Go back in time: Third year.

Harry Potter - J. K. Rowling
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Go back in time: Third year.
Summary
Una reescritura de "Harry Potter y el prisionero de Azkaban".*・。★⌒.。・*⌒☆*・,。★・*⌒☆*・。Draco comenzaba a meterse demasiado en terrenos desconocidos. Una cosa era tratar de sobrellevar años pasados con una mínima idea de lo que se podía esperar, pero otra es tratar de descubrir lo más oscuro y turbio de Lord Voldemort. Esta vez, no es a Harry a quien debe de cuidar.
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Chapter 8

“Lucius Malfoy”

 

Una figura iluminada rompió la oscuridad.

 

Draco levantó la mirada, y vio un enorme ciervo. La luz se sentía cálida, una atmósfera de calma creada por su poder, el rubio jadeo.

 

Un patronus. Y no cualquiera, ¡Uno corpóreo! 

 

— ¡DRACO! 

 

Se estremeció, mirando con confusión por detrás de la flagrante figura del iluminado ser. Harry, Remus y Severus.

 

Solo Harry tenía la varita en mano.

 

Mierda.

 

Su cuerpo perdió tensión, pero así como desapareció la adrenalina, su conciencia también.

 

Todo se oscureció, mucho más oscuro que antes. Y Harry corrió hacia el cuerpo de su amigo, antes de que se desplomarse por completo, abrazándolo.

 

No sé veía herido. No parecía herido.

 

Pero Draco no estaba bien. Muchas voces resonaron, al igual que pasos fuertes en la escalera, su patronus se desvaneció a sus espaldas.

 

Ambos profesores habían quedado petrificados. Un niño de trece años acababa de conjurar uno de los hechizos más difíciles y poderosos de defensa.

 

Se miraron.

 

— ¡¿DRACO?! —gritó Daphne, congelada a medio paso, a diez escalones por encima de los chicos. Harry los miró, perdido por un segundo, pero rápidamente se centró. 

 

Draco no estaba para decidir qué hacer.

 

—Vincent, Greg, ayúdenme a llevarlo. Necesitamos movernos a la enfermería. —ordenó, mirando luego a Daphne— Theo y Pansy vayan a nuestra habitación, necesito que le manden una carta a Sirius sobre esto. Daphne, Blaise, avisenle a sus padres, esto fue el límite. 

 

Todos asintieron, mientras los guaruras tomaban a Draco en brazos, él se giró a mirar a ambos adultos.

 

—Remus, espera un poco antes de ir con el director. —pidió, con la voz seca que el maestro había escuchado en su vida. Sus ojos verdes llameaban, ira, dolor y poco más, reflejados en esos cristales. 

 

Snape asintió hacia el menor, a sabiendas de lo que significaba para Potter su ahijado… y más importante, sabiendo muy bien el aprecio de Draco hacia Potter. 

 

En qué se había convertido su vida, por Merlín.

 

Harry en ese momento solo tenía en la cabeza a Draco y la salud de Draco. Necesitaba que despertara, no iba a estar tranquilo hasta ver esos ríos de plata nuevamente.

 

Cada grupo se fue por su lado, dispuestos a cumplir la tarea encomendada. Theo escribía rápidamente lo que Pansy dictaba lo que debía decir la carta. Ambas serpientes eran muy conscientes de cuánto debían empujar, cómo empujar, a Sirius. 

 

Debían jugar bien sus cartas, porque también tendrían a la madre de Blaise, la maldita viuda negra, con ellos cuando tengan que enfrentar el problema. La. Viuda. Negra.

 

Era sumamente importante que Sirius no llegara a querer hacer explotar la cabeza del director. Por lo menos no literalmente.

 

En la habitación de Blaise, él y Daphne estaban sumidos en sus cartas, detallando lo mejor posible todo el problema que habían estado atravesando en ese turbulento año escolar. Sus familias ya sabían cómo estaban las cosas, pero solo superficialmente.

 

Esta vez se iba a enterar al completo, y desde ellos mismos, no la versión fantasiosa e idealizada del director. No la que se daba al consejo de padres.

 

La cruda verdad.

