
Bajo el Crecehuesos
❛No me hagas mucho caso. El dolor me tenía nublado. No es como si lo que dije fuera real, aunque probablemente lo sea, pero aún así no me hagas mucho caso.❜
"Severus Snape" y "confundido" no eran dos palabras que se utilizaran mucho en la misma oración, pero en estos momentos pegarían bastante.
Una vez el incidente de la clase de pociones acabó, y Severus tuvo tiempo de relajarse y aliviar el dolor de cabeza que sentía, pudo analizar la situación mejor.
Todo lo sucedido había sido muy… desconcertante. Esa reacción digna de una persona que ha sufrido por un evento traumático (Severus aún le costaba llamarlo abuso), había sido recreada por el engendro Potter, y algo le decía al pocionista que era real, no un simple acto.
El profesor no creía que el hijo de su enemigo jurado fuera capaz de recrear tan bien una de esas escenas, aunque lo que más le empujaba para creer que fuera no fuera una invension era las grandes olas de emociones que notó, y analizó posteriormente.
Era complicado manipular los sentimientos de esa manera, siendo los más expertos los maestro de Oclumancia, y estaba seguro de que Potter no era uno. ¡Y ni de locos era un Natural!
Esos sentimientos de pánico y temor eran reales, demasiado reales para su gusto, y Snape creía estar en un punto muerto, como cuando empezó a notar actitudes extrañas en su ahijado, y en la gente que le rodeaba. Cuando cuestionó sobre ello, las respuestas que obtuvo no fueron sinceras.
¿Por qué todo parecía estar desconfigurado en este curso?
El caso Potter, al igual que con el de Draco, le dejó con un mal sabor de boca. Necesitaba conocer la razón de esa reacción, pero algo le decía que, dentro de Hogwarts, el mocoso era el único que podía darle la información que tanto ansiaba. Al fin y al cabo, viendo todas las experiencia que ya ha tenido con otros casos de abuso en su casa, eran pocos los que, voluntariamente, confiaban ese secreto a otras personas.
Severus no podía hacer mucho en esos momentos: sólo tenía suposiciones, y ninguna evidencia física.
Una idea se cruzó por su cabeza, puede que Poppy le pudiera entregar el historial médico del mocoso, ese que era obligatorio para todos los alumnos de primer año.
Ya le preguntaría después, cuando llevara algunas pociones a la enfermería.
A su vez, esa misma tarde, un grupo de serpientes estaban reunidas en la biblioteca. Mientras Daphne ayudaba a Blaise, Pansy intentaba concentrarse en el ensayo de encantamientos que tenía delante.
Bufando frustrada, apartó el pergamino y la pluma que estaba utilizando, y se recostó sobre la mesa, cerrando sus ojos.
— ¿Está bien?—Preguntó la otra chica en un susurro, dejando de lado el libro de transfiguraciones, y mirando a la pelinegra.
— Lleva así desde la clase de pociones.— Ambos se notaban algo preocupados, pero debían admitir que lo ocurrido no era algo fuera de lo común en su amiga.
— Agradecería que no hablaran de mí como si no estuviera delante.— Comentó Pansy, algo molesta. Rápidamente, sus dos compañeros de casa se disculparon.— ¿Theo no iba a venir?
— Se quedó con Draco hoy.— Le informó Blaise.— Tuvo una recaída de los efectos secundarios de cruciatus— un escalofrío pasó por el cuerpo de Daphne— y no podía dejarlo solo.
— Las pociones ya no están funcionando bien.— Gruñó, molesta, Pansy.
— El nivel de potencia que necesitamos es mayor a la que podemos crear, Pansy. Solo los niveles muy avanzados pueden hacerlo.— Le respondió Daphne.— Y sabes que a la larga el efecto de nuestras pociones se vuelve menor, y más aún si tenemos en cuenta los minutos que fue sometido.
— ¿Cuánto fue la última vez?— Preguntó Zabini, algo temeroso de saber la respuesta.
— Mayor que la anterior, que fueron dos minutos y medio.— Le respondió Pansy, con clara pena en su voz.— Si tan solo pudiésemos contárselo a alguien…— Lamentó la chica, esperando que esa fuera una opción tangible, pero la realidad era lejana a eso. Habría muchas posibilidades de que el Malfoy mayor se enterara, y si hacía eso, no dudaría en llevarse a Draco lejos de Hogwarts. Encima tenía al ministerio bien controlado.
Además, los padres de los demás miembros del quinteto supondrían un gran problema para los estudiantes, quienes también los considerarían como traidores ante el legado del Señor Oscuro.
Solo podían esperar a que un milagro cayera del cielo, o por lo contrario, que Lucius Malfoy pisara Azkaban.
Para Harry, quien seguía confinado en la enfermería, la tarde del jueves fue eterna.
Ron y Hermione aprovecharon cualquier pequeño descanso que tuvieran para hacerle compañía, haciendo las tareas que tenían pendiente, charlando, y jugando alguna que otra partida al ajedrez mágico. (Aunque más bien él y Ron jugaban, mientras Hermione leía el último libro que sacó de la biblioteca)
Ron, en diferentes momentos, sentía esas ganas de preguntar por lo ocurrido en la clase de pociones, pero las constantes miradas de advertencia de Hermione lo impidieron.
— Ya habrá tiempo.— Le susurró en un momento ella.— Deja primero que Har se recupere.
Harry nunca se dió cuenta de la pelea silenciosa que tenían sus amigos. En cambio, él intentaba evitar que su mente divagara entre todos los sucesos que pasaron recientemente. Gracias a que los otros dos integrantes del trío le hicieron su tarde más amena.
