All Back Again (even more than necessary)

Harry Potter - J. K. Rowling One Piece
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All Back Again (even more than necessary)
Summary
Si empezamos desde el principio, comenzaríamos con: hace mucho mucho tiempo, más tiempo de lo que querría Harry, nació un niño. Pero no podía morir. Después de mucho tiempo, alguien le dijo: "Yo soy Edward Newgate. Encantado de ser tu amigo. Pero dime, ¿quieres ser mi hijo?""Sí." Aceptó al final "Hola. Marco. Harry James Potter. O quien seas. Supongo que sabes quién soy y lo que soy. No te voy a mentir, soy la Muerte. Mi oferta es volver. ¿Aceptas?""Acepto." Por darle otra oportunidad a su Oyaji, a Ace y a todos sus hermanos que murieron en Marineford.Todo se volvió borroso.Lo primero que vio fue a Hedwig. Literalmente.
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Literalmente Hedwig

Lo primero que vio fue a Hedwig. Literalmente.

A lo mejor no tiene mucho sentido, pero así era en general su vida.

Si empezamos desde el principio, comenzaríamos con: hace mucho mucho tiempo, más tiempo de lo que querría Harry, nació un niño. El niño se llamaba Harry James Potter, aunque este no lo supo hasta que entró a la escuela y pasaron lista. Nació en una familia de magos, padre mago de sangre limpia y madre bruja nacida de Muggles. Un mestizo, en resumen.

El niño nació no muchos meses después de una reunión en un pub entre una señora bastante loca que juraba tener el don de ver el futuro y un hombre viejo con ropa muy cuestionable y un pasado aún más cuestionable por su secreta relación amorosa con el anterior señor oscuro que aterrorizó años antes a toda la civilización mágica de todo el mundo.

En esa reunión se dio una profecía. El viejo contrató a la señora como profesora en la escuela de la que él era director por dar tal profecía que anunciaba la llegada del derrocador del último señor oscuro, o así la interpretó él. Las profecías pueden ser lo que sea mientras que se cumplan, algunas salen a la luz cuando ya sucedió lo que cuentan y muchas otras hablan de lo que sucederá dentro de mucho tiempo. Y esa profecía en específico no especificaba al señor oscuro que tendría un igual, el séptimo mes de qué calendario, en qué año nacería el igual de tal señor oscuro ni que tuviera que derrocarlo. Pero las cosas salieron como salieron y, de una forma u otra, buenas intenciones o no, el viejo la interpretó así.

Sin embargo, solo eso no puso en marcha la profecía. Otro hombre, mucho más joven que el viejo, escuchó parte de la profecía antes de ser interrumpido, sin poder escucharla al completo. El hombre, amargado por sus terribles años pasados, le habló de la profecía al que en ese momento llamó su Lord, el señor oscuro actual.

Así, se tomaron medidas. Dos familias, con dos embarazadas y dos partos venideros, se escondieron con tal de salvar a sus bebés. Pero el mundo mágico nunca fue uno con sentido común y sus habitantes tampoco. Siguieron luchando contra el señor oscuro en la guerra. Iban a tener niños, pero aún así continuaban en vez de huir a otro lugar. Te hacía preguntarte en qué estaban pensando. Ni siquiera habían estado a tal punto en el que aunque lo dejaran para esconderse, les perseguirán, podrían haber huido al menos hasta que el niño estuviera respirando y en algún lugar seguro, pero no lo hicieron. Y eso a lo mejor siempre le molestó un poco a Harry. Aunque no se podía quejar, sin eso, no hubiera podido conocer a su familia, daba igual todos los tormentos por los que había tenido que pasar.

