
Thank you
James Potter se alzó delante de Hermione dándole frente a Voldemort. De alguna forma, la chica pensó que tenía una espalda enorme. Con varita en mano le lanzó varios hechizos sin piedad, todos muy rápidos y casi sin pronunciarlos haciendo que el brujo retrocediera en contra de su voluntad. Y no sólo fue James, sino que también llegaron más miembros de la orden y otros aurores. Un grupo de ellos fueron a ayudar a la reina, quién estaba de pie entre todos los escombros.
—¡Vamos Voldemort, no te escondas! —La voz de Lily sonó por sobre los hechizos de James. Tenía el pelo desordenado y la ropa llena de polvo, pero estaba ilesa.
La pareja más otros miembros de la orden no dejaron de lanzar hechizos hacia el mago tenebroso, que aunque se defendía, se veía en su rostro que le estaba mantener un ritmo. Hizo una explosión de humo para ganar un segundo, y creó una ventisca gigante que se transformó rápidamente en un torbellino de cuatro metros.
Voldemort movía su varita mientras sus ojos rojos relucían entre el polvo. Salieron rayos del torbellino que atacaron a los magos y brujas. Los únicos que no retrocedieron fueron Lily y James.
—¡Me están subestimando, Potters!
—¡Lo mismo digo! —gritó James avanzando y lanzando con su varita un rayo de color blanco hacia el centro del torbellino.
Una explosión casi los manda hacia atrás. El torbellino se deshizo y Voldemort quedó indefenso.
Lily le lanzó otro hechizo tan rápido que Voldemort no pudo contenerlo por completo y le atravesó el brazo. Con una mueca de dolor se dio vuelta para escapar, pero habían dos personas apuntándole con sus varitas.
—¡Se acabó, Voldemort! —Le gritó Frank Longbottom, y lo atacó junto con su esposa.
—¡Esto nunca se acaba! —chilló el brujo con sus ojos desorbitados defendiéndose a duras penas.
Abrió los brazos y una especie de ráfaga de viento salió de su cuerpo, obligando a la pareja a defenderse y detener los ataques. Al abrir los ojos, Voldemort había desaparecido.
Uno a uno los mortífagos también fueron desapareciendo, dejando el humo negro como rastro y silencio. Los aurores, aliviados, comenzaron a ayudar a los heridos. La reina observaba el lugar con una mirada perdida, parecía en shock. Hermione se sentó en el suelo, respirando tranquila y sintiendo todos los dolores de la batalla. Es increíble lo que la adrenalina hace con el cuerpo.
—¡Emma! —gritó Lily corriendo hacia ella. Su cabello desordenado y lleno de polvo la hacía ver al borde de la locura—. ¡¿Estás bien?! ¡¿Te hizo daño?!
—Estoy bien, sólo son unos magullones, nada más —respondió la chica con una sonrisa para tranquilizarla—. Deberías sentirte orgullosa porque pude proteger a la… ah… ¡ashís!... ay…
El dolor que sintió en la nariz fue como una descarga eléctrica, y le sacó lágrimas. Había olvidado que la tenía sensible por el golpe que Dolohov le había dado.
—Salud —dijo la pelirroja arrodillándose frente a ella y pasándole un pañuelo para la nariz. Sacó otro y se lo pasó por la sien que también sangraba—. Es un gran logro, pero no evita el susto que me hiciste pasar. Cuando lleguemos a casa te daré algo para el resfrío.
—Lo siento… —murmuró la castaña apretando la nariz un poco avergonzada. La verdad es que había sido muy osada y si hubiera estado en los zapatos de Lily, se habría enojado mucho más. La pelirroja le sonrió y acarició su rostro magullado. Un calor intenso se arremolinó en las mejillas de la castaña y tuvo la necesidad de rascarse muy fuerte la nuca.
—¿Todo bien?
