Realize

Harry Potter - J. K. Rowling
Gen
G
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Summary
Cuando algo parece estar mal con el heredero Malfoy, Harry va a hablar con uno de los pocos adultos en que cree poder confiar.Tal parecer eso desencadena una serie de cambios también en su vida, la cual, con el paso del tiempo, mejorará, o eso esperaba.Una familia conformadas por personas que de alguna manera están rotas. Las posibilidades son prácticamente infinitas.
Note
¡Buenas! Nuevo fic, y otro Severitus más con la increíble participación de la futura relación de hermanos de Harry y Draco. Aunque todo a su debido tiempo.No piensen adorar mucho a Lucius aquí, y creo que no hace falta advertir de los Dursley.Alguna que otra referencia a los shipps canon: Romione, Hinny y Drastoria de forma secundaria.Publiqué esto hace unos días, y lo tuve que enviar a borrador por motivos de corrección, pero ya está de regreso. Siento las molestias.
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Desesperación

Sé que uno de tus deseos más grandes es conseguir un hogar, una familia. Te los daré, pero ten un poco de paciencia, por favor.

Y tampoco te rindas. Nunca lo hiciste, no lo hagas ahora.


Decir que los próximos días de Harry fue un infierno sería aliviar mucho todo lo que le había ocurrido ocurrido durante ese tiempo. Justo la primera mañana su tío lo había levantado duramente, todo hecho una furia por culpa de lo que su esposa le había contado.

Harry ya venía mentalizado con todo eso de no ser bienvenido en la casa de sus familiares, pero nunca estaría lo suficientemente preparado como para afrontar los reiterados golpes que eso generaba. Da igual cuantas veces lo haya vivido.

El tío Vernon le advirtió que pasara desapercibido durante toda esa semana, que no quería ver ni un pelo de él mientras no fuera necesario, y Harry no le debatiría nada. Prefería estar así antes de verse en un mal estado por otro castigo debido a lo ocurrido con la hermana de Vernon, aunque eso significase disminuir su socialización. Podría sobrevivir sin ello.

Como cada día preparaba todas las comidas, limpiaba la casa, y se encargaba del exterior. Aunque en cierta parte gustaba trabajar en el jardín, tener la constante mirada de su tía sobre su cuerpo no ayudaba. Además, los malos tiempos del invierno ponían las cosas peores. En esos momentos Harry deseaba tener algo de ropa más abrigada, no esos harapos rasgados, descoloridos y estirados que antes le pertenecían a su primo, aunque, bueno, más que sea tenía algo. Podría ser peor.

Esa noche será la cena de Navidad, a la cual, al igual que todos los años, no podría asistir. Se quedaría en su habitación bajo las amenazas de su tío de no hacer ruido.

Sobre las cinco fue sacado de sus tareas por culpa de un chillido de la tía Petunia. Tal parecer necesitaba ayuda con los preparativos de la cena, y Harry sabía que dentro de esa casa, él era el único capaz de echarle una mano.

Aunque la lengua afilada de su tía predominaba en esos momentos, Harry intentó hacer esa interacción lo más amena posible, haciendo su mayor esfuerzo para ignorar cada comentario de la mujer, concentrándose en la repetitiva tarea de cortar las verduras y meterlas en un tupper.

— No sé que tienes con nuestra familia.— Volvió a arremeter Petunia, esta vez con una voz más maba, más cansada, aunque el veneno ya típico permanecía.— Siempre… fastidiando nuestras vidas.— El chico paró por un momento de hacer sus tareas, envuelto en sus pensamientos. 

“Nunca he escuchado a tía Petunia tan… deprimida” Pensó él, observando el cuchillo sucio que tenía enfrente como si fuera lo más interesante del mundo.

