
Las secuelas de lo ocurrido
❛Todo tiene sus consecuencias.❜
Con su cabeza alta Lucius Malfoy observaba cada detalle de la parte destrozada de su mansión, analizando los eventos que sucedieron. La traición de Severus fue algo esperable, pero no pensaba que quien fue su protegido en sus años de colegio le metiera un puñal por la espalda.
Debió hacerle caso a Bellatrix cuando en su tiempo le dijo que algo olía mal con el maestro de pociones, pero gran parte de él pensó que solo eran paranoias de la loca mujer.
Ahora lo entendía. Ahora entendía que Snape y él ya no estaban en el mismo mando, no lo habían estado desde hace mucho tiempo.
El Señor Tenebroso se llevará una gran decepción cuando se entere…
Lo primero que Severus notó al empezar a ganar algo de lucidez fue un dolor en ambos brazos, y como su cuerpo estaba apoyado en algo más blando que el suelo de su despacho. Poco a poco los recuerdos de todo lo sucedido llegaban a su mente, lo que provocó que, con brusquedad, abriera los ojos y mirara a su alrededor. Notó rápidamente como se encontraba en la enfermería del castillo, lo que alivió parte de sus preocupaciones.
Con su vista intentó buscar a la mujer que antes lo acompañaba, mas las cortinas que cubrían sus alrededores le impedían su cometido.
Volvió a cerrar los ojos al sentir cómo volvía la pesadez en ellos, aunque no duró por mucho tiempo de ese modo. Escuchó como dos pares de pasos se acercaban a él, y la voz de Poppy, junto con la del director, no tardaron en llegar. La enfermera fue quien primero se acercó, mientras que Albus dejaba un espacio para que la mujer hiciera su trabajo.
Las preguntas empezaron poco después, recordando a Severus como las odiaba. Dio respuestas bastante cortas, pero que satisficieron a la matrona. Poppy se retiró cuando vio que su trabajo por ahora había acabado, dejando al maestro junto al director.
— Me alegra que estés bien, muchacho.— Fue lo primero que dijo el anciano, sentándose en una silla cerca de la camilla. Los ojos del director le escanearon de nuevo, parándose un milisegundo más en las zonas quemadas que se podían ver en sus brazos.
— Ya no duelen, viejo, solo molestan algo al moverse.— Aseguró el pocionista al ver la mirada de tristeza de su mentor. Con cuidado se reincorporó un poco más hasta quedar casi sentado.— ¿Cómo está Narcissa?
— Aún no ha despertado.— Informó Albus, su rostro de preocupación aumentando.— Poppy cree que es muy probable que necesite estar en el ala psicológica de St. Mungo.— Severus no se vio muy sorprendido ante aquella noticia. De cierta manera, ya se lo veía venir.— No tenemos mucha información de lo sucedido en la fiesta de los Malfoys, pero al ver cómo han llegado no me transmite mucha seguridad.
— Lo poco bueno que conseguí fue la firma de Narcissa, por lo podemos acabar con el procedimiento legal de adopción de Draco.— Albus asintió complacido. Su cara algo estática y seria no reflejaba para nada el alivio y la felicidad que sentía al escuchar la noticia.— Hay un par de cosas malas, lamentablemente.
A partir de ese momento, con algo de lentitud, Severus procedió a explicarle al director todo lo sucedido en la mansión de los Malfoys; cómo su plan casi había tenido un éxito pleno cuando, avisado por terceros, Lucius había arruinado la estrategia; la batalla que tuvieron a posteriori, a la cual se fueron sumando algunos magos para combatir junto al patriarca Malfoy; y como su tapadera de espía probablemente se vea algo quebrantada después de todo lo ocurrido.
— Eso es lo menos que me preocupa, Severus.— Aclaró Albus— Tu tiempo como espía terminó el día en el que toda esta situación de tutor del joven Malfoy empezó. Lamento si no quedó lo suficientemente claro desde un principio, ahora tienes responsabilidades más importantes que servir como espía cuando Tom ni siquiera ha regresado.— Al ver como el reproche del más joven se acercaba Albus continuó, sin dejarlo hablar.— Si por algún casual hiciera falta un espía, algún miembro de la orden o algún auror de confianza podría hacerse cargo.
— ¿Estás seguro, Albus?— Debía admitir que la idea de dejar lo único que lo libró de pisar Azkaban le generaba algunas inquietudes con respecto a su futuro.— ¿Tu cerebro de cabra loca es consciente de mi cercanía con el Señor Tenebroso y el beneficio que eso nos genera, no?— El director sonrió levemente ante la comparación que hizo su empleado, aunque no duró mucho tiempo, pues un cambio drástico en su expresión se dio poco después.
— Es mi decisión final, muchacho.— La seguridad no se quebrantó en ningún momento, y Severus supo que no tenía sentido seguir con esa discusión, pues Albus Dumbledore había vuelto a ganar.
