Tiempo

Harry Potter - J. K. Rowling
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Tiempo
Summary
Todo había salido mal. Voldemort había ganado y lo único que podían hacer los sobrevivientes era escapar de una muerte segura. Sólo tenían una oportunidad de arreglar el pasado y era un viaje en el tiempo sin retorno, la única opción para que Hermione Granger recuperara todo lo que habían perdido... el problema fue que nunca pensó en la posibilidad de toparse con un par de ojos de un color esmeralda, grandes, intensos, hermosos...
Note
Buenos días, buenas tardes.Esta es una historia extraña, una especie de What If que se me ocurrió hace un tiempo después de leer muchos, muchos, muchos fics... Y bueno, nació el chocapic.Espero que les guste, y si no. Coméntenme porque O.OCheers!
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You know what it means

Pagaron al tabernero y salieron rápidamente al exterior, siendo recibidas por el frío y pesado aire del pueblo. El movimiento y el aire frío marearon a Hermione, y tuvo que correr a un rincón a echar todo lo que había tomado. Sintió como su dignidad también salía de su cuerpo.

Al menos la calle seguía vacía y solo se escuchaba un perro ladrar a lo lejos.

—James dice siempre: mejor afuera que adentro —le dijo Lily con amabilidad, acariciando su espalda para confortarla.

—No sé cómo estas personas se la ingenian para mantener esa cosa dentro de ellos —murmuró Hermione con la garganta rasposa. Se secó las lágrimas—. Esa es la verdadera maldición de este lugar.

—No sabes tomar alcohol —se burló Lily sin dejar de acariciar su espalda.

—¡Tú no probaste esa cosa!

—Harry es mi protector. ¿Ya te sientes mejor?

Hermione asintió y se alejó de ese terrible rincón, sintiéndose muy avergonzada. Lily sacó un pañuelo y con magia lo mojó y se lo pasó a la castaña para que se limpiara.

Su mano tembló al rozar la de Lily, y un fuego explosivo recorrió su estómago, revolviéndolo. Pero estaba segura que no fue por la cerveza. La vergüenza que sentía no era solo por haber vomitado en un rincón, sino por lo que le había dicho en la taberna, por lo que pensaba, por lo que sentía…

Hermione Granger se metería en un lío de magnitudes colosales si desenvolvía sentimientos más allá de la amistad por la pelirroja. Colosales, aterradores y terriblemente peligrosos. No es una opción meterse en medio de esa relación, y menos sabiendo que eran los padres de su mejor amigo. La verdad, no debería ser una opción siquiera pensarlo.

—Vamos antes que se ponga más oscuro.

Caminaron lentamente, sintiendo el aire pesado y como el frío aumentaba. Al llegar a la salida del pueblo pudieron ver la mansión Ryddle brillando como un espectro vacío. Hermione sintió un escalofrío recorrer su espalda, y su estómago se revolvió de nuevo. Podía sentir una magia oscura venir de ese lugar casi tan intensa como la que había a las afueras de la cueva de Voldemort.

—Emma, mira.

Apuntó hacia un camino con una vegetación frondosa. Hermione miró a Lily y ella asintió. Probablemente llevaba a la casa de los Gaunt. Recordaba que Harry le había contado que estaba en un camino medio escondido a las afueras del pueblo.

Con varitas en mano avanzaron por el camino. Los árboles estaban unos junto a otros y tenían que caminar medio agachadas por las ramas que se metían, respirando entrecortado por la falta de aire. Después de unos siete minutos caminando, se encontraron frente a una pequeña casucha.

La larga maleza cubría gran parte de la puerta de madera, que tenía unas tablas clavadas en ella. Los vidrios de las ventanas estaban rotos y con moho, y parte de la madera del suelo estaba podrida.

Al verla, Hermione se dio cuenta que la magia oscura que salía de la mansión Ryddle no era comparable con la que esa casucha desprendía. Tuvo que apoyarse en un árbol.

—Harry está saltando, pero no de alegría —preguntó Lily frunciendo el ceño y apoyando su mano en el hombro de la castaña—. ¿Te sientes mal?

—La magia oscura es muy fuerte y me mareé. Dame un minuto y estaré lista para entrar —murmuró cerrando los ojos. Maldita cerveza, fue la peor idea de la vida haber bebido eso antes de una misión así de importante.

—Espérame afuera, entonces.

—¿Y dejarte sola ahí dentro? Estás loca. Solo dame unos segundos más. Es demasiado peligroso que entres tú sola… —En eso, su cabeza concluyó en algo que no se había dado cuenta antes—. ¿Desde cuando que le pusiste Harry?

