
Planificando y hacia una de las cuatro casas. ¡Que sea...!
Todo fue automático. Desde aceptar el regalo que le dio Hagrid, Hedwig, hasta volver con los Dursley.
Sabía lo que había pasado, estaba de vuelta ahí, pero eso no significaba que no estuviera todavía impactado y en camino de procesar todo.
Pero tenía que mantener la imagen de niño sorprendido y abusado un poco más. Si no lo hacía, Hagrid sospecharía y su extraña actitud llegaría a oídos de Dumbledore. Marco no odiaba al viejo. Tenía buenas intenciones, no lo hacía con gusto y, sinceramente, el viejo director ya era mayor y estaba bien cansado de lo había pasado a lo largo de su vida. Marco podía entender esa última parte. Sin embargo, de las buenas intenciones puede salir cualquier cosa, incluso el peor de los males. A base de buenas intenciones, el mundo se puede destruir. Marco ya lo había visto pasar. Querían una soñada unión entre los mágicos y los no mágicos, todo buenas intenciones, pero no resultó y el mundo, una era entera, acabó. Por eso, Marco no podía odiar al viejo. Pero tampoco podía decir que le cayera bien. No, Marco se separaría del bando de Dumbledore y del de Voldemort. Si querían pelear, que pelearan entre ellos. Pero él no se iba a meter en medio... o más en medio de lo que ya estaba. Demostraría que era alguien diferente a sus padres biológicos, que no tenía ninguna intención de intervenir y así pasaría a ser algo que está en el medio pero lo bastante ignorado y dado por hecho como para salir de la situación cuando llegara la pelea. Y mientras se pelean entre ellos, Marco estaría tras las escenas dando por saco a todos, riéndose por dentro y con una sonrisa de inocente por fuera. Básicamente, lo que hacían todo el tiempo sus hermanos cuando no eran a los que Marco estaba regañando y/o castigando. Cómo los echaba de menos.
Normalmente, Marco no era de los que se unía a sus hermanos pequeños para montar problemas, jaleos y dolores de cabeza. Pero esta vez él los causaría y así se liberaría un poco del dolor de cabeza que es el viaje en el tiempo (y de paso tomaría venganza de cuando sus hermanos pequeños decían que él no sabía divertirse. Ya les enseñaría lo que es divertirse, yoi).
Por suerte para Marco, había tenido muchos años de experiencia de actuar como si todo fuera bien cuando entraba a un bar a beber. En esos momentos, todo estaba como en segundo plano, como si el camarero que le ponía la cerveza estuviera pintado de un gris y no tuviera verdadera importancia. En esos momentos, él solía beber hasta emborracharse cuando en esos milenios borrosos se hacían demasiado más de lo que ya eran.
Aunque para ponerse borracho, necesitaba algo que sólo él sabía hacer porque él es quien lo inventó. Lo llamó Licor de Fénix, hecho con los ingredientes de un licor cualquiera pero incluyendo también una gota de sangre de fénix (más bien solo suya porque él no era como el resto de fénix. De hecho, su sangre podía llegar a ser mortal cuando se derramaba en el momento en que tuviera un humor terrible. Marco suponía que era por el veneno de basilisco o algo. Esa era una de las razones por las cual solía evitar enfadarse tanto como para querer masacrar a alguien, como lo que les pasó a algunos en Marineford ahora que lo pensaba bien), una pequeña lágrima de fénix (suya propia, por supuesto. Sus lágrimas no eran tan curativas físicamente como las de los fénix normales, pero seguían teniendo una fuerte aptitud curativa física, y la mental y la espiritual eran mucho más grandes que las lágrimas normales. Para contrarrestar un poco la sangre) y hecho a fuego lento con sus llamas. La capacidad de emborracharse venía con sólo una sola gota de ese licor, pero necesitaría también muchísimo alcohol normal. Y era más rápido emborracharse con sólo ese licor. Pero claro, para llorar necesitaba emoción lo suficientemente fuerte y eso era un poquitín peligroso. Porque podría pasar que se emocionara demasiado y, cuando eso pasaba, su magia a veces... explotaba, por así decirlo. Una vez puso el despacho de Dumbledore patas arriba y ahora... no lo quisierais saber. Así que las lágrimas estaban bastante limitadas, por lo que una gota y litros y litros de alcohol tenían que valer normalmente.
Así, Marco consiguió actuar sin decir 'yoi' mientras que procesaba todo. A todo esto, tenía que tener cuidado de decir 'yoi'. Y practicar su acento un poco hasta que la escuela comenzara para asegurarse de que no se le escapaba.
