
Capítulo 2. Y la oveja se convirtió en lobo.
Todo había cambiado. Durante tantos años Harry había estado esperando el momento de demostrarles a los Dursley que era mejor que ellos, pero nunca pensó que ese momento pudiera presentarse tan pronto. Tanto él como sus padres eran magos, y sus parientes se habían atrevido a pensar que podrían tratarle como quisieran sin ningún tipo de consecuencia por sus acciones. Harry encontró la situación sencillamente hilarante.
Cuando se había enterado sobre sus poderes, había tomado la sabia decisión de tratar de controlarlos primero, y actuar en consecuencia después, al igual que había hecho con su lectura de mentes. No obstante, por más duro que lo intentó, fracasó en todos sus intentos. La magia solo pareció aparecer cuando Harry perdía cierto grado de control sobre sus emociones, algo que era completamente inaceptable.
Él no había trabajado tan duro durante años para poder tener poder sobre sus emociones como para ceder ahora en ese aspecto, por lo que tiene que encontrar una alternativa.
Su frustración iba en aumento ante el nulo avance, por lo que Harry decidió que el plan más sensato era interrogar directamente a su tía por más información. Desde aquel día que descubrió su herencia, no había podido conseguir más información útil. Parecía como si, para la tía Petunia, el mero hecho de pensar sobre magia era un acto de herejía en sí.
No obstante, nada de esto afectaría mínimamente a los aviones de Harry, ya que disponía del material suficiente para extorsionar a su tía a cambio. Era hora de destruir la máscara de indiferencia que durante años había construido de forma meticulosa alrededor de sus parientes. Aunque solo les dejaría echar un pequeño vistazo al monstruo que ellos mismos habían creado. Criaturas tan corrientes como los Dursley solo se merecían las migajas que Harry estaría dispuesto a darles.
Esperó por el momento perfecto para poder hablar con tía Petunia. Era una conversación que bajo ningún concepto podía ocurrir con tío Vernon o Dudley merodeando en casa. Los fines de semana quedaron descartados inmediatamente debido a que su tío raramente trabajó esos días. Por otro lado, entre semana tía Petunia solía tener su agenda de actividades bastante ocupada. Si no tenía que ir a comprar, solía quedar con el resto de ama de casas para tomar el té y cotillear.
No obstante, nada de esto lo desanimó. Él tenía un plan, y solo tenía que darle un pequeño empujón a su tía en la dirección adecuada. Hacía unos días había escuchado la llamada telefónica de tía Petunia con la madre de Piers Polkiss, el mejor amigo de Dudley. Ambos niños habían sido invitados a la fiesta de cumpleaños de Dennis Gibs, otro matón del grupo de amigos de su primo que le encantaba ponerle la zancadilla a Harry siempre que podía, el viernes por la tarde, y también se quedarían a dormir.
La madre de Piers había llamado entonces a su tía para que aprovechasen su tarde libre de niños , porque obviamente Harry no contaba para nada. Normalmente tía Petunia rechazaría cualquier plan los viernes, el único día de la semana en el que tío Vernon llega pronto a casa, casi al mismo tiempo que Harry y Dudley de la escuela. No obstante, ese viernes justo tío Vernon tenía un conveniente viaje de negocios a Oxford, por lo que llegaría más tarde de lo habitual.
A pesar de que su tía odiaba dejarlo solo en casa, la idea de estar encerrada con él durante todo un día tampoco era atractiva para ella. Así fue como el momento perfecto le fue presentado a Harry. Únicamente necesita que la madre de Piers cancele la cita, y podría interrogar a su tía sin ningún tipo de interrupción. Él tenía un plan infalible
El jueves por la noche, cuando los Dursley hacia el tiempo que se habían quedado dormidos, Harry se escabulló hacia la cocina. Esto no suponía ningún desafío para él, que durante años había estado robando comida de madrugada. Nunca podría coger tanto como él quisiese, o los Dursley se darían cuenta de que algo estaba ocurriendo, pero para Harry solo supuso un entrenamiento más para su control de impulsos.
