
Temer y reconfortar
❛Ver los terrores de alguien te hace cuestionar un par de cosas..❜
El resto de la tarde fue muy monótono, escribiendo en un pergamino el ensayo que la animaga les había dejado. La parte teórica de esa asignatura siempre se le ha dado mal, por lo que tuvo que rehacer varias veces su composición. Si lo terminaba hoy solo tendría que preocuparse por el ensayo de pociones, siendo este el último que le faltaba.
Ninguno de los otros dos habitantes de la casa le molestaron, algo que agradeció. No había la necesidad de tener una presencia incómoda con ellos como había pasado en el almuerzo, o por lo menos así lo sintió él.
Cuando por fin puso el punto final dejó secar el pergamino en un lado del escritorio, justo al lado de la pequeña maceta que los elfos de la enfermería le dieron.
Se levantó de la silla para estirar un poco sus piernas, dando algunas vueltas por la habitación. Cuando pasó por la ventana notó como su profesor estaba recolectando algo de una pequeña plantación. No logró ver con exactitud cómo era la planta, pero le pareció curioso que estas estuvieran en el centro de un estanque.
Fue poco tiempo en el que se quedó mirando a Snape, para luego decidir hacer algo más productivo, como acabar el primer dibujo que hizo en la libreta que le regaló Neville. Sentado de nuevo en el escritorio terminó de trazar el boceto, para luego, con su pluma ya mojada en tinta, hacer el lineado.
Tuvo algún que otro fallo que intentó esconder, pero para haber sido el primer dibujo que pasaba a limpio, no estaba tan mal. Era una pena que no tuviera una goma para borrar los rastros de lápiz. Ya le preguntaría a Hermione si tenía una vez regresara a Hogwarts.
Fue a cerrar el cuaderno cuando notó cómo algo se movía en él. Miró nuevamente su dibujo solo para darse cuenta que partes de la vegetación se movían de forma leve, como si estuvieran animados. En cierta forma le recordó a los dibujos que su primo veía en la televisión, pero con una mayor tranquilidad. Sonrió ante el pequeño (gran) detalle de la libreta, para luego cerrarla y dejarla con cuidado en la mesa.
Sin saber ahora qué hacer se tumbó en su cama, aún teniendo cuidado. Su mirada fija en el techo, y sus pensamientos a saber dónde. Divagar de cierta forma fue un escape cuando estaba con los Dursley, así que, por probar a ver si funcionaba no perdía nada. Esta vez no fue tan bueno, pues se cuestionó todo lo pasado recientemente, y lo que pasaría en el futuro.
Snape sabía… Harry se golpeó la cabeza con la palma de su mano al darse cuenta qué implicaba ese hecho. Oh Dios, Snape sabía, cuando ningún adulto debería hacerlo. Y si eso no fuera suficiente, Dumbledore y Madame Pomfrey también.
Estará jodido, muy pero que muy jodido, cuando regrese a la casa de sus tíos. El tío Vernon estará muy cabreado, y eso no le traería nada bueno. Solo esperaba que Madame Pomfrey le volviera a curar al principio del próximo curso, si es que sobrevivía.
Mientras tanto, no muy lejos de allí, Draco Malfoy vigilaba la poción que preparaba junto a su padrino mientras este salía a por el último ingrediente que le faltaba.
Hacer pociones siempre le pareció relajante, siempre y cuando no fuera en clases de pociones. Debía admitir que allí estaba más concentrado en tirarle algo indebido al caldero de Potter que en disfrutar el momento.
Potter, para su desgracia, estaba siendo un tema recurrente en sus pensamientos. Su postura con respecto al salvador estaba sufriendo algunos cambios que aún no podía expresar con exactitud.
Cuando toda esta caótica situación empezó lo odió, principalmente por cortar las mejores vacaciones que jamás había tenido, pero ahora, tras su última visita a Hogwarts y lo sucedido con el dementor, tenía una lista de muchas preguntas sin respuestas. Sabía que su padrino podría contestarle algunas, pero era demasiado confidencial como para hacerlo. La manera más sencilla que tenía para conseguir esas respuestas era acercarse por su cuenta a Potter.
Un pitido molesto sonó, recordándole que era hora de bajar la intensidad del fuego. Con un movimiento de varita lo hizo, para luego coger una daga de plata y cortar en pequeños cuadritos los tentáculos que su tío le puso sobre la mesa.
No mucho tiempo después Severus regresó con el último ingrediente que les faltaba, y pudieron terminar la poción en un agradable ambiente.
— Embotéllala y déjalas en el gabinete, debo mandar algunas cartas al ministerio.— Draco asintió, y vio cómo el hombre salía del laboratorio. Agarró los viales vacíos y con cuidado vertió el líquido en cada uno de ellos. Cuando por fin terminó los colocó en su sitio, se lavó las manos y fue directo hasta su cuarto.
