
To the Palace
Mucha gente.
Mucho ruido.
Mucho movimiento.
Mucho frío.
Mucho cansancio.
El frío viento había congelado hasta las pestañas de Hermione, y aunque le echara vapor a sus manos, las tenía hecha un cubo de hielo. Era cuestión de tiempo para que nevara en Londres, y ni la cantidad de gente que había en las calles apaciguaba un poco el frío.
Habían pasado varios días desde que acompañó a Lily a San Mungo, y había ocupado gran parte de ellos ideando algún plan para conseguir el resto. Desgraciadamente, Harry nunca fue muy bueno en dar detalles, y aunque sabía mas o menos en donde estaban tres de ellos, el que quedaba en la villa de Voldemort era un misterio.
Lo único que había logrado fue destruir el Horrocrux del relicario, y aunque fue relativamente sencillo, casi echan abajo el techo de la casa de los Potter. Uno menos, faltan cuatro.
Otra cosa buena que pasó esos días fue que Lupin al fin dejó de sentir que Hermione era una amenaza, y un día llegó con una barra de chocolate como regalo. Pero, la real intención del chico, más allá de aceptar la amistad que tenía Hermione con Lily, fue pedirle que cooperara con la Orden en la misión de la llegada de la reina de Inglaterra. A pesar de que iban todos los integrantes de la orden más un grupo gigante de aurores, necesitarían más manos.
Por ese motivo, se encontraba a las nueve de la mañana en una esquina del Palacio de Buckingham con su varita guardada en su manga lista para ser usada frente a cualquier anomalía de los asistentes. Desgraciadamente, había muchísima gente.
Hermione estornudó. Sus defensas habían bajado considerablemente después de un año de mala alimentación y poco dormir, y aún despertaba en la mitad de la noche gracias a las pesadillas. Se sonó la nariz con un pañuelo y volvió a observar el lugar. Había gente de todas las edades, todos hablando contentos y expectantes por su reina. También había muchos policías uniformados y los que iban de civil, sin contar a los guardias reales. Hermione frunció el ceño, sabiendo que si un mortífago quisiera atacar ahora, crearía un terrible desastre.
—¿Cómo va todo?
Hermione se encontró con el rostro de Lun a su lado. Se había hecho aparecer una barba falsa y usaba capucha, cubriendo así sus cicatrices.
—Ninguna novedad. Todo tranquilo y lleno de gente.
—No parece que te gusten las multitudes —comentó Lupin con una media sonrisa.
—No si nos complica encontrar a un posible mortifago —aclaró con el ceño fruncido, mirando a las personas.
—Sabes que Voldemort no es tan simple. Le gusta maquinar cosas y hacer sufrir a los muggles —Lupin también miró hacia adelante, con tono sereno—. No va a dar la orden de hacer explotar a cien muggles de una vez.
—No echaría las manos al fuego por eso.
—Yo tampoco. Solo nos queda esperar y hacer nuestro trabajo —Se peinó su barba con la mano. De lejos era imposible reconocerlo—. Gracias por ayudarnos. Ya nos tienen a todos identificados. El mundo mágico inglés es pequeño. Hasta a Peter lo conocen, y eso que él siempre pasa desapercibido.
—… ¿Peter?
Hermione carraspeó el nombre por el nudo que se le hizo en la garganta. ¿Acaso ese hombre estaba ahí? Como había llegado con Lily y Moody la llevó de inmediato a su posición, no pudo ver al resto de integrantes de la orden. Había olvidado a Peter Pettrigrew por completo, o quizás no había querido pensar en él porque no sabría cómo reaccionaría si lo veía.
—No lo conoces. Es un gran apoyo aunque le cuesta un poco seguirnos el ritmo —dijo Lupin con una sonrisa, como si se estuviera acordando de algo—. Y siempre ha trabajado muy bien con Lily.
—¿Está con Lily? —Una furia interna bastante extraña atravesó el pecho de la chica—. ¿Está bien eso? Me refiero a que si le cuesta seguir el ritmo, eso puede perjudicar a Lily si hay un ataque.
—Cómo te dije, hace buena pareja de pelea con Lily. No te preocupes —la tranquilizó Lupin poniendo su mano en el hombro de la chica—. No hagas nada si ves a algún sospechoso sin avisarnos antes, al menos que vaya a atacar. Volveré a mi lugar. Toma, para el frío.