Como era de esperar, los encontraron. Al otro bebé, un pobre niño llamado Neville, le arrebataron a sus padres al volverles locos del dolor. A Harry, le arrebataron a sus padres al ser asesinados por el señor oscuro. Pero, con una última magia (de sangre a pesar de que dijeran que cualquier magia que incluyera sangre era oscura, lo cual era mentira, igual de falso que la magia oscura era mala y la magia lumínica era buena. Prejuicios, era lo que era. Prejuicios llenaban al mundo mágico), la madre salvó a su niño de un año, derrocando al señor oscuro que, aún así, no murió.

Una parte del alma del señor oscuro quedó anclada a la cicatriz del bebé y así su historia empezó.

Harry fue dado a sus tíos Muggle, la familia de la hermana no mágica de su madre. Por envidia y miedo a lo desconocido, fue tratado mal. Pero así eran las personas, ¿no? Siempre teniendo miedo de lo desconocido y envidiando lo que no podían tener. Daba igual en qué era, lugar o tiempo te encontraras. Harry lo había aprendido con el tiempo y el había tenido muchísimo tiempo, más del que pensáis.

A los once le llegó una carta, de parte de un mundo en el que nació pero en el cual no vivió por diez años.

Era un mago. Tenía magia.

Sus aventuras comenzaron en su primer año. Allí, con su querida búho Hedwig y sus dos amigos, Ron y Hermione, consiguieron salvar la piedra filosofal de los restos que quedaron del señor oscuro. Una especie de espectro que no podía lograr condensar lo suficiente como para tener una verdadera forma física, pero aún así siendo capaz de poseer a un profesor de la escuela a la que Harry iba, escuela que era rumoreada con ser uno d los lugares más seguros del mundo.

En el segundo año apareció un elfo doméstico, con buenas intenciones pero con métodos algo cuestionables. Sin embargo, al final consiguieron salvar a la escuela de ser cerrada. Harry se enfrentó a un basilisco y a un diario con un trozo del alma del señor oscuro, con solo la ayuda de una ave fénix y un sombrero que le dio una espada. Casi como un héroe de los cuentos para niños, solamente que Harry no era ningún héroe y esa no fue siquiera una pelea en sí. Fue suerte, mucha suerte, la cual parecía que siempre estaba en su vida.

En su tercer año, su padrino apareció, la persona que no pudo cuidarle porque fue mandado a la prisión de Azkaban sin juicio y sin pruebas. Era inocente y sólo se escapó de prisión con el fin de acabar con la verdadera rata traicionera. Pero la rata se escapó y el padrino tuvo que esconderse sin poder cuidar como es debido de su ahijado. Harry, en ese momento, no había querido realmente a Sirius. Solamente amaba la idea de estar lejos de esa casa en la que tenía que vivir en verano y los propietarios de esta. Cualquier lugar era mejor que ese, se dijo a sí mismo por años. Y, la verdad, no iba tan desencaminado. Pero había lugares peores, mucho peores.

Su cuarto año se abrió con un torneo, el Torneo de los Tres Magos. Tres escuelas, tres concursantes y un ganador. Era para mayores de diecisiete años, pero de algún modo Harry fue obligado a participar. ¿Por qué lo había dudado siquiera al principio? Toda su vida indicaba que de una forma u otra participaría. La primera prueba, robarle un huevo a un dragón hembra, un huevo falso con una pista para la siguiente prueba. En mitad del torneo, se celebró un baile. No fue muy feliz que digamos y no se divirtieron mucho. La segunda fase fue en un lago, con sirenas, calamares gigantes y un rehén por concursante. La tercera prueba era un laberinto con animales mágicos, paredes que se mueven y plantas extrañas. Todo mortífero. Al final se encontraba el trofeo, el premio, que acabó siendo un transporte a una tumba. El otro concursante de la escuela de Harry murió y él tuvo que ver al señor oscuro recuperar su forma física. Consiguió volver con el cadáver del otro y no le creyeron cuando anunció la vuelta del señor oscuro.

