
Capítulo 1. Los Dursley
Harry Potter vivía en el número cuatro de Privet Drive con sus tíos, Vernon y Petunia Dursley, y su primo Dudley. A diferencia de los demás niños de su edad, Harry era bastante pequeño y delgado y las ropas anchas que llevaban solo hacían que fuera más evidente. Aún así, dicha cualidad le permitía escabullirse entre las sombras sin que lo notaran mínimamente, lo que estaba muy bien para Harry.
Cuanto menos llamara la atención sobre si mismo, más probabilidad tendría de sobrevivir un día más.
Si nadie lo notaba, nadie se acordaría de él y, por tanto, nada llegaría a los oídos de los Dursley. Si eso pasara, las consecuencias podrían oscilar entre varios días sin comida encerrada en su armario hasta unos cuantos golpes del cinturón, por cortesía de tío Vernon. Ninguna de las opciones era algo que Harry deseara, por lo que el objetivo siempre era tener contentos a sus parientes.
Por otro lado, estaba su primo Dudley. A diferencia de Harry, había sido criado como un niño mimado al que nunca le habían negado nada y que, a pesar de no ser la persona más observadora, había aprendido con relativa facilidad, que molestar a Harry sería recompensado con una doble ración de postre o con algún juguete nuevo un poco después.
Al principio habían sido solo algunos pequeños empujones que provocarían unos cuantos moretones en Harry, pero con el tiempo, Dudley había comenzado a perseguirlo por todo el vecindario. Ser atrapado significaba que Dudley tenía vía libre para practicar sus golpes hasta cansarse.
Por tanto, Harry tuvo que usar todos sus recursos a su disposición para escapar de su primo y sus amigos cuando estos también decidieron unirse a la caza. Cuando estaba en clases, Harry siempre intentaba sentarse cerca del profesor, pero también de la salida. Después de años viviendo con sus parientes, Harry se sintió intranquilo si no tenía cerca una vía de escape.
Más tarde cuando sonara la campana para el recreo, Harry iría a esconderse a la biblioteca prácticamente vacía, sabiendo que ni a Dursley ni a sus amigos se les ocurriría desperdiciar su tiempo ahí. A diferencia de su primo, Harry agradecía cada minuto que podía pasar en la biblioteca, disfrutando más la compañía del silencio y los libros. Después de todo, el conocimiento era poder para Harry, y cuanto más poder tendría, más posibilidades tendría de sobrevivir a sus parientes, a la pandilla de su primo ya todas aquellas personas que susurraban a sus espaldas. Harry nunca había conocido la seguridad del hogar, ni nadie se había preocupado alguna vez mínimamente por él, por lo que tendría que hacerse su propio sitio en el mundo en donde nadie más pudiera seguirlo.
Cuando finalmente llegue a casa, tía Petunia tendrá preparada una interminable lista de tareas domésticas, la mayoría usará al cuidado del jardín. Como había aprendido con el paso de los años, los Dursley harían cualquier cosa para garantizar el máximo dolor y sufrimiento posible, por lo que Harry les había ido dejando pistas sobre cuánto odiaba cuidar el jardín .
Los Dursley, que no destacaron precisamente por super perspicacia, inmediatamente pusieron a Harry a cuidar el jardín. Puede que no lo odiara tanto como le había hecho saber a sus parientes, pero tampoco era algo que Harry disfrutara haciendo, simplemente era un mal necesario. De esta forma, podría ganar algo de fuerza y resistencia física, necesaria para escapar de su primo y su caza.
Algún día, quizás podría defenderse de la fuerza bruta de su tío Vernon.
Harry había aprendido desde pequeño que, si realmente quería algo, tenía que trabajar para conseguirlo. Para él, todo era una lucha constante porque no tenía ni dinero, ni fuerza, ni siquiera una buena reputación, cortesía de sus padres.
No tenía nada de eso todavía , por lo que en lo único que podía confiar era Harry en su ingenio y su instinto. Él iba a sobrevivir y haría cualquier cosa por conseguirlo.