Bufó con pesar al darse cuenta que el día no estaba bueno para salir a volar un rato, por lo que al final terminó en el salón, ojeando sin muchas ganas un libro. Hoy su mente no estaba muy de su lado.
Justo después de la cena, como le fue prometido, Snape le pidió que le acompañara hasta su cuarto. Harry, no muy feliz con la petición, lo hizo, aunque la mala mirada que le dirigía a Severus no paró.
Una vez dentro de la habitación la puerta fue cerrada con suavidad. El azabache no estaba muy seguro ante aquella acción, por lo que no tardó en replicar.
— ¿Prefiere jugársela a que el Sr. Malfoy vea su estado?— Severus preguntó, alzando una ceja.
"Buen punto." Admitió Harry para sus adentros. Algo molesto se sentó en la orilla de su cama, sus brazos cruzados, y una mirada desafiante pegada en el profesor.
— Deberías vigilar tu comportamiento, Potter. No queremos que explote.— Snape sonrió levemente al ver lo fácil que era descarrilar al niño. Tal parecer la pequeña paz que había desde su llegada se estaba acabando.— Así que, por el bien de ambos y para no alargar más está situación, haz el favor de cooperar.— El maestro sacó tres pociones de su túnica, dejando una en la mesita de noche.— La primera es para la anemia.— Le dijo, extendiendo la que traía en su mano derecha. Harry no puso ninguna pega a la hora de tomarla.— La siguiente es un calmante-
— ¿Para qué lo necesito?— Preguntó el chico.
— Si me dejaras explicar en vez de cortarme.— Gruñó el pocionista.— Soy consciente de tus experiencias pasadas, y puede que esto, como en la enfermería, genere un recuerdo poco placentero— Harry puso mala cara al acordarse de ese incómodo momento.— La poción disminuirá la posibilidad de incidente.— Severus acercó el otro vial, esperando a que el chico lo cogiera. Al notar que eso no pasaría, agregó:— No tengo reparos en hacerlo de la forma complicada, Potter, pero dudo que sea de tu agrado.— El hombre sonrió satisfecho al ver como el chico obedeció, y por esa vez obvió por completo la mala mirada que le echaba.
Tuvo que ayudar al joven a acostarse bien, pues la poción hizo un rápido efecto, y aunque no estaba completamente dormido, su conciencia no estaba en sus mejores cabales. Tampoco le costó mucho trabajo debido a lo poco que pesaba.
Se preparó mentalmente para volver a ver las heridas, nunca lo estaría por completo, daba igual cuantas veces hubiera visto casos similares, y con un poco de magia se deshizo de la camisa que el chico llevaba. Necesitarían ir pronto a comprar algo de ropa, porque se negaba a dejar que Potter solo tuviera esos harapos y el uniforme de la escuela. Además, ¿por qué el maldito niño no usó el conjunto que le dio en la enfermería? Entender al mocoso se le estaba haciendo complicado, y eso no le gustaba.
Con mucha delicadeza, algo que pocos hubieran esperado del maestro de pociones, aplicó el ungüento. Intentó hacer el menor daño posible, pero cuando llegaba a algunas heridas aún abiertas era inevitable.
Llegó un punto en el que el chico se revolvía con pereza por culpa de la disconformidad, y Severus, contra todo pronóstico, hizo todo lo posible para reducir esa sensación, con leves masajes en una zona de la espalda sin heridas, y palabras, que si bien sonaban algo forzadas, tenían la intención de transmitir seguridad, algo que funcionó, pues el chico se calmó.
Cuando por fin terminó dejó al joven en una posición más cómoda, y se fue a revisar cómo estaba su ahijado antes de irse él también a dormir.
La noche no fue muy agradable para Harry. Si bien es verdad que empezó tranquila, las cartas se tornaron sobre las dos de la mañana por culpa de una pesadilla.
— ¡Fenómeno! ¡Cómo te atreves a decirle a alguien! ¡¿No te quedó claro con la última vez?!— Ante la voz enfadada de su tío Harry tembló, alejándose con extremo cuidado del hombre.— ¡Cómo si fueras importante, chico! ¡Nunca han venido a comprobar que estabas bien! ¡¿Y ahora crees que te libraste de mí?!— Intentó huir del alcance de su tío, pero en ese momento él fue mucho más rápido, sosteniendo su brazo con un fuerte agarre.— Sabes perfectamente que regresarás a esta casa, y cuando lo hagas…— Un golpe en su espalda fue propiciado, lo suficientemente fuerte para dejar marca, y empeorar las heridas que ya estaban allí.
— Por favor…— Las súplicas, como siempre, no funcionaron.
En ese momento Harry despertó con un grito ahogado, y su manta fue tirada a un costado de la cama con bastante fuerza.. Con rapidez cogió sus gafas y miró a su alrededor, aún buscando dónde se había metido su tío.
