
Chapter 14
En el pueblo de Otrery St. Catchope situado en el condado de Devon, se ubica, a las afueras del mismo, La Madriguera de la familia Weasley.
Cuando Ron llegó a La Madriguera, lo primero que hizo fue subir al piso superior donde se hallaba su habitación, le era difícil mirar a todos los integrantes de su familia sin dejar salir alguna lágrima o gesto de tristeza; antes de enfrentar todo aquello, debía tener un momento de reflexión a solas en el sitio que consideraba su guarida y en la que ha pasado la mayor parte de su vida.
Al introducirse en la habitación, los recuerdos pasados inundaron su mente: las peleas con sus hermanos, la bromas entre familia, los gritos de su madre, los consejos de su padre... Al recordar todo aquello no pudo reprimir una sonrisa llena de tristeza y nostalgia.
—Puede que no haya lujos, pero has sido el mejor sitio en el que he podido estar —susurra el pelirrojo mientras procedía a pasar suavemente su mano sobre su mesita de noche y luego por su cama, pequeña, pero muy confortable; después, se detuvo a observar los carteles de los Chudley Cannons, su equipo favorito de Quidditch; por último, paseo sus ojos por toda la habitación observando el fuerte tono naranja que inundaba la estancia—. Te voy a extrañar mucho...
—¡Ronald Weasley, baja aquí ahora mismo!
El pelirrojo ríe tras el grito de su madre —Eso sí que lo voy a extrañar... —expresa a la par que abre la puerta, sale de la habitación y empieza a bajar lentamente por las escaleras mientras observa con detenimiento cada rincón por el que iba pasando. «Vamos Ron, tienes que disfrutar estos días, no estar melancólico, no sabes cuando los volverás a ver», reflexiono el pelirrojo al tiempo que empezaba a bajar más deprisa las escaleras.
En el momento que llegó a la parte baja de la casa, su madre se posicionó delante de él y le proporcionó una mirada desaprobatoria.
—Acabas de llegar a casa y ya empiezas a esconderte —expresó Molly al mismo tiempo que se acercaba a su hijo y lo miraba intensamente de arriba a abajo.
—No, solo fui a dejar mis cosas, iba a bajar enseguida, lo prometo —contestó un muy nervioso Ron.
—Uhm... has ganado peso Ronald, tus mejillas están muy redondas y tu barriga sobresa- —Molly intentó tocar el vientre de Ron, pero este se alejó antes de que pudiera hacerlo.
—¡Mamá ya no soy un niño, soy casi un adulto, es normal! —dijo el pelirrojo fingiendo indignación, pero eran más los nervios hablando por él.
Molly lo miró extrañada, llámenlo el sexto sentido de las madres, pero sabía que algo pasaba con su hijo —Ok, ok. Hay muchas cosas por realizar, ve al patio y ayuda a tus hermanos.
—¡¿Qué?!, pero si acabo de llegar.
—Ya lo sé, pero necesito esas calabazas hoy para empezar a prepararlas para navidad, y lo más seguro es que tus hermanos estén haciendo todo menos recogerlas. Hazle ese favor a tu madre —dijo Molly mientras palmeaba la espalda de su hijo.
—Está bien... —contestó Ron no muy convencido. Su madre los ponía a recoger las verduras del huerto sin magia, decía que así se harían personas de bien y sabrían lo que es el trabajo duro. Pero el pelirrojo no estaba seguro si en su estado debía hacer aquello, las calabazas eran muy pesadas y de seguro sus hermanos harían que él recogiese la mayoría. A pesar de, Ron salió del sitio y se dirigió hacia la huerta que se encontraba detrás del jardín de la casa. Cuando llegó, sus hermanos estaban tumbados en la grama tomando el sol, era uno de esos pocos días en el que el cielo de Londres se despejaba en invierno.
—¡Ejem!
—¡Oh!, pero si es Ronny, ¿Cuándo llegaron? —preguntó George mientras se ponía de pie.
—Hace poco.
—¿Y por qué estás aquí y no descansando? —cuestionó Fred a la par que pasaba el brazo por encima de los hombros de Ron.
—Mamá me mandó a supervisarlos —contestó Ron, debía aprovechar el desconocimiento de sus hermanos para evitar tener que recoger aquellas calabazas.
—¿Supervisar? Eso ni tú te lo crees, te ha mandado a recoger con nosotros —dijo burlesco Fred al tiempo que revoloteaba el pelo de su pequeño hermano.
