Go back in time: Third year.

Harry Potter - J. K. Rowling
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Go back in time: Third year.
Summary
Una reescritura de "Harry Potter y el prisionero de Azkaban".*・。★⌒.。・*⌒☆*・,。★・*⌒☆*・。Draco comenzaba a meterse demasiado en terrenos desconocidos. Una cosa era tratar de sobrellevar años pasados con una mínima idea de lo que se podía esperar, pero otra es tratar de descubrir lo más oscuro y turbio de Lord Voldemort. Esta vez, no es a Harry a quien debe de cuidar.
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Chapter 7

“El elfo domestico”

 

 

— ¿Harry, Draco? ¿Para qué necesitaban reunirse en mi despacho hoy?

 

El rubio suspiró profundamente, mirando sus pies con aprensión. No sabia muy bien como expresar sus pesares ante este hombre que, si bien era querido por Harry y por Sirius, también confiaba casi ciegamente en el director y eso era algo que Draco no podía dejar pasar como si no fuese un inconveniente grave. Dumbledore era un gran NO.

 

Harry estaba sentado sobre la mesa, masticando lentamente una galleta de miel. Estaba decidido a no abrir la boca, no hasta que Draco explicara la base de todo el conflicto.

 

La chimenea chisporroteo, y de entre las feroces llamas verdes salió un pálido Sirius Black, sus ojos ampliamente abiertos los escanearon uno por uno antes de alcanzar con manos veloces y desesperada a Draco y a su ahijado, ambos niños apoyándose en el toque inmediatamente.

 

Remus se sobresaltó, sin entender qué sucedía. ¿Qué había pasado para que reaccionara asi al verse el uno al otro?

 

—Umh, ¿hola? ¿muchachos, si me van a decir o…?

 

Sirius lo miró durante un largo segundo, analizándolo, antes de suspirar y alejar a ambos de sus brazos. Harry tenía la boca llena y con migas, mientras que Draco lucía estresado. El Lord Black sacudió la cabeza.

 

—Llegaste a la misma conclusión que yo —susurró Draco, casi como un pecado confesando un pecado, entre dientes—. Voldemort está vivo, ¿no es así?

 

Remus sintió como su corazón comenzaba a acelerarse a toda marcha. Miró a Sirius, esperando ver el mismo asombro y horror en su rostro, pero contrario a eso, solo recibió la ensombrecida cara de alguien que está a punto de dejar salir lo peor.

 

—Creo que puede estarlo. —aseveró—. Pero si ese fuese el caso, ¿por qué no atacar ahora? ¿Qué espera?

 

Sirius negó con la cabeza, esquivando la mirada de su amigo, inquietándolo más.

 

—¿Y como lo hizo? —siguió Harry, sacudiéndose las migajas de encima—. ¿Cómo puede estar… sin estarlo realmente?

 

Los dos niños se miraron entre ellos y luego a los adultos. Remus se apoyó pesadamente contra la pared, totalmente fuera de combate aun si no había recibido ningún golpe físico.

 

—Creo que tengo una leve… idea. —un respiro, la pausa antes de la tormenta—. Dijiste que lo que estaba en ese diario era un alma, un trozo de un alma, de su alma… hay una forma. Retorcida y oscura, según recuerdo, pero la hay…

 

El rubio pasó saliva, se sentía al borde, como si no faltara nada para que cayera en picada, al simple vacío. Esto era, justo aquí, la información que tanto necesitaba. Que tanto quería.

 

Sin embargo, Sirius no abrió la boca, mirando al rubio con resignación. Negó.

 

—Tengo que investigar, no recuerdo muy bien, lo leí hace años, cuando yo mismo residía entre estas paredes…

 

—¿Dónde? Literalmente me leí cada libro de la biblioteca. Al derecho y al revés. —refutó Draco, no queriendo perder tal información, no era momento de ser misteriosos.

 

—¿incluso los de la sección prohibida? —preguntó Remus, impresionado.

 

De izquierda a derecha. Todos ellos. —repitió, lentamente, el rubio, aun mirando a Sirius.

 

—¿Cómo es posible que…?

 

—La capa.  —cortó Harry.

 

—¿Les dijiste de la capa?

 

—¡Bueno! No sabia que uno de ellos iba a ser mi profesor, sino me lo hubiera guardado.

 

El rubio lo miró con ojos entornados, poco impresionado. Harry sonrió suavemente, avergonzado por ello.

 

—Moony prometió no confiscarla. —murmuró, cual nene chiquito.

 

¿Moony? —repitió, incrédulo.

 

—¡Remus! Asi le dice Sirius. Y él es…-

 

Canuto. —interrumpió Draco, uniendo el rompecabezas en su cabeza.

 

Harry asintió, confundido. ¿Ya le había dicho de Sirius, pero no de Remus?

 

—¿Por qué sabes el mío?