Una vez de vuelta en casa de los Dursley, se le fue dado de inmediato el segundo cuarto de Dudley. No fue muy difícil llevar todas sus pertenencias al cuarto. No tenía muchas cosas a parte del baúl con las cosas mágicas. Por suerte, había convencido a Hagrid de dejarlo en la esquina de la calle de la casa de los Dudley, por lo que pudo irse a un rincón escondido y encoger el baúl. Todavía no le habían puesto ningún encantamiento en la varita, era cuando entrabas a Hogwarts. Y la magia de menores de edad no se registraba ni se notaba hasta ese momento a menos que fuera magia accidental que causara un gran estruendo y saliera por las noticias. De todas formas, podía hacer magia sin varita perfectamente a pesar de no haber practicado magia desde hacía milenios a parte de su transformación de fénix (esa falta de uso de magia era como un rechazo a una parte suya, pero en ese momento quería dejar esa parte de él atrás. Por eso, el mar y, por tanto, el Kairoseki le afectaban). Era verdad que sólo podía hacer hechizos fáciles sin varita por la falta de práctica, pero era suficiente por ahora. Tendría que ponerse en forma otra vez con la magia. Otra cosa que cabe destacar era que la magia sin varita sólo la podían notar si los Muggles se enteraban, por lo que podría hacer toda la magia que quisiera sin que los estos lo presenciaran. Aunque en algún momento debería revisar las protecciones alrededor de la casa por si acaso.
De esta forma, los Dursley no le quitaron el baúl y, cuando le preguntaron sobre sus cosas compradas, les respondió que Hagrid las tenía. Y las tenía, más bien las tuvo durante la compra porque 'el pobre Harry' no podía con el peso. Pero eso no significaba que las siguiera teniendo. Los Dursley se lo creyeron y le dejaron solo y encerrado en el cuarto. Allí, ordenó todo con magia, para ir practicando de paso, los juguetes de Dursley en una esquina. Se quedó con los libros y los metió en el baúl. Dudley no los echaría de menos.
Una vez hecho eso, Marco por fin pudo pensar en paz.
Tenía que repasar mentalmente. Había conocido a la Muerte sabe Davy Jones cómo, y había aceptado su oferta de ir al pasado. Hasta ahí bien. Apareció con Hedwig en la cara (a la cual, por cierto, había dejado volar antes de entrar en esa maldita casa y con instrucciones de a qué ventana entrar y cómo entrar con disimulo). Bien. Terminó las compras, volvió con los Dursley (¿de quién fue la idea de devolverle a ese lugar después de ver el abuso que recibía?) y ahora estaba sentado en la cama reflexionando. Ok.
Ahora, lista de cosas que tenía que hacer. Con la experiencia como hermano mayor de cientos de adultos que se comportan como niños y su trabajo como segundo al mando de una gran tripulación, Marco está orgulloso de poder decir con certeza y verdad que tiene una gran capacidad de hacer listas mentales.
Entre las cosas en la lista estaban: practicar su acento; tener cuidado con el 'yoi'; practicar su magia sin varita y sin palabras; tener planeados algunos dolores de cabeza que dar o improvisarlos sobre la marcha; hacer la lista negra de personas; hacer un discurso emotivo y convincente para convencer a Snape de que él no era James Potter ni Lily Potter; sacar a Sirius de Azkaban cuanto antes porque daba igual que quisiera o no establecer una relación familiar con él, el pobre hombre era inocente y Peter Petegrew estaba en su lista negra porque le recordaba a Teach, aunque una versión mucho más penosa y débil, para ser sinceros; ser de Hufflepuff y ser conocido como el Hufflepuff más Ravenclaw jamás visto para que no le vieran como una amenaza y para que no les extrañara que pasara la mayoría de su tiempo leyendo y/o solo, alguien listo y con interés en aprender pero demasiado trabajador como para no ser de Hufflepuff; pensar en una manera de ganar dinero y crear una cuenta nueva en Gringotts para no levantar sospechas a los magos (los duendes no contaban, a ellos les daba igual los asuntos de magos); comprar con otra identidad un montón de libros para pasar el rato porque no conocía toda la magia del mundo gracias a que mucho fuera destruido incluso antes de que él siquiera empezara a recolectar el conocimiento que quedaba en la época, y no se quería aburrir tanto; planear con adelanto una muerte lenta y dolorosa para Teach y Akainu... ¿Qué más?
