Su mundo

Harry Potter - J. K. Rowling
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Su mundo
Summary
Ron es un desastre emocional, Hermione le ha dejado y su mejor amigo... lo ha hecho tan mal con Harry que su amigo ha puesto tierra de por medio. Una nueva amistad inesperada le ayudará a recuperar a Harry y a admitir que igual necesita otra etiqueta para su relación con él.Esta historia es continuación y cierre de la comenzada en "Mi leona".
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retornos

Seis meses después

El niño golpeó contra su barriga. Bueno, más bien su estómago paró la carrera del pequeño, que de rebote cayó sentado al suelo. Se agachó frente a él, preocupado.

— ¿Estás bien, Ted?

Recibió una sonrisa desdentada, una muy parecida a la que ponía su madre cuando tropezaba con el horrible paragüero del vestíbulo de Grimmauld.

— ¿Me llevas a volar, tío Ron?

El entusiasmo de Teddy era contagioso. Se puso de pie y se inclinó para echárselo sobre el hombro. Se lo llevó hacia el cobertizo de las escobas mientras le hacía cosquillas en el costado y le sujetaba con la otra.

Dos horas después llamaba a la puerta de la casa de Andrómeda, con Teddy en brazos, dormido contra su hombro. Pero no le abrió la abuela del niño, sino su tío. La vocecita en su cabeza le preguntó en qué momento se había hecho habitual que los sábados por la tarde, sus preciosos sábados libres, se llevara a Edward Lupin a jugar y le resultara normal y agradable tomarse después una cerveza con Draco Malfoy.

— Se ha dormido —le dijo en voz baja, entrando en el vestíbulo—, ¿lo llevo a su cuarto?

— Te ayudaré a acostarlo.

— ¿Cómo está tu tía? —preguntó mientras subía despacio las escaleras.

— Descansando también.

Malfoy le abrió la puerta, entró en el alegre dormitorio y dejó al niño con cuidado sobre la cama, evitando mirar la foto sobre la mesilla. Por supuesto, Draco se dio cuenta. Esos malditos ojos grises se daban cuenta de todo.

— ¿Qué pasó con Potter? —preguntó Malfoy al cabo de unos minutos, cuando ambos se sentaron con una cerveza en el salón.

Ahí estaba, había tardado en surgir la pregunta. Llevaban seis meses siendo compañeros de patrulla. Cuando había llegado al cuartel al día siguiente de su enorme metida de pata, casi ni le había dado importancia al hecho de que su jefe le hubiera emparejado con el hurón. Estaba tan ido que había pasado más de una semana trabajando en piloto automático antes de discutir por primera vez con la jodida serpiente rubia.

Al final, no había sido tan difícil. Malfoy era impertinente, puntilloso y exigente, pero un gran compañero. Trabajaban bien juntos.

— Nada —respondió con sequedad.

— Vamos, Weasley. Ningún adulto sin problemas de conciencia se ofrecería a ser el canguro de un niño que no es nada suyo. Gratis. Son tus sábados libres —le chinchó, cruzando con elegancia la pierna sobre la rodilla.

— Tú pasas aquí los fines de semana con Andrómeda.

— Es mi tía.

— Quiero a Ted como si fuera mi sobrino —se defendió, hosco, dando un sorbo a su cerveza.

— ¿No tiene que ver entonces con Potter? ahora me vas a decir que es casualidad que los fines de semana que viene a ver a su ahijado, tú y yo siempre tengamos trabajo. ¿Qué fue de los tiempos en que erais como siameses? Ni siquiera puedes mirar la foto de él en la mesilla de Teddy.

Guardó silencio. No se lo había contado a nadie, ni siquiera a Hermione o a Ginny, y no porque no hubieran intentado hacerle hablar del tema. Pero Malfoy era imparcial. O quizá incluso se podía decir que era su amigo. Seguramente no armaría un escándalo, ¿no?

— Me besó. Y le pegué —reconoció por fin.

Malfoy soltó un silbido. Descruzó la pierna y se inclinó hacia delante, serio.

