
Así es cómo se consigue un juicio
Resulta que para hacer una jaula anti-animagos te venía bien saber cómo hacer un baúl.
Así que a Marco le venía de paso.
La rata, esa rata traicionera que le recordaba demasiado a Teach, fue fácil de atrapar. Pensarías que un hombre adulto con experiencia no se dejaría atrapar tan fácilmente, pero pasó. A lo mejor era por ser una rata por tantos años, una rata fea, obesa y sucia. Era posible que su cerebro se hubiera atrofiado. Más de lo que ya estaba, al menos.
Fue tan fácil como coger el mapa, esperar a que los alumnos estuvieran dormidos y dejar que la rata siguiera su camino nocturno de casi todas las noches. La rata, a la que al parecer no le daban suficiente comida, siempre se iba hacia las cocinas para comer algo en mitad de la noche.
Marco, que se sabía hasta el más mínimo rincón del castillo con o sin el mapa, sabía entrar y salir de la Sala Común de Hufflepuff sin usar la entrada principal. Al lado de la chimenea de la Sala Común, había unas piedras que sobresalían un poco más que las demás. Sólo tenías que tocarlas en un orden determinado y decir 'Lealtad y determinación' (en cualquier idioma, daba igual) tocando la última piedra. Entonces, silenciosamente, la pared te daba paso a un pequeño túnel que, una vez dentro, era bastante grande. Así, podías salir o entrar de allí. Había distintas salidas, pero una daba justo afuera de la Sala Común.
Como las cocinas estaban al lado, Marco no tardó mucho en llegar. Los elfos domésticos sólo iban a las cocinas a determinadas horas para hacer las comidas y por la noche no iba ninguno allí. Así que Marco se escondió entre un par de muebles, que le dejaban un oscuro hueco fuera de la vista, y esperó pacientemente a la rata. Allá a las una, cuando cualquier otro niño de once años debería estar acostado y roncando en la cama, la rata entró en la habitación. Marco no tenía ni que mirar para saber que estaba allí ni utilizar Haki. Hacía demasiado ruido incluso para ser una rata. Y se notaba que, con los años de no hacer nada como una rata doméstica, sus reflejos se habían oxidado. Con una encantamiento aturdidor, la rata cayó y Marco la metió en la jaula.
La jaula podía encoger con su contenido, así que no había problemas para esconderla.
Y ya sólo tuvo que volver a su cama, encerrar la rata en su baúl escolar (porque del temporalmente personal nadie podía saber y sería menos sospechoso si descubrieran a la rata en el baúl escolar, entonces podría decir que había tenido sospechas y no tener que explicar por qué tenía otro baúl).
La siguiente semana pasó muy lentamente porque tenía ganas de quitarse de en medio a Peter.
La clase más entretenida era Pociones por más que a alguno le pudiera extrañar. Era, principalmente, porque había más práctica que teoría desde la primera lección y porque le divertía los intentos de Snape de hacer que perdiera la calma..
En su primera clase de Pociones la semana pasada, Snape parecía que no iba a por él tanto como la última vez. Al pasar lista no le había resaltado más que una pequeña parada después de decir su nombre que casi nadie notó. Le hizo preguntas. Oh, sí. Pero al menos no fue al único a quien se las hizo. Marco, que supuestamente era un niño que venía de una casa de abusos, respondió con un poco de timidez e inseguridad las respuestas. Todas bien, por supuesto. Snape no se pudo quejar. Ni siquiera de su poción. Era una fácil, mucho más fácil que la última vez. Porque las instrucciones de la poción estaban en el libro, pero eran mejor las que Snape ponía en la pizarra (claro, con su maestría en la pociones, sus pasos eran mucho mejores que un libro) y la última vez no podía ver bien la pizarra por sus gafas mal graduadas (lo cual era culpa de la panda de animales de los Dursley).
En la primera clase de Pociones de esta semana, Marco se quedó atrás mientras que el resto de sus compañeros se iban de la clase. A principios de la semana anterior, cuando acababan de comenzar el curso, la profesora Sprout le mencionó un poco de sus padres, seguramente porque le daba pena. Mencionó también a algunos otros profesores que les conocieron mejor para por si quería hablar con ellos y Snape fue dicho entre ellos, aunque de una manera un poco más dudosa.
En la segunda semana, Marco decidió hablar con Snape.
