Luz y Oscuridad

Había pasado una semana desde que Harry estaba en la enfermería y ya podía asegurar que estaba totalmente bien y listo para que le den el alta.

Sentía sus días desperdiciados, ya que la mayoría de ellos estaba durmiendo o con la enfermera haciéndole distintos estudios para averigüar porqué se había desmayado.

Sus compañeros de habitación venían a visitarlo, pero no podían quedarse demasiado porque los echaban después de los treinta minutos de visita.

En fin, Harry estaba harto.

-¿Está de acuerdo, señor Evans? -preguntó la enfermera con una ceja arqueada. Harry trató de utilizar su memoria para recordar algo que hubiera dicho y él no haya registrado. -Si logra sobrevivir estas dos últimas noches podrá volver a vivir con normalidad su escolaridad. -informó y Harry asintió de acuerdo.

-¿Podríamos acortar esos días? -pidió y ella negó sonriente.

-No, señor Evans. O son dos días, o una semana más. -dijo y Harry negó fervientemente.

-Dos días suena perfecto, Madame. -él asintió.

-Genial. -dijo. -Por cierto, la poción comenzará a hacer efecto pronto. Procura dormir lo más que puedas para que no sientas aquellas molestias que tuviste el otro día. Buenas noches, señor Evans. -agregó sonriente y luego apagó las luces de la enfermería, saliendo por la puerta dejándolo sólo otra vez, para que descanse "en paz".

El ruido de la puerta lo sobresaltó. Miró a un lado y vió que alguien había entrado y estaba cerrando la puerta. Con miedo, cerró sus ojos, fingiendo dormir.

Trató de estabilizar lo mayor que pudo su respiración, pero a medida que escuchaba los pasos hacia su dirección, se ponía más nervioso y sentía que había millones de personas observándolo.

En un momento, dejó de oír los pasos. Trató de no abrir los ojos, porque podría ser una trampa, una falsa sensación de seguridad. Siguió fingiendo dormir, y cuando comenzó a creer que en realidad podría haber sido producto de su imaginación o que podría ser solo una pesadilla más, empezó a tranquilizarse.

-Harry. -dijo en un susurro. -Sé que estás despierto, tu respiración te delató. -confesó aquella voz.

-¿Riddle? -preguntó sintiendo su corazón latir al máximo por la adrenalina que había sentido.

-Hola. -dijo y sonrió nerviosamente.

-¿Qué haces aquí? ¿A esta hora? ¿Sabes que hay horarios de visita, cierto? -preguntó con una burbuja de alegría porque alguien había venido a verlo y, quizá, quién sabe, rescatarlo de esa cárcel mal llamada enfermería.

-Te traje algo... -dijo y Harry asintió confundido. -Toma. -dijo y le dió un plato con dos porciones de tarta de melaza. -Sé por experiencia que la comida que te dan aquí no es sabrosa, o apetecible y decidí que lo mejor sería traerte algo que te gustara. -dijo y Harry le sonrió agradecido.

-Gracias... Es mi favorita. -dijo y Tom sonrió.

-Lo sé.

-¿Cómo lo supiste? ¿Y por qué viniste a esta hora?.

-Es el único momento en que no me echarán de aquí, así que decidí escapar de la cena por una vez. -dijo y ante la mirada orgullosa de Harry, Tom rodó sus ojos con irritación. -Además, no es difícil averigüar cuál es tu postre favorito. Tan sólo es prestar atención a tus desayunos y postres. -dijo y Harry sintió que aquella burbuja de felicidad se agrandaba.

Tom le prestaba atención a él... Aunque no pudo dejar de lado que aquello era realmente intimidante, en realidad.

-Gracias, Tom, realmente lo aprecio mucho. -suspiró. -No tengo mucho para hacer últimamente, y la comida que me dan es en su mayor parte contiene una poción que agrega ciertas vitaminas vitales para mi cuerpo. -murmuró y Tom lo miró con un brillo de preocupación.

-No sólo estoy aquí por la tarta de melaza. -dijo y miró a un lado con una mirada pensativa. -¿Qué te sucedió la semana pasada, Evans? -preguntó. -A lo largo de esta semana, tuve distintas posibilidades en mi cabeza. Una de ellas fue la primera que descarté y es la que tiene relación con el descubrimiento de que Amy Benson gustase de tí. La descarté porque no creí que eso te afectara tanto a tal punto de... Desmayarte en clase. -dijo y lo miró con intensa preocupación. -¿Sabés qué fue lo que te ocurrió?

