
Un final y un comienzo
Estaba todo allanado. Millones de años fueron los que formaron montañas, valles y el resto de formas geográficas. Pero en solo unos pocos años en comparación, había paisajes enteros completamente aplanados. A cualquiera que lo viera le daría un escalofrío. ¿Cómo podía existir algo que causara toda esa destrucción?
Harry puede dar testigo de que fue la idiotez de la humanidad, tanto mágica como no mágica. Era algo tan simple y evidente, pero de lo que nosotros mismos no nos damos cuenta o, al menos, no queramos darnos cuenta.
Se podría decir que todo empezó hacía unos pocos años, solo una década. La guerra contra Voldemort ya había pasado y la gente por fin se estaba recuperando de ella después de cinco años de que terminara. Harry tenía veintidós años en ese entonces. Veintidós y viviendo como un ermitaño. No fue su elección, sinceramente. No era su culpa que la gente tendiera a acosarle a pesar de que, según ellos, era 'admiración'. Era acoso por más que dijeran que no, a ver si a ellos les gustara que los persiguieran a todas partes. Si no fuera así, Harry estaría disfrutando de algún paseo por el parque o algo. Sus amigos le animaban a que saliera de casa, pero el problema era que hasta ellos decían que era algo normal, que no era acoso, que era famoso y que que le siguieran 'un poco' era algo que uno se podría esperar. Harry se negaba, a veces incluso le robaban ropa (no era a veces, pasaba siempre que le reconocieran. E incluso si no podían quitarle una prenda entera, arrancaban pedazos de lo que quiera que llevara puesto). Otras veces perdía algo de pelo (y de alguna manera siempre volvía a crecer. Ya no era un niño pequeño con su magia accidental como cuando pasó lo mismo con los Dursley. ¿Por qué seguía sucediéndole ahora? Bueno, tampoco se podía quejar mucho. Al menos no se quedaba calvo). Y otras le parecía estar siendo perseguido por una horda de Inferi que iban a por su alma y el resto de sus pertenencias (incluso de los chicles que masticaba. Mierda, si la mayoría de esos acosadores e incluso de todo el mundo mágico no sabían qué narices era un maldito chicle. Algunos se lo llegaban a poner en la boca. ¿No les daba nada de asco?). Así que era un grandísimo no. Menos mal que Kreacher estaba ahí. Después de haber destruido el Horcrux que robó Regulus, Kreacher parecía respetarle.
Pero en ese mismo año, Hermione decidió dar un paso adelante y revelar el mundo de la magia ante el no mágico. Mucha gente la apoyaba, pensando en amistades fantaseadas o en ilusiones de superioridad ante los Muggle. La mayoría de sangre limpia 'oscuros' estaban en contra o, al menos, los que no estaban metidos en Azkaban tras la guerra.
Los Muggle la adoraban. Ella les había descubierto otro mundo. 'Ellos lo descubrieron'. Era como el caso de América. América fue 'descubierta'. Pero, ¿qué pasa con los que ya vivían antes allí? ¿Es que ellos no contaban como personas? ¿Es que los mágicos no contaban como personas también? Al parecer no.
La paz duró tres años. La tranquilidad antes de la tormenta. Harry, en particular, no era partidario de revelar el mundo mágico. Él mismo había visto lo crueles que pueden llegar a ser las personas, daba igual si tenían magia o no. Era verdad que puede que no todas fueran como los Dursley, pero muchos pensaban igual o parecido a ellos. Aún así, no impidió nada, no se interpuso entre sus amigos y su decisión de desvelar la magia. Mejor era quedarse neutral y no involucrarse en nada. Él ya les había ganado una guerra, no tenía por qué meterse en otro lío que ni le iba ni le venía. Y Harry sabía que iba a ser un lío porque tenía experiencia con ese tipo de cosas y lo podía ver desde lejos.
El detonante fue que la gente descubriera que Hermione, su heroína descubridora de mundos, había desmemorizado a sus padres. Fue para protegerlos, se excusaba ella, pero a los muggle no les pareció importar. Harry les había avisado a sus amigos de que el plan no iba a salir bien, que el mundo no estaba preparado para conocer la magia, que había signos de codicia, envidia y odio incluso en los tres supuestos años de paz. Ellos le llamaron cobarde, que había que cometer acciones hacia delante, avanzar, y que él tenía miedo del cambio. Harry no lo negaba, daba miedo que el resto del mundo supiera sobre la magia. Pero aunque no fuera así, seguiría pensando lo mismo. La gente a veces, simplemente, era así de cruel, así de indispuesta a pensar más que el resto del rebaño, así de perezosa como para no ponerse desde la perspectiva del otro y así de tonta como para discriminar a otros solo por ser diferentes. Y muchas veces, demasiadas, la gente tenía miedo y sentía envidia por lo que no comprendían ni tenían. Aunque ya les dejó claro que a pesar de sus opiniones, no se iba a interponer entre ellos. Eran sus amigos y tampoco era que quisiera meterse en todo el meollo del asunto. Ya había sido el centro de muchos problemas, muchas gracias, pero no gracias.