Hermione levantó la mirada y su estómago dio un fuerte salto. Por dos segundos pensó que Harry Potter estaba de pie frente a ella, sonriéndole. El parecido de verdad era asombroso, casi asustaba. La única diferencia era que sus ojos eran de otro color y no tenía la cicatriz en la frente.
—Sí. James, quiero presentarte a Emma Grint —se apresuró a decir Lily con una sonrisa orgullosa, bajando su mano del rostro de Hermione—. Emma, él es James, mi marido.
El susodicho se agachó y alargó su mano para saludar. Fue una sensación que Hermione nunca supo cómo describir. Era igual a Harry Potter, casi como si Harry hubiera sido una copia más delgada de James, pero al estrechar su mano supo que no era él. No sabía si se sentía bien o no frente a ese chico al ver el nivel de semejanza con su mejor amigo que había muerto en otro tiempo y que ahora estaba ahí, pero como un feto dentro de Lily.
La cabeza de Hermione comenzó a darle vueltas, y no fue por la caída.
—Lily me habló de ti. Gracias por haberla cuidado mientras no estaba —dijo con un tono brillante. Tampoco hablaba como Harry.
Uff, esto era muy extraño.
—¡Hey! ¿Todos bien?
Y no acababa ahí. Nuevamente el corazón de Hermione dio un salto al escuchar la una voz parecida a la de Regulus Black. Un chico delgado y muy apuesto caminaba hacia ellos. Tenía el pelo mucho más negro que Regulus, pero despeinado y más largo. Su sonrisa brillaba y sus ojos eran hermosos. Hermione se sonrojó al ver a un Sirius Black muy, pero muy apuesto. Al lado de él venían Lupin y Pettigrew.
—En perfecto estado. Menos mal que decidimos regresar hoy, sino nos hubiéramos perdido la visita al palacio de la reina —dijo James con una amplia sonrisa. Su tono fue levemente sarcástico—. Siempre quise entrar aquí.
—No es nada que no hayamos visto antes, amigo mío. Sirius Black, mucho gusto —El chico tendió su manos a Hermione, regalándole una sonrisa radiante.
—Atrás, Black —lo amenazó Lily frunciendo el ceño—. Ella no.
—¿Por quién me tomas? —le preguntó el chico haciéndose el ofendido—. Sólo me estoy presentando.
—Claro, “presentando” —murmuró Colagusano lo suficientemente fuerte como para que todos oyeran y rieran.
Siguieron discutiendo y bromeando mientras Hermione los observaba sentada al lado de Lily. Era una escena surreal. Sólo había escuchado historias de todos ellos juntos, y los que había visto en vida tenían una sombría máscara que escondía la belleza y juventud que veía en ese momento.
Hermione mantuvo su mirada en James, y recordó la conexión que había tenido su varita con la de Voldemort. Eso se lo había escuchado sólo a una persona.
—Harry… —murmuró, sonriendo con melancolía.
Después de la muerte del chico a manos de Voldemort, ella y Ron huyeron con los restos de la varita que ella había logrado recuperar. Después de varios días, en su memoria la pareja decidió unir unos pedazos de la varita de Harry Potter a las suyas, para tener su recuerdo cerca. Suena meloso, pero Hermione podía sentir a su amigo cerca…
Quizás, gracias a esos restos se pudo hacer por unos segundos el Priori Incantatem, cosa curiosa e interesante que hizo pensar a Hermione como una posible ventaja. La chica miró su varita, sintiéndose agradecida y quizás, más segura.
—Es como si nunca te hubieras ido —murmuró sin quitar la vista de su varita. Una lágrima recorrió sus mejillas—. Tú deberías estar aquí… Tú te merecías esto.
Les tomó aproximadamente una hora restaurar el palacio, borrar memorias y sacar a los mortifagos que habían capturado. La memoria de la reina también fue borrada no sin antes haber agradecido el esfuerzo de los magos y en especial el de Hermione en frente de todos, haciendo que la chica se sonrojara tanto que se mezclaba perfectamente con el pelo de Lily.
