
Panic at the Streets
Hermione abrió los ojos de un golpe. La luz le molestó los ojos y pestañeó varias veces. No sabía en dónde estaba, y tampoco entendía porque se sentía tan cómoda. El suelo era blanco, y la luz venía de una mesita también blanca. Abrió la boca pero notó algo sobre ella. Una máscara. Trató de incorporarse, pero un terrible dolor atravesó su estómago y se quejó, empañando la máscara que tenía en su boca. Con los ojos llenos de lágrimas miró a su alrededor al mismo tiempo que una enfermera entraba en la habitación.
—Oh, no no no, no se levante —le dijo corriendo hacia ella—. Tiene que descansar.
—No… no puedo descansar… que — Hermione vio una aguja enterrada a su brazo izquierdo, conectándose a una máquina—. ¿Qué estoy haciendo aquí?
—Lo mismo se preguntaron las personas que la encontraron en su casa —comentó la enfermera muy seria, obligándola lo más amablemente posible a volver a recostarse—. Pareciera como si le hubiera caído el techo de una casa encima. Tiene múltiples heridas y un par de fracturas. Además de estar desnutrida y con principios de anemia.
Hermione miró a la enfermera con cara de interrogación, y cedió a recostarse en la cama. Su cerebro comenzó a funcionar nuevamente, y recordó lo que había pasado. Una lágrima cayó por su mejilla al recordar a Ron. Su corazón comenzó a latir rápidamente y la máquina que estaba a su lado lanzó pitidos más y más rápido. Miró nuevamente el lugar, ahora en busca de su varita y una escapatoria. No tenía tiempo que perder, debía ponerse a trabajar enseguida.
—Tranquilícese. Aquí está a salvo —le dijo amablemente la enfermera, revisando la máquina—. ¿Recuerda quién es? ¿Cuál es su nombre?
—Mi nombre… —No podía decir su nombre. No en otra época—. Mi nombre… Emma… Emma Grint.
—Perfecto —contestó la enfermera ahora sacando una jeringa—. Señorita Grint, usted está en cuidados intensivos y debe mantenerse aquí hasta que tengamos más información de usted. ¿Algún familiar que quiera contactar?
Hermione negó con la cabeza. La enfermera asintió y golpeteo la jeringa para que el líquido avanzara.
—Voy a ponerle anestesia —Inyectó el contenido. Automáticamente, el dolor en el estómago de Hermione disminuyó—. Ahora descanse. En un rato más volveré para chequear y le haré más preguntas. Le recomiendo que no se mueva, y por ahora duerma.
Le dio una sonrisa y salió de la habitación cerrando la puerta.
Hermione contó hasta cinco, y se puso en movimiento. El dolor golpeó su estómago por un momento, pero no fue tan intenso como antes. Apretando los dientes esperó unos segundos y se levantó.
Sentía las piernas lacias, pero logró mantenerse sin mucho esfuerzo de pie. Se sacó la jeringa del brazo y se acercó al sillón en donde estaba su ropa. Encontró el giratiempo sobre sus pantalones, y respiró aliviada.
Observó su reflejo en la ventana. Tenía un gran moretón en su mejilla y un parche que recorría parte de su mandíbula, y muchos cortes pequeños en todo su rostro, y mejor no hablar de sus grandes ojeras y lo pálida y delgada que estaba. Miró hacia afuera y noto que estaba a unos seis pisos del suelo, en la mitad de una ciudad.
—Londres… —murmuró, abriendo la ventana. La brisa fría acarició su rostro, otorgándole un poco más de vida a su cuerpo. Sonrió.
Seguía en Londres, eso era bueno. Se cambió como pudo de ropa, viendo las múltiples vendas que recorrían sus piernas y brazos. Tomó su varita e hizo un hechizo rápido para curar las heridas más superficiales, y poder moverse con más normalidad.
—Los Horrocruxes son seis —comenzó a hablar consigo misma como solía hacerlo para concentrarse mejor—. La serpiente, la copa, el relicario, la diadema, el anillo y el diario. La serpiente está con Voldemort… está… ¿está con él?
Nagini no estaba con Voldemort en esa época, y eso significaba un Horrocrux menos.. Hermione sintió un pequeño alivio, ya que la serpiente había sido la más difícil de matar.
