
Chapter 2
Capítulo dos:
“El Dementor”
Harry miró el papel de su diario con ojos entornados. Estaba buscando las palabras para comentarle lo sucedido a Draco. Realmente estaba costándole, y ni siquiera era por el tema de sus familiares, no. Sabía que podía abrirse con Draco al respecto, probablemente más de lo que lo haría con cualquier otra persona, había cierta conexión entre ambos que Harry no sentía con nadie más.
Y ya ni siquiera trataba de si eran mejores amigos o no; Draco solo era alguien a quien podía hablarle de todo. Simplemente sabía que tendría su hombro, y el rubio no iba a juzgarlo por lo que sintiera, solo escucharía con atención, mirándolo a los ojos y con una suave sonrisas. Manos suaves sosteniéndolo y palabras cálidas acogiendo su pesar y disolviéndolo para él.
Draco era su pequeño lugar seguro, y si, sabía que no era exactamente un lugar, pero no necesitaba un espacio físico fijo, Harry estaba seguro en donde sea que Draco estuviese.
“Okay, estoy un poco nervioso ahora mismo. En pocas horas paso demasiado, y necesito decírtelo todo a ti antes que a cualquier otra persona.
Entonces, Dumbledore llegó a mi casa antier, como ya te había dicho, y como anticipamos, mi estadía con los muggles fue catastrófica. Horrible. Y muchos adjetivos más, pero nada nuevo
hasta ese punto, ¿verdad?
Marge insultó a mis padres. Se metió con ellos, y juro que fue un accidente, pero comenzó a inflarse como un globo, tan llena de sí misma como siempre la vi. Fue aterrador, por un segundo pensé que realmente tendría que ver sus entrañas esparcidas por todo el comedor.
Me enfrente a mi tío, lo amenace con mi varita, le puse fin a sus maltratos, por fin siento que deje de tenerle miedo y… es ¿liberador? No lo sé, solo siento un peso caer fuera de mi sistema, como si ya no importara y las cadenas estuviesen rotas.
Es raro, lo sé, pero se siente como cumplir una sentencia en prisión y por fin salir a ver la luz del día.
Conocí el autobús noctambulo, me trajo a casa. El ministerio se enteró al instante, hasta pudieron avisarle a Sirius. ¿Eso es normal? La verdad necesitas darme más clases sobre sangrepuras y el funcionamiento del mundo mágico. No puedo entender porque el colegio no tiene algo así para los nacidos de muggles o los que crecimos con ellos, facilitaría tanto las cosas.
Hoy en el desayuno me entere de los mortífagos, ¿Cómo mi padrino estuvo años encerrado por algo que no hizo, pero gente realmente cruel sale con tanta facilidad? Es ridículo.
Peor aún, Remus me comento sobre los dementores, ¿Es que acaso no piensan? ¿Alguien no se plantea el hecho de la nula conciencia de esos seres? ¿Cómo están seguros de que no atacaran a nadie más mientras “buscan” a estos criminales?
Ilógico.”
Harry vio como las palabras brillaban unos segundos luego de que realmente dejo de escribir, comenzaban a estar algo perladas, casi desapareciendo antes de definirse nuevamente. Fue casi instantánea la respuesta del rubio.
“Wow.”
El niño que vivió resopló, una sonrisa decorando sus labios.
— ¿Solo eso va a decir?
“Mucho para procesar. Deja que termine de leer, Potter. No seas impaciente.”
Harry se rió esta vez, cálido por todos lados, sabiendo que Draco lo conoce lo suficiente para saber lo que está pensando incluso sin estar cerca, sin verlo u oírlo.
“Ojalá hubiese explotado, se lo merecía. Ella, Petunia, Vernon y Dudley. Y sí, no los conozco, pero nadie que trate así a un niño pequeño puede ser una buena persona.
De tu tío: el sentimiento es normal, porque te liberaste de verdad Harry. Ese hombre te torturó durante años, te humilló y quiso hacerte creer que tus padres eran de la peor de las calañas, cuando jamás fue así.
No sé si Sirius o el señor Remus hablaron mucho del tema, pero mi padrino me contó sobre ellos estando en Hogwarts, en su desempeño académico. Y no todo eran flores y colores, muy bien sabemos que tu papá era un caso serio, pero eran muy buenos estudiantes, tenían un gran futuro por delante, según los profesores, e incluso lo llevaron a cabo ni bien salieron de la escuela.
