
La mansión Prince
❛Tengo que tener cuidado. Es un terreno desconocido para mí.❜
Cuando la noticia le fue dada, se sintió como si le echaran un balde de agua fría. ¿Tenía enserio que convivir con su maestro más odiado durante los próximos días? ¿Es que el destino no le podía dar un descanso?
Si bien era consciente de que no podía quedarse en Hogwarts, ¿no había alguien más aparte de Snape? Harry ya sabía de antemano que la respuesta era no, pero soñar es gratis.
El hombre tampoco estaba muy feliz con ese acuerdo, y la verdad, Harry no estaba para nada sorprendido. Convivir con tu estudiante más odiado no sonaba como un gran plan.
Para su sorpresa el director le dijo que Draco Malfoy también estaría allí. No sabía si alegrarse o enfadarse por ello: si bien tenía curiosidad por saber qué pasó al final con el rubio y por qué ahora estaba con Snape, sentía que en cualquier momento la rivalidad que tenían volvería a ser como el año pasado, no tan pacífica.
No tenía mucha emoción en ver cómo transcurrían esos cuatro días. Daba igual que Dumbledore le asegurara que estaría a salvo allí, al final estaba en terreno desconocido, y debía tener cuidado.
“Pero eso es mejor que estar escuchando constantemente a tu madre suplicar por tu vida, ¿no?” El recuerdo lo hizo estremecerse.
Antes de llevarse a Potter a su vivienda debía encargarse de algunas cosas, principalmente evitar que su ahijado y el mocoso comenzaran un duelo en mitad del salón o algo parecido. Por ello su mejor idea era hablar con ambos, dejar claras las reglas que debían seguir, y probablemente amenazar con un castigo asqueroso y pesado si las incumplían.
Empezaría por su ahijado. El cabreo provocado por la última discusión prácticamente estaba evaporado por completo, pero sabía perfectamente que esa no sería la última vez que el mocoso se metiera en cosas que no le incumbían. “En eso se parece mucho a Potter.” Tuvo que admitir el pocionista.
Con una seña le pidió a Draco que se acercara. Ambos fueron hasta el despacho de Poppy, aprovecharían que estaba vacío para tener más privacidad.
Severus carraspeó dispuesto a empezar.— Me temo que ha habido un cambio de planes en nuestra convivencia, Draco.— El chico lo miró confundido, sin entender a qué se refería su padrino. ¿Acaso había pasado algo con relación a su padre? ¿Su plan no ha funcionado? ¿Pensará su tío que era complicado convivir con él tras su último desacuerdo? No quería regresar con su padre. Se negaba a ello.
Sin siquiera quererlo se estaba metiendo en un bucle de pensamientos pesimistas que lo llevó al borde del pánico. Ya no le importaba mantener esa compostura típica de la sociedad alta, ahora el miedo era más poderoso.
No supo cuando perdió el equilibrio, pero unos brazos le agarraron para evitar que se cayera. Mientras alguien le ayudaba a caminar y a sentarse en algún sitio acolchado, escuchó una voz.— Copia mi respiración, Draco. Inhala… Exhala…— Dijo ella, y él obedeció.— Muy bien, niño, sigue así. Inhala… Exhala…— Se dejó guiar por la persona, sin poner resistencia a las instrucciones dadas. Algo frío fue posado en su boca, y un líquido intentaba entrar. Al principio negó tomarlo, girando con pocas ganas su cabeza a un lado, pero cuando la voz le aseguró que solo era un calmante no luchó más.
El mundo se volvió más claro después de ello, notando que fue su padrino quien le había ayudado. En su rostro se mostraba preocupación mientras le masajeaba levemente la espalda.
— ¿Mejor?— Preguntó él, y Draco asintió, recostandose un poco más. Severus no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa por ello, agradeciendo a Merlin que su ahijado siga confiando en él.— No sé que has pensado con exactitud, pero asumiré de que eran pensamientos invasivos.— Severus hizo una pequeña pausa, esperando algún tipo de reacción por parte del muchacho. Al no ver ninguna, continuó:— Cualquier asunción que hayas hecho elimínala de tu cerebro de serpiente, porque no será verdad. Lo único que iba a comentar era el nuevo arreglo que el director hizo, para mi desgracia.— Murmuró el pocionista por último.— Potter se quedará con nosotros hasta que los dementores se vayan del castillo.
Eso llamó la atención del rubio, espabilándolo.— ¿Qué?
— Solo será por cuatro días.— Intentó animar el adulto.— Aunque te pido que no causes ningún numerito.— El tono de advertencia de su padrino apareció, haciendo que Draco asintiera con rapidez.— Y te recomiendo que sigas mi petición si no quieres pasarte una tarde haciendo cualquier tarea desagradable que encuentre.