—Entonces sólo hay cinco —Se sentó en la silla para ponerse sus zapatillas. La anestesia local comenzaba a hacer efecto, tranquilizando el dolor y su mente—. Uno de ellos está en Hogwarts.
Se quedó quieta al sentir algo. El haber estado casi un año completo escondida y varios meses huyendo de los mortífagos le había agudizado bastante sus sentidos. Sin levantar la vista, se abrochó sus zapatos, y en segundos se levantó con la varita apuntando a la persona que recién había aparecido en la habitación. Esta también tenía una varita en la mano, pero no estaba en posición ni de ataque ni defensa. Hermione la había tomado desprevenida.
—Vaya reflejos —contestó la persona levantando las manos. Su rostro estaba en las sombras—. ¿Cómo supiste que era bruja para apuntarme con tu varita?
—Ningún muggle aparece en medio de una habitación sin abrir la puerta. Quizás los conozcas, ¿o eres de los mortífagos que ni siquiera los mira en la calle? —escupió la castaña con asco, notando la voz de la “mujer”.
—Conozco a los muggles bastante bien. Vengo de padre y madre muggle —contestó la chica, ahora poniéndose a la luz. Hermione abrió la boca levemente al ver a la mujer—. Es con lo que puedo apelar a mi defensa.
El color rojo de su pelo contrastaba completamente con la gris habitación. Sus ojos verdes hacían juego con su sweter, y su sonrisa iluminaba su rostro de forma contagiosa. Hermione bajó la varita rápidamente de forma automática sin sacar la vista de la mujer. La había visto muchas veces en las fotografías que Harry guardaba con tanto cariño.
—Es como si hubieras visto un fantasma —comentó Lily levantando una ceja—, pero agradezco que bajaras la varita. Así podemos hablar con más tranquilidad.
—¿Cómo supiste que soy una bruja? —preguntó Hermione aún sin despegar sus ojos de los de Lily. Era muy extraño estar enfrente de la madre de su mejor amigo. Era como ver a un fantasma.
—Tú me lo dijiste al apuntarme con tu varita —dijo sonriendo—. Sólo teníamos sospechas por la forma en que llegaste.
—¿Llegué? —Le dio un vuelco el corazón ¿Acaso era posible que ella y la Orden del Fénix de esos años supiera que ella iba a ir?
—Tenemos gente trabajando en la policía muggle. Escuchamos que apareciste en una casa con heridas “extrañas”, fatigada y anémica —La pelirroja se acercó a la castaña, aun sin bajar las manos—. Esas cosas no suelen pasar entre muggles, por lo menos no a los que no han tenido contacto con el Innombrable.
—Ah… sí —Casi, pero no. Sintió un pequeño pesar, pero era mejor que nadie supiera quién era en realidad—. Nadie tiene que involucrarse en esto, es algo que sólo yo debo hacer.
—Tu ropa es extraña. ¿De dónde vienes? —le preguntó Lily con curiosidad.
—Eh… Francia.
—Siempre he querido ir —dijo la pelirroja poniendo una voz soñadora y mirando hacia arriba. Pero luego, levantó sus cejas y volvió a mirar a Hermione, ahora más seria—. Y si eres de Francia, ¿Qué hacías en una casa de muggles?
—Es… complicado… —Tenía que salir de allí. No podía contarle nada, menos siendo ella la futura madre de Harry Potter—. Pero gracias por la preocupación. Ahora debo irme.
—No puedes irte.
Hermione se quedó de piedra. Lily le devolvió una sonrisa divertida, pero un aura peligrosa la invadió, y Hermione tembló. Si lo pensaba bien, no había dicho absolutamente nada sobre ella, y en esos tiempos en donde la información es poder y cualquier cosa extraña estaba relacionada con mortifagos, ponía a Hermione en una situación delicada. Y era su culpa por no haber pensado en una coartada más sólida. La castaña se enojó consigo misma. Llevaba unas horas y ya había complicado todo.
¿Qué le quedaba ahora? Huir.
—Mira, quizás podríamos hablar sobre esto en otra ocasión —propuso Hermione dando un paso atrás para tomar el abrigo y el giratiempo, el cual estaba justo debajo de una manga. Hubiera sido desastroso si Lily lo hubiera visto.
