Go back in time: Third year.

Harry Potter - J. K. Rowling
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Go back in time: Third year.
Summary
Una reescritura de "Harry Potter y el prisionero de Azkaban".*・。★⌒.。・*⌒☆*・,。★・*⌒☆*・。Draco comenzaba a meterse demasiado en terrenos desconocidos. Una cosa era tratar de sobrellevar años pasados con una mínima idea de lo que se podía esperar, pero otra es tratar de descubrir lo más oscuro y turbio de Lord Voldemort. Esta vez, no es a Harry a quien debe de cuidar.
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Chapter 5

"Seguro"

 

— ¡Bien, ya tenemos todo! —Aplaudió Remus, acercándose al grupo—. ¿Cómo serán los grupos?

Sirius pasó la barredora de una mano a la otra, midiéndola con desgano. Eran las mismas jodidas escobas que usaron él, Remus y James en su primer año en las clases de vuelo.

—George para Harry. —señaló Sirius, sonriendo hacia los adolescentes, que se dieron a mano juguetonamente. Fred se puso junto a Draco—. Ron, con Harry. Yo voy con Draco.

— ¿No es eso... injusto? —Preguntó Fred, midiendo a su hermanito con una mirada—. Él nunca ha jugado esto, no si no es con Charlie.

—Draco no ha jugado Quidditch desde hace años. —le recordó George, pavoneándose—. Ron juega cada verano con nosotros, ¡y tenemos al mejor buscador, con la mejor escoba! Preocúpate por no perder abismalmente, Gred.

—Cállate, Feorge.

Sirius miró a su sobrino, que sostenía la Nimbus 2001, mirando hacia el amplio campo en silencio. Se acercó a él, palmeándole el hombro.

—Solo diviértete, Draco. Nadie te exige que ganes. —le recodó, suavemente.

El heredero Malfoy lo miró con grandes ojos plateados, casi tan claros como el reflejo del agua en un día lluvioso. Sirius supuso que el chico estaba pensando en lo que su padre le exigía al participar en este tipo de juegos.

Tenía razón, parcialmente. Estaba pensando en la primera vez que se enfrentó a Harry en su anterior... versión. Como las cosas se habían transformado tanto, cuan raro se veía todo lo anterior.

— ¿Listo, perdedor? —se burló Harry, ya en el aire, una sonrisa presumida curvando sus labios.

El rubio le arrugó la nariz, desdeñoso.

— ¿Te estás hablando a ti mismo, Potter?

Ron dejó salir una risa, pasando por detrás del elegido, George a sus espaldas.

Harry rodo los ojos y se alejó, alto en el cielo.

—Bueno, hagamos lo mejor que podamos.

Fred dijo, despegando también. Sirius y él lo siguieron rápidamente.

Remus abrió la enorme caja caoba, dejando que la Snitch y la Bludger salieran rápidamente al campo de juego. La quaffle fue lanzada al aire al mismo tiempo que el profesor chifló.

Draco vio a Sirius moverse rápidamente, con Ron persiguiéndolo valientemente. George y Fred chocaron entre ellos. Harry se había elevado.

El rubio comenzó a dar vueltas por el amplio estadio, acostumbrándose a estar nuevamente en las alturas. Era rara, la sensación de recuperar una emoción perdida bullía lentamente en sus venas. Por un segundo, se dejó ser un niño, nuevamente, simplemente se entregó al placer de jugar su deporte favorito.

Cada tanto escuchaba una maldición de Fred, un comentario vulgar de Sirius y las risas de Ron. Harry, por encima de su cabeza, le lanzaba miradas cálidas y felices.

El momento de paz se cortó con el filo de un brillo dorado pasando por las espaldas de los aros del equipo de Harry. Malfoy se lanzó rápidamente, esquivando a los jugadores y superando a la Bludger que George había golpeando con la punta de su bate.

Harry, evidentemente, también la había visto y bajo en picada a toda velocidad. Draco giró a ultimo segundo, siguiendo a la pequeña pelota hacia las gradas de los profesores. Escuchó, vagamente, a Remus cantar el punto que Sirius debió anotar.

— ¡Eres bueno en esto! —exclamó Harry, volando a su costado izquierdo—. ¡¿Por qué no lo dijiste antes?!

Draco sonrió.

—Ser adulador no te hará tener las cosas más fáciles, Potter. —Seseó, subiendo en zigzag tras la escurridiza bola—. ¡No conmigo!