Harry quiso tener un control para manejar el tiempo y poder poner pausa allí mismo. Porque, no todos los días tenías a Tom Riddle (si, Tom Riddle, alias Voldemort) preocupándose por su némesis número uno, aquél qué, por obras de una falsa Vidente y del Destino (quién ya todos sabían últimamente estaba conspirando contra Harry) estaba destinado a derrotarlo.

Quiso reír. Realmente quería reírse, y muy fuerte. Pero algo lo impidió. La mirada de verdadera preocupación de Tom hacia él.

La idea de que Tom se preocupe por él solo hacía sentir de una forma agradable a Harry, pero luego recordaba que era la misma persona (solo que unos demasiados años antes) que le había causado demasiado sufrimiento y entonces ese sentimiento agradable, se transformaba en un vacío triste y odioso.

Algo en él le impedía tratar de la misma forma a éste Tom Riddle que a Voldemort, porque Tom Riddle, le guste o no, era todavía solo un niño que no era consciente de todo el mal que generaría en pocas décadas. Voldemort era un monstruo, totalmente consciente de sus actos y de las consecuencias de los mismos. No podía juzgarlos de igual forma.

-¿Harry? -preguntó Tom y Harry suspiró profundamente.

-Lo siento... Creo que la poción está comenzando a surtir efecto. -mintió. Su vida en este momento se basaba y sustentaba por y de mentiras. Él era una mentira.

¿Cómo podía distinguir a Harry Evans de Harry Potter? ¿Qué los diferenciaba? ¿Cómo sabía quién era realmente de los dos? ¿Existía Harry Potter? ¿Y Harry Evans, existía?

-Claro. Comprendo. -dijo y sonrió con desánimo. -Creo que debería dejarte descansar...

-No, no te vayas. Aún no estoy cansado y realmente no quiero parecer maleducado. -dijo y sonrió tranquilamente. -Por favor, quédate. Creo que moriré por falta de atención social dentro de minutos si veo que alguien más se va. -dramatizó y eso pareció convencer a Tom, porque sonrió y, luego de un asentimiento de cabeza de Harry se sentó a sus pies mientras Harry comenzaba a ingerir la tarta de melaza con mucho gusto.

Fue una ocurrencia realmente tardía para Tom lo tierno que Harry se veía al comer, y sobretodo, cuando disfrutaba la comida.

Mientras ingería el primer trozo de tarta de melaza, un brillo intenso se instaló en sus ojos y una sonrisa de satisfacción estuvo en sus labios. Tom no podía negarse a sí mismo que le encantaba aquella sonrisa.

-Harry, tienes... -Harry paró de reírse cuando Tom le habló. Tom se le acercó y agarró una servilleta que había en la mesa al lado de la camilla y le limpió cuidadosamente la comisura de sus labios y Harry sonrió. -Eres un desastre para comer, Evans. ¿Cómo es posible que tengas migajas de tarta de melaza hasta en tu oreja? -preguntó sin esperar una respuesta de Harry.

Harry sólo sonrió avergonzado.

-Lo siento. -dijo y Tom lo miró enojado.

-No te disculpes. No hiciste nada malo. -dijo y Harry asintió, confundido. -Si vuelvo a oírte pedir perdón sin que sea necesario, o por algo que no corresponde pedir perdón, habrán grabes consecuencias. -dijo con la mejor voz de "amenaza" que pudo ofrecer en ese momento.

Harry asintió. Parecía lo suficientemente asustado como para entender que Tom estaba hablando en serio...

Tom sonrió entonces, se alejó y suspiró. No sabía qué hora era, pero no debería ser muy tarde. Estaba totalmente convencido de que habían pasado un poco más de treinta minutos desde que se fue del Gran Salón y que casi no notarían su ausencia.

-Debo irme. -dijo y la alegría se esfumó de Harry y de repente, parecía demacrado de nuevo, tal como lo había visto al entrar a aquella enfermería.

-¿Tan rápido? -preguntó y Tom asintió mientras se levantaba y agarraba su varita para lanzar un Tempus.

El Tempus le informó que en realidad, habían pasado más de "tan solo treinta minutos". Habían sido dos horas.

Dos. Malditas. Horas.

Su mirada se dirigió a Harry y vió que él no entendía su sorpresa ante la hora.

-Pasaron dos horas... -dijo y Harry lo miró con sorpresa. -Vine aquí a las diez, cuando los demás estaban en la cena y...

-Ya son las doce de la noche. -dijo y una sonrisa divertida surcó sus labios. -Por Merlín, no lo puedo creer... -murmuró Harry y Tom lo miró con curiosidad.