Y le pasó dos pastillas azules. Hermione las tomó y sonrió agradecida. Lupin asintió y caminó hacia su posición nuevamente. La chica se comió las pastillas y sintió un calor cálido en su cuerpo desde su garganta hasta la punta de sus pies. Eso la alivió un poco, pero no le sacó de la cabeza a Pettigrew.
—No debería pensar que es una amenaza en este momento, pero está con Lily… —Pensó la castaña mirando al infinito—. Aunque se supone que aún no los ha entregado a Voldemort, eso será después que Harry nazca… Pero está con Lily. No, no, no, en este momento es de su bando, su amigo… Aunque se convertirá en un traidor en un futuro. Un traidor que está con Lily.
Una señora con su hija pasó rápidamente por su lado mirándola con miedo. El rostro de Hermione se había puesto rojo por la furia y casi se podía ver humo salir de su cabeza.
Estuvo de pie otros quince minutos, sin ver nada más que muggles felices. Era extraño verlos tan tranquilos, sin saber sobre la guerra interna del mundo mágico. Tenían una libertad que Hermione no había vivido hace mucho tiempo, y eso le daba envidia. Suspiró nuevamente y miró hacia el palacio. Hace tiempo que no pasaba por ahí, aunque no era muy seguidora de la realeza.
Las voces de la gente comenzaron a elevarse y a aplaudir, anunciando la llegada de la reina. Varios metros lejos de donde estaba Hermione se podía ver el carruaje real brillando con la luz del frío sol de invierno. Hermione también comenzó a aplaudir como todos, observando su alrededor hasta que alguien llamó su atención y se le heló la sangre.
Dolohov estaba de pie mirando el carruaje real, con una media sonrisa y sus manos dentro de los bolsillos de su abrigo. Era imposible no reconocerlo después de todas las batallas que había tenido con él. La chica se puso en guardia con el corazón en la mano, pero no supo qué más hacer. No podía lanzarle un hechizo con toda esa gente en medio y menos mientras la reina de Inglaterra estaba llegando a su palacio. Miró de reojo rápidamente por si veía a Lun, pero la cantidad de gente se apretujaba en la calle, impidiendo encontrarlo.
El carruaje estaba cada vez más cerca de ellos, y Dolohov comenzó a acercarse, moviéndose entre la gente con un aura oscura. Hermione lo siguió a cierta distancia con la varita dentro de su manga, aprovechando que todos estaban pendientes de la reina de Inglaterra. El mortífago se quedó quieto, y cuando el carruaje estuvo sólo a un metro de él, movió la mano que tenía dentro de su bolsillo.
—No te atrevas.
El hombre se quedó de piedra con media varita fuera de su bolsillo, sintiendo la varita de Hermione enterrándose en su costado. Nadie se percató de ellos, y nadie quería interesarse tampoco.
—¿Cuántos son? —preguntó la chica acercándose aún más al hombre. Los aplausos eran mucho más fuertes que su voz.
—¿Y tú crees que voy a contestar eso? —se burló el hombre por lo bajo.
—Deberías —Y le clavó aún más la varita—. No tengo problemas en lanzarte un maleficio aquí y ahora.
—Eres incapaz de hacerlo frente a esta multitud de muggles.
—Pruébame.
Era obvio que Hermione Granger no lanzaría un maleficio en ese lugar, pero no quería escucharse débil frente al mortífago. Al menos funcionó, ya que Dolohov movió su cabeza de lado y no contestó, poniéndose rígido. La chica sonrió nerviosa, y mirando de reojo comprobó que la gente aún estaba concentrada en el carruaje real, todos muy felices.
—¿Cuántos son? —Volvió a preguntar la castaña.
—Más de los que creen.
—¿Dónde están?
—Donde nunca creerían que lograríamos llegar.
—Arsh. Que odioso cuando no contestan de forma directa.
Y le enterró aún más la varita solo para asustarlo. Las respuestas no le daban nada de información, y dudaba que pudiera conseguir algo más. Lo mejor era sacarlo de ahí lo antes posible antes que algo ocurriera. Lo empujó hacia el lado contrario a donde estaba el carruaje justo en el segundo en que se escucha una explosión a un kilómetro lejos de donde estaban, al otro lado del parque. Toda la gente dirigió la mirada hacia allá al mismo tiempo que se escucharon gritos de terror.