— Morgana, Weasley. Mal momento para dejar suelta tu homofobia.

— Si fuera homófobo no estaría aquí sentado hablando contigo. —Se detuvo para tomar aire y le miró— Fue... la sorpresa. Y la rabia, acababa de enterarme de que se iba a Cardiff.

— Normal que no te hable.

— Quiero recuperar a mi amigo —dijo muy bajito, desviando la mirada a sus manos, jugando con la etiqueta de la botella de cerveza.

— Hay cosas que una vez que se rompen no pueden volver a pegarse, ni siquiera para un mago, Weasley. Créeme, lo sé por experiencia.

— ¿Qué hiciste tú? —levantó los sagaces ojos azules hacia él.

Vio los ojos grises parpadear varias veces antes de que se echara el flequillo hacia atrás.

— La primera vez que Potter dijo que no al traslado, yo quise luchar por el puesto. No era el único con opciones, había otro compañero en el escuadrón que tenía el mismo tiempo en el cuerpo y clasificaciones similares.

— ¿Peleasteis por el puesto?

La barbilla puntiaguda tembló y Ron lo miró con asombro, en todo el tiempo que llevaban trabajando juntos nunca le había visto perder los nervios.

— Los dos somos competitivos y eso... —carraspeó—, eso acabó con nuestra relación. Por eso, cuando Potter aceptó yo solicité venir a cubrir su plaza. Hay cosas que no pueden borrarse, Ron.


Era el cumpleaños de Arthur. El jardín de la madriguera estaba lleno de gente, incluso gente rubia que trataba con amabilidad a Molly Weasley, ayudando a decorar una gran tarta.

Estaba distraído, viendo a Malfoy bromear con su madre, por eso no estaba alerta, por eso no lo supo hasta que escuchó los gritos de alegria de Teddy en el jardín. Se giró, con los hombros tensos, y lo vio. En el centro del jardín el cumpleañero se echaba a los brazos de su padrino. A unos pasos, un hombre alto de pelo oscuro lo miraba con intensidad y él sintió que el suelo se abría bajo sus pies.

— Mierda —escuchó mascullar a Draco a su lado.

— ¿Es él? ¿Nott? —preguntó un un murmullo, mirando como el otro auror se agachaba para felicitar a Teddy.

— Yo... necesito un momento.

Se giró justo a tiempo para ver a Draco entrar a la casa. Volvió a mirar a los dos hombres, que eran saludados por el resto de la familia. Suspiró, se pasó la mano por el pelo, y siguió a Draco.

Vio la delgada silueta subiendo las escaleras. Y lo siguió, superando los escalones de tres en tres. Lo encontró por fin en su dormitorio, sentado junto a la ventana.

— Theo y yo... él se enfrentó a mi padre y al suyo, por mí. Lo vi ser cruciado, castigado sin descanso, por defenderme. No habría sobrevivido a la guerra sin su apoyo. Y ahora me ha mirado como si no me viera.

Se sentó junto a él, lo más cerca que se atrevió, queriendo confortarlo.

— Tienes que arreglarlo, Draco. Le quieres —le dijo por fin, siguiendo la mirada gris hacia el jardín.

— Y tú a Potter.

— Yo no... —fue a rebatirle, sintiendo como se le abría algo por dentro solo de planteárselo.

— ¿Te gustó?

— ¿El qué? —preguntó desorientado por el cambio de tema y el brillo de repente travieso en los ojos de Malfoy.

— El beso de Potter. ¿Te gustó?

— Yo no... no lo sé, estaba conmocionado —balbuceó, sonrojado.

Y de repente estaba de pie, delante de la ventana, siendo besado por Draco Malfoy. La vocecita de su cabeza estaba gritando fuerte, diciéndole que le gustaba la sensación, que ser besado por un hombre no era un problema.

No se dio cuenta de que estaba respondiendo al beso hasta que la puerta de la habitación se abrió de golpe y sintió el impacto de un hechizo en su trasero.

