerdos que más atesoraba: él sentado en el regazo de su padre mientras el hombre le enseñaba alguna técnica de pintura «¿Vez este trazo? es más suave, tienes que tomar el pincel y pasarlo moviendo tu muñeca de arriba hacia abajo suavemente. Dai, provalo!... ¡Vez que sí puedes! Hay que intentarlo para poder lograrlo, mio piccolo»
Las lágrimas no tardaron en caer por su mejilla, solo había llorado una sola vez por la muerte de su padre, era más el afán de reprimir todo sentimiento de tristeza y hacerse el fuerte, eso fue lo que le enseñaron, la debilidad no podía ser parte de él. Pero en ese momento nadie estaba viendo, no se encontraba esa persona que lo juzgaría por ser débil y volver a llorar por su padre.
«Quita esas lágrimas de tu rostro... no dejes que ellos te vean llorar... los Zabini no lloramos», recordó cómo su madre le repetía una y otra vez el día del funeral.
Mientras contemplaba con añoranza la estancia, Blaise observó la mesita al lado del caballete, los pinceles y demás utensilios estaban secos y sucios, por lo que inmediatamente el moreno tomó un estuche que estaba encima de aquella mesita y empezó a guardar los pinceles de manera cuidadosa, en otro momento los lavaría. Luego sostuvo un maletín negro con las iniciales BZ en su centro y guardó cada una de las pinturas, aunque estas estuvieran secas; había decidido llevarse todo aquello con él, tenía claro que no volvería a casa, por ello llevaría algún recuerdo que hiciera revivir los buenos momentos que compartió con su amado padre.
Tras recoger todo, el moreno dejó dichos materiales a un lado de la puerta, se acercó al piano de cola colocado junto a una de las esquinas de la habitación, pasó suavemente sus dedos por las teclas sin presionar, y luego suspiró de manera sonora, habían llegado más recuerdos a su memoria: «Tienes que aprender a tocar, mio cucciolo, así podrás deleitar a la persona que ames... No hay mejor forma de enamorar a alguien que con la música. Prométeme que tocaras el día que te encuentres a il tuo vero amore...», Blaise rio entre dientes tras rememorar aquel suceso.
—No hizo falta la música para enamorarlo Papino... pero te prometí que tocaría si encontraba a mi verdadero amor... y lo haré, tocaré el piano para él —dijo a la par que cerraba la tapa que cubría las teclas del piano.
El Slytherin fue criado en un ambiente culto y de exigencia al igual que sus amigos: Draco, Pansy y Theodore. Desde pequeño aprendió a hablar de manera fluida tres idiomas: inglés, italiano y francés. El inglés era inevitable porque nació y se crio en Inglaterra; el italiano le fue enseñado por su padre, pero tras su muerte se limitó a hablarlo con su padrino y con Aramis, el cual también hablaba los tres idiomas; incluso, evitaba hablar con Ron en italiano, aunque este se lo pidiese. En cuanto al francés, lo aprendió por su madre, ya que es mitad inglesa y mitad francesa.
Referente a su nivel académico, aprendió a leer y a escribir a muy temprana edad, tenía un tutor particular desde los 3 años, exigencia de su madre. Se le enseñó el control de su magia, la historia de la magia (haciendo hincapié en los grandes brujos y la importancia de la pureza de la sangre), y pociones desde los 7 años, tenía clases desde las 7:30 a.m. hasta las 18:30 p.m., con una hora de descanso, una para comer (12:30-13:30 p.m.) y la otra para merendar (16:30-17:30 p.m.). Después de las 18:30, tenía una hora de clase de etiqueta y protocolo, y solo tenía un día libre a la semana, los domingos, o los días que su padre estaba en Inglaterra, los cuales eran pocos, se la pasaba en viajes de negocios la mayoría del tiempo.
A los 10 años y tras la muerte de su padre, las exigencias hacia Blaise cambiaron, pasó de tener que convertirse en uno de los mejores brujos de Inglaterra, a convertirse en el mejor empresario y futuro dueño de las empresas Zabini. Sus clases particulares consistían en la enseñanza de finanzas, contabilidad, economía y administración, es por ello que el chico, a su corta edad, prefirió hacer de hijo rebelde escapando de casa y yéndose a cualquier lugar que pudiese con Aramis.
Tras preferir terminar en ese momento con los preciosos, pero dolorosos recuerdos, Blaise se acercó a la puerta, tomó el maletín y salió de la habitación. La puerta se cerró y desapareció tras su salida.
—¿Has terminado de ser tan lamentable?
El chico se sorprendió al encontrar a su madre en el ático —Sabes que tienes prohibido subir aquí.