Ah, sí. Asegurar una manera de pasar las vacaciones de verano en un barco en el mar. Seguía siendo un pirata y eso no iba a cambiar. El olor del mar en su nariz, el viento dándole en la cara y la humedad en toda su piel. Era algo inolvidable y de lo que no podía prescindir por mucho tiempo. Ah. La Sala de los Menesteres era perfecta.
Pero antes de eso, tenía que dormir y al día siguiente conseguir grandes reservas de café (porque a lo mejor tenían en Hogwarts, pero con la obsesión al té de todos estos, a lo mejor no tenían suficiente) y aún más grandes reservas de alcohol para ocasiones de emergencia.
Un mes. Un mes aguantando a esos Dursley. Un mes de cocina, donde no utilizó los consejos de Thatch a posta. Un mes limpiando la casa y haciendo las tareas mientras que ellos no estaban en la casa (con magia para practicar y para no tocar la asquerosa ropa de esos cerdos. Era un pirata y la suciedad no le importaba, pero le daba asco esa panda de cerdos). Y un mes de espera en el que, mientras no estaban, se iba a Londres apareciéndose en algún callejón. Allí, robaba carteras y el dinero iba para la nueva cuenta en Gringotts bajo el nombre Marco Edward, utilizando el apellido de su Oyaji pues porque sí. Una vez con suficiente dinero (era muy fácil robar carteras con su práctica y, si era necesario, el Kenbunshoku Haki para ocultar su presencia. Aunque ocultar presencias no lo podía hacer todo el mundo, tenías que tener cierta maestría y Marco había tenido mucho tiempo para practicar), decidió empezar a invertir en proyectos y organizaciones que le sonaban, porque solo se acordaría de alguna si eran lo suficientemente importantes.
Y continuaba robando para pasar el rato y para tener más dinero antes para comprar libros, ingredientes y tal. Además de que quería tener preparado para el futuro suficientes recursos para alimentar a mil D. durante un siglo (un poco demasiado exagerado, pero bueno).
Se había comprado otro baúl (había ido disfrazado en todas sus salidas. Sin gafas, porque sinceramente no las necesitaba con la capacidad regenerativa de sus llamas; un poco de maquillaje para la cicatriz, la cual se estaba curando porque sus llamas quemaron el parásito hasta hacerlo desaparecer; y un nuevo peinado con sus capacidades menores de metamorfomago, lo cual lo era hasta un cierto y limitado punto, de ahí que le creciera el pelo a pesar de que los Dursley se lo hubieran prácticamente rapado. Los magos eran tontos, no se daban ni cuenta de que era él si no tenía las gafas ni la cicatriz. El peinado era por si acaso) para meter todo eso hasta que practicara lo suficiente como para hacer uno a mano él mismo, con toques personales y todo. No quería tener que explicar qué era un Jolly Roger y por qué quería poner una marca así en su baúl.
Los Dursley, como los obsesionados con la normalidad que eran, tenían un horario fijo. Se iban a una cierta hora y volvían a otra concreta. Muy pocas veces desafiaban su horario. De todas formas, Marco dejó un encantamiento en todas las entradas de la casa para que le avisaran cuando alguien entrara. De esa manera, podría disculparse un momento por un asunto urgente (en el mundo mágico) o escabullirse a un sitio solitario (en el mundo Muggle) para aparecerse rápidamente a su habitación o donde en teoría estaba haciendo las tareas. El hechizo, por supuesto, venía con una acción automática para guardar las cosas usadas por la magia en su sitio instantáneamente, qué pena que tuviera que usar su varita para todo eso en vez de hace por sí mismo y ya. No a cualquiera le daría tiempo, pero Marco confiaba en su rapidez y manejo a pesar de que tenía que entrenar otra vez su cuerpo. Lo bueno era que su Kenbunshoku Haki estaba en plena forma. Su Busoshoku Haki necesitaba entrenarlo, pero no completamente desde cero. Y había descubierto el Haoshoku Haki, aunque olvídate de nada avanzado con este hasta que alguien le diera muchas lecciones (no era muy bueno, le había llevado tanto tiempo despertarlo).
El hechizo sería quitado en cuanto se fuera de allí, no quería dejar ningún rastro de magia por si alguien olisqueaba por allí. Menos mal que el borrado del rastro de magia no era difícil, solo estaba prohibido por conveniencia y por ser declarado magia oscura. No se enseñaba públicamente y solo un puñado en el mundo sabía y podía realizarla.
