
1. Pelo de cola de thestral y cuerno de basilisco
...
Harry tuvo que esperar hasta el 31 de julio para que encontraran una excusa e irse al Callejón Diagon. Fue difícil, pero los Dursley tenían una visita importante hoy y no querían que sus anormales sobrinos estuvieran ahí para arruinarlo. Después del desastre que fue el cumpleaños de Dudley (y los asquerosos moretones que adquirieron por ello) fue la mejor decisión para todos.
—¡Bella corre! ¡Ha sido más de una semana de espera! —animó Harry mientras le jalaba por la mano. Llevaba el diario de su madre como un mapa, aunque realmente no lo necesitaba. Su hermana ya había memorizado ese diario (así como todos los malditos libros que tenían) pero la experiencia de sentir a su madre guiándolos era espectacular para él.
Fue un viaje realmente largo, primero muchos autobuses y después caminar cuadras y cuadras. Horrible.
Aunque viajar en trasporte público siempre fue complicado, algo que solo hicieron porque no había otra opción. Los primeros años Bella le agarraba fuertemente la mano mientras miraba cuidadosamente y prestaba mucha atención de que no hubiera nadie cerca que quisiera hacerles daño.
Habían estado en una posición tan vulnerable. A veces aun parecía que lo estaban.
Harry ahora entendía que si no hubiera sido porque se estaban muriendo de hambre, Arabella jamás lo habría hecho. Lo que sea que ella viera que los demás no, era lo que siempre los había salvado de terminar mal. Aun así, no siempre había sido suficiente. Harry tuvo que aprender rápidamente: no hablar con extraños, no darles la mano, no acercarse a ellos ni acompañarlos. Jamás darles su confianza. Y correr. Correr tan rápido como pudiera hasta que Bella sintiera a otra persona lo suficientemente amable como para preocuparse por dos chiquillos que eran perseguidos por un viejo borracho o un loco acosador.
Fue por eso que Harry desarrolló una magia defensiva, una magia que provocaba dolor a tan corta edad. Arabella hacía su parte, él debía cumplir la suya. Después de todo, no siempre las sonrisas ensayadas y pestañas revoloteantes funcionaban, por más tiernas que se vieran.
Como fuera estaba listo para sumergirse en su nuevo mundo, y fue por eso que cuándo llegaron al Caldero Chorreante se sintió un poco decepcionado. Es que era tan feo. Se veía como un pub grasiento de mala muerte lleno de gente no demasiado sobria.
Se suponía que los Muggles no podían verlo, pero ahí estaba su hermana, sabiendo exactamente dónde estaba. De todas formas no fue extraño. Arabella era la persona (muggle o no) más rara y extraordinaria del mundo.
Harry había escondido su cicatriz aunque no estaba seguro de cuánto iba a durar porque jamás lo había hecho antes. Lo hizo de la misma forma en la que hacía todo: deseándolo con demasía hasta que pasaba.
Fue algo como:
Escóndete
Escóndete
Escóndete
Y simplemente se desvaneció de su frente.
Sabía por viejos periódicos que habían encontrado (o robado, dependiendo de a quien se le pregunte) que había personas en este mundo que le consideraban un héroe y por tanto, era famoso. Por eso Bella le estaba llamando Hadrian y no Harry.
Más valía prevenir a lamentar.
—¡Espera! Las tiendas no desaparecerán si nos tardamos un poco ¿o tal vez sí? —le dijo Arabella con una sonrisa.
Atravesaron el lugar sin problemas. Todos estaban demasiado ocupados como para prestarle atención a dos niños que caminaban solos.
Entraron tocando ese extraño ritmo en el muro que estaba descrito en el libro.
—¿Estás segura de que son tres golpes a la derecha y uno a la izquierda?
Arabella rodó los ojos.
—Por milésima vez ¡Solo hazlo y ya!
Sinceramente, se sentía un poco tonto haciendo eso, pero los ladrillos comenzaron a moverse, de arriba a abajo. De adentro hacia afuera. Hasta que se abrió un portal.
Harry quedó deslumbrado: el callejón estaba lleno de artículos levitando. Con plantas de
colores brillantes que bailaban una música imaginaria que salían por las ventanas de lo que parecía una tienda de herbología. En los escaparates se anunciaban escobas último modelo de madera de arce lustrada. Gente que iba y venía con bonitas túnicas que brillaban como estrellas y sombreros en punta con hebillas deslumbrantes. Lechuzas con plumas brillantes volaban al rededor mientras cargaban pequeños paquetes. Grandes anuncios con personas dentro de ellos que pasaban de uno a otro mientras promocionaban las distintas tiendas.
Esto y más era lo que su hermana le había prometido que era el mundo mágico. Esto era suyo y alguien más se lo había arrebatado.
Sentía la punzante sensación de la magia por todas partes. Yendo y viniendo como abejas volando en todas direcciones.
—Aquí dice que tenemos que ir a Gringotts por dinero. —dijo lentamente, deseando no apartar la mirada de todo lo que estaba frente a él.
Gringotts era el banco mágico por excelencia. Dirigido por duendes y con grandes muros de granito blanco que le daban un aspecto intimidante. La luz parecía chocar con la piedra dándole un aura interesante. Los suelos brillaban de lo pulidos que estaban. Vio su reflejo en él. Un chico de ojos verdes y cabello negro rizado hasta arriba de los hombros.
Harry jamás lo reconocería incluso si lo amenazaran de muerte, pero amaba lo suave que era su cabello y amaba que su hermana se lo cepillara mientras le untaba algo de algún aceite esencial que ayudaba a mantenerlo controlado. La humedad de Londres hacía que cada uno de sus bonitos rizos negros tendiera a esponjarse y crear un desastre.