—No va a haber otra ocasión si te dejo ir —dijo la pelirroja con voz juguetona. Podría tener los mismo ojos de Harry, pero su personalidad no se parecía en nada—. Debo admitir que tu cara es bastante agradable de ver como para dejar que te vayas así como así, dejando todos esos parches y heridas de lado.
—Gra-gracias —¿Qué clase de amenaza era esa?
—Entonces, para no convertir esta pequeña habitación en un campo de batalla, necesito que me digas quién eres, por qué apareciste en esa casa muggle y a dónde quieres ir ahora.
—Son buenas preguntas. Quizás podamos empezar contigo, que eres la que entró sin permiso a mi habitación.
—Técnicamente, esta no es tu habitación.
—Dormí aquí. ¿No has escuchado hablar de que si pasas más de seis horas seguidas durmiendo en un lugar, puedes proclamarlo tuyo?
—¡JA! ¡¿De dónde sacaste eso?!
¡BOOM!
El corazón de Hermione saltó dolorosamente, y se dio vuelta inconscientemente hacia el ruido con la varita en alto. Su pecho ardió y sus pulmones se paralizaron un segundo. ¿Acaso esa fue una explosión?
—Oh, oh —murmuró Lily cambiando su sonrisa socarrona por un ceño muy fruncido—. Mortífagos.
Corrió hacia la ventana. A lo lejos se veía humo.
—¿Estás segura que son mortifagos? —preguntó Hermione, tratando de no hacer caso al dolor de su pecho.
—Estaba vigilando esta zona por posibles ataques. Y me mandaron a hablar contigo — contestó con un tono demasiado despreocupado para la situación—. Tendré que ir a por ellos. Ha sido divertido.
Y desapareció.
Hermione se quedó en la habitación, con el corazón en la mano. Se escuchaban pasos y voces aceleradas en el pasillo, bocinazos y gritos histéricos de afuera. La explosión no había sido muy lejos, y quizás vendrían más. Hermione tomó el giratiempo y lo miró. Lily Potter había estado en la misma habitación que ella, había hablado con ella…
Se puso el giratiempo con la cadena en el cuello y tomó su abrigo. Si todo salía bien, podría cambiar su destino fatal y Harry tendría una niñez mucho más feliz.
—Cambiare su futuro —murmuró apretando los dientes.
Otro bombazo, y junto con un remezón en su pecho, una idea horrible la atacó.
Ya había cambiado su futuro. Se supone que ella no debería haber visitado a Hermione. Y eso significa que todo lo que pase hoy será diferente a lo que pasó en algún momento en otro tiempo. Se supone que Lily y James iban a morir a manos de Voldemort, pero… ¿Qué pasa si eso cambia hoy gracias a ella?
—Hermione, eres una completa imbécil.
Corrió hacia la ventana y miró hacia abajo. Estuvo un año completo usando el giratiempo cuidadosamente cuando tenía trece años, y ahora que lo usaba para una causa mucho más importante que pasar unos cursos, lo estropeaba todo. Puso un pie en el marco de la ventana, y tomando aire saltó.
—Aresto momentum!
A sólo centímetros del suelo se detuvo, y cayó con elegancia en mitad de la calle. El dolor en su pecho y estómago aún no desaparecía, pero podía aguantarlo. Para su suerte las pocas personas que quedaban cerca corrían en direcciones contrarias a ellas. Vio humo a varias cuadras de allí. Si algo le pasaba a Lily Potter, no se lo perdonaría nunca.
—Acompáñame en esto, Harry —murmuró apretando su varita.
Corrió lo más rápido que pudo, divisando colores provenientes de detrás de un edificio. Se escuchaban gritos, demasiados para su gusto. Dio vuelta la esquina con la varita en la mano, y con cara de horror vio a un mortífago saltar encima de un auto y apuntar a la pelirroja con la varita. Lily estaba protegiendo a dos personas más y no se había visto al mortifago que tenía sobre ella.
—¡COMO ODIO TENER RAZÓN A VECES! PETRIFICUS TOTALLUS! —gritó sin dejar de correr, lanzando el hechizo al mortífago. Este cayó como saco de papas al otro lado de Lily y las dos personas.
La pelirroja miró al mortifago con ojos grandes, y se dio vuelta para sonreír al ver a Hermione correr hacia ella.
—¡Tú! Pensé que querías irte.