 

La inseguridad de Hogwarts era enorme. Cada año, desde que entraron, por a o por b, sus amigos casi terminan muertos. 

 

Y ahora los malditos dementores.

 

Por su lado, Greg, Vincent y Harry ya estaban en la enfermería, viendo a Draco. Pomfrey había dicho que estaba bien, solo le daría unas pociones para que recuperara la energía, pero que su alma estaba en él, por ende estaba bien.

 

Harry estaba por comerse hasta la cutícula de sus dedos, era insoportable no poder hacer nada. ¿Entienden eso? ¿Estar sentado, al lado de la cama, solo mirando?

 

Pomfrey dijo que lo dejarán, pero Harry no concebía irse así, sin más. Vincent y Greg habían salido, en algún punto, parándose frente a la puerta, mirando furiosamente el suelo.

 

Se sentía inútiles, ambos habían perdido a Draco por un segundo, estaba ahí y de repente nada.

 

Si Harry no estaba alrededor, se supone que son ellos los que cuidan al heredero de los Malfoy. Se supone que era algo que ellos hacían.

 

Desde que conocieron al rubio, a los dos años, esa era su función. Era lo que ellos daban a Draco, un poco por todo lo que el rubio compartía con ellos.

 

Y ahora nada-

 

Un horrible llanto se escuchó, junto a quejidos, desde la otra punta del pasillo. Ambos se tensaron, preparándose para enfrentar lo que fuera.

 

Hermione, pálida cual papel, con Ron en brazos de Finnigan y Thomas. El pelirrojo estaba llorando despavorido, retorciéndose.

 

—Quédate quieto, Ronald, por dios. —regañó la castaña, apresurandose a la puerta, mirando con curiosidad a los Slytherin, quienes se apartaron.

 

Entraron a trompicones, chillando por ayuda de la enfermera.

 

—¿Quién mierda grita? —gruñó Harry, dos segundos antes de mirar al pelirrojo— ¿Ron?

 

—Ha-gh, Hady —sollozó.

 

El elegido estaba confundido, pero no se movió de su lugar junto a su mejor amigo, aún sosteniendo los delicados dedos del rubio.

 

—Bajó corriendo las escaleras, pisó mal y ahí lo tenés. —explicó la chica, mirando con cautela hacia Draco. No quería ser indiscreta, o molestar, por lo que no se acercó.

 

Harry hizo una mueca, sintiendo pena por su amigo. Aunque realmente se lo había buscado, ¿Por qué correrías en una escalera, en Hogwarts?

 

Suspiró.

 

—Lo atacó un dementor. —murmuró.

 

—¡¿QUÉ?! Dios mío, ¿va a estar bien? ¿N-no lo beso?

 

—No. —siseó, un estremecimiento atroz recorrió su espina dorsal—. No. Llegué a tiempo…

 

Hermione asintió, rígidamente. Ahora no solo estaba asustada, cómo cuando vio a Ron rodar escaleras abajo, sino que sentía que escupiría su corazón y pulmones si no controlaba su respiración.

 

Se quedó quieta, mirando a Draco, aún dudosa.

 

Pero ella era una Gryffindor. Ella era un león.

 

En dos largas zancadas alcanzó la camilla del rubio, y envolvió a Harry en un aplastante abrazo.

 

—Estará bien, Harry. Él es fuerte. —murmuró.

 

Y Harry sintió que se rompió. Las lágrimas se derramaron, sin ningún tapujo. Su cuerpo tembló, en un doloroso esfuerzo de retener los sollozos.

 

Este iba a ser un año tranquilo, entonces, ¿Por qué estaban allí, de nuevo?

 

Maldita sea.

 

 

 

 

 

 

En cuanto recibió la carta supo que algo estaba mal, lo sintió en el fondo de su corazón, algo le había pasado a uno de sus cachorros. A su familia.

 

Algo estaba muy mal.

 

Pero ningún presentimiento, corazonada o visión, lo pudo preparar para el golpe que llegó a su pecho cuando finalmente leyó el mensaje. Era corto, nada de similitud con sus niños, con una alargada y aplastada letra cursiva.