"Profesor Snape. Si no le molesta, ¿podría responderme a algunas preguntas?" Educación lo primero con este profesor que quitaba puntos en un visto y no visto, estaba casi seguro de que quitaba puntos por respirar.
"¿Son de la materia?" El hombre, claramente, había visto algo extraño en lo que iba a preguntar. Bien, Marco quería que sospechara.
"Bueno, no. Pero la semana pasada la profesora Sprout mencionó que algunos profesores conocieron a mis padres biológicos y... bueno, parecía que a todos les cayeron muy bien, pero a usted le mencionó de forma algo dudosa, como si no se llevara bien con ellos. Y, sinceramente, una persona no es solo lo bueno que tiene. También sus defectos..." Marco lo decía sin mirarle a los ojos y jugando con sus manos de manera nerviosa. ¿Quién decía que no podía ser bueno actuando? "Quiero decir, lo siento si le molesto, pero quería saber si me podría contar algo sobre ellos. No tiene ni que ser ahora. Y-y-y..." Un suspiro de Snape le interrumpió.
"Vale. Le puedo decir algo. Su padre nunca me cayó bien. Era alguien disruptivo, no se tomaba nada en serio y gastaba bromas de mal gusto. Era cruel. Da igual lo que le digan de él, siempre ha sido un matón." Marco lo sabía. Puede que Snape no le hubiera tratado bien la primera vez, pero escusas tenía de sobra para odiar a James y al resto de Merodeadores, a unos más que a otros.
"Muchas gracias, profesor." Y lo decía en serio. Hacía mucho tiempo que no decía algo tan sincero en voz alta. Le agradecía por haber vivido en el infierno que fue su vida pero aún así ayudarle al final, le agradecía por decir lo malo de las personas porque el resto le decían siempre lo bueno. Puede que ya no considerase a Lily y a James como sus padres como de verdad importa, pero fueron los que aportaron su ADN para que él naciera y quería saber algo de ellos si podía (por más poco que le importase).
"No sea tan deshonesto, Potter." Aunque lo decía con cierta incertidumbre y confusión que no notaría cualquiera. Le sorprendía una agradecimiento honesto.
"No. De verdad, muchas gracias. Lo único que me decían de ellos era que eran unos inútiles y anormales y que murieron borrachos en un accidente de coche antes de que la carta de Hogwarts llegara. Y desde que llegué, todos decían lo buenos y magníficos que eran. Me alegra saber que eran personas, que tienen cosas buenas Y malas, y no personajes perfectos que no tienen profundidad." Abrió de repente los ojos como si se acabara de dar cuenta de que había dicho demasiado. "Eh, bueno, ahora me tengo que ir. Tengo que prepararme para la siguiente clase. Que pase un buen día, profesor."
La escusa era una barata. Snape sabía que, a esas horas, su clase había sido la última del día. Pero le dejó ir, porque estaba muy atónito.
Snape esperaba a una copia de James Potter con los ojos de Lily. Pero con la arrogancia de Potter. Se había esperado a un niño malcriado que esperaba que todo se le diera en bandeja de plata.
Pero encontró a un niño que no tenía gafas ni el peinado de Potter. Era negro el pelo, despeinado encima, pero lo único que tenía de Potter en apariencia era eso y encima la manera en la que estaba despeinado era también distinta. Los ojos eran verdes, pero no de Lily. Los tenía un poco más azulados, como si no pudiera decidir en ser verdes o azules. Snape no sabía qué veía la gente en el niño como para decir que era como una copia de su padre con los ojos de su madre.
Era un poco bajo para tener once años, pero tampoco importaba eso mucho. Lo que importaba era que no fue a Griffindor. No, ese niño era un Hufflepuff según el Sombrero Seleccionador.
Después de la sorpresa, decidió darle el beneficio de la duda.
En su primera clase con Harry Potter, el niño apuntaba todo. Al menos prestaba atención. Y, por más rabia que le diera, respondió a todas sus preguntas bien a pesar de la timidez e inseguridad en sus palabras.
En la segunda semana, todo volvió a cambiar.
El niño se quedó atrás y esperó a que el resto de alumnos se hubieran ido. Le habló con incertidumbre y le preguntó sobre sus padres. Pero era algo raro. Le estaba pidiendo los defectos de sus padres, nada de lo buenos y magníficos que eran. Snape casi ni se lo podía creer.