Desorientado se dio cuenta que no estaba en su pequeña habitación del número cuatro, estaba en algún sitio más grande, sentado en una cama más cómoda. Fue en ese momento cuando se dio cuenta de donde estaba en realidad, y aunque no lo admitiría, una sensación de alivio llegó.
Recordó haber llegado al cuarto después de cenar junto a Snape, quien comprobó y le ayudó a aplicar el medicamento, aunque todos los recuerdos de después de tomarse la poción calmante estaban muy nublados.
Se paseó un poco por la habitación. La idea de volver a dormir fue descartada casi al instante. En vez de eso, sin saber muy bien qué hacer, fue hasta el salón. No le importaba mucho que Snape lo pudiera encontrar, necesitaba salir de esas cuatro paredes.
Se sentó justo en un extremo del sofá, dobló sus piernas, pasó sus manos alrededor de ellas y apoyó su barbilla. No pasó mucho tiempo a solas, pues poco después, para su sorpresa, un grito desconsolador se oyó con gran intensidad por toda la mansión.
Corrió como si su vida dependiera de ello hasta el lugar de origen, olvidándose de que no tenía su varita consigo. No se fijó que era la habitación de Malfoy, su foco de atención no estaba puesto en eso, pero al ver como el rubio se revolvía entre sus mantas, mientras su cuerpo temblaba, y hablaba en sueños, pidiéndole a alguien que parara, lo aturdió por completo.
— ¿¡Qué mierda haces aquí, Potter?!— Harry se sobresaltó al escuchar la voz de su profesor, quien le veía con más cara de poco amigos de lo normal.— ¡Creo que te dejé bien claro que no debías salir de tu cuarto! ¡Ya hablaremos más tarde de esto!— El chico iba a replicar, pero Snape se apartó de él, poniendo toda su atención en la joven serpiente.
Murmullos de palabras reconfortantes y leves quejidos fue lo único que se escuchó por algunos momentos. Harry, sin querer irse de allí todavía, se recostó en el marco de la puerta. Era todo tan extraño, nunca se había imaginado que Snape reconfortara a Malfoy de esa manera, con bastante facilidad, y que el rubio tuviera pesadillas solo lo desconcertaba aún más. Ahora tenía la seguridad de que algo malo le pasó al chico.
Faltaban pocas piezas para completar este puzzle.
La interacción era sin duda algo que Harry ha deseado por mucho tiempo, algo que nunca pudo tener, y que solo gracias a un milagro lo conseguiría en un futuro. Una punzada de celos llegó hasta él, pero para evitar meterse en más problemas, lo dejó en su interior. Ya estallaría cuando estuviera en soledad.
— Joven amo Harry Potter— Una voz le dijo a su lado. Al girarse vio a Trey, el único elfo doméstico de la mansión, con una taza en sus manos.— ¿Podría dársela al joven amo Draco Malfoy?— Harry, desconcertado, cogió el objeto con cuidado para que el líquido de adentro, que por su olor y color suponía que era chocolate caliente, no se cayera. Lo sostuvo por un momento hasta que vio a las dos serpientes más relajadas.
Sin decir nada caminó hasta quedar enfrente de Draco. Ambas miradas de los chicos se cruzaron por poco tiempo, y para sorpresa del joven Malfoy, no pudo encontrar ningún rastro de burla o lástima en ellos.
Harry no se quedó por mucho tiempo más en la habitación, dispuesto a pasar el resto de la noche en otra parte de la mansión, preferiblemente en el cuarto que le fue otorgado.
Nuevamente fue sorprendido por el elfo justo antes de entrar. Este, como la vez pasada, traía un chocolate caliente en sus manos.
— Para el joven amo Harry Potter.— Dijo la criatura mientras extendía la taza. Harry lo miró confundido.
— ¿Por qué?— No pudo evitar preguntar.
— Trey es muy consciente de lo que pasa en esta mansión, joven amo. Trey sabe que el joven señor Harry Potter no tuvo una buena noche. Nada se le pasa a Trey. Trey saba que un chocolate caliente siempre anima.— Al ver que el elfo no estaría tranquilo hasta que aceptara la bebida caliente no tardó en agarrarlo. Trey asintió aprobatoriamente.— Cuando acabe déjelo encima del escritorio. Trey se encargará de lavarlo por la mañana.— Le explicó por último.
— Muchas gracias.— El elfo lo miró sorprendido, pero no hizo una escena como lo haría otro, sino que solo le sonrió, para después desearle una buena noche, o lo que quedaba de ella, y desaparecer. El azabache tampoco tardó mucho en entrar en la habitación y cerrar la puerta.
Decir que Harry no sintió un calorcito en su interior cuando se tomó la bebida sería una gran mentira, aunque no sabía si eso se debía al gesto, o a que el chocolate estaba caliente.