Go back in time: Third year.

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
Go back in time: Third year.
Summary
Una reescritura de "Harry Potter y el prisionero de Azkaban".*・。★⌒.。・*⌒☆*・,。★・*⌒☆*・。Draco comenzaba a meterse demasiado en terrenos desconocidos. Una cosa era tratar de sobrellevar años pasados con una mínima idea de lo que se podía esperar, pero otra es tratar de descubrir lo más oscuro y turbio de Lord Voldemort. Esta vez, no es a Harry a quien debe de cuidar.
All Chapters Forward

Chapter 3

Draco sentía su cuerpo arder, casi como si su piel se estuviese quemando.

 

Estaba de nuevo allí, en esa sala maldita, tratando de escalar los montículos de chatarra y artículos mágicos con años de abandono contados en cada una de sus grietas. Sus pies se resbalaban y sus manos apenas podían agarrarse de las piezas salidas para seguir subiendo. El fuego abrazador a sus espaldas, con sus amigos de infancia tras él, en las mismas circunstancias.

 

No fue hasta que miró hacia arriba que vio la esperanza. El rostro serio de Potter estaba acercándose cada vez más en su escoba. Recuerda vívidamente esto, porque no es un sueño. Tampoco una pesadilla.

 

Estiró su mano hacia el elegido, las lágrimas acumulándose en sus ojos, sabiendo que no saldría de allí, pero aun intentando salvarse. Vio la determinación en esos tórridos ojos verdes, sabiendo que ese chico lo daría todo por salvar a las personas a su alrededor.

 

Draco había sabido eso la primera vez, y ahora lo sabía aún mejor.

 

Sonrió con tristeza al niño que vivió, y dejo que su cuerpo fuera arrastrado por la misma fuerza de gravedad. Y mientras caía, lo escuchó.

¡DRACO!

 

Se despertó de golpe, su cuerpo sudoroso y lágrimas reales cayendo por sus mejillas. Se sentó, con dedos fríos y trémulos limpio sus lágrimas, ojos cerrados por la conmoción.

 

Una y otra vez, la voz de Harry Potter gritando su nombre, la misma voz que oyó al estar expuesto al dementor, la misma voz que había gritado en su contra al dejarle cicatrices en el pecho.

 

Tragó saliva, sintiendo su boca seca.

 

Era imposible.

 

No había forma de que ese grito sea real, porque ese Harry jamás lo había llamado por su nombre, y dudaba mucho que manejara tales sentimientos hacía él como para sonar realmente afligido. Tanta angustia y pesar en un grito.

 

Se levantó de la cama, siseando por el frio suelo contra las cálidas plantas de sus pies. Miró brevemente el cuerpo dormido de Harry, que apretujaba con fuerza una de sus almohadas y sonrió con cariño, antes de movilizarse al baño.

 

En medio de su aseo, el pensamiento del otro Harry Potter gritando por él lo atrapó.

 

¿Habrá sido real, o solo una ilusión inducido por el pánico y el miedo? Los recuerdos de su muerte eran difusos, a penas retazos sobre la situación. No sabía muy bien qué era real, y que no. Su subconsciente probablemente tenía más información que la parte consiente de su cerebro.

 

Suspiró, atándose la corbata y acomodándose los puños de la camisa, el movimiento en la otra cama llamó su atención. Harry y él se miraron unos segundos antes de acercarse como imanes, abrazándose fuertemente.

 

—No fue buena idea dormir en camas separadas. —murmuró el moreno, contra el cuello pálido, causándole cosquillas al rubio.

 

Draco dejó salir una risita, apretando más al chico entre sus brazos.

 

—No lo volvamos a hacer. —bromeó, y si Harry escuchó el temblor en su voz no dijo nada, limitándose a balancearlos en el lugar, buscando tranquilidad en los brazos del otro.

 

 

El  aula de Adivinación tenía el aspecto más extraño que habían visto en sus vidas. Era un hibrido entre un ático y un viejo salón de té. Al menos veinte mesas circulares, redondas y pequeñas, se apretujaban dentro del lugar, todas rodeadas de sillones tapizados con tela de colores y de cojines pequeños y redondos.