—¿Tú prohibiéndome cosas a mí? jajaja, por favor, conoce tú lugar, yo soy la madre.
—¡No te atrevas a volver a subir aquí! —dijo de manera amenazante hacia su madre.
—Te crees con la suficiente valentía para gritarme, eh —rápidamente Evie sacó su varita y la colocó en el cuello de Blaise—. Me vuelves a gritar y-
—¿Y qué?, ¿Vas a atacarme?
—No, claro que no —expresó de manera divertida mientras bajaba su varita—. Pareciera que no conoces a tu madre... —ríe de manera sonora—. Yo no soy la que me ensucio las manos, mio piccolo.
—¡No tienes derecho a llamarme así! — reclamó el moreno mientras miraba de manera despreciable a su madre.
—¡Es verdad!, solo él podía llamarte así —dijo fingiendo indignación.
—Sal de aquí.
—No voy a ningún lado, haz que esa puerta vuelva a aparecer.
—No lo haré, allí no hay nada para ti.
—¡Aparece la puerta o ese bastardo no nace!
—¿Qué? de que...
—¡Ah, es verdad! era un secreto el que ibas a ser padre.
Blaise intentó hacerse el desentendido por lo dicho por su madre y expresar confusión —De qué estás hablando, ¿Esta es tu forma de chantajearme?, inventarte que seré padre, no me hagas reír.
—Ósea, me invento que hablas todos los días a las doce de la noche con esa cosa, y que la mayoría de la conversación gira en torno a ese bastardo... Tú y el bebé necesitan descansar Ron, ¿Estás bebiendo tus pócimas?, ¿El bebé se movió mucho hoy? —dramatiza con burla la Sra. Zabini.
Tras lo dicho a Blaise le invadió el terror, no podía ser posible que su madre supiese tan pronto sobre el embarazo, era la peor noticia que podía recibir.
—Esa cara... Uff hijo, debí enseñarte a fingir mejor —expresó la Señora a la par que intentaba acariciar el rostro de Blaise, pero este retrocedió antes de que pudiera tocarlo, provocando que su madre quitará su sonrisa.
«Debo ir a por Ron ahora mismo, está en peligro, tengo que ir, debo ir...» cavilaba el moreno.
—¡Aparece la puerta ahora mismo! —ordenó Evie, provocando que Blaise saliera de sus pensamientos. El moreno no lo pensó mucho, tenía que obedecer a su madre para poder salir de ahí y buscar a Ron, por lo que recitó unas palabras para que la puerta apareciera.
—Non ti permetterò di dire che non lo sono... —recitó Blaise, la puerta que apreció delante de ellos no era la original, si no una de color negro con bordes dorados, el conjuro que dijo lo creo junto a su padre por si algún día su madre se enteraba de la habitación, y así evitar que viese lo que había dentro.
La Sra. Zabini apartó a su hijo, abrió la puerta y entró a la habitación.
—¿Esto es lo que tanto ocultabas?, una habitación de té.
—¡No sabes lo importante que era «una habitación de té» para mi padre y para mí! —gritó Blaise desde fuera de la habitación.
—Que ñoño eres Blaise —dice mientras se voltea a mirar a su hijo—. Le dije a tu padre que no te malcriara tanto... Mira lo que provocó en ti, que cometieras tantas idioteces... ¡Estás a punto de avergonzar a nuestra familia con ese bastardo!
Blaise miró con rabia a su madre y luego dijo—: ¡Será mejor que te calles o-
—¡¿O qué?! —exclamó Avie mientras sonreía con superioridad. Blaise no dijo nada y simplemente apretó los puños—. Debí enseñarte mejor, que patético eres —expresó con dureza mientras empezaba a caminar hacia la puerta.
Blaise no perdió el tiempo y rápidamente gritó—: ¡Sono un'artista! —la puerta rápidamente se cerró dejando ver por milésimas de segundos la sorpresa en la cara de la Sra. Zabini. Una serie de fuertes sonidos de cerraduras cerrándose empezaron a salir de la puerta, Blaise sonrió con superioridad, el moreno pensó que su madre tardaría en salir de allí, por lo que tendría tiempo suficiente para poder ir por su pareja.
Después que el moreno entró a Hogwarts varió el conjuro, en ese tiempo culpaba a su madre de la muerte de su Papino, y, aunque en ese tiempo aún no se atrevía a volver a entrar a ella, tampoco permitiría que su madre lo hiciera.
Inmediatamente la puerta se cerró, Blaise corrió hacia su habitación, pero sus planes fueron interrumpidos cuando al llegar a la entrada de su estancia se encontraban cinco elfos domésticos, dentro de los cuales estaba la más antigua, Giovanna, y el más joven, Rufo.