Hermione y varios otros fueron derivados a San Mungo para revisar sus heridas. Ahí los estaban esperando una gran cantidad de periodistas, no solo del Profeta sino que también otras revistas mágicas. Hermione pudo ver el cabello rubio brillante de Xenophilius Lovegood, mucho más joven y en mejor estado a como lo había visto en su casa casi un año atrás. Por un segundo sintió lo mismo que cuando vio a James, pero con la madre de Luna. Era una mujer muy hermosa, con ojos azules grandes y brillantes iguales a los de Luna, pero usaba lentes. Se veía tranquila y esbozaba una sonrisa soñadora. Hermione sonrió, recordando a su amiga.
Pero no tuvo mucho tiempo para observar a la mujer porque el grupo de periodistas se les abalanzó como hienas. Algunos aurores respondieron a las preguntas sin problemas, pero Hermione se sintió agobiada bajo tanta luz y tanta gente.
—¿Es verdad que fue un ataque planeado?
—¿La seguridad del palacio está en peligro?
—¡A ella! ¡Ella protegió a la Reina!
—Si no fuera por el método Scamander, el mundo mágico habría sido revelado a la reina de Inglaterra ¿Qué piensa de eso?
—¿Es verdad que pudo derrotar a Voldemort sólo con un hechizo de desarme?
¿De dónde sacaban toda esa información tan rápido? La castaña tenía a casi diez personas sobre ella haciéndole esas preguntas.
—Em… la verdad…
—Voldemort no fue derrotado, escapó. Y la reina fue desmemorizada, al igual que todos los muggles que presenciaron el ataque, y el palacio está seguro. Ahora, largo —bramó Ojoloco Moody agarrando del cuello del abrigo a Hermione y justo tapándola de un fotógrafo que estaba enfocando su rostro.
La arrastró sin mucha delicadeza sacándola del hall principal y llevándola por uno de los pasillos. Hermione intentó pedir ayuda silenciosa a Lily, pero la pelirroja fue abordada por más periodistas, impidiéndole irse con ellos.
Cada vez la bulla era más lejana y se podía respirar un aire de paz. Los demás aurores y miembros de la orden se quedaron atrás y sólo algunos sanadores caminaban por ese pasillo. Hermione quería hablar, pero el aura del hombre la atemorizaba un poco, así que prefirió quedarse callada y esperar a que él le explicara a donde iban.
Moody se paró frente a una puerta y soltó a la chica. Su ojo se movía hacia la puerta, como si estuviera escaneando lo que había al otro lado.
—Lo hiciste muy bien hoy —la felicitó con voz ronca, sorprendiendo completamente a la chica—. Predecir que entrarían al palacio fue brillante.
—Fue sólo… lógica… —murmuró Hermione un tanto nerviosa.
—Si no fuera por tu lógica, la Reina de Inglaterra estaría muerta y el mundo mágico en guerra con los muggle —afirmó dándose vuelta y observando a la castaña con los dos ojos—. Por lo mismo, quiero que permanezcas en el anonimato, sin fotos ni nada. Entrarás aquí y te curarán, son gente de confianza. Vendré por ti en unos minutos más.
Pasó por su lado y caminó nuevamente hacia el hall.
—¿Eso quiere decir que ya me acepta en la Orden? —preguntó Hermione con una sonrisa tímida.
El hombre solo movió la mano en señal de molestia sin darse vuelta ni detenerse. La chica suspiró y sin dejar de sonreír entró a la habitación.
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Pasó más de una semana desde el incidente en el Palacio de Buckingham y la noticia seguía dando la vuelta al mundo.
En todos los periódicos muggle se hablaba sobre la explosión de gas en el Palacio de Buckingham y del pobre mantenimiento del recinto. Pero en los periódicos mágicos se hablaba de la verdad.