Eran personas brillantes, así como tú lo eres.
Me alegro de que hayas puesto final a esa horrible historia, eres muy valiente y estoy orgulloso de ti."
Harry sintió un nudo tensarse en su pecho a medida que leía las palabras de Draco. La elegante y curva letra le transmitía tanta tranquilidad y aceptación como la misma voz del rubio.
"Sobre lo del ministerio;
Sí, son de trabajar rápido, pero no así rápido. Es extraño que Sirius ya estuviese esperándote, es como si alguien hubiese estado vigilándote, alguien lo suficientemente "normal" para que nadie sospechara nada.
Como si Dumbledore hubiese dejado personas en las cercanías desde que te dejo con tus tíos..."
—Lo que significaría que él supo todo este tiempo. —murmuró en voz alta, Harry, mirando fijamente las páginas frente a él.
"Creo que estoy sobre pensando las cosas, o no lo sé. Ese viejo loco no me da buena espina, y como dicen por ahí "piensa mal y acertarás".
Y sí, Harry, sé que es un dicho muggle. No me molestes.
El ministerio sirve cuando quiere servir. Adentro es un tema de poder y quien se cree más. Lo sé, vivo con un trabajador de alto rango.
Sirius y yo hemos estado hablando sobre lo que haríamos con el Wizengamot desde que salió de Azkaban, y está clase de "errores" solo facilitan el camino. ¿Este va a ser un año extraño? Por supuesto, pero le sacaremos provecho.
El ministro ya cometió demasiados errores, solo estamos esperando para poder sacar todo a la luz. Y me detendré allí, porque no tienes permitido meterte en esto; y en teoría no sabes nada, ¿entendido?
Por el lado de los estudios, será un placer ayudarte, e incluso puedes buscar más libros en la casa de tu padrino, por algo es un Black, la biblioteca debe estar llena de material de tradiciones y reglas sangrepuristas.
Hogwarts es un colegio decadente en base a estándares, pero ningún colegio mágico enseña lo que en antaño. Estamos condicionados, por lo menos los que nacimos y crecimos en el mundo mágico, a acoplarnos a las reglas implementadas para los nacidos de muggles.
Inclusive tenemos una clase de "historia muggle", pero ninguna sobre los hechos y costumbres del mundo mágico.
Tenemos que aprender todo por nuestra cuenta. Deprimente."
Harry sonrió sin notarlo, imaginándose a Draco hacer muecas desdeñosa al hablar de las carencias de todos los estudiantes en Hogwarts. En ese segundo volvió a darse cuenta de cuánto lo extrañaba, y como odiaba no poder verlo en vacaciones.
Porque había visto incluso a Neville, a los Weasley y a Hermione. Habían salido a pasear, tenido pijamadas y se estaban divirtiendo entre ellos, pero aun así no se sentía del todo bien.
Faltaba Draco.
Cuando Ron decía algo que solo Draco podría entender y miraba a un costado, esperando una respuesta, Harry sabía que lo extrañaba. Cuando Hermione se enfrascaba mucho en una página de un libro, mirándolo durante demasiado tiempo, sabía que levantaría la vista como para preguntar pero la persona que necesitaba no estaba y volvía a mirar el libro con frustración.
Incluso Neville parecía buscarlo de vez en cuando, mirando hacia un costado de Harry, pero solo había un lugar vacío.
Harry era el que más resentía su ausencia. Estaba demasiado acostumbrado a tenerlo a su lado, a estirar una mano y enredar la con los más delgados y pálidos. A sentarse a su lado en silencio a leer y terminar durmiéndose en su hombro.
Extrañaba tenerlo abrazado a él cuando tenía una pesadilla.
Ansiaba mucho volver a Hogwarts para tenerlo con él, de nuevo, donde siente que todas las piezas están en su lugar y todo está bien… inclusive cuando hay peligro o problemas, siempre se siente como si todo estuviera bien con Draco a su lado.
Además de que le enfermaba la idea de Lucius Malfoy cerca de Draco.
— ¡Harry!—gritó la voz de Remus, abriendo la puerta con ojos preocupados. El adolescente se asustó, cerrando el diario de golpe.
—Dios —jadeó—, casi me da un infarto, ¿qué demonios…?
—No era mi intención, cachorro, pero no me respondías. Estoy llamándote hace varios minutos, Sirius y yo vamos a salir y tú padrino quiere que vayas con él.
