Go back in time: Third year.

Harry Potter - J. K. Rowling
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Go back in time: Third year.
Summary
Una reescritura de "Harry Potter y el prisionero de Azkaban".*・。★⌒.。・*⌒☆*・,。★・*⌒☆*・。Draco comenzaba a meterse demasiado en terrenos desconocidos. Una cosa era tratar de sobrellevar años pasados con una mínima idea de lo que se podía esperar, pero otra es tratar de descubrir lo más oscuro y turbio de Lord Voldemort. Esta vez, no es a Harry a quien debe de cuidar.
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Chapter 1

"Azkaban"

 

Realmente el verano de Harry estaba yendo de lo mejor. Hablaba a diario con sus amigos (hasta con Draco, quien seguía en confinamiento. Harry odiaba cada vez más a Lucius Malfoy), practicaba con una snitch por toda la casa, con la risa escandalosa de Sirius resonando por todos lados, mientras Remus los miraba jugar.

 

Harry sintió que ahora sabía lo que era un hogar cálido. Era despertarse todos los días con la voz de Sirius protestando por no poder ir a despertarlo. Eran los desayunos de Remus, lleno de sonrisas cálidas y aroma a chocolate.

 

Eran los paseos en las tardes, mirando vidrieras y disfrutando de los días.

 

Ahora podía disfrutar de las tiendas, sabiendo que no estaba solo de mula de carga, sino que podía pedir cosas. Tenía todo un guardarropas nuevo, tanto túnicas y capas elegantes como ropa de entrecasa, bastante de ello seguía siendo muggle. Draco estaría extasiado este año ya que ahora se podía vestir como es debido.

 

Había llegado la carta de Hogwarts, sus cosas estaban compradas y en la autorización brillaba el esmeralda de la firma de Sirius. Todo estaba bien.

 

Demasiado bien, de hecho.

 

—Llegó una carta de Dumbledore. —Anunció Remus al aire, a sabiendas de que los dos azabaches lo escucharían, estando ambos en el suelo, tratando de armar un gran rompecabezas. Sirius lo miró con el ceño fruncido, su cabello esparcido por su rostro, claramente estaba posponiendo la visita al estilista—. Es sobre los Dursley.

 

— ¿Fueros asesinados? —fue la pregunta que salió de los labios de Harry y de Sirius al mismo tiempo. Remus le dio una mirada represora. El mayor de los lores levantó las manos en son de paz, mientras que el lord más joven solo sonreía con presunta inocencia.

 

—No. Tus tíos necesitan que vayas a quedarte una noche allí, para el cumpleaños de tu tía, eh, Marge.

 

—No pienso ir.

 

—No va a ir.

 

Remus suspiró, dejando el trapo de cocina en la mesada, acercándose a la sala, donde ambos sangre puras juagaban con las piezas faltantes.

 

—No soy fan de tus familiares tampoco, Harry. —comenzó el castaño, sentándose en el sillón más cercano al elegido—. Pero si Dumbledore lo pide será por algo, algo verdaderamente importante.

 

—Remus, —comenzó Sirius— el profesor Dumbledore esta viejo y probablemente se le hayan salido de la fila algunos soldados, no creo que sea buena idea hacerle tanto caso.

 

—Mh. —Harry colocó una pieza del centro, el ojo del Dragón ilustrado parpadeó—. Draco y yo hablamos mucho sobre ciertas cosas del director, y realmente no confiamos en él. Tiene actitudes bastante… peculiares. No quiero ir solo porque me lo dice él.

 

—No es una petición, de igual forma. —anunció Remus, mirando hacia la ventana a su lado. Sirius se incorporó también, viendo al director caminar hacia su casa.

 

— ¿Y si le decimos que no estamos?

 

—Si se lo decimos, le estaríamos avisando de nuestra presencia.

 

—Cierto. —Unos segundos de silencio— ¿Y si nos vamos para que sepa que no estamos?

 

—Se dará cuenta. —respondió Remus, ya encaminándose a la puerta, donde Dumbledore esperaba con paciencia.

 

Si. Todo había estado yendo demasiado bien.

 

El director entró tranquilamente por la puerta, todo sonrisas y ojos brillantes. Harry se sacudió las ropas y Sirius coloco una mano sobre su hombro con suavidad, tratando de calmarlo.