 

Incluso tenía una escotilla en vez de una puerta, y se entraba por el techo; de las cosas más bizarras y peligrosas en ese colegio, el ingreso a esa clase era una de ellas.

 

Ron y Hermione eligieron las mesas más alejadas de la chimenea, por lo que Harry y Draco los siguieron, congregándose los cuatro juntos en una mesa circular. Neville se les unió segundos más tarde, mientras la clase se iba congregando en el aula, entre murmullos.

 

— ¿Dónde está la profesora? —preguntó Ron.

 

Y como si la hubiesen invocado, de entre las sombras, una mujer sumamente delgada, con grandes gafas de aumento y un grueso chal de gasa con lentejuelas, salió hablando con voz suave y entrecortada.

 

—Bienvenidos —dijo—. Es un placer verlos, por fin, en el mundo físico.

 

A Harry le pareció que la profesora se veía como un insecto grande y  brillante. La profesora Trelawney se acercó a la chimenea, de su cuello largo y delgado colgaban innumerables collares de cuentas, y tenía las manos llenas de anillos y los brazos de pulseras.

 

—Siéntense, por favor, niños míos. —Dijo, y todos se movilizaron torpemente a los sillones o se hundieron en los cojines—. Bienvenidos a la clase de Adivinación. —Dijo Trelawney, que se había sentado en un sillón de orejas, delante del fuego—. Soy la profesora Trelawney. Seguramente es la primera vez que me ven. Noto que descender muy a menudo al bullicio del colegio principal nubla mi ojo interior.

 

Draco ya podía decir que la mujer era extravagante, y un poco alejada de la realidad.

 

—Así que deberás saber, que la Adivinación es la más difícil de todas las artes mágicas. Es bueno advertirles, mis niños, que si no poseen la Vista, no podré enseñarles prácticamente nada. Los libros tampoco ayudarán mucho en este terreno...

 

Draco sintió que Hermione la apretaba el brazo, por lo que la miró, una sonrisa que bordeaba la gracia y la pena al mismo tiempo en sus rosados labios. La niña se veía horrorizada de saber que los libros no serían de real utilidad. Ron miró con una sonrisa burlona a Hermione, y Harry solo suspiró, apoyándose contra el otro brazo de Draco, su cabeza acomodándose en su hombro y el rubio inmediatamente relajo su cuerpo, para no incomodarlo.

 

— Hay numerosos magos y brujas que, aun teniendo una gran habilidad en lo que se refiere a transformaciones, olores y desapariciones súbitas, son incapaces de penetrar en los velados misterios del futuro. —continuó la profesora Trelawney, recorriendo las caras nerviosas con sus ojos enormes y brillantes—. Es un don reservado a unos pocos. Dime, muchacho —dijo de repente a Neville, que casi se cayó del cojín—, ¿se encuentra bien tu abuela?

 

—Creo que sí —dijo Neville tembloroso.

 

—Yo en tu lugar no estaría tan seguro, querido. —dijo la profesora Trelawney. Neville tragó saliva. La profesora Trelawney prosiguió plácidamente—. Durante este curso estudiaremos los métodos básicos de adivinación. Dedicaremos el primer trimestre a la lectura de las hojas de té. El segundo nos ocuparemos en quiromancia. A propósito, querida mía —le soltó de pronto a Parvati Patil—, ten cuidado con cierto pelirrojo.

 

Parvati miró con un sobresalto a Ron, que estaba inmediatamente detrás de ella, y alejó de él su sillón.

 

—Durante el último trimestre, pasaremos a la bola de cristal si la interpretación de las llamas nos deja tiempo. Por desgracia, un desagradable brote de gripe interrumpirá las clases en febrero. Yo misma perderé la voz. Y en torno a Semana Santa, uno de vosotros nos abandonará para siempre

 

Draco arqueó ambas cejas, incrédulo por la facilidad con la que la mujer estaba dejando salir advertencias sobre calamidades o problemas.