—La visita fue demasiado corta —contestó Hermione, jadeando por el esfuerzo. La anestesia no servía para correr. Había un niño muggle detrás de ella con cara de espanto y otra mujer—. Hay que sacarlos de aquí. ¿Estás sola?
Se escucharon más gritos ahora de hechizos a la vuelta de la esquina. La luz verde que se veía hizo a Hermione palidecer.
—Mis compañeros están más allá. Obliviate! —Le echó el hechizo al niño y a la mujer—. Hola. Tienen que salir de aquí. Hubo una explosión de gas y están evacuando el sector.
El niño la miró confundido, pero la madre asintió sin esperar más información. Agarró al chico y salió corriendo con él en brazos.
—¿El ministerio no va a venir? —preguntó Hermione, sudando frío y tratando de que las imágenes de la Batalla de Hogwarts no le nublaran la vista. Parpadeó varias veces.
—Suelen tardar en aparecer, pero Moody ya debió haber mandado un patronus a los Aurores —contestó Lily, y levantó una ceja—. ¿Estás bien? Los muggles taran en curar heridas.
—Estoy bien. Solo mareada por la anestesia local.
—Ah. En ese caso, cubre mi espalda.
—¿Eh?
—Te salió muy bien hace unos segundos atrás —Le guiñó un ojo haciendo que Hermione se sonrojara—. Eres diestra en defensa, me servirás de apoyo. ¡Vamos!
—Ahora entiendo porque Snape y Lupin también estaban enamorados de ella —murmuró Hermione corriendo detrás.
Otra explosión más, y dos personas atravesaron la esquina de un local, quedando desparramadas en el suelo y llenas de escombro. Diez mortífagos aparecieron por detrás del edificio cubiertos por sus horribles máscaras. Una visión fugaz de un recuerdo golpeó la cabeza de Hermione, dejándola petrificada de repente.
La risa malévola de Bellatrix, los gritos de maldiciones de un lado hacia otro, fuego, cuerpo sin vida en el suelo, mucho, mucho calor. Hermione comenzó a sudar y el aire se le fue del cuerpo.
—¡Hey!, ¡Por cierto soy Lily Potter!
La voz de la chica trajo a Hermione a la realidad, apagando el fuego y la risa maniática de Bellatrix. La pelirroja se paró delante de ella con una gigantesca sonrisa.
—Stupefy!
Ese hechizo fue como un balde de agua fría. La mano de Hermione se movió sola.
—Incendio!
Una gran llamarada de fuego salió de la varita de Hermione envolviendo a cuatro mortífagos de una. Lily hizo una pirueta hacia adelante evitando dos maleficios y al colocarse detrás de un auto lanzó varios encantamiento. Hermione usó su propio fuego como muralla para avanzar y lanzar otros dos hechizos a los mortifagos que quedaban, sacándolos de combate. Un maleficio rozó su cabeza, obligándola a agacharse y deshacer la muralla. Retrocedió hacia donde estaba Lily, quién seguía lanzando embrujos.
Pero la ayuda llegó, y las otras dos personas que habían sido atacadas antes se había levantado y habían dejado fuera de combate al resto de mortífagos. Hermione suspiro y tuvo que apoyarse en el auto para recuperar el aliento. Sus manos temblaban y sintió su boca seca.
—¿Segura que estás bien?
Hermione abrió los ojos y se encontró con los intensos ojos de Lily. Vaya que eran iguales a los de Harry. Se secó el sudor frío de la frente y asintió. Al fin y al cabo, su corazón ya no chocaba de forma atroz contra su pecho.
—¿Y entonces?
Hermione ladeó la cabeza. El rostro de Lily no mostraba ni un atisbo de haber estado en una batalla en mitad de la calle. Definitivamente, su personalidad no era nada parecida al de Harry.
—¿Entonces?
—¿Cuál es tu nombre? Dudo que sea incendio —bromeó sonriendo.
—Emma… —murmuró sin pensar mucho—. Emma Grint.
—Muchas gracias, Emma. Estuviste excelente. Hace tiempo no veía a alguien controlar de esa forma ese hechizo. Generalmente el fuego se dispersa hacia todos lados.
—¡Lily!
Las dos chicas se dieron vuelta y al fin vieron quienes eran. Moody y Lupin, 19 años más jóvenes, y con menos cicatrices que antes. Hermione casi se va hacia atrás de nuevo.