 

—Hola, mis muchachos, ¿Cómo estuvo su día?

 

Bien, hasta que llegaste. Pensó Harry, una mueca de inconformidad decorando su rostro, mirando hacia un punto detrás del director, evitando el contacto visual directo.

 

Draco le había advertido sobre la legeremancia, y hasta que no aprendiera a implementar la oclumancia, debía evitar mirar al director. O al profesor Snape, para el caso. Por precaución.

 

—Hemos estado bien, director. —respondió Remus, una sonrisa amable. Siempre igual de cortés con todos, Harry no sabía cómo lo lograba—. Díganos, ¿a qué se debe la visita?

 

—Oh, ¿no recibieron mi carta? Los tíos de Harry lo quieren en casa, Remus. —Hablo melódicamente, como si fuera algo realmente bueno el que Harry vaya de nuevo a ese atroz lugar—. Lo extrañan bastante, sí. Además su tía querrá verlo en su visita de mañana. Vine para llevarlo con su familia.

 

Para Sirius no pasó desapercibido el hecho de que los estaba descalificando como la verdadera familia de Harry, pero Remus- oh, el adorable hombre, lo vio como una frase normal. Sirius realmente pensaba que los Gryffindors a veces eran demasiado confiados y crédulos.

 

—Soy el tutor legal de Harry, Dumbledore —anunció Sirius, una sonrisa tensa—, no estoy de acuerdo con que vuelva allí. No con la forma en la que lo trataban.

 

—Oh, muchacho, ¿por qué no? Son su familia después de todo.

 

Harry rechino los dientes con fuerza No, ellos no eran su familia. Eran sus torturadores, se encargaban de hacerlo miserable día a día, hasta que su verdugo tocara la puerta y terminara con su existir.

 

—Así que vamos, Harry, tus tíos nos esperan.

 

—Creo que no entendiste, Dumbledore. —se interpuso el lord, parándose frente al larguirucho viejo, una sonrisa imperturbable—. Harry no irá. Soy su tutor, está en mi poder de decisión si quiero a esos muggles cerca de mi ahijado o no. Y, oh sorpresa, no los quiero ni a diez kilómetros de Harry.

 

El director permaneció imperturbable, su sonrisa bonachona aun intacta. Remus miraba entre ambos, sin saber que debería decir.

 

—Mi querido Sirius, ya he hablado con el Wizengamont. Están de acuerdo con que es necesario que los lazos consanguíneos con los que Harry se crio sigan manteniéndose fuerte, necesita pasar tiempo con personas que conoce desde hace tiempo. —aseguró el hombre.

 

Sirius sintió que podría asesinar a alguien, muy específicamente al vejestorio que estaba frente a él, sin embargo, respiró hondo y miró hacia Harry.

—Harry…

 

El niño suspiró profundamente, en su cabeza se reprodujeron las mil y un situaciones que ya había vivido  con esa familia; las noches llorando de hambre, los golpes, los insultos, el descuido, la soledad y lo insalubre que fue vivir en un pequeño armario. Los odiaba, despreciaba compartir el planeta con ellos, y no sabía si podría estar tranquilo en un mismo cuarto, pero… pero ahora tenía un lugar al que huir, un lugar donde lo estarían esperando. Personas que se harían cargo de sus tíos si le pasaba algo.

 

—Correcto. Si no hay más opción, iré. —aceptó, pero sus ojos contaban otra historia al mirar a Sirius. El mensaje era claro como el agua: busca algo que me saque de esto. No quiero ir. Tiene que haber una forma de evitar más cosas así en el futuro.

 

···

 

Cuando Harry bajó a desayunar a la mañana siguiente, se encontró a los tres Dursley ya sentados a la mesa de la cocina. Veían la televisión en un aparato nuevo, desconocía el cuándo se había implementado este nuevo aparato y la verdad no era de su interés el adquirir esa nueva información. Estaba pasando su cumpleaños con unas personas horribles solo porque al director se le ocurrió que era una buena idea.

 

Harry se sentó entre Dudley y Vernon. Lejos estaban de desearle a Harry un feliz cumpleaños, pero él estaba demasiado acostumbrado para ofenderse. No quería estar allí, creyó que nunca más iba a verlos, que había escapado de ellos.