 

—Querida — añadió dirigiéndose a Lavender Brown, que era quien estaba más cerca de ella y que se hundió contra el respaldo del sillón—, ¿me podrías pasar la tetera grande de plata?

 

Lavender dio un suspiro de alivio, se levantó, cogió una enorme tetera de la estantería y la puso sobre la mesa, ante la profesora Trelawney.

 

— Quiero que se pongan en parejas. Agarren una taza y vengan a mí para rellenarla.

 

De a poco, toda la clase se movilizó, lentamente acatando las órdenes de la profesora.

 

Harry y Draco intercambiaron sus tazas ni bien terminaron de secarlas.

 

—Bueno —dijo Draco, después de abrir los libros por las páginas 5 y 6—. ¿Qué ves?

 

—Una masa marrón y empapada —respondió Harry. El humo fuertemente perfumado de la habitación lo adormecía y atontaba.

 

Draco bufó, disimulando una sonrisa. El elegido sonrió en su dirección, descarado.

 

— ¡Abran la mente, queridos, y que sus ojos vean más allá de lo terrenal! —exclamó la profesora Trelawney sumida en la penumbra.

 

Harry intentó de nuevo, esforzándose esta vez.

 

—Bueno, hay nubes... —dijo consultando el “Disipar las nieblas del futuro”—. Eso significa que tendrás problemas graves. —Harry frunció el ceño, estirando su mano libre para enredar sus dedos con el rubio —También hay serpientes, eso significa un mal presagio... —el elegido le lanzó una mirada preocupada, pero el rubio asintió—. Y, por último, hay una… una daga. Eso significa, espera… Ayuda de amigos. Así que vas a tener problemas, pero te vamos a ayudar.

 

Draco sonrió, apretando los dedos de Harry y este lo miró con ojos felices.

 

Sí, todo estaría bien.

 

—Ahora me toca a mí... —el rubio miró con detenimiento la taza de Harry, sintiendo algo cosquillear en su pecho—. Oro inesperado, como caído del cielo. —Volvió a girar la taza—. Un halcón, un enemigo mortal. —Ambos rodaron los ojos a la vez—. Hay una calavera, lo que significa peligro en tu camino y…

 

—Querido mío —abrió completamente sus grandes ojos, al asomarse por encima del hombro del rubio a ver—, tienes al Grim.

 

— ¿El qué? —preguntó Harry.

 

Draco la miró, ojos bien abiertos y su rostro palideció.

 

Estaba claro que había otros que tampoco comprendían; Dean Thomas lo miró encogiéndose de hombros, y Lavender Brown estaba anonadada, pero casi todos se llevaron la mano a la boca, horrorizados.

 

— ¡El Grim, querido, el Grim! —exclamó la profesora Trelawney, que parecía extrañada de que Harry no hubiera comprendido—. ¡El perro gigante y espectral que ronda por los cementerios! Mi querido chico, se trata de un augurio, el peor de los augurios... el augurio de la muerte.

 

La cabeza de Draco pesaba ahora, y sus ojos fallaban en focalizarse realmente en algo, Harry lo miró preocupado al ver como su cabeza se balanceaba, sin embargo cuando la profesora Trelawney y coloco su huesuda mano en el hombro de Draco, los ojos plateados del rubio se desenfocaron y brillaron en blanco, la profesora congelada a sus espaldas mientras todo a su alrededor temblaba.

 

El lobo y el perro le darán cacería a la rata, la serpiente tratara de comerse a la comadreja y al caer el atardecer el mal que reside en tu cuerpo será purificado por quien más confías.

 

Todo movimiento a su alrededor paro abruptamente y varios objetos explotaron antes de que Draco inhalara por aire, tosiendo y jadeando de dolor. La profesora trastabilló hacia atrás, cayéndose sobre hojas de un libro de texto que había cedido ante la presión mágica.

 

—Creo que hemos concluido por hoy. —dijo la profesora Trelawney con su voz más leve—. Sí... por favor; recojan sus cosas...