— Desde que llegaste a nuestras vidas solo hemos tenido desgracia tras desgracia.— Harry no pudo evitar sentirse mal por ello. ¿Tanto había influenciado en la familia de su tía? ¿Y encima de una mala manera? Siempre supo que entre ellos no había la mejor relación gracias a varios comentarios hechos durante tanto tiempo, pero que su tía Petunia se lo dijera de esa forma no le hacía sentir bien.— Nosotros no te ofrecimos un hogar por caridad. Esos… seres de tu misma especie solo te dejaron aquí con una maldita carta, sin explicaciones, ¡sin nada!— El azabache saltó ante el repentino chillido de la mujer, dejando caer el cuchillo que antes tenía en sus manos.— ¡No quería saber nada de ese mundo lleno de fenómenos!— El tono de su tía subió a tal punto de que ahora estaba gritando. Harry la miraba con ojos bien abiertos, intentando analizar cada oración, cada palabra, que ella decía.— ¡PERO NO, ELLOS TENÍAN QUE TRAERME A LA ÚLTIMA PERSONA CON LA QUE QUERÍA VIVIR! ¡CON EL PUTO ERROR DE MI MALDITA HERMANA Y SU PUTO MARIDO!— Petunia estampó sus manos con tanta fuerza que algunos platos de alrededor temblaron. Harry, por inercia, se separó más de la mujer, notando como, en la entrada de la cocina, su tío veía la escena, sorprendido de cómo su mujer se iba rompiendo poco a poco, mas no venía a ayudarla.

Las acusaciones de Petunia hicieron que el joven se enfadara. La presencia amenazante e imponente de Vernon no fue suficiente para que Harry replicara con un grito: — ¡MIS PADRES NO ERAN EL PROBLEMA!— El ambiente cambió, pero ninguna de las tres personas presentes se dio cuenta de ello.

— ¡SI LO ERAN! ¡ELLOS Y SOBRE TODO TÚ! ¡MI VIDA ERA NORMAL ANTES DE QUE TÚ LLEGARAS! ¡SIN PELIGROS ABSURDOS Y SIN FENÓMENOS COMO TÚ! ¡LO TUVISTE QUE FASTIDIAR POR COMPLETO!— Con un grito ahogado, ella cayó al suelo, desmayada, mientras un hilo de magia la conectaba con su sobrino. Harry observaba horrorizado toda la escena, sin poder procesar muy bien todo lo que le había dicho. Él solo podía concentrarse en su tía, inconsciente y tumbada en el frío suelo de la cocina. Su tío, enfadado, entró en escena.

—¡SAL DE AQUÍ!— Exclamó él, apretando más sus puños mientras se acercaba a su sobrino con un aura amenazante. Sus nudillos se volvían cada vez más blancos, y su cara se enrojeció ante la rabia que sentía. 

Al ver que el chico no respondía, su paciencia ya superando el límite y su vista nublada por culpa del odio, lo agarró con fuerza mientras lo arrastraba.

Harry se removió, intentando aflojar el agarre, algo que solo provocó que este incrementera. De seguro tendría un gran moretón por culpa de ello. Y ese probablemente no sería el mayor de sus problemas.

Llegaron hasta su alacena, donde su tío tiró fuertemente de la puerta, y lo empujó hacia el interior. Poco le importó que su baúl se encontrara en el medio. Cerró con llave para evitar que el monstruo saliera, y se apresuró a regresar al lado de su mujer.

Dentro de ese pequeño sitio Harry solo pudo esperar a que le dejaran salir. Desde su incómoda posición, todo apretujado encima del baúl, intentaba escuchar los murmullos que venían de la cocina. Lamentablemente no podía entenderlos muy bien, y eso solo lo ponía más nervioso.

El enfado aún rondaba por su cuerpo, sentía rabia por todo lo que su tía le dijo. Con su respiración intentó calmarse, tomando grandes cantidades de oxígeno por su nariz, y expulsando lentamente el dióxido de carbono por la boca. Algo frustrado al ver que no se calmaba por completo, dio un golpe a su baúl, generando una pequeña sensación de dolor que calmó momentáneamente toda su ira. 

Con su juicio cegado y su conciencia a saber donde, continuó dando golpe tras golpe, siguiendo un patrón repetitivo de veinte segundos de diferencia entre cada impacto, el tiempo suficiente para que su cuerpo asimilara esa sensación, y pidiera más. 

Con el paso del tiempo el chico hacía los golpes con más fuerza, y el sonido provocado aumentaba, pero nadie parecía escucharlo tras la puerta de su alacena. Sus tíos deberían estar muy ocupados para no hacerlo. “O no les importaba. Seguro que es música para sus oídos.” Con ese pensamiento Harry no pudo evitar que las lágrimas se acumularan en sus ojos, recordando las palabras dichas por Petunia.