En su quinto año, visiones insoportables le atormentaron. Él y el señor oscuro tenían una conexión única. Sin embargo, fue engañado por una de las visiones y su padrino murió. El mundo se enteró por fin de que el señor oscuro había vuelto de verdad. Aunque eso no le importó tanto, nunca había conocido muy a fondo a Sirius, pero él le quería con sinceridad y sin dobles intenciones. Al principio le quería por ser el hijo de su amigo, pero con solamente unas pocas Harry pudo ver la diferencia de que ahora veía a Harry y solamente a Harry, no una obligación sentimental. Harry seguía sin poder quererle porque en realidad casi ni se conocían, pero había sido la esperanza que había tenido de salir de ese podrido lugar, y ya no estaba.

En su sexto año, el viejo director murió intentando recuperar un objeto con el alma del señor oscuro, un Horcrux. Era falso, pero Harry y sus amigos se dispusieron a cazar al resto de Horcrux. Porque por supuesto que era Harry. ¿Dónde estaban los adultos? ¿Dónde estaban los que deberían estar ahí luchando en vez de unos niñatos que tenían lo que parecía el peso del mundo en sus hombros?

Su séptimo año fue la caza de los Horcrux. Y la guerra final, la última batalla, se libró en la escuela. Como si la guerra fuera entre adultos y alumnos de una escuela, como si todos los demás adultos no tuvieran nada que ver, como si las generaciones anteriores no fueron los que generaron todo esto para empezar, con sus prejuicios y crueldad. Con los alumnos, profesores, y pocos adultos más. Los que deberían haber luchado, adultos en vez de niños, estaban demasiado ocupados escondiéndose en sus casas del miedo. Harry fue a morir voluntariamente para librarse del último trozo del alma del señor oscuro que estaba en él. Pero no murió. Pudo regresar y sobrevivir para poder acabar por fin con el señor oscuro. Ganaron. Tuvieron muchas pérdidas. Lloraron a los muertos. Miraron al amanecer de un nuevo día. O así lo cuentan los periódicos, como un bonito final de la legendaria historia de un héroe. Nada más lejos de la realidad.

La fama de Harry se hizo aún más grande, tanto, que Harry se vio obligado a pasar la mayor parte de su tiempo encerrado en la casa que alguna vez fue de su padrino. Sus amigos y él se distanciaron. Ellos querían seguir, preparando la fusión del mundo mágico y el no mágico. Harry sólo quería evitar problemas y descansar, sin tener que cumplir las expectativas de los demás. Estaba harto, muy harto de todos y de todo.

Pero años después de la revelación del mundo mágico, las peleas surgieron por el poder entre los mágicos y los no mágicos. Sinceramente, no le sorprendía. Pasó una década y ya sólo quedaba Harry.

Harry les había avisado, que tuvieran cuidado porque los Muggles no estaban preparados para saber sobre la magia, que no resultarían en un final feliz. Les avisó de que los magos, la comunidad mágica, estaban aún menos preparados que los Muggle. Pero eran sus amigos y no se lo impidió.

Pocos años antes de que se acabara el mundo, Harry decidió reunir todo el saber que pudo del mundo, mágico o no mágico. Porque él tenía la tendencia a sobrevivir y los que fueran a sobrevivir necesitarían a alguien con el saber. No quería pelear, estaba ya demasiado cansado como para pelear. Sus amigo, ahora más bien viejos conocidos de su adolescencia, fueron los que se buscaron y ellos nunca escucharon sus avisos, guardándole rencor por no haberles ayudado, como si Harry le siguiera debiendo algo al mundo.

Pero nadie sobrevivió y él se enteró de su desgracia. No podía morir.