—No, no, me dijo que como acabo de llegar solo supervise.
—Jajaja, Ronny, Ronny, crees que tus hermanos son tontos.
—No, yo no-
—Por ser un mal hermano recogerás —anunció George y Fred asintió en acuerdo.
—¡No lo haré! —exclamó rápidamente el menor para luego salir corriendo.
—¡No te vas a escapar, Ron! —gritaron al unísono los gemelos al tiempo que empezaban a perseguir al menor. No tardaron mucho en atraparlo, el embarazo hacía que su resistencia se desvaneciera y el cansancio se volviera parte de él.
—¡Te tengo! —verbaliza Fred con una amplia sonrisa, ambos hermanos tomaron a Ron por los brazos y lo llevaron hacia el huerto mientras el menor ponía resistencia.
—¡Soltarme de una vez, no voy a recoger esas calabazas!
—¿Seguro?, ¿Tú qué crees George?
—Umm... sabemos secretos de Ron, Fred.
—Sí, sabemos... como el día que se escapó para ir a casa de Harry.
—O que él fue el que rompió el espejo del tocador de Ginny.
—O que nuestro Ronny ya no es puro... —dijo Fred mientras ambos gemelos fingían llorar.
—¡Callarse!, ya entendí, ahora soltarme.
—Qué buen hermanito eres —dijeron al unísono mientras lo soltaban e intentaban hacer mimos en la cara de Ron.
—¡No me toquen, idiotas!, esta se las guardó.
«¡Mierda!, ¿Ahora que hago?, deje mi varita en casa y si vuelvo mamá se enojará», cavilo el pelirrojo al tiempo que ponía rumbo hacia las calabazas.
Una vez estuvo en el sitio, se percató que sus hermanos solo habían cortado y apartado dos calabazas.
—¿Enserio estuvieron recolectando? —cuestionó el pelirrojo menor mientras cogía unas grandes tijeras y empezaba a cortar el tallo de la calabaza más pequeña que vio.
Pasada media hora, Ron solo había cortado una calabaza y no había podido moverla; aunque era la más pequeña del huerto, resultó tener un tamaño bastante grande y ser muy pesada.
—¡¿Cuánto más vas a estar con esa calabaza, Ron?!, Fred y yo ya hemos subido varias a la carretilla y solo quedaría la tuya.
—Es que... tengo dolor de espalda, ¿No podrían subirla por mí? —dijo suplicante Ron.
Los gemelos se miraron entre sí, luego volvieron la mirada hacia el pelirrojo y dijeron—: ¿Qué nos darás a cambio?
—Soy su hermano y me duele la espalda, ¿Con eso no es suficiente?
—¡No! —dijeron al unísono los pelirrojos mayores.
—¡Irse a la mierda!
—Ook, adiós hermanito —enunció Fred mientras George se hacía posesión de la carretilla y ponían rumbo hacia la madriguera.
—No, no, esperar, solo bromeaba, ¡Volver aquí!, ¡Les daré lo que pidan!
—Ahora si estamos hablando —dijo George dando la vuelta y dejando la carretilla.
—¿Qué quieren?
—¿Qué queremos George?
—Que nos diga quién es su pareja, Fred.
—Sí, eso. ¿Quién es tu pareja, Ron? —el pelirrojo menor se había puesto muy nervioso, no era el mejor para esconder secretos, todavía se sorprendía por el tiempo que duró ocultando su relación con Blaise, pero todo puede ser debido a que sus hermanos ya no estaban en el colegio, era muy difícil ocultarles algo.
—Eh... yo no tengo a nadie.
—Esa calabaza parece muy pesada, no crees Fred.
—Sí, George. ¡Suerte con ella, Ron!
—¡Está bien, está bien!, les diré... Estoy con una chica de Ravenclaw.
—Mentira.
—No miento.
—Recuerda con quiénes estás hablando hermanito. Sabemos cosas... Solo queremos confirmación.
—Ustedes lo que son unos chismosos.
—No lo negamos.
Ron se mordió el labio con nerviosismo, estaba sopesando si decir que era Blaise, pero si lo decía sus hermanos lo matarían —Estoy saliendo con... eh... es...
—Te ayudaremos, su nombre empieza por B —dijo George.
—Y su apellido por Z —continuó Fred,
—¿Cómo lo...?
