Oneshots y otros

A Song of Ice and Fire & Related Fandoms A Song of Ice and Fire - George R. R. Martin Harry Potter - J. K. Rowling Shingeki no Kyojin | Attack on Titan
Gen
Multi
G
Oneshots y otros
All Chapters Forward

Chapter 5

—¡Sal, demonio! ¡Sal ya, bastardo! 

Los gritos de rabia e ira podían escucharse en toda la fortaleza, desde los caballeros y nobles hasta los sirvientes de linaje más humilde fueron testigos de las maldiciones y el desagrado que la princesa profesaba hacia el bebé en camino. Un hijo de un demonio, del hombre que más odió.

Los presentes en la habitación daban instrucciones y conforme pasó el tiempo por fin se vio la cabeza. Tras tanto sufrimiento y dolor salió, era un varón y de inmediato lloró. La partera se hizo cargo del resto y el maestre revisó a la princesa.

Todos dudaron si debían hacer la pregunta, conocían su procedencia, aun así y con gran temor la mujer se acercó a Rhaena.

—Alteza... —Tragó saliva y reunió todo el coraje que pudo—. ¿Cómo se llamará el niño?

La mirada que le dirigió nunca la olvidaría, sus ojos lila estaban repletos de odio. Así fueron los primeros minutos del príncipe Daeron Targaryen, hijo del rey Maegor I el Cruel y la reina Rhaena Targaryen.


I. El linaje de la guerrera. 

Las campanas resonaban en la ciudad. Los hombres apresuraban el paso hacia la nueva obra de la capital, un enorme criadero para dragones. Era un día importante y Daeron trataba de no llamar la atención, sabía que si pasaba desapercibido nadie lo molestaría. Iba vestido con ropa de un mozo de cuadra, así como una capucha azul que cubría su cabello platinado. Cuando se aseguró de que no hubiese tantos nobles y sirvientes salió del escondite en que se encontraba. Se dirigió al recién fundado pozo dragón. Fue cauto y sigiloso para evitar que lo reconocieran. Subió escaleras y fue a donde sabía que tendría una buena vista, había logrado colarse con anterioridad y encontró un lugar perfecto para él. Se arrastró por varios minutos hasta que llegó a su destino.

Al ver el escenario, los caballeros ya habían empezado con el combate cuerpo a cuerpo, la mitad estaban sobre su caballo, los demás peleaban en el suelo o estaban inconscientes. Por lo menos llegué a la mitad. Daeron sacó un lente para contemplar mejor la melé, siempre le asombraron los enfrentamientos, disfrutó lo que restó del espectáculo, aunque se contuvo de exclamar y gritar, no quería que notaran su presencia, no quería que lo sacaran de allí. 

Al terminar el evento soltó un largo suspiró y sonrió, apenas lo suficiente para que las comisuras de sus labios se elevaran un poco para que se notara la sonrisa. Esperó sentado a que Pozo Dragón estuviera despejado para irse por donde llegó. Al arribar a la fortaleza roja era la hora del crepúsculo y disfrutó el paisaje. Daeron se coló por uno de los pasadizos y se presentó a la cena con los reyes.

—Daeron. ¿Te encuentras mejor? —El tono de la reina Alysanne era amable y preocupado. Sin contar a su primita Daenerys, era la única que mostraba un poco de interés en el niño. 

—Sí, majestad. El remedio del maestre hizo efecto.

—Lamento que te perdieras el torneo, sé lo mucho que te gustan. 

—No hay problema, majestad. Habrá más en el futuro. 

La conversación continuó durante un rato más, pero las respuestas del niño fueron cortas. Acabó la cena y se fue a sus aposentos. No logró dormirse, pensó en que todo sería fácil si fuese el hijo de un gran caballero, los otros niños jugarían con él en vez de molestarlo, tampoco lo maltratarían y los adultos no lo verían como si fuera un demonio o tuviese psoriagris.

Soñó que montaba un gran dragón gris, surcaba los cielos y disfrutaba la hermosa vista desde lo alto. Llevaba una armadura negra como la noche. Al aterrizar los demás le apuntaban con el dedo y lo llamaban demonio, se reían y lo insultaban. Su dragón desapareció y no había lugar en el que pudiera ocultarse, por lo que no tuvo opción que adentrarse en el mar y nadar a través de la tormenta. Nadie lo lastimaría, no si estaba fuera de su alcance. En el centro de la tempestad vio a su hermana, se veía demacrada, estaba en llamas y tenía una expresión de dolor. Al hacer contacto visual con ella una sensación de terror lo invadió, vio algo horrendo en los ojos de Aerea... 

Gritó y al despertar se dio cuenta de que sudaba y su respiración era agitada. Solo fue otra pesadilla. No pueden lastimarme. Desde la desaparición de su hermana se habían vuelto más comunes, esperó a calmarse y no pasó mucho tiempo para que un guardia real entrara al cuarto y comprobara su estado. Tras asegurarse de que estaba bien lo dejó solo.

Las semanas pasaron, la reina se fue a Rocadragón debido a su embarazo y el niño la acompañó junto a su prima. No fueron los mejores momentos, incluso allí siguió con su entrenamiento a cargo del maestro de armas de la fortaleza. Aprovechó para ver los dragones, todo era tan similar a su última visita, antes de que Aerea se fuera sobre Balerion a paradero desconocido. Recordó las palabras que le dirigió su madre en aquella visita, serían unas que nunca olvidaría.

***

En aquella visita (antes del escape de su hermana) Rhaena, su madre, estuvo encerrada en su habitación la mayor parte del tiempo. Lo animó la posibilidad de que su hermana volviera con ellos a la corte en Desembarco del Rey. La reina Alysanne hablaría con Rhaena, por desgracia no fue como esperaban. Esa noche encontró la puerta abierta, su madre mandó a llamar a Aerea, pero ella se tomó su tiempo. El pequeño se dio cuenta de que su madre lloraba en un volumen bajo. Dudó por unos segundos antes de decidirse por entrar.

Había visto que cuando su prima lloraba sus padres se acercaban y la alimentaban o jugaban con ella. Él podría consolar a su mamá y Rhaena lo mimaría como lo hacía la reina con su hija.

—Madre —dijo en voz apenas audible como para llamar la atención de la mujer. Ella se limpió las lágrimas con la manga y lo vio. Sus ojos estaban rojos por el llanto. Él nunca tuvo tanto miedo, aunque logró reunir el coraje para colocar sus manitas sobre la de Rhaena, ella las movió e hizo un puño—, todo estará bien. Esto solo es temporal. 

—¿Qué sabes tú? 

—El maestre y los septones dicen que las personas buenas van al cielo...

—¿Qué haces aquí? Mandé a llamar a mi hija, no a ti —interrumpió con brusquedad, se levantó y le dio la espalda. El niño agachó la vista.

—Lo siento, mamá. No era mi intención... —susurró y comenzó a temblar de miedo y culpa. Siempre que intentaba hablar con otros fracasaba, con su madre era peor, ella casi siempre lo ignoraba.

Tuvo una gran idea, la idea más magnifica que se le pudo ocurrir. Al menos eso fue lo que creyó. Corrió hacia su madre y la rodeó entre sus brazos. Con suerte llegó a la altura de su ombligo. Había visto que los abrazos funcionaban para alegrar y calmar a las personas. Se dará cuenta de que la quiero. No obstante, lo que hizo la mujer fue muy alejado a lo que imaginó, se dio media vuelta y lo empujó. Lo que vio en sus ojos no era amor, no era como la reina Alysanne o el rey Jaehaerys con la princesa Daenerys, sino por completo diferente. 