De todas formas, había llegado a la estación de trenes muy temprano por los Durley para librarse de él antes. Sin ningún reparo, se dirigió directamente al Andén 9¾. Sin preguntas innecesarias, sin levantar sospechas, sin demasiadas personas que te puedan molestar y sin demasiados ruidos que te dejen sordo. Una cosa eran el ruido y los gritos del barco, y otra cosa muy distinta era el ruido de unos niñatos y sus tutores totalmente desconocidos despidiéndose a moco tendido.
El tren estaban casi vacío de gente, así que se fue al final y esperó un rato a que la señora del carrito pasara. Quería varios dulces, lo cual era lo único que vendía, para saber de qué estaban hechos y saber hacerlos para compartirlos con su tripulación.
No tardó mucho en aparecer y pidió diez de cada, mencionando que sus amigos querrían algunos. Luego, cerró la puerta y puso un hechizo para que nadie notara la habitación y no se metieran. Tampoco se darían cuenta de que nadie parecía interesarle la habitación. También puso una alarma para que le indicara cuando faltaran unos minutos antes de llegar a Hogwarts.
No quería encontrarse con Ron y Hermione ahora. Su amistad se congeló bastante después de la batalla de Howarts y luego siempre le acusaban de no ayudar a la causa. No los odiaba, pero le importaban lo suficientemente poco, para bien o para mal, como para dudar querer ser su amigo tras tantísimo tiempo.
Si pasaba, pasaba. Y si no, pues no. Ya está. De todas formas, Marco (aunque ahora tendría que acostumbrarse al nombre de Harry James Potter, siempre sería Marco) no creía que se fueran a llevar muy bien. Ron tenía muchos prejuicios característicos de un niño crecido en su entorno y la inseguridad y los celos de un niño no muy destacado en una gran familia. Hermione era una sabelotodo con demasiada curiosidad, demasiada confianza en las figuras de autoridad y en los libros, y demasiada inseguridad de ser aceptada. En resumen, niñatos de once años con los prejuicios con los que crecieron.
Aunque no iba a evitar los saludos si se entraban en algún lado igual que con cualquier otro alumno. Respeto mínimo de desconocidos.
Entre estar metido en sus pensamientos y leer ese interesante libro de bioquímica y ese otro de runas incas (una rareza que no tuvo la oportunidad de leer la última vez. Estaba en una librería Muggle sin que estos supieran su verdadero valor. Uno de los libros que compró para leer. La mayoría eran para su colección a pesar de que ya se los hubiera leído), la alarma sonó y se puso la túnica, el uniforme de Hogwarts. Debajo, sin embargo, llevaba ropa con la que podía moverse de verdad (para hacer cosas físicas y tenía una estilo algo pirata) y que tenía magia indetectable para que no tuviera ni frío ni calor por culpa de estas.
No tenía sus gafas, porque no veía nada con ellas. Tenía la escusa de ir a Gringotts a por una solución para su vista que resultó ser una poción algo cara que se podía permitir fácilmente con la bóveda que le dejaron sus padres biológicos. Y se puso su peinado de forma distinta a James Potter para no parecerse aún más a él (aunque la similitud se fue una vez que pasó tanto tiempo y con el cambio que conllevaron sus llamas). Así ganaba puntos con Snape.
Llegaron a Hogwarts y se bajaron del tren.
"Hola, Hagrid." Le saludó al medio gigante. Era educado y predecible saludarle. Y tampoco era que le cayera mal.
"Vaya. Hola, Harry. Yo os voy a llevar hasta el castillo. ¡Los de primer año por aquí!" De fondo se escuchaban algunos insultos para el medio gigante por el hecho de serlo.
Llegaron hasta los barcos y se sentaron de tres en tres. A Marco le tocó con Neville, que estaba más nervioso que cualquier otra cosa, y Hermione, que no paraba de contar cosas de Hogwarts que había leído. Por suerte, se asombraron tanto con la vista de Hogwarts que no se dieron cuenta de que no se habían presentado.
Aunque era verdad que la vista de Hogwarts era hermosa. Y puede que claramente no fuera imparcial, pero el Moby Dick era incluso más impresionante.
Marco pudo sentir cómo una casi imperceptible barrera anclaba el hechizo rastreador en las varitas. Ya estaba casi comenzando su primer año en Hogwarts, lo podía sentir en las puntas de sus pies y en sus huesos. Casi como un escalofrío por empezar la primera parte de muchas hasta llegar a su objetivo, su familia, su Oyaji y sus hermanos.