 

La última vez que ese sentimiento de ira, miedo y remordimiento, recorrió su cuerpo fue trece años atrás, mientras corría tras Peter.

 

Draco fue atacado, nuevamente, por un dementor. Pero esta vez no estaba despertando. 

 

Nunca sintió que la red flu fuera más lenta que en esos momentos. Ni cuando huyó de su casa.

 

La oficina de Remus estaba vacía y oscura. Nadie estaba allí, quizás hace horas que nadie pasaba. Salió, y no pudo recorrer más de diez metros, hasta que chocó con alguien. Con Snape, de todas las personas.

 

Ambos se miraron a los ojos, en silencio, durante varios segundos, sin mover un músculo.

 

Sirius necesitaba saber cómo estaba Draco.

 

Snape quería saber dónde estaba Harry Potter.

 

— ¿Sirius? —llamó Remus. Ninguno se movió— ¿Severus?—intentó nuevamente. Detrás del hombre estaban Lady Sabino, y el Conde Greengrass—. ¿Qué hacen ahí parados?

 

— ¿Dónde está Draco? ¿Está bien?

 

— ¿Y Potter?

 

Ambos hablaron a la vez, y compartieron una mirada incrédula y molesta. Un pensamiento en común: "¿Por qué hablas cuando yo estoy hablando?"

 

Lady Sabino tarareo por lo bajo, con una pequeña sonrisa en los labios.

 

—Harry debe estar esperándonos cerca de la oficina del director. —carraspeó Remus, colocando su mano en la espalda baja del Lord Black. 

 

Severus siguió el movimiento de la mano, apenas por una milésima de segundo, antes de girarse y dirigir la marcha hacia las oficinas del director.

 

El Conde arrugó levemente la nariz, siguiendo curiosamente el intercambio de los tres, tratando de entender. La mujer, por su lado, siguió al jefe de la casa de las serpientes, aún con una sonrisa divertida.

 

El camino fue corto, pero se hizo eterno. A cada paso la tensión crecía más y más. Todos sabían el gran problema que estaba por desatarse, pero tanto Snape cómo Sirius eran conscientes del buen uso de la palabra que tenía el director, y lo que significaba para ellos.

 

Pero Draco fue atacado. DRACO.

 

Sirius podría cometer un asesinato por ese niño.

 

Harry estaba en el pie de las escaleras, esperándolos. 

 

No lucía molesto o asustado, simplemente estaba allí, mirándolos con la misma seriedad de siempre. Sirius pasó saliva.

 

No, había algo distinto.

 

Pero qué.

 

Se saludaron escuetamente, con Harry parado cerca de Severus, no pudo abrazarlo como deseaba. 

 

Subieron, sin ninguna pausa, e invadieron totalmente la oficina de Dumbledore, dónde el director residía, sentado en su escritorio, rodeado de papeles y papiros.

 

—¿Oh? ¿Severus, Remus, qué…? —indagó, sus brillantes ojos azules bajaron hasta a Harry, y después a Sirius, y ambos adultos, partícipes del consejo de padres—. ¿A qué debo el honor de su visita, Lady Zabini, Conde Greengrass?

 

Ninguno habló, mirando hacia el Lord frente a ellos. Harry estaba controlando su temperamento, respirando pausadamente para no explotar toda la habitación, pero asintió suavemente.

 

—Hemos escuchado… ciertas quejas, Dumbledore. —empezó el padre de Daphne, caminando por las estanterías de libros—. En lo que va del año, ya van tres ataques de los dementores, bajo su cargo, señor director.

 

Si el anciano se sorprendió de la cifra, no lo demostró. Estaba impasible, sentado en su escritorio, cómo si no hubiese escuchado que sus alumnos casi mueren bajo su vigía.

 

Sirius lo iba a estrangular.

 

La madre de Blaise lo sostuvo por el brazo, asegurándose allí. Ambos compartieron una mirada breve, pero Sirius se aplacó. No era el momento.

 

Remus se movió incómodo, del otro lado del único Black. Snape les dio una mirada de costado.