Y luego, cuando le dio una cara de 'o me dices la verdad o ya nos las veremos tú y yo' y le avisa de que no le mienta, el chiquillo soltó una bomba. Snape no lo pudo procesar bien y le dejó ir.
Cuando pudo entender bien lo que le dijo, algo le decía que algo iba mal. Inútiles, anormales y borrachos. Muerte por accidente de coche. Vale, le había dicho más cosas, pero eso sólo confirmaba que de verdad le había agradecido. Pero eso otro implicaba muchas más cosas. Fue entonces que se dio cuenta de lo flaco que estaba Potter. Eso y su altura eran alarmantes señales de desnutrición y puede que de un nivel de hambruna bastante alto. Más de alguna vez vio al niño sobresaltarse un poco por el contacto repentino. Y su inseguridad también iba por el mismo camino.
Tenía que investigar esto. Pero, ¿quién podría saber más? A Dumbledore era mejor no mencionarle nada por ahora, seguro que insistiría en que se quedara donde estaba aunque de verdad estuviera en esas condiciones que Snape sospechaba.
Ahora que lo pensaba, Minerva era la más probable que le empezara a hablar de sus padres, no Pomona. Puede que no estuviera segura de hablarle porque supiera algo. De todas formas, Minerva fue quien acompañó a Dumbledore para poner a Potter en donde quiera que este viviese.
Y Snape rezaba a cualquier entidad que pudiera haber por ahí que Potter no hubiera vivido hasta ahora con quien él pensaba. Esa horrible mujer y esa mole de marido que tenía la última vez que Snape supo de ella.
Antes no se había dado cuenta de los muchos libros que contenía la Sala de los Menesteres. Vale, sí, sabía que eran muchos. Solo hacía falta echar un vistazo a los montones que formaban montañas y montañas. Pero antes no le había prestado tanta atención como ahora que era su único entretenimiento leer.
Muchos libros ya se los había leído en algún momento de sus miles de años y entre botellas de alcohol. No se esperaba encontrar algunos que serían considerados antiquísimos por él mismo que tenía aún más años.
Había algunos libros prohibidos escritos por elfos domésticos allá en la Edad Media. Contaban pequeñas historias de su vida desde su punto de vista. Eran fascinantes.
Por otro lado, también había algunos libros no mágicos igual de antiguos. Incluso cualquier tipo de objetos no mágicos más antiguos que incluso Hogwarts. Monedas de la Antigua Grecia, ruedas de carros de combate de los romanos (lo sabía porque algunas tenían el signo de algún emperador muy famoso)... Debían de tener hechizos contra el deterioro. También podría ser que la misma Sala de los Menesteres evite el deterioro por el paso del tiempo de los objetos traídos desde el exterior. Mmmm... una teoría interesante la cual investigar más adelante.
Había hasta discos antiguos de música, mágicos y no mágicos. Y estatuas, algunas ya muy deformes y otras que daban repelús. Había una muy fea y absurda con la forma de lo que parecía ser alguna especie de perro deforme... Esa se la llevaría, a Stefan (el perro de Oyaji) le iba a encantar.
"Entonces, señor Potter, Susan me dijo que quería hablar conmigo." Ah, sí. Se había distraído mientras esperaba en el despacho de Amelia Bones.
El caso era que Susan hizo lo que prometió. Inmediatamente. Si tita, que al parecer estaba muchísimo menos ocupada estos días por casualidad, estuvo de acuerdo en encontrarse con él cuando pudiera. Marco habló con su Jefa de Casa, contándole una trágica historia de insinuando abuso, bondad por alguien que no tuvo siquiera un juicio y timidez de un chico inseguro de sí mismo. Le dio permiso para encontrarse con Amelia Bones siendo acompañado por ella porque él era un menor de edad. Por supuesto, ella se quedaría esperando afuera del despacho por intimidad.
Así, Marco se encontró esperando unos minutos sentado en la sillas enfrente del escritorio de la tía de Susan. Para distraerse, empezó a ojear desde su sitio los libros de la estantería de la sala. Una cosa llevó a la otra y pasó de libros de derecho y leyes a libros prohibidos y antiguos como los de la Sala de los Menesteres.