Secretamente (o no) envidiaba el cabello de Bella: tan completamente lacio que no importaba el viento o la lluvia, siempre parecía recién cepillado.
Cómo fuera, ahora sentía la mirada de un pequeño ser de piel pálida con grandes orejas puntiagudas y dientes prominentes y afilados que le contemplaba con impaciencia desde atrás de su escritorio. Se veía tan intimidante. Aunque no tanto como todos los demás que portaban armas de la mitad de sus tamaños con uniformes acorazados.
—Exprese su negocio —le dijo con una voz aguda y un deje de aburrimiento.
Harry dio un leve asentimiento mientras inclinaba un poco la cabeza. Siempre era mejor mostrar respeto a alguien que parecía poder matarte en menos de unos cuantos minutos.
—Soy Hadrian Potter, vengo a retirar dinero para útiles escolares.
El duende levantó una ceja.
—¡Ah! ¡Heredero Potter! Hace mucho lo esperábamos por aquí ¿Tiene la llave de su bóveda?
¿Llave de su qué?
En el libro su madre había explicado que para aquellos niños que no tenían padres mágicos había un fondo de donaciones en el banco que le ayudaban a solventar los gastos. Pensaba que tomarían dinero de ahí. Ella jamás dijo en ninguno de todos los escritos que tenían bóvedas en este banco.
Sabía que su padre había sido un hombre importante: un lord. Que antes de todo tuvieron mansiones y muchas más cosas. Era obvio que su dinero estaría ahí. Si tan solo lo hubieran sabido antes...
No dijo la voz en su mente Seguían siendo dos pobres huérfanos que no tenían a nadie más que se hiciera cargo de ellos, en ninguno de los dos mundos. ¿De que serviría el dinero si no podían irse a otra parte?
Parecía tan irónico que la fuente de su sufrimiento en realidad fuera la única familia que les permitía vivir con ellos. ¿Debería agradecer que no los hubieran echado de esa casa?
—Me disculpo, pero no la tengo conmigo —piensa, Harry se repitió, piensa, piensa.
—Solicitamos una prueba de herencia de sangre para reponerla —Bella interrumpió con voz suave. —Por favor.
El duende le contempló un momento antes de acceder.
—Está bien. Sigan las luces hasta la puerta indicada con su apellido. Detrás de los mostradores. El administrador de sus bóvedas los encontrara en un momento.
...
El lugar al que entraron parecía estar tallado dentro de la misma roca, con amplias antorchas alumbrando. ¡Ah! Fuego eterno. No emitía humo. Brillaba en un resplandeciente blanco que cambiaba de amarillo a rojo suave.
El goblin que entró vestía regias ropas de un tono opaco. Se presentó como Griphook con un inclinamiento.
—Solo es necesario que ponga tres gotas de sangre sobre este papel.
Le tendió una daga, Harry hizo un corte rápido en mano y dejó que las gotas cayeran. Uno. Dos. Tres.
Limpió lo restante que había en la daga en su pantalón oscuro. Si algo aprendió de todos los libros que leyó, fue que la sangre importaba y podía usarse contra ti.
Griphook recitó palabras en un idioma antiguo. Sorprendentemente similar al gaélico escoces. Cada palabra parecía un canto.
Arabella miró fijamente al duende y más allá. Pudo observar los remolinos de magia, fluyendo del ser a su hermano y fundiéndose en el papel. Esa criatura no solo tenía magia. Estaba completamente hecho de ella.
La hoja que se les mostró decía (entre muchas otras cosas):
Heredero de la casa Potter
Heredero de la casa Peverell
Heredero de la casa Black
Heredero de la casa Slytherin
La casa Slytherin es de las únicas que permite el nombramiento de un futuro Lord si este logra vencer en duelo al anterior heredero. Como tal, no posee un asiento en el Wizegamot pero da acceso a las pertenencias dejadas por el gran mago oscuro Salazar Slytherin.
—Y yo que pensaba que ser la cabeza de dos familias importantes ya iba a ser demasiado trabajo —dijo Harry con una sonrisa.
...
—¿Por qué Hadrian es heredero de los Black? —preguntó Arabella, lentamente.
—El señor Sirius Black fue nombrado Lord con las muertes de su padre y hermano al pertenecer a la familia principal. En diciembre de 1980 vino y declaró al joven Hadrian su heredero. La magia de herencia lo aceptó.
—¿Sirius Black murió entonces? —cuestionó Harry.
—No. Está en Askaban.
Arabella sintió como si le hubieran golpeado el estómago.
¿En Askaban?
¿Era por eso que jamás había ido a salvarlos?
Sirius.
Padfoot.
¿Por qué?
Harry estaba confundido.
¿Por qué el padrino con el que tenía una foto sosteniéndolo sobre una escoba mientras sonreían, el hombre que le había enseñado a amar las estrellas a Bella estaba en una prisión de máxima seguridad?
—¿Puedo saber por qué está ahí?
—Me temo, joven heredero, que esa información jamás fue de dominio público.
...
—Estos son los anillos de herencia de cada casa. Todos deben de estar en contacto con su cuerpo, aunque no es necesario que todos sean portados en las manos.
Harry miró atentamente cada una de esas pequeñas joyas. Los tomó y sintió a la magia fluir de ellos, llamándole. La sintió cálida. Parecía que le daba una pequeña bienvenida.
Todos estaban hechos en oro blanco con distintas incrustaciones. Cada uno portaba el escudo de la familia que representaban.
—Ofrecen una defensa primaria hacia la legeremancia. Y...
Bella había buscado dentro de sus ropas y desenganchó la cadena que colgaba de su cuello. Seguía sosteniendo los dos anillos de Lord que le había quitado al cadáver de su padre.