—No necesito adularte —se rió el, sinceramente—, solo me gusta hacerlo.

Las mejillas de Draco se espolvorearon de un suave rosa, sus ojos fijos al frente.

— ¡Ahora sé el secreto! —Chilló Fred, aproximándose rápidamente, para proteger a su buscador de la Bludger—. Potter le coquetea a sus rivales, ¡así les gana!

Harry se atragantó y Draco se detuvo casi abruptamente, dejando que ambos siguieran por su camino. La risa estridente de Fred resonó. El rubio miró hacia Sirius, quien lo miraba con una sonrisa traviesa. En el silencio del lugar, no era muy difícil escuchar los gritos del gemelo.

Harry se detuvo también, en algún punto.

— ¡Yo no hago eso! —se defendió.

—Oh, ¿solo lo haces con Draco entonces, cachorro? —Se sumó Sirius, risueño, manteniendo a Ron lejos de la pelota.

Harry abrió la boca, dispuesto a discutir pero se quedó petrificado. Sus ojos se clavaron en Draco y este frunció el ceño.

A los segundos Harry estaba volando hacia él, lucia particularmente serio y asertivo. El rubio se quedó congelado en su lugar, a pesar de que escuchó claramente el aleteo de la snitch en su oído.

Harry estiró la mano y, justó antes de chocar contra Draco, se detuvo. Apenas unos escasos milímetros los separaron.

Sus narices quedaron pegadas, punta con punta y los tonos verdes se entrelazaron con los tonos blancos de su propio cabello. El negro conocía la plata.

Harry no se movió. Draco tampoco.

Ambos quedaron suspendidos en el aire, mirándose fijamente.

Fue como si el tiempo se hubiese congelado en ese segundo. El viento dejó de azotar sus oídos, las voces de los demás se apagaron y no parecía que nadie más existiera a su alrededor.

—Atrapaste la snitch... —murmuró, en un hilo de voz, Draco.

Harry lo miró, probablemente trazó un mapa de su rostro con sus ojos, y cuidadosamente movió su nariz contra la de Draco, el frio en ellas se olvidó por un segundo. Malfoy pasó saliva, su pecho congelado, con el aire atascado en sus pulmones.

La otra mano del azabache tomo el mango de la escoba de Draco y sonrió con burla.

—Mm, atrapé mi snitch.

El rostro del heredero Malfoy estalló en rojo, sus mejillas hormigueando.

Harry se alejó, mirando hacia su padrino que lo veía con una enorme sonrisa, probablemente divertido, y ciertamente orgulloso, por lo que acababa de presenciar.

—Sí, solo soy así con Draco. Los demás no merecen mi atención. —se burló, pomposo, lanzándole la pelotita dorada a Remus.

— ¡Bien, cambio de posición!

—Seré el buscador, quiero ver a Draco de cazador.

 

...

 

A las ocho de la tarde del jueves, Harry salió de las mazmorras para acudir al aula de Historia de la Magia. Draco estaba con la nariz enterrada en uno de los tantos libros que había tomado de la biblioteca de los Black. Ya no estaba revisando libros de idiomas, ahora parecía buscar en los de historia y magia en general, ¿qué cosa? Harry no lo sabía.

Era un tanto... perturbador. No había pasado mucho tiempo desde que recibieron los regalos, pero Draco se había empecinado en leer toda la biblioteca en ese año, y a Harry comenzaba a inquietarlo. Cuando se iba a dormir, Draco aun leía y cuando se despertaba, estaba sentado en la cama, con un libro entre manos y una mirada un tato... lejana. Parecía, cada vez más, Sirius en sus días después de terapia. Se veía desgastado, como si tuviera miles de cosas encima.

Harry no sabía qué hacer, o cómo ayudarlo. Estaba frustrado.

Cuando llegó al aula esta estaba a oscuras y vacía, pero encendió las luces con la varita mágica y al cabo de cinco minutos apareció el profesor Lupin, llevando una gran caja de embalar que puso encima de la mesa del profesor Binn.

— ¿Eso es...? —preguntó Harry.

—Otro boggart —dijo Lupin, quitándose la capa—. Hará el trabajo y es menos... peligroso que uno verdadero.

—De acuerdo. —concedió el chico, colocándose más adentro de la habitación, mirando al profesor.