—Oh —fue lo primero que salió de sus labios, levantándose—, claro, sí. Lo siento, estaba muy entretenido pensando.
—Sí, veo. —Tarareo el hombre, acercándose para agarrar el cuaderno, con las yemas de sus dedos acarició las flores del lomo—. Interesante flor tienes aquí, Harry.
— ¿La flor?—pregunto, confundido—. Es solo un lirio, Rems.
—Mhm, el lirio amarillo tiene un buen significado, Harry. —aseguró él, con una sonrisa suave—. El lirio era utilizado como símbolo de poder y honor. Su color representa la felicidad, el optimismo y la lealtad entre amigos.
—Daphne me lo regaló. —fue lo único que pudo decir, sorprendido.
—Te dio a entender que te será leal, Harry. Y eso es muy importante para los Slytherins, no le dan esa confianza a cualquiera. —interrumpió Sirius, mirándolo con una sonrisa.
El joven asintió lentamente, tomando el cuaderno entre sus manos, una sonrisa dibujándose en sus labios. Sí, la lealtad y los amigos eran lo más importante para los Slytherins.
— ¿Y qué significa la damasquina?
— ¿Lo preguntas por Draco? —preguntó su padrino mientras salía de la habitación. Harry abrió en grande los ojos, siguiéndolo.
Luego le respondería a Draco.
— ¡¿Cómo sabes?!—exclamó, caminando a su lado.
—Es su flor de nacimiento. —explicó, sonriente—. La tuya es la ahuyama, por cierto.
— ¿Es también parte de la crianza sangrepurista el conocimiento de flores? —preguntó Harry, confundido.
—No. Pero a tu madre le encantaba la botánica, y James nos torturó años con libros y libros de flores; por eso sé sus significados y curiosidades.
—Wow… —murmuró Harry, sintiéndose cálido por la nueva información—, ¿conquistó a mamá con flores?
—Le dio doce flores antes de pedirle una cita. —comenzó Remus, cubriéndose los ojos con una mano; el sol estaba muy brillante—. Cada una con significados más románticos, empezando por lo más dulce hasta declararle su amor.
—Tu madre le correspondió. Y desde entonces James mantenía el jarrón de la sala con un tipo de flor diferente cada semana. Fue un cortejo constante.
—Papá la amaba de verdad, ¿no?
—Él lo hacía. Desde el primer momento hasta el último, James amó con toda su alma a Lily.
—Ella tardó un poco más, pero su amor por él era igual de fuerte.
Harry sonrió, feliz. Cada pequeño detalle sobre sus padres era valioso para él.
—Volviendo a Draco —habló Sirius, encendiendo su moto, ya sentado arriba de ella. El motor rugió bajo sus piernas—, representa lo sagrado, la fiesta, la vida y la alegría. Paralelamente, la damasquina es conocida como la flor de los muertos.
…
Salía vapor del tren. Éste había comenzado a moverse. Harry estaba esperando a Draco, que caminaba lentamente hacia ellos, a su lado estaba Pansy, colgada de su brazo. Hermione tenía en brazos a su nueva gata Crookshanks y Ron hablaba en voz baja con Ginny.
—Tengo que contarles algo. —dijo en cuanto el tren cogió velocidad.
—Vete, Ginny —ordenó Ron, al parecer dando por finalizada la discusión.
— ¡Qué agradable eres! —respondió Ginny entre dientes, mirando a Harry y luego sus ojos se desviaron al rubio, quien estaba mirándola a ella. Se marchó, ofendida, cuando ninguno trató de reñir a Ron.
Harry, Draco, Ron y Hermione fueron por el pasillo en busca de un compartimento vacío, pero todos estaban llenos salvo uno que se encontraba justo al final. En éste sólo había un ocupante: un hombre que estaba sentado al lado de la ventana y profundamente dormido.
Draco, de entre todos ellos, arqueo ambas cejas, mirando de reojo a Harry. Parecía querer decirle algo, pero se detuvo.
—El expreso de Hogwarts está reservado solo para estudiantes. —Murmuró Ron, frunciendo el ceño—. Y nunca habíamos visto a un adulto aquí.
El extraño llevaba una túnica de mago muy raída y remendada. Parecía enfermo y exhausto. Aunque joven, su pelo castaño claro estaba veteado de gris. Harry lo encontró familiar.
— ¿Quién será? —susurró Ron en el momento en que se sentaban y cerraban la puerta, eligiendo los asientos más alejados de la ventana.