 

Silenciosamente, los alumnos entregaron las tazas de té a la profesora Trelawney, recogieron los libros y cerraron las mochilas.

 

Harry ayudó a estabilizar a Draco mientras bajaban por el inclinado techo. Ambos estaban en silencio, e incluso Ron o Hermione no sabían que hacer.

 

Se quedaron parados en silencio allí, mirándose unos a otros, sin saber cómo vocalizar lo que había pasado, sin embargo, Draco sabía que debían moverse, puesto que tenía muchas otras cosas que hacer.

 

—Hay que ir a clases, Harry.

 

 

Pasó la clase Historia de la magia para las serpientes y Transformaciones para los leones antes de que volvieran a reunirse.

 

—Hermione dice que la adivinación era una porquería. —acusó Ron, parándose al lado de Draco.

 

La niña se tensó y Harry arqueo ambas cejas: — ¿Solo porque no tienes el talento para hacerlo bien ya es malo en su totalidad? —preguntó, sin estar realmente de buen humor como para aguantar las disputas diarias.

 

Hermione lucio como la acabaran de empapar con agua fría.

 

Antes de que Draco pudiese decir algo, Hagrid llegaba junto a otros alumnos vestidos de escarlata.

 

— ¡Todos, a la cerca! —gritó—. Asegúrense de tener una buena visión. Lo primero es abrir los libros...

 

— ¿De qué modo? —dijo la voz fría de Daphne, mirando a su libro como si quisiera quemarlo hasta las cenizas.

 

Harry miró a Draco, quien sacó también su ejemplar.

 

— ¿Qué? —dijo Hagrid.

 

— ¿De qué modo abrimos los libros? —repitió, esta vez Theo, sacando su propio ejemplar. Rápidamente muchos los imitaron, mirando el libro con ojos confundidos o asqueados, dependiendo la casa.

 

Unos, como Harry, habían atado el libro con un cinturón; otros lo habían metido muy al fondo en la mochila o lo habían sujetado con pinzas.

 

— ¿Nadie ha sido capaz de abrir el libro? —preguntó Hagrid decepcionado. Draco levantó la mano, llamando la atención. —Adelante, señor Malfoy.

 

El rubio le quito el cello mágico y antes de que el libro pudiera morderlo, acaricio suavemente el lomo, el libro se estremeció, se abrió y quedó tranquilo en su mano.

 

—Bien, pues ya tienen los libros y ahora iré a por las criaturas maravillosas que estudiaremos hoy. Esperen aquí un momento...

 

Se alejó de ellos, penetró en el bosque y se perdió de vista. Ni siquiera pasaron cinco minutos cuando trotando en dirección a ellos se acercaba una docena de criaturas. Tenían el cuerpo, las patas traseras y la cola de caballo, pero las patas delanteras, las alas y la cabeza de águila gigante. El pico era del color del acero y los ojos de un naranja brillante. Cada bestia llevaba un collar de cuero grueso alrededor del cuello, atado a una larga cadena. Hagrid sostenía en sus grandes manos el extremo de todas las cadenas. Se acercaba corriendo por el prado, detrás de las criaturas.

 

— ¡Para atrás! —les gritó a sus alumnos, sacudiendo las cadenas y forzando a las bestias a ir hacia la cerca, donde estaban ellos. Todos se echaron un poco hacia atrás cuando Hagrid llegó donde estaban ellos y ató los animales a la cerca. — ¡Hipogrifos! —Gritó Hagrid alegremente, haciendo a sus alumnos una señal con la mano—. ¿No son hermosos?

 

Harry pudo comprender que Hagrid los llamara hermosos. Todos tenían colores diferentes: gris fuerte, bronce, ruano rosáceo, castaño brillante y negro tinta.

 

—Vengan —dijo Hagrid frotándose las manos y sonriéndoles—, acérquense un poco...

 

De a poco Harry y Draco dieron unos pocos pasos más cerca, por ende el resto de las serpientes se movilizó tras ellos.