-¿Qué es lo que no puedes creer?

-Hace una semana que no estoy tanto tiempo con alguien... -murmuró y una sonrisa divertida y alegre se instaló en sus labios. Tom se sintió mal. Cómo si tuviera fiebre, pero sin tenerla realmente.

-Harry...

-No quiero sonar dramático, pero... Realmente es muy agradable saber que hay alguien que se preocupa por cómo estoy... -murmuró y Tom, asustado de que Harry comenzará a llorar, se acercó con cuidado y le sonrió nerviosamente.

-Es comprensible, Harry. Pero no llores, no llores, no es necesario. Además, puedes deshidratarte y no querrás sentirte peor de lo que...

-Estoy bien, Tom. -dijo y sonrió tranquilamente. -No voy a llorar. No hoy. -aseguró y Tom asintió alejándose.

El silencio absoluto se instaló entre ambos y ninguno sabía cómo romperlo. Hasta que Tom, decidido a ir hasta su habitación y dispuesto a pensar en una buena excusa para su ausencia de horas, se despidió de Harry.

-Debes descansar, Evans. -dijo y Harry asintió. -Y, lastimosamente, si yo me quedo más tiempo contigo, lo único que no harás es dormir. -dijo y Harry parpadeó rápidamente sonrojado. Tom le sonrió sintiendo su corazón latir apresuradamente.

Se iba a ir, pero se había quedado petrificado, viendo cómo Harry le sonreía con cierta tristeza, hasta que parecía habérsele ocurrido algo.

-Quédate a dormir. -dijo y Tom abrió sus ojos con sorpresa y confusión.

-¿Qué?

-Sí. -dijo Harry sonriente. -Claro, no tienes que hacerlo si no quieres pero... Durante la última semana, estuve la mayor parte del tiempo sólo y aburrido... Sería bueno tener a alguien con quien estar. -dijo y Tom, luego de darle vueltas a la idea, llegó a la conclusión que estaba, extrañamente, de acuerdo con quedarse.

Lidiaría con Dione, Ferbus, Abraxas y Atlas por la mañana. Entonces, asintió con seguridad ante la idea de Harry y él sonrió y aplaudió como un niño pequeño alegre.

Se dirigió a una de las camillas y sólo paró de caminar cuando Harry volvió a hablar.

-¿No piensas dormir en otra camilla, cierto? -preguntó retóricamente. -No, no harás eso. Si duermes en cualquier otra camilla, se darán cuenta que alguien más a parte de mí estuvo aquí. Así que, ven aquí y acuéstate a mi lado. -dijo con total seguridad en sus palabras, Tom asintió dándole la razón en ese punto y se dirigió a la camilla de Harry para acostarse.

Contrario a lo que creyó, la camilla era realmente cómoda. Harry le sonrió triunfante y Tom sólo rodó sus ojos con diversión.

Al acostarse, Tom sintió que algo estaba pasando. Que algo diferente sucedería a partir de entonces, entre ellos dos.

Harry suspiró profundamente y Tom no dudaba de que a Harry se le había ocurrido lo mismo.

Había algo de Harry que le daba una sensación de bienestar y comodidad, como si pudiera hablar de todo lo que quisiera con él. Sentía una necesidad de contarle todo. Sentimientos, ideas, planes a futuro, logros...

-Buenas noches, Tom. -le interrumpió Harry con un tono somnoliento.

-Buenas noches, Harry. Descansa. -dijo y Harry asintió con sus ojos cerrados, ya entrando a un profundo sueño.

Tom trató de dormirse, pero se dió cuenta que no podría dormir hasta tener bien en claro de por qué de todas las personas, quería decirle y contarle todo a Evans.

Era un sentimiento estúpido. Tom lo sabía, jamás podría ocurrir tal cosa. Jamás.

Si Harry Evans se llegase a enterar de sus planes, pensamientos e ideas sólo tendrían dos posibilidades, ambos de ellos. Evans debería elegir entre unirse a él de por vida, o morir. Y Tom tendría que pensar cuál de ambas opciones era mejor...

En el momento en que pensó en matar a Harry, su mirada se dirigió a él, que estaba durmiendo y respirando tranquilamente. Le pareció tan... Lindo. Algo en él le decía que no podía matarlo y menos considerar aquella idea.

Pero, otra parte de él, la más pequeña, decía que si en algún momento Harry mostraba indicios de estar totalmente en contra de él, la mejor decisión sería...