Marco no se dio cuenta de cuándo entró. Mierda, parecía que tenía que tener más cuidado. Se estaba relajando por el ambiente tranquilo.
"A-ah. Hola, señora Bones. Eh, sí, quería hablarle sobre el asunto ese de Sirius Black. S-se que posiblemente me esté poniendo nervioso por nada pero... h-he mirado y Sirius Black nunca tuvo un juicio. Q-quiero decir. Sí, muchos dicen que era malo y tal... pero si hay alguna manera de salir de ESA casa me gustaría saberlo..."
"Perdone un segundo, señor Potter. ¿A qué se refiere con esa casa?" Estaba frunciendo el ceño. No taba que algo estaba mal ahí.
"B-bueno, quiero decir... sé que debería estar agradecido por tener techo, algo de comida y ropa que antes era de mi primo... pero quiero salir de esa casa... a ellos no les gusta mucho la magia y hasta hace poco dormía en un armario... y-y... y me da miedo morir algún día de estos en ese armario tan oscuro..." Sus ojos estaban en pánico y sus manos temblaban.
En realidad no había dicho mentiras. Era verdad que hacían todo eso y que muchas veces había creído que iba a morir con ellos (ya sea de hambruna, falta de medicina, golpes o mala higiene), lo que pasaba era que siempre se lo había callado. Y sí, tenía miedo de que el momento ese de 'morir' llegara porque sabía que no lo haría, no moriría y eso solo le recordaría de su incapacidad de morir. Una cosa llevaría a la otra y entraría en otra fase de depresión. Marco se conocía bien a sí mismo.
"Vale, no hace falta que me diga más." El niño parecía que le iba a dar un ataque de pánico y de todas formas había dicho suficiente como para conseguir permiso para una investigación en donde quiera que viviera Potter. "Ya hablaremos de eso más adelante." Porque no dejaría que un niño fuera así de abusado como para que hablara hasta de morir. Si eso era cierto, esas personas deberían ir a la cárcel y no salir nunca de allí. "El asunto por el que usted vino es la falta de juicio de Sirius Black, ¿no? Mmmm... No puedo recordar ningún juicio, me podría equivocar. Miraré el historial. Le avisaré del resultado. Pero le puedo asegurar que si de verdad no tuvo ningún juicio, actuaré de inmediato. Es que posible que usted no lo sepa, pero es algo muy grave mandar a la cárcel al heredero de una Ancestral y Noble Casa como la de los Black. Lo más seguro es que lo pongan como una prioridad, dentro de una o dos semanas como muy tarde. Puede estar tranquilo, señor Potter."
Marco le sonrió, a Bones le pareció como si al niño le hubieran regalado el mundo. De verdad que tenía que hacer una inspección a fondo, pero eso podía hacerse luego. Mejor que Black no fuera culpable, tenía que encargarse de un ahijado lo antes posible... y también debería ir mirando a algunos buenos sanadores mentales por si las cosas salían bien. Porque aunque salieran bien, Black no estaría tan cuerdo como cuando entró en Azkaban.
"Muchas gracias, señora Bones." Ya estaba todo en marcha, solo tenía que explicar una cosita "Ah, sí. Por cierto, esta es una jaula que encontré por una de las salas desiertas de Hogwarts." La escuela era lo bastante grande e inocupada en cuanto al espacio total que colaría que la hubiera encontrado por casualidad. Incluso Dumbledore no había estado en todas sus habitaciones. "Ponía que era en contra de animagos y... b-bueno, mejor empiezo por el principio." Destapó la jaula que antes tenía una manta blanca encima. La había traído con él. "P-por la noche... reconozco que me he colado en las cocinas a por algo de comida..." Y en serio, Amelia iba a acabar con esas personas que habían estado matando de hambre a un niño. "Y-y vi a un par de chicos, parecían que estaban gastando bromas... n-no voy a decir nombres porque no quiero meterles en problemas-"
"Traquilo. Me puedo imaginar quiénes son. Susan solo ha estado en Hogwarts unas semanas y ya ha escuchado hablar de esos dos. No se preocupe."