Lily ladeó la cabeza, confundida por la pregunta, pero sonrió.

—Lo decidimos de forma definitiva con James antes que se fuera a la casa de sus padres. Desde que supe que estaba embarazada que tenía esa idea si era hombre. La hubiera llamado Harriet si salía niña.

La cabeza de Hermione divagó en una imagen en donde veía a un Harry con falda, con sus piernas sin depilar y los ojos pintados. Hizo una mueca y sacudió la cabeza, estremeciéndose y sonrió. Era una imagen perturbadora, y muy graciosa.

—Me alegro. Ya estoy mejor, entremos y hagamos esto rápido.

Avanzaron entre las ramas y se detuvieron a unos centímetros de la puerta. Comenzó a hacer mucho más frío. El viento aumentó haciendo chocar las ramas contra la casa. De repente, el aire de las dos chicas se congeló de forma anormal, y sintieron esa depresión y tristeza tan característica de…

—¡Dementores! —exclamó Lily sacando su varita y poniéndose en guardia.

Tres horribles Dementores volaron hacia ellas succionando toda la felicidad que podía haber en los cuerpos de las chicas. Hermione se puso delante de Lily rápidamente y sin pensarlo mucho lanzó el hechizo.

—Expecto Patronum!

La nutria de color plateado voló juguetona hacia los Dementores. Estos se retorcieron y se alejaron del lugar haciendo un ruido parecido a gritos ahogados. Hermione sonrió al ver a la nutria plateada revoloteando alrededor de ellas, sintiendo la calidez que emanaba. Nunca le había costado tan poco hacer un patronus tan fuerte y brillante. Se sintió orgullosa al verla dar una voltereta en el aire y desaparecer moviendo la cola.

—Muy buen patronus, estoy impresionada —la halagó Lily con una amplia sonrisa.

—Sí… gracias —Sus mejillas aumentaron de temperatura en un segundo, y carraspeó para sacar la voz—. Entremos.

El olor a moho y podrido llegó a sus narices cuando Hermione movió una tabla mal clavada en la puerta. Arrugó la nariz, y sabiendo lo que vendría, decidió hacerlo rápido.

—Bombarda!

La puerta explotó, dejando ver el interior de la casucha. Estaba bastante oscuro, y el hedor golpeó bruscamente a las chicas, haciéndolas dar un paso hacia atrás.

—Esto no es bueno para una embarazada —alegó Lily con una mano en la nariz, poniéndose verde—. ¿Tenía que ser un lugar con olor a podrido? ¿No podía ser? no sé, la playa.

—El anterior estaba en el mar, y no era más ameno que esto —dijo Hermione dándole un valeroso paso hacia adentro. La cerveza se le repitió como ácido en el estómago—. Espérame aquí.

—Tú no me dejaste entrar sola. Yo haré lo mismo.

Había moho por todos lados, y arañas corrían por el suelo y las paredes. La madera crujió debajo de los pies de las chicas como si gritara de dolor, y un frío espectral parecido al de los dementores las invadió. Debió seguir con su patronus.

Hermione sintió un cosquilleo en su nariz, y al mirar hacia atrás vio como la puerta se cerraba nuevamente dando un gran portazo, al mismo tiempo que una ventisca de color morado salió desde el suelo. Las tablas de madera comenzaron a temblar y a enrollarse hasta despegarse las unas de las otras, y se alzaron como serpientes. Hermione tragó saliva.

Lily tomó la mano de Hermione con fuerza y la atrajo hacia ella, alejándola del grupo de serpientes de madera que avanzaban.

—Odio las serpientes —alegó Lily y atacó—. Bombarda!

Un puñado de madera se alzó por la explosión, y las astillas cayeron como lluvia sobre las chicas. Pero, a pesar de que destruyó a muchas, aún quedaban muchas más que se deslizaron hacia ellas rápidamente.

—Hay que movernos —dijo Hermione lanzando un expelliamus para alejarlas.

Pero sus pies se hundieron. Lily gritó, afirmando con fuerza a Hermione. La castaña, reaccionando sin pensar, empujó a Lily antes que cayera junto con ella y la lanzó con un encantamiento hacia una mesa.

Sus pies cayeron varios centímetros en el suelo y sintió una horrible presión en sus caderas. Las serpientes de madera se enrollaron en su cuerpo avanzando rápidamente por su torso hasta sus brazos, logró lanzar un expelliarmus antes que su brazo quedara inmovilizado por la madera. El aire se le estancó en sus pulmones y el horror le quitó el habla. La iban a aplastar en cualquier segundo.