Los periodistas tenían ese don tan peculiar de asustar con un par de palabras a toda una población. Que habían logrado penetrar al palacio, que ya ningún lugar era seguro, que todos íbamos a morir a manos de Voldemort, etc, etc. Si antes la población mágica estaba asustada, ahora estaban aterrados. Por lo menos las fiestas de Navidad ya habían llegado y eso ayudó a cambiar el ambiente a algo más fiestero.
Después de todo lo que pasó, la cabeza de Hermione comenzó a trabajar en un plan para conseguir los demás Horrocruxes. El fugaz encuentro con Voldemort la había dejado muy inquieta, pero también con pequeñas esperanzas gracias al Priori Incantatem, y quería usar eso a su favor. Sólo había que crear una excusa suficientemente buena para ir al colegio y entrar a la Sala Multiuso y destruirlo ahí mismo.
Desgraciadamente, ya no tenía tanto tiempo para crear un plan con Lily porque James había llegado a la casa.
Si antes habían tenido visitas, ahora parecía un hostal. Los merodeadores pasaban más tiempo ahí que en sus propias casas, o por lo menos así lo hacía Sirius, quién a pesar de haber perdido su habitación por Hermione, dormía en el sillón casi todas las noches. Pettigrew iba a cocinar varios días a la semana y siempre terminaban llamando a Lupin para que los acompañara.
Para Hermione era realmente difícil estar en la misma casa que Colagusano, verlo compartir con las personas a las que traicionaría en un futuro, comportándose de forma tranquila e inocente. Se repetía una y otra vez que en ese momento él no pertenecía a los mortífagos… o al menos eso quería creer . Pero verlo hablar tan animadamente con Lily le encrespaba todos los pelos, además de ver como James se preocupaba tanto de él, casi como un hermano menor.
Ah. Y James también se había convertido en un problema, extrañamente.
Antes había estado muy tranquila con Lily en la casa, pero ahora James había llegado y estaba en todas partes. Literalmente en todas partes. Tenía la manía de aparecer en todos lados sin pensar en que alguien podría estar ahí, como Hermione. Incluso, una vez apareció en el baño mientras Hermione preparaba la ducha. Menos mal aún no se desvestía, pero no impidió que diera un grito asustada. Lily lo echó al sillón por tres días seguidos.
Pero… Ese no era el verdadero dilema para Hermione. Era su casa y podía hacer ahí lo que le plazca. Hermione era solo una invitada… pero…
Hermione se había dado cuenta poco a poco que ver a James al lado de Lily le molestaba. Cuando él estaba hablando con alguno de los Merodeadores no tenía problema, y es más, cuando él y ella hablaban solos o con Sirius y Lupin, incluso le caía bien y era bastante gracioso. Pero cuando lo veía cerca de Lily abrazándola o dándole pequeños besos, sentía como si un aire caliente saliera de sus orejas en forma de vapor. Y no era una sensación agradable ni feliz.
—¿Qué color prefieres?
—¿Eh?
Hermione levantó la vista de la loza que estaba lavando y miró de frente a Lily, quién estaba demasiado cerca de ella… de nuevo. Esa manía de la pelirroja de abarcar espacio personal sin preguntar estaba frustrando un poco a la castaña. Movió la cabeza para evitar pensar en el cosquilleo de su nuca.
—Qué color. Verde o azul —preguntó frunciendo el ceño y mostrándole dos manteles que sostenía en sus manos.
—Em… verde —respondió volviendo a lavar la loza.
—Sí, lo supuse —Miró hacia el comedor. Ya rebosaba en los colores rojo y verde—. ¿Por qué no lavas la loza con magia? Es más rápido.
—Me gusta lavarla así —dijo la castaña, y levantó la mirada con ceño fruncido— Además, así evito eso.