Una chispa rojas brillaron sobre las cabezas de la gente. El segundo que Hermione desvió la mirada hacia las chispas, Dolohov lo aprovechó y le dio un codazo en la cara. Hermione retrocedió unos pasos con los ojos llorosos pero sin cerrarlo. Y menos mal, porque Dolohov se dio vuelta rápidamente y le lanzó un maleficio. Por centímetro la chica lo esquivó, pero chocó con una mujer que corría despavorida. Dolohov lanzó otro hechizo pero le dio de lleno al rostro de otro hombre que corría despavorido, lanzándolo al suelo.
—¡Estúpido muggle! —le gritó enfurecido
Hermione también le tiró un embrujo en respuesta pero Dolohov lo bloqueó y fue a rebotar en un hombre de edad. El mortífago aprovechó y contraatacó de nuevo, pero le dio de lleno en la cara a un joven muggle. Ese era el peor lugar para tener un duelo de magia, había demasiada gente.
—Finite Incantatem! —gritó Hermione para librar de dolor al pobre muggle.
Desgraciadamente, Dolohov se aprovechó de eso y salió corriendo entre la gente. La chica sacó rápidamente de los maleficios a los otros muggles y corrió detrás de él.
El dolor de su nariz no le ayudaba en nada a esquivar a la multitud en la persecución, donde varias veces casi terminó en el suelo al chocar contra algún muggle. Dolohov seguía lanzándole hechizos, pero ya no se preocupaba de darle directamente a Hermione, y eso irritó más a la chica. Un grupo de policías pasó justo delante de él, haciendo que este chocara con uno de ellos y cayera de forma espectacular al suelo. Hermione, quién iba deshaciendo los maleficios que iba lanzando Dolohov, aprovechó que este estaba en el suelo para lanzarle el maleficio Incarcerous antes que atacara a los policías por la rabia.
Pero, sorprendida, vio cómo Dolohov ya había sido encarcelado por fuertes cuerdas mágicas, y al llegar al lado del hombre vio a uno de los policías sosteniendo una varita.
—¿Está bien? —preguntó el policía con voz ronca. Parecía unos años mayor que Lupin, pero estaba en mejor condición física y era mucho más alto.
—Sí, gracias —contestó sintiendo como la sangre le resbalaba por la cara. Se llevó la mano al rostro—. Em… ¿tú…?
—Soy un auror infiltrado mandando por Barty Crouch —aclaró antes que la chica terminara la frase, y colocó su rodilla sobre Dolohov para que dejara de moverse—. Como varios de acá.
—¡Emma!
Lily corría tratando de esquivar a los muggles, que cada vez eran menos, seguida de Peter Pettigrew. El rostro agradecido de Hermione al escuchar la voz de la pelirroja cambió a uno de odio furibundo. Lily levantó una ceja al ver la reacción de la castaña.
—¿Estás bien? —le preguntó Hermione sin dejar de ver a Colagusano, quién no se había dado cuenta de cómo la miraba, sólo trataba de recuperar el aliento. El estar más joven y delgado le daba un aire inocente e inofensivo. Los rasgos de rata que tenía en la casa de los gritos la primera vez que lo vio eran inexistentes.
—Sí, y tú estás sangrando —murmuró Lily viendo a Dolohov en el suelo y al auror—. Muchas gracias.
—No hay problema. ¿Qué pasó? —preguntó este poniéndose de pie y agarrando a Dolohov del cuello con facilidad.
—Alastor Moody detuvo a un mortífago justo antes que lanzara un maleficio al aire. Por eso sonó una explosión. El carruaje real huyó hacia el palacio.
—Aún no es un lugar seguro. Me llevaré a este y volveré. Ustedes sigan con su trabajo —dijo el hombre al mismo tiempo que se escuchaban disparos y gente gritando maleficios—. Agradezco a los dioses por el método Scamander para desmemorizar.
Y desapareció.
—Déjame ayudarte con eso —se ofreció Lily acercándose a Hermione con su varita—. Episkey!
