
Preludio
El rasgar de una pluma es lo único se escucha en una celda oculta en el rincón más recóndito de Azkaban. Un goteo interminable de sangre desciende sobre el brazo del prisionero, acostumbrado ya a sus heridas, unas más recientes que otras, las cuales adornan su cuerpo como un mapa el cual no tiene final.
Draco está agotado, lleva tres años encerrado a la espera del juicio final que se ha demorado mientras el mundo mágico reconstruía los rastros dejados por la guerra. Rastros que jamás se irán de los corazones de las personas y que será el cántico que sus padres contarán a sus hijos como lo que no se debe hacer, pues alguien debe errar para tener una historia que contar. Como en los cuentos muggles que leía en secreto cuando era pequeño, cuando aún no le habían impuesto sus ideas, cuando aún podía soñar, cuando era libre.
Hoy le han notificado la fecha de celebración del juicio. En dos días sería condenado a muerte como el mortifago más joven de la historia. El juicio era una farsa inventada por los políticos para que la gente viera como administraban justicia, pero el veredicto estaba claro para él y para todos los que osaron ponerse del lado del "mal" pues que es el mal sino algo relativo. Para él, el mal eran los muggles, porque así lo habían criado y así él había creído. El mal es banal, se encuentra en los actos más pobres, en las personas más sencillas. Eso lo había aprendido a la fuerza. Los peores verdugos son aquellos que no se cuestionan lo que hacen que lo hacen porque alguien lo ordena. Por desgracia Draco era uno de ellos. Juicio o show era lo mismo pues la justicia del mundo mágico no existe, al igual que la presunción de inocencia. In dubio pro-reo era algo inaplicable allí, algo que tal vez en el mundo muggle le hubiera salvado el cuello. Cuanto les quedaba por aprender a los magos. El caso de Sirius Black jamás hubiera ocurrido así si se hubiera aplicado el derecho muggle. Cuan absurda es la vida si aquellos a los que tacho de inútiles y quiso su expulsión del mundo mágico eran los más avanzados si sus ideas se hubiesen escuchado todo sería diferente. Tal vez en un futuro en el que él ya no este ocurra. Ojalá.
Lo único rescatable de estos años eran las visitas de su madre, la cual nunca faltaba a ellas. ¡Como se preocupaba por el! Tanto que había conseguido introducir un pergamino y una pluma, después de las revisiones de sus carceleros claro, a fin de que escribiera como tantas otras veces había hecho para aliviar su dolor.
Con la luz de la luna como testigo, Draco comienza su carta, sin un remitente en particular, con la sensación de que tal vez servirá para algo, de que hay esperanza en las palabras.