Negó. Ni siquiera en su propia mente podía dejar de pensar en algunas cosas y eso le fastidiaba.

Harry le caía bien, y quería evitar matarlo si era posible.

Una parte de su mente no parecía muy contenta con esa idea, por lo que Tom se sentía dividido.

La única forma que tuvo de llegar a un acuerdo, fue decidiendo que vigilaría lo mayor posible a Harry y que al final del año decidiría si debía confiar en él o no. Si se podía confiar en él, entonces lo reclutaría y le diría todo lo que sea necesario que sepa. Si no era de fiar... Decidió dejar eso allí. No quería pensar ni un segundo en la idea de matarlo o hacer algo peor.

"Tienes hasta el treinta y uno de diciembre para que yo confíe en tí, Harry. No me decepciones." murmuró en pársel con suavidad.

Algo en él se revolvió ante la fecha que había elegido, su cumpleaños. Suspiró profundamente tratando de dejar esos pensamientos y se acomodó en la camilla con cuidado.

Unos minutos después, sintió que Harry agarraba su mano y algo en él comenzó a sentir demasiada adrenalina. Se sintió capaz de muchas cosas, y al mismo tiempo se sintió totalmente descontrolado y todo de él era desconocido.

Cerró sus ojos con fuerza, tratando de no pensar en lo cálida que era la mano de Harry ante el frío de la enfermería. Suspiró nervioso y comenzó a tratar de relajarse.

Unos minutos después, Tom se había dormido profundamente. Esa noche tuvo el mejor sueño de toda su vida.

Era una serpiente y vivía en un lugar húmedo y cálido al mismo tiempo. Era el paraíso. ¿Y lo mejor de todo? Harry estaba allí. O Tom creía que aquel chico del sueño era Harry...

Aquellos dos días pasaron y, tal como la enfermera había dicho, Harry salió de la Enfermería.

Cuando entró al Gran Salón, algunos de los Slytherins (a quienes Harry no conocía en lo absoluto) lo saludaron y le expresaron lo tranquilizante que era saber que ya había salido de la Enfermería y que esperaban verlo en las clases lo más pronto posible.

Cuando se fue a sentar, Tom estaba al lado del único lugar vacío, cosa que fue ligeramente atemorizante para él, pero descartó ese 'temor' lo más rápido posible.

-Bienvenido, Harry. -dijo Tom y Harry sonrió agradecido.

-Gracias, aunque no es necesario que me den la bienvenida. Nunca me fuí, sólo estuve nueve días en la Enfermería. -dijo y Tom asintió.

-Exacto. Estar en la Enfermería es terrible. -dijo y comenzó a comer sin volver a mencionar una palabra más.

-Me alegra verte fuera de allí. -dijo Dione a su lado. -Estaba muy preocupada... Espero que no te vuelva a ocurrir, Harry Evans. Si llego a enterarme que algo te sucede y no te haces ver, haré lo que haga falta para que te lleven a San Mungo's. -amenazó.

-Te prometo que serás la segunda persona en enterarte de lo que llegue a sucederme. La primera seré yo. -aseguró Harry y le sonrió tratando de tranquilizarla.

-Suena bien. -asintió y comenzó a comer junto a él.

Unos minutos después, Tom se levantó de la mesa y se fue sin decir nada. 

Harry, curioso, lo siguió.

Al salir del Gran Salón, Harry no tuvo que ocultarse demasiado porque Tom pareció notar que alguien lo seguía y se volteó.

-Evans... -dijo y una sonrisa divertida surcó sus labios.

-Tom. -respondió Harry de la misma forma. -¿A dónde ibas tan apurado?

-Ningún lugar que merezca tu completa atención. -dijo formalmente.

-Tengo mi completa atención en tu huída, Riddle. -dijo y comenzó a acercarse lentamente.

-No deberías perder el tiempo en esto.

-No estoy desperdiciando mi tiempo. Así que puedes contarme.

-No es posible contarte esto.

-¿Por qué no? -preguntó confundido.

-Porque debería mostrarlo. No contarlo. -confesó. Harry sonrió.

-Soy curioso. Muy curioso. -aceptó Harry. -¿Cuál es este lugar, Tom Riddle? -preguntó. Tom sonrió.

-Sígueme.

🍀🍀🍀

Estaban caminando tranquilos por los pasillos de Hogwarts, mientras Tom respondía a las preguntas de Harry con un tono de misterio en su voz.

–Eres muy curioso, Evans. –dijo Tom y Harry sonrió.

–Así me llamo. –confesó. –Harry el curioso Evans. –dijo y Tom sonrió divertido.