—Es el profesor R. J. Lupin —susurró Hermione de inmediato.
— ¿Qué?—jadeó Harry.
—Lo pone en su maleta. —Respondió Draco, señalando el portaequipajes que había encima del hombre dormido—. Asumo que no lo sabías.
—No. —Gruñó, aun controlando el volumen de su voz—. Nunca me dijeron sobre esto.
—Me pregunto qué enseñará —dijo Ron
—Está claro —susurró Hermione—. Sólo hay una vacante: Defensa Contra las Artes Oscuras.
—Bueno, espero que no sea como los anteriores —dijo Ron, no muy convencido—. No parece capaz de sobrevivir a un maleficio hecho como Dios manda.
—No conoces a Remus. —espetó Harry.
—No opines antes de tener una clase suya, Ron. —zanjó el tema Draco, tomando la mano de Harry. El elegido se relajó, dando una mirada suave hacia el rubio.
—Bueno, ¿qué nos ibas a contar?
Harry explicó la conversación entre él y sus padrinos, también les comentó sobre la advertencia que le dio el señor Weasley antes de partir. Cuando terminó, Ron parecía atónito y Hermione se tapaba la boca con las manos. Draco yacía en silencio a su lado, mirando su perfil.
— ¿Magos oscuros quizás estén detrás de ti? ¡Ay, Harry, tendrás que tener muchísimo cuidado! No vayas en busca de problemas...
—Yo no busco problemas —respondió Harry, molesto—. Los problemas normalmente me encuentran a mí.
—Claro. —dijo el rubio, arqueando sus cejas hacia el chico a su lado, que le hizo puchero y Draco se rió—. Pero, realmente hay que tener cuidado. Sobre todo con las medidas que decidieron utilizar los cabecillas del ministerio.
Harry y Draco se miraron asintiendo, mientras que Ron se estremecía y miraba hacia la ventana. Hermione frunció el ceño. Al rubio algo le decía que venían tiempos aún más difíciles, algo aparte de sus memorias, claramente.
Era esa pequeña vocecita en su cabeza que le recordaba ardidamente que necesitaban una ventaja, algo que en su anterior vida no tenían, ¿pero qué era eso? ¿Qué clase de información se estaba saltando?
Su prioridad era Harry, eso lo tenía claro; el niño necesitaba sobrevivir, sin importar las otras bajas posibles, y el rubio realmente necesitaba un plan contra Voldemort, pero con lo poco que sabía realmente sobre todo se le estaba complicando.
Tenía un año más para que el lunático se alzara nuevamente, pero el dilema de todo esto, desde primer año, es ¿cómo demonios sigue apareciendo? ¿No estaba muerto? ¿Y si no lo está?
Si no lo está, ¿por qué no apareció antes? ¿Por qué se presenta de formas tan extrañas y débiles?
El tren se sacudió suavemente, el paisaje afuera de la ventana comenzó a ralentizarse; Harry, que era el que estaba más cerca de la puerta, se levantó para mirar por el pasillo. Por todo el vagón se asomaban cabezas curiosas.
— ¿Qué sucede? —dijo Ron, aun sin moverse de su lugar.
La luz de todo el tren se apagó súbitamente.
Harry volvió a tientas a su asiento.
— ¿Habremos tenido una avería?
—No lo creo. —murmuró Draco, nerviosamente tomo la mano del elegido, quien frunció el ceño.
Se oyó el sonido que produce la mano frotando un cristal mojado, y Harry vio la silueta negra y borrosa de Ron, que limpiaba el cristal y miraba fuera.
—Algo pasa ahí fuera —dijo Ron—. Creo que está subiendo gente...
La puerta del compartimento se abrió de repente y alguien cayó sobre las piernas de Harry, haciéndole daño.
EL barullo dentro de su cabina comenzó de repente, luego de que Neville y Ginny irrumpieran. Draco se apegó más a Harry, quien lo abrazo inmediatamente, su cálida mano enredándose en la pequeña cintura el heredero Malfoy.
— ¡Silencio! —dijo de repente una voz ronca. En la escasa iluminación, Draco vio al profesor Lupin poniéndose de pie.
Se oyó un chisporroteo y una luz parpadeante iluminó el compartimento. El profesor Lupin parecía tener en la mano un puñado de llamas que le iluminaban la cansada cara gris. Pero sus ojos se mostraban cautelosos.