Se separó de Draco con un saltito muy poco digno, echándose las manos al escozor en el glúteo. En la puerta de la habitación, la presencia de Theodore Nott, con la varita aún en la mano y los brazos cruzados sobre el pecho era imponente.

— Voy a irme —le susurró a Draco— espero que esto haya servido de algo, porque ahora mismo quiero matarte.

Y salió de la habitación, esquivando con cuidado al otro auror. Se quedó en el rellano un momento, frotándose el punto dolorido, mirando la puerta cerrada, preocupado por su amigo.

— A él no le has pegado. ¿Besa mejor que yo?

Cerró los ojos con fuerza y contó hasta cinco antes de darse la vuelta. Allí estaba, su mejor amigo, sonriendo, pero solo con los labios, sus ojos estaban dolidos. Con él. La volvió a sentir, esa sensación de que el suelo se abría a sus pies.

— Hola Harry.

— Hola Ron.

— Me alegra que estés aquí.

— Ya te he visto celebrándolo —le contestó con sequedad.

— Eso... eso ha sido cosa de Malfoy. ¿Qué hace Nott aquí?

— Creo que esperaba que Malfoy hiciera algo así y le diera una excusa para arreglar lo suyo.

Ron le miró un momento, absorviendo los pequeños cambios, el pelo más corto, la piel un poco más bronceada, los pómulos más marcados porque había perdido peso.

— ¿Y tú y yo? ¿Tenemos arreglo? —murmuró por fin.

Los ojos verdes parpadearon sorprendidos.

— Te besé y me pegaste.

— Me besaste y te fuiste —le respondió—. No tuve oportunidad de disculparme.

— Cardiff no está en otro planeta —Harry le miró fijamente antes de echar un paso atrás, dispuesto a volver al jardín.

Le sujetó, fuerte, por el brazo, porque no estaba preparado para dejarlo marchar. Tiró de él hasta pegarlo a su pecho y lo abrazó. La calidez que sintió iba mucho más allá de lo que había sentido besando a Draco. Así que lo hizo, le sujetó de la nuca, y le besó.

Fue apenas un roce antes de que Harry se apartara, haciendo palanca con las palmas de la mano abiertas contra su pecho.

— Esto no... no puedes. Yo no puedo.

— ¿Has conocido a alguien? —preguntó con voz ronca, sintiendo como la distancia aumentaba el vértigo, la sensación de que el suelo desaparecía.

Harry le miró como si se hubiera vuelto loco.

— No, Ron, sigo en mi trono por encima del mundo porque no hay nadie que merezca mi tiempo.

— La cagué, la cagué muchísimo contigo. Necesito que me perdones, Harry —suplicó, sujetándole por las muñecas y acercándolo de nuevo a él—. Yo... cuando Hermione me dejó pensé que dolía, pero todo este tiempo sin ti...

— Y sin embargo no me has buscado. Mira Ron, me reprochaste que no te antepusiera a todo lo demás. Bueno, es verdad, ahora eso es cierto, porque me pongo a mí mismo por delante. Voy a ver cortar la tarta y a jugar con mi ahijado.

Y se liberó, bajando las escaleras como si de nuevo le persiguiera un dementor.


Dos días después del cumpleaños, Patterson volvió a llamarle a la sala de conferencias.

— Felicidades, Weasley.

— Disculpe, señor, ¿qué...?

— Ha sido usted propuesto para un ascenso.

— ¿Yo? —preguntó asombrado.

— Sí. Se va a crear un escuadrón nuevo para trabajar más estrechamente con los inefables. Potter lo va a dirigir y le ha pedido a usted para ser uno de los jefes de equipo.

No escuchó el resto, demasiado impaciente por salir de allí como para prestar atención al largo discurso sobre sus nuevas obligaciones. En cuanto su jefe dejó de hablar, se marchó sin tan siquiera despedirse. Para cuando llegó al atrio, corría, casi resbaló en su afán de meterse en la chimenea para ir a Grimmauld Place.

