Oneshots y otros

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Oneshots y otros
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Chapter 6

La felicidad del dragón negro

¿Cómo empezó todo esto? ¿En qué momento decidí que esto sería lo correcto? ¿En qué parte me perdí en el camino? Debo mantenerme despierto, miles confían en mí, no puedo traicionar su confianza. ¿Dónde está mi amuleto? ¿Dónde está mi dragón? No lo encuentro, no pudo perderse, se lo prometí. Tengo que seguir, tengo que ver su sonrisa una vez más. 

Abrí lentamente mis ojos, la vista ante mí era muy familiar. La mujer más dulce y hermosa de los siete reinos dormía entre mis brazos. Contemplé a mi bella durmiente hasta que despertó, su lindo cabello plateado era un desastre y abrió sus ojos. Sonrió, ese momento duró una eternidad. 

—Daemon, ¿estuviste viéndome todo este tiempo?

—Quiero que cada detalle de ti se grabé en mi corazón. —La rodeé entre mis brazos y le di un beso en la frente. 

—Te amo, Daemon —respondió, oía los latidos de mi corazón, seguro sabía lo que sentía en el momento—. Nunca lo olvidaré. Nunca te olvidaré.

Si tan solo pudiera alargarlo más, hacer que eso fuera para siempre. Me aferré a su cuerpo y olí su cabello, no me importaba que acabara de despertar, la noche anterior fue nuestra primera y última vez. Ella lloró, tal vez fui yo o ambos. Cerré los ojos por una fracción de segundo y cuando los abrí ella se había desvanecido. Lo único que quedaba en el lugar era su esencia, el favor que me regaló cuando participé en un torneo antes de mi matrimonio y un mechón de su cabello. Lo acerqué a mi corazón y me dejé caer al suelo. 

Aparte de mi madre, mi maestro Ser Quentyn Ball y Aegor solo tenía a Daenerys, aunque de los demás la reina Naerys nunca nos prohibió juntarnos, por lo que ella me agradaba. ¿Por qué acepté esa propuesta de mi padre? Mi esposa era amable y buena, teníamos dos gemelos y más hijos. No obstante, Daenerys es la única que he amado, amo y amaré. Crecimos juntos en la Fortaleza Roja, jugábamos juntos, prometimos que tendríamos diez hijos en el bosque de dioses, ella fue mi primer beso y yo fui el suyo; incluso fingimos casarnos en una ceremonia valyria que ella leyó en un viejo libro. Sin embargo, era un bastardo, no era suficiente para una princesa, aun si era el favorito del Indigno nunca aceptó el compromiso, siempre dio largas, evadió el tema y prometió que si me casaba con la tyroshi entonces podría estar con Dany. 

Todo mentiras, al final ese gordo lujurioso se murió. No sin antes legitimarme, era demasiado tarde. Tal vez Daenerys aceptaría ser mi concubina y tendríamos hermosos hijos de ojos violetas con cabello dorado y platinado. Los criaríamos como príncipes y princesas, estaba seguro de que Daeron aceptaría legitimarlos cuando llegara el momento, les daría tierras para que pudieran construir y si eran mujeres podríamos haberlas casado con sus hijos. No, mató mis sueños y la prometió a un desconocido, el gran enemigo de nuestra dinastía, a ese Martell que se hacía llamar príncipe. Sus acciones no eran acorde al nombre de Daeron el joven dragón, sino a las de Baelor el débil y Aenys el Pusilánime. 

Estuve en su boda en el recién construido septo de Baelor y cuando terminó pedí a mi hermano hablar a solas, él me concedió ese permiso, aunque un par de sus sombras blancas nos siguieron.

—¿Qué quieres, Daemon?

—Esto... No está bien... ¿Acaso has olvidado lo que hicieron? Por años han realizado incursiones a las marcas. —Daeron se mantuvo serio y escuchó atento—. Deberías mostrarles que los siete reinos no tolerarán sus ofensas en vez de haberles entregado a nuestra hermana. ¿Cómo estás seguro de que no aprovecharán el reclamo de Dany?

—Está hecho, Daemon. Es inútil seguirte quejando. 

—Te arrepentirás de esto —dije y lo detuve a medio camino. 