 

En la televisión hablaban de fugitivos de la ley que se habían escapado de la prisión local. Harry se centró en mirar su desayuno, apenas un plato de cereal. En tanto, sus tíos comían manjares.

 

— ¡Un momento! —ladró tío Vernon, mirando furioso a] presentador—. ¡No nos ha dicho de dónde se han escapado esos enfermos! ¿Qué podemos hacer? ¡Podrían estar ahora mismo en nuestra calle!

 

Tía Petunia se dio la vuelta y escudriñó atentamente por la ventana de la cocina, ella era la mujer más entrometida del mundo, y pasaba la mayor parte del tiempo espiando a sus vecinos.

 

— ¡Cuándo aprenderán —dijo tío Vernon, golpeando la mesa con su puño grande y amoratado— que la horca es la única manera de tratar a esa gente!

 

—Muy cierto —dijo tía Petunia, que seguía espiando las judías verdes del vecino.

 

Tío Vernon apuró la taza de té, miró el reloj y añadió:

 

—Tengo que marcharme. El tren de Marge llega a las diez.

 

Harry, que se había abstenido de levantar la cabeza, miró de reojo al hombre. No la quería cerca, ni siquiera sabía de dónde demonios habían sacado que esa mujer lo quería ver. Dumbledore solo hacia esto para molestar, para arruinarle la poca felicidad que había conseguido. No tenía otra explicación.

 

Después de todo, estaban hablando de Marge, la hermana de Vernon, era de las últimas personas con las que pensaría en gastar su día. El la odiaba y ella a él. Todavía recordaba vívidamente cada una de sus aisladas y escasas visitas. Por ejemplo, cuando Harry tenía cuatro y estaban celebrando la fiesta de Dudley, ella lo había golpeado con su bastón para que no le ganara a Dudley en un estúpido juego.

 

Unos años después, por Navidad, apareció con un robot automático para Dudley y una caja de galletas de perro para Harry. En su última visita, el año anterior a su ingreso en Hogwarts, Harry le había pisado una pata sin querer a su perro favorito. Ripper persiguió a Harry, obligándole a salir al jardín y a subirse a un árbol, y tía Marge no había querido llamar al perro hasta pasada la medianoche. El recuerdo de aquel incidente todavía hacía llorar a Dudley de la risa.

 

E incluso, un poco por fuera de los ojos de sus tíos, la mujer le había dejado marcas de dedos en sus brazos, arañazos en la espalda y aún más marcas de su estúpido bastón en las costillas. Parecía que, a medida que Harry crecía, ella se volvía más y más audaz con su agresión.

 

—Marge pasará aquí una semana —gruñó tío Vernon, llamándole la atención—. Y ya que hablamos de esto —y señaló a Harry con un dedo amenazador—, quiero dejar claras algunas cosas antes de ir a recogerla.

 

Dudley sonrió y apartó la vista de la tele. Harry quería romper su regordeta nariz. Desearía que Vincent y Greg pudieran pasar aunque sea una noche con el insoportable de su primo, para averiguar si luego de eso quería seguir molestando a Harry.

 

Hermione y Remus estarían muy decepcionados de él si supieran lo que estaba pensando, pero no le importaba. Draco probablemente lo ayudaría a darle un escarmiento a Dudley, seguramente lo encontraría igual de irritante que el mismo Harry.

 

—Primero —gruñó tío Vernon—, usarás un lenguaje educado cuando te dirijas a la tía Marge.

 

—De acuerdo. —Aceptó Harry con indiferencia—. Pero ella también deberá usarlo conmigo, o no hay trato.

 

—Segundo —prosiguió el tío Vernon, como si no hubiera oído la puntualización de Harry—: como Marge no sabe nada de tu anormalidad, no quiero ninguna exhibición extraña mientras esté aquí. Compórtate, ¿entendido?

—Me comportaré si ella se comporta —contestó. Sus ojos fríos clavados en el rostro cada vez más rojo de su tío Vernon.

 

—Y tercero —siguió tío Vernon, casi cerrando los ojos pequeños y mezquinos, en medio de su rostro colorado—: le hemos dicho a Marge que acudes al Centro de Seguridad San Bruto para Delincuentes Juveniles Incurables.