El fénix que tanto le ayudó en su segundo año de escuela, Fawkes, murió también para no renacer nunca jamás. Al parecer, los fénix sí podían morir del todo, pero necesitaban las condiciones adecuadas. Para Fawkes, las condiciones fueron la muerte de su último vínculo no hacía tanto tiempo atrás (al menos, no hacía tanto tiempo en términos de fénix), de esos que formaba con personas como el viejo director, después de tantísimos vínculos en sus muchas vidas. Eso, junto con el fin de una era, acabaría con su vida, igual que acabaría con la del resto de los fénix, anclados al ir y venir de las eras, especialmente cuando estaban tan anclados a la magia y la magia estaba a punto de acabar. Pero Fawkes, sabiendo que su hora estaba llegando, en sus últimos momentos hizo un trato con Harry, quien ya se había enterado de su incapacidad de morir.

Sólo le quedaban unos minutos, así que Fawkes le propuso que, ya que iba a morir pronto, le daría su llama a Harry. No una llama cualquiera, sino la llama verdadera de un fénix. Esto normalmente no sería posible de conseguir e incluso de darlo voluntariamente, pero su cercana muerte lo permitía. Le daría a Harry una parte de Fawkes, para que nunca estuviera solo de verdad. Una parte de Fawkes siempre estaría con Harry a pesar de que, una vez dada la llama, la llama ya no sería de Fawkes sino que sería la propia llama de Harry, le pertenecería legítimamente como si hubiera nacido con ella.

Harry aceptó, porque no quería estar aún más solo de lo que ya estaba. Por supuesto, ambos sabían que Harry no sería del todo un fénix ni un humano, pero que a la vez sería ambos. O a lo mejor ninguno. No lo sabían, no había pasado antes.

Las llamas pasaron a Harry y estas se volvieron azules y amarillas. Fawkes se quedó con Harry en sus últimos momentos hasta que su cuerpo se convirtió en cenizas y sus cenizas en nada.

Harry era el último ser vivo en la Tierra, a lo mejor quedaba alguna planta o animal por ahí, pero nada sin inteligencia, no como la de los humanos y criaturas como los fénix. Se sintió más solo que nunca y era el peor sentimiento de todos ellos.

Pasaron años, siglos, milenios... Puede que incluso millones de años, ya ni siquiera se acordaba, y una nueva civilización surgió. Construyeron y construyeron y hubo paz por algún tiempo. Pero como siempre, algunos querían más y borraron de la historia a los perdedores. El ir venir de las eras ni siquiera era capaz de llevarle a la muerte, como había tan desesperadamente deseado pero no esperado.

Mientras, Harry lo veía. Ni siquiera se enteraba de todo lo que veía. Todos esos milenios anteriores y esta nueva civilización formaron un periodo para él en el que no sabía ya cuándo tiempo había pasado ni cómo había pasado. A veces se ahogaba entre libros que encontraba y otras veces simplemente se forzaba a sí mismo a dormir en su forma de fénix por un par de siglos o probablemente más, ya ni siquiera estaba seguro. Fueron confusos para él, porque no le importaban los eventos importantes o las personas destacadas. ¿Para qué si de todas formas él sólo iba a vivir y ya? Se acordaba de su pasado. Demasiado para su gusto. Era algo que jamás podría olvidar. Pero el nombre de Harry James Potter ya sonaba tan ajeno... Ya no era él y tampoco formaba parte de él.

En la nueva era, cuando los vencedores borraron la historia y la pasaron a llamar el Siglo Vacío, la corrupción estaba en todas partes del nuevo gobierno. Pero Harry, o como quiera que se llamara ya, no sabía mucho más que eso. No le importaba lo suficiente como para saber más.

Una cosa que le gustaba de este nuevo resurgimiento de los seres vivos era la abundancia del mar y la relajante humedad en el viento que rozaba sus plumas al volar, nada más.

Pero casi unos ochocientos años después de la eliminación del Siglo Vacío, se encontró con él.

En ese momento, él pertenecía a una tripulación pirata liderada por un tal Rocks D. Xebec. Sinceramente, Harry sigue sin estar seguro de cómo pasó, pero se acostumbró a hacerle compañía cuando sólo eran ellos dos. Él nunca le dijo sobre sus encuentros a la tripulación. Y Harry sólo se mostraba ante él en su forma de fénix.