Desde lejos, podía sentir la presencia de Fawkes. Y se daba cuenta de que lo que dijo una vez hace mucho tiempo era verdad. Una parte de Fawkes siempre le acompañaría, pero las llamas eran suyas y solo suyas desde el momento en que se le fueron dadas. Por eso seguía teniéndolas tras haber viajado en el tiempo y por eso Fawkes notaría algo en él. Pero no podía decírselo a su vinculado porque el secreto de las verdaderas llamas de un fénix no se contaba a nadie que no tuviera unas o que no fuera a recibirlas momentos después. Y algo así de tal confianza indicaba que no iba ni a decirle a su vinculado que le vigilara más de cerca.
Pronto llegaron a tierra, donde Marco se separó con sus compañeros de barca, y se adentraron en el castillo. Tras algunas escaleras y paredes con antorchas y cuadros que se movían y hablaban, algo impactante para los nuevos alumnos, Mcgonagall apareció. Anunció las casas en las que iban a ser sorteados y les pidió esperar unos momentos.
Luego de que Neville por fin encontrara a su sapo, Malfoy empezó a hablar con un comienzo dramático que gritaba atención. O, bueno, tan dramático y exigente como puede ser un niño de once años como él.
"Bueno, parece ser que el rumor de que Harry Potter está aquí era cierto." Los murmullos empezaron a subir de volumen y Draco Malfoy le extendió la mano. "Malfoy. Draco Malfoy."
Bueno era algo maleducado no presentarse. Marco le cogió la mano y dijo, con su típica cara aburrida pero lo suficientemente afilada como para ser educada:
"Harry Potter. Aunque me gustaría decir que a pesar de esta aparente fama aquí, no supe de ella hasta hace un mes. No quiero ofender a nadie. Y cuando digo a nadie, es a nadie. Así que si hago o digo algo que ofenda a alguien porque no sepa mucho del mundo mágico, lo siento por adelanto. Con avisarme, intentaré no ofender de la misma forma." Claro, eran niños y ninguno cogió la parte de 'la misma forma'. Oséa que si fuera a ofender a alguien de otra forma... bueno, pues que se aguante.
Todos a su alrededor estaban sorprendidos.
"¿Y cómo puede ser eso posible?" Malfoy seguía sin poder creérselo.
"Crecí con mis tíos Muggles y a ellos no les gusta precisamente mucho la magia. Así que no me dijeron nada de que existiera tan cosa hasta que la carta de Hogwarts llegó y Hagrid, el medio gigante que nos guio hasta aquí, trajera la carta para llevarme a comprar todo lo necesario." Había partes implícitas que harían dudar de su estancia en su supuesta casa y suficientes insinuaciones como para tener testigos de que ya ha informado a alguien de que vivía en una casa de abuso.
Mcgonagall entonces apareció claramente habiendo escuchado esa última parte. No era coincidencia, Marco se aseguró de ello. Así, todos se callaron porque era hora de entrar al Gran Comedor.
Los llamarían de uno en uno, les pondrían el Sombrero Seleccionador y les sortearía en una de las cuatro casas.
Fueron pasando los alumnos de uno en uno. Nada había cambiado hasta entonces. Granger fue a Griffindor; Longbottom, a Griffindor; y Malfoy, a Slytherin.
Mientras tanto, Dumbledore le dirigía unas pequeñas miradas discretas un poco confundido por no parecerse tanto a su padre ni a su madre en apariencia. Snape también estaba confundido, pero se le veía más relajado y menos alerta que la última vez. No parecerse a James Potter fue un buen comienzo.
"Potter, Harry." Le llamó la profesora Mcgonagall.
Todos se quedaron en silencio cuando Marco subió y le pusieron el Sombrero. Podía sentir su presencia en su mente.
'Bueno. No esperaba alguien como usted, señor Potter. ¿O debería decir señor Marco? No puedo ni voy a comunicarle a nadie la información de la cabeza de otra persona, fui hecho así. Así que no se preocupe señor Marco. Mmmm... ¿Pero qué debería hacer con usted? Es valiente como para participar en una guerra pirata de ese calibre, pero también muy ambicioso como para pertenecer a Slytherin. Los años le mostraron el valor de la información y con experiencia e inteligencia puede dirigir a tantos piratas y recolectar tanta información. Mmmmm... hay partes que no me deja ver. No parecen importantes, y respeto su privacidad así que lo pasaré por alto. No es lo mismo sortear a una mente de once años que una de... bueno, de una persona con tantos años como usted, señor Marco. Pero claro, lealtad y esfuerzo. Se esforzó mucho en su tripulación, su familia. Y tiene tanta lealtad por ellos que el hecho de que fueras a esa guerra no fue por valentía, sino por lealtad, por su familia, por su amor. Y esa misma lealtad fue lo que le trajo de vuelta aquí, a pesar de que el tiempo le podría destrozar otra vez. Aunque parece que tiene fuerza de voluntad de sobra como para aguantar todo. Constancia, algo que Hufflepuff también valora. No es mucho de hablar, ¿no, señor Marco? Bueno, da igual. Se va a salir con la suya, pero eso ya lo sabía, ¿no? ¡Que sea...!'
