
El comienzo de una decadencia
❛Todo va bien, hasta que todo empieza a ir mal❜
El silencio en las habitaciones personales de Severus Snape se vio interrumpido por el rugido de la chimenea, dejando pasar a dos cuerpos que cayeron de manera inmediata al frío piso.
Severus gruñó al sentir la caída, mientras un gemido de dolor salía de su boca y de la de su acompañante. Echó una breve mirada a la mujer que se encontraba a su lado: su estado físico no era el ideal, y no se quería imaginar cómo se encontraba mentalmente.
Él tampoco estaba en sus mejores condiciones. Un error milimétrico en su reciente pelea contra Lucius, una vez que el Malfoy mayor se enteró de todo lo planeado, produjo que un hechizo impactara con su cuerpo, dejando un rastro de varias quemaduras a lo largo de sus brazos, hombros, cuello, cara, y parte de la zona superior de su pecho. Además de un dolor de cabeza que lo molestaba en gran parte.
Con la poca fuerza restante que le quedaba, y obviando el dolor punzante que se extendía por todo su cuerpo, movió su mano hasta agarrar su varita, para luego alzarla y enviar un patronus a Poppy, en el cual, con su voz desganada y sin fuerzas, le pidió ayuda.
Si bien intentó quedarse despierto hasta que la ayuda llegara no le fue posible, pues la oscuridad llegó antes. La mujer a su lado también terminó igual que él.
En una de las esquinas del Gran Comedor, alejado de todos los otros invitados y con una cerveza de mantequilla en mano, Draco observaba todo el panorama. Toda esta reunión ha sido… placentera, hasta cierto punto, pero la no presencia de su tío había sido decepcionante. ¿Dónde estaba el hombre, y por qué no pudo pasar ese momento con ellos, con él?
Algo chocando con sus labios lo sacó de sus pensamientos.
— Deja el modo ‘serpiente solitaria’ un rato y prueba un trozo de esto, Draco.— Le dijo Harry, acercando por segunda vez el trozo de pastel.
— ¿Qué mierda es esto?— Preguntó, echándole un buen vistazo al dulce.
—Tarta de melaza, es uno de los postres más comunes de Hogwarts.— Harry explicó como si la respuesta fuera obvia.— ¿Llevamos casi tres años aquí y enserio nunca has probado una?— El león negó con la cabeza, simulando un estado de decepción.— Y luego el inculto soy yo…— El postre fue arrebatado de las manos de Harry, quien reía sin un mínimo de pudor, mientras Draco, algo frustrado, lo probaba.
— No está mal, pero es demasiado dulce para mi gusto.— Concluyó el rubio tras dar el último bocado. Falsamente ofendido Harry miró a Draco, para luego ser interrumpidos por el director.
— Los fuegos serán dentro de pocos minutos, muchachos.— Avisó el anciano con una sonrisa, encantado de ver la interacción de sus dos estudiantes.
No mucho después todos los presentes se reunieron en las afueras del castillo, con su vista en el cielo. Un mar de luces creadas por el profesor de encantamientos no tardaron en llegar, cada parte coordinada para incluso crear alguna figura.
Poppy, quien no se encontraba muy lejos del espectáculo, notó algo moviéndose hacia ella. Giró su vista solo para encontrarse con un Patronus acercándose a gran velocidad. No hizo falta más de cinco segundos para reconocer que era del maestro de pociones.
Al escuchar el mensaje con la voz sorprendentemente desesperada del hombre salió casi corriendo del lugar antes incluso de que el Patronus se desvaneciera. No miró hacia atrás, su mente solo estaba enfocada en llegar lo más pronto posible a las habitaciones de Severus.
Por consiguiente, tampoco notó a la figura sigilosa que la seguía muy de cerca.
Harry, quien antes veía los fuegos fue distraído por el discreto sonido del patronus, el cual no pasó desapercibido para él. Notó la preocupación de la enfermera, y su llama de curiosidad se avivó más. Una voz en el fondo de su cabeza le decía que algo andaba mal, y él no podía quedarse quieto.
No tardó en notar el camino que la matrona seguía, uno que, gracias a las diversas escapadas nocturnas que había hecho con el mapa de los merodeadores, sabía que llevaba a las mazmorras.
Los pensamientos que le gritaban que algo le había pasado a su maestro de pociones no tardaron en llegar, y Harry no pudo evitar preocuparse. Cualquiera se reiría al pensar en el león preocupándose por su profesor, pero con las cosas que habían pasado en los últimos días no podía evitarlo.
Escondido tras el marco de la puerta vio como Madame Pomfrey atendía a los dos adultos. Su rostro reflejaba la máxima preocupación, pero eso no impidió que se concentrara para hacer su trabajo, utilizando una gran variedad de hechizos y pociones cuya existencia era desconocida para Harry.
Fueron varios minutos los que le tomó estabilizar a los dos magos, para luego soltar un suspiro de alivio y dejar descansar su cuerpo contra la pared. En ese momento Harry decidió entrar, viendo que ya no interrumpiría a la mujer.