La tomó por sorpresa, y el dolor del hechizo que reajustó su nariz la sacó de su mirada de odio hacia Colagusano. Lily sonrió satisfecha y le pasó un pañuelo para que se limpiara.
—Peter, ella es Emma. Emma, Peter. Nosotras iremos hacia el palacio, tú ve a ayudar a los demás a sacar a los muggles de aquí.
—¿Estarás bien? —le preguntó el chico. Hasta su voz era más aguda.
—Por supuesto. Ahora ve, nos veremos en un rato —le dijo dándole una sonrisa y agarrando del brazo a Hermione comenzaron a correr.
Todavía había mucha gente alrededor y se escuchaban gritos y sirenas de ambulancia, pero se podía correr con facilidad sin empujar a nadie. El carruaje real se veía parado justo detrás de la reja del palacio, y algunos magos estaban haciendo guardia con varitas en mano. Habían tres hombres en el suelo siendo encarcelados por aurores. Sólo tres mortifagos más.
—¿Dónde están los demás? —preguntó Hermione al llegar a la reja del palacio junto con los otros magos.
—¿A qué te refieres? —preguntó Lily también observando el lugar.
—Imposible que Voldemort sólo haya mandado a cuatro mortifagos a atacar un lugar repleto de muggles. Algo esta raro aquí.
—Quizás está perdiendo el toque —comentó un hombre de pelo rojo intenso después de emitir un ruido extraño—. Fue un ataque bastante estúpido.
—Voldemort no hace cosas estúpidas —insistió Hermione, ahora mirando hacia el palacio y sin hacer caso a la mirada temerosa y la repetición del ruido extraño del hombre. Había otra cosa que la molestaba mucho—. La… ah… ¡ashis!
—Salud —Lily sacó otro pañuelo y se lo pasó.
—Gracias. ¿La reina pudo entrar sin problemas?
—No lo sé. No se nos permite entrar a sus dominios, por decirlo así —bromeó el hombre junto a otro igual a él. Por alguna razón le recordaban mucho a Fred y George de grandes—. El primer ministro es muy estricto con eso.
—¿O sea que no hay ningún mago en el palacio? —Eso definitivamente no era bueno.
—Hay un hechizo muy poderoso que cubre el Palacio de Buckingham —aseguró otro hombre muy alto y con cabeza cuadrada—. Sólo se puede romper desde adentro. Y si no hay magos dentro, siempre estará ese hechizo. No sé si me entiendes.
—Voldemort sabe eso —dijo Hermione abriendo los ojos de par en par mientras su estómago se revolvía—. Dónde nunca creerías que lograríamos llegar. ¡Eso me dijo Dolohov! ¡Ellos querían entrar al palacio junto con la reina! ¡No atacar en el camino!
—¿De qué hablas? —le preguntó Lily con grandes ojos.
—¡Están adentro! ¡Con la conmoción que crearon lograron entrar! —gritó Hermione mientras corría, entrando a los terrenos del Palacio de Buckingham.
—¡Emma!
Pero la castaña no se quedó a esperar a su amiga. Había sido tan obvio y nadie lo había visto venir, un gran error que seguro Voldemort si había previsto.
Corrió lo más rápido que pudo con su varita en mano hasta la puerta del palacio. No había nadie en ese sector, al parecer los soldados que protegían el lugar habían entrado junto con la reina… O simplemente los habían sacado de ahí. Hermione abrió la puerta del palacio sin escrúpulos con su varita, dejándola abierta de par en par.
—¡Alto ahí!
Hermione se detuvo tan bruscamente que resbaló por el suelo y casi cayó de frente. Levantó la mirada y unos diez guardas la apuntaban con sus rifles directo a su rostro.
—¡Arriba las manos y de rodillas! —le gritó uno de los guardias. A pesar de tener una voz fuerte, se notaba que estaba asustado.
—¿Dónde está la Reina? —preguntó la chica levantando las manos rápidamente. No podía perder tiempo con esos guardias, pero sus rifles eran demasiado grandes.
—¡De rodillas, dije!
—Es importante, la Reina está en peligro —Hermione trataba de sonar lo más tranquila posible, pero temblaba de pies a cabeza. Esos soldados estaban a punto de disparar.
—¡De rodillas!
—¡DE RODILLAS!
