
Una parte de la realidad
❛¿Qué está pasando realmente, chico?¿Puedes confiar en mí para decírmelo?❜
Cuando faltaban poco más de diez minutos para que el almuerzo comenzara, las puertas de la enfermería se volvieron a abrir. Una cabellera algo rubia se asomó, para luego dejar paso a Neville.
— ¿Harry?— Lo llamó el tímido león. Neville lentamente se acercó al medio de la sala, preguntándose también dónde estaría Madame Pomfrey.
— ¡Detrás de las cortinas cerradas, Nev!— Le respondió el chico. No tardó mucho en ponerse enfrente de las cortinas, y abrirlas con ambas de sus manos, para ver a Harry recostado en la camilla.— ¿Qué te trae por aquí, Nev?
— La profesora Sprout me pidió que le dejara estas plantas a Madame Pomfrey— extendió un poco la maceta que albergaba una planta con unos extraños frutos verdes—, así que recordé que estabas aquí metido por lo del jueves y—
— ¿Pensaste que me vendría bien una visita?— Adivinó el ojiverde cuando su amigo parecía quedarse trabado.
— Eh, sí.
— Gracias, Nev. No me vendría nada mal.— Harry le dio una leve sonrisa, y Neville no tardó en devolvérsela.— Creo que deberías dejar eso fuera.— Propuso Harry, señalando a la planta. En ese momento, la matrona del lugar salió de su despacho. Esta parecía estar más tranquila que la última vez que Harry la vio.
— Gracias por traerla, Sr.Longbottom.— Le agradeció la mujer, sonriendo al muchacho, y cogiendo la planta de sus manos.— Además, vienes en un buen momento. Sr.Potter, puede retirarse ya.— Harry, feliz de por fin poder salir de la enfermería, saltó con rapidez de la cama.— Por favor, regresa si ves que algo está mal, y sigue las pautas que te di.— Le advirtió.
— Sí Madame Pomfrey.— Al poco tiempo después, ambos leones se iban del lugar, mientras tenían una tranquila conversación. Poppy suspiró, pero esta vez con un aura de felicidad y tranquilidad. Le echaba la culpa a la planta.
Fue después de la última clase del viernes para los slytherin de tercer año, encantamientos, cuando un prefecto llegó a su sala común, pidiéndole a Draco Malfoy que fuera al despacho de su jefe de casa.
Preguntándose para qué le necesitaba su padrino, el rubio se encaminó al despacho, siendo acompañado por Blaize esa vez. Durante el trayecto por los pasillos fríos de las mazmorras, solo se encontraron con dos primeros años que hablaban con tranquilidad.
— ¿Estarás bien a partir de aquí?— Le preguntó el moreno cuando por fin estuvieron enfrente de la puerta.
— Sí.— El manejo que tenía con su voz no le dejó desvelar a Blaize si estaba mintiendo o no.— El tío Sev solo me querrá como ayuda para alguna poción.— De verdad, Draco esperaba que solo fuera para eso.
Dió tres toques a la puerta de madera, y esperó, algo inquieto, a que su jefe de casa abriera. Y así fue, pues pasado pocos segundos, esta se abrió, y tras un “Adelante”, el chico se despidió de su amigo para encarar a su padrino.
— Puedes tomar asiento, Draco.— Le dijo Severus, aún sin levantar la vista de un pergamino que ojeaba, y en varias ocasiones, corregía con la pluma roja.— Déjame un segundo y acabo con esto.— Draco asintió, a sabiendas de que a su jefe de casa no le gustaba ser interrumpido mientras corregía algo.
Aprovechó ese breve momento para admirar sus manos. Estas aún estaban temblando por culpa de la última maldición cruciatus que recibió. No pudo evitar frustrarse al no poder parar esos movimientos involuntarios, daba igual si ya hubiera pasado semanas desde ese incidente. Solo agradeció a Merlin que nadie se hubiera enterado de eso. Y con nadie, se refería principalmente a todas las personas, menos a quienes podía considerar amigos.
Cuando escuchó que su tío dejó la pluma en la mesa, Draco resguardó sus manos en ambos de sus costados, pensando que así el problema sería menos obvio.