—¿Acaso es una amenaza hermano? —Sus sombras blancas se prepararon para desenvainar, podría lidiar con ellos de forma sencilla, pero no era mi intención iniciar una pelea—. El reino está por encima de todos nosotros. El amor vale nada cuando del deber se trata. No volveré a discutir esto, ve con tu esposa y tus hijos. 

Se alejó con sus guardias reales y ese mismo día visitó, con el dorniense, la estatua del débil de Baelor. No conforme con ello celebraron un torneo. Participé hasta llegar a la final, sin embargo, al final su hijo me derribó del caballo y coronó como reina del amor y la belleza a su esposa. Y esa fue la última vez que la vi, fingía una sonrisa y aplaudía. Estaría lejos de ella, aprecié su última sonrisa y gesto dirigido solo a mí. 

No conforme con entregar a nuestra hermana Daeron decidió plagar la corte de sucios y depravados dornienses que le susurraban al oído. De por sí sus decisiones eran cuestionables, fue que empezó a dar mayor importancia a ellos que a los marqueños, ni siquiera porque la esposa de su hijo era una Dondarrion. Cada ofensa e insulto no era olvidado, siempre me hacía de menos, cualquier consejo y comentario lo ignoraba. Para él solo era un bastardo, les daba más importancia a sus amigos dornienses y a los maestres. 

Cuando combatí a un grupo de bandidos en las Tierras de los Ríos ni siquiera me agradeció y cuando presenté a mi hijo mayor en la corte lo trató como un bastardo más. Mi medio-hermano Aegor y mi maestro Ser Quentyn tenían razón, yo era dueño de Fuegoscuro, además medio reino clamaba que yo lucía como un rey ¿por qué tenía que soportar sus tratos? Él era débil, en cambio yo blandía la espada de Aegon el Conquistador. Era mi herencia, había muchos rumores, sin embargo, era de mi sangre; pagó la dote de mi matrimonio al arconte de Tyrosh y me dio tierras. Además, Daenerys no querría que me rebelara contra nuestro hermano.

Uno de esos días tras darle largas sobre la rebelión a Ser Quentyn Ball, a Aegor y a varios lores que me apoyaban me fui al patio de armas a practicar. Fue contra 3 caballeros y los derroté.

—Han mejorado, tal vez la siguiente tengan una oportunidad. —Sonreí y decidí quedarme un rato más para instruirlos. 

A los que llegaron les di consejos sobre su postura, su juego de pies y el cómo debían pelear contra ciertos enemigos. Algunos observaban la escena, los cortesanos aplaudían y otros cotilleaban. 

Al finalizar me fui a lo más alto de una de las torres de la fortaleza roja. En ella Daenerys y yo imaginábamos que conseguíamos dragones y volábamos por todo el mundo, también fue allí donde jugábamos a los besos. 

Estaba tan inmerso en mis pensamientos que no noté cuando Shiera se acercó por detrás. Al voltearme sonreía de manera seductora, sus ojos de diferente color tenían algo hechizante y misterioso. Cualquiera podría perderse en su mirada. Algo extraño había en ella, no era solo su hermosura que parecía divina, era algo más. 

A ella le gustaba jugar conmigo, no obstante, a diferencia de la mayoría de los hombres no caía tan fácil. Me había acostumbrado a que también hablaran de mi belleza como casi inhumana que lo de ella no me deslumbraba al nivel de odiar a alguien como Brynden y Aegor lo hacían. 

—¿Piensas en cuándo iniciarás tu rebelión? 

—Ya lo he decidido, será después del proximo cambio de luna —dije de broma y me reí, ella hizo lo mismo—. ¿Crees que Brynden ya se haya enterado o puedo seguir con la conspiración?

—Cuidado con tus palabras, Daemon, podrían volverse realidad.

—Cuanto desearía tener el poder para hacer verdad mis deseos. Dime, Shiera, ¿cuál es tu deseo?

Ignoró la primera parte de mi comentario y recortó la poca distancia entre ambos, colocó su mano sobre mi cabello y lo revolvió. De tan cerca lucía más encantadora, no culpaba a los hombres por volverse locos por ella. 