 

—¿Es así? —preguntó, vivaz el viejo—. Yo lo dije al comienzo del año, cuando declararon el ultimátum, tener a esas cosas por allí sin más era-

 

—¿Y no pudo hacer algo, antes? —chistó Harry, ahora parado frente a frente con el hombre. Dumbledore se estremeció, mirándolo—. Fuimos atacados en el tren, y no hizo nada. Volvieron a atacar frente a usted, y siguió sin mover un dedo. Y ahora ni siquiera supervisa si están o no dentro del establecimiento, y lo único que tiene para decir es un "¿Es así?" 

 

—Draco Malfoy casi es besado por un dementor, en su mandato. —comentó Stella Zabini, entre una la carismática sonrisa.

 

El director se quedó en silencio. Harry realmente iba a hacerlo explotar en pedazos.

 

—Y no tuvo ni la intención de avisar al consejo. —agregó Greengrass, venenosamente—. Nos enteramos porque nuestros hijos están aterrados por su mediocre seguridad.

 

—Si no puede mantener controlados a unos simples dementores, que deberían ser pan comido para usted, ¿Qué confianza se le puede tener para mantener a salvo a nuestros niños? —siseó Sirius, igual de feliz que Stella.

 

Snape, por un instante, recordó que Black era material de Slytherin y sintió un poco de terror. Remus estaba igual, mirando a su amigo con miedo.

 

¿Sirius enojado, siendo el Gryffindor que es? Peligroso para los siguientes 100 km a la redonda.

 

Pero… ¿Sirius siendo un Slytherin? Letal. Para todos. 

 

Nadie se va a salvar.

 

 

 

 

 

 

 

Draco sentía todo el cuerpo pesado.

 

Los párpados se sentían cómo anclas, era muy difícil abrir los ojos, por lo que no lo intentó. 

 

Se quedó quieto, esperando a tener las fuerzas para abrir los ojos. Escuchaba murmullos y pasos, algunos cerca y otros lejanos. Su mano estaba tibia, cómo si alguien la hubiese agarrado por mucho tiempo.

 

La vorágine de destellos de lo que pasó llegó a su cerebro, y con eso no pudo no abrir los ojos y levantarse. Fue casi como un brinco, sentándose de golpe en la cama.

 

Frente a él estaba Ron, masticando grotescamente un chocolate, con Hermione caminando de ida y vuelta frente a su cama. Tras la puerta, dos pares de pasos, iban y venían por el pasillo.

 

La castaña se detuvo, sorprendida por el brusco movimiento, pero antes de que Draco dijera nada, la enfermera Pomfrey llenó su visión, y en sus manos llevaba dos tarros.

 

Fue un chequeo rápido, tuvo que beber las pociones y comer algo de chocolate. Estaría en revisión unas horas más, por precaución, y todo solucionado.

 

El rubio no quería quedarse, tenía que conseguir hablar con Kreacher, o con Dobby, para poder tener en sus manos el libro que Ryddle había estado leyendo.

 

Un horrocrux. Pensó, mirando la barra de chocolate entre sus dedos, ¿Qué es un horrocrux? ¿Qué pasa con Ryddle y ese libro? ¿Por qué tuvo una visión tan… perturbadora?

 

El rubio cerró los ojos, sintiendo el trozo de chocolate disolverse en su boca. No podía ser Legeremancia, Draco no era tan estupido de dejar que alguien entrara a su cabeza y jugará con él. Había entrenado lo suficiente la Oclumancia para saber cómo se sentía cuando alguien estaba tratando de meterse en sus recuerdos.

 

No. Era diferente.

 

La misma sensación abrumadora que en adivinación. Probablemente era solo esa parte de su magia, que aún debe descubrir cómo manejar y controlar. Las visiones invasivas y sin aviso eran un absoluto no.

 

Terminó de comer el chocolate y se bajó de la cama, caminando hacia la cama del Weasley, dónde Hermione estaba sentada, ambos sin dirigirse la palabra.

 

—¿Qué te pasó, Ron?

 

—Me rompí el tobillo. —contó, estremeciéndose por el recuerdo del dolor.

 

El rubio arqueó las cejas y miró a la chica.