Todos miraron hacia el balcón y vieron unas diez figuras vestidas de negro con máscaras, y atacaron. El ataque logró dar a los guardias, pero una barrera cubrió a Hermione. Lily entró justo a tiempo en el hall seguida de otros cinco magos, quienes atacaron a los mortífagos. Varios mortifagos salieron desamparados por los ventanales, destrozandolos, otros lograron cubrirse. La mezcla de colores, gritos de maleficios y disparos inundó el hall de entrada del palacio.
Hermione no esperó mucho y sin pensarlo subió por la escalera lo más rápido que pudo apenas escuchando los gritos de su amiga, saltando algunos cuerpos y cubriéndose del ataque de un mortífago que apareció justo frente a ella.
—Expelliarmus!
El mortífago rebotó en el lugar, dejando el camino libre para que la chica pasara a la segunda habitación al final de la escalera. Con el corazón palpitando a mil atacó a todos los que estaba dentro de la habitación. Derribó a cuatro mortífagos en menos de 10 segundos, pero recibió de lleno un expelliarmus tan poderoso que la lanzó contra la pared. Su varita voló por los aires. Cayó pesadamente al suelo, con el mundo dándole vueltas.
—¡No te atrevas a acercarte! —la amenazó uno de los mortífagos que estaba en la habitación. Sujetaba con fuerza y brutalidad a la reina de Inglaterra, la cual no había perdido su elegancia y mantenía su mirada en alto y su postura rígida. El mortífago estaba temblando y sus ojos se salían de sus órbitas. Estaba más aterrado que la misma reina.
—Ay… —se quejó Hermione poniéndose de espaldas. Su cabeza le dio vueltas.
—¡QUE NO TE ACERQUES!
—Apenas me moví —dijo con tranquilidad desde el suelo para que el mortífago no atacara de nuevo.
—Petrificus Totalus!
El mortífago cayó de espaldas al lado de la reina. Hermione levantó la vista hacia la puerta y vio a Lily con los ojos echando llamas de fuego. En ese momento se alegró de estar de su lado y no ser su enemiga.
—¡Emma! ¡Deja de meterte en problemas sola! ¡Ya me estoy cansando de correr detrás de ti! —le gritó acercándose a ella, pero no tuvieron tiempo de dialogar más porque los mortífagos que estaban en el balcón comenzaron a entrar al salón, escapando de los otros aurores—. ¡Viene más ayuda!
—¡Sacaré a la reina de aquí! ¡Cúbreme! —le dijo Hermione levantándose.
—¡Es lo que intento hacer hace rato! —le gritó Lily enojada, lanzando un poderoso hechizo a uno de los mortífagos que lo hizo salir disparado por una ventana— ¡Estos se multiplican como pixies!
—¡Confío en ti!
Y dándole una rápida sonrisa, Hermione salió disparada hacia donde estaba la reina. La mujer se había escondido debajo de un escritorio gigante. La chica saltó sobre él y cayó justo al lado de ella, asustando y haciendo que pegara un chillido.
—Perdón, su Majestad, pero vine a sacarla de aquí —le dijo e hizo una rápida reverencia—. ¿Conoce algún atajo hacia la salida más cercana? Saltar por los ventanales nos traerá más problemas.
—Conozco un atajo, sí —Y le pasó su varita con las manos temblorosas. Hermione sonrió—. Esto es suyo, ¿verdad? Es un pedazo de madera bastante extraño.
—Un amigo me acompaña en él. Muchas gracias, su Majestad.
—No tiene que volver a hacer una reverencia, no hasta que salga de mi presencia, y me interesaría mucho mantenerla cerca hasta estar a salvo.
Hermione asintió y se levantó con su varita en la mano, y cubriendo a la reina la siguió por otra puerta que había al final del salón. Lo último que vio fue a la pelirroja lanzando hechizos a diestra y siniestra junto a otros aurores mientras más mortífagos entraban al lugar. Una punzada de culpa le atravesó el pecho, y por un segundo quiso quedarse en ese salón, pero ya se había comprometido con la reina, y debía confiar en su amiga.
