
Trust me
Kreacher los hizo aparecer en la playa. Había mucho viento, pero era mil veces más agradable que el que había dentro de la cueva. Es más, la brisa fría del mar junto con la arena era un panorama acogedor en comparación a lo que vivieron segundos atrás. Regulus se sentó en la arena, exhausto al lado de Hermione, la cual ya se había echado de espaldas, jadeando.
—Eso fue intenso —dijo el chico mirando al horizonte. La isla se alzaba de forma espeluznante entre las olas, como una boca gigante que gritaba que la sellaran.
—Pero lo logramos… —murmuró la chica. Respirando hondo, mostró el relicario.
Kreacher, quién se había sentado justo entre ella y Regulus, muy contento y sin dejar de mirar a su amo, volteó la cabeza y agachó las orejas. El aura de maldad que emanaba del Horrocruxe provocaba una sensación desagradable en los tres.
—¿Sabes cómo destruirlo? —preguntó Regulus mirando a Hermione.
—Sí, pero no será fácil. No es algo que se pueda romper con un simple reducto o algo parecido.
—Era de suponerse —Se echó de espaldas en la arena junto a la chica—. El Señor Tenebroso tiene todo demasiado bien planeado.
—Es un genio. Un oscuro genio —murmuró la chica, sin dejar de ver el relicario. Siempre le sorprendió como tanta maldad podía estar encerrada en un lugar tan pequeño.
—¿Y cómo lo destruimos?
—¿Sabes hacer fuego maldito?
—No me enseñaron eso en el colegio.
—Yo no quise aprender. Ahora me arrepiento —Hermione se rascó la nariz—. Estuve pensando… Y una forma de matar varios pájaros de un tiro es ir a Hogwarts.
Regulus levantó una ceja, escéptico. Quizás esperaba un lugar más terrible que un colegio de magia.
—¿Qué quieres decir?
—Hay otro horrocrux escondido. Y, también, la forma de destruirlos. Pero no será fácil conseguirlo. Para variar.
—Prosigue.
—La cámara de los Secretos —completó su idea con una sonrisa.
—Aaaahh, interesante —Regulus también sonrió, y miró hacia el cielo—. Me gusta la idea de hacer el papel de Heredero de Slytherin. ¿Sabes cómo abrirla?
—Sí, pero necesitamos hablar pársel. ¿Te enseñaron eso cuando niño?
—Tampoco. Pero se como lograrlo —dijo Regulus con sarcasmo, y se levantó—. Iré a buscar mi diccionario de pársel y nos vemos allá.
—Muy gracioso —murmuró la chica también levantándose—. Pensé que un ex mortífago sabría algo sobre la lengua del fundador de su casa.
—Ser Slytherin no significa que todos sepamos pársel. Es una lengua maldita. ¿No lo sabías? —dijo Regulus, formando una sonrisa maliciosa en su rostro mientras se levantaba. Se parecía bastante a Sirius—. Pero no te preocupes. Tengo una idea.
Regulus le dio tierna palmada a Kreacher en la cabeza y miró de nuevo a la chica. Estaba serio, y algo incómodo. Abrió la boca para hablar, pero volvió a cerrarla de inmediato. Guardó sus manos en el bolsillo de su chaqueta y miró hacia otro lado, frunciendo el ceño.
—Fuiste de gran ayuda.
—¿No te enseñaron a dar las gracias de forma correcta en tu casa? —comentó la chica, divertida por la reacción infantil de Regulus.
—Me enseñaron otras cosas. Dar las gracias es para débiles.
—Usted salvó al amo —dijo Kreacher de repente, sorprendiendo a los dos chicos—. Kreacher está agradecido de usted aunque sea una sangre sucia.
—¡Kreacher, no…! ¿Cómo lo supiste?
—El olor de ella es diferente al de los magos sangre pura. No es una muggle, pero tampoco una bruja pura.
—Entiendo. Cada día se aprende algo nuevo. Lo siento.
—Ya es costumbre —Hermione agitó las manos de forma despreocupada—. No merecía morir ahí solo. Y menos después de querer destruir a Voldemort.
—Sí, sí, como sea —Se veía a la legua que Regulus estaba muy incómodo—. A la noche iremos a Hogwarts, o quizás antes, no lo sé con seguridad. No quiero perder tiempo. Mandaré a Kreacher a buscarte.