—¿Por qué hiciste eso?

—Porque quiero que no estés triste, mamá —respondió con gran inocencia el pequeño príncipe. La mueca de Rhaena fue de disgusto o repulsión. Logré que no estuviera triste. 

—Estaría mejor si nunca te hubiera parido. —No comprendió por completo el significado de las palabras, pero el tono fue tan serio que lo tomó como algo real. ¿Es mi culpa? Al menos logré que dejara de estar triste y que no me ignorara. Sus ojos se pusieron llorosos y salió de la habitación, en el pasillo pasó junto a su hermana. Se ignoraron el uno al otro. Esa sería una de las últimas veces que la vería, porque después de que regresara a la capital se enteraría de que Aerea desapareció.

***

Los meses pasaron hasta que el príncipe nació, un niño al que llamaron Aemon. En ocasiones Daeron lo veía dormir en su cuna y le contaba historias, recordaba que Aerea hacía lo mismo con él, fue antes de que su madre se la llevara a Rocadragón. Sin embargo, una noche una sirvienta lo encontró cantándole una vieja canción sobre Serwyn del Escudo Espejo y la princesa Daeryssa.

—Detente allí. ¿Qué piensas hacerle? —La mujer sonaba muy molesta. 

—Solo quería cantarle... 

—Aléjate, su majestad sabrá esto.

Salió de la habitación y se fue a su cuarto, esperó debajo de sus sábanas, temía que la reina Alysanne se molestara con él. No pudo dormir en toda la noche y a la mañana siguiente durante el desayuno estaba aterrado de las posibles consecuencias.

—Daeron, me han informado que te encontraron con Aemon. —El rey dijo con tono serio y sin dejar de verlo—. ¿Qué hacías a tan altas horas de la noche con él?

Miró a Daenerys, la niña jugaba con su comida. Daeron notó que su pierna temblaba, el rey lo hacía sentir mucho miedo. Muchas veces lo había visto presidiendo en la corte y se asombraba de su presencia imponente, nunca imaginó que alguna vez tendría que responder ante él.

—Y-yo... —Agachó la mirada y miró su plato—. L-lo siento... Noqueríamolestarlo —dijo tan rápido que el rey no entendió.

—Daeron, puedes decírmelo, no te haremos nada —La reina tomó la palabra—, ¿por qué visitaste a Aemon la noche anterior?

—Que-quería cantarle... —respondió con la voz temblorosa y casi en un susurro. La reina sonrió, el rey solo asintió.

—La próxima, dime antes de que lo hagas y le cantaremos juntos. 

—Gracias, majestad. 

El resto del desayuno Daeron se mantuvo callado mientras la princesita Daenerys hacía preguntas a sus padres. El rey se levantó primero, seguido de la reina y los niños. Daeron fue a su entrenamiento con la espada, esa vez su instructor fue más duro de lo normal y el niño quedó con el cuerpo magullado y con moretones. Asistió a la habitación del maestre, no le gustaba ser una molestia a los demás, si no llamaba a los sirvientes también evitaba que hablaran de él, al menos eso creía.

Después de ser atendido el chico emprendió el camino de vuelta, cada paso era un martirio y tenía que ir recargado contra la pared porque le costaba mantenerse estable, cada escalón fue como si su instructor lo golpeara de nuevo. Contuvo las lágrimas, era un hombre y no debía llorar. Siguió avanzando hasta que llegó a una esquina. Se paró a tomar un descanso, lo necesitaba tras todo el esfuerzo.

—Es solo un niño, no uno de tus vasallos para que le hables así. —Escuchó la voz de la bondadosa reina. No se oía contenta.

—Algún día será un vasallo nuestro, será mejor que se acostumbre —contestó la voz del rey. Daeron se paralizó e hizo el menor ruido posible.

—Solo tiene 6 años y está asustado. 

—¿Sabes lo qué hizo Maegor a su caballo con esa edad?

—Por supuesto que he oído la historia, sin embargo, él no es Maegor.

—Pero es de su progenie y su madre tampoco es un gran ejemplo. —La voz del rey era carente de cualquier afecto—. Prefiere pasar su tiempo con una viuda que con su hijo.  

—Rhaena... No la debe estar pasando bien.

—Y aun así la culpas por lo de Aerea. —El tono del rey cambió, tenía algo que Daeron no pudo describir—.  Debió quedarse con el chico y dejarnos a Aerea. 

—No es justo...

—Pero aun así es lo que hubieses querido ¿no? ¿Qué ella tomara a ese vástago y nos dejara a Aerea?

—El pobre niño no recibe cariño de nuestra hermana, ella no lo quiere cerca. 

—No me sorprende.

—¿Por qué cuando se trata de él te vuelves tan irracional? 

—¿Acaso has olvidado lo que hizo Maegor? Mató a nuestros hermanos y forzó a nuestra hermana a que se casara con él. —El rey que había visto presidiendo la corte no era aquel hombre, no podía serlo—. No pasará mucho para que muestre que tiene la lacra de su padre.

—Si continuarás así entonces será mejor que vuelvas tú solo a Desembarco del Rey. Pasaré tiempo con el niño al que consideras un monstruo. 

—Aly...

Escuchó que los pasos se hicieron más débiles hasta que dejó de oírlos, Daeron fue incapaz de resistir, se dejó caer al suelo, hizo un quejido de dolor, comenzó a sollozar, las lágrimas caían al suelo, no por el dolor de su cuerpo, sino algo que era incapaz de entender, un sufrimiento inexplicable en su interior. Prefería el dolor de los golpes y las heridas a aquello. ¿Qué les hice a todos?

Daeron agradeció el tiempo de más en la isla, la bondadosa reina lo animaba a acompañarla con Daenerys a ver los dragones a Montedragón, aunque nunca lo dejaban acercarse a ninguno. En las visitas la princesa se había emocionado al conectar con un dragón marrón. A veces incluso decía que podía sentir las emociones del animal. Ojalá estuvieras aquí Aerea, podríamos enseñarnos sobre los dragones y contarme historias sobre Aegon.

Fueron los dos meses más tranquilos, los niños de la isla no eran tan malos como los de la corte. Aun así, evitaba interactuar con los demás, incluso con la reina, no quería que por su culpa ella se peleara con el rey. Los otros niños lo maltrataban, le lanzaban rocas, tierra o mierda, sumado a que su instructor era muy agresivo durante el entrenamiento y siempre terminaba adolorido. Me lo he ganado. No he mostrado que soy lo suficientemente bueno.

Todo tiene un fin y retornaron a la capital. Los chicos eran peores, no obstante, Daeron había aprendido a eludirlos y a mantener un perfil bajo, también conocía pasadizos de la fortaleza roja que podrían ayudarlo. Así fue hasta una fría y ventosa mañana. La noche anterior soñó con su hermana y con una enorme sombra negra que lo visitaban. Así como seres monstruosos que lo observaban desde los ojos de su hermana.

Se encontraba en el bosque de dioses, el único lugar al que nadie lo seguía entonces escuchó la señal de alarma, Daeron estaba aterrado de lo que podría significar, aun así, fue a ver lo que ocurría. Corrió por la fortaleza y vislumbró una sombra gigante, solo podía ser Balerion. Los adultos comentaban la situación, el dragón estaba herido, oyó cosas como "La princesa Aerea ha vuelto" y otros comentarios que ignoró. ¡Aerea! Se abrió paso, pero no pudo ver más nada, solo al gigantesco guardia real que dejó a su hermana en la sala. Ni siquiera la reina Alysanne quiso explicarle lo que sucedía.