— ¿Qué? —chasqueó Harry, apretando las manos en firmes puños.

 

—Y eso es lo que dirás tú también, si no quieres tener problemas —soltó tío Vernon.

Harry lo dejó irse antes de soltar una risa seca, ladeando la cabeza mientras enfocaba sus ojos en las dos personas que quedaban en la mesa.

 

—Creo que alguien no recuerda que estoy aquí temporalmente… —se burló, levantándose de la silla, su desayuno sin tocar. Petunia apretó los labios en una fina línea y Dudley dejo de sonreír—. No soy un niño indefenso y no estoy solo, tía,  ya no más. Así que mejor hazle saber a tu esposo que si su hermana no se comporta, hare que explote en medio de la sala para tengan que limpiarla con sus manos de las paredes.

 

Su primo chirrió cual cerdo, dejándose caer bajo la mesa, mientras que su tía palidecía por completo.

 

Harry se alejó tranquilamente por la puerta, subiendo las escaleras con tranquilidad. Una paz que realmente no tenía.

 

Una vez en su cuarto, abrió la jaula de Hedwig y le dio unas galletas, sentándose en el desvaído escritorio a escribir una carta.

 

“Buenos días Sirius. Saluda a Remus, si es que ya dejaste de aplicarle la ley del hielo.

Quería avisarte que, en un rato, llega Marge. Ella es horrible, la detesto, por lo que no puedo prometer que no estalle algún accidente mágico, me disculpo de ante mano. Sé que estas preocupado, y esta carta no va a ayudar en nada, pero necesitaba comentártelo.

Odio a Dumbledore.

Nos vemos mañana, los extraño”

 

Diez minutos más tarde Hedwig salió por la ventana y voló hasta perderse de vista. Casi al segundo, tía Petunia le empezó a gritar para que bajara y se preparase para recibir a la invitada.

 

En la sala no se escuchaba ni un alfiler caer, los Dursley estaban pálidos y rectos, mirando hacia la puerta con demasiada fuerza, como si trataran abiertamente de no mirarlo a él.

 

Harry, por una vez, había decidido ir en contra del gusto de Marge de criticarlo, por lo que se había enfundado en ropa de su talla, aun muggles, pero mejor que los harapos viejo de Dudley. No era nada extravagante, solo unos pantalones oscuros y una remera lisa gris con cuello alto, no se veía como un maniquí con ropa demasiado grande.

 

Oyó crujir la gravilla bajo las ruedas del coche de tío Vernon. Luego, los golpes de las puertas del coche y pasos por el camino del jardín.

 

— ¡Abre la puerta! —susurró tía Petunia a su hijo. Sonaba nerviosa mientras miraba a Harry.

 

Harry sintió una enfermiza satisfacción.

 

En el umbral de la puerta estaba Marge. Se parecía mucho a Vernon: era grande, robusta y tenía la cara colorada. Incluso tenía bigote, aunque no tan poblado como el de tío Vernon. En una mano llevaba una maleta enorme; y debajo de la otra se hallaba un perro viejo y con malas pulgas.

 

— ¿Dónde está mi Dudders? —Rugió tía Marge—. ¿Dónde está mi sobrinito querido?

 

Dudley se acercó andando como un pato. Tía Marge tiró la maleta contra el estómago de Harry y le cortó la respiración, y eso era literalmente todo  lo que aguantaría de esta mujer esa noche.

 

— ¡Petunia! —gritó tía Marge pasando junto a Harry sin mirarlo, como si fuera un perchero.

 

Entró tío Vernon sonriendo jovialmente mientras cerraba la puerta.

 

Dejo caer descuidadamente la maleta con un ruido sordo. Tía Marge se fijó en él por primera vez.

 

— ¿Qué crees que haces? —bramó.

 

—Dejándola en suelo. No soy tu perchero, ni tu empleado. —respondió Harry

 

— ¡Eres un maleducado! —Gruñó tía Marge—. Demasiado bien te tratan Vernon y Petunia teniéndote aquí con ellos. Yo en su lugar no lo hubiera hecho. Si te hubieran abandonado a la puerta de mi casa te habría enviado directamente al orfanato.

 

Harry sonrió sarcásticamente, sabiendo que el orfanato hubiese sido mejor que estar con Vernon y Petunia, aguantando a Dudley.