—¿Sabes dónde estaré?
—No subestimes a mi elfo doméstico —dijo el pelinegro con orgullo. El elfo levantó sus orejas y hasta dejó de estar encorvado unos segundos, muy feliz—. Cuida ese relicario.
—Con mi vida.
El chico se dio vuelta, pero se quedó quieto. Ladeó la cabeza y dándose vuelta de nuevo un poco más lento que antes, miró de nuevo a Hermione.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó con un dejo de vergüenza en su voz.
—Emma.
—Confías demasiado en un ex mortífago que no conoces.
—Y tú confías demasiado en una sangre sucia que no conoces.
Se quedaron mirando unos segundos. Regulus sonrió con picardía y volvió a guardar sus manos en los bolsillos.
—A la noche te haré más preguntas, pero por ahora, sólo me conformo con que me hayas ayudado a mí y a Kreacher. Nos vemos, Emma.
Y amo y elfo doméstico desaparecieron.
Hermione se quedó unos segundos de pie, mirando hacia el infinito. El cansancio la estaba envolviendo al igual que un gran alivio. Había logrado conseguir el primer Horrocrux, y había salvado a Regulus. Lo había logrado. Al fin había salvado a alguien.
Se secó las lágrimas y tembló de frío. La brisa cada vez era menos agradable gracias a su ropa y cabello mojado, y si no se iba de ahí tomaría un resfrío. Miró por última vez la cueva, y esperando nunca volver, desapareció.
El calor hogareño de la casa de Lily hizo que Hermione se estremeciera, suspirando aliviada. Se sentía segura en ese lugar, y le daba pena tener que irse…
—¿Cómo te fue?
Hermione levantó la varita hacia la puerta, apuntando directamente a la cabeza de Lily, conteniendo la respiración. La pelirroja levantó las manos, dibujando una sonrisa en su rostro. La castaña, al darse cuenta de a quién estaba apuntando bajó rápidamente la varita, avergonzada.
—Lo-lo siento… Em, perdón, yo no…
—Es bueno que tengas reflejos rápidos —dijo Lily sin dejar de sonreír, y se cruzó de brazos—. Hueles a mar.
Hermione se quedó quieta, sin saber qué contestar. El ambiente se había puesto tenso de repente, y lo tranquila que se había sentido al llegar se deshizo al ver el rostro de Lily, que aunque sonería, se veía que era una máscara. Hermione tragó saliva.
—Tienes tres segundos para decirme a dónde fuiste.
Una amenaza directa. Hermione parpadeó, y abrió la boca para decir algo presintiendo el peligro, pero nada salió. ¿Cómo podía explicarle a donde había estado? Y ¿cómo podía hablar de Regulus Black sabiendo que Lily aún creía que era un mortífago? Cerró la boca, lista para recibir lo que viniera.
—Ya pasaron tres segundos.
Logró crear un escudo antes que el maleficio paralizante la golpeara, dando un paso hacia atrás. El poder con que le había lanzado la maldición fue grande.
La sonrisa en el rostro de Lily se había esfumado por completo, y sus ojos verdes brillaron debajo de un aura peligrosa. Hermione tembló sin bajar la guardia en ningún momento. Le recordó a Harry cuando se enojaba.
—Lily, dame un momento para poder explicarte.
—Te di tres segundos y los desechaste.
Le lanzó otro ataque rápido. Hermione apenas pudo bloquearlo. No tenía espacio y sus habilidades en duelo siempre habían sido cuestionables. Si seguía así, Lily la paralizaría, le darían un veritaserum y su plan se desmoronaría. Moody estaría muy contento.
—Es complicado, solo…
—Te abrí las puertas de mi casa —Levantó la varita, pero sin atacar—. Lo mínimo que puedes hacer es explicar todo con lujo de detalle.
—No es tan simple.
Tuvo que saltar al otro lado de la cama para esquivar el nuevo ataque. La madera del velador salió disparada y la tela de la cortina comenzó a incendiarse. Hermione parpadeó. Estaba atacando no solo para paralizarla, sino para lastimarla.
—N-no soy una mortífago, si eso es lo que piensas.
—¿Ah no? Ay, menos mal. Ahora vamos por una taza de té.