Las voces surgieron cuando Harry tenía 7 años. La primera vez que las oyó coincidió con una visita de la hermana de su tío Vernon. Esa mujer parecía odiar a Harry más que incluso los propios Dursley, una hazaña casi inimaginable pero completamente cierta.
La tía Marge nunca perdía la oportunidad de denigrar a los padres de Harry. “El borracho de tu padre” y “la inútil de tu madre” eran sus comentarios favoritos después de varias copas de vino. Normalmente cuando eso pasaba, tía Petunia parecía apiadarse de Harry y siempre lo mandaba lejos con alguna excusa patética y Marge tan borracha como estaba, tendía a dejarlo pasar. No obstante, ese día Marge estaba particularmente más rabiosa que la costumbre. Al parecer, uno de sus perros había mordido a un niño pequeño, y toda la comunidad se había unido en su contra para que el perro fuera sacrificado.
Desde el momento que entró por la puerta y vio a Harry, había comenzado a soltar muchos impropios acerca de su desagradable aspecto físico, lo desagradecido y malcriado que era una diferencia de su maravilloso y perfecto Dudley y como debería demostrar su inutilidad muriendo. Antes de que el pequeño Harry pudiera procesar todos los comentarios, Marge tiró su abrigo cinco veces más grande sobre él y desapareció por el pasillo.
Incluso tío Vernon y tía Petunia fueron los receptores de comentarios sarcásticos e hirientes. El único que parecía estar a salvo de la furia de Marge, fue Dudley, el cual estaba lo embobado viendo la televisión como suficiente para ignorar toda la tensión que pesaba en el ambiente.
A diferencia de Vernon que parecía acostumbrado al trato hiriente por parte de su hermana, tía Petunia no había reaccionado de la mejor manera ante la actitud de su cuñada y decidió que encerrar a Harry en su armario era el mejor curso de acción para reducir la ira de Marge. Así que Harry de 7 años, había quedado encerrado en su armario debajo de las escaleras sin la posibilidad de cenar y con la luz apagada.
Por desgracia para Harry, el armario estaba lo suficientemente cerca del salón como para poder seguir escuchando de primera mano los comentarios de Marge sobre él, a pesar de que ni siquiera estaba presente. Solo, hambriento ya oscuras, Harry se acurrucó sobre si mismo y deseó con fuerza que las cosas diferentes. Su vida era asquerosa porque era débil y no podía hacer nada para cambiarla. Harry ansiaba tanto ser fuerte para poder enfrentarse a esa asquerosa mujer ya sus parientes. Algún día ellos se arrepentirían de como lo habían tratado, porque algún día sería Harry el que estuviera por encima de ellos, porque era mejor . Solo necesita tiempo para demostrarlo a ellos y al mundo entero.
Sumido en sus pensamientos, Harry apenas oyó a lo lejos las quejas de Dudley de querer irse a jugar a su habitación, dejando así a los tres adultos solos en el salón rodeados de un gran silencio incómodo. Lo que parecieron varios minutos después, la voz de Petunia rompió la quietud y puso en alerta a un Harry ensimismado.
“Mujer impresentable, normal que tus vecinos te odien y hayan matado a tu estúpido perro, ojalá…”
Tan pronto como vino, la voz se esfumó dejando la oración sin completar. Harry se quedó aguantando la respiración mientras esperaba que Marge explotara ante el comentario, pero ese momento nunca llegó. Los segundos seguidos y continuados sin suceder nada. Fue entonces cuando tía Petunia volvió a hablar. Esta vez Harry se dio cuenta que había algo diferente. La voz de su tía era muy característica, siempre pudiendo sentir el desdén arrastrándose en las palabras. Harry sería capaz de detectarla, aunque estuviera mezclada entre un centenar de voces más. Así que él estaba muy seguro de que había algo distinto con esta voz, parecía casi como si estuviera distorsionada.