—Por favor, dioses, que mi hermanita esté bien —Pidió aquella noche—, prometo que me portaré bien. Ella es la única que me perdona todo lo que he hecho. Si se recupera juro no volver a importunar a los demás, seré el mejor caballero de Poniente. Pero, por favor, que mi hermanita se encuentre bien.

Las suplicas fueron en vano, al día siguiente nadie le comentó sobre su hermana. Ni siquiera pudo verla y lo único que le dijeron es que era demasiado tarde. 

—Aerea, ella estará bien ¿verdad? El gran maestre Benifer y el septón Barth la curarán ¿no? ¿Dónde está mi hermana? 

—Daeron... —La reina Alysanne se veía incomoda, el niño creyó que hizo algo malo y ofreció disculpas por su actuar—. Aerea, ella... —Las palabras no salían de la boca de la reina, eso solo preocupó más al pequeño—. El Desconocido vino por ella.

—No, no, no, por favor. Prometí que no volvería a ser malo si los dioses salvaban a mi hermana. Es mentira, ¿no? —Alysanne abrazó al niño, pero él quería a su hermana—. ¡Quiero verla! ¡Aerea! ¡Aerea! Por favor, ¡Quiero verla! Ella no pudo haberse ido, ella no lo merece. Yo soy a quien el Desconocido debió llevarse, no a ella... no a ella. —La reina permitió al niño llorar en su hombro. ¿Por qué no me oyeron? Debí ser yo a quien se llevara el desconocido.


II. La sangre de Valyria

—...on. —Una voz angelical llamó a Daeron, era temprano y quería dormir un poco más, la noche anterior había estado muy ocupado—...eron —Insistió la desconocida y movió su cuerpo—. Daeron.

El joven abrió los ojos, la luz del sol lo cegó por unos momentos y al recuperarse notó que su cuerpo pesaba más de lo normal. Daenerys lo montaba y lo veía mientras sonreía y con uno de sus dedos acariciaba su rostro. Su mente no procesó la escena hasta unos segundos después, lo peor fue que tenía una erección, esperaba que ella no lo notara. Podría malinterpretar la situación, esto es de lo más normal.

—Princesa, no es decoroso despertar a un hombre de esta forma. 

—¿En serio? ¿Y si el hombre no responde? —dijo con voz juguetona e inclinó un poco la cabeza. La vista era hermosa, amaba sus amatistas y el hermoso cabello con la luz de luna. Seguro se me olvidó. No puedo permitirme cometer un error como ese otra vez.

—La próxima vez recordaré cerrarla bien. Ahora, ¿puede dejar de usarme como a un dragón?

—Pero eres un dragón, Daeron. —Su respuesta no le gustó, él solo era un escudo juramentado y nada más—. Si me sonríes me bajaré, lo prometo.

Hizo caso a la princesa, sabía que sería la única manera en que no tendría que empujarla para moverla. Daenerys asintió y se hizo a un costado de la cama. Daeron trató de ocultar su erección y se fue hacia la ventana, por la posición del astro dedujo que era temprano.

—¿Por qué me visita a estas horas, princesa?

—Quiero que vayamos a una taberna. 

—¿Su majestad la reina sabe de esto?

—Lo sabe, Ser Ryam Redwyne nos acompañará —respondió sin dudar. Daeron no estaba seguro de la veracidad de sus palabras. 

—Bien, tengo que prepararme, princesa. Me encontraré en el establo con usted.

—Sabes que puedes vestirte, te he visto desnudo desde que éramos niños. Si solo debes cambiarte solo me daré la vuelta. Conozco casi todas las cicatrices que tienes. —La risa de Daenerys era juguetona. Daeron no sabía cómo interpretar esos comentarios y gestos—. Si debes bañarte te esperaré, lástima que ya lo hice, o te acompañaría.

—Me bañé antes de acostarme. —Logró decir ante las palabras sugerentes de Daenerys—. Solo debo ponerme una armadura, es tardado.

—¿En serio? Por experiencia sé que la armadura ligera que usas no toma mucho.

—Sabe que eso provocará chismes y cotilleos ¿verdad? Si el rey se entera...

—Mi padre no se tomará en serio unos rumores falsos. Además, se encuentra lejos.

Daenerys se dio media vuelta y Daeron suspiró por la actitud de su prima. Se quitó la ropa para dormir y se puso todo lo necesario para realizar su deber como protector de la princesa, además, usó la ropa azul que tenía y tomó un par de capuchas azules. La mayor precaución para evitar que reconocieran sus ojos violetas. Por último, comprobó que llevara su honda y la bolsa con proyectiles. Estaba tan concentrado en ello que solo se dio cuenta del espejo en su habitación al terminar de prepararse. Daeron se dio cuenta que la princesa se veía triste y algo horrorizada, pero no comentó nada, solo ofreció su brazo y reluctante, él entrelazo el suyo.

—¿A dónde iremos?

—¿Con Ser Ryam? A ningún tugurio que conozca.

—¿Y si Ser Ryam no viene?

—Tampoco iríamos. 

El guardia real no los esperaba en los establos, aun así, prepararon un par de caballos, Daeron giró los ojos, le dirigió una mirada de reprobación a su prima y luego dio la orden de salir de la fortaleza roja con rumbo a una de las tabernas en una de las zonas más seguras de la ciudad. Daeron le entregó la capucha a Daenerys y al desmontar dejaron a los animales con uno de sus conocidos, solo tendrían que pagar un venado de plata. 

El lugar era de piedra y estaba bien mantenido, había un grabado de un enfrentamiento de perros sobre madera con el nombre del sitio. En esos momentos del día pocas personas entraban y salían, la mayoría se encontraban trabajando.

—No llames mucho la atención ¿entendido?

—No te preocupes. Si alguien me pregunta mi identidad diré que soy hija del encargado de los caballos. Un tiempo incluso limpié establos, será sencillo. —Daeron recordó a su hermana Aerea, pudo escuchar su voz y la historia de la vez que ella tuvo que ocultarse de Rogar Baratheon. Los dioses se la llevaron hace años. Ni siquiera tuve que cumplir la promesa que les hice.

No dijo más y entraron. Daeron tomó asiento en una mesa en que los ojos de Daenerys se vieran azules por la iluminación. Sacó una bolsa de monedas de cobre y esperó a que lo atendieran. Una muchachita se acercó, la hija de la dueña de la taberna. Su cabello era negro como el carbón y sus ojos castaños, la había visto muchas veces e igual que en anteriores visitas se aproximó con timidez.

—S-ser... 

—No soy un caballero, mi dama. 

—Lo siento... —Inclinó la cabeza y la mantuvo así—. ¿Cuál es su pedido?

—Dos botellas de hidromiel. —Le entregó el pago en la mano y la muchacha se puso roja. 

—S-sí. Ahora las traigo. 

Se dio la vuelta y corrió a la barra. Como siempre Daeron aguardó en silencio, solo que su prima no pensaba lo mismo que él respecto a la espera y habló.

—¿Qué fue eso?

—Una muchacha del pueblo llano...

—No me refiero a ella, sino a su reacción al verte. Cuando entramos se veía tranquila y actuaba sin problemas. —Daeron tenía la tendencia a olvidar que Daenerys podía ser muy perceptiva y esperaba que ignorara la situación. Suficiente tenía con la atención que recibía de la muchacha, sus hermanos y su madre cada que visitaba el lugar.

—Deben creer que soy un rico mercader, un gran pretendiente —respondió con un susurro. No quería llamar la atención de los otros clientes—. La muchacha es la hija natural de lord Stokeworth, si ahorran suficiente de lo que reciben del padre podrían ofrecer una dote decente. 