Y la atacó de nuevo. Una, tres, cuatro veces. Hermione quedó acorralada en la esquina de la habitación, manteniendo el encantamiento escudo como podía. Pero Lily era muy fuerte, y no aguantaría mucho.
—¡Lily, para! ¡Estoy de tu lado!
—Pruébalo.
Ataque.
—¡No puedo si no dejas de atacarme!
—Pues piensa en algo.
Ataque.
—¡Fui a la playa! ¡Tenía que buscar algo!
Ataque.
—¡Algo relacionado con Voldemort!
Ataque.
—¡ALGO PARA DERROTAR A VOLDEMORT!
Silencio.
Lily quedó con la varita en alto, y levantó una ceja al escuchar eso último. Hermione estaba casi de rodillas, jadeando por el esfuerzo y los nervios. El último ataque casi no pudo desviarlo y sintió el calor del hechizo en su oreja.
—Expláyate.
Hermione suspiró aliviada, pero dio un salto al ver como la punta de la varita de Lily se iluminaba. Rápidamente sacó el Horrocruxe de debajo de su sweter.
—¡Esto es un Horrocruxe! —exclamó con las palabras amontonándose en su boca. Lily abrió los ojos, confundida—. Hay cinco de estos en Inglaterra. Es magia muy antigua y siniestra, y la única forma de lograrlo es matando a alguien de una forma que no sé. Al crearlos, tu alma se divide y debes encerrarla en el objeto que tu elijas. Así, si matan tu cuerpo, el pedazo de alma que encerraste te mantendrá con vida… a medias. De esta forma, te mantendrás en el tiempo. No es fácil destruirlos, sólo una magia muy poderosa o un veneno muy fuerte puede hacerlo, cosa que no es fácil de obtener— Tomó aire porque había hablado extremadamente rápido—. Yo estoy aquí para destruirlos todos y así poder matar a Voldemort.
Silencio.
Lily se mantenía sin moverse, pero en su rostro poco a poco se fue mostrando el horror al escuchar las palabras de Hermione. Aún tenía su varita en alto, pero ya no parecía tan preocupada por atacar a la chica, sino de digerir la información. Hermione se estremeció, y estuvo segura que no era por la tensión que aún había entre ella y Lily. Miró el Horrocrux y creyó escuchar un latido.
—¿Cómo conseguiste esta información? —preguntó la pelirroja con voz ronca. Apagó con magia el fuego que había quemado la cortina por completo.
—Meses de arduo y extenuante trabajo.
—¿Fue por esto que terminaste casi muerta en la casa de esos muggles?
—...Sí —De alguna forma, no era mentira.
Lily desvió la mirada del Horrocruxe hacia Hermione, moviendo los dedos que sujetaban su varita. Estaba pensando. La castaña no se atrevió a moverse, ni siquiera a bajar el brazo que le mostraba el Horrocruxe. En su interior deseó con toda su alma que no insistiera en cómo había conseguido la información.
Para su alivio, Lily bajó la varita. Hermione lanzó el aire que había contenido hace minutos, y bajó lentamente la mano con el Horrocruxe. La pelirroja se peinó el cabello y se sentó en la cama, dándole la espalda a Hermione. A pesar de que la tensión había disminuido, la castaña no se atrevió a moverse hasta que Lily le hizo una seña para que se acercara.
Hermione rodeó la cama rápidamente, y siguió la indicación de Lily de quedarse de pie frente a ella. Lily la miró desde abajo y alzó su mano para que le diera el Horrocruxe. Hermione dudó un segundo, pero sin saber qué más hacer, se lo entregó.
—Deberías secarte. Te vas a ganar un resfrío.
Hermione parpadeó, pero sin querer cuestionar a la pelirroja, comenzó a secarse con su varita. En verdad, lo agradeció. Ya no estaba temblando por el miedo a recibir un ataque de Lily sino por el frío.
—Se siente desagradable —comentó la ojiverde por sobre el ruido de aire que hacía la varita, sin despegar la mirada del objeto.
—Lo es. Es parte del alma de Voldemort. La magia negra que emana es peligrosa, y contagiosa.
—¿Quieres decir que influye en el ambiente si lo mantienes en un lugar mucho tiempo?
—Sí. El ambiente y las personas.
—Entiendo. ¿Cómo lo destruimos?