 

El rubio miró a su tío como si le hubiese dado un regalo precioso, y sabiendo que era mejor compartir un poco para recibir otro tanto, decidió ser sincero.

 

“Los señores Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta…” —citó, viendo con diversión como la expresión del mayor iba deformándose de a poco en shock y terror.

 

—¡¿Encontraste nuestro mapa?! —chillo Remus, acercándose al grupo. Draco asintió, causando que Harry lo mirara sin entender muy bien a donde iba la conversación.

 

—¿Mapa? —preguntó, al aire—. ¿Qué mapa?

 

—Después te muestro. —descartó rápidamente Draco, volviendo hacia Sirius—. ¿Cuánto tiempo necesitas para poder decirnos lo que sabes?

 

Sirius miró a su sobrino, y silenciosamente negó. El sabia muy bien que Draco no era exactamente… un niño normal. Nadie a sus trece años se comportaba como él. Sin importar cuan estrictamente estuvieran educados, ninguna sangre pura llegaba a ese grado de diciplina y conocimiento, menos si era de una familia dirigida por alguien como Lucius. El niño era especialmente perspicaz, muy inteligente y un estratega nato. Sabía muy bien como manejar su información, de adulto probablemente seria alguien de temer.

 

Kreacher. —llamó, con voz dura. El crack sonó, partiendo el aire, y un horroroso elfo apareció en la sala, con una expresión por más molesta—. Conoce a Draco Malfoy Black.

 

Las grandes orejas se estremecieron antes de que sus grandes ojos lo divisaran, se apresuró a postrarse frente a Draco, quien retrocedió un paso, casi yendo tras Harry, y el elegido se tensó ante la aparición del desagradable elfo que lo atormentaba en Manor Black.

 

—Es un placer para Kreacher conocer a un digno noble de la sagrada casa Black, mi señor, Kreacher se siente agradecido de estar en presencia de un orgulloso sangre pura de verdad, mi amo. —se apresuró la criatura, retorciéndose para inclinarse correctamente.

 

—Ah… —musitó, enderezándose frente al elfo. Miró a Sirius por un microsegundo, antes de hablar—. Kreacher, necesito que me consigas algo.

 

—Lo que el honorable amo Black necesite, mi señor. Kreacher hará lo que sea necesario.

 

 

 

 

 

 

 

Harry estaba viendo con mucha atención los pies moverse por el amarillento papel, detallando cada esquina con asombro. Draco estaba acostado a su lado, apoyado en su pecho, con los ojos cerrados, e incluso eso salía en el mapa. Era algo increíble. Cada persona, animal y profesor estaba allí, a tiempo real.

 

El cerebro del rubio corría a millas por hora, cada palabra de Sirius en su cabeza, cada segundo que había compartido con Voldemort se reproducía cual película frente a sus parpados. Tenia que haber algo, una cosa que pudiera cambiar todo.

 

¿Qué se estaba perdiendo? ¿Qué detalle estaba pasando por debajo de su rada? ¿Qué es?

 

Necesitaba saber, necesitaba entender a Voldemort para poder detenerlo. ¿Qué haría él en su lugar? ¿Qué habría hecho en su lugar?

 

Probablemente un plan mejor, nunca en su vida escucho que las guerras se ganan sin planes, y ese hombre, incluso en su propia dimensión, tenia una forma muy básica y aburrida de llevar a cabo las cosas. Además, perdió contra un bebe, ¿Cómo tenerle respeto?

 

El rubio suspiró profundamente.

 

—Asi que esto es un invento de mi padre… —murmuró Harry, doblando el pergamino con cuidado—, ¿por qué no me dijiste que lo tenías?

 

—No sabía que era de tu padre, en primer lugar. —tajó, sin abrir los ojos. Estaba muy cómodo, y la vibración del pecho de Harry lo calmaba—. Y, no sé, necesitaba usarlo antes de decir nada. Es mi venganza por dejar que Ron supiera y usara la capa antes que yo.

 

Harry se rio, entrelazando sus dedos con el rubio cabello del chico.

 

La puerta sonó y antes de que alguno dijera nada todo tercer año entro, con Zabini y Daphne a la cabeza, y los brazos llenos de platos con dulces.

 

—Draco —llamó Blaise, ofreciendo un plato llenó de galletas con chispas de chocolate—, decime que te estaba pasando y te doy galletas.

 

El rubio se sentó, mirándolo con ojos muertos, en silencio, analizando su oferta.

 

—Me vas a dar las galletas igual, te aviso. —sentenció y Theo se rio, acercándose para sentarse en el filo de la cama—. Pasa para acá eso, y sientense.

 

Todos se apresuraron a meterse a la cama, como un domino muy complicado, siendo que ya no eran tan pequeños como solían.

 

Draco fue, una vez más, consciente de lo rápido que se le estaba escapando el tiempo, como arena entre los dedos.