— Haré lo que pueda, tío Sev.
— Bien.— Asintió el pocionista.— Y ahora descansa un poco aquí, a Poppy no le importará. Te avisaré cuando sea la hora de irse.— Draco no rechistó, cerrando sus ojos.
Una vez se aseguró de que todo estaba correcto fue en busca de la enfermera. No fue muy difícil de encontrarla, pues recién había regresado de revisar a los alumnos que estaban en el castillo.
— ¿Todos los mocosos están bien?
— Sí. Ninguno de los dementores ha sido capaz de entrar en los dormitorios, por lo que el plan de Albus parecen funcionar.— Severus asintió satisfecho.
— ¿Y el Señor Diggory?
— Contrajo la gripe, pero ya está curada.— Snape volvió a asentir.— Creo que necesitarás esto.— La mujer le entregó un pergamino.— Es lo que necesitarás saber para el tratamiento de Harry.— Fue leyendo cada punto poco a poco. La mayoría de ellos hacían énfasis en el posible problema alimenticio y en el tratamiento de la piel del chico.
Al ver la lista de pociones requeridas comprobó que tenía todas en su almacén, por lo que no era necesario preparar ninguna.
— Por favor, Severus, ten cuidado cuando le vayas a aplicar el ungüento, sobre todo en la zona del tronco.— El hombre sintió un leve escalofrío y un hilo de ira al recordar las marcas que el chico tenía. Las de la espalda eran las que más le causaban disconformidad, sabiendo de dónde procedían.— La última vez no reaccionó muy bien. Te recomiendo que le des una poción calmante antes que nada.
— ¿Puedo contar con tu asistencia?— Preguntó.
— No puedo dejar el castillo a solas.— Severus suspiró, frustrado.— Como último remedio puedes llamar a Albus, pero tampoco te lo recomiendo, se nota que su relación con Harry no es la mejor.— “Ni la mía tampoco, y no sé por qué me tocó esta tarea a mí.” Pensó el hombre.
— Si eso es todo, me retiro a hablar con el señor Potter.— Poppy asintió, pidiéndole que viniera si algo iba mal.
Severus entró en la habitación, agradecido de que el chico estuviera despierto. Se sentó en una de las sillas bajo la atenta mirada del azabache.
— Ya el director le ha informado sobre el nuevo arreglo, ¿no?— Empezó Severus
— Sí, señor.— Le respondió el chico con un tono de voz algo bajo.
— Bien. Eso no es muy emocionante para ninguno, pero así lo quiso Dumbledore.— “Para mi desgracia.” Pensó Severus.— Dejemos unos parámetros claros desde el principio, espero que su comportamiento sea excelente durante estos días. No quiero ningún tipo de duelo o cualquier travesura, y tenga mucho cuidado con qué tipo de hechizos utilice, señor Potter. Que el ministerio no se entere de que realice magia fuera de Hogwarts no significa que yo lo haga.— Una duda le surgió a Harry, ¿por qué en la propiedad de su profesor no se detectaba la magia realizada por un menor, pero en la casa de sus tíos no? No esperaba una respuesta por parte de Snape, pues ni intenciones de preguntarle tenía, pero no se iba a quejar por ese privilegio. Así no tendría problemas en utilizar el hechizo silenciador.— ¿Quedó claro?— Harry asintió.— Respuesta verbal.— Refunfuñando el joven murmuró un “Sí, señor.”
>> Bien, pasemos al siguiente punto. Su tratamiento aún no ha acabado, por lo que deberá seguir tomando algunas pociones. Le proveeré de las que necesite.— Severus se preparó para lo que, probablemente, sería la parte más complicada de ese punto.— El bálsamo curativo debe seguir aplicándose en sus heridas, señor Potter.
— Puedo hacerlo yo solo.— Snape le miró alzando una ceja, no estando para nada seguro.
— Dudo que pueda llegar a su espalda.— Antes de que el chico le volviera a cortar, dijo:— Y esto no es negociable. Ya usted decide si hacerlo por las buenas o por las malas.— El hombre miró la hora, y dio por finalizada esta charla.— Nos iremos dentro de poco, así que cámbiese de ropa.— Severus le tendió un conjunto sencillo al chico. Harry obedeció, agarrando las prendas para luego ir al baño. Tras diez minutos ya estaba preparado.
— ¿Mis cosas, señor?
— Están en mi posesión. Le daré su baúl una vez que tenga su habitación.— No muy seguro, el azabache asintió.