"¡HUFFLEPUFF!" Y todo el mundo se quedó en silencio. No era lo que esperaban. No era un Gryffindor. Y tampoco un Slytherin como Dumbledore tenía la sospecha de que pudiera ser muy a su pesar.
Nadie esperaría nada de un pobre y pequeño Hufflepuff.
Al final, todos aplaudieron. Hufflepuff los que más. Estaban contentos de que Harry Potter estuviera en su casa. Tras unos saludos y sonrisas de bienvenida, el sorteo continuó.
Weasley pareció estar hablando con el Sombrero, seguro queriendo ir a la misma casa que Harry Potter. Pero acabó en Gryffindor.
Tras un discurso más tarde de Dumbledore, el banquete empezó.
Tres miradas en especial del profesorado se dirigían a Marco. El profesor Quirrell parecía sorprendido y estar considerando algo, seguramente si iba a ser o no ser una amenaza para sus planes. Dumbledore, que también estaba sorprendido pero satisfecho con que no fuera un Slytherin. Aunque estaba algo decepcionado por que no fuera un Gryffindor. Snape era el menos sorprendido. Ya había pillado la indirecta de no parecerse físicamente a ninguno de sus padres biológicos, lo cual indicaba que no era como se lo esperaban. Y parecía contemplativo, lo más posible por darle o no el beneficio de la duda.
Por ahora, todo iba bien.
Los Hufflepuff compartían habitación, por lo cual se despertó en un cuarto lleno de niños.
No eran tantos, pero el caso era que los había.
Pero tenían cortinas y Marco había puesto unos encantamientos para que sólo él los pudiera abrir si él mismo era el que las había cerrado. También había puesto un hechizo para que no salieran sonidos desde dentro cuando estas estuvieran cerradas, pero se escucharía el ruido exterior.
Su baúl escolar tenía algo más seguridad de la que tenía cuando lo compró, pero no algo excesivo que hiciera que surgieran preguntas.
El baúl privado temporal tenía mucha más seguridad y siempre lo llevaba con él como una simple pulsera en la muñeca izquierda. Tenía un hechizo para ser ignorada, como si no estuviera ahí para empezar. Algo simple para no ser detectado ni con hechizos avanzados, pero hecho con la Varita de Saúco, que al parecer vino con él, que hacía que nadie pudiera deshacer el hechizo excepto él. Además, podía sacar y meter cosas sin necesidad de devolver el baúl a su forma original a excepción de que fuera algo vivo o él mismo. En tal caso, tenía que transformarlo de nuevo en el baúl a tamaño original y proceder.
Cuando entraron a desayunar al Gran Comedor, Ernie Macmillan, Justin Finch-Fletchley, Zachariad Smith, Susan Bones y Hannah Abbott estaban a su lado con uno de los prefectos para no perderse. Estaban en el mismo año que él.
El desayuno fue ameno y les repartieron su horario. Pomona Sprout parecía ser muy amable y se animaba a hablar con todos. Marco hablaba aquí y allá pareciendo querer hablar pero un poco incómodo. Si quería hacer bien su papel de niño inocente pero abusado que quiere salir de su agujero, tenía que actuar bien.
Apartadamente y con discreción, Marco habló un poco con su Jefa de Casa para pedirle que si pueden hacerle un chequeo porque nunca le habían hecho uno que él recordara y había oído hablar de tantas enfermedades que le daba cosa no comprobarlo ahora que podía. La profesora Sprout le dirigió una mirada complicada, como intuyendo lo que le pasaba pero deteniéndose a hacer algo al respecto hasta tener pruebas físicas, las que daría el chequeo médico, por eso mismo Marco no dejó que sus Llamas curaran algo más que su vista. Así que le dijo que sí podía y que hablaría con con Madame Promfrey y que seguramente mañana sería el chequeo.
Con eso concluido, Marco terminó de desayunar y comenzaba con Encantamientos a primera hora.