— ¿Quieres una taza de té?— El rubio dudó, pero aceptó la oferta. ¿Debería empezar a preocuparse de que no estuvieran ya en el laboratorio privado de Severus? El té siempre venía después de la preparación de alguna poción.— ¿Qué tal van tus clases?— Le cortó el hombre.
— Bien, aunque estoy algo trabado en transfiguración.— Admitió él. Por alguna razón, la cual creía conocer, no podía lograr concentrarse lo suficiente como para lograr el objetivo de las últimas clases.
— ¿Necesitas ayuda? Transfiguraciones no es lo mejor que se me dá, pero siempre puedo echarte una mano.— Se ofreció Severus, pero Draco negó.
— No, gracias, padrino. Creo que con la ayuda de Theo será suficiente.— El pocionista esbozó una pequeña y disimulada sonrisa al saber cómo era su otra serpiente.
— Bien.— La habitación se quedó en silencio mientras Severus terminaba de preparar el té, para luego tomar su taza, y dejar la otra enfrente de su ahijado. Posteriormente, el pocionista se preparó para comenzar esa complicada conversación. Suspiró, y preguntó.— ¿Estás seguro de que está todo bien, Draco?— Ese tono no le gustó nada a la joven serpiente. Creía saber por qué lo usaba, y solo deseaba estar equivocado en ello.
Lo más disimulado que pudo, el rubio miró a su alrededor, mientras su mente se calmaba usando lo poco que sabía de oclumancia. Ese pequeño detalle no fue ignorado por Severus, quien observó detenidamente cada pequeño movimiento que el adolescente hacía. Cuando no obtuvo respuesta, lo volvió a intentar.
— No sé con certeza lo que te pasa, Draco, pero sé que es algo.— Severus dejó de lado el hecho de que tenía premisas, probablemente muy certeras, de lo que se trataba todo este asunto, pero no las quería sacar, o por lo menos, no desde el principio de esa discusión.— Y aunque tu forma de ser no te deja contárselo a nadie, por favor, confía en mí.— Draco solo escuchaba, sorprendido al presenciar una de las pocas veces en las que su padrino suplicaba por algo.— Porque ya sabes lo que pasó conmigo.— Solo una mirada con los ojos del profesor hacia su antebrazo fue lo suficiente para explicar esto último.— No quiero que cometas mi mismo error, y si pudiera hacer algo para evitarlo, me encantaría.— Si bien el pocionista pensaba que todo su diálogo estaba funcionando, gracias a su legilimency notó como su ahijado hacía todo lo posible para mantener estables sus barreras de oclumancia.— Por favor.— Poco más faltó para que las barreras bajaran, y si bien no hubo un gran cambio en el cuerpo del chico, podía notar todas las emociones que chocaban dentro de él, predominando el terror y la desesperación.
Eso solo puso más en alerta a Severus.
— Siento que no me creerás.— El tono de Draco se volvió un poco más bajo, pero no llegó al punto del susurro.— Y si lo haces, no se puede hacer mucho.
— ¿Estás hablando de tu padre? ¿De Lucius?— Severus notó como su ahijado se estremecía débilmente, y no le hizo falta una respuesta verbal. Tomó varias respiraciones para calmarse antes de continuar, y Draco lo imitó.— ¿Qué hay de tu madre?— El pocionista no veía capaz a Narcissa de tocar un pelo a su hijo. Pero tampoco lo esperabas de Lucius, ¿no?
— Creo que está bajo algo. No se ha comportado como ella desde hace tiempo.— Le respondió el chico.
— ¿Cómo la encuentras tú?
— Perdida.— Especificó Draco.
— ¿Sus ojos?
— Opacos, casi sin vida.— Las cortas descripciones que le daba su ahijado solo parecían confirmar su sospecha. No estaba seguro si quería decirle al chico lo ocurrido con su madre, pero solo se esperaba de que Narcissa pudiera recuperarse de una larga exposición a la maldición Imperio.
Aún así sabiendo que la conversación solo se pondría más complicada, el pocionista preguntó: — ¿Qué está pasando verdaderamente en la mansión, Draco?— No hizo falta mucho más para romper la careta del rubio, dejando que una lágrima cayera por su mejilla derecha, la cual se la quitó con rapidez.