Antes de que Daenerys respondiera se vieron interrumpidos por la muchacha que llegó con las dos botellas y un par de vasos. Daeron agradeció y le entregó 5 monedas de cobre extra, sonrió y le guiñó el ojo. Cuando la jovencita se alejó de la mesa la princesa lucía desconcertada.

—¿Puedes explicarme eso?

—No quiero que piense que eres mi esposa, sino una conocida o algo similar. Conozco a muchos de estos lares, eso me ayuda saber ciertos rumores y chismes. Mejor si no te toman por mi mujer.

—¿Por qué te interesa que no crean que soy tu esposa? —dijo Daenerys y rió con malicia—. ¿Acaso temes que crean que estás comprometido?

—Ya lo expliqué. Además, no quiero fingir que estamos casados. 

—¡Auch! ¿Tan horrible me consideras? —Daeron notó que la princesa dejó su máscara por unos segundos, aunque no estaba seguro porque sonaba un poco dolida. Las señales que le enviaba siempre lo confundían, él solo era el hijo del Cruel y ella la primogénita del Conciliador, prometida al heredero al trono de hierro, su hermano Aemon. Era imposible que ella se sintiera mal por el comentario de un indeseable como él.  

—Piensa lo que quieras. —Destapó una de las botellas y sirvió el hidromiel—. Por el rey. —Dio un trago y saboreó la bebida. Daenerys se rio y bebió un poco del líquido, aunque no se veía cómoda con la situación—. Entonces, ¿por qué quisiste visitar una taberna? Tus padres estarán molestos.

—Les explicaré que fui yo quien te obligó.

—¿En serio? Tú sabes que aun si los siete bajaran a decirlo no lo creerían. —Daeron hizo contacto visual—. So, ¿Por qué quisiste visitar una taberna?

—Aemon seguro obtendrá sus espuelas en el siguiente torneo y será nombrado caballero. —La princesa no se veía feliz, desde que tenía 10 años había estado prometida a su hermano menor.

—Te conozco desde que tienes dos años. Si quiere puedes decirme lo qué te molesta.

—No puedo decírtelo aquí. —Miró a su alrededor, había cuatro personas más aparte de la tabernera y su hija.

—¿Quieres que continuemos esto a solas?

—Sí —contestó y cerró los ojos.  

Daeron se levantó de la mesa y salió de la taberna después de Daenerys, pidieron sus caballos y pusieron rumbo a Pozo Dragón. Los guardias los dejaron pasar y fueron a donde sus dragones, ambos siempre estaban juntos, por lo que no tuvieron que dar tantas vueltas.

Montaron sobre su respectivas bestias y emprendieron vuelo hacia aquella colina que solo ellos conocían. En el cielo Daeron se sentía libre y tranquilo, nadie podría hacerle daño allí arriba, solo sus memorias. Su dragón lo había salvado 10 años antes y nunca dudaría de él. Yo no debería estar aquí, sino Aerea, ella se lo merecía.

Aterrizaron en una colina al norte, la botella de Hidromiel que llevaba y la bolsa con dinero estaban intactas. Se quitó las cadenas de su silla y desmontó. Acarició a su dragón, Abrasaescalofríos, era joven, no más de 20 años, de escamas grises y ojos casi blancos. Daenerys ya había desmontado de su bestia café, Taerran. 

—Traje una honda por si necesitamos cazar algo.

—Yo traje mi arco y flechas. 

—Debí suponer que sigue guardado en el espacio de tu silla. —Daeron se quitó su capucha, la acomodó en el suelo y se sentó sobre ella, Daenerys lo imitó y quedaron frente a frente—. Estamos solos, si lo deseas puedes decirme lo que te molesta. 

—¿Qué crees que sucederá en el momento en que Aemon se vuelva caballero?

—Por fin podrán casarse, llevan meses aplazando la boda porque tu hermano quería demostrar que podía ganarse sus espuelas sin ayuda y favoritismo. Es muy honorable, un hombre bueno. ¿Acaso no quieres casarte con él? 

—Es solo que perdería muchas cosas y tendría que irme a Rocadragón. Ya no vería tan seguido a mis hermanitos y ya no saldría contigo. —Sonó triste al decir lo último.

—¿Tanto te importa pasar tiempo con alguien como yo? —Sus palabras eran serenas, aunque Daenerys no ocultó su molestia. A Daeron no le gustaba pensar en la boda de ella, pero sabía que tarde o temprano también la perdería.

—Por supuesto... Eres muy importante para mí, además, aun nos faltan hacer muchas cosas juntos.

—Podrás hacerlas con Aemon. 

—No, con él no será lo mismo. ¿Acaso has olvidado que prometimos visitar Harrenhal? —Daeron evitó la mirada de la princesa. No podía verla así, en Harrenhal estaba su madre, había pasado tanto tiempo desde que la vio por última vez, casi 10 años—. Lo siento...

—No importa, mi madre me dejó por buenas razones. Aceptaría que la visites, los viajeros dicen que recibe en su castillo a cualquiera.

A la memoria de Daeron llegó el recuerdo de cuando enfermó de los escalofríos, estaba convaleciente y nadie pensó que viviría. Oyo a los reyes discutir, así como la orden del rey de mandar un cuervo para llevar un dragón de Rocadragón a la capital. En todo momento la reina estuvo a su lado, el niño no dejaba de temblar, sus dientes castañeaban y el frío era horrendo, cada segundo era una tortura y anhelaba que finalizara, quería ver a su hermana de nuevo para que así su madre dejara de sufrir.

—Mamá... —Trató de tomar la mano de la reina, pero era incapaz. Oía voces de muchas personas, pocas veces tanta gente le había puesto atención, ninguna le importaba, sola la de la reina. Es tan buena conmigo, espero que no esté triste, no debería estarlo. Tiene a sus hijos. Y la escuchó, entre sus sueños. 

—Al menos esta vez no llegué tarde. —Una risa siguió a esas palabras. 

—Hermana. 

—¿Cuánto tiempo tiene así? —Una sombra se sentó a lado de su cama. Ardía con un fuego sombrío.

—Dos días... No sé cómo sucedió esto, se supone que no debió enfermar. —Su voz era débil y baja, al niño que le costó oírla.

—¿Vivirá?

—Creen que hay posibilidades. Jaehaerys mandó a traer un pequeño dragón. 

Una mano movió su cabello, estaba caliente y aminoró los temblores. Daeron no podía decir nada, temía que se mordería si intentaba hablar, tampoco es que tuviera la fuerza para hacerlo, el frío no le permitía pensar con claridad. Quiso cerrar los ojos, pero no se lo permitieron, fue un largo tiempo el que pasó así. Entonces algo lo tocó y soñó con un dragón enorme que lo devoraba y luego le prendía fuego en su interior. Su ser entero ardió, su sangre hirvió y sintió como el líquido corría en su interior, las sombras lo envolvieron, abrió sus ojos y el frío se detuvo. No sabía lo que era, pero entendió que lo ayudaba.

—Parece que se recuperará.

—Fue por ti quien resistió, él sabe que lo acompañas.

—Es el dragón quien lo hará recobrarse, el chico ni siquiera debe quererme.

—Rhaena, él te necesita y te ama. —La voz de la reina era reconfortante y comprensiva.

—Lo intenté, cuando era un bebé de verdad lo intenté. —Sintió un apretón fuerte en su brazo.

—Puedes tratar de nuevo. Seguro lo hará feliz —contestó la reina a quien sonaba como su madre. 

—No puedo, su presencia es un constante recordatorio de lo de Maegor.

Hubo un largo silencio y la mujer acarició su cabello, escuchó un leve sollozo que lo hizo sentir muy triste. Lo siento, no era mi intención.