—Bueeeeno. Tengo una idea, pero —Terminó de secarse y guardó su varita. Respiró hondo, ya más cómoda—, no va a gustarte.
Lily levantó una ceja.
-o-
El sol lanzaba rayos anaranjados hacia las ventanas de la casa de Lily anunciando que pronto iba a anochecer. El silencio reinaba hace varios minutos y Hermione pensó que Lily no le dirigiría la palabra nunca más. Pero al verla de rojo, sentada frente a ella en el living, sujetando una taza de té, tuvo esperanzas. Su ceño fruncido y su nariz roja no mostraban enojo, sino más bien, confusión y miedo.
—Déjame recapitular —dijo lentamente, apretando más la taza de té—. Voldemort creó cinco Horrocruxes con magia oscura, y solo se pueden destruir con magia oscura. Y ayudaste a Regulus Black… a conseguir uno y hoy, a alguna hora, el vendrá y te llevará a Hogwarts para sacarle un colmillo del basilisco que cuida la Cámara Secreta.
No tiene tanto sentido cuando otra persona lo dice en voz alta.
—Voldemort es un malvado genio —Fue lo único que se le ocurrió decir.
—Y yo pensé que teníamos esperanzas —Se echó hacia atrás en el sofá—. Con un Horrocruxe podría ponerme más positiva, pero ¿cinco? ¡Es una locura! ¿Al menos sabes en dónde están los otros cuatro?
—Más o menos, sí…
—¿Cómo que más o menos?
—Es que tengo pistas muy seguras, pero me falta información.
—Te ayudaré —Lily dejó la taza de té en la mesita de centro y observó a Hermione con sus intensos ojos—. Dime todo lo que sepas y te ayudaré en esto. La orden puede ayudar, mientras más seamos, mejor.
—Mientras menos sepan, mejor. Esta información es demasiado delicada. Si se llegara a filtrar…
—Regulus Black sabe de esto. ¿No es más peligroso que el tenga esta información que los miembros de la orden?
Lily tenía un punto, pero estaba hablando desde su lado inocente. Hermione sabía mejor, y había un detalle que no le podía decir, y ese detalle se llama Peter Pettigrew.
—Lo salvé de los Inferis, me debe una.
—Eso no significa nada para un mortífago.
—Las personas cambian, sobre todo cuando algún ser querido está en peligro. Kreacher lo es para Regulus.
—No sabía que quisiera tanto a ese elfo doméstico.
—¿Por ser un elfo doméstico? —preguntó la castaña con una pizca de indignación. Había escuchado ese tono antes al referirse a esas criaturas.
—No, por ser un Black —respondió Lily, y se levantó estirándose—. Bueno, ahí está Sirius. Quizás son hermanos que se parecen más de lo que creen.
Lily agregó eso último con una sonrisa melancólica, y tomó su taza para llevarla a la cocina. Pero antes de moverse, miró a Hermione con los ojos brillantes.
—Pero, si confías en él, yo también lo haré. Eres una mujer con muchos secretos, pero tengo buen ojo con las personas. Y me das confianza que hayas escondido esta valiosísima información conmigo.
Y guiñándole un ojo se dirigió a la cocina. Hermione se quedó observándola hasta que un estruendo irrumpió en la casa.
—¡LILY POTTER!
Hermione se levantó de un salto lanzando el té lejos y alzando su varita. Lily sacó la cabeza fuera de la cocina con ojos gigantes. Una figura gigante apareció en la entrada de la casa, tumbando la puerta de un golpe, y Hermione casi se va de espaldas.
—¡Hagrid! ¡¿Por qué esa manía de llegar así a mi casa?! —le gritó la pelirroja saliendo rápidamente de la cocina y poniéndose entre el semigigante y Hermione—. Es un amigo que no sabe golpear la puerta.
—Buenas tardes. Pasaba por aquí y decidí ver como estabas con tu invitada —El semigigante volvió a colocar la puerta en su lugar, y saludo a Hermione con una amplia sonrisa—. Hagrid, guardián de las llaves de Hogwarts. Un gusto.
—Un ho-honor —contestó Hermione con el corazón saltando a mil por segundo. Su querido amigo estaba vivo, más joven y no tenía idea de quién era ella, pero estaba vivo. Sonrió de alegría.