—CONFRINGO!

Una lluvia de astillas llenó el lugar, y Hermione pensó que volaría con ellas, pero no. A los segundos después se vio acostada en el suelo cubierta de pedazos de madera y polvo, despeinada y con un picor desagradable en la cara. Probablemente por los cortes. Lily corrió hacia ella y la ayudó como pudo a salir del agujero de astillas en el que había quedado.

—Una serpiente gigante, serpientes de madera… Espero que la próxima que nos encontremos sea más amigable. ¿Estás bien? —preguntó la pelirroja levantándola de un brazo.

—Sí… gracias. Y perdón por haberte lanzado así.

—Eso te pasa por venir ebria a trabajar —comentó con un tono burlón.

—¡No estoy ebria!... al menos no después de este susto… ¿Cómo puedes bromear en un momento así?

—Me ayuda a bajar las tensiones —contestó dando una sonrisa nerviosa, pero no le duró mucho.

Un sonido extraño, incómodo, doloroso y aterrador llegó a sus oídos. Era filoso y les puso la piel de gallina. Lily abrió los ojos de par en par y movió la cabeza buscando el lugar de donde venía ese sonido.

—Que… qué es eso… —murmuró, comenzando a temblar.

—El Horrocruxe está cerca —respondió Hermione con el rostro serio—. No te concentres en ese sonido.

—Es difícil.

Hermione la miró, notando que de verdad Lily no la estaba pasando bien. Había palidecido y temblaba ligeramente. A ella el ruido no le gustaba, pero no le molestaba. ¿Por qué será? La tomó de la mano y Lily dio un salto, asustada.

—Concéntrate en mi voz y no dejes de mirarme.

Le sonrió y acarició su mano. Vio que la palidez del rostro de la pelirroja pasaba a un rosa tímido, y sus ojos se concentraron en sus manos. El corazón de Hermione comenzó a latir con fuerza, al mismo tiempo que sus propias mejillas aumentaron de temperatura. Al menos ese terrible sonido había pasado a segundo plano. Comenzó a caminar.

—Recuerdo cuando di uno de mis exámenes en Ho…la escuela de magia. Tenía que pasar por varios obstáculos hasta llegar a la meta. Fue sencillo hasta que me encontré con un boggart. Quedé paralizada y perdí la oportunidad de tener una nota perfecta.

—¿Qué viste? —preguntó Lily con un hilo de voz.

—Que reprobaba en todas las materias —murmuró Hermione, avergonzada—. Era un ratón de biblioteca bastante insegura.

—Yo lo encuentro adorable —Hermione sintió como acariciaba su mano—. Mi boggart es llegar a ser vieja. O al menos eso era antes. Ahora no me desagrada tanto la idea de tener canas en mi cabello después de lo del basilisco y esto.

—Yo encuentro que te verías muy bien con canas —comentó Hermione mirándola de reojo con timidez. Su estómago dio un brinco con ese cumplido.

—Muchas gracias por reafirmar que soy hermosa —dijo Lily con un tono divertido, pero con el rostro claramente sonrojado—. ¿Coqueteas muy seguido con las pelirrojas, Emma Grint?

—¿Eh? ¡¿De dónde sacas…?! Es un cumplido, nada más —Un poco más y comenzaría a salir humo por las orejas.

—Tu coqueteas y yo lanzo bromas sin sentido para bajar la tensión. Estamos listas para derrotar a Voldemort.

—No coqueteo para bajar la tensión. Eso da el resultado contrario.

—Al menos tu voz hizo que dejara de escuchar ese terrible sonido. Gracias.

Su estómago dió un salto muy brusco y creyó que lo que le quedaba de cerveza saldría disparado hacia afuera. Sonrió mostrando sus dientes, sintiéndose estúpida. Y Hermione Granger odiaba sentirse estúpida, sobre todo frente a alguien tan increíble, inteligente y hermosa como Lily Potter.

En eso un brillo entre unos restos de madera llamó su atención. Recordó que Harry le había dicho que Dumbledore lo había encontrado en el suelo de la cabaña. Sin soltar a Lily, se acercó a los restos de madera en el suelo y se arrodilló. Lily se hincó a su lado con los ojos abiertos de par en par.