—Rhae... 

—No sabes por lo que pasé. —Sonaba molesta y triste—. Veo a nuestro hermano, me condena desde las sombras por darle un hijo a su asesino y por dejar morir a nuestra hija.

—Yo... lo siento.

—Es mejor si me alejo. Tengo demasiadas sombras, él no tiene que soportarlas.

Abrió los ojos y vio a su madre, fue la única vez que sintió algo de cariño venir de ella. Esa sería la penúltima vez que la vería, la última 13 años después, antes de que ella muriera, pero en el momento de la charla con Daenerys aún faltaba tiempo para ese suceso.

—Daeron, tengo hambre, creo que hay conejos en este lugar.

El joven aceptó, dejó que la princesa se hiciera cargo, tras notar que no apuntaba bien el arco se acercó y corrigió su postura, ambas siluetas se complementaban. Cuando se aseguró de que podría hacerlo dio un paso atrás y esperó. Daenerys contuvo la respiración y disparó la flecha, el proyectil dio de lleno al conejo más grande y asustó a los otros. Ella sonrió y fue a por el animal, Daeron se encargó de desollarlo y Daenerys de preparar el fuego para cocinarlo. Esos momentos en silencio serían de los más felices para ambos en toda su vida. Después de la cena contemplaron el horizonte, no faltaba mucho para que oscureciera. 

—Llegó la hora. —Estaban frente a frente.

—Aún queda tiempo. 

—La reina se preocupará. 

—Sabe que puedo cuidarme, además tenemos a Taerran y a Abrasaescalofríos. —Daeron también quería alargar el momento, pero podría empeorar los rumores que había sobre ellos—. Nadie se atrevería a retarnos con ellos aquí.

—Tenemos ciertos deberes que cumplir. ¿Quién le cantará a Maegelle y a Daella para que se vayan a dormir? 

—Permíteme disfrutar de mi libertad contigo por un rato más. 

Se quedó callado y disfrutó la vista, sus dragones jugaban y se acicalaban entre sí. Era otro mundo, nadie lo juzgaba allí, incluso no era tan indeseable como siempre. Daenerys se movió y usó el cuerpo de él como almohada.

—¿Qué opinas de escaparnos a tierras lejanas y de vivir cómo aventureros?

—Es extraño que digas algo así. —Había soñado eso, sin embargo, siempre se reía de eso—. Es ridículo imaginar que dejarías la oportunidad de ser reina por pasar el resto de tu vida con alguien como yo. Si alguien te hubiese escuchado decir eso muchos rumores correrían por la fortaleza roja.

—¿Y qué? No pueden probar nada. 

—Si llegan a los oídos incorrectos...

—¿Acaso temes que Jocelyn se entere de nuestras salidas? —Daeron le pinchó la mejilla por mencionarla y ella respondió con un golpe.

—Tú y yo no hicimos nada que ofenda a los dioses o a lady Jocelyn. Además, no estoy prometido con ella. 

—Aún... —El tono de la princesa estuvo repleto de amargura.

—Boremund no prometería a su hermana con alguien de mi calaña.

—¡Suficiente de esto, Daeron! —La princesa se levantó y alzó las mangas de la ropa de Daeron, no le dio tiempo de reaccionar y se reveló que su muñeca y antebrazo estaban repletos de cicatrices—. No eres un malvado como para hacerte esto y tratarte como el villano de una canción. 

—No es lo que crees.

—¿Acaso no puedes ver que no todos creemos que eres el Cruel redivivo? —Los ojos de la princesa estaban húmedos. ¿Por qué la afecta tanto lo que me pase?—. ¿Sabes que Boremund y Jocelyn piensan que serías un gran marido para ella? ¿Sabes lo qué planean pedirte esta no...?

—Mientes, nadie... 

—No, no lo hago. Y no puedo convencerte con palabras de que no eres el monstruo que crees ser. Pero te lo mostraré —La princesa lo empujó y le dio un beso en los labios, había desesperación y deseo. Él la empujó y retrocedió.

—No... eres una prince...

—¡Cállate! —Lo besó por segunda vez, una tercera y una cuarta, así hasta que estuvo satisfecha.

—Tenemos que irnos —dijo y se montó sobre Abrasaescalofríos.

La princesa se mostró atónita, Daeron también podía ser muy perceptivo. No podía hacerle eso a ella, tenía que protegerla de sí misma. Son sus deseos, no vale una vida de exiliados por lo que quiere abandonar. No puedo hacerle esto a Aemon y a los reyes, me han dado mucho. 

—Daeron...

—Tu madre nos espera. —Su semblante era serio, 

—No puedes seguir así, Daeron.

—Lo sé, pero no será por mí que rompas tus promesas. 

—Tengo derecho a decidir mi vida —dijo con firmeza— y eres tú quien más amo.  

—Comprendo, pero si lo que comentas de Jocelyn es cierto, tampoco puedo hacerle esto. No traicionaré a quienes creyeron en mí —sentenció y no permitió que ella hiciera o dijera más. 

Al arribar a la capital y dejar a sus dragones en Pozodragón Daeron se dio cuenta de que Caraxes¹ y Vermithor estaban en sus cuevas. Un par de guardias reales los esperaban a las afueras y volvió junto a Daenerys a la fortaleza roja, el camino fue en silencio. Daeron tomó las riendas con tanta fuerza que creyó que si seguía así sangraría. Los esperaba un pequeño banquete, a pesar de su edad el rey se veía formidable y Aemon también, el muchacho corrió hasta su prometida y la abrazó sin darle importancia al decoro.

Fue Boremund quien lo recibió y caminó a su lado, Jocelyn lo acompañaba, su largo cabello azabache le llegaba hasta la cintura, iba con un hermoso vestido con los colores de su casa y portaba un collar con un par de zafiros que hacían resaltar sus bellos ojos azules como el mar. Daeron realizó las cortesías y siguió a Jocelyn cuando ella le pidió hablar a solas con él, su caminar era elegante y digno.

—Príncipe Daeron.

—Lady Jocelyn, ¿sucede algo? 

—Iré directo al punto. ¿Ama a la princesa Daenerys?

Daeron desvió la mirada. Para Jocelyn eso fue suficiente respuesta porque asintió y se tomó su tiempo para volver a hablar.

—Daeron, no sé si algún día podré desplazar a nuestra sobrina, aun así, yo te amo y Boremund está de acuerdo con esto —Jocelyn lo tomó de las manos. El príncipe era incapaz de creer lo que sucedía, no podía ser cierto—, Daeron, ¿te casarías conmigo?

—Yo... —Las palabras se atoraban en su boca—. No puedo hacerle esto, mi lady, no lo merece.

—¿Qué es lo que no merezco?

—A alguien como yo... —Daeron sintió como ella apretó con fuerza sus manos—. El hijo de un demonio, alguien que ama a otra mujer.

—Usted es todo lo que quiero, mi príncipe, incluso si usted se considera un demonio o el hijo de uno. —Su tono era amable y comprensivo—. Dígame, ¿Siente algo por mí?

—Sí, mi lady —respondió con sinceridad.

—Solo deme esta oportunidad, mi príncipe. No sé si algún día podré hacer que me ame tanto como a Daenerys, aun si no nos casamos, le prometo que seré su amiga y hermana. —Ella acarició las manos de Daeron y las colocó cerca de su corazón—. Si acepta, haré lo posible para que ese sentimiento que tiene por mí sea algo más, si se cansa de mí, prometo que nunca lo obligaré a hacer algo que no quiera. 

—¿Por qué?