Lupin parecía más sano, aunque su ropa vieja y usada no había cambiado mucho, tenía mucho mejor aspecto que a cuando lo conoció. El ojo de Moody observó a Hermione de arriba a abajo antes que este mismo se parara frente a la chica, con el ceño fruncido y haciendo que sus cicatrices se marcaran.
—Lograste llegar justo a tiempo. Me alegro que estés bien —dijo el chico verificando que no tuviera alguna herida visible, y miró a Hermione con curiosidad.
—¿Y quién eres tú? —preguntó Moody bruscamente. su ojos se movía de arriba a abajo observando a Hermione como si fuerza un escaner.
—Em… yo…
—Es Emma Grint. Quiere unirse a la Orden —contestó Lily con una sonrisa dulce.
—¿Quiere? —preguntaron Moody y Lupin
—¿Quiero? —preguntó la misma Hermione.
—Por supuesto —dijo la pelirroja abrazando a la castaña por los hombros—. ¿Viste ese hechizo de Incendio? Necesitamos más manos talentosas en esta orden.
—¿Acaso la conoces? —preguntó Lupin, consternado.
—Hace unos minutos en el hospital.
—¿Pero qué locura es esa? —exclamó Moody inyectando rabia en su mirada hacia Hermione.
—No la conoces. Que nos haya ayudado ahora no quiere decir que sea un doble espía —dijo Lupin preocupado.
—Nos ayudó ahora. Y tengo buen ojo con las personas —comentó la pelirroja mirando a Moody con una sonrisa socarrona.
—Tengo un poco de veritaserum por aquí. Puedo usarlo —le preguntó Moody con el ceño aún más fruncido, pero su ojo mágico se movió hacia la nuca del hombre.
Al instante varios magos vestidos de negro aparecieron en el lugar, al parecer Aurores. Hermione suspiró, aliviada. Si le daban a probar veritaserum, todo se iría al carajo.
Un grupo se acercó a los mortífagos inconscientes, y otros se esparcieron por el lugar para aplicar los embrujos pertinentes para arreglar el lugar. Moody se dio vuelta y los miró enojado.
—¡Ya era hora! Un poco más y nosotros podremos encargarnos de Voldemort solos.
—Tranquilo, Alastor —lo calmó un Auror muy alto y delgado, con el pelo negro y largo—. Hubo un ataque igual al sur de Londres. Agradece que el Innombrable no estaba aquí.
—¿El Innombrable apareció?
—Sí. Hubo tres ataques al mismo tiempo. El ministerio ya se puso en contacto con el primer ministro muggle para dar una coartada pertinente.
—¿Se sabe el porqué del ataque? —preguntó Lupin, peinando su barba.
—Ataque a muggles —contestó el Auror con pesar—. Sólo sembrar terror, y problemas al ministerio. Esto es cada vez más difícil de ocultar.
—Si sigue así, el mundo mágico quedará al descubierto en poco tiempo —comentó Lupinpeinandose el cabello—. Se rumorea que ha juntado un buen grupo de gigantes y de licántropos.
—¿Sabes algo al respecto?
—Estuve hablando para poder entrar a una camada. Pero no es fácil.
—Esto se está poniendo muy feo —el auror suspiró apesadumbrado—. Necesito que salgan de aquí, haremos llover pronto para hacer funcionar el embrujo. Muchas gracias por su ayuda.
Y se fue a trabajar con sus compañeros.
Hermione, con el corazón latiendo más fuerte que antes, comenzó a marearse nuevamente. La adrenalina había bajado y al respirar con más normalidad, sintió el dolor en su pecho. Lily la tomó del brazo y retrocedió lentamente con ella para pasar desapercibida.
Falló olímpicamente.
—Tiene que hablar con Dumbledore primero —le advirtió Lupin dándose vuelta.
—Sí, sí, le mandaré un patronus para que tenga una charla con ella —dijo la pelirroja sonriéndole de forma inocente.
—No pensarás llevarla a tu casa, ¿verdad? —Moody estuvo a punto de lanzar vapor por la nariz—. Apenas la conoces. No me da confianza.
Hablaba como si Hermione no estuviera allí, y eso le hizo mucha gracia a Lily.