 

—Corrió escaleras abajo y se piso la túnica. Un piso entero hacia abajo y su pie se atoro con un escalón. Se rompió el hueso, y fisuro sus costillas por apurado.

 

Draco bufó.

 

—Típico de Weasley. 

 

—¡Hey!—chitó, ofendido, Ron.

 

Hermione se rió.

 

Y así, sin más, el rubio dio por cerrado el problema que tenían con la chica. Realmente no era tan importante, no ahora por lo menos. Eran niños, ellos por lo menos, y a veces hacían cosas estúpidas.

 

Miró hacia la puerta, dónde había desaparecido la enfermera, antes de llamar a los elfos.

 

—Dobby, Kreacher, vengan aquí. 

 

El chasquido de magia ya no era tan inquietante, no después de tantas veces que aparecieron frente a él. Ambos se acercaron a él, chocándo los hombros.

 

No parecían llevarse bien.

 

Oh, bueno, una lástima.

 

—Necesito que busquen un libro para mí. —comentó—. Es el "Secretos de las artes más oscuras", no tengo mucha información de dónde podría estar exactamente, pero necesito tenerlo. Es de vida o muerte.

 

Kreacher se apresuró a afirmar su ayuda, y a inclinarse. Dobby se retorció un poco, antes de hablar.

 

—Dobby cree saber dónde encontrarlo, amo Malfoy, señor. 

 

El rubio lo miró con sorpresa, pero asintió lentamente. No sabía si debía preguntar, no cuando el elfo no dijo nada.

 

Se retiraron poco después de eso, y Draco tuvo que explicarles, vagamente, sobre el porqué de su urgencia. Pero nada muy profundo.

 

No había forma de que les dijera nada, no ahora.

 

La puerta de la enfermería se abrió, y Harry entró junto a Sirius, Lupin y Severus.

 

El heredero de los Malfoy sonrió, acercándose para recibir el abrazo de su tío y su mejor amigo. Una mirada cariñosa del profesor y una suave caricia en el pelo de su padrino.

 

Varias cosas estaban mal, mínimamente, pero por ese segundo, se permitió olvidarse de todo. Estaba con sus seres queridos, estaba con su familia, y estaban todos vivos. Eso era lo importante.

 

Pasaron la tarde en la enfermería, y en cierto punto, llegaron los chicos de sus casas, para hacerles compañía. Fue divertido, pasaron un buen momento.

 

Escuchar a Pansy discutir con Sirius, un ida y vuelta constante de comentarios soeces. Ver a Remus, Theo y Hermione hablar sobre algún libro estupido de magia. Blaise, Ron, Greg y Vincent charlando sobre la cena y el banquete de fin de año. Incluso Neville había llegado y logrado involucrarse en la conversación de los chicos.

 

Era la escena más bizarra que Draco logró ver, en mucho tiempo. Leones y serpientes, conviviendo amenamente. Una total atrocidad para sus antepasados.

 

Severus se había quedado en silencio, sentado a su lado, con una mano en su espalda. El rubio sabía que, bajo esa fachada de calma y hostilidad, su padrino estaba preocupado por él. Probablemente pensando en como casi llegan demasiado tarde.

 

Y Harry seguro estaba en las mismas.

 

La noche los acogió rápidamente, y fueron despachados por Pomfrey, incluso los profesores. Draco cenó con Ron, y poco después fue concedido su permiso para irse a sus habitaciones.

 

Harry ya estaba en su pijama, sentado en su cama, cuando llegó. Se ducho y cambió rápidamente, antes de dejarse caer a su lado, en silencio.

 

Era consciente de que el elegido querría hablar, quizás aún preocupado por lo que sucedió.

 

El abrazo, sin embargo, fue inesperado. A pesar de ser muy cariñosos, aún lo sorprendía a veces, el que Harry quiera sostenerlo.

 

Siempre inducía un cálido sentimiento en su pecho.

 

—Casi te pierdo. —murmuró, contra la piel caliente del rubio. Su cuello. Draco se estremeció, con la necesidad de doblarse para quitarlo de un lugar tan sensible—. Casi mueres, Draco. Mí pulsera no paraba de quemarse, parecía que iba a derretirse.