En el comedor estaban Sirius y Colagusano tratando de decorar sin mucho éxito las paredes. El castaño le estaba gritando a su amigo muy enojado porque se había manchado con unas guirnaldas que había pintado Sirius, que había pasado los últimos diez minutos pintando todo lo que fuera verde en rojo o dorado y sin querer le había lanzado una de las guirnaldas teñidas a Pettigrew. El chico le lanzó de vuelta otra guirnalda a la cabeza y sin piedad lanzó el hechizo para cambiarla de color, tiñendo el pelo y rostro de Sirius de verde. Eso desató la segunda guerra mágica.
—Ah… Ya regreso —farfulló Lily con aire asesino al ver como su decoración se volvía un desastre y caminó hacía los dos chicos, quienes seguían gritando de forma escandalosa y ya habían roto una lámpara.
—¿Cómo vas?
James había entrado a la cocina justo cuando su esposa iba saliendo hecha una furia, y a diferencia de ella, él estaba disfrutando toda la escena. Tenía unas bolsas en sus manos.
—Mejor que ellos —contestó la chica observando como Lily les lanzaba un maleficio de petrificus totallus a los dos—. Lily da miedo.
—Sí. Por eso me enamoré de ella. Aunque debo admitir que primero fue por su atractivo —comentó con una amplia sonrisa al dejar las bolsas. Hermione sintió sus mejillas brillar en rojo—. De verdad estoy muy agradecido que hayas cuidado de ella. Sobre todo por su embarazo.
—Parecía como si ella cuidara de mi la verdad —dijo la castaña observando a la pelirroja.
—Sí, suele hacer eso. Aunque se nota que te tiene mucho cariño.
—Ella es agradable con todo el mundo —aclaró Hermione ahora secando lo que había lavado, sintiendo un tibio calor en sus mejillas, muy diferente a lo que sintió con el comentario anterior de James.
—Jaja, lo que tú digas —Sacó una rana de chocolate de una de las bolsas y se la lanzó a Hermione—. Pero es a ti a la que busca casi todo el tiempo, incluso más que a mí. Quizás aún sigue enojada conmigo porque me fui a una misión sin ella, no sé. Iré a detener el caos del comedor, me avisas cuando termines para empezar a cocinar. Y comete esa rana de chocolate. Estás muy delgada.
Y salió de ahí con una sonrisa amplia, sin sarcasmo ni nada, como si lo que hubiera dicho hubiera sido lo más normal de la vida. Pero eso hizo mover el corazón de Hermione.
Observó nuevamente a Lily, quién aún estaba regañando a los dos chicos. Su pelo brillaba a la luz de la chimenea y sus ojos sobresalían dentro de todo ese rojo. Su corazón saltó al toparse con ellos, y torpemente se guardó la rana de chocolate en el bolsillo y se dio vuelta para seguir secando unos vasos que ya estaban secos. Quizás el pelo rojo le recodaba a Ron… Tenía que ser eso.
Era ya cerca de media noche y la maravillosa cena que el señor Potter había hecho había casi desaparecido gracias a los invitados de esa noche, dejándolos a todos muy satisfechos y felices. No sólo estaban Los Merodadores, Lily y Hermione, sino que también estaban Alice, Frank, Ojoloco Moody, Hagrid y la familia Weasley. Los gemelos Weaslye habían hecho reír a todos con sus travesuras, excepto a su madre. Intentó castigarlos sentandolos en un sillón después de romper un jarrón, pero no resultó y se escondieron debajo de la mesa, comiendo las sobras de pastel que había cocinado James.
Ojoloco había bebido bastante y no paraba de hablar sobre antiguas misiones como auror y como miembro de la Orden.
—… Y la rapidez fue lo que me hizo derrotar a cinco mortífagos al hilo —terminó de contar con un tono de voz bastante fuerte—. Rapidez y precisión.
—Y suerte agregó Sirius con tono burlón.
—¡Destreza, Black! Elegancia en la batalla, algo que tú NO tienes —le dijo el hombre enojado, apuntándolo con su petaca.