Harry ni siquiera sabía su nombre. Harry nunca se lo había preguntado ni había ido a descubrirlo por sí mismo. Él ni siquiera sabía si el extraño pájaro hablaba.

Pero, de alguna manera, siguieron encontrándose para hablar. Bueno, él hablaba y Harry escuchaba. Escuchaba de verdad, no solo hacía como que escuchaba. Y a veces el hombre ni siquiera hablaba, solamente estaba ahí para darle compañía. De alguna manera, él parecía entender su pesar y su soledad. Eran unos de los pocos recuerdos claros que Harry había tenido en demasiado tiempo que no tuvieran que ver con absorber libros como si estos contrarrestaran la soledad que le carcomía por dentro.

Descubrió su nombre cuando Rocks D. Xebec fue derrotado y él, junto con otros aunque por separado, emprendieron su propia aventura. Al principio, él y otros dos, unos llamados Charlotte Linlin y Kaido, navegaron en un pequeño barco juntos para alejarse de lo que fue el campo de batalla. Pero estalló una pelea entre ellos y el barco fue destrozado. Con sus Akuma no Mi, Charlotte Linlin y Kaido consiguieron evitar el agua, pero él no. Harry, que veía desde lejos lo que ocurría, decidió intervenir. Cuando los otros dos estaban más o menos lejos y él había conseguido seguir a flote con los restos del pequeño barco, Harry fue a por él volando en picado y le cogió con sus garras con cuidado. Él no estaba herido, pero Harry tampoco quería herirle.

Así, Harry se alejó con él. Y a Charlotte Linlin y a Kaido les pareció ver un punto azul y amarillo que se movía a lo lejos. No le prestaron atención creyendo que no era nada porque en un instante desapareció tan rápido como apareció.

Él, atrapado en sus garras, se empezó a reír con su extraña risa con la que Harry ya estaba muy familiarizado.

Y así de repente, empezó a hablar.

"Gurararara. ¿Te puedes creer que después de tanto tiempo y un rescate no sé ni tu nombre? Gurararara.

Yo soy Edward Newgate. Encantado de ser tu amigo. Pero dime, ¿quieres ser mi hijo?"

Él, ahora Edward Newgate en su mente, siempre habló de separarse de su capitán y empezar una familia, tener hijos, su tripulación. Una familia no de sangre, sino de vínculos emocionales. Algo de lo que Harry había oído hablar poco en esa era e incluso en su pasado. En esos momentos, cuando Edward Newgate le había estado contando sobre su sueño diera igual las veces que ya no hubiera hecho, Harry podía perderse en sueños y esperanzas de que era verdad incluso para él mismo, quien había perdido la esperanza hacía ya mucho tiempo.

Llegaron a una isla llena de bosques y dejó a Edward Newgate entre los árboles, puede que con un poco de fuerza innecesaria por pillarle desprevenido con su ridícula pregunta. El hombre no era ridículo en ese sentido, era alguien impresionante, la verdad, pero era el hecho de que la pregunta iba dirigida a Harry lo que le resultaba ridículo. Se alejó rápidamente.

Edward Newgate era un pesado y la persona más cabezota que Harry había conocido en toda su vida. Y cuando decía toda se refería a toda. A pesar de que Harry había huido- sí, admitía que había huido- mil veces ya, Edward Newgate le seguía encontrando una y otra vez haciendo la misma pregunta. Habían pasado días y semanas, unos pocos meses incluso, pero ahí seguía.

Al final, Harry se cansó y se escondió entre los árboles en su forma humana para hablarle, fuera de la vista del pesado.

"¿Por qué sigues insistiendo? Eres estúpido. ¿No ves que no quiero? ¿Que no quiero tener nada que ver contigo?" Su voz sonaba rasposa y áspera, no había hablado en mucho mucho tiempo. Ni siquiera se acordaba de la última vez que utilizó su voz.