 

—Lo primero que tienen que saber de los hipogrifos es que son orgullosos. —dijo Hagrid y Harry codeo suavemente el costado de Draco, quien sonrió divertido ante la insinuación del elegido—. Se molestan con mucha facilidad. Nunca los ofendan, porque podría ser lo último que hagan.

 

Obtuvieron una corta descripción de lo que tenían que hacer, y mientras que Hermione lo anotaba rápidamente, los demás veían con cautela a las criaturas y luego entre ellos, Ron murmuró un suave: “¿Quién sería el voluntario a morir primero para que los demás nos salvemos?”

 

— ¿Nadie? —preguntó Hagrid con voz suplicante.

 

—Yo —se ofreció Harry. Detrás de él se oyó un jadeo, Pansy y Lily susurraron: “¡No, Harry, acuérdate de las hojas de té!”

 

Harry no hizo caso y saltó la cerca. Estaba empezando a pensar que no fue la mejor idea contarle a sus compañeros de casa sobre la catastrófica primera clase.

 

— ¡Buen chico, Harry! —Gritó Hagrid—. Veamos cómo te llevas con Buckbeak.

 

Draco pensó, casi sardónicamente, que el profesor estaba tratando a Harry como a un perro.

 

Muchos vieron con la respiración atascada al chico moverse de acuerdo a las indicaciones del semigigante, pero el corazón más de uno casi sale de su pecho cuando el hipogrifo dobló las arrugadas rodillas delanteras y se inclinó profundamente.

 

— ¡Bien hecho, Harry! —dijo Hagrid, eufórico—. ¡Bien, puedes tocarlo! Dale unas palmadas en el pico, vamos.

 

Harry hubiese preferido como premio poder irse pero se acercó al hipogrifo lentamente y alargó el brazo. Le dio unas palmadas en el pico y el hipogrifo cerró los ojos para dar a entender que le gustaba. La clase rompió en aplausos. Draco dejó de apretar sus manos en su uniforme y sonrió con más calma ahora.

 

—Bien, Harry —dijo Hagrid—. ¡Creo que el hipogrifo dejaría que lo montaras!

 

Aquello era más de lo que Harry había esperado. Estaba acostumbrado a la escoba; pero no estaba seguro de que un hipogrifo se le pareciera.

 

—Súbete ahí, detrás del nacimiento del ala —dijo Hagrid—. Y procura no arrancarle ninguna pluma, porque no le gustaría...

 

Harry puso el pie sobre el ala de Buckbeak y se subió en el lomo. Buckbeak se levantó. Harry no sabía dónde debía agarrarse: delante de él todo estaba cubierto de plumas.

 

— ¡Vamos! —gritó Hagrid, dándole una palmada al hipogrifo.

 

A cada lado de Harry, sin previo aviso, se abrieron unas alas de más de tres metros de longitud. Apenas le dio tiempo a agarrarse del cuello del hipogrifo antes de remontar el vuelo. No tenía ningún parecido con una escoba y Harry tuvo muy claro cuál prefería.

 

Draco, Hermione y Ron lo vieron desaparecer entre las esponjosas nubes, murmurando entre ellos, apreciativos, lo genial que se veía desde abajo todo. Draco suponía que al chico no le había hecho mucha gracia el no disponer tiempo de agarrarse, pero seguro que disfrutó lo demás.

 

Su sonrisa deslumbrante al bajar del hipogrifo se lo confirmó y dejó salir una risita.

 

— ¡Muy bien, Harry! —gritó Hagrid, mientras lo vitoreaban—. ¡Bueno!, ¿quién más quiere probar?

 

Envalentonados por el éxito de Harry, los demás saltaron al prado con cautela. Hagrid desató uno por uno los hipogrifos y, al cabo de poco rato, los alumnos hacían timoratas reverencias por todo el prado.

 

Neville retrocedió corriendo en varias ocasiones porque su hipogrifo no parecía querer doblar las rodillas. Ron y Hermione practicaban con el de color castaño, mientras Harry y Draco los observaban.

