
Ingrata Verdad
❛Es una ingrata y asquerosa sorpresa que preferiría que no fuera real.❜
Listo para atacar por si fuera necesario, el profesor de pociones se adentró en la vivienda, llevándose una desagradable sorpresa al ver lo que estaba ocurriendo.
Severus Snape no estaba preparado para ver aquella escena frente a sus ojos. Si bien ha experimentado cientas de cosas inhumanas, y visto miles aún peores, jamás se hubiera imaginado una escena similar.
Jamás hubiera pensado que Potter sería otra víctima de un Caso Cautus.
— ¡Petrificus Totalus!— Exclamó él al ver como el muggle levantaba su puño, dispuesto a volver a pegarle al joven que tenía enfrente. El hombre cayó al suelo como si de un peso muerto se tratara, pero Severus no dejó de apuntarle con su varita.— Dime una maldita razón por la que no debería lanzarte ahora mismo la maldición asesina.— El muggle no le respondería, no bajo ese estado, pero, oh Merlin, qué ganas más fuertes tenía de hechizarlo.
En realidad, nada le detenía de hacerlo. Podría ocultar con relativa facilidad todos los hechos y salirse con la suya. ¿Acaso no era él uno de los mejores espías?
Su varita empezó a iluminarse, y justo cuando estaba preparado para pronunciar el hechizo, una pequeña voz a su lado lo paró.— No…— Fue tan baja que Snape casi no la logra escuchar, pero al hacerlo, salió del trance en el que estaba metido, concentrándose ahora en el joven en vez de en la escoria tirada en el suelo.
Seguro de que el muggle no se movería de su lugar se acercó hasta el chico, lanzando un hechizo de diagnóstico para comprobar su salud. Aunque solo con verlo se podía hacer una idea.
Una vez sabiendo más o menos lo que debía utilizar, sacó de los bolsillos de su túnica algunas pociones.— Toma esta primero, aliviará el dolor.— Le señaló el maestro, destapando un vial con un líquido rosado. Intentó hacer que el chico lo sostuviera con sus manos, pero al ver que esa tarea se le dificultaba, y le harían perder más tiempo, Severus le echó una mano.— Vamos Potter, traga.— Le ordenó el adulto, intentando sonar firme, pero a la vez algo más suave. Al final, tras maniobrar con las vías respiratorias del chico y presionar levemente en su garganta, consiguió que la tragase.
Las demás pociones, que principalmente consistía en una reabastecedora de sangre y una esencia de murtlap fueron más fáciles de aplicar en el chico, pues Harry parecía estar más bien en su mundo, relajado al no sentir con tanta intensidad el dolor.
Cuando removió el viejo harapo que el azabache tenía puesto (lo que suponía que antes era una blusa), no pudo evitar sorprenderse y disgustarse al ver el torso. La mayoría de las costillas se podían ver sin mucho esfuerzo, algunas incluso se notaban que estaban fracturadas. Todo, para su fastidio, estaba decorado con varias cicatrices y moratones de diferentes tonalidades, algunas que parecían tener años de existencia. Snape alzó ambas de sus cejas cuando notó como algunas de ellas desaparecían por un momento para luego revelarse otra vez. ¿El chico había estado usando un Glamour? Era la única explicación lógica que podía dar.
— Finite Incantatem.— Murmuró el pocionista, acabando con el hechizo y dejando al descubierto la verdadera apariencia. Verlo todo junto era mucho peor que verlo separado.Severus tuvo que apartar su vista por un momento, porque sino, vomitaría en ese mismo lugar, algo bastante raro en él.
— Según tío Vernon, es su obra maestra.— Volvió a hablar la voz con un tono tranquilo e inquietantemente armonioso. Snape lo miró a los ojos, sabiendo que ese estado era culpa de una de las pociones. Aún así siguió pensando en lo macabro que podría llegar a ser.
— Tu… tío— Severus no pudo evitar escupir esa palabra—es un abusador trastornado, Potter.— Afirmó el adulto en un intento de transmitir seguridad. Harry lo miró con su ceño levemente fruncido, mostrando que estaba en desacuerdo con algo.