— El hechizo que trataré de enseñarte es magia muy avanzada... Bueno, muy por encima del Nivel Corriente de Embrujo. Se llama «encantamiento patronus».

— ¿Cómo es? —preguntó Harry, sentándose encima de unas de las mesas frontales.

—Bueno, cuando sale bien invoca a un patronus para que se aparezca —explicó Lupin—, un guardián que hace de escudo entre el dementor y tú. El patronus es una especie de fuerza positiva, una proyección de las mismas cosas de las que el dementor se alimenta: esperanza, alegría, deseo de vivir... y no puede sentir desesperación como los seres humanos, de forma que los dementores no lo pueden herir. Pero tengo que advertirte, Harry, de que el hechizo podría resultarte excesivamente avanzado. Muchos magos cualificados tienen dificultades con él.

— ¿cómo se invoca?

Remus se mordió la lengua por accidente. Miró al niño frente a él, dubitativo.

—Para poder realizar el encantamiento debes concentrarte con todas tus fuerzas en un solo recuerdo de mucha alegría. De verdadera alegría, Harry.

Harry intentó recordar algo alegre. Desde luego, nada de lo que le había ocurrido en casa de los Dursley le serviría. Al final recordó el instante en que por primera vez montó en una escoba.

—Ya —dijo, intentando recordar lo más exactamente posible la maravillosa sensación de vértigo que había notado en el estómago.

—El encantamiento es así —Lupin se aclaró la garganta—: ¡Expecto patronum!

Harry lo repitió en voz baja, tratando de evocar el sentimiento de adrenalina, libertad y plenitud que le dio volar con la escoba.

— ¿Te estás concentrando con fuerza en el recuerdo feliz?

—Sí... —contestó Harry, pensando y rememorando aquel primer viaje en escoba—. ¡Expecto patronum!

De repente, como un chorro, surgió algo del extremo de su varita. Era como un gas plateado, apenas un halo de luz brillante que desapareció en el aire segundos más tarde.

Harry parpadeó rápidamente, creyendo que podría haber visto mal pero Remus lo sacó de dudas al aplaudir y sonreír hacia él.

—Muy bien —dijo Lupin sonriendo—. Bien, entonces... ¿estás preparado para probarlo en un dementor?

—Sí —dijo Harry, empuñando la varita con fuerza y yendo hasta el centro del aula vacía. Intentó mantener su pensamiento en el vuelo con la escoba.

Lupin cogió la tapa de la caja de embalaje y tiró de ella. Un dementor se elevó despacio de la caja, volviendo hacia Harry su rostro encapuchado. Una mano viscosa y llena de pústulas sujetaba la capa.

Las luces que había en el aula parpadearon hasta apagarse. El dementor salió de la caja y se dirigió silenciosamente hacia Harry, exhalando un aliento profundo y vibrante. Una ola de intenso frío se extendió sobre él.

Se quedó congelado durante un segundo, el escalofriante recuerdo de los gritos suplicantes de su madre trinaron en sus oídos. La voz de Voldemort llegó a él también, y la habitación parecía distenderse en medio de una difusa y blancuzca niebla, que seguramente no estaba ahí minutos antes.

Harry volvió de pronto a la realidad. Estaba boca arriba, tendido en el suelo. Las luces del aula habían vuelto a encenderse. No necesitó preguntar qué era lo que había ocurrido.

—Lo siento —musitó, incorporándose y notando un sudor frío que le corría por detrás de las gafas.

— ¿Te encuentras bien?

Una pausa. Silencio pesado y frío. Harry miró a Remus a los ojos, sereno pero igualmente abatido.

—Cada vez es peor, esta vez los escuché más alto aún. Y a Voldemort, él...

Lupin estaba más pálido de lo habitual.

—Harry, si no quieres continuar...

—Sí quiero. —dijo Harry con energía, metiéndose en la boca la rana de chocolate que su tío le acercó—. ¡Tengo que hacerlo! ¿Y si los dementores vuelven a presentarse en el partido contra Ravenclaw?

—Entiendo que no quieras perder, Harry, pero hay cosas más importantes que-

— ¿Crees que... solo quiero ganar una estúpida copa? —interrumpió, levantándose—. Esto no es sobre Quidditch, sobre copas de casas o sobre mantener a Slytherin como la mejor casa de Hogwarts. Esto se trata de mí. Soy vulnerable y débil ante los dementores, juegan con mi cabeza y me recuerdan lo que perdí, todo lo que se me arrebató. Me afectan, pero también Draco sufre por culpa de ellos, y él merece que lo pueda cuidar tanto como el cuida de mí. Quiero poder hacer esto, porque quiero saber cuidarme, y porque quiero protegerlo.