—No se muevan. —dijo con la misma voz ronca, su varita parecía tener chispas en la punta. Lastimosamente, mientras trataba de llegar a la puerta, esta se abrió sola.
En el umbral, una figura tétrica se encontraba suspendida en el aire, una andrajosa capa lo cubría. Era muy alto, rozando el techo y su cara estaba completamente oculta gracias a la capucha. Harry vio hacia abajo, y se le contrajo el estómago del susto; una mano viscosa, totalmente gris, como si estuviese podrida, descompuesta en aguas turbias.
Un frío intenso se extendió por encima de todos. El frío penetró más allá de su piel, le penetró en el pecho, en el corazón.
Los ojos de Harry se quedaron en blanco. No podía ver nada. Se ahogaba en el frío. Oyó correr agua. Algo lo arrastraba hacia abajo y el rugido del agua se hacía más fuerte...
Y entonces, a lo lejos, oyó unos aterrorizados gritos de súplica. Quería ayudar a quien fuera. Intentó mover los brazos, pero no pudo. Una niebla espesa y blanca lo rodeaba, y también estaba dentro de él, la sentía en el pecho, en la nariz, en los ojos y en la boca, como si fuese él el que se estaba inflando ahora, pero en vez de aire, estaba a punto de reventar por una putrefacta niebla.
— ¡Harry! —gritó una voz cerca de sus oídos, quizás era Hermione. Sonaba como ella—. ¡Harry! ¿Estás bien?
Alguien le daba palmadas en la cara.
— ¿Qué? —jadeó, sus ojos se abrieron casi de golpe y vio como las luces por sobre ellos parpadeaban y todo temblaba.
Parecían estar moviéndose de nuevo.
Por lo visto había resbalado del asiento y caído al suelo, o eso hubiese pensado si a su lado no estuviera Draco, igualmente en el suelo, su piel más pálida y ojos nebulosos, casi fuera de sí mismo.
Harry sentía ganas de vomitar. Al levantar la mano para subirse las gafas, notó su cara cubierta por un sudor frío.
Ron y Hermione los ayudaron a levantarse y a sentarse en el asiento. Draco y él se aferraron el uno al otro, esta vez sin tapujos. Sabían lo que había pasado, lo asumían, y por el rostro de Remus, estaban más que en lo correcto.
— ¿Lo… escuchaste? —pregunto el rubio entre sus brazos, su cálido aliento en su cuello lo reconfortó. Estaba bien. Estaba a salvo.
— ¿Los gritos? —Respondió, su boca pegada al cabello del chico, sus ojos aún estaban pegados al profesor, quien estaba partiendo una barra de chocolate—. Sí, los oí.
Draco se estremeció entre sus brazos ante el ruido sordo del chocolate partiéndose.
—Tomen. —dijo el profesor, dándoles a Draco y Harry una generosa porción, mientras repartía lo que quedaba con los demás—. Los ayudara.
No habían estado tan lejos del colegio como aparentaba, porque diez minutos después estaban siendo empujados por la avalancha de estudiantes que trataba de llegar al carruaje hacia el colegio. Draco vio, sin querer, a los ojos de uno de esos caballos y todo su cuerpo se sintió como un cable tenso al borde de romperse. Harry lo abrazó con más fuerza, casi ayudándolo a subir a la carroza.
Ambos estaban en silencio, mientras los demás hablaban de las clases y la emoción palpitante de ese año ir a Hogsmeade. Ambas serpientes se concentraron en el paisaje y el piso, respectivamente, de vez en cuando alguno apretaba su agarre en la mano del otro, como si quisieran asegurarse de que aún estaban allí, tanto para su propia seguridad, como para decirle a su amigo que no se irían.
Draco sentía que la conexión con Harry estaba subiendo algún nivel, pero no sabía si su cerebro podría hilar bien los puntos para descubrir en qué punto todo había cambiado. Tampoco es que tuviera tiempo o espacio para ese tipo de cavilaciones en ese momento.
Mientras subían las escaleras, Theo y Blaise se les acercaron, con Vincent y Goyle a cuestas, los cuatro lucían estoicos pero tanto Harry como Draco reconocían la preocupación brillar en los ojos de sus amigos.
— ¿Es verdad lo que dijo Longbottom? —indagó el heredero Nott, frunciendo imperceptiblemente el ceño.
— ¿Se desmayaron? —jadeo Blaise, poniendo una mano en el hombro de Harry con cautela. Vincent se removió mientras buscaba algo en sus bolsillos.