El moreno sacó de inmediato su varita y gritó —: ¡Apartar!
—Lo sentimos amo Blaise, pero la señora nos ordenó no permitirle entrar —comunicó Giovanna.
Blaise no se sorprendió por lo dicho, ahora sabía que su madre iba unos cuantos pasos por delante de él. El moreno procedió a visualizar detenidamente los elfos que se encontraban allí y pudo percatarse de que Bartolo, unos de los elfos más viejo y el elfo particular de su padre y el suyo desde pequeño, estaba ahí. Cuando el elfo se percató de la mirada de su amo, rápidamente guiñó un ojo hacia su muchacho, provocando que el moreno pudiera respirar un poco más tranquilo, tenía un aliado dentro de aquella mansión.
—Les ordenó que se aparten ahora mismo —Ninguno de los elfos se inmutó.
—Su madre es quien nos ordena, no usted —contestó el elfo más joven. Mientras, Bartolo hizo una señal al moreno para que le permitiera introducirse en su mente: «Tú eres ahora el Sr. Zabini, recuérdaselos», comunicó el elfo.
El moreno sonrió y luego exclamó—: ¡¿Osas desafiarme, elfo?!, ¡Yo soy el Sr. Zabini y me debes respeto! —los elfos se asustaron y se acercaron unos a otros—. ¡Apártense de la puerta ahora mismo!
—Pero amo, no-
—¡He dicho que se aparten! —Rápidamente los elfos, asustados, desaparecieron y Blaise se introdujo velozmente en su habitación, pero la elfa mayor era muy lista y no permitiría que los planes de su ama fracasaran, por lo que chascó sus dedos y se apareció delante del moreno.
—Lo siento, joven amo, pero no puedo permitir que haga nada.
—Giovanna, sal de aquí. No me obligues a sacarte.
—Eso no pasará —la elfina chascos sus dedos desarmando a Blaise—. Será mejor que obedezca joven amo, su madre solo quiere su bien.
—¿Mi bien? —Blaise ríe de manera sarcástica—. Esa no sabe lo que es el bien, y tú... eres simplemente la que hace el trabajo sucio.
—No, amo, su madre es muy buena.
—¡Devuélveme mi varita, Giovanna!
—No puedo hacer eso.
—Oh, sí que lo harás... ¡Ahora! —inmediatamente Bartolo le quitó la varita de Blaise a la elfa y la lanzó a su dueño.
La elfa arremetió contra el elfo por lo hecho—: ¡Eres un traidor Bartolo!
—¡No soy un traidor, sirvo a mi amo! —velozmente el elfo sujetó las manos de la elfa—. ¡Corra, amo!
El moreno dudó, no podía dejar aquel fiel elfo a su suerte, por lo que en vez de irse lanzó un hechizo hacia la elfa para petrificarla, pero esta se soltó proporcionando un buen golpe con su cuerpo al elfo antes de que el hechizo la alcanzara.
—¡No permitiré que ensucie el apellido Zabini! —gritó la elfa mientras atacaba al moreno.
Blaise se defendió repeliendo los ataques de Giovanna, pero la pequeña era demasiado rápida y poderosa, al moreno le estaba costando seguirle el ritmo. En uno de esos ataques, la elfina envió una poderosa explosión hacia el mago, la cual no pudo esquivar y dio de lleno en su brazo dominante.
—¡Ahhhh! —gritó de dolor Blaise.
La elfa se acercó hacia donde estaba el moreno, el cual aún con el dolor en su brazo nunca bajó la varita —Será mejor que se rinda joven amo, tengo órdenes de no dejarlo salir de la mansión.
—¡No te acerques! —vociferó el moreno mientras se percataba de la presencia de Bartolo detrás la elfa—. ¡Ni tú ni nadie me impedirán salir de aquí! —velozmente el elfo mayor lanzó un ataque hacia Giovanna ocasionando que volara por los aires y se estampara contra la pared. La elfa vociferó de dolor e intentó levantarse, pero no pudo.
—Váyase amo, yo la detendré.
—Pero...
—No pierda tiempo, volverá a levantarse —Blaise dudó, no quería dejar a Bartolo, pero tenía que ir a por Ron, por lo que inmediatamente se acercó a su mesita de noche y con dificultad cogió un colgante con un medallón de plata con el escudo de la familia Zabini que le había regalado su padre.
—Te lo re... Argh... regalo —dijo el moreno con dificultad mientras le entregaba el colgante.
—No, amo, usted no puede-
—Ahora es... es tuyo, eres libre.