"B-bueno... ellos tenían un mapa..." Sacó el mapa del bolsillo. "Y parecía un mapa de todo el castillo en el que aparecían todos los nombres de los que están en él y sus posiciones. Vi desde donde me escondía el nombre de Peter Petegrew y yo ya había oído sobre él y Sirius Black... lo cogí a escondidas sin que se dieran cuenta porque estaban muy ocupados por la broma y..." Era verdad, los gemelos ya habían estado gastando bromas y Marco sabía perfectamente, con lo que recordaba de la otra línea temporal, que los mismos gemelos le dijeron que a esa edad siempre iban a gastar bromas por la noche pero como era muy tarde, a veces se olvidaban de pequeños detalles y se les podían perder objetos que habían dejado atrás. Eso le venía perfecto a Marco "Vi cómo, si le decías la contraseña correcta, el mapa se activaba. Habla de unos Merodeadores..."
A Amelia le parecía que el niño estaba demasiado emocionado y alucinado por le mapa. Una cosa era estar sorprendido, pero parecía como si no hubiera sabido sobre la magia y la acabara de descubrir. Otra cosa que investigar.
"Sí, ya sé quiénes son. Uffff. No me extraña que se salieran con la suya tantas veces esos cuatro con un artefacto así."
"Y-y la rata de la jaula coincidía con el mapa. S-sé que estuvo mal, pero tenía urgencia. El niño que es dueño de la rata nunca la usa y pensé que sería algo rápido y no se daría cuenta... La rata es la mascota de un niño de mi curso pero de otra Casa... En el mapa ponía que era Peter Petegrew y b-busqué cosas sobre humanos convertidos en animales y e-en un libro ponían de pasada algo sobre Animagos y... bueno, aquí estoy. No estoy seguro de qué hacer."
"Señor Potter. Déjeme decirle que, bajo otras circunstancias, no le creería. Pero esos Merodeadores, en su tiempo en Hogwarts, eran demasiado certeros como para tener una herramienta tan útil pero errónea. Quiero hacer una prueba con la rata, pero usted tiene que alejarse un poco por si acaso. Si está equivocado, debe devolverle la rata a su compañero de inmediato. Pero si está en lo cierto... tendré que quedármela junto a la jaula bajo jurisdicción. Sería de mucha ayuda para el juicio."
La prueba fue rápida. La rata estaba desmayada y, con solo un hechizo una vez fuera de la jaula, apareció un hombre sucio y con una gran falta de higiene.
"No puede ser... Peter Petegrew..." La sorpresa le duró poco, pues en seguido volvía a revertir el hechizo y meterlo otra vez en la jaula. "Señor Potter. Váyase a la escuela y descanse. Dentro de poco las cosas se volverán un poco intranquilas. Le escribiré en cuanto esté todo preparado."
"Muchísimas gracias, señora Bones."
Marco estaba satisfecho. Ahora solo era sentarse y mirar.
La brisa era estupenda. La humedad le rozaba la piel. Y el vaivén de las olas mecía el barco de una manera familiar y tranquilizadora.
La Sala de los Menesteres era su habitación favorita de toda Hogwarts.
El barco era uno mediano. No era una copia del Moby Dick.
No podría soportar ver el Moby Dick desierto, sin su familia, sin sus hermanos, sin Oyaji. Sería como si él fuera el único que quedaba y, de alguna forma, eso era exactamente lo que pasaba. Empezaría a hiperventilar y ahora ya no había nadie que le despertara de ese shock.
Tenía un libro sobre medicina ancestral mágica. Muy interesante. Y le esperaban otro de latín (el cual tenía un poco oxidado), otro de derechos y leyes actuales (para asegurarse de sabérselo todo para el juicio. La leyes cambiaban con el tiempo, el lugar y las razas con la que tratabas. Eran muy confusas cuando habías leído varias sobre varias épocas) y otro de cuentos sobre piratas.
Ese último lo vio en un rincón. Le pareció gracioso, lo suficiente como para cogerlo y ponerlo en su lista de lectura. Esperaba divertirse viendo cómo veían a los piratas en esa era ahora que él era uno de otra era.
~Ring~ ~Ring~
Vaya. Tendría que cortar su hora de lectura por ahora.
Sus compañeros de habitación se despertaban bastante tarde y Marco siempre había sido muy madrugador. Así que, de vez en cuando, podía pasar algunas noches en la Sala de los Menesteres y decir, simplemente, que se había despertado antes y se había adelantado al desayuno a la mañana siguiente. De esa manera, podía hacer su ronda de ejercicios matutinos y tener algo de tiempo para leer (lo cual no debería estar haciendo en vez de dormir, pero bueno. Tenía que ponerse al día con su cuerpo y había unos libros muy buenos por ahí).