—Eso es al amor ¿no? Es un apoyo entre dos personas, es incondicional y es libre. Te amo, mi príncipe. 

—No merezco a alguien como tú. —Sus emociones eran confusas y contradictorias, sentía felicidad y tristeza, júbilo y desprecio, dolor y culpa, miedo y alegría—. Lo siento por ser egoísta, lamento si te condeno; pero está bien, lo haré, me casaré contigo. 

Ella solo asintió ante su decisión.

—¿Puedo abrazarte?

Daeron no habló, en cambio se acercó un poco. Ella comprendió el gesto y lo envolvió entre sus brazos, Jocelyn era casi tan alta como él, olió su hermoso aroma y se dejó envolver en su calor. No pudo contenerse más y lloró, ¿Por qué le hago esto? Ella tendría que comprometerse con un gran y honorable príncipe, no conmigo.

Esa noche en el banquete no solo se anunció la fecha de la boda de Daenerys y Aemon, sino también el compromiso de Daeron y lady Jocelyn Baratheon. Una boda conjunta, la más grande que vería Poniente en esos años.


III. Unión de dragones

Los dragones daban vueltas alrededor de sí, los seguían toda clase de animales, morían en grandes cantidades y allá por donde pasaban también perecía la vida. El terror y el sufrimiento campaba por las montañas y las planicies, en el cielo y en la tierra, al más humilde de los animales y al más poderoso de ellos. 

Daeron despertó agitado, miró a su alrededor y comprobó el lugar en el que se encontraba, era la fortaleza roja. Se miró al espejo, vestía con la mejor ropa que jamás había llevado, fue un regalo de la reina Alysanne. Era el gran día de su boda. Tomó su capa y se la colocó. Respiró profundo, se tomó su tiempo para reflexionar, en esos meses había tenido sueños similares, el vuelo de dos dragones que llevaban la muerte allá por donde pasaban. Había escuchado de algo similar entre sus ancestros, no estaba tan seguro de que tan real era. 

Mientras pensaba en ello llamaron a su puerta y trataron de abrirla, sin embargo, se aseguró de cerrarla bien para que no entraran sin que él lo supiera. Abrió y se encontró con Aemon, el joven se notaba nervioso y Daeron lo dejó pasar.

—¿Qué ocurre, alteza?

—Sabes que ambos somos príncipes, ¿no?

—¿Con qué eso es lo único que querías decirme? Bien, nos vemos en el septo...

—No, espera... —Aemon tomó asiento y agarró la empuñadura de su espada—. ¿No estás nervioso?

—¿Por qué lo estaría? Es solo una boda, suceden todo el tiempo.

—¿No crees que podrías decepcionarla en algún momento?

Sí, eso creo, no obstante, ella hace que no le de tanta importancia a eso. Decidió guardarse ese pensamiento, su primo quería que lo apoyara, era demasiado joven, tan solo tenía 15 años.

—Si me molestara por ello nunca me habría comprometido desde un principio. ¿Qué ocurre, Aemon? ¿Por qué no hablaste esto con tu padre o con Baelon?

—Bueno, tú tienes experiencia y conoces a Dany más que nadie...

—Comprendo, entonces, dime ¿por qué estás así?

—Es que ella es tan perfecta, es valiente, hermosa, inteligente y divertida. ¿Y si no me ama? 

—Estoy seguro de que lo hace —contestó con seguridad, a pesar de lo que sabía.

—¿De verdad lo crees?

—Sí. Ella no se casaría con alguien que no ama. —Daeron se sentó y le dio una palmada en la espalda a Aemon—. Además, no es nada raro que te sientas con dudas, es una unión para toda la vida, no es un paso tan sencillo. 

Aemon agradeció a su primo. Se despidió y salió de la habitación. Daeron se tomó su tiempo para calmarse y la próxima vez que llamaron a su puerta entendió que era porque la boda estaba a punto de empezar. Las campanas resonaron, salió del torreón de Maegor y cruzó el patio hasta la entrada del septo de la fortaleza. Una gran multitud asistió, lores y del pueblo llano, reconoció a algunos comerciantes y personas que conocía de la ciudad. 

Aemon se encontraba allí y poco después de Daeron llegó Jocelyn, iba con un atavío que resaltaba su belleza, Daeron perdió el aliento al verla y en el momento en que sonrió se incomodó de que él fuera a casarse con ella. Para desconcentrarse buscó entre la gente a su madre, Rhaena, aunque no la encontró, no se sorprendió, era lo que esperaba.

Solo faltaba Daenerys. Conforme el tiempo pasó su primo se puso más nervioso. Daeron incluso se dio cuenta de que el joven tenía su mano dominante sobre el pomo de su espada. Las campanas resonaron un par de veces más, el rey mandó a un sirviente a buscar a la princesa y justo en ese momento ella llegó. Si Jocelyn era preciosa, Daenerys se veía como una diosa bajada del paraíso. El corazón de Daeron latió con más rapidez, cerró los ojos y tomó la mano de su prometida. 

Tras eso las dos parejas caminaron hasta el altar. La ceremonia se le hizo eterna a Daeron, no recordó ni la mitad de lo que dijo el septon ni las plegarias y rezos que hizo, incluso olvidó la canción nupcial. Estuvo más enfocado en las velas que formaban dragones y animales flamígeros que danzaban a lo largo y ancho del septo sobre los asistentes, los reyes, los príncipes, grandes y pequeños señores, así como caballeros y otros asistentes de baja cuna.

El cambio de capas llegó más rápido de lo que imaginó. Primero Boremund le quitó la capa de doncella a su hermana y fue el pequeño Vaegon quien le entregó la capa de desposada a Daeron, el niño no ocultaba que no quería estar allí. Con un movimiento fino y grácil colocó la prenda y envolvió a Jocelyn con tejido escarlata y negro.

Tras ello siguieron Daenerys y Aemon. El rey quitó la capa a su hija y quien le pasó la capa fue el príncipe Baelon de tan solo 13 años. Aemon se tardó unos segundos, sus manos temblaban y no lograba abrochar hasta que Daenerys lo tomó de la mano y así consiguió poner lo último que la señalaba como su esposa. Se colocaron frente a frente y tomaron hilos con los colores de la casa Targaryen

—Padre, herrero, guerrero, madre, doncella, anciana, desconocido. Yo soy tuyo y tú eres mía. Desde este día hasta el final de mis días² —dijeron Aemon y Daeron mientras entrelazaban y realizaban un nudo que los uniera.

—Y con este beso te tomo como mi señor y esposo —replicaron ambas mujeres.

Ambos hombres se acercaron a sus respectivas parejas. Daeron inclinó la cabeza, Jocelyn cerró los ojos y él la besó, fue un beso tierno de poca duración y por un santiamén hizo contacto visual con Daenerys. Terminó el beso, ella acarició sus manos y él se tranquilizó. Entonces el septon alzó la voz.

—Una sola carne, una sola sangre y una sola alma. Que aquel que trate de separarlos sea maldecido hasta la eternidad...

Con eso la ceremonia se dio por finalizada. La procesión hacia el castillo fue dirigida por los guardias reales, detrás Daenerys y Aemon, seguidos de Daeron y Jocelyn con los niños que arrojaban flores por el camino que seguían, Alyssa y Baelon lo hacían con más entusiasmo que Vaegon y Daella, pero no con la misma gracia de Maegelle. Tras los niños estaban los reyes, lord Boremund Baratheon y demás invitados.  

Los aplausos y vítores se oyeron desde incluso antes de salir del septo. Daeron se aferró al brazo de su esposa, nunca lo habían aclamado de esa manera, todo se veía tan falso. Vio el rostro de Jocelyn, ella sonreía y él se relajó un poco. No es nada raro, aclaman a Baelon, Dany y Jocelyn.

