
Reconciliación
❛Evolucionar de una enemistad a una pre-amistad ya es un gran paso..❜
Atónito, así es como se encontraba Harry ahora mismo. Esa mañana se levantó con buen pie, y, con una extraña sensación de felicidad que no entendía de dónde venía, bajó a desayunar, solo para, pocos minutos después, encontrarse en la situación que estaba ahora.
¿Qué carajos le había dado a Draco Malfoy? ¿Por qué ahora le estaba ofreciendo una disculpa junto a una propuesta de dejar su enemistad?
Cuando escuchó las palabras del rubio por primera vez casi escupe el té que tenía en la boca, y rápidamente le dirigió una mirada incrédula a la serpiente.
— Perdona, ¿qué?
— Lo que escuchaste, Potter. ¿Necesitas que te lo repita?— Draco sonrió, luciendo más divertido que mortificado. En el otro extremo de la mesa, Severus tampoco pudo evitar que una leve sonrisa apareciera en su rostro.
— No, no hace falta, creo que lo he entendido bien.— Se apresuró a decir el leon.— Es solo que esto es tan poco… Malfoy.
— Oh, vamos, Potter. ¿Tan poco piensas de mí?— Harry le lanzó una mala mirada, y Draco solo sonrió más.— Te aseguro que lo hago desde mi mejor intención,—Intentó usar el tono más seguro que tenía— así que, ¿trato?— Preguntó el rubio, extendiendo su mano.
Harry, como Draco predijo, dudó por unos segundos, hasta que, por fin, aceptó.— Trato, pero deja de llamarme por mi apellido.— A regañadientes Draco aceptó esa condición, pidiéndole que también dejase de llamarlo Malfoy. Dada por terminada esa conversación el desayuno continuó.
El resto de la comida pasó con tranquilidad. El ambiente incómodo era casi inexistente, algo que los tres consideraban una mejora.
Detrás de su taza de café, Severus observaba a ambos chicos. Debía admitir que estaba algo sorprendido de las acciones de su ahijado y de la reacción de Potter, pero complacido hasta cierto punto, pus no debía temer que una pelea se formara de la nada.
Esperó a que los adolescentes terminaran de desayunar para luego avisarles de que estaría gran parte de la mañana en su laboratorio privado. Les pidió, o más bien ordenó, que no le molestara si no era totalmente necesario, algo que, para suerte de su salud mental, aceptaron sin poner muchos peros.
Se despidió de ellos con una extraña tranquilidad. Que los dos mocosos hayan dejado su faceta de enemigos le quitaba un gran peso de encima.
Desde que su padrino se fue, un sentimiento de aburrimiento inundó a Draco. Po-Harry estaba en su habitación, haciendo Merlin sabe qué.
Miró a sus alrededores buscando algo con lo que distraerse, solo encontrando el tablero de ajedrez mágico. Una idea cruzó por su cabeza, para poco después coger el objeto y subir con rapidez hacia la habitación de su ex-enemigo.
Vio a Harry sentado en el escritorio, jugueteando con una pluma mientras leía un libro.
— ¿Aún no has terminado con los ensayos?— Harry se sobresaltó al escuchar la nueva voz, tirando la pluma que tenía en la mano al aire.
— ¡Draco! ¡Puedes tocar la puerta, sabes!— Se quejó el león, posando una mano en su pecho mientras luchaba por calmar su respiración.
Draco solo rio un poco y recogió la pluma del suelo, para luego devolvérsela a su propietario.— Sev se pasó un poco al mandar un ensayo con la poción matalobos.— Admitió el rubio, tirándose dramáticamente en la cama. Harry lo miró mal al ver que la había desarmado.— Es una poción de cursos superiores, no entiendo su afán por mandárnoslo a nosotros.
— Si no lo entiendes tú, yo tampoco lo voy a hacer.— Concluyó él.— Llevo toda la mañana intentando hacer este dichoso ensayo y solo llevo dos líneas.— Bufó frustrado, mostrándole el pergamino al rubio.