“… como siempre puede quedarse callado. Va a arrepentirse por ningún defensor…”
Era evidente la voz de tía Petunia, pero al mismo tiempo no. Harry tampoco entendía con quién estaba hablando la voz, sobretodo nadie parecía estar devolviéndole la conversación. ¿Estaba acaso Marge ya lo suficientemente dormida por el alcohol como para no responder? Pero eso tampoco tenía casi sentido, porque tía Petunia jamás perdería los papeles de esa manera.
Sus cavilaciones fueron interrumpidas por la voz de tío Vernon. ¿O no? Ya no estaba tan seguro como antes. Definitivamente sonaba como él, pero al igual que la otra voz, no sonaba como normalmente era. La sensación de distorsión volvía a repetirse.
“¿Otra vez está Petunia enfadada? Siempre tiene tan poca paciencia con la pobre M…”
¿Podrían estar enfermos todos de arrepentirse durante la cena? Harry estaba seguro de que los resfriados no funcionaban exactamente así. ¿Intoxicación alimentaria quizás? Nada terminó de convencer a Harry. Por las pequeñas interacciones que Harry había podido escuchar, parecían como si estuvieran hablando consigo mismos, pero eso no tenía ningún tipo de sentido.
De repente la voz de Dudley sacó a Harry por completo de sus pensamientos.
“Este juego es estúpido, voy a probar otro.”
Era absurdo. No podía ser la voz de Dudley, el cual estaba en su habitación jugando y desde donde era imposible que Harry pudiera escucharlo. ¿Podría ser que Dudley en algún momento que él estuvo distraído hubiera salido de su habitación? Enseguida Harry descartó esa posibilidad, su primo era una de las personas más escandalosas y con menos decoro del mundo por lo que era improbable que hubiera logrado evadir sus sentidos, por muy concentrado que estuviera en otras cosas.
“Quiero más postre, pero no quiero más besos de Marge, que asco.”
Además, la sensación distorsionada seguía ahí.
Así que la única explicación posible era que Harry estaba realmente escuchando los pensamientos de sus tíos y su primo. ¿Eso significaba que había más personas que podían escucharlos? Estaba claro que los Dursley no eran una de esas personas, o haría mucho tiempo que Harry hubiera sido castigado por sus pensamientos.
Por otro lado, nunca había escuchado o leído sobre ninguna persona que pudiera leer mentes en la vida real. Solo lo había visto en los personajes de los dibujos animados con los que Dudley estaba tan obsesionado.
Harry tenía una investigación pendiente que hacer.
Durante los días posteriores al incidente, las voces siguieron apareciendo. Harry pudo establecer una relación entre su estado emocional y su don. Cuanto más angustiado o preocupado estaba Harry, parecía que las voces ganaban fuerza y volumen. Con el transcurso del tiempo y cuanto más usaba su peculiaridad, Harry empezó a ser capaz de oír las voces sin la necesidad de un estado emocional alterado.
También pude observar que no requería un contacto visual estricto con aquellas personas con las que él estaba más conocido, pero era mucho más fácil cuando lo había. Intentó muchas veces tratar de leer las mentes de las personas a las que no conocía y no había mirado nunca a los ojos, pero todas terminaron en un fracaso. Harry pudo deducir que su lectura de mentes necesita como mínimo, haber mirado una vez a los ojos de esa persona.
En otro experimento que llevó a cabo tratar de oír los pensamientos de las personas que estaban en la televisión, pero no hubo ningún tipo de avance por este frente, y rápidamente Harry pasó a probar más cosas.
Así mismo, empezó a tener cuidado con quién cruzaba miradas. Sabía completamente que su círculo de contactos no podía leer mentes o hacía mucho tiempo que Harry había sido castigado por ello. Para los Dursley solo había una cosa que odiaran más que a Harry, y era todo aquello que se saliera de la norma social establecida. Para sus padres, todo tenía que ser normal porque la normalidad era sinónimo de perfección.
Por lo que había oído de los comentarios de tío Vernon, los padres de Harry eran los bichos raros más grandes que había en este mundo. Seres completamente anormales y que por tanto Harry, como su descendencia también lo era, un bicho raro anormal que no servía para nada. A raíz de estos comentarios, Harry empezó a pensar en la posibilidad de que sus padres también pudieran leer los pensamientos de los demás, y por eso su tío llamaba los anormales.