Le tendió a Harry el collar y mostró los anillos a Griphook.
—Supongo que usted se debe hacer cargo de estos, ¿no es así?
El duende le miró fijamente.
—¿Dónde los consiguió?
—De James Potter.
—Disculpe el atrevimiento, pero ¿Quién es usted señorita?
— Arabella Potter, maestro —dijo ella con una reverencia.
Griphook alzó las cejas un momento antes de asentir.
—He de aceptar que es una sorpresa tenerla aquí hoy, aunque es agradable el saber que nuestro sistema no estaba equivocado al decir que estaba viva.
—¿Cómo podría no estar viva?
—Bueno, la historia oficial relata que fue solo el Heredero Potter quien sobrevivió. Se cree que usted junto a sus padres murieron. —Harry se atragantó, ¿Por qué diablos la gente creía eso? —aunque por supuesto, la magia Gringotts es más inteligente que un montón de chismes de humanos. Pero si, me aseguraré de custodiar estos anillos hasta que el joven Hadrian pueda reclamarlos.
¿También desea una llave?
—Por supuesto, désela —respondió el chico—¿es necesario su prueba de herencia?
El duende asintió.
La prueba reflejó cosas que ya sabían:
Hija por adopción mágica de James y Lily Potter. Ahijada de Remus Lupin.
El papel de Harry había expresado un: Humano mágico y el de ella debió decir: Muggle/ Humano no mágico.
Pero estaba escrito, con letras negras muy prolijas: Humana, derivación sin identificar.
¿Qué carajos significaba eso?
...
—¿Estas llaves son las únicas existentes para las bóvedas?
—No. Es por eso que pregunté si tenían una antes. Los registros que he solicitado dicen que ahora hay una a manos de Albus Dumbledore.
—¿Por qué ese hombre tiene una llave?
Harry sintió que la furia empezaba a bullir en su sistema. ¿Por qué el idiota que los había abandonado con los Dursley tenía acceso al dinero de su familia?
Griphook dejó ver un poco de vergüenza.
—Sinceramente no lo sé. Se suponía que la única llave estaba a manos de su difunto padre y desapareció con su muerte. Como administrador de sus cuentas me disculpo profusamente. Y entendería si decidiera quitarme de este puesto, pero hay algo que si se puede hacer: Convocar esas llaves y eliminarlas. ¿Desea que eso sea hecho?
—Por favor, no deseo que existan más accesos a mis bóvedas que mi llave y la de mi hermana. Tampoco que seas destituido como mi administrador. ¿Está bien?
—También quisiéramos ver un historial de retiros y transacciones que se han hecho a lo largo de estos años. —Intervino Bella.
—Afortunadamente —empezó Griphook —no se permite que alguien más retire dinero de una bóveda que no es suya aunque posea la llave para abrirla sin el consentimiento del propietario. Aunque Dumbledore lo intentó muchas veces. Especialmente en la cuenta principal de los Potter. La petición fue denegada. Lamentablemente esta regla no aplica para artículos como lo serían cuadros o joyería. Haré un historial de cada cosa perdida.
Podemos bajar a ver sus bóvedas en este momento. Usted, joven heredero, posee diez cuentas ligadas a sus títulos, además de una exclusiva para gastos escolares y otra para gastos personales. La señorita Arabella tiene dos bóvedas a su nombre, una por cada padre. Estas llaves —le entregó a cada uno un rectángulo de oro, gravado con la insignia de Gringotts y el escudo de los Potter —son universales para esos catorce espacios.
La suma total actual oscila entre los ochenta y noventa millones de galeones. Esta aumenta cada año debido a las inversiones acordadas bajo contrato. Su patrimonio total se triplica teniendo en cuenta las propiedades. ¿Desearía cambiar algo? —Harry sintió que podría gritar de la frustración y la sorpresa. Era tan asquerosamente rico. Por Merlín santo. Propiedades y millones de monedas de oro. —La mansiones y demás inmuebles podrán ser reclamadas cuando sea mayor de edad. Lo mismo con su lugar en el ministerio.
Harry decidió que primero debían de leer cada contrato antes de empezar a cambiar cualquier cosa.
...
Bajar a las bóvedas fue una experiencia interesante.
—¿Te mareaste, querida? —dijo el chico menor, burlándose.
—Cállate.
...
Visitaron tres bóvedas: La principal de los Potter, la exclusiva de gastos escolares y la que le dejó su madre a Bella.
Salieron de ahí con cien libras recién convertidas, setenta galeones, una bolsa especial en la que podían convocar más monedas de ser necesario y la promesa de arreglar todas las irregularidades que había con su dinero. También llevaron consigo un libro exclusivo de las tradiciones y cortesías de la familia Potter.
...
Lo primero que visitaron fue Twilfitt and Tattings. Una de las Boutiques que Arabella solía visitar con Sirius cuando era niña. Ropa hecha a medida.
Los escaparates estaban llenos de maniquíes con las mejores túnicas del momento. Desde ahí se podía apreciar como la tela fluía, suave a través del cristal. Sombreros y corbatas levitaban al rededor, brillando. Una mujer, enfundada en un bonito vestido magenta y una cinta métrica colgando de su cuello se acercó. Alfileres flotaban como un halo alrededor de su cabellera.
—¡Ah, dulzuras! — La mujer observó la ropa muggle pero bonita que usaban. Sacudió la cabeza y sonrió —Soy Anouk, ¿En qué puedo ayudarles? ¿Túnicas, corbatas, faldas o pantalones?
—De hecho, queremos renovar el guardarropa completamente, mi hermano también va a su primer año en Howgarts, necesita el uniforme completo: túnicas, camisas, suéteres. —Bella se inclinó y susurró, como lo haría Sirius hacía tanto tiempo. —Elegancia y secretos. Aquí, allá. Siempre.