El resto del corto camino fue en silencio, y una vez llegaron al despacho para coger el Floo, se encontraron con el heredero Malfoy ya esperándolos. Los chicos solo se miraron por unos segundos antes de seguir adelante.
— Tú primero, Draco.— El rubio cogió un puñado de los polvos, desapareciendo poco después.— Tú conmigo, Potter.— Severus no dejaría que el chico se fuera a quien sabe donde por no saber pronunciar bien la dirección, así que más vale prevenir que curar.
Si no fuera por el agarre que tenía el profesor Harry se hubiera caído al aterrizar, aunque no se libró de verse cubierto por el resto de polvo. ¿Cómo hacía Snape para evitarlo?
— Vamos, Potter, no quiero perder más tiempo del necesario.— Harry asintió, recomponiéndose con rapidez. Notó que Malfoy ya no estaba en la sala, pero poca importancia le dio.
Siguió al profesor hasta fuera de su despacho. Fue una pena que tuvieran tan poco tiempo para admirar el gran jardín que se podía ver desde el enorme ventanal. Sus pasos aún eran algo lentos, pues aún no se había recuperado por completo.— Espero su mejor comportamiento durante los próximos días.
— Lo intentaré, señor.— Snape lo miró satisfecho, algo que fue un alivio para el chico. No quería buscar problemas desde el primer minuto.
Cuando por fin pudo observar bien la enorme sala se dio cuenta de lo grande que probablemente era esa propiedad. La estructura estaba hecha principalmente con algún tipo de piedra negra que no reconocía y con lo que parecía ser mármol. Cualquier detalle adicional estaba hecho con algún material de colores fríos, sobre todo verdes y turquesas. Por último, la madera de los muebles era oscura. Harry no sabía exactamente a qué tipo de árbol pertenecía.
Poco a poco su profesor le mostró cada parte importante de la vivienda. Las amenazas no tardaron mucho en llegar, pues tenía prohibido entrar en los laboratorios de pociones sin supervisión, y en los dormitorios sin permiso. En verdad tampoco tenía planeado hacer alguna poción con Snape oliendo su nuca, o rebuscar en los cuartos de ambas serpientes. Prefería quedarse en un entorno seguro, gracias.
También le habló sobre el elfo doméstico que cuidaba la mansión, Trey, al cual ya conocería después.
El chico ya había decidido que su parte favorita era el exterior. Los jardines estaban muy bien cuidados, generando un agradable ambiente con tan solo verlos desde las ventanas.
Si tuviera que elegir alguna sala del interior de la propiedad, probablemente se quedaría con la cocina, e incluso, en contra de las creencias populares, la biblioteca
Tras treinta minutos Harry por fin pudo echarle un vistazo a su dormitorio. Miró detenidamente la habitación en la que se encontraba, analizándola de arriba a abajo. Esta se conformaba por una cama sencilla con cortina, una ventana con un pequeño saliente que daba al jardín, una mesita de noche, una pequeña estantería vacía, un escritorio, y un armario bastante espacioso, todo hecho de una madera oscura. En la pared izquierda había otra puerta que suponía que era el baño.
No era algo muy lujoso, pero, si era sincero, era más de lo que se esperaba. Sobre todo teniendo en cuenta dónde se encontraba.
— No te quedes parado, Potter. Y cierra la boca.— Le dijo Snape con un tono burlón.— Será mejor que vayas colocando las cosas, el almuerzo se servirá dentro de una hora. Recuerde siempre llegar puntual a las comidas, o sino atenderá a las consecuencias.— El ojiverde se preguntaba si su maestro sería capaz de dejarlo sin comida si llegaba tarde, aunque no le sorprendería, al fin y al cabo no era algo nuevo en su vida.
Su baúl fue dejado en su tamaño original al lado de su cama, y con una última mirada, Snape salió del cuarto, dejándolo solo.
Harry suspiró, estos días iban a ser muy largos. Empezó a vaciar únicamente las cosas esenciales de su baúl, colocando su ropa en el armario y sus libros en la estantería. Encima de la mesa puso sus materiales escolares, y lo demás, que principalmente consistía en las cosas con más valor dentro, lo dejó dentro. El baúl luego fue a parar debajo de la cama.
Echó una ojeada al reloj anticuado de pared que tenía la habitación. Aún quedaban 40 minutos para que la comida se sirviera. Teniendo pocas ganas de llegar temprano y tener que convivir con las dos serpientes más de lo necesario se sentó en el pequeño saliente que tenía la ventana, mirando el exterior.
En esos momentos echaba de menos a su familiar. Hedwin siempre le hacía compañía cuando se sentía solo, pero ahora que estaba en Hogwarts… Harry se preguntaba si era posible que llegara hasta la mansión, pero a saber dónde estaba situada.