—¡Gracias amo, Bartolo se lo agradece! —expresó con gratitud el elfo, pero esos segundos de despiste valieron para que la elfina pudiera levantarse y atacar a Blaise. Por el golpe anterior a la elfa se le dificultó la realización de algún hechizo, por lo que optó por subirse encima del moreno y morderlo.
—¡Ahhh!, ¡Suéltame! —gritaba Blaise mientras trataba de quitarse de encima a la elfa.
—¡Amo! —exclamó el elfo con enojo a la par que se posicionaba y lanzaba un fuerte ataque hacia la elfa haciéndola caer al suelo; Giovanna, no tardó mucho en levantarse y arremeter contra Bartolo. Ambos elfos empezaron una batalla dentro de aquella habitación (se igualaban en experiencia y conocimientos). Blaise intentó ayudar al elfo y atacar a la elfina, pero estaban teniendo una batalla tan igualada que si lanzaba algún hechizo podía por error darle a Bartolo.
—¡Salga de aquí amo!
—¡Él no va a ningún lado! —dijo la elfa mientras atacaba a Blaise quien se defendió y evitó que el hechizo lo golpeara.
—¡No te atrevas a tocarlo! —Bartolo chascó los dedos ocasionando una explosión en la habitación, la cual provocó un aturdimiento en la elfa y Blaise, pero inmediatamente se apareció al lado del moreno y lo sacó de la mansión apareciéndose a las afueras de la misma, en donde eran cubiertos por grandes árboles.
—¡Joven amo, su brazo!
—Estoy bien...
—No está bien, su brazo no para de sangrar.
—Lo curaré luego, no te... no tenemos tiempo, es mejor que nos vayamos.
—No, la herida es muy grande y está muy mal como para curarlo usted, necesitamos un sanador... Bartolo le hará un torniquete.
—¡Es que no entiendes Bartolo, debo ir a por él! —gritó desesperado Blaise.
—¿Y cree que va llegar a donde está él así?, se va a desmayar antes de llegar.
Blaise bufo impotente, sabía que el elfo tenía razón, estaba sangrando mucho y el brazo le dolía horriblemente —Ok, hazlo —dijo el moreno mientras se sentaba en el suelo cubierto de nieve. La mansión Zabini se encontraba a las afueras, cerca de las montañas. Por lo que los inviernos solían ser bastantes fríos y muy nevados.
El elfo se acercó y se posicionó delante del chico —Necesito algún trapo, volveré a la mansión.
—¡No!
—Pero tengo que hacerle el torniquete.
—Usa mi camiseta.
— ¡No, se congelará! —Blaise hizo caso omiso al elfo y empezó a quitarse lo que quedaba de la camiseta que llevaba.
—No es como que quede... ¡Aargh! Mucho de ella —con dificultad Blaise se terminó de quitar la camiseta y se la entregó al elfo.
—Me daré prisa... muerda esto, amo —dijo el elfo posicionando parte de la camiseta frente a la boca del moreno.
Blaise obedeció y mordió el pedazo de trapo, por lo que el elfo procedió a cruzar lo sobrante en la parte superior del brazo, encima de la herida, y luego pasó a ajustarla y enrollarla. El moreno apretó los dientes en aquella tela aguantando las enormes ganas que tenía de gritar por el dolor.
—Amo, ¿Está bien?
Blaise quitó el trapo de su boca, cogió aire y luego dijo—: No creo que aguante... Du-Duele, ¡Ah!, ¡Argh, joder...!, Lle-llevame al apartamento de Papino.
—¿Apartamento?, ¿Habla del muggle? —Blaise asiente —. En su estado no podemos aparecer de nuevo amo, no sería muy bueno para su herida.
—Me arriesgaré... —traga con dificultad— No tenemos otra opción, por favor, Bartolo —No sabiendo cómo negarse, el elfo abrazó a Blaise, chasqueó uno de sus dedos y ambos desaparecieron dejando una gran mancha roja encima de la blanca nieve.
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En la habitación de Blaise, Giovanna se recuperaba del aturdimiento de la explosión, estaba llena de heridas y todo su cuerpo le dolía.
—¡Giovanna! —exclamó Rufo mientras ayudaba a la elfa a levantarse.
—¿D-Dónde está la Señora?
—Está arriba, no pude abrir la puerta.
—¿El joven amo la encerró? —cuestionó la elfa y Rufo asintió—. Llévame allí.
Ambos elfos aparecieron frente a la puerta tras la que se encontraba la Sra. Zabini.
—He hecho muchos hechizos, pero la puerta no se abre —dijo el joven elfo.
