
Ayuda
❛Está bien si necesitas ayuda. No dudaré en echarte una mano❜
Severus caminó a paso acelerado por los pasillos de Hogwarts, mientras, en su cabeza, revisaba lo último que había descubierto gracias a Poppy.
Al parecer, todo ese abuso que había estado recibiendo su ahijado empezó en el segundo año, sobre todo cuando la cámara de los secretos se abrió por primera vez, y Draco regresó a la mansión por las vacaciones de diciembre.
Cada alumno que se topaba con el temible profesor de pociones se apartaba casi al instante de su camino, y Severus estaba agradecido por ello.Su cuerpo sentía algo de calo rpor culpa de la rabia que cargaba, la cual intentaba calmar a cada paso que daba. Ni siquiera la oclumancia tenía un buen efecto.
Cuando por fin estuvo enfrente del despacho del director dio tres toques con una fuerza mayor de la prevista, y esperó a que el apodado “Cabra loca de limón”, mote puesto por algunos estudiantes, le abriera, pues la contraseña no parecía ser la correcta. Justo antes de llegar a los dos minutos, la puerta del despacho se abrió.
— Perdona, mi muchacho, estaba terminando de firmar algunas cosas.— Se disculpó el anciano, haciendo una seña con la mano para que el profesor pasara.— ¿En qué puedo ayudarte hoy?— Albus, para la no sorpresa de Severus, desprendía ese aura de carisma y serenidad que le caracterizaba. Muy adentro, sentía algo de pena por tener que romperlo con todo ese embrollo.
Una vez sentado en uno de los sillones cómodos que tenía la sala, y con el director a pocos metros de él muy atento de cualquier pequeño gesto que hiciera, Albus volvió a preguntar, esta vez algo más preocupado.— ¿Severus? ¿Estás bien? ¿Es algo de la marca?
— Es algo más grave.— El director se apoyó aún más en su mesa, acercando su rostro, mostrando, si era posible, más atención aún—Es otro CC.
— ¿A estas alturas del año?— Preguntó sorprendido el anciano. No era normal que se detectara un Cautus a estas alturas. Normalmente era al principio, cuando las serpientes de primer año se hacían su revisión.
— No es un primer año, Albus.— Le informó Severus, posando los pergaminos doblados que llevaba en uno de los bolsillos del interior de su túnica.— Esto es todo lo que hemos sacado Poppy y yo hasta el momento.— El director lo leyó detenidamente, parándose cada vez que lo veía necesario para procesar todo.
— Esto es… decepcionante.— Le respondió Dumbledore mientras releía los detalles escritos por la enfermera.— “Maldición Cruciatus realizada varias veces a lo largo del último año”— La alegría carismática del anciano se había desvanecido a lo largo de la lectura, aún más cuando leyó esa parte.— Supongo que ya le diste los correspondientes cuidados.
— Sí, director.— Le confirmó, y Albus asintió en aprobación.— Aunque le costará tiempo antes de estar totalmente recuperado. Al nivel de exposición que llegó a estar su recuperación será larga.
— ¿Quedará algún efecto secundario?— Le preguntó el peliblanco, dejando, de una vez, los papeles en la mesa.
— No debería. Su tejido celular no llegó a romperse por completo, y los temblores deberían desaparecer con la ayuda de las pociones.— Explicó el pocionista, con una clara muestra de alivio que se le contagió a su acompañante.— Eso con respecto al campo físico. Ya si hablamos del psicológico es otro tema diferente.
— La locura no sucumbió a él. Eso ya es algo bueno.
— Pero eso no significa que no pueda hacerlo.— Le recordó Severus.— Las posibilidades aumentan a la par del tiempo de exposición.
— Lo comprendo.— Hubo una pequeña pausa entre los dos, ambos pensando en diferentes puntos de un mismo tema.— ¿Cuál es tu plan, Severus?— Preguntó por fin Albus.
— Mandar a Lucius a Azkaban.— De eso el pocionista estaba seguro, el problema era cómo lograría hacerlo.
— No es un mal plan.— Felicitó el anciano, con una pequeña sonrisa, la cual no duró mucho.— Supongo que por eso estás aquí.
Asintiendo, el profesor respondió:— Lucius tiene demasiado poder en el ministerio. Si queremos hacer una demanda contra él, fácilmente la puede negar.— No sería la primera vez que el Malfoy mayor hiciera eso, pues ambos sabían que, tras la caída de Voldemort, se libró de alguna forma poniendo la excusa de estar bajo la maldición Imperio. Era extraño que eso colara ya que la maldición dejaba algún efecto secundario o algún desecho de ella misma, y Severus estaba seguro de que no se pudo encontrar ninguno en el cuerpo de Lucius.
Algo le hacía creer que dentro del ministerio aún quedaban algunos mortífagos.
>> Por eso necesito tu ayuda cuando hagamos la primera acusación.
— ¿Hay más?— Preguntó Albus algo sorprendido.
— Estoy casi seguro que Narcissa Malfoy tampoco está siendo tratada justamente.— La mirada del anciano se volvió a horrorizar ante esa aclaración.— No conozco muy bien la amplitud, pero por lo menos sé que estuvo bajo el Imperio.— Albus suspiró, claramente decepcionado.
— ¿Qué diablos ha pasado, Severus, para que haga esas cosas?
— El poder, Albus,— Y aunque el pocionista sabía que el mayor ya conocía la respuesta, la necesitaba escuchar— corrompe todo.