Harry estaba en el sofá, acurrucado con una manta que reconoció inmediatamente, su madre la había tejido para él dos navidades antes. Se incorporó y le miró, con el rostro en blanco.

— Vamos a trabajar juntos otra vez —fue lo único que atinó a decir, sentándose junto a él.

— Y con Nott y Malfoy. Nott y yo trabajamos juntos estos meses con los inefables en un par de casos, Robards cree que es buena idea implementarlo de un modo más formal. Malfoy me ha exigido que te pidiera.

— Vaya —murmuró, un poco decepcionado.

—Sí, es muy vehemente defendiéndote.

Miró más atentamente a Harry, que tenía ese gesto, ese que...

— Espera, ¿estás celoso? —cayó de repente— no ha pasado nada entre nosotros, te lo juro.

— Todos os vimos —gruñó su amigo, cruzando los brazos sobre el pecho, casi tan intimidante como Nott dos días antes.

— Mira, desde que llegó aquí, lo único que ha hecho Draco ha sido trabajar y cuidar de Andrómeda. Te estás equivocando con él.

— Y tomar cervezas contigo.

— Eso no..., eso no es justo. Lo haces sonar como si estuviéramos haciendo algo sucio. Tomábamos una cerveza cuando yo iba a llevar a Teddy a casa.

Los ojos verdes brillaron al escuchar la última frase y descruzó un poco los brazos.

— Así que es verdad. Has estado cuidando de Teddy.

Ron se masajeó la nuca con la mano, un poco sonrojado.

— Cuando te fuiste... Edward lo llevó mal. Draco me dijo que lloraba porque te echaba de menos, así que empecé a llevármelo las tardes de los sábados a dar una vuelta. Así ellos descansaban y bueno, el crío es genial.

— Cuidaste de mi ahijado —le dijo, suavizando el tono, con una pequeña sonrisa.

— Me sentía responsable de que te hubieras ido y el niño sufriera por eso.

Harry sintió que el corazón le latía demasiado de repente. Cerró los ojos y respiró hondo mientras se frotaba la cara con las dos manos.

— Joder, Ron. —Se mesó el cabello— Si vamos a trabajar juntos, tenemos que aclarar esto.

— ¿Qué es lo que hay que aclarar? —preguntó confuso —, estás aquí, vamos a ser un equipo de nuevo, es perfecto.

La cabeza morena negó, con los ojos aún cerrados.

— No, Ron, no es perfecto. Yo estoy enamorado de ti, tú no lo estás de mí. Me quieres, pero no me amas. No podemos ser amigos así. Yo, necesito distancia...

El pelirrojo boqueó como un pez, abriendo y cerrando las manos como si quisiera aferrarse a él.

— No... no puedes pedirme que me aleje otra vez —su voz denotaba pánico.

— No te lo estoy pidiendo, es lo que hay. No podemos volver a lo de antes, hay demasiadas cosas por medio.

Ron soltó aire por la nariz y se inclinó hacia delante, consiguiendo tomar una de sus manos.

— Cuando te fuiste, me pasé una semana sin dormir, sin comer, no sé cómo no me mataron en la primera patrulla. Y ahora, cada vez que pienso en que te vayas otra vez, siento que el mundo se abre bajo mis pies. Es lo mismo que sentí cuando te fuiste a morir al bosque. Y te aseguro que no me sentí así cuando Hermione y yo acabamos. Nunca. ¿Eso es estar enamorado? ¿Sentir que me faltas? Harry, por favor...

— ¿Por qué no viniste a buscarme? —le interrumpió con voz ronca, intentando recuperar su mano.

— Tenía miedo. De que no tuviera arreglo. Harry, ni siquiera era consciente de lo que sentía, hasta ahora que lo estoy poniendo en palabras...

— Ron, yo... no puedo arriesgarme con esto —le habló despacio, con la voz cada vez más rota—. Había renunciado a toda esperanza, estaba conforme con seguir con mi vida, si me abres la puerta yo ...