La clase de Encantamientos fue totalmente teórica, como les dijeron que sería la primera clase de casi todas las asignaturas. Primero tenían que asentar algunas bases. Flitwick era muy bueno. Habló sobre la importancia del movimiento de varita y la pronunciación, haciendo un resumen de todo lo que verían en el curso y que les sería muy útil en los años venideros. Incluso incluyó meciones de cosas más avanzadas para que supieran lo que les esperaba en otros cursos y para que fueran viendo esos pequeños detalles como la entonación, la acentuación y el acento que uno le da a una lengua diferente. Explicó que era importante que supiéramos cosas como que la distinción entre la v y la b que hace el inglés no existe en el latín original.
La clase estuvo muy bien. Flitwick definitivamente se había ganado su puesto como profesor por derecho propio.
El resto de clases del día, Transformaciones y Herbología, también fueron teóricas. Aunque en Herbología comprobaron con sus propias manos la textura de los principales tipos de tierra usados para las plantas. A la mayoría de los sangre limpia no les gustó ensuciarse las manos. Incluso Weasley, que vive en una casa rodeada de campos y más campos. A Marco no le importó. Que intentaran ellos limpiar el váter de un barco con cientos de personas porque los otros no habían querido y, de alguna forma, se libraron de hacerlo (y Marco lo sabía muy bien, porque vaya las veces que tuvo que hacerlo porque se quejaban del olor a pesar de que nadie estaba dispuesto a hacerlo durante un par de semanas). Además, también les mencionó de paso una de las clases extracurriculares, Magia Terrestre.
Por cierto, Marco tenía pensado en apuntarse a algunas de esas clases que empezarían la semana siguiente. Cualquier clase aparentemente demasiado complicada para un no de primer año estaba descartada. Levantaría demasiadas sospechas. La Música y todo lo que tuvieran que ver con ella también, porque sospecharían de alguien con una voz con tonos parecidos a aquellos de los fénix. Los Estudios de Demonios Necrófilos era perfecta. Necesitaba algo para profundizar y hacer 3D el personaje que quería hacer, el de una inocente rata de biblioteca que se esfuerza tanto que acabó en Hufflepuff. Alguien demasiado perfecto era sospechoso, y esa clase le daría volumen a su personaje con un interés por algo como esa tétrica clase. Y con la clase de Arte (mágica) lo contrarrestaría para que algunos no pensaran que se estuviera volviendo oscuro o algo. Teoría Mágica era un sí rotundo. Xilomancia, un tipo de arte adivinatorio que a menudo no se tiene en cuenta, también la cogería. No iba a coger Adivinación en tercer año, pero la Xilomancia solo se mencionó en aquella clase de pasada, así que podría a lo mejor aprender algo nuevo.
Las asignaturas consideradas demasiado difíciles que tenía interés en tomar serían mejor dejarlas para cuarto año, cuando casi todo el mundo estaría demasiado ocupado y pendiente con el Torneo. Y Marco se aseguraría de no participar en ese maldito Torneo. Voldemort podía utilizar la sangre de otra persona que considerase su enemigo en vez de la suya propia.
No dieron muchos deberes, sólo leer por adelantado unas pocas páginas para la próxima clase, así que Marco pudo ir a la Sala de los Menesteres a practicar su magia para hacer el baúl personal que tenía pensado y practicar magia en general sin varita y sin palabras. Tenía calculado que para las vacaciones de Navidad podría hacer los hechizos necesarios para el baúl y que para las siguientes vacaciones, las del segundo trimestre, podría tener el tiempo y los materiales necesarios para hacerlo. Los compraría en Navidad, saliendo por una de las muchas salidas secretas de Hogwarts que alguna vez memorizó de pies a cabeza.
También necesitaría el mapa de los Merodeadores para tener una escusa para quitarle la rata a Weasley. Se haría el niño inocente pero con muchas sospechas por las demasiadas coincidencias de una rata viviendo tantos años con un dedo faltante junto con el nombre en el mapa.
Esa misma noche, a las nueve, fue a por el mapa. No fue difícil y con unas pocas runas podía hacer algo más convincente que un hechizo desilusionador (el cual no era tan efectivo cuando estabas en movimiento) para no alertar a los de cuarto curso. No necesitaba ni un hechizo silenciador, era un pirata y había habido muchas veces en las que había tenido que robar cosas. Podía ser silencioso. Aunque el olor sí lo ocultó con magia, algunas personas tenían un muy buen olfato y una de ellas era Snape, quien sabía notar el más mínimo matiz del olor en sus pociones. Utilizaría el Kenbunshoku Haki, pero quería mejorar en la magia que hacía milenios que no utilizaba con respecto a ese Haki que sí tenía bastante dominado. Así, entró de incógnito a las habitaciones de Griffindor. En lo que sí utilizó Haki fue en buscar el mapa. Estaba en uno de los baúles de los gemelos.