Los ojos de Anouk brillaron con reconocimiento.
—Lo que se dice en Twilfitt permanece en Twilfitt. Siempre es un gusto encontrarse con clientes antiguos. —Alzó su mano, llamando —¡Cécile querida! Hazte cargo de esta bella señorita, iré con el joven apuesto.
Harry se sonrojó un poco.
—¡Ah! yo no...
—Nada de no Bella —interrumpió Harry rápidamente —por favor ¿podría conseguir ropa apta tanto para el mundo mágico como el muggle para ella?
La joven frunció el ceño ante la palabra muggle. Asintió.
—Por supuesto, acompáñeme.
...
Harry estaba parado sobre un taburete dentro de un vestidor. Anouk desapareció la ropa exterior que llevaba puesta con una palmada. Los moretones quedaron a la vista junto a todas las cicatrices. Harry solo miró al frente. Era consciente de cada una de las marcas en su cuerpo, no tenía nada de lo que avergonzarse. Además, sabía del viejo acuerdo de sangre que regía en tiendas como esta. Jamás dirían nada.
—Lo que se observa en Twilfitt permanece en Twilfitt. ¿Cierto?
—Es la promesa que nuestra tienda da a sus clientes joven...
—Hadrian.
—Espero pueda satisfacer mi curiosidad Hadrian: lo que dijo su hermana es el susurro propio de un Black. Conozco a todos los miembros restantes de esa familia y sé que ustedes no pertenecen a ella. ¿Cómo lo sabe?
—No somos miembros de sangre, pero fuimos allegados al Lord, si puedo decirlo de esa forma. —Harry extendió la mano donde estaba el anillo Black. —Aunque no conocemos a nadie de esa familia en persona actualmente.
—¡Ah! Es una pena —Contestó Anouk con voz triste —pero siempre es gratificante tener la visita de un heredero. ¿Acaban de regresar al país?
—Algo así.
La cinta métrica giró por cada una de las extremidades de Harry, mientras un pergamino levitaba al rededor con una pluma que apuntaba sin parar.
—Como sea, ¿Qué tela prefiere: cachemir o Lana Mohair?
—¿Ambos?
Anouk sonrió.
—Correcto.
Salieron de esa tienda con decenas de bolsas, llenas de cosas que iban desde capas de terciopelo con hechizos de calentamiento, hasta botas y guantes de piel de dragón. Ahora vestían de una forma acorde al lugar en donde estaban. Gastaron más de lo que estaban dispuestos a aceptar, si eran sinceros. Arabella se sentía extrañamente nostálgica, porque Harry ahora llevaba puesto lo que alguna vez Sirius uso de la misma forma: pantalones negros plisados, camisa de suave tela esmeralda y una bonita túnica de gasa oscura que ondeaba como si la brisa estuviera soplando.
Encontrar un baúl con un encantamiento de expansión fue cosa fácil. Un telescopio exactamente igual al que tuvieron en la mansión para mirar el cielo. Estrellas y lunas. Constelaciones completas.
Después el caldero y los ingredientes para pociones. Arabella recordaba lo mucho que Sev se había quejado de lo mal hechos que estaban los kits reempaquetados para los años en Hogwarts. En la tienda pidieron uno profesional, nombrando ingrediente por ingrediente; exactamente el mismo que una vez ella acompañó a comprar en este lugar, hacía ya una década.
...
Flourish and Blotts, desde 1654
Era lo que decía el letrero sobre la puerta de la librería.
Los hermanos se separaron apenas entraron. Lo primero que Harry buscó (además de los libros para la escuela) fue información de cómo se regía el Ministerio y el Wizegamot con mayor profundidad. Títulos como Herencia y Nobleza, Ensayo de Política mágica inglesa y Breve historia de las antiguas familias mágicas de Gran Bretaña fueron de utilidad.
Miró los lomos de los libros uno a uno. Muchos ya los tenía escondidos en el baúl de su madre. Todo aquel que le pareció interesante para los temas que le gustaban fue agregado a la pila. Pociones y herbolaría. Trasfiguración y Encantamientos. Runas mágicas, aunque sabía que era una materia que vería hasta tercer año. A Harry le pareció gracioso que enseñaran Defensa contra las artes oscuras, pero no Artes oscuras como tal. ¡Que malditamente aburridos eran en su escuela! ¡se perdían más de la mitad de los hechizos existentes solo porque dos magos tontos y genocidas habían intentado conquistar el mundo con ellas! ¡Bah!
Sería como prohibir la pólvora porque creaba armas y explosiones, olvidando completamente que también originaba los fuegos artificiales y la belleza que llevaban con ellos.
Ni siquiera podía aspirar a encontrar un libro que hablara de ellas sin demonizarlas aquí ¿cierto?
Una completa decepción.
...
Arabella estaba explorando en los estantes llenos de poemarios y prosa de hace cinco siglos cuando escuchó una pequeña voz tremulante llamarla:
—Discul... disculpa. ¿Eres Arabella Potter?
Una niña de cabello largo y esponjado la veía con ojos brillantes, ilusionados. Bella cambió su rostro relajado por el de amabilidad ensayada.
—Lo soy —respondió con una sonrisa diminuta —¿te conozco de algún lado querida? —cuestionó con voz tranquila.
—¡No, no, no, no, no! Solo te he visto varias veces en el periódico y yo... Yo solo quería saludar porque eres ¡eres mi ejemplo a seguir! ¡Admiro como has ganado tantas competencias! ¡Tu propuesta para Voices of Youth fue increible!
¿Que qué?
