
Mala suerte
❛Es la suerte Potter, ¿qué esperabas? ¿Qué todo salga bien?❜
La mañana del sábado pasó volando para Harry, y cuando menos esperaba, sus dos mejores amigos partían para Hogsmeade. Él, debido a tener a un asesino detrás suyo, y a no tener la autorización firmada, no podría ir.
Lo bueno, el castillo estaría en completa paz y tranquilidad, solo con unos pocos alumnos en él.
Caminaba con tranquilidad hacia la torre de Gryffindor, o eso hubiera sido así si los gemelos no lo hubieran interceptado.
— ¡Mira a quién tenemos aquí, George!
— ¡Si es nuestro hermano favorito Fred!
— ¡Harrynsky!— Gritaron al final ambos, haciendo reír al menor. Siempre esos dos conseguían animarle el día. Suponía que era una de sus habilidades secretas.
La conversación inicial no duró mucho, y cuando Harry menos se lo esperaba, estaba siendo arrastrado por ambos pelirrojos a un aula vieja, con la premisa de enseñarle algo.
La intriga no tardó en llegarle, y cuando George cerró la puerta, Fred sacó algo de su capa. Ahí, enfrente de él, había un pergamino viejo y en blanco. Fred se lo entregó, mientras ambos hermanos llamaban a ese objeto ‘su clave del éxito’.
Antes de explicar su función, empezaron contando la historia de cómo lo consiguieron cuando fueron al despacho de Filch. La curiosidad de Harry iba en aumento, por lo que tuvo que usar una gran fuerza de voluntad para no preguntar directamente su función en vez de escuchar la historia.
Cuando por fin se dispusieron a mostrarle la utilidad del extraño pergamino, Harry observó como Greorge lo tocaba con su varita tras haber pronunciado una serie de palabras que Harry hizo todo lo posible para recordarlas.
En el papel empezaron a aparecer unas líneas que, poco a poco, revelaban el secreto. “Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta” Leyó Harry. “El mapa del merodeador.” ¿Por qué le sonaban esas palabras? Las líneas pararon de extenderse poco después, dejando ver un dibujo de Hogwarts con cada mínimo detalle.
— Increíble.— Murmuró Harry, observando a las personas que mostraba el mapa. Ambos gemelos sonrieron, señalando algunos pasadizos más llamativos.
— ¿Ves estos de aquí? Llevan a Hogsmeade.— Le explicó Fred.— A diferencia del camino normal, nunca hemos visto que nadie pase por allí.— El pelirrojo dejó bastante clara la indirecta hacia el menor, haciendo que Harry asintiera y sonriera.
Por último, y antes de marcharse por donde había venido, los gemelos le explicaron cómo ‘cerrar’ el mapa, para así evitar que cualquier persona externa se enterara de su utilidad.
Una vez estuvo solo de regreso, debatió sus posibilidades. Mentiría si dijera que no tenía ganas de ir al pueblo, pero debía ser muy cuidadoso para evitar que alguien lo encuentre. Aunque, bueno, siempre fue bueno haciéndose el invisible en la casa de sus tíos y en el colegio. En su vida muggle, en general.
No lo pensó por mucho tiempo más, y se encaminó por los pasadizos que le señaló Fred a un ritmo bastante rápido, pasando por puertas y toboganes de piedra. Por último, pasó por ese pasillo estrecho que, según había visto en el mapa antes de cerrarlo, le llevaría a su destino.
Salió en la tienda de dulces, escuchando las voces de sus dos mejores amigos. Ambos se sorprendieron cuando le vieron allí, y Harry no pudo evitar sonreír.
Cuando se refugiaron del viento en Honeydukes, tras haber calmado la ‘furia’ de Hermione, además de pedir unas cervezas de mantequilla, la mala suerte de Harry actuó, y el trío vio como los tres profesores seguidos del ministro entraban al local, y pedían algo.
No era ilógico que se pusieran a hablar de Black, pues al fin y al cabo era tendencia, ya sea para bien o para mal, pero eso no evitaba que no se pusiera mal al escucharlo.
Lo que más llamó su atención, para su sorpresa, no fue la indignación de Hagrid, o el pasotismo de Fudge, sino lo decepcionada, e incluso se atrevía a decir enfadada, que se encontraba su profesora de transfiguración.
Si bien se enteró de que su padre y Black fueron sus estudiantes, podía notar como le tenía hasta cierto cariño a ambos, uno que fue deteriorándose con el tiempo.
Cuando los adultos por fin se fueron tras una larga charla, Harry, pensando que no sería prudente quedarse por más rato, dejó a sus amigos atrás para regresar por donde había venido, aún pensando en los recientes descubrimientos.
Hubiera sido algo sencillo si no fuera por su encuentro con una serpiente, Draco, para ser exactos, quien lo vió de refilón. Hubiera sido una oportunidad perfecta para delatar al niño dorado, ya que era bien sabido de que por culpa de Black, Potter no podía salir de las protecciones del castillo, pero no tuvo tiempo, pues, en menos de un abrir y cerrar de ojos, este ya no se encontraba allí.