Entraron a una habitación más pequeña pero igual de elegante. Tenía cuadros gigantescos que cubrían desde el techo hasta el suelo. El ruido de la batalla campal que se estaba llevando en el hall y el salón bajó su intensidad. La reina se acercó a un cuadro que tenía pintada la figura de un rey, probablemente uno muy antiguo. Lo abrió como si fuera una puerta, y detrás de este había una puerta de verdad. Jalando una palanca que reemplazaba al picaporte, la puerta se abrió hacia adentro, mostrando un pasillo de piedra oscuro.
—El monarca es el único que tiene conocimiento de este tipo de pasillos —aclaró la reina—. Nos llevará a una salida segura.
Entró seguida por la chica, quién dudo unos segundos. Si entraba a ese pasillo, dejaría a Lily atrás. Apretó los puños. Los gritos de hechizos y las explosiones que escuchaba le movían el corazón por el miedo. Debía sacar a la reina sana y salva lo más rápido posible, y volver a ayudar a los demás.
Al entrar al pasillo, la puerta se cerró sola al igual que el cuadro volvió a su posición original. El ruido de la batalla se apagó completamente, y un frío parecido al que había afuera golpeó a las dos mujeres. Quedaron a oscuras.
—Lumos!
—Ya me estaba preguntando si podría iluminarnos con algo —comentó la reina comenzando a caminar por el pasillo.
—¿Sabe qué somos? —preguntó Hermione parpadeando varias veces seguidas.
—Otra cosa que solo el monarca de turno conoce, aunque mi único encuentro con los tuyos directamente fue cuando asumí como reina, hace varios años atrás —expuso con una sonrisa—. Esperaba no volver a encontrarme con ustedes de nuevo.
—No parece asustada —murmuró perspicaz.
—Mi rol como soberana no me permite mostrar emociones. Pero aquí, en la oscuridad de mi palacio le confesaré que estoy aterrada y bastante sorprendida por sus habilidades. Usted es muy joven.
—En una guerra no hay edad y usted lo sabe.
—¿Una guerra? —La mujer se dio vuelta para mirar a Hermione. Se veía horrorizada—. ¿Cómo es eso posible?
—Es una guerra que solo nos concierne a nosotros. No como la segunda guerra mundial, que fue algo global —comentó Hermione muy seria—. Ni usted ni ningún muggle deben intervenir. Esto fue… un desliz grave,
—Ya me di cuenta —La reina se detuvo frente a otra puerta de madera un poco más pequeña que la anterior—. Antes de seguir, ¿Cuál es su nombre?
—Ah… em, Emma Grint… Ma´am.
—Un gusto, señorita Grint. Y dígame, exactamente ¿Quiénes son los que están atacando mi palacio?
—Digamos que es gente que sólo le gusta hacer daño, quizás pueda explicárselo en un lugar más seguro —le respondió Hermione con cierta duda. Aunque supiera del mundo mágico, cuando ese ataque terminara, la desmemorizarían igual.
—Tiene razón. Este no es el mejor lugar para hablar —Abrió la puerta de madera—. Estamos muy cerca de la salida, sólo hay que bajar las escaleras que están afuera de esta habitación, atravesar el hall y podremos saltar por la ventana a raz de suelo.
El lugar estaba desierto. Había una cama de dos plazas, una televisión, muebles antiguos y varios cuadros de gente más antigua aún. La lámpara de cristal que colgaba del techo tembló. Quizás la batalla no estaba tan lejos.
La reina salió del pasillo y se dirigió hacia la puerta. Hermione la siguió con varita en mano pasando al lado de la cama. Solo quería dejar a la reina en un lugar seguro y volver a ayudar a Lily. La culpa le carcomía la conciencia, y la necesidad de saber si la pelirroja estaba bien no la dejaba concentrarse bien.
—Estamos cerca, señorita Grint.
—Yo iré primero —se ofreció Hermione acercándose a la puerta.
Todo fue muy rápido.
Al abrir la puerta, por el rabillo del ojo vio como la luz de color verde inundaba el lugar. Agradeció a todo lo vivo por sus reflejos ahora más rápidos por su experiencia. El marco de la puerta estalló por los aires, llevándose parte de la pared justo en donde Hermione había estado segundos antes. Cubrió a la reina lo mejor que pudo, recibiendo escombros en su espalda.
Escuchó una carcajada horrible, una que ya había escuchado antes. Una que le helaba el corazón. De entre el polvo, Hermione vio una figura vestida de negro, con una piel blanca como la cera y unos ojos dibujados por un color rojo que la hicieron estremecerse. No se parecía a la figura de Voldemort que ella había visto siempre, era un poco más humano… Sólo un poco, pero provocaba el mismo terror de siempre.