¿Esta niña le había visto en el periódico?
Es decir sí, había salido una que otra vez cuando ganó algún concurso u olimpiada
especialmente importante, pero esas noticias estaban en la sección de Educación y Política. ¿Esa niña leía esa sección por cuenta propia?
Jamás había sido el ejemplo a seguir de nadie y nadie jamás le había reconocido, más allá de los profesores y compañeras que hizo cuando ingresó al Hernietta Barnett casi por pura suerte. (Entró porque incluso a los doce años, ya era reconocida como un prodigio académico y ganadora de Olimpiadas, pero era algo que no iba a aceptar).
—¡Y solo quería saludarte! ¡Me... me llamo Hermione! ¡Y ya!
La piel de la niña se pintó de carmesí y corrió. Arabella se quedó parada ahí por un momento, sin estar muy segura de que había pasado.
Del otro lado de la estantería, un niño de cabellos rubios y pómulos altos susurró:
—Con que Potter ¿eh?
...
La tienda de varitas de Ollivander fue fundada en el 383 a. C. Dos mil años de vigencia en los que había pasado de generación en generación.
Harry sintió la manera en la que la magia surgía especialmente de ahí. Él no podía verla, ni sentir si era oscura o de la luz o cuales eran las intenciones con las que era usada; pero sí la percibía de la misma forma en la que lo hacía con el viento o la luz.
—Señor Potter, llevaba un largo tiempo esperándolo. Tenía la gran curiosidad de saber cuándo le conocería. —Harry se tensó cuando el anciano canoso dijo su apellido. ¿Cómo carajos lo había sabido? —No es por su apariencia que lo reconocí si eso es lo que se pregunta, eso no importa. Su magia en cambio es especial, como la de cada mago y bruja. —Arabella le miró contemplándolo ¿es que acaso él era como ella? ¿Había magos así? —Así que empecemos. —El anciano dio un aplauso y limpio sus manos en un trapo desgastado mientras acomodaba sus ropas. Con una regla y una cinta se acercó a Harry. Se notaba excéntrico —¿Puede extender su mano dominante?
Harry estiró su brazo derecho. En general podía decirse que era ambidiestro, pero no por naturaleza. Había tenido que dominar ambas manos después de que el tío Vernon lo arrojó y con eso, ocasionó una maldita fractura abierta que hizo que no pudiera utilizar la mano derecha por dos meses. Al menos el proceso de curación no duró tanto por la magia.
Como fuera, el señor Ollivander midió el brazo y tomó una de los cientos o miles de cajas que estaban amontonadas en los estantes alrededor de toda la habitación.
—Sauce con núcleo de corazón de dragón. Elástica y excelente para encantamientos. Tómala.
Antes de que su hermano la agarrara, Bella supo que no era la correcta.
—Harry ¡No!
Pero fue tarde.
Cuando Harry sacudió la varita, esta sacó un rayo gigante de energía que chocó contra las ventanas y rebotó hacia los estantes, derribando varias cajas. Cristales cayeron al suelo como granizo de julio.
—Ay....
El anciano la arrebató de la mano del chico mientras movía la propia y susurraba algo.
—Esto es normal, no hay nada de lo que preocuparse. —Se extendió para tomar una caja de cuero rojizo —Pino con pelo de cola de unicornio. Famosa por ser fácil para la creación de nuevos encantamientos.
De esta salió una columna de fuego que chamuscó el techo. Ollivander discretamente la empujó a un lugar fuera del alcance de Harry.
—Recuerde que la varita escoge al mago, joven Potter.
Le presentó una varita de nogal negro, otra de laurel. Cedro y cerezo. La de manzano ni siquiera parpadeó.
—Con que tenemos un cliente difícil ¿eh?
El anciano sacó cajas y cajas. Núcleos de corazón de dragón, pelo de veela y de la cola de un unicornio.
El maldito estante de atrás se esfumó.
Varitas hechas de madera de acebo, abedul, álamo y caoba.
¿Cómo pudo hacer estallar un anaquel con un simple destello de energía?
Una bonita varita de endrino y núcleo de cuerno de serpiente cornuda casi respondió. Hasta que casi derrumbó el candelabro que adornaba el paflón.
Harry la fulminó con la mirada.
Empezaba a ponerse nervioso. ¿Y si el hecho de que pudiera hacer magia no verbal y sin varita era porque ninguna le había escogido?
¿Y si a final de cuentas si era un fenómeno como tanto decía el tío Vernon, incluso entre los magos? ¿Y si...?
Casi saltó cuando sintió una mano sobre su hombro.
—Tranquilo. Está aquí. —Bella le sonrió, no con las tontas sonrisas ensayadas. Por supuesto que no. Si no con la real, la que era única para él.
—¿La sientes? —Harry sentía que se pondría a llorar si no la encontraban.
—Por supuesto tontín. ¿Con quién crees que hablas? —alzó su barbilla engreída.
—Entonces dime donde está.
—Llámala. Concéntrate y pídele que venga contigo. —estiró la mano y le revolvió un poco el cabello —confío en ti.
El señor Ollivander llevaba unos buenos diez minutos rebuscando en sus estantes de atrás. Se escuchaba el cap cap cap de las cajas chocando unas contra otras.
Harry dejó de prestarle atención. Su varita estaba aquí. Debía llamarla.
Toda la magia estaba a su al rededor. Sentía las varitas como una colmena de avispas furiosas.
Concéntrate.
Concéntrate.
Concéntrate.
Debía de identificar cual de todos esos zumbidos pertenecía a la suya. Miles de vibraciones. ¡Ah! ¿Cómo diferenciarlos?
Ven a mí.
Ven a mí.
Encuéntrame.