—¿Honor? —exclamó sorprendido el guardabosques
—Por supuesto. No cualquiera puede ser el Guarda llaves de Hogwarts —Y tenía razón. Ese trabajo había sido hecho para Hagrid. Nadie lo podría igualarlo.
—Creo que me cae muy bien esta chica —dijo Hagrid con una sonrisa gigante, apretándole muy fuerte la mano sin darse cuenta—. ¡Oh! Muchas gracias, Lily.
Le recibió un tazón gigante lleno de té y se sentó en el sillón doble, hundiéndolo de forma alarmante. Pero a Lily no le importó, quizás porque ese sillón lo tenía para él.
—¿Ojoloco te dijo que vinieras? —le preguntó Lily sentándose en el respaldo del sillón de Hermione.
—Quizás por ella, pero no la veo como una amenaza.
—Él ve amenazas en todos lados.
—Sí. Y también porque en unos días más llega la reina de Inglaterra a Buckingham después de un largo viaje a no me acuerdo dónde. Se hará algo grande porque se hizo no sé qué no sé dónde, y el país celebra, y etc, etc —explicó Hagrid moviendo las manos en tono aburrido—. Por ende, habrá mucha gente… Por ende, debemos estar ahí por si hay mortífagos dando vueltas. Por protocolo y esas cosas.
—Había olvidado eso —dijo Lily con desagrado—. Va a ser muy tedioso.
—¿Serán una especie de guardaespaldas mágicos? —preguntó Hermione con los ojos grandes.
—Guardaespaldas de la reina, del Primer Ministro y absolutamente todos los muggles que estarán —contestó el semigigante y tomó un sorbo de su té—. Aaaahhh, Lily. No sé qué le pones al té que queda tan exquisito.
—Muchas gracias —Lily sonrió e hizo una reverencia muy exagerada—. Esta será mi reverencia a la reina. Mientras más doblado te pongas, más respeto demuestras. ¿No es así?
—Podrían encarcelarte por eso.
—Que lo intente. Sus cárceles no son anti mágicas.
Hermione se quedó escuchado la conversación entre Hagrig y Lily más como una espectadora que como si fuera parte, sonriendo con melancolía. Recordaba sus largas tardes en la cabaña del semigigante junto a Harry y Ron, o el sin fin de anécdotas o problemas que habían pasado. Como cuando quiso criar a un dragón, o el tema con Buckbeack, o cuando Ron tuvo que vomitar un sin fin de babosas. Hermione hizo una mueca divertida la recordar a los escregutos de cola explosiva. Con esos si que lo pasó mal.
Observó unos segundos a Lily. Físicamente no tenía muchos rasgos de Harry, excepto los ojos, pero había movimientos idénticos a él, como cruzar sus manos al escuchar a alguien o mirar casi sin pestañear a los ojos cuando estaba muy interesada por algo. Y su sonrisa era igual.
La pelirroja se dio cuenta que la castaña la observaba, y le devolvió la mirada con una sonrisa. Hermione se dio cuenta que se había quedado pegada observándola, y sonrojándose se levantó con mucha torpeza, golpeándose la rodilla con la mesa de centro y haciendo un ruido muy seco.
—Iré al baño. Con permiso- dijo con tranquilidad falsa y se fue cojeando lo más rápido que pudo.
Cerró la puerta y respiró hondo. ¿Por qué se había puesto tan torpe y extraña de repente? Mirar a la gente por mucho tiempo es extraño y de muy mala educación. Se masajeó la rodilla un poco y se observó en el espejo.
Sus ojeras no habían disminuido en nada y estaba pálida. Tenía un pequeño rasguño en su mejilla y su pelo enmarañado le faltaba brillo. Se veía tan diferente a como estaba en la boda de Bill y Fleur. Suspiró desanimada, y sacó el relicario. Lo observó con cuidado, sintiendo la extraña y desagradable sensación de que había algo adentro. Algo vivo que palpitaba.
¿Cómo conseguiría el veneno del Basilisco sin morir en el intento? Una criatura así no se mata con un simple hechizo de incendio. Harry había tenido la ayuda de Fawkes y Dumbledore (indirectamente). ¿Ella a quien tenía? A un ex mortífago y un elfo doméstico. Apreciaba a esas criaturas, pero en ese momento hubiera deseado mil veces tener un fénix de su lado. ¿Qué plan podía hacer para conseguir el veneno de basilisco?