—¿Qué pensaría Aegor si nos encuentra así? —Jaló con un poco de fuerza. 

—Antes de hablar creería que lo traicioné y me atacaría —respondí sin darle importancia a la situación.

—Entonces tal vez deberías hacer algo y darle una razón para que te ataque si llega a suceder. —Su voz era seductora y su acento era exótico, como todo con ella eso solo la hacía más atractiva para la mayoría

—Estoy casado...

—Los únicos juramentos que te importan no son esos...

Ella me besó, fue largo y casi al final me mordió. Correspondí, no dejaría que me tratara así. Cuando nos separamos Aegor estaba allí, se veía muy enojado, no dijo más y gritó, corrió hacia mí con la espada desenvainada. Shiera se hizo a un lado. Él continuó su carga, logré esquivar su tajo y aunque no fue mi intención solo fue necesario un pequeño empujón para que cayera. El golpe contra el suelo se oyó claro y fuerte... ¿Qué demonios sucedió?

Cuando volteé Shiera tenía una expresión de indiferencia, ¿qué pasaba por su cabeza? Ella volvió a besarme y al terminarme se limpió mi sangre. Bajé la vista y no había nadie allí, eso no fue verdad. ¿Qué era lo que sucedía con ella? ¿Por qué pasó eso?

—¿Sucede algo? —Sonrió, tal vez no podía leer mi mente, pero algo debía saber—. Un día de estos tal vez debería volver a visitarte, ha pasado un tiempo desde la última vez. 

Se fue de allí, caminaba de forma sensual. Decidí no darle más importancia, fui con Daeron para aconsejarlo en la corte y tras la cena me fui a dormir. Estaba muy agotado, aunque no tenía ni idea de por qué. 

Un par de semanas transcurrieron, era de noche y me encontraba en mi habitación, mandé a mi esposa y vástagos a Seto de Piedra, Calla había sido prometida con Aegor y quería que conociera a los Bracken.  Vestía con mi ropa para dormir cuando sentí que algo no estaba bien, tomé a Fuegoscuro y escuché con atención, eran pasos, de la pared; de la nada se reveló un pasadizo y una persona salió de allí. Sabía de eso, no creí que llegaran hasta mis aposentos. La figura se reveló antes de que la atacara, era Shiera.

—¿Qué haces aquí?

—Tengo un mensaje urgente.

—¿Y no podías dármelo de otra forma?

—Si se daban cuenta de lo que pensaba hacer entonces no serviría de mucho. 

—¿Qué ocurre? Habla, mujer.

—¿Vas a hablarle así a tu hermanita? —Se sentó en la cama y se quitó su capucha, llevaba solo su saya interior, si hubiese más luz podría haber visto más de su piel y pechos. Incluso si me esforzaba en no pensar en ella mi cuerpo no reaccionó igual.

—¿Por qué viniste? ¿Quién te envió?

—Ninguno de nuestros hermanos. Fue mi iniciativa. Lo que tengo que decir es importante. —Era como un gato, no me ponía completa atención, para ella era solo un juego.

—Dilo y regresa por donde llegaste. 

—¿Recuerdas una vez que Daenerys y tú fueron a visitarme cuando tenía 3 años y me cargaste por la fortaleza roja fingiendo que eran mis padres? —Era una buena memoria, aunque su actitud solo me irritaba, ¿por qué no iba directo al punto?

—¿Por qué importa eso?

—Tenía solo 3 años y la memoria es muy clara. También sé que los primeros en verme después de las parteras y el gran maestre fueron tú y Dany. 

No sería caballeroso ni honorable arrastrar a una mujer fuera de mi habitación y eso también provocaría rumores desagradables en la fortaleza roja. 

—¿Vas a decirme o seguirás divagando?

—Bien, lo haré. —Asentí y no solté mi espada, si ella podía entrar a mi habitación cualquier otro podría hacerlo, un asesino o un enemigo—. Antes quiero algo.

—¿Quieres que me deshaga de Aegor? Está prometido a mi hija, le advertí que si intenta cualquier estupidez olvidaré que es de mi sangre...