 

— ¿No lo intentaras? —indagó Harry, mirando al rubio, quien negó suavemente—. ¿Alguna razón?

 

—No son mi fuerte, las criaturas mágicas, quiero decir.

 

— ¿Y por eso esta es una clase de porquería? —preguntó Ron, mirándolo con una sonrisa.

 

Hermione se alejó lentamente el hipogrifo con el que estaba trabajando, y Hagrid lo atrapo rápidamente.

 

—Madura, Ronald. Realmente no puedes soltar una cosa ¿no es así? —Riñó, cruzando sus brazos—. Es un desperdicio de tiempo, ¿ojo interior? ¿Vibras hacia el futuro? Es ridículo, y son solo conjeturas sin sentido. Nada que no se pueda explicar con un libro debería considerarse como una materia en un colegio.

 

—Si no te interesa la clase, no vayas. Nadie te está obligando a estresarte con esto. —dijo Draco, seseando levemente mientras frotaba sus sienes, tratando de apaciguar el dolor. Estaba tratando de dar una salida lógica a la niña porque discutir al respecto le parecía estúpido, no es como si ella fuera a escucharlos después de todo.

 

Sin embargo se estremeció y trastabilló hacia atrás cuando lo empujaron. Una furibunda castaña lo estaba apuntando con un dedo, probablemente con una perorata en la punta de la lengua, pero todo se detuvo con un alarido no humano y para cuando Draco giro a ver, unas garras se dirigían hacia él, por lo que solo pudo cubrirse con sus antebrazos.

 

Y, maldición, eso aun dolía como una mierda.

 

Gritó de dolor, retorciéndose lejos cuando Hagrid logró apartarlo de sí mismo. Harry estaba allí para ayudarlo a levantarse. La sangre salía a borbotones, mancando las camisas blancas y el interior de sus túnicas con sangre.

 

—No te estás muriendo. No, ¿verdad? —le dijo Hagrid, que se había puesto muy pálido—. Llévenlo a la enfermería, debo encargarme de los hipogrifos…

 

El viaje a la enfermería fue, cuando menos, una histeria. Harry sentía que su corazón le latía en la garganta y sus oídos estaban tapados mientras los gritos y murmullos de preocupación de sus amigos lo sobrecargaban a cada paso un poco más.

 

Draco mantenía los dientes apretados, tratando de soportar lo mejor posible el dolor lacerante en su brazo derecho, mientras que apretaba el mismo para evitar que la sangre siga saliendo.

 

Pomfrey casi se desmaya l presenciar semejante desastre. Hagrid llego unos minutos después de ellos, probablemente sudando frio por todo el incidente.

 

Para ese momento ya había sido curado y solo esperaban que la poción por la pérdida de sangre hiciera efecto.

 

—Debemos informarles a tus padres, joven Malfoy. —el chico asintió, resignado. Era el protocolo del colegio, pero aun así era innecesario ahora mismo. Probablemente algo infructífero, además de que solo causaría problemas.

 

Harry estaba abrazándolo por la cintura, aún demasiado asustado como para soltarlo, y Draco no era quien para quejarse, siendo que el mismo aún estaba asustado y necesitaba el sostén de su amigo. El mareo tampoco ayudaba a sostenerse solo.

 

—P-pero… si ya no está herido. No hace falta, ¡No fue tan grave! —exclamó, nervioso, el semigigante.

 

Harry se tensó, y Draco escondió su rostro en el cuello del moreno, sabiendo lo que se venía encima de Hagrid.

 

— ¿No tan grave? —escupió, incrédulo, con una sonrisa tensa—. Le rompió el brazo, le desgarro los músculos y por poco no se lo arranca, la misma enfermera lo dijo, y tú dices que no fue tan grave,

 

— ¿qué clase de profesor eligieron para cuidar de sus alumnos? —se mofó, con una risa histérica, Daphne. Las lágrimas aún se secaban en sus mejillas, pero no por ello su mirada era menos hostil—. ¡Eligieron a uno al que le interesa más su cargo y sus estúpidas criaturas antes que la salud de sus alumnos!