La soledad no tardó en llegar, siendo los pensamientos sobre la última conversación los únicos que lo acompañaban. Ahora la idea de cerrar su tapa como espía no sonaba tan loca.
Puede, solo puede, que eso sea el inicio de una etapa sin grandes preocupaciones constantes.
Las alertas de Remus se activaron cuando sus sentidos, mejorados por su condición de hombre lobo, captaron un movimiento en la persona que estaba vigilando. Sus ojos se abrieron casi al instante, notando como la mano que sostenía empezaba a moverse vagamente.
— Vamos, cachorro— Llamó Remus en un susurro.— Con tranquilidad, Har.— Pidió al notar la alteración que se empezaba a formar en el chico.— Estás en la enfermería del colegio, no hay nada de qué preocuparse.— Una vez que Remus terminó de hablar los ojos verdes se abrieron, algo confundido al despertar en ese sitio, sin recordar muy bien lo que había sucedido.
El hombre sonrió cuando Harry lo miró, transmitiendo algo de seguridad al chico.— Buenos días, cachorro.
— ¿Q-Qué-?
— ¿Recuerda lo que ha pasado?— Harry intentó hacer memoria, solo para negar poco después al sentir una punzada en la parte posterior de su cabeza.
— Está bien, cachorro, no hace falta que hagas tanto esfuerzo para hacerlo.— Remus afirmó, a lo que Harry gustosamente le hizo caso.— ¿Por qué no descansas algo más? Poppy regresará en una hora para ver como vas.— Harry asintió casi al instante, por culpa, sobre todo, del cansancio aún presente y el reciente dolor de cabeza.— Estaré por aquí por si lo necesitas.— El chico solo llegó a dar un leve asentimiento y murmurar algo parecido a un ‘gracias’ antes de caer nuevamente rendido, desconocedor de lo que simultáneamente pasaba cerca de él.
En los terrenos del castillo, en la parte más cercana a la enfermería, un gran lobo negro se movía inquieto de un lado para otro, obviando el hambre que tenía y lo cansado que se encontraba tras la carrera que se echó para llegar lo antes posible a ese lugar.
De alguna manera dicho lobo había logrado sentir la desesperación del joven con tanta intensidad, algo que nunca antes le había pasado.
¿Por qué ahora?
Una voz en su cabeza le decía que la respuesta no lo tranquilizaría.
No muy lejos de allí, en otra parte de la enfermería, la situación era algo más delicada. Draco, quien no hace mucho se enteró de que su madre había acompañado a su padrino, se encontraba sentado al lado de la primera mencionada.
Velaba por su madre, preocupado y temeroso de saber cual es el benedicto final que la enfermera daría. No sabía los detalles de su caso, Madame Pomfrey no se lo quería decir, pero él, desgraciadamente, se podía hacer una idea. La cara fuertemente marcada, la palidez insana, la pérdida excesiva de peso, las marcas repartidas por gran parte de su cuerpo…
No tenía detalles de lo que había pasado, tampoco los quería, pero una cosa tenía clara: si había algo de amor restante hacia Lucius, este ya se evaporó por completo.
Su soledad no duró mucho, pues el director se acercó para comprobar cómo estaban. No hubo necesidad de hablar, por lo que solo con su mera presencia, y con algún gesto, Albus intentó brindar su apoyo en esa situación difícil.
El silencio fue interrumpido por un leve llanto proveniente de quien antes era considerado uno de los alumnos más problemáticos y rebeldes. A Albus no le llegó a sorprender, pues gracias a Severus logró aclarar su mente con respecto a los alumnos provenientes de linaje de sangre pura. Pensar que la mayoría aprendió de pequeños a controlar sus emociones, evadiendo así las según ellos no tenían utilidad, era deprimente.
Posando su mano en el hombro del chico intentó aumentar el apoyo transmitido. Las emociones abrumadoras en Draco estallaron más, y los leves sollozos ahora eran llantos que si no fuera por el hechizo silenciador puesto por el director se oirían por toda la enfermería.
El agarre de manos que la serpiente tenía con su madre se identificó, mientras, como podía, le pedía a Merlin o cualquier deidad mágica que le echara una mano. Pasó completamente de largo el detalle de no creer en ningún dios, pues en esos momentos se aferraría a cualquier posible solución.
Gracias al director, y a algunos hechizos hechos por este, el rubio se fue calmando, hasta que solo quedó alguna que otra lágrima cayendo por su mejilla.
— ¿Por qué…?— El anciano posó su mirada en el chico que, en un susurro rendido, hizo esa pregunta. ¿Por qué? ¿Por qué algunas familias debían ser así? Incluso a Albus, una persona que tenía un recuento grande de experiencias, se le hacía difícil responder a esa cuestión.
— Hay gente que, por desgracia, es así, mi muchacho.— Fue lo único que pudo responder, pues no podía pensar en una explicación. Albus sabía que no era justo, pero seamos sinceros, ¿cuándo lo fue?