Robó el mapa y les dejó una nota que les retaba a recuperarlo, firmándolo anónimamente. Como una broma. De esa forma, haría como ya supiera de antemano de las identidades de los Merodeadores. La escusa era que quería saber sobre el legado de estos y el mapa era parte de ese legado. Al final les dejaría quedarse con el mapa después de este año, pero lo necesitaba por ahora.
A la mañana siguiente se podía ver en el desayuno a los gemelos Weasley cuchichear, lo cual no alentaba nada bueno a nadie.
Pero a Marco no le importó, ahora tenía que esperar al menos una semana para dejar tiempo suficiente como para poder justificar que tenía razones como para secuestrar a la rata de alguien por sospechas del mapa. Otra semana después para hablar con Susan para que hablara con su tía porque 'tenía preocupación de que su supuesto padrino no había sido juzgado como era debido y no sería justo dejarlo así'.
Luego todo iría solo. Calculaba que, si insistía en un pronto juicio por haber encerrado al que debería ser el Lord de una casa tan importante como los Black, el juicio sería a principios o a mediados de octubre. Así pondría nerviosos a todos cuando el troll de Halloween apareciera. Sería como dar la sensación a las personas de la aceleración de las cosas. Les pondría nerviosos e inquietos por al menos el resto del año. El año siguiente se cagarían.
"Harry. ¿Entendiste tú algo sobre la importancia del movimiento de la varita? Quiero decir, solo tienes que moverla y punto, no?" Uno de los del primer año en Hufflepuff le preguntó.
"Mmmm... Míralo como si fuera tallar madera. Para hacer todas las piezas tendrías que quitarle la parte exterior, la corteza, ¿no? Y el resto del proceso es diferente para distintas figuras, ¿no? No sé mucho de eso, pero creo que se hace así."
"Supongo que sí. Aunque no entiendo que quieres decir con todo eso."
"Pues mira. Estamos aquí para aprender a hacer magia. Y, para empezar, no sabemos controlarla. Necesitamos procesos, por así decirlo, para aprender a controlarla. La varita ayuda mucho. Es el objeto necesario para realizar todos los hechizos, igual que es cortar la parte exterior para hacer figuras de madera, ¿no? El resto del proceso para hacer cada figura es diferente porque son diferentes figuras, igual que necesitas distintos movimientos y palabras, que sería el resto del proceso, para realizar distintos hechizos porque son hechizos distintos.
Hay un dicho que dijo un Muggle muy famoso llamado Einstein que dice que la locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes. Puede que a muchas personas no les importe lo que dijo un Muggle, pero en este caso está en lo cierto. No puedes hacer el hechizo levitador una y otra vez, o al menos el movimiento necesario para ello, y esperar que se ilumine la varita como lo haría con lumos."
"Ahhhh. Claro, tiene sentido. Aunque la metáfora fue un poco rara."
"Bueno, sirvió, ¿no? Y también sirve para explicar por qué un mago más experimentado puede saltarse pronunciar el hechizo o hacer un movimiento de varita como más relajado. Al tener experiencia, ya ha estado aprendiendo a controlar la magia. Igual que si has tallado figuras de madera durante años, te resulta más fácil hacerlas sin prestar tanta atención."
"Pues sí. Por cierto, ayer no nos presentamos. Yo soy Susan Bones." Le extendió la mano.
"Harry Potter." La cogió.
"Hola." Marco miró al estudiante que se estaba acercando a los del primer año. "Yo soy Cedric Diggory. Soy de cuarto año. Yo y mis compañeros de cuarto hemos pensado en que si necesitáis ayuda, no dudéis en pedírnosla. Los Prefectos y los Delegados suelen estar más ocupados por sus exámenes, por lo que queríamos ofreceros nuestra ayuda. Aunque están más ocupados en el último trimestre, la verdad." Continuó con una sonrisa en la cara.
"Ah. Gracias." Respondió Susan. El resto asintieron agradeciéndole.
Cedric se fue, dejando a la mayoría de las chicas embobadas. Y algún chico de algún curso mayor, pudo distinguir Marco. Tampoco podía culparles. En su momento, Marco también tuvo un crush en Cedric a pesar de que en ese entonces no sabía que era un crush. Seguramente fue porque era uno de los pocos que no se burlaban de él en cuarto curso.
Cómo echaba de menos a Ace. Pero esto era por él, Oyaji y el resto de sus hermanos caídos en Marineford.
Ahora, qué hacer para encerrar a una sucia rata para que no se escape...