
Mentiras.
Albus no lo sabe, ¿por qué tendría que hacerlo? Él considera que Elijah es su hijo y de hecho comparte sangre con él. Además, todo salió conforme lo planeé y por fin tengo las tres reliquias de la muerte.
Fue difícil ser madre con tan solo 18 años y el último año en Hogwart fue complejo, exasperante y con muchos momentos que me hicieron quedar en ridículo, con chismes a mis espaldas, sumado a envidiosos que cuestionaban que fuese Premio Anual. Todo eso poco me importó, era hijo de alguien que amaba, además, eso hizo que consiguiera la única reliquia faltante.
—Yo me encargaré de Elijah, Ceci.
—7 años, prometo que tras ese tiempo será mi turno de ser la que esté en casa con Elijah. —Acordamos al final. Albus se encargaba de cambiar los pañales del bebé, de bañarlo, limpiarlo y alimentarlo, si yo dormía poco debido a mis investigaciones y proyectos él tenía su sueño alterado por lidiar con el pequeño.
Eramos felices así, claro, hubo varios lapsos de un par de meses en que él era incapaz de siquiera tocarme por el cansancio y aplazó muchos proyectos que tenía. No lo merecía, sin embargo, era feliz con el niño de su sangre ¿Quién era yo para arruinársela?
Los años pasaron, avancé con mis proyectos, junto a un equipo de investigación descifré unos jeroglíficos sobre la Alquimia en el Antiguo Egipto, además de usar los fundamentos para crear el proceso de fusión elemental. Todo gracias a mis conocimientos y el poder usar las 3 reliquias en conjunto para conectar con alquimistas legendarios aun si estos no querían.
Tras cuatro años dejé mi primer trabajo y junto a mi esposo Albus fundamos una compañía de Pociones. Pronto y ayudados por nuestro talento, conexiones de la familia Potter, precios y por la capacidad de producir más que la competencia nos posicionamos en el mercado. Y tal como prometí, no fue hasta el séptimo año que me hice cargo de Elijah, así como del segundo y tercer vástago que tuvimos. Elijah era un niño muy curioso y algo tímido como Albus, diferente a su padre biológico que era un Rompemaldiciones y Cazarrecompensas.
No me gustaba tener que pausar mis proyectos, pero fue una promesa al hombre que amo y la cumpliría. Contaba los días para que Elijah recibiera su carta de Hogwarts, lidiar con sus caprichos, berrinches y explosiones mágicas era un gran sufrimiento, además, una vez casi nos descubre a Albus y a mí en medio de la acción. ¿De verdad ese era mi castigo? Eso de embarazarme para obtener la capa fue lo más estúpido que se me ha ocurrido, todo por dejarme llevar por la calentura y el deseo del momento.
Celebré cuando se fue a Hogwarts. Tal vez mis pensamientos eran los opuestos a los que se supone debe tener una mamá, pero comparada con mi madre era mucho mejor, no era una mortífaga ni había realizado tantas atrocidades. La única vez que torturé a alguien con un crucio fue porque alguien debía enseñarle a esa presumida de Rose Weasley una lección, no por ser la hija de la ministra podía hacer lo que se le diera la gana y tratar a otros como inferiores.
Trataba de enseñar a mis vástagos lo que sabía, de vez en cuando jugaba a sus tontos juegos y otras le cumplía sus caprichos "Mamá, mamá, quiero ver un dragón", entonces lo llevaba a Rumania a verlos; "Mamá, mamá, quiero una escoba", le compraba la escoba. Elijah tuvo suerte de que su madre no estuviera en Azkaban y su padre muerto, no sé por qué era tan molesto.
Creí que por fin tendría tiempo para mí. Todo fue bien los siguientes tres años, planeaba enviar un CV al Ministerio para ser contratada y así poder realizar una reforma para innovar en la producción de pociones. Hasta que él apareció fuera de mi casa. ¿Por qué no pudo quedarse en su trabajo a lo largo del mundo? ¿Por qué debía volver? Fue lo primero que pensé al verlo. Era más alto, sus ojos marrones eran tan lindos como la última vez que lo vi, era un poco más fornido y su cabello negro azabache era el mismo desastre de siempre, iba vestido como Indiana Jones, pero no sonreía, siempre que lo hacía se veía mucho más guapo. Me quedé paralizada durante un minuto, él estaba igual ¿acaso quería ver a su hijo? ¿por qué había vuelto? Mis manos temblaban, nunca me sentí tan nerviosa como en aquel momento. Fue entonces que Albus se acercó para ver lo que ocurría, estaba muy feliz, demasiado como para encontrarse con el verdadero padre de Elijah.
—¿¡James!? ¿De verdad eres tú? —Abrazó a su hermano y James hizo lo mismo—. Te he extrañado tanto. Hace mucho que ni siquiera asistes a las fiestas de navidad. Mamá estará feliz cuando se entere.