Era una teoría bastante sólida a los ojos de Harry y, por tanto, eso consolidaba la idea de que sí había más gente con el mismo poder que él. Un tiempo después, surgieron los accidentes. Desde romper algunos de los jarrones de tía Petunia hasta teletransportarse cuando estaba huyendo de su primo y sus amigos. Cada vez que realizó alguna hazaña así, fue severamente castigado por sus padres.
Harry no entendió tampoco muy bien que estaba pasando. Ya lo había desconcertado mucho su don de leer mentes, pero a diferencia de estas explosiones de poder misterioso, había podido practicarlo sin alertar a sus parientes, lo que le había permitido un vasto grado de control. Los accidentes también estaban asociados a las fuertes emociones de Harry, y por mucho que él tratara de controlarse, todavía era un niño con un inmaduro control de impulsos.
El no saber que estaba pasando con él tampoco le permitía esforzarse. Necesitaba respuestas y fue entonces cuando se le ocurrió un plan. Tío Vernon y tía Petunia conocían a sus padres, o al menos lo suficiente para saber que ellos eran unos bichos raros y que Harry también sería un bicho raro como ellos. Por tanto, sus tíos tienen que saber qué estaba pasando con él.
Así fue como empezó a escuchar de forma más atenta los pensamientos de sus tíos, aunque no fue una experiencia que Harry definiría como satisfactoria. La mente de tío Vernon siempre estaba llena de insultos hacía prácticamente todo el mundo, mientras que la de tía Petunia estaba llena de chismes del vecindario. Por desgracia para Harry, no obtuve respuestas de inmediato. Parecía que sus tíos estaban completamente obsesionados con ser normales, que ni siquiera querían pensar sobre la anormalidad.
No fue hasta que Harry tuvo otra de sus explosiones, que pudo obtener respuestas al fin. Tomándolo desprevenido, Dudley lo había empujado por las escaleras, con tan mala suerte que, en vez de estrellarse contra el suelo, había rebotado como una pelota delante de las atónitas miradas de sus parientes.
Harry se quedó rígido en el suelo, tratando de concentrarse en las mentes de sus tíos y olvidando el dolor que se aproximaba.
- ¡Te advertí que detuvieras estas tonterías chico, no permitiré que contamines a mi familia con tu anormalidad! - gritó Vernon, mientras agarraba del hombro a su sobrino sin ningún tipo de cuidado y lo arrastraba hacia su armario.
Harry fue empujado a dentro, y justo un segundo después oyó el sonido característico del cerrojo, encerrándolo sabe quién por cuanto tiempo. Cenar tampoco parecía una opción viable por lo que el joven de 8 años arrimó sus rodillas a su pecho y cerró los ojos. No podía perder esta oportunidad de sondear los pensamientos de sus tíos.
El ruido afuera era ensordecedor, casi como si el incidente de hacía apenas unos minutos nunca hubiera pasado para los Dursley. Como si no hubieran encerrado a un niño pequeño en un armario debajo de las escaleras, castigado al ostracismo, al hambre y al olvido.
Enterrando las emociones que comenzaban a arremolinarse en su mente, Harry dirigió su completa hacia sus parientes y esperó durante lo que parecieron horas para él. Cuando estaba a punto de perder la esperanza, escuchó las palabras que marcarían su vida para siempre.
“Magos, se creen tan fuertes e invencibles, pero a diferencia de Lily, la que todavía sigue viva soy yo. No dejaré que el chico ponga en peligro a mi Dudley con su estúpida magia sin sentido.”
¿Sus parientes siempre le habían tratado de esa manera porque Harry era un mago? Todo el odio que había recibido desde que tenía uso de razón, ¿había sido por su magia?
Sinceramente quería reír.
Sus parientes le odiaban porque él tenía magia , y por tanto Harry sí era mejor que ellos. Él sabía que siempre había tenido razón, pero esto lo confirmaba definitivamente.
Magia. Magia.
Dios, tenía tantos planes que cambiar.