—Volamos sobre un dragón —murmuró sin dejar de verse al espejo—. Y eso no estaba planeado. Nada de lo que planeamos salió como debía salir, pero lográbamos lo que queríamos… o casi.
—¿Un dragón?
Hermione saltó del susto, sacando instantáneamente su varita, pero se pasó a llevar la misma rodilla con el lavamanos. Lagrimeó en silencio y casi le escupió en la cara a Regulus, quién la miraba con una sonrisa picarona. Estaba usando un traje negro con una corbata verde impecable, y su cabello brillaba por el gel que lo mantenía hacia atrás de forma perfecta. Se veía bastante bien.
—¿Y tú a dónde vas tan elegante? —le preguntó la castaña bajando su varita mientras esperaba que su corazón se tranquilizara después del susto y que su rodilla no se hubiera separado de su pierna.
—Así me visto —contestó el chico levantando los hombros, pero sacando el pecho con orgullo—. Lo de la cueva fue un contratiempo. ¿Te gusta?
—No sé si este sea un buen lugar para lucir eso —Apuntó a la corbata que tenía bordada una serpiente blanca. De alguna forma le recordó a Draco Malfoy.
—Supondré que te gusta —dijo ampliando su sonrisa de satisfacción. Kreacher, quién estaba al lado de su amo caminó hacia Hermione y le tendió su mano.
—¿Nos vamos?
—¿Ahora? Espera, espera… aún no —comenzó a decir la chica, nerviosa. No podía desaparecer con Hagrid en la casa. Además, debía avisarle a Lily que partiría a Hogwarts.
—Vamos, no hay tiempo que perder. Mientras antes destruyamos esa cosa, mejor —el chico se cruzó de brazos.
—Espérame un minuto. Ya vuelvo.
Salió tranquilamente rápido del baño, tratando de parecer lo más relajada posible. Lily y Hagrid la miraron.
—¿Todo bien? —Lily levantó una ceja. Ya se dio cuenta que algo había pasado. Hermione se maldijo por ser tan sincera con su rostro.
—Sí… em… —miró a Lily y luego a Hagrid, quién estaba terminando su té—. Ocurrió algo en tu baño. ¿Podrías venir?
—¿Lo tapaste? —preguntó la pelirroja con una sonrisa burlona.
—¡Claro que no! —Hermione creyó que le saldría humo por las orejas.
—Es normal, tranquila. Conozco un truco para destaparlo. Fue necesario ahora que vivo con James. Es un hombre que le gusta pasar mucho tiempo ahí, dice que se relaja y aprovecha de hacer los puzles de los periódicos muggle que yo compro. Se divierte con las noticias de mi mundo, y le parece interesante que las fotografías no se muevan…
Todo esto lo habló mientras caminaba hacia el baño con un tono feliz, pero cuando vio quién estaba dentro, se quedó callada de inmediato. Hermione sintió la misma aura peligrosa de cuando llegó de la playa.
—Esto es igual de interesante —murmuró Hermione mientras Regulus y Kreacher la saludaban despreocupados.
—Sí… Bueno Hagrid, ha sido un honor —Lily le lanzó una mirada amenazante a Regulus, Kreacher y Hermione, y salió del baño—, pero vamos a tener que despedirnos...
—¿Ocurrió algo? ¿Puedo ayudar? —se ofreció Hagrid levantándose de su silla un poco confundido.
—No te preocupes. Recordé que tengo que hacer unos ejercicios para el embarazo. Tú sabes —dijo sonriendo y guiando al gigante hacia la puerta—, para que el niño nazca sano y fuerte. Son un poco desagradables de ver. Emma va a ayudarme.
—¿Es niño? ¿Cuándo lo supiste? —exclamó Hagrid con alegría dándose vuelta justo en el marco de la puerta, haciendo que Lily chocara con él—. ¿Ya le tienes nombre?
—No, es sólo una suposición. Aún es muy pronto… Los ejercicios… un honor… adiós.
Cerró la puerta mientras el semi gigante se despedía con una sonrisa, apenas logrando dejar el tazón de té dentro. Lily se apoyó en la puerta, y al segundo se dio vuelta echando fuego por los ojos. Hermione tembló y preparó su varita, pero justo salió Regulus del baño y ahí supo que toda la furia de la pelirroja iría en contra del chico.