—La conozco lo suficiente —concluyó mientras levantaba su varita—. Nos vemos en la próxima reunión. Adiós Remus, adiós Alastor.
—Ten cuidado.
Y desaparecieron.
—Bueno, esta es mi casa. Mi esposo está en una misión y volverá en unas semanas más. Si no tienes donde ir puedes quedarte aquí.
Habían aparecido en el living de una pequeña pero muy acogedora casa. Tenía un gran ventanal mirando hacia el patio, ahora oscuro porque ya era de noche. Adentro había muebles antiguos, o antiguos para Hermione, llenos de fotografías donde aparecía Lily, James, los Merodeadores y familiares de la pareja. Había una clara preferencia hacia el color rojo anaranjado en el lugar, recordando a la sala común de Gryffindor.
—Si quieres puedes quedarte aquí —volvió a repetir Lily observándola con curiosidad—. Como te decía, mi esposo no llegará hasta en unas semanas más. Se fue a una misión junto con Sirius, Frank, Fabian y Gideon.
—¿Y no es peligroso que te quedes aquí sola?
—Lupin y Alice vienen a visitarme muy seguido. No te preocupes, este lugar es seguro —le dijo Lily estirándose—. Además, hay varios encantamientos cuidando la casa. Solo yo puedo desactivarlos al aparecerme.
—Entiendo —Frunció el ceño. Algo no le parecía bien—. Em, muchas gracias por tu hospitalidad, pero… ¿estas segura que puedes confiar en mi?
La pelirroja, que había entrado a la cocina americana, sacó su cabeza por el espacio mirando a la chica con una sonrisa suspicaz.
—Hasta ahora no me has matado.
—Podría hacerlo mientras duermes.
—En ese caso, toda la orden te caería encima en solo segundos. Una alma se activa si se usa cualquier tipo de encantamiento que no sea de mi varita o la de James. Dumbledore y sus cosas.
—... ¿Es eso posible?
—Todo es posible para un loco como él. ¿Conoces Hogwarts? La cantidad de hechizos y encantamiento que hay ahí es una locura…
Y siguió hablando mientras hacía algo en la cocina. Hermione escuchó el sonido de tazas y platos, y una tetera llenándose. Con la mano en su estómago, se sentó en la punta de uno de los sillones.
Todo era muy surreal. Hace unas horas estaba escondida con Ron en un edificio de mala muerte con esperanzas casi nulas de sobrevivir, y ahora estaba sentada en el living de la famosa Lily Potter, madre de su mejor amigo. La cabeza comenzó a darle vueltas y sintió como su vista se nublaba. Cerró los ojos con fuerza sintiendo sus oídos tapados. En cualquier momento se desmayaría.
—¿Te gusta el té con cuantas de azúcar…? ¡Emma!
Lily salió rápidamente de la cocina y se sentó al lado de Hermione tocando su rostro. La castaña reaccionó al llamado y abrió sus ojos, tratando de enfocarlos en Lily.
La pelirroja se quedó viéndola unos segundos, y recordándola en el sillón corrió hacia el pasillo, perdiéndose de vista. Hermione se quedó en el sillón, observando el techo de madera. Se sentía a gusto ahí, y al fin podría dormir tranquila, y descansar… y quizás nunca más despertar…
—No te duermas. Oye, Emma. Mírame.
Sintió unos golpecitos en la mejilla, como le tomaba la cabeza y la inclinaba, También sintió un líquido amargo entrar por su boca, y al segundo después, sus ojos se enfocaron un cien por ciento en Lily y sus oídos se destaparon. La pelirroja le sonrió aliviada y volvió a tender su cabeza en el sillón.
—La medicina muggle es maravillosa, pero nunca está demás un poco de mágica —dijo cerrando un frasquito en donde se veía una poción azul. Lo dejó dentro de un botiquín mágico—. Ahora, déjame revisar tus heridas.
En silencio, Lily revisó una por una las vendas de Hermione con su varita, y colocó un ungüento para calmar el dolor y sanar. La castaña dormitó durante ese tiempo, temblado a veces por el roce de las manos de la pelirroja sobre tu piel, pero su cabeza estaba tan cansada que no tenía fuerzas para ponerse a pensar en eso.