— No me importaría echarte una mano si lo necesitas, mientras no te comportes igual que en clases de pociones…— Harry rodó los ojos, murmurando un "mira quién vino a hablar.", Pero no fue tan imbécil como para rechazar la oferta.
Cuando menos se lo esperaron, Trey apareció en la habitación avisando que la comida estaría servida en unos minutos.
Ambos chicos asintieron, dejando secar el ensayo casi completo, y bajando hasta el comedor. Severus, para no variar, ya estaba allí.
Bajo una pequeña conversación que consistía en las protestas de Draco y Harry sobre la tarea que marcó el pocionista paso la comida.
Una vez por fin estuvo solo en el salón, con los dos adolescentes en el piso de arriba, Severus caminó hasta un viejo armario, abriéndolo y sacando de él dos escobas, puede que un tiempo de vuelo les sintiera bien.
Ver la cara de ilusión de su ahijado fue increíble, ver el desconcierto de Potter fue algo chocante. Severus sabía que su fama de cruel era justificada, pero no tanto como para prometer algo para luego decir que era mentira.
El pocionista se aseguró de aclararle al chico que él también podría volar, que habían más de una escoba, y solo eso faltó para que su rostro se iluminara ante la felicidad. Severus no entendía muy bien cómo funcionaba la relación entre el león y el vuelo, pero suponía que le daba un sentimiento de libertad, mismo sentimiento que fabricar pociones le daba a él.
Toda la tarde la pasaron los tres en los terrenos de la mansión, los dos adolescentes volando y haciendo pequeñas competiciones mientras el adultos ojeaba un libro de pociones y les echaba un vistazo para evitar que un accidente sucediera.
— ¡Vamos Potter! ¡¿Miedo a que te gane?!— Escuchó Severus.
— ¡Ni lo sueñes Malfoy!— Las risas de ambos hicieron eco en los alrededores, haciendo que, inconscientemente, el maestro también sonriera.
La tarde pasó muy rápido para su gusto, y cuando menos se lo esperó, Severus tuvo que ayudar a sus dos alumnos a llegar hasta sus respectivas habitaciones, pues el cansancio podía con ellos.
Después de eso terminó su desayuno y tomó rumbo a su despacho, debía leer algunas cartas que recién llegaron.
Un gruñido frustrado se oyó por todo el lugar, mientras este leía una de las últimas novedades que traía el ministerio. A Veces esos magos de pacotilla podían ser tan inútiles que lo enfurecían aún más.
Desde un principio sabía que para terminar con el procedimiento de la adopción necesitaba la firma de un ministro, ¿pero que ahora le digan que era necesario la firma de la madre? ¿Le estaban tomando el pelo? Y encima quien le dio esa información sabía muy bien en la condición que se encontraba Narcissa Malfoy.
Su plan había cambiado por completo. Si querían hacer ese procedimiento sin tener a Lucius detrás, deberían conseguir la firma de la mujer, el problema era cómo hacerlo.
¿Cuándo las cosas se volverían más fáciles?
Aprovechó que los dos adolescentes ya se encontraban en sus respectivos cuartos, probablemente más que dormidos debido a lo cansado que se encontraban, y cogió la botella de Whisky de fuego que guardaba para los momentos de malas noticias.
Se sirvió un vaso, dando al instante un largo trago. Detrás suyo la chimenea rugió, mas no se dignó a mirar quien era. Ya sabía la respuesta.
— Veo que no hay muy buenas noticias.— Asumió el director señalando a la bebida.
— Para nada.— Respondió sarcásticamente la serpiente, rodando sus ojos.— ¿Quieres una copa? La necesitarás.— Albus no negó, sabiendo que sea cual sea el problema, les llevaría un tiempo para buscarle una solución.
Alrededor de las dos de la madrugada fue cuando por fin acabaron con todo eso. Consiguieron un plan relativamente sólido para conseguir la firma de Narcissa. Desgraciadamente solo había dos posibilidades con dicho plan, o que saliera muy bien, o que saliera muy mal.