—Me gusta ser bruto en batalla, y eso no me impidió ser de los mejores duelistas en Hogwarts. Podría vencer a más de diez mortífagos en segundos —arremetió con una amplia sonrisa tomando más de su whisky de fuego.
—¿Me estás desafiando? —Moody se levantó, tambaleándose.
—Ya, ya, basta —se apresuró a decir James con una sonrisa divertida agarrando a Sirius e impidiendo que se levantara.
—¡Duelo, duelo! —gritaban los dos gemelos Weasley, quienes estaban sobre Hagrid comiendo de su tarta de calabaza. Este, bastante ebrio, también coreaba junto a los dos gemelos moviendo sus brazos y haciendo que los dos niños se tambalearan peligrosamente sobre sus hombros. Pero a ninguno de los tres les importó.
—¡Ustedes cállense! —le gritó la señora Weasley levantándose y agarrándolos antes que cayeran al suelo—. Ya es tarde, hora de dormir. Tú también Percy.
—¡NOOO! —chillaron los dos lanzando manotazos a todos lados.
Poco a poco los invitados se fueron levantando de la mesa para seguir charlando en la mesita de estar, tomando té o algo más fuerte al lado de la chimenea. Pettigrew y Lupin ayudaron a Hagrid a irse sin caerse por lo ebrio que estaba, ya había roto tres sillas tratando de sentarse sin cuidado. El ambiente estaba tan relajado que todos tenían una pequeña sonrisa pegada en sus rostros… todos excepto Hermione, quién mantuvo su semblante de melancolía casi toda la noche.
Toda esa calma le había recordado las fiestas que había tenido en la madriguera junto a Harry y Ron, y no había ayudado en nada ver a Molly y a Arthur cuidando a sus hijos. Un nudo en la garganta se estaba haciendo cada vez más grande, así que apenas tuvo la oportunidad, se deslizó por el ventanal hacia el patio de la casa para estar un momento a solas.
Se sentó en una de las banquitas que había y miró hacia el cielo. Amenazaba con nevar. Suspiró tratando de sacarse de la cabeza a sus amigos un momento para no sentirse tan triste. Sus amigos, su familia. Personas que no volvería a ver nunca más. Menos mal ya no tenía el Horrocruxe con ella.
Suspiró nuevamente, sintiéndose culpable por no haber pensado aún en algún plan para ir en busca de los otros Horrocruxes. Pero a pesar de la melancolía y la tristeza, se sentía tranquila en ese lugar, junto a Lily y al resto de la Orden.
Sobre todo de Lily.
Hermione sonrió recordando lo que James había dicho, haciendo que el nudo en su garganta se fuera hacia su estómago.
—¿Qué haces?
Hermione saltó en el lugar.
—¡¿Lily?! Me asustaste —dijo con el corazón en la mano.
—Jaja, lo siento —Se sentó—. Te estaba buscando. ¿Por qué estás tan sola?
—No-no sé… Quería respirar aire fresco —contestó la castaña sentándose a su lado.
—¿Te aburriste allá adentro?
—No. Sólo quería estar un rato sola…
—¿En navidad? —exclamó Lily abriendo bien los ojos—. No, no, no. En navidad nadie debe estar solo. Si te molesta el ruido podemos ir a otro lado.
—No me molesta el ruido —contestó Hermione moviendo las manos, nerviosa—. Me- me gustó la fiesta. No tengo problema con eso.
—¿Segura? Te vi con cara extraña casi toda la noche —Lily levantó una ceja—. ¿Pasó algo?
—No, no… sólo que estas cosas me traen recuerdos —confesó la chica con una sonrisa melancólica—. De gente que ya no está.
Lily la observó unos segundos, preocupada, y luego cambió su semblante a uno picarón.
—¿Has patinado en hielo?
—¿Eh? No… ¿A qué va esa pregunta?
—¡Vamos entonces! —Se levantó de un salto y tomó la mano de Hermione.
—¡¿Eh?! ¡Espera!