—¿Cómo has estado, Evans? Si me hubieras dicho que era su casa, me habría puesto algo más elegante —Regulus entró al pasillo como si conociera esa casa de toda su vida. Kreacher lo siguió con las orejas gachas y la nariz arrugada.
Lily no se hizo esperar y le lanzó un henchido, dejando al chico de cabeza flotando en el aire. Hermione y Kreacher se echaron hacia atrás, asustados.
—¿Por qué no debería matarte en este instante? —preguntó Lily con hielo en su voz.
Hermione y Kreacher se quedaron de piedra, sin atreverse a mover un músculo y sintiendo escalofríos. Regulus sonreía divertido, aunque nervioso. Movió sus manos rápidamente.
—¿Qué no hablaste con ella, Emma?
—Habló conmigo, sí. Le dije que iba a confiar en tí.
—... ¿Entonces?
—Dime de tu propia boca porqué debería hacerlo.
—Ahhh, ya entiendo. Quieres que me quede sin dignidad —Sus mejillas se estaban poniendo rojas por la sangre que se iba a su cabeza, pero se las manejó para sonreír, y abrió sus brazos como si fuera a dar un abrazo—. Está bien. Puedes confiar en mí.
—¿Me estás tomando el pelo?
—Em… Lily… —trató de interrumpir Hermione
—¡Tú estas pisando un hielo muy frío, Grint! ¡¿Cómo le diste la dirección de mi casa a un mortífago?!
—Ex mortífago —aclaró Regulus.
—¡Demuéstramelo entonces!
Lo hizo girar en su eje con brusquedad. Krecher, muy nervioso, apuntó un dedo a la pelirroja. Hermione sacó su varita, sabiendo que si el elfo atacaba, podría matar a Lily. Esto se puso bien feo.
—¡Oye, oye! ¡Ya, mira! —El chico también se dio cuenta de eso, y se levantó la manga de su chaqueta—. ¡La marca tenebrosa! Está intacta, no he llamado al señor tenebroso mientras estaba en tu acomodado baño. Si quisiera hacerte algo, ya lo habría hecho. Estoy con mi elfo doméstico, piensa que contra él no tienes mucha chance. ¿Cierto? Además, él fue el que encontró a Emma. Ella no nos dijo nada.
Lily se quedó mirándolo en silencio, y de vez en cuando miraba al elfo doméstico. La criatura miraba a su amo con aprensión, pero no hacía nada. Quizás Regulus le había ordenado que no hiciera nada. La pelirroja levantó una ceja, y sin ningún cuidado dejó caer al chico, haciendo un ruido sordo.
Hermione suspiró y el elfo fue a ayudar a su pobre amo. Lily bufó y se cruzó de brazos, ofuscada. Hermione sonrió y guardó su varita.
—¿De qué te ríes? —le preguntó de forma brusca.
—De ti.
Lily se ruborizó un segundo, pero hizo como si nada y se apoyó en el respaldo de uno de sus sillones.
—Me encantan las bienvenidas así de calidas. Entonces ¿Nos vamos? —preguntó Regulus Black peinándose mientras Kreacher le acomodaba el traje.
—Sí. Lily, volveremos en unas horas, o eso espero.
—Volveremos te refieres a todos —Nuevamente sacó fuego por los ojos—. ¿VERDAD?
—¿Eh? ¡No, no! Tú te quedas aquí. No puedes enfrentarte a un basilisco estando embarazada.
—Ay, felicidades, Evans —exclamó Regulus fingiendo alegría—. No le vayas a poner Sirius, eso sería desagradable.
—No tienes derecho a prohibirme no ir —Se levantó y se acercó a Hermione. La castaña tembló—. Ni tú, ni tú tiene derecho a imponer nada ahora.
—¡Pero es muy peligroso!
—¡Me vale madres! Con lo enojada que estoy puedo matar al basilisco sola.
—¡No digas estupideces! Te quedas.
—¡Oblígame!
—¡Quédate!
—¡Mi casa, mis reglas!
—¡Pero si vamos a salir de tu casa!
—¡Ay, ya cállense! —les gritó Regulus poniéndose entre ellas— Son como cotorras. ¡Kreacher, nos vamos!
—Sí, amo.
Y los cuatro desaparecieron.