—Sí, es verdad. —Contestó el rubio, mirando hacia los costados—. Hablaremos más tarde de esto, ¿okay? Hay demasiada gente entrometida por aquí.
Lo último lo dijo con tal sentimiento que los amigos se estremecieron levemente, pero rápidamente trataron de ubicar a la fuente de la irritación de su amigo; Greg cabeceó hacia un costado, donde la delgada figura de Creevey estaba parada, oculta tras un carruaje, a penas visible.
Vincent le paso una rana de chocolate a Harry y a Draco.
—Quizás se les bajo la presión. —explicó, mientras ambos chicos le sonreían, asintiendo.
—Gracias, Vincent. Es muy atento de tu parte. —aseguró Draco, asintiendo con la cabeza.
—Niños —llamó una voz suave, caminando detrás de ellos. Parecía haber acabado lo que sea que necesitaba hacer—, ¿sucede algo? ¿Por qué siguen aquí?
—Oh, nada… profesor. —Dijo Harry, el leve arrastre en su voz sorprendió a sus amigos, pero Draco suprimió una sonrisa—. Solo estaban preocupados por nosotros.
Las serpientes dieron un leve cabeceo al hombre antes de alejarse, subiendo hacia la gran multitud apiñada en la cima de las escaleras de piedra, queriendo entrar al colegio. Siguieron al tumulto de gente, donde se reunieron de nuevo con los leoncitos; apenas lograron echar un vistazo al cielo oscuro y nublado del comedor cuando una voz los llamó.
— ¡Potter, Malfoy, Granger, quiero hablar con ustedes tres!
Los tres se giraron hacia su derecha, donde estaba la profesora McGonagall y el profesor Snape, ambos estoicos y con la misma mirada atemorizante que de costumbre. Theo, Blaise, Vincent y Greg se alejaron, porque no los estaban llamando a ellos. Ron, sin embargo, fue con ellos, movilizándose con cierta dificultad hasta los profesores.
—No tienen por qué estar asustados, no han hecho nada malo. —Comentó la profesora, haciéndose a un lado—. Weasley, vuelve con los demás. Tus compañeros volverán en un momento.
Snape coloco sus manos en los hombros de Harry y Draco mientras los guiaba hacia el afuera del gran salón, encaminado a los niños al despacho de la mujer, donde ya los estaba esperando Poppy, la enfermera del colegio.
Ella estaba refunfuñando en voz baja, hurgando en una bolsa.
—Señor Potter, Señor Malfoy —comenzó la profesora, obligándolo a sentarse en un sillón—, el profesor Lupin nos informó sobre su malestar en el tren.
—Estoy bien.
—Ah, son ustedes. —Comenzó la enfermera, mirándolo de reojo—. Supongo que otra vez estuvieron buscando problemas.
—Fue un dementor. —aseveró Snape, dándole un mirada hostil a la enfermera, quien cerro la boca inmediatamente.
—Me siento bien. —Volvió a hablar el chico—. El profesor Lupin me dio chocolate, ya estoy bien.
La profesora McGonagall pareció medirlo con una mirada, hasta que suspiró.
—Si estás seguro, puedes ir afuera. —Concedió, mirando a los otros dos alumnos—. Señor Malfoy, señorita Granger, queremos hablar de sus horarios.
El rubio vio a Harry salir y se volteo hacia Hermione, sabiendo perfectamente de lo que estaba hablando la profesora. Ellos había acordado, un día entre los libros y libros de criaturas mágicas antiguas, que debía tomar muchas clases juntos, porque ella estaba harta de no tener a alguien con quien compartir en clases.
Él había aceptado, pero realmente no creía que fuera posible estar en todas las clases que la niña quería, pero ir a clases que en su vida anterior no se había permitido no sonaba mal.
—Vimos las clases que querían tomar, y tanto tu jefe de casa, Señor Malfoy, como yo acordamos darles autorización de participar en todas ellas. —Habló la profesora, caminando lentamente hacia atrás de su escritorio, acariciando con la punta de sus huesudos dedos la madera—. Para eso logramos que el ministerio nos diera un… permiso especial.
Draco se abstuvo de hacer una mueca, algo en el centro de su estómago se retorció.
—Nos cedieron dos giratiempos. —Siguió Snape, colocándose a un costado del escritorio, recibiendo una pequeña caja de roble oscuro, dedicándole una mirada antes de pasársela a Draco—. Estamos confiando en su madurez, y en el cuidado que tendrán al utilizar estos objetos. Jugar con el tiempo es peligroso.