 

El rubio se escondió en el hombro contrario.

 

—Lo siento.

 

—No, no te disculpes. No es tu culpa. —murmuró, sus dedos enterrándose suavemente entre las rubias hebras—. No tendrían que estar allí, es culpa del director por no controlarlos.

 

Se mantuvieron un rato así, en silencio.

 

Era reconfortante. Siempre lo era.

 

—Ahora entiendo porque estabas tan enojado cuando hice lo que hice con el diario. —comentó el moreno, sonaba divertido y Draco le propinó un golpe en la espalda—. Auch. Pero, es enserio. Lo siento, Draco, no debía hacer eso.

 

—No, no debiste. Y eres un idiota por siquiera pensar que era una buena idea, ¿Cómo siquiera terminaste en Slytherin?

 

—“En Slytherin en donde prósperas, dónde te ayudarán a cumplir con tu destino” dijo el sombrero selector. Dijo que aquí encontraría verdaderos lazos, dónde tendría ayuda. 

 

Por razones desconocidas, Draco sintió un escalofrío. 

 

—Vaya, profundo.

 

—Lo sé, lo sé. A ti ni siquiera te analizo.

 

“Ya sabes a dónde perteneces. Haz lo que debas, joven viajero”. 

 

Draco no había querido pensar en eso, realmente no le sentaba muy bien que un sombrero de mierda supiera quién o qué era. Solo estuvo por encima de su cabeza, el desagradable, y no le tomo nada para saberlo todo.

 

Horrible, bajo todas las reglas.

 

—Es que era muy obvio a dónde iría a parar. Casa antigua, familia sangrepurista, antepasados de magia negra: un perfecto Slytherin.

 

—El perfecto príncipe de Slytherin. —murmuró, burlón, en su oído. Draco sintió que su estómago se retorcía y se llenaba de hormigas 

 

—Por Merlín y Morgana, no. Creí que nadie te había dicho de ese título.

 

—Ow, pobrecito. Lo escuché de unas chicas de quinto, sobre el atractivo príncipe de las serpientes. Eres muy popular entre las chicas, Draco.

 

Oh, diablos, ¿Por qué tenía que poner esa voz? El rubio se estremeció. Harry estaba haciendo solo una observación, no tenía por qué sonar tan… así.

 

La voz ronca estaba baneada de las voces de Harry, lo había decidido Draco, desde ese mismo segundo. Ni siquiera sabía porque, pero no era justo sonar de esa manera. 

 

—¿Y me lo dice el chico que persiguen por todos lados? Debe ser real, entonces.

 

Potter se rió, separándose. Se miraron a los ojos, y Draco comenzó a sentir los nervios en la boca del estómago.

 

¿Qué, por la magia antigua, está pasándome? Se preguntó, con el calor llenando sus orejas.

 

—Me persiguen por una historia, a ti porque eres bonito. Son diferencias.

 

—Claro, porque obviamente no hemos escuchado a chicas hablar de ti nunca de esa forma. 

 

—¿Hay chicas a las que les gustó? —preguntó, ladeando la cabeza levemente.

 

Draco arrugó la nariz, cómo si hubiera olido algo en mal estado.

 

—¿El elegido está interesado?

 

—Nah, no me importa lo que piensen los demás. —acercó a Draco por la cintura, y junto sus pechos. El rubio se ruborizó aún más—. Soy muy joven para el romance.

 

Y sin más se dejó caer a la cama, con Draco encima. El rubio se empezó a reír de las payasadas del chico.

 

Las hormigas en su estómago no se calmaron, sino hasta que se durmió.

 

 

 

 

 

La copa de las casas quedó, cómo era obvio, en Slytherin. Al igual que la de Quidditch, y la casa verde podía seguir caminando con la frente en alto constantemente. Ellos estaban seguros de que podían tener esas copas todos los años, y trabajaban por ello.

 

Los exámenes finales habían acabado con media población, todos los pasillos se habían quedado vacíos por una semana entera antes de que se les viera de nuevo. 

 

Draco quedó en primer lugar, al ser el único con calificación perfecta en todas las materias en las que estaba, y como tenía una por encima de Hermione, ella quedó en segundo puesto. Harry y Theo en el tercero.