—No me interesa lo que hagas con ese tonto temperamental. —Se levantó y dio vueltas a mi alrededor como si fuese un depredador jugando con su presa—. Recuerdo, Daemon, pero también veo, para mí el pasado es igual de claro que el futuro y tan visible como lo que no pudo ser. 

—Sabes que me gustan los acertijos, aunque este no es el mejor ni el más divertido. —No me sorprendió su actitud, era algo normal en ella. Pasó sus dedos por mi espalda y por mi pecho. Me abrazó por detrás y se puso de puntillas.

—¿Acaso has olvidado que fuiste el primero? 

—Ambos sabemos que eso te es tan importante como lo que comiste en la mañana. —Se rio de manera juguetona. 

—A muchos les encantaría haberlo sido. Sin embargo, tienes razón... —Me lamió el cuello y luego mordió como si quisiera beber mi sangre.

De lo que hablaba fue uno de mis peores momentos, prefería ignorarlo. Ocurrió tres años después de la boda de Daenerys. Tras una confrontación con Daeron respecto a la sucesión  Dondarrion y un insulto de uno de sus partidarios me emborraché, no estaba bien y me encontraba solo en la corte. Rohanne se encontraba de visita en Antigua, siempre ha sido su lugar favorito en Poniente; Aegor estaba en Seto de Piedra y mi maestro fue con su familia.

Shiera recién había florecido y me la encontré en el bosque de dioses. Incluso entonces era muy bonita y me dejé llevar por mis instintos y sentidos afectados que me hicieron ver a Dany. Cuando entendí lo que hice ella dormía a mi lado y la sangre de su doncellez me manchaba, la memoria es clara. Sé cómo la toque y la acaricie, no olvido como actuó, fingió comportarse como Dany, luego fue un poco sumisa y rebelde. 

—Vamos, enciende algo de fuego... —Su voz me hizo regresar a esa noche en que el destino quedó grabado en piedra.

—Como sé que no aparecerán unos asesinos cuando me dé la vuelta.

—¿No confías en tu hermanita? —Sonrió y se froto contra mí. Sabía que no acabaría con eso hasta que hiciera lo que me pidiera. La habitación se iluminó y ella se había acostado, estaba desnuda y en una pose sensual. 

Sabía lo que tenía que hacer y cuando terminé dentro de ella me dejé caer a su lado. Empezó a cantar en una lengua desconocida, su voz sonaba como la de Dany ¿Cómo hacía eso? Aun así, me dejé llevar y permití que ella me usara. Hizo un par de cortes y me montó, cuando ella acabó conmigo me arrastró a ver el fuego. Estábamos desnudos y el calor era reconfortante.

—Mira y concentrate en ti. Piensa en algo concreto y solo en eso. —Seguro esa vez serviría lo que siempre intentaba. Cerré los ojos y luego los abrí, observé las llamas, al principio no había nada extraño, las brasas ardían y las cenizas se movían. Era lo de siempre, me enfoqué en Dany y por unos segundos todo fue normal, me cansé de eso y ocurrió lo increíble.

Del otro lado estaba ella, tenía a un niño entre sus brazos, era de cabello oscuro y ella lo acurrucaba, tal vez le cantaba algo. ¿Cómo era eso posible? 

—Puedo verla...

—¿A quién? —La voz de Shiera era extraña.

—A Dany, está ante mí. —Mi amada se sentó ante las llamas, era como si pudiera devolverme la mirada. 

—Sabes qué es descortés pensar en otra mujer después de follar con una. 

Shiera no hablaba en serio por lo que ignoré su comentario. Además, la visión ante mí era tan real que no quería perderla. Era ella, mi Daenerys, se veía algo más grande, pero era ella. Me contuve de meter mis manos al fuego, estaba bien con ello, si tan solo pudiera verla sonreír, solo eso deseaba.  

Entonces una ráfaga de viento enturbió la visión y la imagen en las llamas cambió, ahora me veía a mí mismo con Dany, aunque no era nada que recordara, no era nuestra infancia con nuestros momentos más adorados, tampoco fue la única vez que fuimos un solo ser. ¿Qué era aquello? Fue en ese momento que un pequeño apareció, era un niño al que abrazamos, no eran mis gemelos. 

—¿Qué es lo que ves?