Le besó. Porque a Harry se le quebró la voz, porque sentía que necesitaba calor, consuelo y paz. Y después le abrazó, con un suspiro feliz, mientras Harry escondía la cara en su pecho.

— Me acusaste de no ponerte en primer lugar. Para mí siempre has sido lo primero, pero no quería dañar a Hermione. ¿Sabes lo duro que es estar en esa posición? Veros a los dos dejar que vuestra relación flotara a la deriva. —Se separó y levantó la cara, los ojos llenos de luz— Yo lucharía por ti, lucharía cada día con uñas y dientes por ser feliz contigo.

No pudo evitar una sonrisa y acariciarle la cara con la punta de los dedos, alucinado por las sensaciones.

— Fui un imbécil —admitió por fin.

— Lo fuiste —respondió Harry, sonriendo también un poco.

— Pero soy tu imbécil —insistió, golpeándole el pecho con un largo dedo.

— Lo eres.

Se miraron un momento, Harry asustado por la dimensión de lo que tenía en ese momento delante, Ron preguntándose si el calor que sentía en el pecho desaparecería algún día.

— Vas a ser mi jefe —musitó al cabo de unos minutos, como si hubiera caído de repente.

— Podemos ir despacio si quieres —le dijo Harry a la par.

— ¿Por? —preguntó confuso.

— Muchos cambios —le respondió despacio.

No hacía falta decir más para que los dos entendieran que Harry temía que, una vez pasado el entusiasmo inicial, tener una relación fuera demasiado para Ron. Se inclinó y le besó, arrinconándolo contra el respaldo del sofá. Le besó mucho, largo y suave, mordisqueando sus labios y deslizando los largos dedos bajo la sudadera del moreno, acariciando su cintura.

— Vale, igual no necesitas ir despacio —consiguió decir Harry al cabo de un rato, mientras trataba de regular su respiración.

— ¿Puedo quedarme a dormir?

Harry dio un respingo y abrió mucho los ojos.

— No me mires así. Quiero aprender lo que te gusta. Quiero que merezca la pena todo, Harry. Tienes que ser feliz, te daré lo que necesites para que no te arrepientas de apostar por mí. Y joder, no soy de piedra, tienes un culo impresionante.

Una carcajada salió de la garganta morena. Ron sonrió en respuesta, porque realmente hacía tiempo que no le escuchaba ese sonido a su mejor amigo. Pero luego Harry lo vio cambiar de gesto y ponerse serio.

— ¿Y ese ceño fruncido? —preguntó Harry, estirando el dedo con timidez para acariciar su entrecejo.

— Acabo de darme cuenta de que ya no puedo pensar en ti como mi mejor amigo. Eres más, y no sé qué palabra lo va a resumir todo.

Esta vez fue Harry el que le besó. Fuerte, decidido, con los dedos enredados entre el cabello pelirrojo que siempre había anhelado acariciar. Después apoyó la frente en su frente.

— ¿Pareja? —susurró.

— ¿Compañero? —respondió Ron.

— ¿Novio?

— ¿Bebé?

Harry hizo un gesto de repugnancia y lo descartó con un gesto de la mano.

— Por dios, eso no.

— Escuché a Nott llamando así a Draco. Se me pusieron los pelos de punta.

Rieron juntos, abrazados de nuevo, Harry recostado contra su pecho, disfrutando de escuchar el fuerte latido de su corazón, disfrutando por fin de la cercanía.

— ¿Cena? Pensaba pedir chino —planteó por fin al cabo de un rato, estirándose para ponerse de pie.

— Puedo salir si quieres a comprar algo —se ofreció.

— Mmm, no —tiró de él para pegarle a su costado.

Ron levantó las cejas, en muda interrogación, y recibió otro beso.

— Hay cervezas. No quiero perderte de vista, igual todo esto lo estoy soñando.

Le pellizcó y volvió a besarle, para compensar.

— Una cerveza está bien mientras esperamos la cena —admitió por fin, poniéndose de pie y tendiéndole la mano para ayudarle a levantarse, encantado de la sensación cálida que le trepaba por el brazo.

 

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