Hermione movió la madera con magia, dejando ver una caja negra con tintes verdes brillantes. Tragó saliva, estando segura que en esa caja encontraría el siguiente Horrocruxe. La magia negra que desprendía era agobiante y el sonido se había intensificado. Le dió un escalofrío al estar tan cerca del altar de Voldemort, de nuevo.

—Vamos a abrir esto y destruirlo para salir de aquí —dijo mirando a Lily, y luego la caja—. Alohomora!

La caja se abrió de par en par. El sonido que llevaban escuchando se apagó de repente. Hermione quedó sorprendida. Había lanzado el alohomora solo para probar que maleficio saldría, pero la caja se abrió sin problemas. Las dos miraron dentro y vieron un anillo negro, con un extraño brillo verdoso con una piedra pequeña. A pesar de lo oscuro, era hermoso.

Pero, lo hermoso duró poco porque de la nada comenzó a salir un humo negro de la piedra del anillo, cubriéndolo por completo. Hermione se levantó rápidamente agarrando a Lily y retrocedieron. El humo rápidamente comenzó a tomar forma humana sin rostro, y las dos chicas temblaron de terror.

El sonido en el lugar se apagó junto con la respiración de las chicas. Las dos miraron la figura con horror, sin poder moverse por el miedo. Hermione sintió como un sudor frío cayó por su sien, y comenzó a temblar. La figura de humo levantó una mano y apuntó a las dos chicas. Fue ahí donde Hermione sintió un golpe tan fuerte en el pecho que la hizo tambalearse peligrosamente. Una sonrisa sádica se formó entre el humo.

—¿Qué va a hacer? —exclamó Lily.

—¡Atrás!

En solo segundos, la figura de humo se lanzó a gran velocidad hacia las chicas. Hermione logró empujar a Lily a un lado justo antes que el humo la envolviera, penetrando por todos sus poros, ojos, nariz, boca.

—¡Emma! —chilló Lily.

Pero su grito no fue ni cercano al bramido que dio Hermione por el dolor que sintió en todo su cuerpo mientras el humo entraba en ella. Sentía que todo se quemaba, que todo se volvía oscuro, y su conciencia poco a poco la iba dejando por algo o alguien superior a ella, siniestro, lleno de odio. No podía hacer nada, estaba paralizada por el dolor y el horror. No podía hacer nada… estaba perdiendo.

Una onda de viento se expandió de golpe por la casa lanzando a Lily hacia atrás, y se golpeó la cabeza contra el suelo.

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Lily se despertó de golpe, confundida y con un fuerte dolor en su cabeza. Había mucho viento y un olor a ropa quemada penetraba su nariz. Miró a todos lados y vio a Hermione de pie dándole la espalda, aun envuelta en pequeñas nubes de humo negro.

Ahogando un grito, se levantó tambaleándose y corrió hacia la castaña, pero cuando rozó el humo negro se quemó. La pelirroja saltó hacia atrás, viendo que el lugar donde el humo la había rozado tenía una quemadura como si hubiera tocado aceite hirviendo.

El humo desapareció por completo, y Hermione cayó de rodillas al suelo, apoyando su cabeza y sus manos en la madera. Lily la observó unos segundos, atemorizada. La castaña no se movió ni dijo nada. Lily se acercó lentamente, y se arrodilló a su lado. El viento disminuyó. Lily tuvo un muy mal presentimiento.

—¿E… Emma? —Y tocó su hombro.

Una onda de aire salió del cuerpo de la castaña, alejando a la pelirroja y casi haciendo que cayera de nuevo hacia atrás. Lily entró en pánico al ver como Hermione se ponía de pie con su varita en la mano. Al levantar la cabeza, los ojos de la chica estaban completamente negros y su rostro sin expresión. El anillo brillaba en su pecho, con una luz verdosa y asquerosa. Se le habían pegado al cuerpo.

Levantó la varita, apuntando a Lily.

—Emma… Emma, no…

El maleficio rozó la cabeza de Lily e hizo explotar el suelo lanzando miles de pedazos de madera. La chica, quién se había agachado sacó su varita y creó un hechizo escudo al mismo tiempo que Hermione lanzaba otro hechizo. La casa brilló por la luz que crearon y el suelo tembló.

—¡Emma! ¡Da la pelea! ¡No dejes que ese Horrocruxe te domine! —le gritó Lily desesperada, sudando por el esfuerzo.

Perdió potencia, y Lily aprovechó para desviar su ataque hacia el suelo y correr hacia Hermione. Le lanzó un hechizo aturdidor, pero fue desviado con facilidad. Probó de nuevo y de nuevo, pero Hermione era muy rápida. La pelirroja se deslizó detrás de un sillón y lanzó un nuevo ataque, pero Hermione, después de esquivarlo atacó sin piedad y el sillón explotó. Lily cayó hacia atrás entre los restos de madera chocando contra la pared.