El chico suspiró. Tendría que esperar para poder verla. Al menos estaba segura allí, pues los dementores no le afectan.
Una idea se le cruzó por la cabeza, y con rapidez cogió el cuaderno que Neville le había regalado, y con un viejo lápiz que le quitó a su primo empezó a garabatear en la primera hoja, teniendo como referencia la parte del jardín que tenía visible.
El tiempo pasó volando, y en menos de un abrir y cerrar de ojos faltaban solo quince minutos para que la comida estuviera en la mesa.
El chico observó su dibujo por última vez antes de salir. A este aún le faltaban detalles y pasarlo a limpio. Lo tendría que acabar después.
Abrió su ropero y rebuscó en la poca ropa que tenía para encontrar algo lo más mínimo decente, pero al no ver nada, se decantó al final por llevar el uniforme escolar.
Con la ropa ya en mano entró al baño, quitándose la ropa que le dio Snape para ponerse la otra vestimenta. Le fue inevitable mirarse al espejo por unos segundos cuando no tenía la camiseta puesta. Recorrió primero su cara: las ojeras aún resaltaban, aunque ya no con tanta intensidad, y el moratón que tenía en su mejilla derecha había desaparecido completamente (Harry agradecía a las pociones por ello). Al fijarse en la cicatriz con forma de rayo una mueca de disgusto se formó en su cara. Si tan solo eso no estuviera allí…
Movió exhaustivamente su cabeza para no divagar más, y pasó a mirar su pecho. Algunas heridas seguían allí, la segunda tanda del bálsamo no fue suficiente para eliminarlas. Las cicatrices serían otro tema el cual debería tratar después. Se giró para mirar su espalda la cual prácticamente estaba igual. Que Snape tuviera que ayudarle tampoco le agradaba.
Solo con recordar los eventos de ayer sintió un escalofrío, con el grito de su madre aún clavado en su mente.
Cerró sus ojos y se concentró en su magia, con la intención de activar otra vez el glamour . A diferencia de la última vez le costó más hacerlo, y lo achacó a que aún estaba algo débil.
Sonrió satisfecho al ver su aspecto mejorado, y se apresuró a terminar de vestirse. Le quedaba poco más de tres minutos más para llegar al comedor.
Caminó por los largos pasillos de la mansión sin fijarse más en cada detalle que había en ellos. No tenía tiempo para ello.
Una vez llegó a la sala se paró en el marco de la puerta, observando como ya los otros dos habitantes se encontraba allí. Se fijó en el vestuario que llevaba su profesor, sorprendiéndose al notar la lacra de ropa negra. En vez de ello tenía puesto una camisa blanca y un pantalón azul marino. Quién diría que Snape tenía una paleta de colores más extensa que el negro…
Por otro lado Malfoy llevaba ropa algo más… hogareña, no tan refinada como la típica vestimenta de Sangre Pura. Estas, para no variar, eran de tonalidades verdosas.
— ¿Tiene planeado quedarse allí todo el tiempo, señor Potter?— La voz de Snape le sacó de sus observaciones, y sintiéndose algo avergonzado, murmuró un “No, Señor” y se adentró al comedor.
La comida no tardó en aparecer, todo gracias al elfo doméstico que vivía allí, y al cual aún no ha tenido la oportunidad de conocer. Las bandejas, las cuales principalmente consistían en pescado al horno, verduras, y papas cocidas estaban situadas en el centro de la mesa. Al lado había dos botellas de zumo, una de naranja y otra de moras, y otra botella de agua.
Como ya era costumbre para él dejó que las dos serpientes se sirvieran primero, y luego cogió pequeñas porciones de cada cosa, y se sirvió un vaso de agua, que, para su deleite, estaba fría.
Una conversación de pociones se formó entre los dos Slytherin, a la cual Harry no le prestó mucha atención. Su concentración estaba más bien en la cantidad de comida que ingería a una velocidad lenta, todo para evitar vomitar después.
Al final en su plato quedó algunos restos de verduras y papas, pero el pequeño trozo de pescado desapareció. El chico preguntó si podía ir al cuarto, y Snape, no muy convencido, aceptó.
— Trey te dejará una poción nutritiva en tu cuarto. Tómatela.— Harry asintió rápidamente, queriendo salir de allí lo antes posible.
Como bien le fue prometido, la poción estaba encima del escritorio. De tres tragos se la tomó, y dejó el vial justo en el mismo sitio. Luego, sin saber exactamente qué hacer, tomó su libro de transfiguraciones para empezar la tarea que le dejó McGonagall.