—Esta está hecha de acebo y pluma de fénix, debo de... —El anciano de pelo revoltoso se acercó con un rostro no tan sonriente como antes.
De la parte de atrás se escuchó el ruido sordo de algo que cayó desde muy alto. Harry aunque poderoso, no podía regular su magia lo suficiente para llevar una sola de las varitas hasta él. No cuando la varita aún no lo había reconocido formalmente, no cuando aún no le había tocado. Pero pudo tirar. Tiró.
Ollivander dejó la que estuvo a punto de darles y se movió para ir por aquella que había caído.
Cuando regresó tenía un rostro serio, llevaba en sus manos temblantes un pequeño estuche de cuero negro. Se veía desgastado. No maltratado o dañado. Simplemente parecía que lo habían hecho hace mucho, mucho tiempo.
Harry tomó la varita. Larga, de un tono marrón opaco. En la base tenía grabado pequeños frutos con hojas largas y delgadas. Apenas la tocó supo que era la correcta. Su magia fluyó de él a la madera. Un rayo de luz se emitió de la punta.
—Esta varita fue hecha por mi abuelo hace más de quinientos años. Su creación predilecta, tardó años en estabilizar los componentes: la primera que pudo poseer un núcleo de dos sustancias diferentes. Nunca escogió a nadie. Pensé que jamás lo haría. Madera de tejo. Núcleo de pelo de cola de thestral y cuerno de basilisco. Es una combinación inusual. —Tomó una pequeña respiración. —Se dice que las varitas de tejo le dan el poder a su
portador de la vida y la muerte. Se tiene el prejuicio de que están conectados a magos oscuros, por supuesto está equivocado; pero se puede decir que han representado tanto a héroes como a villanos y jamás han elegido a alguien mediocre o cobarde. Cualquier mago que sea elegido casi es seguro que hará grandes cosas. Buenas o malas, pero grandes a fin de cuentas.
Harry sonrió, y pensar que había estado a punto de llorar. Miró el desastre que estaba hecho en la tienda y que Ollivander aún no había arreglado. Ups.
Pagaron quince galeones por ella.
En un pequeño rincón al fondo de un anaquel es donde fue arrojada una caja de madera de arce, barnizada en rojo. Dentro estaba la varita gemela de quien había sido el terror del mundo mágico: el asesino de los padres de los niños Potter.
Como fuera, lo más probable era que jamás viera la luz del sol. Al menos no por los próximos cincuenta años.
...
La tienda de mascotas siempre era un buen lugar para Arabella. Los animales no tenían sentimientos tan complicados como los humanos, aunque tal vez si más intensos. Eso solo los hacía puros. Fáciles de entender.
La magia que estos tenían también era distinta. Más parecida a la que salía de las tumbas o del bosque. Sin tontas divisiones (que aún no entendía bien como habían surgido) de magia oscura y de luz.
Harry paseó lentamente por cada una de las exhibiciones. Búhos. Lechuzas. Ratas, tarántulas y sapos. Los terrarios se encontraban extrañamente vacíos. Tenían un letrero que informaba:
Las serpientes han sido movidas por su seguridad debido a fallas en sus contenedores. Regresaran en el mes de diciembre. Gracias.
Las lechuzas eran bonitas. Presumidas. Orgullosas. Pavoneaban sus plumas mientras ululaban felices. Pero había algo que no convencía a Harry.
O no lo había hasta que sin querer acercó demasiado su cabeza a una jaula y por poco un pico le arrancó la oreja izquierda. Un ave de plumas marrones, rojizas y blancas le miraba presuntuoso, como si no hubiera hecho nada. Harry le dio una sonrisa.
—Eres un pequeño gruñón ¿no es así?
Soltó un chillido mientras sacudió un poco las alas. Le miraba como si lo desafiara a acercarse.
Harry le miró fijamente y se aproximó. Te reto, le dijo, atácame, te reto.
—¡Niño! ¡Niño! ¡Ten cuidado! ¡¿Quieres que te saquen un ojo?!
Un hombre de barba tupida y túnicas desgastadas con mangas remangadas se acercó mientras golpeaba la jaula y alejaba a Harry.
—Me gustan mis ojos, gracias. Pero es un ave hermosa ¿Qué es?
—¿Este bravucón? —palmeó el metal —Es un halcón de Harris. Creció más del promedio y supera en tamaño incluso a las hembras. —el señor contempló a Harry y su interés —¿espera? ¿estás pensando en adoptarlo? ¡Es un fenómeno agresivo!
¿Fenómeno?
Harry odiaba esa palabra. El idiota de su tío siempre lo decía. Era su forma favorita de llamarle. Él sabía que era una mentira, todas las cosas que salían de la boca de su bonita familia lo eran. Pero aun así. Era repugnante, casi tanto como cuando Vernon empezó a llamar a Bella puta. Maldito asqueroso.
Arabella tarareaba a su espalda, siempre lo hacía cuando no estaba particularmente concentrada.
Mi pequeño halcón.
Su canción.
Mi pequeño halcón.
—Quiero llevármelo. —el chico puso su mano sobre la reja. El halcón sostuvo su mirada. Alzó su cabeza —¿Quieres venir conmigo? —El ave chirrió. —tomaré eso como un sí.
—¿Estás seguro? Tenemos búhos y lechuzas, águilas. Incluso otros halcones si estás interesado.
—Estoy seguro.
—Bueno, será tu integridad, no la mía. Como sea, te lo dejo en setenta galeones. Me haces un favor llevándotelo si soy sincero.
Harry salió de esa tienda con el baúl encogido en los bolsillos, una jaula de acero en la mano derecha y el halcón posado en su hombro.
...