No obstante, esta noche era diferente ya que sus reservas de comida escondidas en su armario no estaban cerca de agotarse todavía. En cambio, abrió la nevera y sin detenerse a mirar mucho, cogió uno de los zumos de la repisa de abajo donde sabía que estarían. Lentamente, y en alerta por si cualquiera de los Dursley decidiera despertar en cualquier momento, cerró la nevera.
Como buenamente pudo con sus huesudas y débiles manos, su parte del jugo con enjuague bucal y como toque final le agregó más azúcar para poder enmascarar el sabor extraño que pudo provocar el enjuague. Con cuidado, agitó el zumo para que todos los ingredientes se mezclen correctamente. Así, con la primera parte de su plan preparado y el zumo en su mano, Harry salió corriendo de vuelta a su armario, fundiéndose entre las sombras.
La campana del recreo había sonado hacía unos 5 minutos, y Harry estaba listo para poner el plan en marcha. El destino parecía sonreírle, Dursley había sido castigado ese día sin jugar y Piers parecía perdido sobre qué hacer sin su fiel compañero de travesuras. Cuando este hizo contacto visual con él, Harry rehuyó rápidamente su mirada, haciendo su mejor actuación de corderito desprotegido. Mientras huía hacia su escondite, se aseguró de vigilar que en efecto Piers le estaba siguiendo con una mirada de suficiencia escrita en su rostro.
Ah, qué fácil es jugar con las ratas sin cerebro .
- ¡Eh, bicho raro! Dudley está castigado y estoy aburrido, así que juega conmigo – dijo Piers en el momento que llegó al lado de Harry, quien estaba hecho una bola convirtiendo la espalda ignorándole intencionadamente. La paciencia de Piers pareció desvanecerse prácticamente en segundos y volvió a hablarle. - ¿Ahora también eres sordo bicho raro? ¡Hazme caso ya!
Esta vez, Harry sí reaccionó y lentamente giró su cabeza hacia el otro niño. Todavía ocultando el zumo para aumentar la curiosidad de Piers, puso su mejor cara asustada y habló con una voz temblorosa.
- Eh, hola.
- Tampoco sabes hablar, qué tonto eres. Pero da igual, no quiero que hables, quiero que – Piers se detuvo en medio de la oración, pareciendo sorprendido por un segundo – ¿Estás ocultando algo bicho raro?
El cuerpo de Harry se sobresaltó asustado, mientras que los ojos de Piers adquirieron un brillo malicioso. Sin perder más tiempo, el otro niño hizo girar con facilidad el cuerpo desnutrido de Harry y finalmente el zumo apareció dentro del rango de visión de Piers.
- Oh, me trajiste un zumo. Muy bien bicho raro, puedes ser util a veces. Ahora damelo.
Sin darle tiempo a Harry para responder, Piers lo empujó sin mucho esfuerzo a pesar de los intentos de Harry por detenerlo. En un parpadeo, el zumo desapareció de las manos de Harry y cuando levantó la mirada de nuevo, se encontró con la vista de un Piers victorioso observando atentamente el zumo. Sin un segundo miramiento hacia Harry, Piers se alejó corriendo, uniéndose a algún otro compañero mientras abría su premio.
Si se hubiera dado la vuelta en algún momento, quizás podría haber notado como el chico ignorado que dejaba atrás no parecía ni un poco afectado por la pérdida de su zumo, sino todo lo contrario. Quizás varios escalofríos le hayan recorrido la espalda al observar cómo los ojos normalmente muertos del bicho estaban raros llenos de vida ante la perspectiva del sufrimiento ajeno de quien se había enorgullecido de atormentarle y ridiculizarle en un momento algún en el pasado.