"Gurararara. Sigo insistiendo porque quiero y porque tú también quieres." A pesar de reírse, hablaba con seriedad y certeza. "Si no quisieras tener nada que ver conmigo, no te hubieras quedado a mi lado todos estos años. Ni me hubieras escuchado, ni nos hubiéramos hecho compañía y ni nos hubiéramos seguido encontrando. Y si no quisieras de verdad, entonces te hubieras ido de esta isla. Pero ni siquiera lo has intentado, sigues aquí cuando podrías volar al otro lado del mundo y yo sería incapaz de seguirte el paso. Gurararara." Harry se acababa de dar cuenta. Era verdad. ¿Por qué no se había ido de la isla y ya? ¿En vez de sólo esconderse en ella?

"Así que, ¿quieres ser mi hijo?"

Hubo un gran silencio durante lo que parecieron horas. El sol se fue poniendo y ninguno de ellos habló ni se movió. A media noche, Harry se dio cuenta de que Edward Newgate ni siquiera intentó ver su forma humana. No fisgoneó a pesar de que con sólo moverse unos centímetros podría ver a Harry y ambos lo sabían. Era una muestra de confianza, respeto y algo más. Algo más de lo que Harry no se había dado cuenta antes y algo más que podría ser la razón de que el pesado le hubiera pedido ser su hijo para empezar.

"Sí." Fue lo único que dijo como respuesta. No podía seguir con eso, no quería. Se rendía y nunca había sabido lo bueno que era rendirse a veces.

"Llámame Oyaji. Gurararara." Y Ed- no, Oyaji se rio.

"No tengo nombre. O, al menos, el que era mi nombre ya no es mío." Le avisó.

"Marco. ¿Qué te parece? Diría que es por Marco Polo, que vivió muchos viajes y aventuras, lo cual estoy seguro que tú también has hecho. Pero estaría mintiendo. Gurara. Fue lo primero que se me ha ocurrido. Gurarara."

Marco sonrío un poco tras esas palabras y salió desde donde estaba.

"Gurararara. Deberías haberme dicho que eras una piña antes. Gurararara-" Recibió una patada de Marco.

Era verdad que Marco había cambiado con el paso de los años. Las llamas de fénix le fueron cambiando el color de pelo a rubio y el color de ojos a azul, como sus llamas. Y su pelo, siendo todavía muy revoltoso, tenía otro estilo de peinado que se puso por defecto después de no haberlo peinado por tantos años. Pero eso no quería decir que podía llamarle piña.


Los años fueron pasando y su familia siguió creciendo. Marco se convirtió no sólo en el comandante de la primera división y segundo al mando de Shirohige, su Oyaji, sino también en su primer hijo y el hermano mayor de un montón de personas.

Entonces, apareció Ace con sus múltiples intentos de asesinatos hacia Shirohige. Pero se unió al final después de que Marco hablara con él. Y Ace, siendo un pesado y dándole un déjà vu, fue un pesado siguiéndole y encontrándole allá donde fuera. Marco quería alejarse para no intimar demasiado. Desde el principio, habían congeniado muy bien, pero no quería llegar a tales extremos. No podía permitirse amar así a alguien, porque Ace definitivamente era alguien a quien podría querer demasiado, demasiado fácilmente. Pero Ace, Portgas D. Ace, no se rindió hasta que una noche, entre fiesta, peleas y alcohol, se besaron por alguna razón. Marco sigue sin saber cómo pasó exactamente pero desde ese momento casi ni se separaban. Cuando anunciaron al resto de la tripulación de que eran novios, nadie se sorprendió. Lo sabían desde el principio, decían. Y habían hecho apuestas. Marco no estaba impresionado, aunque eso no quitaba que varios fueran lanzados por la borda sin remordimiento por parte de Marco.