— ¿No debería estar feliz, profesor Snape?— La pregunta, en cierta forma, hizo que se encendiera una llama imaginaria en el adulto. ¿Cómo se atrevía el mocoso a insinuar que él estaba a favor del abuso infantil?— Vamos, profesor, no lo niegue. Me ha odiado por tanto tiempo…— Harry soltó una risilla, divertido por algo que Snape no pudo descifrar. Cualquier mago pensaría que el mago había sucumbido a la locura. — Es un poco hipócrita, ¿no cree, profesor?
— Tendremos esta conversación más tarde, señor Potter, por ahora, descanse.— Sentenció Snape, listo para regresar al castillo junto con el chico. No valía la pena hablar con él ahora, no en ese estado. Solo acabaría mal para ambos.
— ¿Le cuesta aceptarlo?— Siguió Harry, echándole más leña al fuego. Snape gruñó, conteniendo su temperamento para no dejarlo estallar.— No me sorprendería, la verdad.
— Cállate, Potter— Le advirtió, su tono bajo pero severo.— Ni se te ocurra.— El joven no volvió a intentarlo tras la última amenaza, solo bufó, recostándose aún más.— No te muevas, niño estúpido, solo te abrirás más las heridas.— Severus suspiró, ¿por qué era tan difícil ayudar al Chico-Que-Vivió?
Por culpa del cansancio, o del aburrimiento, quien sabe, los ojos de Harry se cerraban con lentitud, cada vez sintiéndose más pesados. “Así por lo menos el viaje será más fácil.” Pensó Severus, quien, con cuidado, agarró al chico, acomodándolo entre sus brazos.
El hecho de que pesara poco no le gustó en lo absoluto. ¿Acaso Potter no comía lo suficiente en Hogwarts, o cuando empezó el curso estaba mucho peor?
Notando que el baúl del azabache estaba allí, lo encogió y metió en uno de sus bolsillos.
Iba a marcharse cuando recordó la otra presencia inmovilizada que se encontraba en la sala.— Volveré.— Le advirtió el hombre, lanzando el contrahechizo. Vernon se levantó con rapidez, intentando disimular el miedo que sentía hacia uno de los fenómenos más aterradores que había tenido la desgracia de conocer. Snape sonrió.— Haces bien en temerme, muggle. La magia— Vernon se estremeció al escuchar la palabra— es milagrosa. No importa donde te escondas, te encontraré.— El muggle tuvo que apoyarse en la pared para mantener su equilibrio.— El Príncipe Mestizo siempre cumple con sus promesas.— Comentó, refiriéndose en gran parte al juramento que hizo en proteger al chico. “Un juramento que rompiste.” Le dijo una voz en su cabeza.
“Cállate.” Ordenó Severus, sintiéndose complacido al ver que, en efecto, se calló. No tenía tiempo ni capacidad para lidiar con eso ahora. Lo dejaría para la noche junto a una copa de Whisky de fuego.
Antes de salir por la puerta principal, Snape se dio la vuelta, mirando cara a cara al otro hombre.— Es una pena que Tunei no se uniera a esta magnífica charla. Le hubiera erncantado verme aquí.— Comentó sarcásticamente, recordando por un momento breve lo arpía que llegaba a ser la mujer.— De seguro estará… emocionada por la siguiente vez que nos veamos.— Sin más salió de ese horrible lugar, yendo a casa de la señora Figg. Era mejor no someter a Potter a una aparición en ese estado.
Tocó repetidamente la puerta de la mujer mayor, algo impacientado por llegar a la enfermería de Hogwarts.
— ¿Severus? ¿Qué haces a- ¡Oh Dios! ¡Harry!— Los ojos de la mujer se abrieron reflejando sorpresa.— ¿Qué ha pasado?
— No tengo tiempo para esto, Arabella.— A decir verdad, estaba cabreado con la mujer. ¿Acaso nunca había notado que había algo mal con Potter durante todos estos años?— Necesito llegar lo antes posible a Hogwarts.— Arabella asintió sin poner ninguna pega, dejando pasar a ambos magos. Aún intentaba asimilar el estado tan lamentable en la que se encontraba el joven salvador del mundo mágico.