—Tenemos ojos en todos lados, Ronny.
—Así es Fred, también debemos cuidar a nuestro hermanito y que nada malo le pase.
—No me lo creo, ¿Cómo lo averiguaron?
Los gemelos miraron con una sonrisa de superioridad a su pequeño hermano, querían torturarlo un poco antes de responder aquella pregunta.
—Vamos, decírmelo. ¿Cómo supieron que estaba con él?
—Te vimos este verano con él —contestó Fred.
—¡¿Qué me vieron?!, eso es imposible, ¿Dónde?
—Tú, él, magia, un bigote... —respondió George con burla.
—Devon y un hotel muggle —finalizó Fred mientras ambos chicos hacían gestos obscenos.
—Mierda... ¡No se lo digan a nadie, por favor!
—Tranquilo hermanito, no lo diremos, pero...
—Queremos que dejes de ver a ese Slytherin —dijo de forma tajante George.
—No nos parece la mejor compañía —continuó Fred.
Tras estas palabras, en vez de enojarse, Ron pudo respirar tranquilo, sus hermanos lo vieron por pura casualidad, por lo tanto, no sabrían de su embarazo. Además, las reacciones eran normales, la familia Weasley y Zabini no se llevaban nada bien, en realidad, los Weasley se habían separado de ese ambiente tóxico que desprendían todas esas familias sangre pura que lo único que les importaba era su linaje, por ello, el pelirrojo menor entendía la posición de sus hermanos; ninguna familia sangre pura que huyó de ese ambiente le gustaría que uno de sus hijos o hermanos estuviese con esa clase de brujo.
Para Ron sería difícil hacer ver a sus hermanos que Blaise era distinto a esos brujos; además, si sus hermanos reaccionaron de aquella manera, no quería imaginar cómo lo harían sus padres; por ello analizó mejor la situación y decidió aprovechar el momento.
—En realidad... antes de venir a casa decidimos terminar... —dijo fingiendo tristeza el pelirrojo menor.
—¿Ah, sí...? ¿Por qué terminaron? —preguntó Fred no muy convencido por lo dicho por su pequeño hermano.
—Se... se acostó con alguien más —dijo Ron mientras bajaba la mirada fingiendo que le dolía bastante la traición.
—Oh Ron... —expresó Fred mientras se acercaba a su hermano y lo abrazaba.
—Ya cobraremos venganza por ti hermanito —susurró George a la par que se unía al abrazo.
—¡No!, no hagan nada estúpido. No necesito cobrar venganza, ya lo superaré —comunicó Ron, arrepintiéndose de lo dicho anteriormente—. ¡Soltarme!, esa calabaza no se va subir sola a la carretilla —los hermanos cortaron el abrazo y los gemelos se dispusieron a subir la calabaza a la carretilla sin decir palabra, y bien sabía el pelirrojo, que, si los gemelos guardaban silencio, era porque estaban planeando alguna tonta idea en su cabeza.
Los tres chicos se dirigieron a casa en entre bromas y risas, los gemelos no volvieron a sacar el tema de la pareja de Ron y el pelirrojo también prefirió no mencionarlo, el chico sabía que no habría tiempo para que sus hermanos planearan alguna tonta broma hacia Blaise, ellos se irían antes de que todos se dieran cuenta.
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La noche había llegado y mientras Ron se divertía y disfrutaba de la cena junto a su familia, en el otro lado de Londres, el Slytherin se encontraba en la mesa junto a su madre en un ambiente muy tenso.
Cuando volvieron de la estación, Blaise sabía lo que vendría, así que decidió irse lo antes posible a su habitación ignorando los reclamos y llamados de su madre, pero no podía escaparse todo el día, por lo que no le quedó más remedio que bajar a cenar junto a ella. El moreno rogaba porque su padrastro estuviera en la mesa, podía ocultar cualquier cosa a los demás y permanecer inmuto; sin embargo, de su madre nunca pudo, y como hacerlo si ella fue la que le enseñó a ser de aquella manera, nunca logro superar a la maestra.
En el momento en el que Blaise bajó a cenar, su madre mantenía una intensa conversación con la elfina más antiguo de aquella mansión, pero al percatarse de la presencia de su hijo hizo que la elfa desapareciera, algo estaba planeando, por lo que el Slytherin debía tener cuidado.
—Pensé que no bajarías a cenar.
—¿Por qué no lo haría? —respondió Blaise a la par que tomaba asiento.