Harry no se percibió una persona sádica ya que no disfrutó particularmente del sufrimiento ajeno indiscriminado; mientras lo dejaran en paz, él los dejaría en paz. Pero en el momento que alguien cruzara esa línea de no transgresión, se convertirían en el enemigo de Harry y no escaparían sin algún tipo de consecuencia por sus actos. Después de todo, no había nada más fascinante en este mundo que el concepto de la venganza, una selección que los Dursley se habían encargado muy bien de inculcarle.
Cuando Piers se dobló en medio de la clase de matemáticas, empapando su libro de vomito con los restos de su bocadillo, Harry sonrió maliciosamente. Y quizás, si alguno de sus compañeros hubiera prestado algo más de atención al chico solitario al que todo el mundo ignoraba, podría haber sospechado. Las señalas eran claras cuando alguien sabía dónde y qué mirar, Harry era después de todo todavía un niño con fallas.
Pero ya era demasiado tarde para todos ellos, su futuro sellado cuando nadie girarse hacia él, el olvidado bicho raro huérfano al que todos evitaron como si fuera la peste. La próxima que alguien se dignara a prestarle atención en condiciones, la máscara sería impugnable e indetectable. Sería imparable .
Su tía no pareció tomar la noticia de la enfermedad de Piers con buenos ojos, pero no le quedó más remedio que tranquilizar a la madre de este que ya aprovecharían otro día para quedar sin problema. Escondido en su armario, Harry esperó pacientemente a que su tía llegara a casa después de llevar a Dudley al cumpleaños.
No tenía prisa, de todas formas, esperaría a que su tía se relajase completamente antes de abordarla y pillarla por sorpresa. Era una táctica arriesgada, ya que la presa podría ponerse agresiva y reaccionar muy mal a los intentos de socavar información, pero Harry tenía confianza plena en sus habilidades y en el material de chantaje.
Así que cuando el reloj marcó las cinco de la tarde, Harry dio por iniciada la operación y con sigilo, abrió la puerta de su armario y se dirigió hacia el salón, donde su tía estaba tejiendo una bufanda de dimensiones desproporcionadas, que más que para un ser humano parecía que estaba destinado a un bebé ballena.
Tía Petunia pareció absorta en su tarea y durante unos segundos, no pareció percatarse de la insólita presencia de su sobrino, quien ante el total desinterés hacia su persona se acercó un poco más a ella. Esta vez haciendo algo de ruido para ser notado.
Harry descubrió el mismo momento en el que su tía Petunia se dio cuenta quien estaba con ella en el salón. Sus manos que hacía unos momentos habían estado concentradas en la tarea de tejer la bufanda, ahora estaban congeladas en el aire como si algo las hubiera paralizado. Lentamente tía Petunia dirigió su atención ante Harry con la nariz y la boca arrugada como si la mera presencia de su sobrino en frente de ella fuera completamente repulsiva. Ella fue la primera en romper el silencio y hablar.
- ¿Qué estás haciendo, saliendo de tu armario? Espero que no creas ni por un segundo que tienes el derecho para andar por esta casa como si fuera tuya. – Ante la mirada fija y el silencio de Harry, Petunia agregó – No eres más que un parásito en esta casa y en esta familia, no lo olvides.
Y por primera vez en mucho tiempo, Harry sonrió en presencia de su tía. Aunque no una sonrisa que alguien esperaría encontrar en la cara de un niño de 10 años, sino más bien una que te perseguiría y que seguramente causaría pesadillas a Petunia durante mucho tiempo.
- No hace falta ponerse a la defensiva tan pronto tía Petunia, solo quería tener una conversación agradable contigo que creo que llevamos postergando demasiado tiempo. ¿No es así?
- No tengo nada que hablar contigo y estás muy equivocado si crees que esta familia te debe explicar a alguien de tu calaña – tía Petunia farfulló, con el rostro comenzando a desfigurarse ante la osadía de Harry.