Marco esperaba que hoy le llegara la carta de Amelia Bones. Ya había pasado una semana y todavía no había escuchado nada de ella ni del asunto entre manos.
Entró en el Gran Comedor, donde muy pocas personas ya estaban desayunando. Los búhos deberían llegar en quince o veinte minutos.
Algo de beicon, un par de huevos, un par de frutas, pan y café. No un café de estos con leche. No. Era café puro y duro. Del más negro e intenso que hubiera en Hogwarts. Sí, hizo bien en avisar a los elfos domésticos. En todas las comidas, un café (mínimo).
Sería malo para la salud de un niño normal de once años, pero Marco tenía sus habilidades de regeneración, daba igual. Y al principio iba a mantener oculto eso del café para no levantar sospechas, pero de todas forma venía de un mal ambiente y todo eso. Podría echar las culpas a eso y no tener que explicar por qué tenía una mala alimentación (y no, da igual lo que dijeras, su obsesión con el café no le había tentado como para caer de lleno).
Un búho entró por una de las ventanas y dejó caer un carta al lado suya. Tenía el sello del Ministerio de Magia. Nadie parecía haberse dado cuenta, estaban demasiado ocupados comiéndose el desayuno y pegando gritos ahora que el Comedor estaba más lleno.
'Estimado señor Potter,
Le escribo para informarle sobre el asunto de la semana pasada. Lamento no haberle informado antes, pero hubo un gran escándalo en el Ministerio cuando se descubrió que un heredero de una casa como los Black no había sido sometido a juicio. Hemos estado ocupados preparándolo todo de antemano y por fin he encontrado tiempo para responderle.
El juicio será dentro de cuatro días a las once de la mañana. Como su ahijado, está usted invitado a presenciarlo. Se le recogerá media hora antes del juicio por un oficial de confianza del Ministerio si manda confirmación de asistencia y permiso de su Jefe o Jefa de Casa. Tiene permitido llevar a un adulto para acompañarle ya que es usted un menor en la escuela. Como habrá visto, el juicio es en fin de semana, por lo que no interferirá con sus clases.
Un saludo,
Amelia Bones, Jefa del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica.'
Y ahí estaba. Podría pedir permiso a la profesora Sprout después de su clase ese día.
El día fue pasando muy lento. Historia fue como escuchar un documental de esos que casi nadie veía pero peor. Menos mal por el libro de descubrimientos de tumbas mágicas que había pillado de la Sala de los Menesteres. Y Transformaciones fue algo muy sencillo.
Herbología en sí fue aún más lento. Solo tenía que esperar a que acabara la clase y...
"Vale, la clase se ha acabado por hoy, hasta luego. No os olvidéis de los deberes y recordad que deben leerse por encima el siguiente capítulo." Todos los demás ya habían salido y Marco le empezó a contar todo.
"Es un poco repentino, pero no veo por qué no pueda. Siempre hace sus deberes, así que creo que esa parte no le dará problemas para hacer sus deberes asignados. Espere un segundo que firme el permiso."
"Profesora, ¿podría venir conmigo usted también? Como dice que puedo llevar a un adulto..."
"Ah, lo siento, me temo que no puedo. Tengo un asunto urgente este fin de semana, al esposo de mi prima están a punto de darle el alta en San Mungo por una muy horrenda maldición que le alcanzó la semana pasada, pero mi prima necesitará ayuda por los primeros días para cuidar de su esposo todavía. Me alegro mucho por usted, señor Potter. Y debería ir yendo ya a su siguiente clase, va a llegar tarde."
"¡Es verdad! Gracias, profesora Sprout." esperaba que el pobre hombre estuviera bien, pero ¿ahora a quién se lo pediría."
"De nada. Ah, por cierto, puedo hablar con alguno de los profesores para que un adulto le acompañe."
"Claro. Hasta luego, profesora." Bueno, otra cosa menos. Ahora tenía que escribir una pequeña carta de confirmación y enviarlo todo. Perfecto.
Qué pena que Marco en ese momento no sabía a quién le tocaría como supervisión adulta.
"... ¿Cómo es que le tocó a usted?"
"... Ni yo lo sé, Potter. Ni yo lo sé."