—A Dany y a mí, estamos con un niño. —Estaba embelesado, era tan hermosa. Solo podía ser una cosa, lo que no fue. Al final Shiera no mentía. Podría haberme quedado así hasta que el fuego se extinguiera... 

Entonces las llamas cambiaron de nuevo y mostraron un campo, ríos de sangre corrían por todos lados, dos dragones daban vueltas entre sí, una dama era abandonada mientras ardía en llamas que no la afectaban. Los cuervos daban vueltas y devoraban corazones y un dragón caía. Una línea de sangre partía del caído, dos se cortaban muy rápido, otras un poco después, así hasta que solo restó una que dio origen a un dragón con hilos. 

Del dragón que no cayó surgía otra línea, varias se interrumpían, dos creadas por la cuarta línea se extendían, aunque una de ellas más que la otra, no obstante, esa otra daba origen a más y solo un par continuaron hasta que la visión cambió. Alguien estaba en el trono, se parecía un poco a Daeron, aunque no pude reconocerlo, también en la imagen un hombre ardía y otro moría estrangulado. No fue lo único que vi, más atrocidades inimaginables pasaron ante mis ojos. Antes de siquiera procesar las imágenes Shiera me habló al oído.

—Eso es lo que podría ser o lo que será... Es tu decisión. 

Las llamas cambiaron y lo último que vi fue a 5 caballeros con la armadura de la guardia real, caminaban por los pasillos de la fortaleza roja. En ese instante las llamas volvieron a la normalidad.

—Ellos vienen por ti...

—¿Quiénes?

—Los has visto, tú los conoces.

—¿Por qué?

—Tus decisiones llamaron la atención de Brynden —dijo como si fuera lo más normal del mundo, eso solo podía implicar una cosa, no obstante, Daeron no sería capaz—. Puedes esperar a que lleguen y confiar o...

—Esto no puede ser cierto. Daeron nunca...

—¿De verdad lo crees? —Su pregunta iba en serio, ¿por qué yo? Eso no tenía sentido—. ¿Qué crees que pensarían Aegor y Quentyn Ball? ¿Qué creerá Daeron si ellos hacen algo? Tienes que decidir, Daemon. 

La espada estaba a mi izquierda y a mi derecha había un viejo regalo, estaba seguro de que no fui yo quien lo sacó de su caja. Era uno de los dragones de ónice que Daeron me regaló cuando pequeño, el otro se lo di a Dany. Era nuestra promesa...

—No puede ser verdad, son solo ilusiones.

—Quería mostrártelo, no obstante, es tu elección, ¿cuál será el camino para ti? Los siete reinos se tambalean. 

Vi la imagen de Dany con el niño y luego la otra visión, pudimos estar juntos, pero padre y nuestro hermano se interpusieron. No debía hacerlo, por ella, sin embargo, no era la única en juego, estaban mis partidarios y Aegor ¿qué le haría Daeron a él y a los otros que me apoyaban? Su gobierno iba en la dirección incorrecta, señores leales eran despreciados y dornienses se pavoneaban en la corte. Aunque eso no era suficiente... Las imágenes del rey en el trono eran algo terrible, mi hermano no podría convertirse en alguien así, no obstante, si era una posibilidad era de lo peor. Era una estupidez rebelarme por lo que me enseñaron las llamas, aunque no era lo único, no podía ser solo eso, así como tampoco la sangre era suficiente para Daeron...

Tomé a Fuegoscuro y me vestí. Antes de irme Shiera me besó. No había angustia, felicidad, tristeza o decepción en su rostro, solo serenidad.

—Adiós, hermano. —Me dio otro beso, se retiró por el pasadizo y este desapareció. 

No tenía otra opción. Salí de mis aposentos y corrí hasta los de Ser Quentyn Ball, peleaba con un par de caballeros. De inmediato lo apoyé y los sometimos. No dije más y el me guio por la fortaleza roja, nos encontraríamos con Aegor. Por desgracia en un pasillo fuimos detenidos por un par de capas doradas. Fuegoscuro era inútil en un lugar tan estrecho por lo que usé mi daga, bloqueé y evité la mayoría de los ataques de mi oponente y no pasó mucho para que se equivocara, dejó una apertura y aproveché para correr hacia él, eso lo asustó e intentó retroceder. Idiota, resbaló, perdió el equilibrio y solo necesité un poco de fuerza para hacerlo caer. No perdí tiempo y por la abertura del visor acabé con él. No perdí ni un segundo y ayudé a mi maestro de armas. 