—Puede ser porque te has pasado el día huyendo de mí.
—No huía, simplemente quería estar tranquilo en mi habitación.
—Claro, claro... Querías arreglar el horrible aspecto que tienes —dice la Sra. Zabini a la vez que miraba fijamente a Blaise —Crees que no me di cuenta de las ojeras que te cargas y ese rostro todo pálido y cansado... —el moreno no se inmutó, ya sabía que su madre se daría cuenta de su cansado semblante, pero también sabía que exageraba—. ¿Quién te tiene tan ocupado hijo, como para no dejarte descansar? —cuestionó mientras sonreía.
Blaise le devuelve la sonrisa y dice—: Los exámenes, ya sabes lo difíciles que son y me gustaría graduarme para poder dedicarme a lo mío.
—Oh, ahora le llaman exámenes... Ya sé que te estas acostan-
—¡Quiero ser medimago! —verbaliza rápidamente Blaise, lo que provoca un cambio en el rostro y en la posición de su madre: frunció el ceño, enderezó su postura y dejó de sonreír.
—¡Tú no vas a ser medimago!, las empresas de tu padre te esperan en Italia.
—No te interesa lo que yo quiero, solo quieres ponerles las garras a mis negocios.
—Nuestros negocios, querido. Esos aprovechados que dejó ahí tu padre hasta que cumplieras los 18 hay que quitarlos.
—Non è quello che dice il testamento.... —susurró el moreno.
—¡¿Qué has dicho?!
—Dije que mi padrino no es un aprovechado, solo está cuidando lo mío de ti.
—¡Mucho cuidado con lo que dices, Blaise! —exclama la señora mientras da un golpe en la mesa—. ¡Soy tu madre y me debes respeto!
—¿Respeto? —Blaise bufó mientras dejaba caer su espalda en el respaldo de la silla.
—¡Óyeme bien, Blaise!, tú no vas a ser medimago. Cuando acabes la escuela vas a ir a Italia y te vas a ser cargo de los negocios, ¿Entendido?
El moreno solo miro a su madre y no respondió, debía mantenerse sereno y evitar ese tipo de confrontaciones con ella, por lo que, llevarle la contraria no era la mejor manera para aquello.
—Y ese pobretón con el que te estás acostando, va siendo hora de que te vayas deshaciendo de él. No quiero que nadie se entere de tus malos gustos.
—¡No hables así de él! —gritó Blaise para inmediatamente golpearse mentalmente por su reacción.
La señora Zabini miró sorprendida a su hijo «Él acaba de..., ¡oh no!, eso sí que no» pensó —Dime que no eres tan idiota como para enamorarte de ese chico.
—¡Claro que no!, solo me acuesto con él —intentó defender el moreno, pero la duda ya estaba sembrada.
—¿Me crees tan idiota?, ¿Es que no has aprendido nada de lo que te he enseñado? El amor no vale nada, el dinero y honor de nuestra familia son más importantes que cualquier otra cosa.
—¡Qué no estoy enamorado de ese imbécil!, simplemente me lo follo cuándo y dónde yo quiera. ¿Algún problema con ello? —respondió Blaise fingiendo indiferencia hacia Ron, pero el solo hecho de verbalizar aquellas palabras hicieron que su pecho doliera.
—Más te vale que sea solo eso porque si me enteró de que has caído por esa cosa... te va a ir muy mal.
—Eso no va pasar y deja de amenazarme como si tuvieras algún poder sobre mí —contestó Blaise mientras cerraba los puños debajo de la mesa e intentaba contener las ganas de replicar a su madre por la forma en la que se refería a Ron.
—Aún lo tengo, cariño. Hasta que cumplas los diecinueve harás lo que, ¡yo!, ordene —madre e hijo se miraron de manera desafiante, cualquiera que los viera podría apreciar el gran parecido que tenían, pero por suerte, solo era físicamente.
Después de la discusión, Blaise y su madre continuaron con la cena en completo silencio, pero por fortuna, a mitad de ella, el esposo número siete de la Sra. Zabini se unió a la mesa e intentó relajar el tenso ambiente; sin embargo, no lo logró, por lo que el moreno cansado de aquel incómodo entorno decidió volver a su habitación a esperar la medianoche para hablar con la única persona que podría mejorar su humor.
—Gracias por la cena —dijo Blaise secamente mientras se levantaba de la mesa.