Caminaban por el Callejón, simplemente observando. De tienda en tienda apreciando cada escaparate. Era extraño para ambos, pasar de tener que trabajar en cualquier cosa para poder comer y tener ropa decente a estar ahí, comprando cualquier cosa que quisieran.
No eran tontos, se cuidaron de no comprar cosas que parecieran lo suficientemente lujosas para que sus tíos no sospecharan. Si de alguna forma se llegaban a enterar de todo lo que tenían, lo destruirían.
Cómo hacían con cualquier cosa que tenían a la mano.
...
Harry sintió como Arabella lo jaló de la mano y lo llevó a sentarse en una mesa de una pastelería.
—Quédate aquí y acomoda las cosas.
La chica se alejó y fue hacia el mostrador. El olor a pan recién hecho inundaba el lugar. Se sentía cálido. Hogareño y reconfortante. El color castaño del lugar lo hacía ver como una pequeña cabaña en medio de un bosque. Un refugio.
Diez minutos después ella volvía con una bandeja.
Crumble de manzana, natillas y chocolate caliente: El postre favorito de Harry. Lo único que le recordaba a la única persona además de su hermana que le había querido.
La señora Cauley había sido una anciana solitaria, tal vez un poco gruñona; pero los había alimentado. Les había tejido suéteres. Los había abrazado y curado sus moretones. Fue quien compró el aceite para poder peinar el cabello de Harry y hacer que no pareciera un nido de pájaros.
Fue lo suficientemente buena para abrirle el corazón a dos niños que jamás había visto y darles un pequeño trabajo.
Bella había estado en lo correcto al escogerla. Fue la mejor abuela que Harry pudo desear aunque no vivió demasiado. La única adulta en quien pudo confiar.
Harry miró el crumble frente a él con una pequeña vela.
—Feliz cumpleaños Hadrian.
Arabella sonreía mientras le instaba a soplar la vela.
Pidió su deseo: Que él y su hermana estuvieran a salvo.
Por años había pedido salir de esa casa donde vivían.
Ahora lo estaba cumpliendo al ir a Hogwarts pero no podía llevar a Arabella con él.
Ella le decía que estaba bien. Que podía protegerse sola. Estaba preocupado.
¿Y si su tío llegaba a pegarle demasiado fuerte? ¿Si la encerraban demasiado tiempo sin comer?
Solo haría falta una llamada de su tía a la escuela para que los profesores (que solían apreciar a Bella) no se preocuparan demasiado.
Ella jamás había querido llamar la atención. Sabía que sí de alguna forma los Servicios infantiles se sentían lo suficientemente útiles podían ir por ellos y meterlos a un orfanato. Después, cuando fueran mayores simplemente los patearían a la calle para que no fueran otra boca a la que alimentar.
Aun así, le hizo prometer que si se volvía demasiado pediría ayuda. No importaba si era con una de sus raras compañeras o incluso con ese estúpido de Cass que parecía seguirla a todos lados (Eso no era cierto, pero la etapa de hermano celoso de Harry parecía decir que sí). Lo importante era que estuviera bien.
Comieron el postre en silencio bajo la falsa sensación de paz. No importaba, Harry se sentía estúpidamente feliz por todo lo que habían hecho hoy.
...
Cuando regresaron fue casi de noche. Sus tíos habían salido con Dudley a cenar como compensación por los pocos regalos que le habían dado ese año.
Subieron al ático. Era el lugar donde habían dormido desde que su tía los encerró ahí el día en que los recibió. Por eso le llamaban su habitación.
Estaba el armario donde escondían los libros mágicos y los peniques que habían juntado. Pusieron ahí las libras que sacaron de Gringotts.
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Recostados en la cama que compartían, Harry veía el techo. Hacía años que lo habían adornado con sus constelaciones favoritas: Orión con su cinturón de Mintaka, Alnilam y Alnitak. Canis maior donde estaba Sirius y Lupus con su forma de lobo.
—Hoy vi las escobas en la tienda. ¿Eran así las que papá tenía?
—Mmn, más viejas. En tu primer cumpleaños el tío Sirius te trajo una de regalo. Mamá casi lo desaparecía de la casa.
Harry se quedó en silencio un momento.
—¿Por qué crees que está en Askaban? —preguntó en voz baja, como si él no decirlo en alto lo hiciera menos real.
Bella solo siguió ahí, mirando las tablas desgastadas con clavos oxidados.
—No lo sé. Él... Jamás sentí ni una sola intención mala en él. Me asusta que jamás hayamos encontrado nada en ninguno de los periódicos. Es tan raro. Solo... Hubiera deseado saberlo antes.
Así no lo habría esperado. Fue lo que no dijo en voz alta.
—¿Crees que seré un buen volador?
—Puede que sí. Papá estuvo en el equipo de Quidditch, así que tal vez te trasmitió algo. No creo que eso dependa de la magia. Eres bueno corriendo y esquivando. Ayudará.
El halcón se había subido a una de las vigas más altas a dormir. Hizo un pequeño ruido.
—¿Cómo le vas a llamar?
—Arcane. Secreto, misterioso y muy difícil de conocer. Velo, todo un matón en la tienda y apenas salió ni siquiera trató de arrancarme una oreja.
—Estaba estresado allá. Si tuviera que ser visto por decenas de personas al día también querría sacarles sangre, sinceramente. Ahora está más relajado y ve, incluso podrías pedirle estrategias de vuelo.
Harry la golpeó en el hombro. Bella soltó un grito indignado. Solo rodó los ojos. Dramática.
—Arcane es un buen nombre. Le queda.
—Lo sé.
...
Pasaron el último mes aprendiendo todo lo posible. Harry podía decir orgullosamente que iba adelantado en el temario, el hecho de que su madre hubiera empacado todos los libros relacionados a sus investigaciones y sus diarios con cada aspecto de Howgarts lo había ayudado.