–Bien, Harry el curioso Evans, estamos aquí. –dijo y Harry miró a su alrededor y no vió absolutamente nada.

–No entiendo. –dijo simplemente y Tom asintió.

–Exactamente. –dijo y Harry lo miró confundido. –Es entendible que tu mente no comprenda esta situación, ya que tienes un nivel mucho menor de capacidad intelectual que yo. Claro, no es algo por lo que debas disculparte, no es tu- –Harry le interrumpió.

–Oh, ya sé dónde estamos. –dijo y sonrió. –¿Es el séptimo piso, verdad? –preguntó y ante un firme asentimiento de parte de Tom, sonrió aún más. –Estamos frente a la puerta de la Sala que viene y va. –dijo y Tom lo miró con recelo.

–Sí, Evans... Felicidades. –murmuró.

–Entonces... ¿Para qué vinimos aquí? –preguntó Harry.

–No lo sé. La descubrí hace poco. –murmuró. –Desde que leí el libro sobre los secretos del castillo, tuve el deseo de encontrarla. La única información que obtuve, fue el piso en el que se encontraba.

–¿Ya entraste?

–Sí. Hace dos días. –comunicó.

–¿Qué deseaste ver?

–No lo sé. Sólo... –parecía estar meditando la idea de contarlo. –Deseé ver algo importante, algo que que desearan muchos pero que pocos de ellos hayan visto...

–¿Viste un Espejo, cierto?

–¿Cómo sabes tanto?

–En realidad no sé "tanto", solo estoy siendo lo más lógico posible. La descripción de lo que querías ver, concuerda con la descripción de una cosa: el espejo de Erised. –explicó.

–Eres más inteligente de lo que creí... –murmuró Tom y Harry le sonrió con orgullo.

–Exactamente. –dijo y Tom sonrió divertido.

Linda sonrisa. Pensó Harry y negó tratando de alejar esa idea de su cabeza.

–Imagino, entonces, has visto tu mejor deseo. –dijo Harry y Tom negó.

–No... –dijo y sonrió. –Me encantaría haberlo hecho, pero tenía cosas más importantes en qué pensar. Además, solo basta con desearlo y lo tendré otra vez frente a mí. –dijo desinteresadamente. –¿Y tú? ¿Quieres ver tu mayor deseo?

–No. –dijo Harry y Tom lo miró curioso.

–¿Por qué no?

–No lo necesito. Además, siempre habrá algo que me falte. Quizá hoy deseo algo que mañana obtendré, lo que significa que mañana desearé otra cosa más. –dijo y suspiró. –Es un ciclo vicioso y no me gusta. Prefiero ser feliz con lo que tengo y alegrarme por la sorpresa de lo que obtendré mañana...

–¿No sabes lo que deseas, entonces?

–No dije eso. Sé lo que deseo, pero también sé que si veo el Espejo, me mostrará un deseo que jamás tendré la fortuna de cumplir. –dijo y la imagen del Espejo de Erised de él junto a sus padres vino a su mente.

–¿Por qué no?. –preguntó Tom incrédulo. –La magia es capaz de muchas cosas, Harry, no creo que haya nada que la magia no pueda resolver.

–La magia es capaz de muchas, sí. Pero no de todas. La magia no es capaz de regresar a los muertos. –dijo y Tom lo miró y suspiró.

–Pero sí puedes evitar la muerte. –dijo y Harry lo miró horrorizado.

Horrocruxes.

Pero... Él todavía es muy jóven para pensar en eso... No... No puede estar meditando la idea de romper su alma... Eso no...

–¿Qué dices, Tom? –dijo Harry deseando haber escuchado mal. Tom lo miró y pareció examinarlo con intensidad. Luego sonrió y negó.

–Nada, solo fue una idea que cruzó mi mente... –dijo y su mirada parecía lejana. –Creo firmemente en que la magia puede ayudarnos a evitar o superar cualquier obstáculo de cualquier tipo... De cualquier forma, no es momento de hablar de esto. Ven, vamos a la Sala Común que debes estar muy cansado. –dijo y la sonrisa se mantuvo allí.

Harry asintió, confundido en el cambio repentino de actitud pero igualmente lo siguió.

En el camino de vuelta hacia la Sala Común, ambos pensaron en aquella conversación.

Harry tenía un fuerte presentimiento de que algo había salido a la luz, algo importante, en esa conversación... Pero no podía descifrar qué de todas las cosas.

Se decidió, resignado, a dejarlo pasar por aquella vez.