— ¿Madame Pomfrey?— La voz preocupada del chico captó la atención de la enfermera, quien, sorprendida y cansada a partes iguales, lo miró.— ¿Puedo ayudarla en algo?— Le preguntó justo antes que la mujer le pudiera reprochar algo.
Harry volvió a mirar a los dos cuerpos, intentando evitar cruzar miradas con la enfermera. Notó como la mujer, quien sabía que se trataba de Narcissa Malfoy gracias a Draco, se encontraba bastante demacrada por razones que no comprendía, mientras que Snap-Severus tenía algunas quemaduras repartidas por la parte inferior de su rostro y por ambas de sus manos.
— ¿Qué les pasó?— No llegó ninguna respuesta por parte de Poppy, quien analizaba si sería contraproducente hablar con el chico sobre la misión de Severus. Harry había pasado por tanto, que contarle sobre lo que había detrás del dilema Malfoy llevaría a que, inevitablemente, el joven tuviera más peso encima suya, pues era bien sabido que tenía un poder para culparse de gran parte de lo que sucedía a su alrededor.
Se decantó por evadir la pregunta con un: “Aún no es el momento, Harry.” Justo después, para evitar que la conversación siguiera, se dio la vuelta para mandar un patronus, avisando de lo ocurrido al director y a los profesores más allegados.
Un sentimiento de enfado empezó a generarse en el interior de Harry: últimamente le han estado dejando de lado en varios aspectos de su vida, un claro ejemplo era lo sucedido con Sirius Black, bajo la excusa de que aún era un niño. ¡Pero vamos! ¡Dejó de ser un niño normal el día que Voldemort lo marcó! ¡Que ahora lo mantengan en la oscuridad era absurdo!
Dispuesto a reprochar caminó hasta Madame Pomfrey, quien recién terminó de enviar el mensaje. Allí, sin pensarlo dos veces, volvió a exigir una respuesta a su anterior pregunta, esta vez con un tono de más enojo que sorprendió a la mujer.
— ¡¿Por qué todo el mundo se empeña en dejarme en las sombras?!— Se quejó el joven, moviendo sus manos repetidas veces de arriba a abajo, exasperado. No sabía exactamente de dónde vino ese impulso. Probablemente de un cúmulo de emociones provocado por los recientes pensamientos y situaciones.— ¡Primero con mi padrino y ahora con esto! ¡No tienen derecho a ocultarme cosas así!
— Harry James Potter, eres aún un niño.— Fue la contestación que le dió la matrona, quien poco a poco se acercaba a Harry. El arrebato del chico solo le transmitió preocupación, en vez de una esperada irritación.
— ¡Deje de serlo desde hace mucho tiempo! ¡Y todo porque sobrevivía a una maldición cuando era un bebé! ¡No fue mi maldito mérito, fue el de mi madre! ¡Si no llega a ser por ella estaría muerto! ¡Debería estar muerto! ¡Eso hubiera sido lo normal! ¡Pero no, es otra maldita prueba que confirma que soy un fenómeno!— Poppy se quedó estática por unos momentos, contemplando lo último que el adolescente había dicho. Todas las preocupaciones que el mundo mágico puso sobre los hombros de un niño inocente ahora empezaban a pasar factura.
Poppy se paró enfrente del joven, sin atreverse a tocarlo para evitar una mayor alteración. En el momento en el que vio que la respiración de Harry se volvía más frenética insistió aún más en calmarlo, obviando los pasos que cada vez se acercaban más a ellos dos.
Pocos minutos después de que los profesores sacaran a los dos adultos del despacho para llevarlos a la enfermería, el director y el joven Malfoy, quien se acopló al primero tras verlo consternado, aparecieron en el salón.
Albus, al ver la delicadeza de la situación, envió a Draco a la enfermería. El adolescente iba a rechistar, pero la mirada del director junto al hecho de que su padrino se encontraba allí no le dejaron argumentar.
Una vez solo, y con la puerta cerrada, Albus se acercó al dúo. Con cuidado se arrodilló al lado del azabache, obviando sus viejos huesos que se quejaban de ese movimiento, para luego acercar el cuerpo del joven a su pecho en un intento de acunarlo y calmarlo. Harry no no se quejó, aún cansado tras la reciente disputa que tuvo con la enfermera.
Los ojos de Albus se conectaron con los de Poppy, ambos con una muestra de preocupación. Sin necesidad de ninguna palabra fueron capaces de comunicarse, y una poción calmante fue invocada por la enfermera poco después.
— Iré a seguir atendiendo a Severus y a Narcissa.— Anunció la mujer a la vez que se reincorporaba.— Tráelo a la enfermería una vez que termines aquí, Albus.— El anciano asintió, mas no levantó la vista, concentrado en hacer que el joven tomara la poción.
Los pasos de Madame Pomfrey se alejaban cada vez más, y el rugido de la chimenea fue lo último que se oyó por su parte.
A su vez, las figuras de dos aves se aproximaban a las mazmorras.