Antes de irse de regreso al ministerio, Albus le comentó que mañana Remus ya estaría disponible para quedarse con Harry por el resto de las vacaciones. Grande fue la sorpresa de ambos cuando Severus se negó a ello. No sabía exactamente por qué lo hizo, aunque puso la excusa de que el chico ya estaba bien allí, y que además estaba siendo un buen apoyo para su ahijado.
Para nada quería evitar que el lobo cortara la fina línea de confianza que se creó entre ellos, confianza que le ayudaría a empezar a enmendar los errores que cometió con el chico: por la promesa que le hizo a Lily, por el intento que tuvo de darle a Harry algo de seguridad.
— Bien, muchacho.— El anciano sonrió ante la negación del más joven, y en vez de parecer ofendido, transmitía un aura de complicidad.— El joven Harry puede quedarse contigo hasta que comiencen de nuevo las clases.
Al igual que la noche anterior Severus escuchó los gritos que procedían de la habitación de Potter, y sin pensarlo dos veces, fue a ayudar al chico.
Costó calmarlo, pero cuando por fin lo logró pudo tener una interesante, y perturbadora, conversación con él:
— ¿Cree que es mi culpa, profesor, que me lo merezco por haber matado a mis padres y condenado a mis tíos?— Esa pregunta le sorprendió. No quería creer que Harry se culpara por la muerte de sus padres. Le parecía tan absurdo y surrealista.— Solo debían apartarse un poco, ellos podía haber dejado que Voldemort— Severus no pudo evitar estremecerse ante el nombre—terminara con su traba-
— No.— Cortó el adulto, indispuesto a terminar de escuchar lo que él consideraba un pensamiento estúpido. Su tono frío, serio y cortante puso en alerta a Harry.
— Siento si le he ofendido en algo, profesor.— Se apresuró a decir el chico, apartando su mirada del hombre y miraba a la ventana.
— No, no es eso, Potter.— Severus suspiró al notar que el intento de aclarar las cosas no estaba funcionando.— Po-Harry, mírame, por favor.— Los ojos del joven se abrieron ante la sorpresa de escuchar su nombre salir de la boca de su profesor, pero insistió en seguir observando el exterior. Un firme agarre en su barbilla lo obligó a mirar al hombre. Por más que intentaba deshacerse de él, no lo conseguía.— Harry, debes entender una cosa, tus padres tomaron una serie de decisiones para asegurarse de que estarías a salvo, y lo hicieron porque te querían como cualquier progenitor quiere a su cría, porque eras lo más importante para ellos. Cualquier distorsión de la realidad que tu cerebro esté creando, debes recordar que no es la verdad.— Las lágrimas no tardaron en llegar, al igual que un llanto fuerte. Severus solo pudo sostener y calmar al chico para evitar que se derrumbara más de lo que ya lo hacía.
Cuando por fin el llanto pasó a unos leves sollozos se permitió relajarse un poco. Eso sin duda había sido una conversación drenadora y fuerte, por lo que no le extrañó que al poco tiempo Harry estuviera dormido, aún con un leve rastro de lágrimas por su cara, y con su cabeza apoyada en su regazo.
Se quedó en esa posición por unos minutos más, acariciando con suavidad los pelos revoltosos del chico.
Cuando su cuerpo empezó a notar un estado de cansancio, más emocional que físico, con sus ojos cerrándose involuntariamente, decidió acomodar bien al adolescente y regresar a su habitación a por un necesario descanso.
Una vez Draco se aseguró de que su padrino ya estaba dormido, cogió una almohada y una manta. Lenta y cuidadosamente se dirigió a la habitación del león, dispuesto a pasar lo que quedaba de noche con él.
Esto era lo que Pansy llamaba ‘una pijamada por necesidad’. Si la chica se enterara de que ahora mismo iba a hacer una con quien consideraba su enemigo…