Eso y el que su hermana fuera una malditabiblioteca humana que le leía ensayos como cuentos para dormir desde que podía recordar.
Arabella al fin entendió a que se referían con lo de que estaba prohibido para los menores de edad hacer magia. No era que realmente estuviera prohibido hacerla, sino hacerla con varita.
Sentía una magia extraña alrededor de la varita de Harry que no pertenecía ni a su hermano ni a la madera o el núcleo. Era una pequeña espiral de energía que le envolvía y parecía seguir a la nada. Estaba casi segura de que era una forma para rastrearla.
Así que tuvieron que descartar la práctica con ella. Tomaron palos delgados comunes para que Bella le enseñara a Harry cada uno de los cientos de movimientos y hechizos con todo y pronunciación que había visto hacer a sus padres y a Sirius, Remus y Sev. Si la mayoría eran de defensa y ataque bueno, era la culpa de su padre por ponerse a combatir en duelo frente a una niña de cuatro años. Que Harry los aprendiera tan rápido solo fue una coincidencia.
Arcane estuvo feliz saliendo del ático por la pequeña ventana y cazando. Al parecer los veía famélicos porque les traía conejos y palomas muertas como si se trataran de polluelos que debían ser alimentados. ¿Cómo había conseguido conejos en medio de Londres? Una duda que jamás responderían. Le gustaba que le acariciaran las plumas y les mordía los dedos solo si no le prestaban atención.
Harry leyó el libro que sacó de la bóveda Potter una y otra vez junto a los que trajo de la librería. Más y más modales y formas de expresarse que debía de aprender. ¿Podía renunciar por unos años a los malditos títulos de heredero? Si veía otra vez la palabra: deber y alianza de sangre, estaba seguro de que explotaría.
Aun así, las cosas iban bien. El tío Vernon había estado prácticamente todos los días fuera de la ciudad por trabajo, la tía Petunia había estado en esos bonitos días donde ni siquiera salía de su cama y Dudley los había dejado en paz desde que accidentalmente se quemó el cuerpo al ducharse con agua hirviendo.
...
La noche antes de partir a Hogwarts Harry estaba particularmente nervioso. Caminaba de un lado a otro del entre las oscuras esquinas del ático lleno de polvo.
—¿Y si no soy lo suficientemente poderoso?
—Harry, puedes hacer magia sin una varita. —Señaló la bola de luz que alumbraba un poco.
—¿Y si no estoy bien educado? ¿Y si fallo en una cortesía y ofendo a alguien importante?
—Te has leído todo el libro de los Potter tres veces y hemos repasado todo lo que sé. Si te equivocas, discúlpate.
—¿Si no aceptan las disculpas?
—Entonces eso ya es problema de esas personas y son ellas quienes están siendo maleducadas.
Harry cambió de tema, en las tablas del suelo ya estaba marcando su caminata.
—¿Si resulto ser un mal volador?
—Tienes siete años para aprender a hacerlo bien.
Harry se tiró en la cama con un grito ahogado. ¿Por qué se sentía tan preocupado?
—¿Y si te necesito y no estás ahí? —Reconoció con voz triste. —¿Si me voy y te das cuenta de que no soy tan importante? —Sus pequeños ojos verdes se llenaron de lágrimas.
No las derramó, por supuesto que no. Se sentía vulnerable. Tan vulnerable.
Los brazos de su hermana le rodearon, le apretaron fuertemente diciéndole aquí estoy, no hay nada de que temer. —Harry eres mi hermanito, mi familia. ¿Cómo podrías no ser importante? —Le acomodó uno de sus largos rizos detrás de la oreja —Eres lo que más importa en este mundo para mí. Siempre —miró al niño a los ojos —siempre que me necesites estaré ahí para ti. Solo debes pedirlo. Tienes a Arcane para mandarme cartas. Si quieres que vaya a Hogwarts a visitarte, no importa cómo, averiguaré como hacerlo.
—Dice en el libro de Hogwarts: Una historia que las personas sin magia no pueden verlo.
—¡Puaj! Esas cosas nunca han funcionado conmigo. No habrá un hechizo que pueda detenerme.
—¿Lo prometes?
—Claro que lo prometo.
Permanecieron ahí, dejando que el silencio y el olor a madera mojada los inundará. Una suave brisa soplaba fuera. El brillo de la esfera de luz que Harry había creado le daba un aspecto tranquilo al ático.
Más allá del polvo que jamás parecía irse por más que limpiaran; de las desgastadas maderas y vigas que sostenían todo. Más allá de la vieja cama de segunda mano y el armario que seguramente había pertenecido a alguien antes de la primera guerra mundial. Más allá de eso, el lugar era solo de Harry y Bella. El único espacio que les pertenecía y consideraban seguro. Donde ni su tíos ni Dudley podían subir por las pequeñas escaleras.
—Yo... Sé que ya soy mayor y eso pero ¿podrías... podrías cantarme?
Arabella abrió la cama y Harry se recostó a su lado. Hacía ya diez años que dormían de esa forma.
Bella cantó y cantó.
El mal se esparció como una fiebre
era de noche cuando moriste, mi luciérnaga.
¿Qué podría haber dicho
para resucitarte de entre los muertos?
Harry durmió con una sonrisa en el rostro.
Mañana sería un gran día.
...
Pre notas
Porque ao3 no me deja poner imagenes en las notas.
Como sea, este es mi bebé Arcane ¿Sabían que en el aeropuerto de CDMX los usan para controlar a las palamos? Además viven en manadas. Me puse a investigar cuanto costaría uno y salen en mas de 500 putos euros.