Si Draco hubiera dudado de su cordura, incluso podría llegar a pensar que fue solo una ilusión.
Al llegar de nuevo al pasadizo, y con su alma regresando a su cuerpo, Harry maldijo por lo bajo. “¿¡Cómo mierdas has dejado que Malfoy te vea!? ¡Vamos, Harry, utiliza tus habilidades de bicho raro por una vez en tu puta vida!” Pensó, apoyando su espalda en la fría y descompensada pared del estrecho pasadizo.
Su respiración, agitada, se calmaba con lentitud, mientras se deslizaba por la pared a causa del mal equilibrio que tenía en esos momentos. Poco a poco, su vista se fue enfocando cuando toda esa ansiedad disminuyó.
No sé dio el lujo de estar mucho tiempo así, pues, desde que notó cierta mejoría, sobre todo a la hora de andar, retomó su camino, esta vez con una mano de seguridad apoyada en la pared. Solo por si acaso.
Los siguientes días fueron algo tediosos para el ojiverde, quien aún sentía los efectos secundarios de haber escuchado la conversación del sábado. La rabia hacia Black aumentaba, y de cierta manera también lo hacían sus pesadillas.
Gracias a que el destino fue vehemente con él y le trajo rápido las vacaciones de invierno, donde tenía previsto despejarse un poco, ponerse al día, y sobre todo, hacer lo posible para descansar. También debía admitir que Ron, el cual se tuvo que quedar porque sus padre fueron a visitar a Charlie, y Hermione, que se quedaba solo para evitar que se matasen, ayudaron bastante
Desgraciadamente su suerte volvió a actuar justo unos días antes del 25 de diciembre. Dos malas noticias aparecieron: Hagrid estaba teniendo aún problemas por culpa del accidente del hipogrifo, y otra sospecha de que Sirius Black regresó hizo que sus vacaciones de navidad dieran un cambio drástico.
Fue en la tarde del 22 cuando uno de los pocos prefectos que se quedaron en el colegio entró en la sala común, y sin muchos rodeos, le pidió a Harry que lo acompañara al despacho del director.
Allí el anciano le esperaba, acariciando las plumas de su familiar.— Harry, muchacho, toma asiento.— Al chico no le dio buena espina la dirección que estaba tomando esa conversación.— Creo que ya te habrás enterado de la última incursión de SIrius Black.
— Sí, señor.— Aunque en verdad Harry no quería pensar mucho en eso.
— Siento decirte que el Sr. Fudge pensó que lo mejor sería aumentar el nivel de dementores que vigilan Hogwarts, al igual que el radar de su recorrido.— Al joven león le costó un poco comprender lo que implicaba todo eso. Ahora su descanso tendría un obstáculo: más dementores que, en vez de protegerlo, le causaban más daño. Harry fue devuelto a la realidad con un suspiro del director.— Escucha atentamente, mi muchacho. Comprendo que esto no te vaya a gustar.— Harry no pudo evitar comenzar a mover su pierna izquierda, suponía que era culpa de la tensión que notaba— Debido a que no tienes las habilidades necesarias para hacerte cargo de los dementores, creo que lo mejor será que regreses a casa de tus tíos hasta que el nuevo trimestre.— El joven abrió sus ojos ante lo dicho.
— Pero- ¿No me puedo quedar con usted?— El anciano negó con tristeza ante la desesperación del niño. Él sabía que no se llevaba bien con su familia, pero no habían muchas más opciones.
— Lo siento, Harry. Necesitan mi presencia en otros asuntos.— No importaba cuántas fueran sus ganas de acogerlo, Albus sabía que, teniendo que estar prácticamente todo el día durante un periodo largo de tiempo en el ministerio no sería bueno para el chico.
— ¿Y con otro profesor?— Albus volvió a negar, esta vez con algo en su cabeza que lanzaba pequeñas luces rojas, como si de una advertencia a que algo estaba mal se tratara.
— La única que se queda es Madame Pomfrey, pero-
— Puedo quedarme con ella y ayudarla con cualquier cosa que necesite.— Le cortó el chico.
— Lo siento Harry, pero no va a poder ser.— El azabache tomó una bocanada de aire algo irregular y temblorosa, cerró sus ojos para intentar calmarse, y, con más fuerza de lo requerido, agarró su pierna para evitar que se siguiera moviendo rápidamente. Mientras tanto, Albus recordaba esa conversación que tuvo con el chico justo antes del verano después del primer año.— Si todo sale bien no deberías pasar más de cinco días allí.— Pues Albus haría todo lo posible para terminar todo ese problema que había con Hagrid, el hipogrifo, y los Malfoy, y así poder quedarse con Harry lo que faltara de vacaciones.— Por favor, ve a empacar las cosas, saldremos después de cenar.— Automáticamente, el chico asintió, saliendo apresurado del despacho, sin mirar atrás, reteniendo las lágrimas que luchaban por salir.
Albus solo volvió a suspirar.