El trayecto hasta el salón lo sintió más largo de lo normal y al entrar soltó un suspiro de alivio. Tomaron asiento al lado de la reina y se sirvieron los primeros platillos del día. Pasaron horas probando diferentes comidas y postres, bardos y juglares tocaron muchas canciones y bufones hacían toda clase de piruetas, bromas y travesuras. Daeron sentía que se divertía incluso menos que Vaegon, por lo menos el niño tenía un libro que le había prestado horas antes. Fue Jocelyn quien llamó su atención y lo llevó para que bailaran, no sin que antes el heredero y su esposa abrieran el baile. 

Era una canción de un ritmo no tan lento, Daeron hizo todo lo que aprendió en esos meses, nunca se había interesado en aprender a bailar y tampoco es que alguien se hubiese ofrecido a enseñarle en su niñez. Sentía que todos los ojos estaban sobre él y esperaban que cometiera una pifia para burlarse. El rey Jaehaerys y la reina bailaban juntos, aunque sintió que lo observaban.

—Creo que el rey nos mira.

—¿Por qué lo haría, Daeron?

No se le ocurrió una razón válida por lo que continuaron con el baile hasta que cambiaron parejas y Daeron se vio forzado a bailar con varias damas y señoras, doncellas y ancianas, casadas, viudas y solteras. Incluso bailó con la reina Alysanne, se movía con gran elegancia y estilo.

—Rhaena, tu madre...

—No tiene por qué, alteza. Madre tiene sus deberes y motivos.

—Ella estará muy feliz de saberlo.

—Seguro que sí, hace unos días llegó una carta suya con felicitaciones y buenos deseos.

Mantuvo una expresión serena, la presencia de la reina siempre lo calmaba. Bailaron un rato más, la experiencia de Alysanne era tanta que lo hacía ver bien. Alguien tocó su espalda y necesitó de toda su fuerza de voluntad para no reaccionar agresivamente. Demasiado confiado, no puede repetirse. Volteó y se encontró con Daenerys, ella pidió a su madre que la dejara bailar con Daeron. El príncipe no comprendió por qué la reina dudó unos segundos, aunque al final lo permitió y volvió con su esposo a la mesa.

Daenerys era tan buena en el baile como Daeron. Por lo que ninguno opacó el otro mientras lo hacían. Ella se rio después de pisarlo por error.

—¿Recuerdas cuando nos escabullíamos al bosque de dioses para que me entrenaras con la espada?

—Por supuesto, princesa. Insistía tanto que no me restaba otra opción que hacerlo o no dormir.

—¿En serio? ¿Tan molesta era? —Daeron fue incapaz de no reírse de la pregunta de Daenerys—. Para ser alguien que estaba obsesionado con el juego de pies no eres el mejor en el baile. 

—Es un avance que no me he desgraciado a mí mismo. —Daenerys dio una vuelta sobre su eje y Daeron logró tomarla justo a tiempo.

—Veo que Jocelyn es muy buena maestra.

—Lo es.

Siguieron con el ritmo hasta que la canción cambió a una más lenta y se acercaron. A diferencia de su esposa, Daenerys era más pequeña y tenía que ponerse de puntillas para alcanzarlo. Estaban a unos dedos de distancia, de tan cerca podía aprecia la belleza de su prima, las amatistas que portaba tenían un efecto agradable con sus ojos violáceos. Ambos sonrieron y a su alrededor todo dejó de existir, solo eran él y Daenerys. Se alegraba por ella.

—Aún podemos fugarnos e irnos a Essos —susurró la princesa.

Daeron dejó ir una risilla, no podría hacer algo así, no a los reyes, no a Aemon, pero, sobre todo, no a Jocelyn. 

—¿En serio? ¿Y cómo saldríamos de aquí sin que nadie lo note?

—Una pelea podría ocurrir y aprovecharíamos para ir a Pozodragón. Si actuamos rápido tomaríamos nuestros dragones —dijo juguetona y provocativamente. 

—Sería una gran historia. 

—Por supuesto. —La expresión de la princesa la traicionó por unos instantes. Daeron prefirió no comentarlo—. La princesa rebelde y el príncipe renegado.

—¿Renegado? 

—Claro, abandonarías tus juramentos tan solo poco tiempo después de hacerlos. —El tono de voz de la princesa era decaído, aun si intentaba sonar alegre.

—Aemon es un buen hombre; es valiente, inteligente y amable. 

—Por supuesto que lo es... Y lo amo. Es mi hermano y siempre supe que esto sucedería. Por años he estado preparada para todo lo que sucederá en este día.

—Supongo que jamás escucharemos canciones de los príncipes canallas que huyeron a Essos sobre sus dragones.

—Sí, era solo una broma —dijo con firmeza, aunque Daeron no estaba seguro de si de verdad era así—, en unas horas estaré casada, encamada y montada y Jocelyn también lo estará. Hermanas de boda. Tal vez los cuatro también debimos compartir cama. —Se rio de su propio comentario.

Antes de que él respondiera la canción cambió y sonó el Oso horroroso. Algunos se levantaron tan solo empezar. Daeron y Daenerys no dijeron nada, aun así, al ver el rostro de su princesa él estuvo de acuerdo en bailar en pareja.

"Había un oso,
un oso, ¡un oso!,
era negro, era enorme,
¡cubierto de pelo horroroso!

Era mucho más sencillo moverse sin tantos límites y reglas muy estrictas sobre pasos, giros y tiempos. Dieron vueltas y se tomaron de las manos, nadie los cuestionaría por ello. Muchos volvieron a sus mesas y muchos decidieron unirse al baile. 

¡Oh, ven, decían ellas!
¡Oh, ven ahora a la feria!
¿A la feria?, dijo él.
Pero es que soy un oso.
Negro, enorme,
cubierto de pelo horroroso.

Algunos borrachos cantaban, otros aplaudían y tomaban a las sirvientas al baile. Los movimientos se hicieron más rápidos y descoordinados. Con dificulta Daenerys dio dos giros y al detenerse estaba sin equilibrio, Daeron consiguió estabilizarla y siguieron.

Y por la carretera,
desde aquí hasta allí,
desde aquí hasta allí,
tres niños, una cabra
y ¡un oso que bailaba!

Daeron notó que Alyssa y Baelon bailaban y empujaban a los adultos que se interponían entre ellos y su camino. Se reían a carcajadas a pesar de que algunos caballeros trataban de acercarse para protegerlos de los adultos que no los veían.

Yo quería un caballero,
pero tú eres un oso.
¡Un oso! ¡Un oso!
¡Cubierto de pelo horroroso!

Cualquier cuidado que se tuvo en un principio se había dejado atrás. Para Daeron era como el entrenamiento con múltiples oponentes, no parar hasta que todos se rindieran y estuvieran por completo derrotados. Daenerys empujó a un mozo, Daeron resistió el embate de un escudero. 

Ella pataleaba y gemía,
la doncella tan bella,
pero él lamía la miel de su cabello.
¡Su cabello! ¡Su cabello!
Él lamía la miel de su cabello.
Entonces ella suspiró y chilló

Daeron y Daenerys ya no ponían atención a su alrededor, giraban, saltaban y corrían de un lado a otro. Eran dos niños que jugaban a escondidas de los demás. El niño que temía que el rey lo reprendiera por realizar algo así y la pequeña que lo animaba a divertirse con ella.

y dio patadas al aire.
¡Mi oso!, cantó.
¡Mi oso precioso!
Y se marcharon juntos,
de aquí para allá.
El oso, el oso y la bella doncella."³

Daenerys fue alzada en el aire por Daeron y cuando la colocó en el suelo se tambaleó y se dejó caer. Por poco logró atraparla y ella se rio a carcajadas. Daeron sonrió, estaba tan cerca que podía besarla, cerró los ojos y la levantó. Ambos sudaban y estaban ruborizados. Eso la hacía parecer más tierna y bonita. 