 

—Estoy estresado, tengo muchas materias encima, y problemas con mi familia, y gestionarlo solo fue mi plan de emergencia. No funcionó. —concedió, partiendo un pedazo de tarta de manzana—. Estoy en cada materia opcional posible.

 

—Eso es literal y físicamente imposible, las materias opcionales se sobreponen en horarios, Malfoy. —refutó Pansy, escéptica.

 

El rubio pasó una mano por su cuello, encontrando la delicada cadena de oro que lo rodeaba, y la sacó con cuidado, mostrándoles.

 

—Esto, es un giratiempo. El profesor Snape y la profesora McGonagall nos cedieron esto a Hermione y a mi para poder cursar todo.

 

Silencio, Harry se inclinó para mirarlo con reproche.

 

—¿Algún otro secreto que estes guardando de mí?

 

Draco lo miró, masticando cuidadosamente. Y pensó, sí, tengo muchos. Tengo tantos que ya no puedo contarlos, probablemente una lista quedaría corta e incompleta. No, no serviría de nada. Sonrió, pasando la comida. Se volvió insípida al pasar su garganta.

 

—¿no? ¿supongo? —contestó, a medias, mirando a los demás—. No hay nada tan importante o de tanto peso, no por ahora, al menos.

 

—Tenes un giratiempo colgado en el cuello desde el primer día de clases, perdóname si dudo. —habló Theo, tomando una galleta de miel—. Pero bueno, esto no era realmente algo que nos afectara a ninguno de nosotros. Perdonado.

 

El rubio bufó, mirando hacia Harry, quien ya se estaba riendo.

 

Si tan solo supieran…

 

 

 

 

 

 

Draco no estaba pasándola bien, sentía náuseas y algo muy en el fondo de su cabeza le avisaba cuan mal estaba todo… lo que no entendía era el qué. Harry estaba jugando la final del torneo de Quidditch contra Gryffindor, estaba bien. Estaba volando por sobre sus cabezas, luciendo la saeta de fuego, buscando la pequeña pelota dorada.

 

Estaba bien. ESTABA BIEN.

 

Se estremeció, con el alarido de la casa de los leones por un punto más para ellos. Theo maldijo a su lado, mirando con desdén hacia la otra tribuna. Marcus lanzó la bola, tratando de anotar y Oliver la despejo con la cara, por nada.

 

Draco respiró, profundamente, tratando de enfocarse. Harry se lanzó en picada, tras la dorada. La casa de las serpientes dejó salir un rugido feroz, cuando el buscador emergió, con la mano en alto y la Snitch entre sus dedos. El rubio se escabulló, lejos de todo el conglomerado de personas.

 

¿Qué estaba pasando?

 

Bajó las escaleras tambaleándose, cuando el mareo lo superó, y tuvo que detenerse. Respiró.

 

El piso bajo sus pies se tambaleo y de un segundo al otro todo estaba tan borroso que tuvo que cerrar los ojos, con el eco de voces lejanas abrumándolo. El cosquilleo subió desde la punta de sus dedos hasta su pecho, se sentían como hormigas.

 

Una figura oscura caminaba por los pasillos de la biblioteca, la de Hogwarts, si Draco no estaba mal. Pero se veía diferente, el orden de las cosas era completamente diferente. Los nombres en los lomos eran casi irreconocibles, no sabía en que parte estaba, ni que buscaba.

 

El sonido rechinante de la madera siendo golpeada por los tacos de las botas de aquella figura, era básicamente lo único que llegaba a sus oídos. Era siniestro, ¿Cómo había llegado allí? ¿Dónde estaba antes?

 

La capa negra y verde le llamó la atención. Ese era… era un estudiante de su casa, pero ¿Quién?

 

Apresuró sus pasos, rebasándolo, para poder verle la cara, para saber quién era, qué pasaba.

 

Tom Sorvolo Ryddle.

 

El adolescente no parecía poder verlo, o saber que estaba allí. ¿Qué era esto? ¿una alucinación? ¿una visión?

 

Lo vio tomar un libro. Se acercó y…

 

Tosió, estremeciéndose. Sus rodillas temblaron, y cedieron ante su propio peso.

 

Estaba sudado y todo le temblaba, su pecho se sentía comprimido, casi como si fuera a aplastar su corazón por el poco espacio. Sus costillas podrían romperse.

 

El frio lo envolvía, todo se veía tan oscuro. Levantó la cabeza, viendo las desdichadas figuras de los dementores, acercándose. Los putrefactos seres, sin identificar ni diferenciar, se acercaba a él.

 

Su cuerpo dolía, la voz de su padre le susurró al oído.

 

No podía correr. No puedes huir de mí, Draco.

 

Cerró los ojos. Estaba cansado.

 

No importaba, de todas formas, nunca había logrado convocar el patronus. No tenia nada de lo que sentirse dichoso o feliz.

 

No existía tal recuerdo.

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