Aturdida quiso levantarse, pero todo le daba vueltas. La figura de Hermione se le acercó rápidamente con la varita en mano.

—Crucio.

La voz de Hermione se escuchó como si tuviera un eco bajo, como si fueran dos personas. Lily rodó a un lado y corrió hacia otra habitación, escuchando los maleficios que iban destruyendo la casa.

—¿Qué hago, qué hago? —jadeó Lily casi sin aire por el susto y el cansancio.

Lily salió al living de nuevo esquivando apenas unos escombros que volaron por un maleficio. Un dolor intenso azotó su brazo y rápidamente la sangre comenzó a fluir. Si seguía así, iba a morir. Saltó por sobre el sillón que estaba en llamas y espero uno, dos, tres ataques más. Al final del tercer ataque, Lily lanzó una niebla muy densa que cubrió todo el living de la casa.

Los maleficios cesaron y llegó el silencio. Lily se alejó del sillón en llamas, cubriéndose con la niebla a ras de suelo. Haciendo un gran esfuerzo, disminuyó su respiración agitada. Sus pulmones le reclamaron.

Llegó al lado de una mesa destruida, y se dio vuelta. No podía ver a Hermione, pero si un puntito verde moviéndose por el lugar. El anillo. Si se lo quitaba, la recuperaría.

—Emma, voy a sacarte esa cosa.

Vio como el puntito se desplazaba hacia ella, hizo un hechizo para hacer ligeros sus zapatos y así poder correr más rápido y saltar más alto. Logró avanzar rápidamente sin ser vista por la castaña, y levantó su varita para aturdirla.

Hermione se dio vuelta, y Lily dudó un segundo. ¿Por qué? Su corazón le jugó en contra. Y pagó las consecuencias.

—Crucio.

El dolor hizo que casi soltara la varita. Sus piernas temblaron y el aire se le escapó de los pulmones. Apretó los dientes con fuerza y sus músculos se contrajeron. Hermione caminó hacia ella con su varita en mano, con su rostro en blanco y sus ojos negros por el Horrocruxe, el cual brillaba peligrosamente en su pecho. Lily estuvo a punto de caer de rodillas… pero algo pasó.

La varita de Hermione tembló y lanzó un sonido parecido al de una tetera hirviendo. Lily observó esto con los ojos llorosos sin comprender muy bien qué pasaba. Y, extrañamente, el dolor disminuyó considerablemente, dándole la posibilidad a Lily de convocar un hechizo.

—Imperio!

El rayo chocó contra la varita de Hermione y una onda de luz las lanzó hacia atrás. Lily cayó pesadamente sobre el suelo y el aire le volvió a los pulmones de un golpe, casi haciéndola vomitar. Con el cuerpo temblando y su rostro empapado de sudor y lágrimas, se echó a un lado y se puso de rodillas. Miró hacia donde estaba Hermione, y abrió la boca sorprendida por lo que veía.

La varita de Hermione temblaba en su mano, lanzando expelliarmus hacia todos lados. La castaña trataba de contenerla con sus dos manos, pero la fuerza que usaba no era suficiente. Madera y escombros volaron por la casa y Lily tuvo que cubrirse para que no le llegaran pedazos de vidrios del ventanal al rostro.

¿Qué estaba pasando? Era como si la varita de la chica estuviera peleando en contra de ella… o en contra del Horrocruxe. Nunca antes había visto algo así.

Se puso de pie, tambaleándose un poco, pero tuvo que agacharse rápidamente por un ataque que Hermione logró lanzar. Estaba fuera de control y la situación seguía siendo muy peligrosa, incluso si su varita no le hacía caso.

Necesitaba ayuda. Y recordó a quién podía pedirla.

—Espero que funcione… —murmuró poniéndose de pie nuevamente.

Corrió hacia Hermione y gritó a todo pulmón.

—¡KREACHER!

—Incendio!

De la varita de Hermione salió una gigantesca llama que iluminó los ojos de Lily. La casa era de madera, era cosa de tiempo para que terminara en cenizas, si es que no detenía a la castaña antes. Se detuvo a unos metros de Hermione para cubrirse del fuego, pero alguien más había hecho un encantamiento escudo. Sorprendida y emocionada vio como el elfo doméstico movía sus pequeñas manos para impedir que el fuego llegara a ellos.