Giovanna miró enojada la puerta, cogió aire y luego lanzó un fuerte hechizo hacia la misma, la cual se quebró por el medió, pero no se rompió.
—Ese chico... ¿Qué hechizo habrá puesto? —susurro la elfa.
—No se rompe, ¿Qué hacemos...?
—Se romperá, solo espera —la elfa volvió a coger aire y luego lanzó otro fuerte hechizo, la puerta volvió a quebrarse, esta vez por los bordes, pero no se rompió. Enojada por ello, Giovanna empezó a recitar todos los conjuros que conocía, provocando que al final la puerta estallara en pedazos.
—¿Mi señora?
—Has tardado —dijo Evie mientras salía por el hueco de la puerta.
—Lo lamento, ama —respondió la elfa mientras ella y Rufo agachaban la cabeza.
—¿Dónde está mi hijo?
—Él... Se fue.
—¡¿Qué?!, ¡Te dije que no lo dejaras salir, inútil!
—Lo siento, lo siento, no me pegue más, ama.
—¡Eres una inútil!, ¡Tenías que detenerlo!
—Lo intenté, pero Bartolo lo ayudó.
—¿Bartolo?, el elfo de... —la Sra. Zabini empezó a caminar por la habitación, se había percatado de su error, no puso mucha atención sobre aquel elfo, si era fiel a su difunto marido, también lo sería a su hijo —¡Ese estúpido elfo! —se detuvo y miró a los dos elfos —¿Se llevó mucho?
La elfa negó con efusividad —Solo su varita.
Evie salió rápidamente del ático y fue hacia la habitación de su hijo. Una vez allí, empezó a rebuscar por todo el lugar, hasta que se detuvo cuando encontró lo que quería, dos espejos doble cara.
—¿Espejos doble cara...?, ah, así que así era tu nueva forma de comunicación con Aramis, por eso ya no le enviaste más cartas. Estos espejos son difíciles de obtener y de rastrear... al final no eras tan tonto, hijo. Pero no se saldrán con la suya, yo soy mejor bruja que tú, amado hijo, y que ese traidor de Aramis —dijo la mujer para después emprender el camino a la salida, pero mientras se acercaba a la puerta un amplió charco en el piso llamó su atención—. Eso es... —miró rápidamente a la elfina, se acercó a ella y empezó a revisarla de manera brusca—. No tienes ninguna herida tan grande como para que hubiese ese charco de sangre ahí.
La elfa trago con dificultad, agacho la cabeza y luego dijo—: E-E-El joven se resistió y Bartolo se interpuso... y sin querer mi hechizo le dio en uno de sus brazos...
—¡¿A quién?! ¡Habla claro!
—¡AlamoBlaise! —dijo rápidamente mientras todo su cuerpo temblaba.
—Lo heriste... ¡Heriste a mi hijo inútil! —agarró uno de los pequeños brazos de la elfa y lo apretó tan fuerte que la pequeña no pudo contener el grito de dolor.
—¡Ahhhh!, lo siento ama, lo siento, Giovanna no quería, fue un accidente, Giovanna no quería lastimar al joven —decía la elfa mientras las lágrimas caían como chorros por sus grandes ojos.
—¡Cállate estúpida!, ¡Solo te dije que lo detuvieras, no que lo hirieras!, ¡Más te vale que no le pase nada a mi hijo! —gritó a la par que empujaba a la elfina contra una de los armarios de aquella habitación—. ¡Y tú! —dijo señalando a Rufo—. ¡Encuéntralo!
—Sí, ama —comunicó el joven elfo para rápidamente desaparecer.
—¡Limpia esta porquería! ¡No quiero que Thom llegue y vea todo este desastre!
—S-s-sí, ama —respondió con dificultad Giovanna mientras intentaba ponerse de pie, tarea que le era casi imposible por la cantidad de golpes y heridas que tenía.
Mientras la elfina limpiaba la habitación, la Sra. Zabini se dirigió a su despacho. Aquel lugar estaba plagado de hechizos protectores, no se le permitía a nadie la entrada, aparte de Giovanna.
Una vez Evie se sentó en la silla frente a su escritorio, colocó los espejos encima del mismo, mientras los observaba, de uno de ellos empezó a salir una voz de chico, la cual llamaba a su hijo Blaise. La señora Zabini lo tomó y se lo colocó frente a su rostro, la persona tras el espejo se asomó, se asustó y lo dejó caer, esto provocó que el espejo que sostenía la Señora se quebrara.
—¿Ese era...? Me tienes miedo... punto a mi favor —Una amplia sonrisa apareció en su rostro —¡Aimée!
—¿Si mi Señora?
—Consígueme la dirección de la familia Weasley, es momento de hacer una visita.