Y así, empezó una guerra de siete años. Puede que incluso un poco más. Harry nunca lo sabría, él murió siete años después de que empezara la guerra. Era uno de los últimos humanos en la Tierra, pero quedarían todavía al menos un millón (considerando los billones que había al principio, quedaban muy pocos).
El murió en la casa de los Black, donde había vivido como un ermitaño entre acoso, evitar problemas y la guerra entre mágicos y no mágicos. Fue la contaminación nuclear lo que acabó con él. Las barreras de la casa Black eran tan fuertes que lograron aguantar mucho tiempo la radiación, pero ya eran viejas y estaban algo desgastadas. Harry no podía reemplazarlas o arreglarlas ya que necesitaba materiales que no tenía. ¿Que cómo sabía que necesitaba dichos ingredientes? Pues fácil. Había pasado como quince años allí y la biblioteca Black estaba abierta al Lord de la casa, al su heredero y a cualquiera que tuviera permiso de algunos de los dos. Era uno de los únicos cuartos en los que la Orden del Fénix ni intentó entrar por miedo a los hechizos oscuros que pudiera haber allí. El caso era que Harry no tenía mucha otra cosa que hacer y la biblioteca estaba ahí abierta para él, el Lord de la casa desde que reclamó el título porque no había otra persona que pudiera reclamarlo tras la muerte de Sirius (el resto, Andromeda y Teddy, estaban desheredados. Teddy vivía con Andromeda para evitar llevar la atención hacia el niño, aunque a veces le visitaban. Pero ellos fueron unos de los primeros en caer en la guerra). De esa biblioteca había sacado los conocimientos par intentar reparar las barreras. Curiosamente, de pasada, descubrió que la única magia que los muggle no podían rastrear era la de sangre. Las barreras escondían la casa y todo lo que hubiera dentro de ella, y estas estaban hechas con magia de sangre. Por eso mismo, no podían rastrear a un mago sin que este hiciera magia. Además, descubrió la corrupción del mundo mágico. Bueno, más corrupción de la que ya conocía. Había magias 'oscuras' y magias 'lumínicas'. Pero eran extremos del mismo espectro. No eran inherentemente malas o inherentemente buenas. Incluso las magias de sangre, que eran llamadas unas de las magias más oscuras, no tenían por qué ser oscuras. También podían ser lumínicas o neutrales. Pero las prohibieron todas, incluso las que con una gota de sangre voluntariamente ofrecida podían curar muchas enfermedades.
Siguiendo con lo que se estaba contando, la muerte le llegó. Kreacher se había muerto un par de días antes que él. Y mierda, le echaba de menos. Él había sido su única compañía por años. Entre todos los problemas externos y que sus amigos le ignoraban por no apoyarlos, Kreacher y él habían llegado a lo que se podría llamar una amistad más allá del respeto por completar el último mandato de su Maestro Regulus.
Todo iba bien. Murió. Tampoco era que si moría era algo bueno o no. Lo que quería decir era que era natural. Luego todo se fue a pique y, tras unos momentos raros entre susurros, volvió a coger aire. Aire que parecía sentir por primera vez, como si nunca hubiera respirado aire por los pulmones. Vivo. Estaba vivo.
Los susurros eran entre algo que te daba escalofríos y algo que te tranquilizaba (Harry no sabía cómo eso era posible, pero no se iba a calentar más la cabeza). Dijeron cosas como 'maestro de la muerte', 'el único que no se puede quedar muerto', 'otra vida', 'buena suerte' y 'lo siento, no fue mi elección que no puedas quedarte muerto, solo, continúa'.
"#$£€#." Qué nombre más raro, ¿verdad? (En ese momento, no sabía ni que era su nombre. Hablaban un idioma extraño). Pero al final se daría cuenta de que no podría tener otro mejor. Era su nombre y, por más ridículo que les pudiera sonar a algunos, era suyo y sin remordimientos.