Remus lo miró, aun en cuclillas, sus ojos brillantes. Suspiró.

—De acuerdo, entonces... —dijo Lupin—. Tal vez quieras seleccionar otro recuerdo feliz. Quiero decir; para concentrarte. Ése no parece haber sido bastante poderoso...

Harry pensó intensamente y recordó que se había sentido muy contento cuando, el año anterior; Slytherin había ganado la Copa de las Casas.

Empuñó otra vez la varita mágica y volvió a su puesto en mitad del aula.

— ¿Preparado? —preguntó Lupin, cogiendo la tapa de la caja.

—Preparado —dijo Harry, su recuerdo de haber ganado ambas copas era un momento valioso y lleno de felicidad para él.

Remus asintió, levantando la tapa.

El aula volvió a enfriarse y a quedarse a oscuras. El dementor avanzó con su violenta respiración, abriendo una mano putrefacta en dirección a Harry.

— ¡Expecto patronum! —gritó Harry.

Una niebla blanca le oscureció el sentido. En torno a él se movieron unas formas grandes y borrosas... Luego oyó una voz nueva, de hombre, que gritaba aterrorizado:

¡Lily, coge a Harry y vete! ¡Es él! ¡Vete! ¡Busca a Sirius, él los cuidara! Yo lo detendré.

Lupin le abofeteaba las mejillas. Esta vez le costó un minuto comprender por qué estaba tendido en el suelo polvoriento del aula.

Se mantuvo quieto durante un minuto entero, con Remus preocupado hablándole y limpiándole las lágrimas. Busca a Sirius, había dicho su padre. Cerró los ojos.

Su padrino había sido el lugar más seguro para dejar a su esposa e hijo, y Harry no sabía cómo lidiar con eso. Cerró los ojos, para no quebrarse a llorar.

—Una vez más...

Remus se tensó, pero viendo a los ojos de Harry, supo que la terquedad hereditaria de los Potter no desaparecería jamás de la línea de sangre.

Eligió el momento en que se enteró de que era un mago y de que tenía que dejar la casa de los Dursley para ir a Hogwarts. Concentrado en los sentimientos que lo habían embargado al enterarse de que se iría de Privet Drive, Harry se levantó y se puso de nuevo frente a la caja de embalaje.

— ¿Preparado? —Dijo Remus, como si fuera a obrar en contra de su criterio—. ¿Te estás concentrando bien? De acuerdo. ¡Ya!

Levantó la tapa de la caja por tercera vez y el dementor volvió a salir de ella. El aula volvió a enfriarse y a oscurecerse.

— ¡EXPECTO PATRONUM! —gritó Harry.

Los gritos todavía estaban en su cabeza, como un eco que se acercaba y se alejaba sin ningún patrón, pero ante sus ojos una enorme sombra plateada salió con fuerza del extremo de su varita y se mantuvo entre él y el dementor; y aunque Harry sentía sus piernas como de mantequilla, seguía de pie, sin saber cuánto tiempo podría aguantar.

— ¡Riddíkulo!

Se oyó un fuerte crujido y el nebuloso patronus se desvaneció junto con el dementor. Harry se derrumbó en una silla, con las piernas temblando, como si acabara de correr varios kilómetros sin un descanso.

— ¡Estupendo! ¡Estupendo, Harry! Ha sido un buen principio.

Ofreció a Harry una tableta del mejor chocolate de Honeydukes.

—Cómetelo todo o la señora Pomfrey me matará. ¿El jueves que viene a la misma hora?

—Sí, Remus. —se rio suavemente, con el chocolate abultándole la mejilla derecha—. Seguro que Sirius no estará feliz tampoco...

—No, seguro que está preocupado, pero te apoya Harry.

El azabache sonrió y asintió. Pasó un rato más con él, ambos hablando de cosas triviales del día a día, hasta que Harry estuvo lo suficientemente bien como para irse.

Harry salió del aula, atravesó el corredor; aún estaba sintiéndose raro... nunca esperó poder conocer la voz de padre. No así.

 

...