- Oh, pero ahí creo que te equivocas tía Petunia – Los ojos de su tía se entrecerraron ligeramente ante el uso del título familiar, pero permanecieron callada sin intención de soltar ningún tipo de información. Todavía _ - ¿No? ¿Nada? Que pena, supongo que los vecinos estarán mucho más interesados en mis nuevos trucos de…
En el momento que la palabra abandonó los labios de Harry, el cambio fue inmediato. La bufanda, que hacia tiempo que ya había sido olvidada, fue lanzada al suelo con la fuerza suficiente como para arrastrar también a las agujas de ganchillo con ella.
- ¡¿Te has vuelto loco?! ¡Ni se te ocurra hacer nada de eso cerca de los vecinos! – Con el rostro contraído por la rabia y con un temblor con mucha perceptible en todo el cuerpo, Petunia avanzó hacia su sobrino con el objetivo de propinarle un golpe. Uno más de los miles que a lo largo de los años han sido repartidos en el intento de “corregir” su existencia por completo. – ¡No permitiré que tus cosas de bichos raros causen problemas a nuestra familia!
Para desgracia de Petunia, Harry esquivó ágilmente el golpe, sin ganas en ese momento para aguantar más abuso sobre su persona. Eso se acaba todo hoy. La tiranía de los Dursley terminó hoy, quisieran o no ellos. Harry siempre había sido quién sostenía el poder, sin usar, siempre esperando el momento oportuno para tomar las riendas.
Fallar el golpe no era algo que Petunia había estado esperando, por lo que pudo adivinar leyendo su cara. Entendible, teniendo en cuenta que Harry había plasmado muy bien la imagen de alguien debilucho y desgarbado para todo el mundo, alguien que pareciera que no puede defenderse y que fuera infravalorado por sus rivales. Que pena para su tía que casi toda la información que tuviera sobre Harry seguroes a medias o mentiras.
Tía Petunia, todavía en conflicto por la actitud imprevista de Harry, había decidido sabiamente mantenerse alejada. Los dos se observaron en silencio.
- Ah, qué raro. Pensé que hace un momento me había dicho que no había nada sobre lo que hablar. – Harry ladeó la cabeza en fingida confusión –. Entonces, ¿magia?
- ¡Distensión! ¡Te prohíbo que pronuncies esa palabra en mi casa! – bramó tía Petunia, todavía recuperándose de toda la situación – ¡Juré que te sacaría todas esas tonterías cuando te acogí en mi casa!
Harry quedó casi impasible, a excepción de un estremecimiento imperceptible de su cuerpo. La ira burbujeando debajo de la fechada inimpugnable. Su tía parecía sentir el peligro provocado por sus palabras y por primera vez experimentó la necesidad de huir de Harry. No obstante, se hizo quieta en el mismo sitio.
- Hasta un idiota podría darse cuenta de que no estás contenta conmigo aquí, tía Petunia. Pero ¿no es curioso? Yo tampoco estoy contento. – Justo cuando Harry terminó de hablar, una ráfaga de aire salió de la nada y empujó a tía Petunia a sentarse en uno de los sillones del salón.
Un grito ahogado fue la única respuesta por parte de su tía, ya visiblemente bastante afectado por toda la conversación. Lo divertido vino cuando intenté volver a levantarse, pero no pudo. Parecía que la magia se estaba uniendo a la conversación.
Conveniente Pensó Harry.
Harry tampoco había sido un niño pequeño, y años de desnutrición habían ayudado a su crecimiento. A pesar de todo eso, que tía Petunia estaba restringida al sillón, le concedió la ventaja de la altura, fortaleciendo su posición de voz cantante en la conversación. Con confianza, Harry se acercó hasta su tía y sonrió.
- A partir de este momento, las cosas van a cambiar. Y si no quieres enfadarme, me vas a decir todo lo que yo quiero oír.