Lily la condujo entre los arbustos del patio hasta adentrarse en un pequeño bosque. Caminaron unos minutos hasta un lago que había en un pequeño claro. Al otro lado se podían ver más casas. La pelirroja soltó a la castaña y corrió hasta el borde del agua. Su pelo rojo contrastaba de forma intensa con el paisaje. Sacó su varita y apuntó al agua.
—Si los recuerdos que tienes son melancólicos, haremos unos felices —aseguró con energía, y murmurando un conjuro, una luz plateada se deslizó desde la punta de su varita hacia el agua.
En segundos, el lago se congeló. Hermione abrió la boca, sorprendida porque ese era un hechizo bastante difícil y Lily lo había hecho como si fuera un Lumos. La ojiverde se dio vuelta y miró a Hermione con una amplia sonrisa llena de felicidad y orgullo.
—Ven conmigo.
Y se lanzó al hielo.
Hermione estuvo a punto de gritar que tuviera cuidado, pero al ver a la pelirroja patinar en él, se quedó quieta.
Era como ver una imagen sacada de algún sueño. La chica danzaba con elegancia sobre el hielo, meneando su cabello a ritmo de un lado al otro dejando una estela roja, y sus ojos brillaban como dos esmeraldas puras bajo la luz de la luna.
Hermione se quedó embobada al verla tan hermosa, jugando tan libre y feliz. Era como si todo se hubiera desvanecido y sólo existiera Lily. Como si estuviera en otro lugar y no hubiera nada más importante.
—¡Vamos! Ven conmigo.
Hermione no se había percatado que la pelirroja ya estaba a su lado y que la había arrastrado al borde del lago. Reaccionó tarde, y al dar dos pasos sobre el hielo, terminó de cara al suelo.
—Esto es muy vergonzoso —murmuró Hermione levantando la cabeza del hielo, sintiendo su nariz fría.
—¡Jajaja! Lo siento —río fuertemente, y la ayudó a levantarse—. Vamos despacio. Afirma bien tus piernas, con fuerza.
Tomándose de la mano, las dos comenzaron a patinar en el hielo, ahora un poco más estables. Hermione se sentía muy insegura y completamente avergonzada.
—Nu-nunca he sido muy buena para estas cosas —admitió la castaña tratando de aliviar la congoja al hablar—. Una vez fuimos a esquiar con mis padres. Fue un completo desastre.
—¿Cualquier tipo de deporte? —preguntó Lily mientras la mantenía de pie—. Apuesto a que te fue muy mal en tu primer día con la escoba.
—No pudimos terminar esa clase… —comentó Hermione recordando el encuentro entre Harry y Malfoy con una sonrisa—, pero después hubo un amigo que me ayudó a poder subir sin que la escoba saliera volando sola.
—Un gran profesor, como yo —Sonrió con orgullo—. Mira, ya puedes sostenerte sola.
—Espera, espera, aun no me sueltes.
—Confía en ti, Emma. Ya casi lo tienes — la soltó por completo—. Peleaste contra un basilisco y contra el Innombrable, como no vas a poder mantenerte de pie en el hielo.
—Es diferente… muy diferente… espera, ¡Lily!
Se quedó quieta para evitar resbalarse en una posición poco elegante, con las rodillas semiflectadas y los brazos hacia adelante. Lily comenzó a reír a más no poder, casi cayendo al hielo.
—¡No-No es gracioso! —chilló Hermione enojada y roja como un tomate.
—Lo es, por lo menos para mí —se burló la pelirroja y se puso detrás de la castaña—. Vamos, relájate.
Y la empujó con delicadeza.
Estuvieron así un buen rato, entre que Hermione le gritaba enojada y Lily reía, pero después de un par de caídas más, la castaña pudo mantenerse de pie y andar unos centímetros sola.