Pero la felicidad no duró mucho. Teach les traicionó apuñalando y matando a Thatch porque quería una Akuma no Mi. Se escapó y Ace fue tras él. Marco no consiguió convencerle de que se quedara.

No mucho después, se anunció la ejecución de Ace. No por sus propios crímenes, sino por la sangre que llevaba. Hijo de Gol D. Roger, le acusaron. Como si solo el hecho de nacer fuera un error.

Los piratas de Shirohige fueron a la guerra. Y en mitad del campo de batalla, un grupo formado por la combinación más extraña de individuos cayó del cielo. Literalmente. Entre ellos, se encontraba Monkey D. Luffy, hermano pequeño jurado de Ace.

Lucharon y lucharon. Ace fue liberado de sus cadenas y, por un momento, todo pareció que iba a salir bien.

Pero Shirohige, su Oyaji, decidió quedarse atrás para asegurar su retirada sabiendo que sería su muerte.

Marco obedeció, porque comprendía a su Oyaji.

Sin embargo, no mucho después Ace murió salvando a su hermano pequeño de ser asesinado por uno de los almirantes, Akainu, siendo asesinado él en cambio. Todo pasó muy rápido y su Oyaji también cayó. Kurohige, Teach, apareció y de alguna forma se hizo con la Akuma no Mi de Oyaji también.

Marco y los demás consiguieron escapar. Luffy salió muy mal herido y no se supo de él por algún tiempo. Las noticias estaban en todos los periódicos.

Pero de repente, se supo de Luffy no estaba muerto. Estaba haciendo un rito funerario para los caídos en la guerra, en Marineford. Muchos no se dieron cuenta de ello, pero Marco podía sentirlo en todo su ser, escuchándolo como si estuviera allí mismo para presenciarlo.

Y campanada tras campanada, Marco se dio cuenta. La caída de una nueva era y el surgimiento de otra...

Marco pensó que moriría, sintiéndose débil tras la muerte de su Oyaji, su vinculado, y de su amado, y el fin de una era.

Pero no lo hizo.

En vez de encontrarse en la estación de King's Cross, esta vez estaba en la isla sin nombre en la que pasó a llamarse Marco y a llamar a Edward Newgate, Oyaji. Ese fue definitivamente el momento en el que la vida de Marco dio un giro completo.

"Hola. Marco. Harry James Potter. O quien seas." La voz, si es que se podía llamar voz, procedía de una figura de negro. "Supongo que sabes quién soy y lo que soy. No te voy a mentir, soy la Muerte. Una vez, en el comienzo de todo, se dijo que el llamado Maestro de la Muerte llegaría. No se sabía cuándo ni quién sería. Y, por casualidad, fuiste tú. Tú eres el Maestro de la Muerte. Nadie lo eligió. Ni siquiera Destino y su figurada nariz que mete en todo.

No te voy a decir que es una bendición o una maldición. Es solo un título para el que no puede morir, el único que nunca morirá. Porque entre el comienzo de todo y el fin de todo, tiene que haber infinito. Y para que ese infinito pase, hay necesidad de un... ancla, por así decirlo. Algo que ancle ese infinito para que suceda. Tú. Eres mortal pero no puedes morir, no tienes fin. Y así, después del infinito, llega el fin de todo, incluso el tuyo. No lo entiendes ahora, lo sé. Pero esto es así.

Sin embargo, a pesar de lo mucho que quieras morir, no puedes. No te lo impido yo ni nada ni nadie. Te lo impide el comienzo de todo y te irás por el fin de todo. Hasta entonces, creo que al menos te aliviaría saber que podrás visitar a tus seres queridos. Pero vivir, tendrás que vivir.

No puedo pedir ni esperar que, siendo alguien que ha sido desde el principio tan mortal como tú pero que ahora es tan inmortal, estés feliz con esto.