No hizo falta mucho más para convencer al director— ¿Qué puedo hacer para ayudarte, muchacho?— Severus se permitió sonreír, esta vez pensando que, si se preparaban bien todo, saldrían ganando.
No sería fácil, pero tenían oportunidad. Si tan solo supieran quienes estaban trabajando junto a Lucius…
Cuando Draco regresó a su sala común tras su cena en la enfermería, fue recibido por sus amigos, quienes antes jugaban al ajedrez mientras esperaban.
La partida fue olvidada cuando se dieron cuenta de que el rubio estaba allí, apresurándose a acercarse a él. La bombardera de preguntas no tardó en llegar, y a Draco se le hacía imposible contestar ni siquiera una, pues a la velocidad que iban, era complicado. Pareciera que la parte racional de sus amigos se fue sin avisar.
Cruzado de brazos, esperó a que el barullo se calmara, haciendo muecas cada vez que el tono subía más de lo adecuado. Algunas veces incluso usó una tos falsa que no sirvió para mucho.
Tardaron en darse cuenta de que así no conseguirían nada, pero tras hacerlo, el ambiente se fue calmando.
— Por fin se dignan a cooperar.— Vociferó Draco con una clara molestia en su voz.— Me iban a dejar loco con todo ese barullo.
— Estábamos preocupados.— Contestó Pansy, siendo apoyada por las demás serpientes.— La última vez que te vimos fue con el prefecto. ¡Ni siquiera estabas en la cena!
— Pansy, por favor.— Se quejó el rubio por los gritos.— Además, tienes la pepita de plata contigo. Sabrías si algo me pasara.— La chica no pudo evitar sonrojarse ante la obviedad, siendo seguida por las otras serpientes, quienes lo intentaban ocultar.— Ahora que dejamos de lado de que antes de hablar hay que pensar— Draco se acercó un poco más a sus compañeros, bajando la voz para que solo ellos escucharán lo que iba a decir— ¿Quién mierda le contó a mi padrino sobre lo que ya sabemos?— Las miradas de asombro no tardaron en llegar tras esa pregunta.
— Creo que deberíamos de seguir con esta conversación en otro sitio.— Señaló Theo al notar cómo algunas serpientes ajenas miraban hacia ellos.
Con rapidez, el grupo subió hasta la habitación de Draco y Theo. Blaise cerró la puerta mientras Theo se encargaba de colocar hechizos de privacidad. Una vez todo listo, y sentados alrededor de ambas camas que había en la habitación, retomaron todo ese lío.
— ¿Cómo que Snape se enteró de eso?— Preguntó, algo perplejo, Blaise.
— Vamos, alguien se lo tuvo que contar.— Draco reclamó molesto.
— ¡No fuimos nosotros!— Se quejó Pansy con un tono chillón y ofendido.— Además, el profesor Snape se pudo enterar por su propia cuenta.
— ¿Tras semanas de que todo empezó?— El rubio no sonaba muy convencido de ello.— Nadie se ha enterado nunca, ¿y ahora lo hacen?— El silencio se apoderó de la conversación, cada cual pensando en cómo su jefe de casa se había enterado.— No se cómo mierdas se ha enterado.— Pasó una mano por su cara, frotando sus ojos, claramente irritado.
— ¿Pero eso no sería algo bueno?
— Zabini-
— Solo piénsalo.— Cortó el moreno— Cabe la posibilidad de que ya no tengas que vivir con él.
— ¡Y cabe la posibilidad de que acabe con mi madre!— El ataque de prepotencia que sintió en su cuerpo no era normal en él, pero no podía evitarlo.
— Sabes que el profesor Snape no lo permitirá.— Afirmó Theo con seguridad en su voz. Con eso intentaba calmar a su amigo, pero no parecía funcionar muy bien. El chico solo seguía acelerándose aún más cada vez que pensaba en su madre— Daphne, ¿te quedan pociones calmantes?— La chica salió con rapidez del lugar, yendo a su dormitorio, y sacando de su baúl el vial.
Con la ayuda de Blaise Theo consiguió hacer que su amigo se tragara el líquido, y bajo las suaves palabras de Pansy que le aseguraban que todo saldría bien, Draco se calmó, llegando al punto de caer rendido, y dormir.
Ya mañana sería otro día.
Esa misma noche, Harry decidió ser uno de los primeros en ir al gran comedor, queriendo cenar rápido para luego pasar un tiempo a solas en la denominada aula de desuso, la cual sólo él y el profesor Lupin sabían de su existencia. Se había despedido de sus amigos para luego salir del lugar a un paso algo acelerado.
Ya tenía la costumbre de venir un par de veces a la semana. Le gustaba que fuese un lugar tranquilo, y que, además, los efectos de los dementores no llegaban.
Aprovechó para practicar el último encantamiento que habían dado, pero no tuvo mucho éxito, pues su mente tenía como objetivo principal la salida a Hogsmeade de mañana sábado.
Dejó su varita a un lado para volver a sentarse en el frío suelo, al lado de sus cosas. Sus manos tocaron la pequeña carta que Hedwig le entregó esa mañana. Este avisaba que no tendría las demás detenciones que le faltaban con Snape hasta nuevo aviso.
¿Qué le habría pasado a su profesor de pociones?
Sin duda, debía de ser algo importante, pues era un comportamiento extraño en él.