—¿Tan rápido te vas muchacho? He traído algunos dulces de Bélgica, sé que te gustan mucho —comunica Thomson, el padrastro de Blaise. El hombre era muy cariñoso con el moreno, siempre que iba de viajes de negocios le traía algún presente, aunque el Slytherin se llevaba muy bien con él, intentaba no cogerle mucho cariño por lo poco que le duraban los maridos a su madre; sin embargo, con este ella ya llevaba tres años, era todo un récord.
—He traído algunos pendientes de la escuela que preferiría acabarlos para luego tener los días de navidad libres, pero gracias por el presente Thom, mañana me comeré algunos.
—Oh, entiendo, ya había olvidado lo que es ser un estudiante, si necesitas ayuda no dudes en pedirla. ¡Ah! y Bienvenido de vuelta a casa.
—Gracias —respondió Blaise mientras se levantaba de la mesa. El moreno extrañaría mucho a Thomson, en esos tres años él ha sido más padre que su propia madre.
—Blaise...
—¿Si madre?
—No vuelvas a escribirle a Aramis.
El moreno le dio la espalda a su progenitora, cerró los ojos, cogió aire y luego respondió—: No lo haré, madre —salió del comedor y puso rumbo a su habitación.
Tras esto, la mujer sonrió con superioridad y llamó a su elfa —¿Pusiste el hechizo en su habitación?
—Sí, mi señora —contestó la elfina.
—Bien, ahora vete —la elfa hizo una reverencia y luego desapareció.
—¿Hechizo?, ¿Vas a espiar a tu hijo?
—No, no, escuchaste mal amor. Es un hechizo para que pueda dormir tranquilo... conozco a Blaise y seguro que se la pasará estudiando toda la noche —dice mientras fingía un rostro de madre preocupada—. Solo quiero que descanse, ¿Ya viste el semblante cansado y las enormes ojeras que tiene?
—Sí, las vi, espero que no se esté presionando demasiado... Como amo lo buena madre que eres y como te preocupas por él —dijo Thomson a la par que le brindaba una tierna sonrisa a su esposa y tomaba sus manos—. Deberíamos llevarlo de viaje, ¿No crees?, así se despeja un poco y cambia de aires.
—¡Qué buena idea has tenido, amor! Sí, deberíamos llevarlo muy lejos... —respondió a la vez que acariciaba el rostro de su marido y sonreía. «No permitiré que arruines nuestros planes amado hijo, es hora de recordarte tu posición», caviló la mujer.
Durante el resto de la noche, Blaise se dedicó a descansar hasta que llegara la hora para hablar con Ron, necesitaba dormir para poder enfrentar a su madre durante los momentos que estuviera con ella, y que el estrés no hiciera que respondiera a sus ataques y metiera la pata.
En cuanto a Ron, había estado disfrutando cada momento junto a sus seres queridos. Después de la cena, la familia se dedicó a probar la nueva mercancía para la tienda de Sortilegios Weasley de los gemelos: caramelos, galletas, bombones... (Ron evitó probar la mayoría) inclusive salieron un rato al patio para encender los famosos Salvajes magifuegos Weasley.
Cuando la medianoche llegó, Ron tenía que volver a su habitación para contactar a Blaise, pero los gemelos estaban contando historias de terror y él estaba disfrutando tanto que la sola idea de subir esas largas escaleras le daban pereza, «Lo llamaré después», razonó el pelirrojo mientras se acurrucaba más el sofá y se tapaba con la manta.
Y así es cómo una simple decisión podía provocar el inicio de muchos problemas.
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Evie Collins, mayormente conocida como la Sra. Zabini después de la muerte de su primer esposo y único amor, es conocida en el mundo mágico, aparte de por la cantidad de esposos que ha tenido y han muerto en extrañas circunstancias, por su belleza y su frío e imponente semblante; es una mujer que transmite respeto y a la vez miedo, por ello no muchos brujos se atreven a desafiarla o cuestionarla, no sabían cómo, pero siempre conseguía lo que quería, y los planes que tenía para su hijo, para ella, no serían la excepción.