Cuando cruzamos el pasillo nos encontramos en espacio abierto. Desenfundé a Fuegoscuro, los más jóvenes huían aterrorizados cuando vencía al mejor o al más experimentado entre ellos; a aquellos demasiado osados tampoco les iba muy bien, aunque no fui tan duro, solo seguían órdenes y su valor fue admirable. Al final llegamos a los establos, en las almenas y las puertas soldados se enfrentaban entre sí. Aunque las puertas estaban abiertas y Aegor apareció con dos caballos, rápido monté sobre uno de ellos. Sin perder tiempo hice que corriera y salimos de allí a toda prisa. Aegor nos guio hasta la puerta del león, la cual estaba abierta. En la carrera varios fueron golpeados por los animales o se hicieron a un lado. Alcancé a notar que había varios muertos y que la batalla continuaba.

¿Cómo fui el último en darme cuenta de ello? Tras varias horas dejamos a los caballos y cambiamos de montura. Seguimos así durante días, hasta llegar a Murosblancos, la fortaleza de un lord leal. Cuando arribamos se enviaron cuervos a los siete reinos. A pesar de mi agotamiento estuve hasta que terminamos y después de bañarme encontré el dragón de ónice en una bolsa. Seguro fue Shiera. Llevé el objeto a mi corazón y cerré los ojos.

—Lo siento, Dany. 

Aegor tuvo razón, nunca le importé a Daeron, la última ofensa fue esa, no pudo confiar, a pesar de todas las veces que mostré mi lealtad, fui la espada que acabó con los bandidos y los villanos que azotaban sus tierras. Soporté la forma en que me trataba y toleré que prefiriera a los dornienses sobre mí, sangre de su sangre. Habría seguido así, si tan solo hubiese tenido fe. Sin olvidar lo que las llamas me mostraron, si era capaz de traicionar a su propia sangre no dudo que haría lo mismo con sus vasallos. Apenas conseguí escapar de quienes trataron apresarme. Por mi familia, por Poniente y por mí tomaría a lo que tenía derecho y si para lograrlo los siete reinos tenían que arder por ello, entonces así sería.

***

¿Por qué hace tanto frío? Es demasiado frío, solo mis manos están calientes o ¿son mis brazos? Daenerys está ante mí. Mi amor. Su voz es protectora y me llama ¿a dónde quiere que vaya? No importa, debe ser algo importante, me necesita. Las palabras no salen de mi boca ¿por qué me cuesta tanto? 

—Cierra los ojos, mi amor. Estemos juntos de nuevo. —Pide de forma muy amorosa, ¿qué hace ella aquí? ¿Vino a buscarme? ¿Cómo dudé de su palabra? Ella dijo que nunca me olvidaría. ¿Qué sucede?

No importa, debería seguirla, hay mucho ruido alrededor; gritos y choques de espada ¿en dónde me encuentro? Siento un líquido caliente en mis manos, es rojo ¿qué sucede? Un muchacho de no más de doce años yace en el suelo con varias flechas clavadas y el otro se mueve con dificultad, uno de ellos sostiene a Fuegoscuro, sus ojos carecen de vida ¿Aegon? ¿Aemon? Son mis hijos, ¿por qué están aquí? Esto no puede ser real, son unos muchachos... Logro tomarlo entre mis brazos y algo me golpea en el pecho...

Mis piernas, ¿por qué no me responden? La armadura es muy pesada, mis párpados pesan, necesito descansar, cuando despierte estaré de nuevo con Daenerys. Esta pesadilla terminará, nos abrazaremos como siempre, jugaré con su cabello y nos amaremos hasta el fin de los tiempos. Ella extiende su brazo, se coloca a mi altura y me toma de la mano. Ella sonríe de esa forma tan hermosa y acogedora que siempre me calma y me llena de júbilo.

—Daenerys...

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