 

— ¡No pongas esa cara! —Rugió tía Marge—. No has mejorado desde la última vez que te vi. Esperaba que en el colegio te hubieran enseñado modales. —se giró hacia su tío y hablo—. No debes culparte por cómo ha salido el chico, Vernon. Si está podrido por dentro, no hay nada que hacer. Ya sabes lo que dicen: de tal palo, tal astilla.

 

Oh, Harry haría que se trague la lengua si seguía por ese curso la conversación. Sin embargo, Petunia los apresuró a todos a sentarse a comer.

 

Vernon lo tomo por el brazo, pero Harry le dio la mirada más helada de su repertorio, la misma que había aprendido de Draco, la misma que había implementado cuando estaba realmente furioso, y Vernon no logro que nada saliera de su boca.

 

La cena pasó sin problemas, él estaba bastante sorprendido de que no surgieran más comentarios sobre sí mismo, pero los Dursley estaban francamente preocupados, o eso parecía, por como trataban de evitar cualquier tema relacionado a Harry.

 

Hasta que llego la sobre mesa y el postre, donde Marge y Vernon ya estaban colorados por el alcohol y no la ira, ambos gagueaban y seseaban ridículamente. Harry pinchaba sin ganas el postre, esperando que sea hora de irse a su habitación. Había sido solo el primer día y ya estaba agotado, el solo pensar que debía aguantar una semana lo irritaba.

 

—Como decía antes, todo se hereda. La mala sangre prevalece. No digo nada contra tu familia, Petunia. —Le dio una palmadita sobre la mano huesuda de tía Petunia—. Pero tu hermana era la oveja negra. Siempre hay alguna, hasta en las mejores familias. Y se escapó con un bueno para nada. Aquí tenemos el resultado. —Se quejó, pero pareció congelarse antes de volverse hacia su hermano—. Ese Potter… nunca me dijiste a qué se dedicaba.

 

Tío Vernon y tía Petunia estaban completamente tensos. Incluso Dudley había retirado los ojos del pastel y miraba a sus padres boquiabierto.

 

—No... No trabajaba —dijo tío Vernon, mirando a Harry de reojo.

 

— ¡Lo que me imaginaba! —Comentó tía Marge echándose un buen trago de brandy y limpiándose la barbilla con la manga—. Un inútil, un vago y...

 

—No era nada de eso —interrumpió Harry de repente. Todos se callaron. Harry estaba en blanco, quieto y rígido, sus ojos oscuros fijos en Marge. Nunca había estado tan enfadado.

 

— ¡MÁS BRANDY! —gritó tío Vernon, que se había puesto pálido. Vació la botella en la copa de tía Marge—. Tú, chico —gruñó a Harry—, vete a la cama.

 

—No, Vernon —dijo entre hipidos tía Marge, levantando una mano. Fijó en los de Harry sus ojos pequeños y enrojecidos—. Sigue, muchacho, sigue. Estás orgulloso de tus padres, ¿eh? Van y se matan en un accidente de coche... unos borrachos, me imagino...

 

—No murieron en ningún accidente de coche —repuso Harry, que sin darse cuenta se había levantado.

 

— ¡Murieron en un accidente de coche, sucio embustero, y te dejaron para que fueras una carga para tus decentes y trabajadores tíos! —Gritó tía Marge, inflándose de ira—. Eres un niño insolente, desagradecido y...

Pero tía Marge se cortó en seco. Por un momento fue como si le faltasen las palabras. Se hinchaba con una ira indescriptible... Pero la hinchazón no se detenía. Su gran cara encarnada comenzó a aumentar de tamaño. Se le agrandaron los pequeños ojos y la boca se le estiró tanto que no podía hablar.

Al cabo de un instante, saltaron varios botones de su chaqueta de mezclilla y golpearon en las paredes... Se inflaba como un globo monstruoso. El estómago se expandió y reventó la cintura de la falda de mezclilla. Los dedos se le pusieron como morcillas...

— ¡MARGE! —gritaron a la vez tío Vernon y tía Petunia, cuando el cuerpo de tía Marge comenzó a elevarse de la silla hacia el techo. Estaba completamente redonda, como un inmenso globo con ojos de cerdito. Ascendía emitiendo leves ruidos como de estallidos. Ripper entró en la habitación ladrando sin parar.