Comenzó a nevar, pero las chicas no sintieron frío. Sus cabellos se emblanquecieron por los copos de nieve y sus narices se enrojecieron. Un copo de nieve cayó lentamente en la nariz de Hermione dándole cosquillas. Quiso sacárselo pero estaba tomada de las manos de Lily.
—Yo te ayudo.
La pelirroja dejó de deslizarse y acercó a Hermione hacia ella, quedando a unos centímetros de distancia. La castaña abrió los ojos de par en par, observando esas hermosas esmeraldas. Lily levantó su mano y le limpió la nariz con delicadeza. Hermione estaba casi segura que el calor de sus mejillas derretiría todos los copos que le había caído.
Ese sentimiento que quería rechazar estaba floreciendo demasiado rápido y con mucha fuerza.
En un segundo la pelirroja le sonreía también con las mejillas sonrojadas, y al otro segundo Lily se encontró en el suelo. Hermione parpadeó un par de veces, hasta que se dio cuenta de lo que pasó. Dos cabezas pequeñas y rojas habían pasado volando (casi literalmente) por las piernas de Lily haciendo que esta se resbalara y cayera de lleno al suelo.
—¡Tía Lily! —gritó uno de los gemelos levantando sus manos triunfante mientras el otro se paraba en la espalda de Lily como si esta fuera un barco—. ¡Nosotros también queremos jugar!
—¡Fred, George! —exclamó Hermione al ver a los dos gemelos sobre Lily—. ¿Qué hacen acá?
—No podíamos dormir, y esto se ve divertido. ¡Vamos tía Lily, para allá!
Y saliéndose de su espalda ambos comenzaron a correr sobre el hielo, riendo a carcajadas.
—Alguien se va a enojar mucho —anunció Lily levantándose con aire sombrío.
—¿Por qué ellos pueden? —murmuró Hermione con envidia al verlos correr sin problemas sobre el hielo.
—Porque son pelirrojos. ¡Ayúdame antes de que Molly se entere y nos mate a todos!
Intentaron agarrarlos, pero les costó más de lo que imaginaron. Los gemelos se movían rápido e hicieron que varias veces las dos chicas chocaran entre ellas estrepitosamente, matando de risa a los dos niños. Casi diez minutos después y gracias a la magia, Hermione logró alcanzarlos con un hechizo levitatorio y los llevaron de vuelta a casa en silencio no sin antes regañarlos y sacarse un poco la frustración.
Como sabían que es lo que pasaría si la señora Weasley se llegaba a enterar, los dos gemelos no hicieron ruido alguno hasta que se metieron en la cama, después de secarse con la varita de Lily. Quizás fue mucha la emoción, porque a los segundos de acostarse se quedaron completamente dormidos. Las dos chicas los observaron por un tiempo.
—¿Crees que seré buena madre? —murmuró la pelirroja llevando su mano a su estómago mientras observaba a los niños.
—Serás la mejor- —declaró Hermione mirándola—. Tu hijo será alguien excepcional.
—¿Eso crees?
—Por supuesto. Con los padres que tiene, no es para menos— Sus ojos se llenaron de melancolía—. Sólo… sólo preocúpense de darle de comer y comprarle ropa de su talla, y si usa lentes denle uno que no se rompan, o por lo menos enséñale el hechizo correcto para repararlos. Quizás los rompa a menudo porque será inquieto y le gustará el Quidditch como a ustedes, o como a James —Las mejillas sonrojadas de Hermione pudieron haber brillado en la oscuridad por la vergüenza de sus comentarios—. ¿A ti te gusta el Quidditch? Nunca te pregunté.
—¿Me quieres invitar a un partido?
—¡N-no! Sólo preguntaba… curiosidad… ¿O acaso quieres ir a uno?
Lily la miró, y sonriendo le dio la mano.
—Agradezco haberte conocido, Emma Grint —confesó sonriéndole, y haciendo que Hermione se sonrojara hasta las orejas.
Se sintió aliviada por lo oscuro que estaba el lugar.