 

Las clases empezaron, y contrariamente a lo que Draco esperaba, aun no había encontrado nada. Literalmente nadie, ningún autor, ningún fantasma, ninguna obra, hablaba de un alma atrapado en un objeto. Nada, pero absolutamente nada, le estaba dando las respuestas que necesitaba.

¿Existían más de esas cosas? ¿También saldría de ellas un fantasma estéticamente atractivo para atrapar a niñas enamoradas? ¿Por qué diablos Voldemort haría semejante estupidez?

Draco estaba estresado.

Iba bien en todas sus clases, aunque el gira tiempo colgando de su cuello lo trastornaba día a día. Primero porque era un artículo sumamente delicado y protegido, sin embargo el ministerio se lo cedió a dos niños de apenas trece años sin ningún tipo de sentido. Literalmente los odiaba.

Era uno de los pocos puntos que compartía con Lucius, el que la incompetencia y la credulidad del ministerio iba a llevar a la ruina al mundo mágico.

Sin embargo, había que ser sinceros, y sabía perfectamente que toda esa investigación lo estaba afectando. No recordaba la última vez que se sentó a comer porque sabía que debía hacerlo y no porque Harry lo llevaba de la mano al comedor. Tampoco dormía, o por lo menos no recordaba hacerlo durante mucho tiempo.

Seguía recostándose en la cama junto al cálido cuerpo del elegido, pero su cabeza seguía en funcionamiento y eso era mucho ruido como para poder tener una placentera noche de descanso. Harry literalmente flotaba a su alrededor como si se fuera a romper si una brisca de aire muy fuerte llegaba a él.

Y se preguntaba si se veía así de mal.

Solo habían sido dos semanas, y como ninguno de los otros chicos decía nada, asumió que solo era Harry siendo Harry.

Ravenclaw jugó contra Slytherin una semana después del comienzo del trimestre. Slytherin ganó, aunque por muy poco.

Slytherin tuvo un juego regular, pero absolutamente todo el equipo se movía con más lentitud de lo habitual. Marcus Flint, Adrian Pucey y Graham Montage estaban haciendo la mitad de lo que hacían habitualmente, mirando siempre hacia donde estaba Harry. Los golpeadores y guardianes se encargaron, más que nadie, de asegurarse el triunfo, pero como equipo en general, estaban preocupados por su pequeño buscador.

Al final, luego de atrapar la Snitch y sacar noventa puntos de diferencia, Slytherin suspiro de alivio.

Draco, siendo ese momento uno de los pocos en los que no tenía un libro en manos, se relajó también. Harry saludó a sus amigos, antes de descender y desaparecer en el pasillo hacia los cambiadores.

Theo codeó a Draco y este lo miró.

— ¿Hoy si comes con nosotros...?

— ¿Qué?

—Que si vienes hoy, como últimamente solo te encierras es tu habitación. Y comes solo porque te llevamos comida...

Draco frunció el ceño, mirando a sus amigos.

— ¿Yo...?

—Sí, usted, heredero Malfoy. Te la pasas escondido en tu habitación o en la biblioteca. Siempre con la nariz en algún libro, y ni Theodore es así. ¡Y es Theo!

Draco abrió la boca para refutar, pero a medio pensamiento se dio cuenta de que era verdad. Había pasado mucho desde que sentó a comer con sus amigos, o a horarios normales. Una punzada le golpeo el pecho.

—... supongo que ir con ustedes no va a matarme.

Pansy aplaudió, abrazándolo fuertemente. Blaise rodó los ojos y tanto Vincent como Greg se miraron entre ellos con las cejas crispadas.

Estaban preocupados, todos ellos. Antes de las vacaciones, Draco también leía pero ahora estar obsesionándose... y los títulos de los libros que habían visto, no eran particularmente de la magia que se les imparte en Hogwarts, era más la que sus padres solían manejar...

Temían que las cosas en la casa Malfoy estuvieran peor de lo que ellos lograban ver. El castillo de cristal estaba derrumbándose, ¿o solo estaban leyendo mal las señales?

Quizás pronto sus familias también serían así, pronto "él" podría regresar y ellos...

— ¡Estoy listo! —llamó Harry, desde las escaleras.

Todos los herederos de las honorables casas sangre puristas miraron hacia su compañero de casa, hacia su amigo.

¿Estaban listos para tener que elegir bandos...?

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