 

—Deberían despedirte, por incompetente. —siseo Pansy, igual de feroz que Daphne.

 

—Basta. —ordenó con firmeza el rubio, aun desde su escondite en el cuello de Harry. El mencionado, repartía caricias calmantes en la cintura y espalda del heredero Malfoy—. Es suficiente. Por favor salgan todos afuera, dejen que Harry y yo nos encarguemos ahora.

 

Theodore, Blaise, Greg y Vincent se miraron y asintieron, antes de ayudar a las chicas a movilizarse hacia el pasillo. Ron y Hermione salieron silenciosamente.

 

—Enfermera Pomfrey, yo sé que hay que avisarle a algún adulto de mi familia sobre lo acontecido hoy… —comenzó el rubio, sentándose lo más erguido posible. La neblina por la pérdida de sangre había desaparecido casi por completo—. Pero. ¿Podría elegir yo a quien hablarle?

 

La mujer lo miro curiosa.

 

 

 

Después de que Draco se tomara una taza de chocolate, ambos pudieron retirarse para llegar a su última clase del día. Sus compañeros de casa ya se habían ido para entonces, por suerte.

 

—Por merlín que este día está siendo eterno. —se quejó el rubio, sus dedos entrelazados con Harry, quien asintió.

 

—Primero tu extraño episodio de videncia, que, enserio, necesitamos investigar qué mierda significa tu profecía.

 

El rubio tarareo—. Más tarde, Harry. Ahora tenemos nuestra primera clase de DCAO y estoy entusiasmado.

 

—Al fin un profesor decente. —se burló Harry.

 

—Más que decente. Los libros que nos envió en segundo para aprender defensa real fue más que brillante.

 

Llegaron para la mitad de la clase, en cuanto una Hufflepuff lanzaba un hechizo y la cosa al frente de la clase se transformaba en algo que, resulta, hizo reír a los alumnos.

 

Lupin dejo a los primeros niños trabajar, acercándose a los recién llegados.

 

—Harry, Draco, ¿Esta todo bien? Sus compañeros me comentaron la situación. —murmuró, luciendo preocupado.

 

Ambos niños asintieron miraron hacia el frente del aula, y Remus ya sabía lo que venía al explicarles lo que harían todos y cada uno de los alumnos.

 

Ambos se acomodaron en la larga fila y bromearon entre ellos sobre lo que podrían ver allí delante, pero las risas fueron disminuyendo a medida que llegaban al frente, y para cuando Draco estaba parado frente al armario, sentía los nervios carcomerlo desde la boca de su estómago.

 

Asintió hacia Lupin, quien abrió el armario de par en par y pronto algo se arrastró fuera.

 

Rápidamente tomo la forma de un hombre alto, rubio y de ojos gélidos, vestido de negro y con un bastón. Su padre.

 

Sin embargo, la figura no uro mucho, deformándose a una figura un poco más delgada, encapuchada y de tez gris, los ojos rojos lo miraron casi como si supiera cada uno de sus secretos y la mano huesuda de Voldemort se estiró hacia él antes de que gritara horrorosamente y volviese a mutar. Esta vez, su corazón se detuvo, viendo como las llamas que consumían al-que-no-debe-ser-nombrado se alzaba y se convertía en un ave enorme.

 

En su oído pudo escuchar a Vincent gritar << ¡Friendfyre!>>

 

La cosa se lanzó hacia adelante, tratando de atraparlo, y Draco por su cuenta exclamo su propio grito.

 

¡Riddíkulo!

 

En un giro raro el fuego se consumió y alguien, que identifico como Pettigrew, corrió dentro del armario.

 

La sala se quedó en silencio, e incluso Remus y Harry no sabrían que decir en esa situación.

 

Draco se hizo a un lado lentamente, sus ojos se conectaron con Harry y cabeceo, deseándole suerte.

Forward
Sign in to leave a review.