Draco abría y cerraba repetidamente la boca, buscando la mejor, y más sencilla, forma de decirle todo a su padrino.
— Mi padre empezó con todo eso de convertirme en la próxima mano derecha de Quien-No-Debe-Ser-Nombrado.— Soltó el chico tras unos minutos.— Dice que está regresando, y quiere que me una lo más próximo posible a las filas una vez que lo haga.— No pudo evitar tocarse su antebrazo izquierdo, luciendo incómodo. Allí fue cuando Severus notó el extraño movimiento que el adolescente tenía en sus manos. El pelinegro solo se guardó ese detalle, por ahora.
— Conociéndote, supongo que no querías aceptarlo.— El profesor recibió un pequeño asentimeinto.— ¿Qué ocurrió después? ¿Te llegó a golpear?— Draco negó, pero Severus no podía decir si era verdad o no— ¿Entonces?— Lo siguiente fue dicho demasiado bajo, por lo que Severus esperaba haber escuchado mal.— ¿Puedes volver a repetirlo de forma normal?— Eso más bien sonó a una exigencia en vez de una petición.
— Usó el cruciatus.— Severus palideció al confirmar que no había escuchado mal, y estuvo sin poder reaccionar por unos segundos. Cuando por fin salió de ese trance, solo se levantó de su asiento, y fue hasta uno de los estantes que guardaban pociones, cogiendo una tranquilizante. De un trago se la bebió toda, intentando que el sentimiento de furia cesara.
¡¿Quien, en su sano juicio, utilizaría el cruciatus en un niño?! ¡Y encima en su propio hijo! ¡Ni él en sus peores años llegó a hacer eso!
Durante todo ese espectáculo, la habitación se quedó en silencio. Solo la respiración algo agitada de ambos y los pasos de Severus se escuchaban.
— ¿Cuánto tiempo?— Habló nuevamente el profesor.
— No recuerdo.— No sonaba muy seguro de ello.
— Me estás mintiendo.— Su voz sonaba más como un gruñido, una advertencia.
— Creo que la última vez rondó los tres minutos.— Admitió, no queriendo enfadar al hombre.— No lo recuerdo bien.— Severus lo miró por un momento, para luego asentir y, diciendo un “Ahora vuelvo”, salir del despacho por una de las puertas traseras, que Draco sabía que era uno de los dos laboratorios privados del hombre.
Regresó al poco tiempo, con un vial en su mano.— No te hará mucho ahora, pero te ayudará a largo plazo.— Severus le extendió el vial.
— Sí, tío Sev.— El rubio lo destapó, y sabiendo el mal sabor que tenía, el cual contrastaba con su buen olor, se lo bebió del tiró.
— Lo tomarás cada día durante, como mínimo, un mes. Una vez al día. Aparecerán en cada cena, y la tomarás antes de comer.— Draco asintió ante lo explicado.— Creo que podemos pasar al siguiente paso.— El muchacho no pudo evitar mirar curioso al profesor ante lo dicho.— Iremos primero a la enfermería. Poppy quiere hacerte una revisión para detectar si hay algo más que debamos tratar. Cenarás allí y luego te irás a la sala común junto a tus compañeros. Después iré a hablar con el director—
— Él no se preocupará.— Le cortó Draco, ganándose una mala mirada del mayor.— Seamos sinceros, tiene manía a los Slytherin.
— Por más manía que aparente tener, haría lo posible por ayudar a un alumno en este caso. No es la primera vez que hablo con él acerca de una de mis serpientes.— Le informó Severus.— Y teniendo en cuenta con qué estamos tratando, sobre todo el poder que tiene tu padre, necesitamos su influencia en el ministerio.
— ¿Qué piensas hacer?
— Mandarlo a Azkaban.— Y aunque Draco quería creer que eso sucedería, aún se le hacía muy borroso.— Por ahora, por favor, avísame si pasa algo con él, o si tienes algún problema.
— Entendido.— El pocionista de verdad esperaba que así fuera.
— Bien. Entonces, a la chimenea, llegaremos más rápido así a la enfermería.