No soy un ser vivo ni muerto, soy la Muerte y no os llego a entender del todo a vosotros. Pero sí sé que debería tener el principio de darte otra oportunidad para salvarles. No estoy seguro del todo de cómo mejoraría tu ánimo algo así, pero los seres vivos tenéis vuestras peculiaridades y si vamos a estar hasta el infinito, supongo que debería al menos demostrar que no tengo ninguna intención. Ni mala ni buena.

Soy sçolo el ser que debe informarte de tu situación.

Puedes cambiar el destino, puedes evitar muertes. Pero no revivir a los muertos a menos que las circunstancias sean favorecedoras, normalmente estando destinada esa persona a revivir.

Mi oferta es volver. Volver al pasado. Sin embargo, no puedo mandarte al tiempo al que estuviste con Edward Newgate. No puedo mandarte a esos milenios borrosos. No. Ese tiempo fue un tiempo en el que todavía no eras del todo el Maestro de la Muerte y el proceso, que terminó con esta última supuesta muerte tuya, no se puede irrumpir. No tengo el poder de hacerlo. Pero te puedo mandar antes de tu supuesta muerte a los diecisiete años. Antes de pisar siquiera un pie en ese lugar al que vosotros una vez llamasteis King's Cross. No puedo predecir a qué momento irías exactamente, puesto que no soy Tiempo, pero al menos puedo asegurarte de que esa era de la magia caerá como ya ha caído antes y surgirá de nuevo la civilización, el llamado Siglo Vacío. Y que Edward Newgate y tus hermanos estarán ahí pase lo que pase. Nacerán y en algún momento te encontrarás con todos ellos. Es algo que Destino decidió ceder. Pero a cambio de esa certeza, no podrás cambiar demasiado lo que pasa desde la caída de la era mágica hasta el comienzo de la guerra en la que supuestamente moriste esta última vez. Pase lo que pase, la era mágica acabará, así que hasta ese momento, puedes hacer lo que quieras. Hacer que pase antes o retrasarla incluso, nada impedirá que acabe pasando. Y desde que lleguéis a ese lugar al que llamáis Marineford, podrás hacer grandes cambios. Eso quiere decir que cosas como tu no intervención en nada durante milenios, tu encuentro de cualquier forma que ocurra con Edward Newgate, la persecución de Portgas D. Ace tras Marshall D. Teach, el anuncio de la ejecución de Portgas D. Ace y cosas como tal, tienen que suceder. No tiene que pasar exactamente como pasó, pero suceder tiene que suceder. Justo cuando estés en frente del campo de batalla a punto de estallar, podrás cambiar verdaderamente las cosas. Y sabrás lo que no puedes cambiar, te lo aseguro.

¿Aceptas?"

Marco, que se había quedado en silencio durante toda la conversación si es que se podía llamar conversación a eso, miró directamente a la figura en donde deberían estar sus ojos.

Podía ver a Oyaji y a Ace en ese momento, la Muerte había dicho que podía visitarles. Pero no podía dejar que murieran así, no de esa manera. Tendría que esperar años, décadas, siglos y milenios para verles de nuevo. Pero merecería la pena. Y ya pensaba que había cogido el truquillo para dormir durante milenios del tirón. No se le pasaría tan lento como la primera vez. Esta vez tenía la motivación y la fuerza de voluntad para no decaer.

"Acepto." Por darle otra oportunidad a su Oyaji, a Ace y a todos sus hermanos que murieron en Marineford.

Y de paso, ya que estaba, soltaría su frustración en la era mágica que ya le tenían harto desde el momento en el que tuvo que enfrentarse a un profesor poseído por un señor oscuro del que nadie se quería hacer cargo.

Todo se volvió borroso y despertó con Hedwig en su cara. Literalmente.

Estaba en mitad del Callejón Diagon. Y Hagrid- era Hagrid, ¿no? Había pasado mucho tiempo, nunca mejor dicho- acababa de darle el primer regalo que le hicieron desde que vivía con los Dursley.

Así que sí.

Lo primero que vio fue a Hedwig. Literalmente.

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