Junto a su elfina de confianza y la más antigua de la mansión, instauraron un hechizo de escucha para que ella pudiese oír todas las conversaciones que su hijo pudiese mantener. Desde que Rufo, el elfo más joven de la casa, le comentó sobre el contenido de la carta que envió su hijo a Aramis, y, sobre todo, la relación que mantenía con uno de los Weasley, la mujer estuvo buscando la forma de averiguar todo lo que acontece en la vida de Blaise, ella no tenía ningún apreció por aquella familia, y lo último que permitiría es que su único hijo se mezclara con alguno de ellos; si solo se acostaba con él, para ella no habría problemas, pero si hubiese más que eso, acabaría con aquella relación.
—Thom, amor, ¿Te has dormido...? —preguntó la Sra. Zabini. Thomson no contestó, confirmando que estaba completamente rendido—. ¡Giovanna!
—¿Si mi señora?
—Hazlo ahora y luego vete —En ese mismo instante la elfina dijo unas palabras e instantáneamente se empezó a escuchar todos los sonidos provenientes de la habitación de Blaise; aunque horas atrás el moreno había puesto un hechizo silenciador, en ese momento se comprobaba que su madre iba unos pasos más adelante que él.
Eran las 00:50 y Ron aún no había dado señal de vida, provocando que Blaise estuviera muy nervioso durante este tiempo y que no cesará de llamar su nombre por aquel espejo.
—¡Amor!, podrías contestar... ¡Hey, Ronny!, ¿Por qué no contestas?, ya ha pasado mucho tiempo, ¡Ron, Ronald...!, ¡Bilius!
—¡Yaaa!, aquí estoy —frunció el ceño mientras se acercaba más el espejo—. No vuelvas llamarme por ese nombre, Zabini.
Blaise ríe por lo bajo, pero inmediatamente deja de sonreír y dice—: ¿Dónde estabas?, sabes el susto que me has pegado.
—Lo siento, es que estaba con mis hermanos y nos estábamos divirtiendo tanto que... lo siento... —intentó disculparse el pelirrojo.
Cuando Blaise observó a su chico, la preocupación que tenía se desvaneció, los ojos de Ron habían vuelto a brillar. Desde que descubrieron el embarazo y tuvieron que poner tantas reglas y esconder tantas cosas, el peculiar brillo en los verdes ojos del pelirrojo se había ido desvaneciendo.
«Hace tanto que no veía ese brillo en tus ojos», meditó el moreno.
—Blay, en serio que lo siento... Sé que fui yo el que quería vert-
—Está bien precioso, solo estoy exagerando... cosas que me pasan por tenerte lejos —dijo mientras sonreía —Me alegra que te la estés pasando bien... Por seguridad, la próxima vez hablaremos cuando este fuera de casa, mi madre...
—¿Qué ha hecho tu madre?
—No, nada. Solo lo decía para que tengamos mayor cuidado, eso es todo —Blaise prefirió no contar lo que su madre sabía sobre ellos, él estaba convencido de que podía manejar la situación, por lo que, preocupar a su pareja por algo en lo que no podía ayudar a resolver era innecesario. —¡Bueno!, ya has visto que estoy bien y yo ya he visto que estás bien, así que será mejor que nos vayamos a la cama, aunque ahora lleves mejor el embarazo sabes que tú y el bebé deben descansar.
—No, el bebé y yo estamos bien, quiero hablar un poco más y segui-
La Sra. Zabini cortó rápidamente el hechizo, lo que había escuchado no le había agradado, por lo que rápidamente se levantó de la cama, se fue al baño y se miró en el espejo. Se quedó mirando unos segundos su semblante, y tras pasar el shock se dijo así misma—: Embarazo... Embarazó a ese chico... ¡Ese idiota embarazó a ese chico!, no, tonto, tonto... todos, todos hablaran, todo el mundo hablara... no lo permitiré, no mancharas el apellido que tanto me constó mantener, ¡No lo harás Blaise!
—¿Todo bien, amor? —preguntó preocupado Thompson mientras entraba al baño y abraza a su esposa.
—Eh... sí, todo bien, solo tuve una pesadilla —dijo la señora Zabini mientras fingía una sonrisa.
—¿Quieres contarme?, así no se cumple.
—No, mejor volvamos a la cama, ya es tarde.
—Está bien, pero si tienes otra pesadilla me despiertas, ¿Sí? —dijo Thom a la par que ambos ponían rumbo de vuelta a la habitación.
—De acuerdo, amor —responde la Señora Zabini mientras intenta mantener una cara serena. Pero en realidad dentro de su cabeza había un remolino de pensamientos, los cuales no auguraban nada bueno para Blaise.