—Usted llamó, Kreacher vino. Es lo que el amo quiso que haga —dijo el elfo con el ceño fruncido.

—Y yo lo agradezco —exclamó Lily dándole una sonrisa. Comenzaba a sentir el calor del fuego de Hermione.

—¿Qué necesita?

—Paralizarla, así puedo sacarle el Horrocruxe que tiene en su pecho.

—Como ordene.

Kreacher levantó sus orejas y abrió sus manos de par en par. Una honda se expandió por la casa, lanzando el fuego hacia Hermione. La chica tuvo que protegerse para no quemarse y apagó el fuego con un solo movimiento.

El elfo desapareció y apareció detrás de ella, dándole poco tiempo a la chica para protegerse. Levantó su varita justo cuando Kreacher posaba sus pies en sus hombros y tocaba su frente con uno de sus largos dedos, dejándola como una estatua bajo un conjuro. Lily, sin perder tiempo corrió hacia ella y agarró el Horrocruxe con fuerza.

—¡Y afuera! —gritó Lily a todo pulmón.

Los ojos negros de Hermione se abrieron de par en par y el humo negro que había aparecido antes volvió a salir del Horrocruxe quemando la mano de la pelirroja. La chica ahogó un grito sin dejar de jalar el anillo del pecho de Hermione. Era como si estuviera incrustado en ella, atravesando su ropa hasta llegar a su piel.

Los pedazos de madera que estaban en el suelo se elevaron y fueron disparados hacia Lily y Kreacher. El elfo los desvió como pudo, recibiendo algunos en su cuerpo. El humo quemaba más a Lily con cada centímetro que el Horrocruxe se separaba de Hermione. Sólo un poco más.

—¡SALE Y DÉJALA TRANQUILA! —gritó como si un rugido hubiera salido desde su interior, y con un último esfuerzo separó el relicario del pecho de Hermione, rasgando parte del abrigo de la chica.

El objeto voló por los aires envuelto en el humo negro, mientras Hermione caía de espaldas. Los trozos de madera cayeron al suelo y Kreacher cayó de rodillas, agotado. Lily no lo pensó ningún segundo, y sacando el frasco en donde tenía el colmillo del basilisco, corrió hacia donde había caído y tomando el colmillo con poco cuidado, lo enterró en el anillo.

Se escuchó un silbido que casi partió sus oídos, y el humo negro se dispersó por toda la casa creando una especie de rostro deforme, y convirtiendo ese silbido en un quejido doloroso y moribundo. El relicario tembló y quedó inerte en el suelo, atravesado por el colmillo de basilisco. Todo se sumió en el silencio.

Lily lo observó unos segundos, respirando entrecortado. El dolor en su mano y brazo era horrible, pero el alivió la ayudó a aguantarlo. Al fin lo había logrado. Una brisa fría llegó a su rostro, lleno de sudor.

—Emma…

Se levantó con las piernas temblando y corrió hacia donde estaba su amiga, con el corazón en la mano, sin querer pensar en que había una posibilidad de que... Se agachó a su lado y tocó su rostro. Estaba frío como el hielo, pero respiraba. Lily echó un suspiro y se sentó en el suelo, agotada. Estaba viva.

—¿Está bien? —preguntó Kreacher acercándose a ellas.

—Sí. Disculpa por haberte metido en esto —le dijo Lily sin dejar de mirar a Hermione—. Pero sin ti, hubiera perdido a Emma… Y eso es algo que no podría soportar.

Lily levantó la mirada hacia Kreacher y le tendió la mano que no tenía quemada. El elfo abrió sus grandes y saltones ojos, confundido.

—Muchas gracias. Ahora ya puedes volver con tu ama. Y recuerda no dar información de donde has estado, por tu bien. Tu amo habría querido eso.

—Sí… —murmuró el elfo, y titubeando un poco tocó la mano de la pelirroja, y enseguida la bajó. Parecía avergonzado—. Si me necesita, llame.

Y desapareció con un CRACK.

Lily sonrió, y tomando aire se dio ánimo. Se levantó y tomó en brazos a Hermione poniéndola en su espalda con cierta dificultad. Estaba muy cansada y ya no le quedaba adrenalina para ayudarla. Sus piernas temblaron por el peso de la chica sobre ella. Se dirigió hacia donde había quedado el anillo, y lo miró con desprecio. Parecía inofensivo ahora, y con asco, lo pateó.

—Dos menos, faltan tres —murmuró, y moviendo su varita desapareció.

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