La mujer observó cómo ambos desaparecían junto con las llamas de la chimenea.
— ¡Poppy!— Gritó Severus tras aterrizar en el despacho de la patrona.— ¡Poppy!— Volvió a llamar.
— ¡Severus Tobias Snape! ¡Esto es una enfermería, no una casa de locos!— Reprochó la enfermera, entrando a la habitación. Fue pocos minutos después cuando notó que el pocionista cargaba a alguien en brazos.— ¿Q-que…?— Poppy se sintió perpleja al ver al chico.
La sorpresa no duró mucho en la mujer sabiendo que tenía un paciente que atender. No mentiría, tenía muchas preguntas, pero debía ordenar bien sus prioridades, y ahora mismo ese alumno estaba en el primer puesto.
Le pidió al pocionista que llevara al chico hasta una de las habitaciones privadas de la enfermería, consciente de que Harry no querría que muchas personas se enteraran de todo ese embrollo.
Severus, con cuidado, dejó al joven león en la única cama situada en el centro del cuarto, dejándole espacio a la matrona para que hiciera su trabajo. Poppy lo miró aprobatoriamente al notar las pociones ya dadas.
— Haz un escáner completo también.— Le pidió Severus. Debían tener pruebas para un futuro.
— ¿Tenemos el permiso?
— Creo que Albus es su tutor mágico.— Le informó Severus.— Aunque las circunstancias de este caso permiten realizar el hechizo sin ningún problema.— Su voz sonaba segura, ya había pasado por muchos casos como ese.
— Bien.— Dijo la mujer asintiendo.— Me pondré manos a la obra.— Tras murmurar las palabras, un pergamino y una pluma aparecieron, empezando pocos segundos después. Normalmente ese tipo de test tomaban unos diez minutos en acabarse, quince como máximo, pero el tiempo pasaba hasta que se paró después de 32 minutos.
— Es un poco… largo.— Poppy fue la primera en hablar con ese comentario. Severus solo rodó los ojos ante la obviedad.
La mujer cogió el pergamino y empezó a leerle, asombrada por cada herida y enfermedad que ha tenido el niño. Sus ojos se abrieron aún más al leer la parte del veneno de basilisco. Una vez sabiendo con qué trabajaba se concentró en su paciente, dejando el papel a manos del pocionista, quien, tomándose su tiempo, lo leyó.
Notó como los primeros años fueron los más pacíficos. El cambio se ejecutó cuando el niño tenía cuatro años. “La edad más común para la primera muestra de magia accidental.” Pensó Snape, deduciendo que esa puede ser la principal causa del abuso. “Además, el muggle le tenía coraje a los magos, e incluso miedo diría.”
— Haré una copia para dársela a Albus.— Comentó Severus, a lo que Poppy asintió.— Probablemente pasaremos por aquí para ver cómo avanza todo. Si necesitas alguna poción solo manda un patronus.
Con un último asentimiento como despedida, Snape volvió por la Red Floo, esta vez a su casa, donde suponía que a estas horas estarían Albus y Draco.
Cuando por fin terminaron con esa conversación, en la cual Albus no pudo evitar lagrimear un poco, ya era la hora de la cena. Draco notó que algo no encajaba en todo eso, ambos adultos se encontraban demasiado serios por alguna extraña razón. Si bien no han sido las vacaciones de navidad más divertidas, no habían llegado a ese punto.
“Y cuando algo le da curiosidad al dragón, debía saciarla de alguna forma para evitar que una catástrofe mayor ocurra.“ Eso le solía decir su madre cuando era pequeño y no paraba de toquetear todo, o por lo menos así fue hasta que su padre empezó a intervenir.
De un momento a otro su apetito disminuyó. Decidió tomar la poción Anti-Cruciatus que le hizo su padrino e ir a leer algo en el salón. Eso siempre lograba distraerlo.