Harry recordó sus palabras en la mañana, y supo que su tía y Dudley igual cuando lo miraron aterrorizado, pero poco le intereso, mientras se iba de la cocina tranquilamente. Tenía un poco de ropa en una valija, que se encargó de tomar, al igual que la jaula vacía de Hedwig.

 

— ¡Vuelve aquí! —se escuchó el alarido de Vernon, presumiblemente aun en la cocina, pero Harry se lo encontró al pie de la escalera cuando bajaba—, ¡regresa allá y arregla lo que hiciste!

 

Harry lo miro sin inmutarse, sonriendo levemente antes de sacar la varita y apuntó con ella a tío Vernon. Por dentro estaba aterrorizado, pero ahora era más importante huir, el diario que compartía con Draco estaba cálido contra su costado.

 

—Tía Marge se lo merecía —dijo Harry—. Se merecía lo que le ha pasado. Y yo me voy —añadió—. Ya he tenido bastante.

 

 

···

 

Había vuelto a casa, realmente no tuvo que dar muchas explicaciones, al parecer el ministerio mismo les había comentado sobre el pequeño incidente de magia accidental de Harry. Había llegado a casa con el autobús noctambulo, y allí ya lo estaba esperando Sirius, con los brazos amplios para acogerlo en un cálido abrazo.

 

Ahora, la mañana siguiente, Harry y Remus estaban sentados en la mesa del comedor, se miraban muy fijamente entre ellos, casi retándose.

 

—El periódico me llegó a mí. —argumentó el heredero de los Potter, aferrándose a dicho objeto. Sirius asintió con la cabeza.

 

—Pero es mejor que no te enteres de esto, Harry, por tu seguridad.

 

Sirius no estaba muy seguro de apoyar eso.

 

—Si es sobre mi seguridad, entonces debería saber. ¿Cómo se supone que tenga cuidado? Porque, si no lo notaste Remus, yo no soy cuidadoso habitualmente.

 

—Además de que Draco le va a decir. —agregó pasivamente Sirius.

 

—Además de que Draco me va a decir todo. —confirmó Harry.

 

Remus suspiró profundamente, acariciando sus sienes con cansancio. Claramente no podría ganar esta discusión.

 

Harry sonrió, desdoblando el diario, una mueca se formó en sus labios a medida que leía más y más sobre lo que acongojaba al mundo mágico en esas horas.

 

«MORTIFAGOS SIGUEN SUELTOS

El Ministerio de Magia confirmó ayer que tanto Peter Pettigrew como Barty Crouch Jr. aún están desaparecidos luego de su misteriosa escapada de Azkaban.

“Estamos haciendo todo lo que está en nuestra mano para volver a apresarlos, y rogamos a la comunidad mágica que mantenga la calma”, ha declarado esta misma mañana el ministro de Magia Cornelius Fudge.

Fudge ha sido criticado por miembros de la Federación Internacional de Brujos por haber informado del problema al Primer Ministro muggles.

“No he tenido más remedio que hacerlo”, ha replicado Fudge, visiblemente enojado. “Bartemius está loco, y supone un serio peligro para cualquiera que se tropiece con él, ya sea mago o muggles. Pettigrew logro evadirnos durante años e inculpar a alguien inocente por sus actos. Ambos son de peligro mayor. He obtenido del Primer Ministro la promesa de que no revelará a nadie la verdadera identidad de ninguno. Y seamos realistas, ¿quién lo creería si lo hiciera?”

 Mientras que a los muggles se les ha dicho que Crouch y Pettigrew van armados con un revólver (una especie de varita de metal que los muggles utilizan para matarse entre ellos), la comunidad mágica vive con miedo (...) »

 

—Esto tiene que ser un chiste de mal gusto. —Escupió Harry, mirando hacia su padrino, quien estaba igual de enojado que él, pero parecía más en control. Remus se veía afligido—. Son unos inútiles. Todos ellos.

 

—No lo voy a negar, créeme que no. Ofrecer Sirius, sin embargo, se acer5co a pasar de página, señalando a la fotografía movible de lo que parecía un montón de mantas tétrico flotando—. Pero hay que hablar de ellos también.

 

- ¿Por qué siento que esto no va a favorecerme…?

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