Después de veinte minutos, Lily se levantó y fue a guardar el botiquín, Hermione abrió los ojos. Se sentía diez veces mejor que cuando llegó a esa casa, y podía sentir como el frío se iba lentamente. Se incorporó en el asiento cuando algo llamó su atención. Giró la cabeza y sintió como si la presión de bajara de nuevo.
—Volveré a hervir agua para el té… —comenzó a decir Lily entrando de nuevo al living, pero Hermione la interrumpió.
—¿Qué es eso?
—Una cuna —contestó la pelirroja con una sonrisa dirigiéndose a la cocina.
—¡¿Ya estás embarazada?!
—¿Cómo que ya? Hace años que cumplí dieciocho —objetó desde dentro de la cocina.
—¿Y peleaste con mortífagos embarazada? —Hermione no podía creer que Harry estuviera ahí, pero no.
—Soy perfectamente capaz de pelear con Harry—Se escuchó como hacía hervir la tetera—. Lleva mi sangre y la de su padre, y será igual de valiente que nosotros.
—Y obstinado.
—¿Cómo dijiste?
—No dije nada —exclamó Hermione poniéndose tiesa en el asiento.
—Si igual entiendo tu preocupación. Nos han dicho que tenemos que ser más precavidos en la vida diaria. Sobre todo a James— Salió de la cocina con una bandeja con dos tazas de las que salía vapor—. Pero somos jóvenes y odiamos a Voldemort. No creo que sea muy difícil de entender.
—No lo es… aunque igual…
—Sí, es un bebé. Alguien que decretará que tengo una familia. Alguien al que tengo que cuidar y debo proteger cueste lo que cueste.
Hermione la miró al verla de pie frente a ella. Esos ojos que tantas veces había visto antes brillaban a su lado, pasivos pero a la vez demostraban una fuerza intensa. La chica se hundió en ellos, sintiéndose tranquila después de mucho tiempo.
—Debes dormir. Casi te desmayas no solo por tus heridas sino por cansancio. Le puse bastante azúcar y leche a tu té. Te ayudará a dormir mejor.
La castaña asintió y se levantó con cuidado. El dolor era mínimo, más como un malestar. Siguió a la dueña de casa hacia una habitación cerca de la puerta.
—Esta es a habitación de huéspedes, aunque Sirius la decretó como suya —dijo Lily al entrar a la pequeña habitación.
Era igual de acogedora que el resto de la casa. Tenía una ventana con cortinas color burdeo, una cama singular, cuadros de jugadores de quidditch, un velador con una lamparita y el cubrecama tenía, para variar, una snitch gigante.
—James trajo varias cosas de su habitación en la casa de sus padres, y las pusimos aquí —comentó Lily con un tono divertido y energético mientras dejaba el té en la mesita de estar—. Además, él espera que nuestro hijo herede varias de estas cosas. Parece que eres de mi talla, te traeré algo para dormir y para que uses mañana. Esa ropa, aunque es interesante, no creo que de para más.
—Gra-gracias… —murmuró Hermione, avergonzada al ver lo sucia y rota que estaba su chaqueta y su pantalón.
Después de pasarle un camisón y un chal para dormir, le indicó donde estaba el baño y la obligó a acostarse. Al salir, dejó a Hermione con un torbellino de pensamiento en su cabeza, y tuvo que sentarse en la cama para no marearse de nuevo.
Harry ya estaba en camino, eso quería decir que Ron igual. James no estaba, Moody la había amenazado por obvias razones y Lupin no confiaba en ella, porque no la conocían. Aun así, Lily Potter se comportó como si fuera su amiga de toda la vida. Una sensación extraña recorrió su estómago, y se vio en la necesidad de cambiarse lo más rápido posible de ropa, y acostarse al fin.
Sacó el giratiempo de su bolsillo, lo envolvió en su chaqueta y lo guardó debajo de la cama, no sin antes poner unos sortilegios para que solo fuera ella quien lo encontrara. Se cambió de ropa y guardó su varita debajo de su almohada.
¿Estaba bien que se quedara ahí? ¿Estaba bien que perdiera tiempo descansando, siendo que mientras más se tardaba, menos gente podía salvar al mantener a Voldemort con todos sus Horrocruxes completos y a él con vida? Sus ojos comenzaron a cerrarse, y su cabeza dejó de funcionar cuando se apoyó en la almohada. Al menos, en el estado en que estaba ahora, no podría hacer nada. Lo mejor era descansar.