—¿Por qué? —En un principio el príncipe no comprendió la pregunta de Dany—. ¿Por qué ella? 

Se tomó su tiempo para responder, no estaba por completo seguro, mas, se daba una idea. Ella esperó en silencio.

—Ella me ama, yo la quiero y porque me prometió que nunca me obligaría hacer algo que no quisiera.  

Daenerys se cubrió la boca y agachó la mirada. Daeron no comprendió el porqué de su reacción, lucía adolorida, iba a tomarla de la mano y por suerte en su visión periférica vio que Aemon corría hacia ellos, Jocelyn iba detrás y caminaba despacio. Fue la princesa la que habló.

—Adiós, Daeron... 

—Adiós, Dany. 

Los cuatro volvieron a la mesa y el resto del banquete Daeron no soltó la mano de Jocelyn. A diferencia de Aemon, ella comprendía que tenía sentimiento por alguien más. No creyó que dolería tanto, se había preparado durante años para ese momento y al finalizar el último platillo comprendió que era hora del encamamiento. Para su fortuna el rey avisó que Daeron y Jocelyn no tendrían que pasar por ello. Varios se mostraron decepcionados por la decisión. Gracias, alteza. Se lo debía a la reina.

Daeron tomó a Jocelyn entre sus brazos y la cargó hasta su habitación, detrás oyó que los primeros momentos de "La reina se quitó la sandalia y el rey se quitó la corona". Jocelyn le limpió una lágrima de la mejilla, Daeron le agradeció desde lo más profundo de su corazón, pateó la puerta, la dejó sobre la cama y cerró. 

Esa noche los dos encamamientos fueron muy diferentes, el del príncipe Daeron y lady Jocelyn fue tierno, cuidadoso y gentil; por el contrario del príncipe Aemon y la princesa Daenerys se escucharon los gritos de placer en la fortaleza roja. No sería la única hija del Conciliador que causaría tantas bromas en la corte e inspiraría canciones subidas de tono. 


Epílogo

El príncipe apresuro el paso con su primogénito entre brazos, al entrar a la habitación se encontraba una septa, no la reconoció hasta que le vio el rostro, era su hermana Rhaella. En la cama se encontraba su madre. Su esposa entró tras él con una bebé. Era tal como en su sueño, un dragón en un gran castillo oscuro al que su llama se le extinguía.

—Madre. —Hacía tanto que no se preocupaba tanto por ella. Se sentó cerca de la cabecera de la cama y en ese momento ella abrió los ojos—. Estoy aquí.

—Al menos... no heredaste mi mala costumbre de llegar tarde. —Se rio con mucha dificultad. Para él esa era una imagen extraña, siempre imaginó a su madre con mucha fuerza y vitalidad, no así, estaba pálida, su cabello era blanco por completo y desaliñado, su complexión era muy delgada.

Su mano estaba fuera de las sábanas, dudó si podía tomarla, un par de veces intentó algo así y no terminó bien, solo la hirió más. El único sonido proveniente de Jocelyn era el de su respiración y el de la bebé que dormía. 

—Madre, lo siento, debí venir antes.

—Oh, no. Está bien, quería verte... Ha pasado tanto tiempo. —Respiró, pasaron segundos para que continuara—. No fui a tu boda... ni a conocer a tus hijos... Lo siento.

—No, madre, está bien. Lo hiciste por mi bien.

Ella sonrió y sus ojos se humedecieron. Alzó el brazo y no fue hasta que Jocelyn lo golpeó que él comprendió que podía sostenerla. Entregó la bebé a la septa. Su madre estaba algo fría, entrelazó sus dedos con los de ella y se acercó un poco más.

—Acércate, mi pequeño. —Obedeció y lo hizo, ella tocó su rostro y movió un mechón de su cabello—. Te pareces a él.

Daeron se hizo pequeño, no imaginó que ella le diría algo así. Tragó saliva e intentó hablar, sin embargo, al conseguirlo solo salió una palabra.

—Madre... 

—Eres su viva imagen. —Sonrió y lo acarició, sus acciones y palabras lo confundían. 

—¿A quién te refieres?

—A mi hermano... mi esposo. —El príncipe no podía creer sus palabras—. Eres igual a él. Le gustaba cantarme, tenía una hermosa voz. De niño paseaba conmigo sobre Fuegoensueño. —Sus ojos lagrimaron y Daeron, con miedo, besó la mano de su madre.

»Lo dejé morir, a él y a Melony... —Ella puso fuerza en su agarre—. No debí aceptar... Tuve que acompañarlo. 

—Tengo a alguien que presentarte, madre. —Fue lo primero que se le ocurrió en el momento.

—Mis nietos... solo te envié un par de cuervos...

Daeron quiso pararse para tomar a su hijo, no obstante, su madre no lo soltaba y ella lo acercó. El niño jugaba con sus dedos. Jocelyn también se aproximó con la bebé, ella dormía con apacibilidad.

—Ella es Rhaena. —Con su otra mano la alcanzó, se veía tranquila—. Y él es Aegon. 

—Son nombres de reyes... —Se rio y poco después se durmió.

Los siguientes días su madre recuperó fuerzas, les enseñó a Fuegoensueño y algunas zonas del castillo. Cargaba a sus nietos y jugaba con ellos. Charlaba con Jocelyn y contaba historias de su infancia y juventud. No duró mucho. Daeron nunca había sido tan feliz, ese era su sueño desde niño y su esposa lo apoyaba con lo necesario.

Una noche Rhaena Targaryen se fue a dormir para jamás despertar, su dragona rugió y exhaló fuego, Abrasaescalofríos replicó la acción de ella. Daeron no se sorprendió, lo vio mientras dormía, igual que con su hermana Aerea muchos años antes. En el año 73 después de la Conquista dejaba el mundo terrenal la hija de un rey, esposa de otro, hermana de dos magníficos soberanos y madre del príncipe Daeron Targaryen. Jaehaerys, Alysanne y varios de sus hijos asistieron a las exequias. 

Fue el dragón de su hijo quien encendió la pira de su madre. Nunca en un funeral hubo tantos dragones reunidos. Ella no fue la única familiar muerta en aquel año. A finales de aquel aciago año un cuervo arribó desde Bastión de Tormenta, Daeron sabía lo que había en el mensaje, se lamentaba por lo que tuvo que hacer, su esposa no lo merecía, no obstante, era lo necesario. Sus sueños no eran simples, había algo en ellos y las visiones de los dragones danzando eran las que más lo perturbaban. Alas negras, palabras negras. Cuando su esposa leyó el mensaje rompió en llanto, ningún castillo o título valía tanto como la vida de su hermano. 

Si para salvar a su dinastía debía convertirse en un villano, eso es lo que haría. No lo deseó ni lo quiso, mas, esa tarea quedó sobre él, por algo el don se le otorgó al nacer. Si la casa Targaryen quería prosperar tendría que ser salvada de sí misma. Derramaría la sangre y sacrificaría a todo aquel que fuera necesario.  Al cabo que los dragones danzarían de una u otra forma y él se encargaría de que no fuera la condena de la dinastía. Aun si para ello tomara la última gota de su sangre y toda su humanidad.

Forward
Sign in to leave a review.