Draco sintió como sus manos se calentaban y el sudor se acumulaba en las mismas, por los nervios. Sí, jugar con los hechos del pasado es peligroso.
…
La cena paso sin pena ni gloria a ojos de Draco, la presentación de Lupin y la integración de Hagrid al cuerpo Estudiantil, sin embargo noto que Harry no aplaudía realmente con ganas, a diferencia de Hermione o Ron. Draco mismo ralentizó sus movimientos.
— ¿Qué sucede, Harry? —indagó, frunciendo las cejas; sus demás compañeros se fijaron en ellos, dejando de aplaudir abruptamente.
—U-umh —tartamudeo, lamiendo sus labios, su mirada aun clavada en los profesores—, tuve cierto… altercado con Hagrid, el año pasado.
— ¿Qué?
—Ahora que lo dices, no fueron nunca más a tomar el té con el guardabosque. —señalo Daphne, inclinándose hacia adelante, para ver a Harry.
—Mh —musito, esquivo. Draco le tomo la mano y lo hizo voltear a verlo—, dijo cosas sobre tu familia.
—Probablemente no mintió. —comentó el rubio, sin darle mayor importancia, pero cuando Harry apretó la mandíbula supo que no era por su familia como tal—. ¿Dijo algo malo sobre mí, entonces?
—Si. —murmuró, bajito.
— ¿Le creíste?
—Por supuesto que no.
Draco sonrió, cálido por ver lo indignado que se mostraba Harry ante la perspectiva de creer algo malo sobre Draco.
—Entonces no importa; mientras tú sepas quien soy y como soy, los demás no importan.
Harry lo miro, con la galaxia en los ojos y Draco solo pudo sonreírle. Calidez floreciendo en ambos pechos.
Cenaron luego de eso. Las serpientes se mantenían mayormente en silencio, salvo que tuvieran que pedir algo en particular, pero de otra forma, era estoicismo puro. Las demás casas eran ruidosas, y los fantasmas merodeaban y cuchicheaban por los pasillos entre las mesas.
Fue cuando se estaban yendo que Hagrid se les acercó, Hermione y Ron con él. Draco se sorprendió un poco cuando Harry se colocó frente a él, tenso. Por algún motivo sintió sus mejillas calentarse y la extraña necesidad de sonreír llegó a él.
—Quería… agradecerles. —comenzó el semigigante, poniéndose derecho. Los niños sonrieron, claro que Harry se abstuvo y Draco simplemente emitió un tarareo; sabían porque el hombre les hablaba, habían sido ellos, después de todo, quienes limpiaron el nombre de Hagrid el año anterior—. No puedo creerlo... Un gran tipo, Dumbledore... Vino derecho a mi cabaña después de que el profesor Kettleburn dijera que ya no podía más. Es lo que siempre había querido.
Harry sintió ira, ¿un buen tipo?
Podría reírse en la cara del nuevo profesor, pero era una serpiente, sabía mejor que eso.
—Deberías agradecerle a Draco. —escupió, dientes apretados en la primera sonrisa que le daba al hombre después de un año, era tosca y fría. Ron y Hermione se tensaron, sin saber que hacer—. Él fue quien hablo en tu favor y convenció al ministro y al director sobre tu inocencia. Salvo tu podrido futuro.
El rubio parpadeo ante el veneno utilizado en la última frase, tratando de entender el trasfondo, pero por la clara vergüenza en el rostro de Hagrid, supo que era por él mismo. Suspiró y apoyó su barbilla en el hombro del elegido, llamándole la atención.
Ambos se miraron con intensidad durante unos segundos, hasta que Harry relajó la postura.
Draco se sintió extrañamente satisfecho, dándole una dulce sonrisa, antes de volver a su típica mascara en blanco mientras miraba al semi gigante.
—Felicidades por el puesto. —dijo, seco.
Jerson Emeri, su actual prefecto los llamó.
—Potter, Malfoy, no se queden atrás.
Ambas serpientes asintieron escuetamente antes de mirar una última vez a los leones y a su nuevo profesor, asintiendo sutilmente.
—Buenas noches. —dijo Draco.
—Nos vemos mañana, chicos. —finalizó Harry, antes de que ambos giraran en sus talones y se marcharan tras el tumulto vestido de verde y plata.