“Mi vida era normal antes de que tú llegaras… Lo tuviste que fastidiar por completo.”

Con sus manos pintadas de un tono rojizo intentó parar las lágrimas que se acumulaban en sus ojos. No había llorado desde hace mucho tiempo, y no quería hacerlo ahora. ¿Por qué le afectaban tanto las palabras de su tía? Nunca lo habían hecho, entonces, ¿qué cambiaba ahora?

¿¡ALGUIEN LE PODRÍA RESPONDER, POR FAVOR!?

Frustrado, se echó para atrás, chocando fuertemente su nuca contra la pared. Soltó un grito a modo de queja al sentir como el dolor se expandía.

Parado en esa posición, sin tener energía para moverse, se quedó mirando a la nada, su mente pensando en qué momento se había vuelto tan patético. ¿Por qué todos esos cambios? ¿Por qué, hasta cierto punto, tenía expectativas tan altas cuando sabía que nunca se cumplirían? ¿Qué estaba esperando: un entorno de caridad que le brindase amor?

“¡Vamos! ¡Ellos ni siquiera querían quedarse contigo! ¡Tienes suerte que no te dejaran en un orfanato!” Exclamó una parte ruidosa de su conciencia.

“¿Te puedes callar, por favor?” Pidió la parte racional, a la cual no le hicieron mucho caso.

Muy pero que muy lejos, Harry escuchó el aullido de un canino, mientras vagamente se secaba el leve rastro de lágrimas que dejó ese extraño episodio.

Los minutos pasaron hasta que la puerta de su alacena se volvió a abrir. Acostumbrado ya a la oscuridad del pequeño lugar, Harry hizo una mueca ante el repentino cambio. 

Cuando por fin pudo volver a la normalidad notó la silueta que estaba en el marco de la puerta, reconociéndola casi al instante como la de su tío. Desde el principio de ese accidente sabía lo que le pasaría, las consecuencias que todo eso traería, pero no lo tranquilizaba en lo absoluto. 

“¿Cómo iba a hacerlo, sabiendo lo que me esperaba?” Pensó él.


Vernon estaba a otro nivel de cabreado. Tras haberse asegurado de que su mujer solo se encontraba en un sueño profundo, sin ningún daño aparente, fue directo hasta la alacena en donde ese fenómeno estaba.

Abrió la puerta con un único fuerte tiró, haciendo incluso que rebotara con la pared. Una vez vio a su sobrino con el rastro de sangre seca aún por su alrededor, sonrió. Tal parece que el pequeño monstruo había empezado sin él.

Tirándole del pelo lo sacó de su escondrijo, poniéndolo en una posición más cómoda para aplicar el castigo.

Sintió pena al notar que su hijo no estaba allí para contemplar todo el espectáculo. Dudley se había ido al parque y no regresaría hasta las siete.

¿Cómo los vecinos no escucharon ninguno de los gritos? Es solo gracias a la experiencia que tenía ya el hombre.


Severus Snape estaba furioso. ¿En serio el Niño Dorado no le dejaría disfrutar de sus estresantes vacaciones de Navidad con tranquilidad? Si bien prácticamente había pasado los pocos días que llevaban de vacaciones entre el ministerio y la mansión Prince, donde él, Draco y Albus se estaban quedando, le hubiera gustado no saber nada de los mocosos idiotas, incluyendo, sobre todo, a Potter.

Pero no, Albus-muchos-nombres-Dumbledore tenía que pedirle el favor de revisar al Niño-Que-Vivió cuando una fuerte señal de magia se generó en la casa, tal y como había pasado la noche anterior. A saber en qué lío se metió el mocoso ahora.

Gruñendo, y sintiéndose aún algo escrupuloso de dejar a Draco solo en el ministerio con Albus, salió del edificio para luego Aparecerse en Privet Drive.

Esperaba por Merlín que no le tomara mucho tiempo solucionar cualquier lío que Potter haya creado. Sino el chico se ganaría como mínimo un mes de detención con él.

Tocó la puerta de entrada principal, sin recibir ninguna respuesta. Tras un minuto más intentando hacer que alguien le abriera, se hartó, y con un rápido Alohomora, se hizo paso.

El grito que escuchó justo al entrar solo lo alteró más.

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