 

Ron aprobó satisfactoriamente todo, pero siempre raspando el desaprobado. 

 

La última semana, cómo de costumbre, habían dejado cualquier deber de lado, y se centraron solo en disfrutar como los chicos de trece años que eran. Era un momento de paz entre amigos antes de separarse por algunos meses.

 

—Es asqueroso, te digo. —se quejó el pelirrojo, abriendo otra rana de chocolate—. ¿Te imaginas pasar por eso? ¡No! Porque son hijos únicos. Nadie entiende mí sufrir.

 

—Ronald, no seas dramático. No es para tanto.

 

—¡A mí hermana le gusta mí amigo! ¡Le gusta Harry! Y le hizo un poema. Un poema, Hermione. Es una lunática.

 

—¡Es tierno! Es solo un amor de niños, por dios Ron.

 

El pelirrojo tenía cara de que vomitaria.

 

El rubio estaba en silencio, mirando a la ventana. Se esperaba que esto pasará, después de todo ella y Harry se habían besado frente a él… o bueno, él había entrado en mal momento y los había visto. Básicamente lo mismo.

 

Su estómago se revolvió.

 

—¡Es que de solo escuchar el poema, urk! —se quejó Ron, sacuendiendose agresivamente, cómo si realmente fuera a vomitar— ¡Es horrible!

 

—¿Te sabes el poema? —preguntó Harry, más confundido que halagado, sus dedos estaban entrelazados con los del rubio, entre sus cuerpos.

 

—¡Sí! —afirmó, mientras Hermione suspiraba— Ella se lo sabe, Hermione haz el favor.

 

—“Tiene los ojos verdes como sapo en escabeche y el pelo negro como una pizarra cuando anochece. Quisiera que fuera mío, porque es glorioso, el héroe que venció al Señor Tenebroso” —citó, cansada—. Para mí es adorable. Y una pena que no se haya animado a mandarlo el año pasado.

 

—¿Para que los duendes vestidos con pañales lo atacarán en medio del pasillo y lo avergonzaran frente a todo el colegio? —preguntó Draco, mirándola con aburrimiento.

 

—Seamos sinceros, Draco, lo mandabas a volar antes de que tocara a Harry. —interrumpió Neville, tímidamente.

 

El rubio no pudo evitar reírse y Longbottom se sonrojo, mirándolo.

 

—Quizás una carta hubiese sido el mejor curso de acción. —concedió Hermione.

 

—El mejor curso de acción es que no le guste uno de mis mejores amigos, eso sería bueno.

 

El tema pasó rápidamente, y comenzaron a hablar de lo que podría pasar el siguiente año, las materias, lo que aprenderían y la esperanza, que nunca moría, de tener un año tranquilo.

 

Draco solo sonrió con los labios apretados cuando dijeron eso. Desde ahí en adelante, no había años tranquilos, sino que era uno más peligroso que el otro.

 

Mucho antes de lo que les gustaría, el tren llegó a la estación y tuvieron que despedirse. Ahora Ron no podía acompañar a Harry, puesto que Sirius seguía enojado con la familia Weasley por ser tan hostiles con Draco, y los Weasley estaban avergonzados, lo suficiente como para rehuir de Sirius, Remus y Harry.

 

Draco y Harry no podían acompañarse por obvias razones, y Neville tenía que esperar en el vagón a que su abuela fuera por él, siendo que los últimos dos años se perdió y no fue hasta que se vacío la estación que se pudieron encontrar.

 

Cada uno fue por su lado, con Draco reuniéndose con las serpientes y los demás con sus familias.

 

El heredero Malfoy ya se imaginaba el calvario que estaba por volver a vivir, pero con la idea ya en la cabeza, nada podía realmente sobresaltarlo. Su padre no se cansaría hasta doblegarlo y Draco no se cansaría hasta eliminar el problema de raíz.

 

Era un círculo vicioso.

 

Pero al llegar, y solo ver a su padre, supo que había algo más. Incluso peor de lo que había visto ya.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

*Regalo de Navidad

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