—Tienes buen reflejo. Casi me sorprendes.
Su voz seseante le traspasó su pecho, llenándola de miedo. Se levantó rápidamente poniéndose entre la reina y Voldemort, con su varita apuntándole al pecho, decidida a usarla sin piedad.
—¿Quién es usted? —preguntó la reina de Inglaterra al levantarse. Sonaba altiva y llena de autoridad, pero un dejo de temor se dejó notar en el temblor de su voz.
—Lord Voldemort —contestó con una sonrisa gigantesca. Sus dientes amarillos brillaron—. Recuerde ese nombre muy bien.
—Crucio!
Voldemort se agachó haciendo un movimiento de varita y desvió el ataque de Hermione. No borró su sonrisa de su rostro. La chica no bajó la varita. Temblaba de pies a cabeza, con una mezcla entre terror y odio.
—Debieron enseñarte en el colegio que para usar una maldición imperdonable, tienes que querer de verdad hacer daño —se burló levantando su varita—. Eso es ¡BÁSICO!
Hermione se movió, sintiendo como la maldición rozaba su espalda. Con el corazón en la mano agarró a la reina y la empujó como pudo hacia el balcón de ese pasillo. Salva a la reina y sal de aquí, se dijo a sí misma. Salva a la reina y sal de aquí. No tiene sentido enfrentarse a él sin haber destruido todos los Horrocruxes.
—¡Vamos a saltar!
—¡¿Qué?! —exclamó la reina mirándola sin entender.
—¡SALTE! —Y Hermione la empujó por el balcón sin ninguna elegancia.
—Avada Kedabra!
—Crucio!
Algo extraño y curioso pasó.
Hermione, quién había saltado detrás de la reina quedó suspendida en el aire unos segundos, viendo muy sorprendida como el maleficio que mandó su varita quedaba conectado con el de Voldemort. El mago oscuro abrió sus ojos de una forma casi deforme, aún más sorprendido que la chica. Esta reacción no duró más de 5 segundos porque Hermione, muy asustada, dio un latigazo con su varita cortando la conexión y provocando una explosión de aire muy fuerte.
El impacto fue impresionante. La explosión que hubo en el lugar rompió todos los vidrios e hizo volar los muebles que había en el hall de abajo. Voldemort salió disparado hacia atrás y Hermione voló por los aires apenas logrando lanzar un hechizo hacia a reina para que no cayera mortalmente al suelo.
La chica cayó sobre varios muebles, amortiguando un poco la fuerza con la que iba hacia el suelo, pero sintió mucho dolor. La cabeza le daba vueltas y sus oídos se taparon. Sólo veía el techo del lugar girar y girar y sintió un terrible dolor en su brazo, como si se hubiera quemado.
—Levántate —se dijo a si misma—. Voldemort sigue aquí, tienes que sacar a la reina e ir a ayudar a Lily. Levántate.
Se incorporó lo más rápido que pudo, lanzando pedazos de madera encima suyo y buscando a la reina. La sangre de su nariz volvió a emanar y su vista se nubló un poco al darse vuelta. La localizó entremedio del polvo y restos del balcón. Suspiró aliviada al ver que se movía.
Pero Voldemort llamó su atención. Estaba de pie sobre los restos de balcón encima de sus cabezas, mirándola con furia. Eso heló la sangre de Hermione.
—¡Un truco interesante! —chilló levantando su varita. Un viento muy potente se alzó en el lugar— ¡Pero no fue suficiente para derrotarme!
—¡VOLDEMORT!
Una figura pasó por delante de Hermione.
Una sombra.
Fue como si estuviera todo en cámara lenta. Los ojos de la chica se ensancharon de tal manera que le lloraron, y su corazón dejó de latir por unos segundos gracias al asombro. Era como volver a Hogwarts, era como si la esperanza de verlo vivo hubiera nacido de nuevo. Era la misma espalda de Harry Potter, su mismo cabello, la postura que tenía al sostener la varita. Incluso su voz era igual.
Para Hermione fueron unos segundos hermosos en los que vio a su amigo de pie nuevamente.