Desgraciadamente, ya para la hora de la cena, ambos debían irse, por lo que, de regreso, Harry se quedó recostado en la cama, esperando a que la enfermera llegara con su comida.
Como ya intuía, esos quince minutos de espera no fueron los más placenteros para él. Su mente aprovechó el momento para recapitular el flashback que tuvo en la clase de pociones.
Harry recordaba perfectamente ese día (o por lo menos lo que había generado todo ese caos): su tío había invitado a cenar a su jefe, acompañado de su mujer, con la intención de hablar sobre un posible aumento. Para no variar, le tocó a él preparar la cena, bajo amenazas de no cagarla.
Harry decidió hacer algo de pasta para el plato principal, una ensalada de entrante, y de postre, un bizcocho relleno de frutos secos, y cubrido con una capa de chocolate.
Le hubiera gustado probar un poco de esa cena, pero, como de costumbre, su tío lo encerró en su alcacena antes de que los invitados llegaran, advirtiéndole de las consecuencias de hacer un numerito, o dar a conocer su presencia de alguna forma.
Pasó dos horas en su oscura alacena hasta que unos gritos de pánico inundaron el comedor.
Harry no sabía qué hacer. Estaba cerrado con llave en su alacena, por lo que solo intentó hacer el menor ruido posible.
La casa se quedó en silencio, por lo que suponía que sus tíos y la otra familia se habían ido. Harry quería aprovechar ese momento para salir y robar algo de comida, pero la puerta estaba cerrada con llave, y esa vez, sus raros poderes no le ayudaron.
Por dos horas solo se escuchó el sonido de su respiración y su estómago, preguntándose si sus tíos regresarían. No sería la primera vez que amenazaban con dejarlo encerrado, a su suerte, y no regresar a por él.
A las nueve y media de la noche, la puerta de su habitación se abrió, y pudo ver la cara de pura furia de su tío. No parecía poder articular bien sus palabras, algo de “ataque de alergia”, “arruinar nuestras vidas” y “hospital”.
Cuando Harry entendió el porqué, temió por su vida. Y con razón: su tío Vernon le había dejado bien claro quién tenía la culpa de todo ese alboroto. Y cuando él tenía la culpa de algo, las cosas no pintaban bien para su persona.
La gracia, nadie le había avisado de ese pequeño detalle.
Harry no pudo evitar aferrarse con su mano derecha a las sábanas de la enfermería que lo tapaban levemente.
Tras acabar de atender a una alumna de quinto año con gripe, Poppy se dirigía a la cama de su paciente principal, con la cena en mano.
Pasó las cortinas que rodeaban la camilla, simplemente para dar un poco de privacidad, y observó al chico que estaba tumbado. No pudo evitar lo quieto que estaba.
— ¿Sr. Potter?— Lo llamó, intentando hacer que el joven se diera cuenta de su presencia.— ¿Harry?— Volvió a intentarlo la mujer, esta vez usando su nombre, pero el león seguía mirando a un punto fijo.
Poppy dejó la bandeja en la mesilla de al lado, y con cuidado, se acercó al lado del chico, y sacudió ligeramente su hombro.
Harry no pudo evitar dar un pequeño brinco ante el repentino toque, sacándolo de sus pensamientos divagadores, y poniéndolo en alerta. Poppy, al ver esto, retrocedió unos pasos, dejando espacio entre ellos dos.
— ¿Estás bien, Harry?— Preguntó la mujer después de unos minutos de silencio utilizados por el joven para ubicarse.
— Solo pensaba en un ensayo que tengo que entregar dentro de poco.— Su voz no sonaba muy segura de esa excusa, y Madame Pomfrey lo notó.
— Si estás seguro, querido.— Le dijo la patrona, obviando el hecho de que posiblemente no fuera real. Se acercó de nuevo a la mesilla, y cogió la bandeja con la comida.
Harry, al ver las intenciones de la medibruja, hizo todo lo posible para incorporarse un poco, sin aplicar mucha fuerza a su muñeca fracturada, y sin mover bruscamente su rodilla. No pudo evitar hacer una mueca de dolor cuando apoyó, por un momento y con algo de fuerza, su mano izquierda.
La bandeja fue colocada en su regazo una vez Poppy vio que ya estaba bien recostado. Quitó la tapa que cubría el plato principal, y observó la comida: un cuenco de sopa, acompañado por un vaso de agua, y una pieza de fruta.
— No es recomendable tomar algo muy pesado antes de usar la poción Crecehuesos.— Otro dato que Harry tuvo la desgracia de comprobar con el incidente de Lockheart. Su estómago no aguantó bien todo el dolor que su brazo emitía.
Harry dio las gracias, y bajo la mirada de la enfermera, empezó a comer despacio, usando su mano buena. Poppy pareció satisfecha con su cometido, y fue a preparar todo lo que necesitaría.
Minutos después, la mujer regresó, ya con el vial en mano. Con un movimiento de varita hizo desaparecer toda la bandeja, y ayudó a su paciente a acomodarse mejor.
— Creo que ya sabes más o menos como funciona la poción Crecehuesos, Harry.— El estudiante asintió.— Sabrás que las pociones para el dolor no reaccionan bien con el crecehuesos, así que me temo que tendrás que aguantar el dolor, aunque dudo que sea tan grave como el año pasado— Poppy no pudo evitar mirarlo con algo de lástima, y Harry hizo un leve movimiento ante la incomodidad que sentía por ello.— Las pociones para dormir tampoco son una opción. Puedes verte incapaz de despertar debido al dolor.— Él volvió a asentir, esta vez con algo de pena al saber que no pasaría una buena noche.— Por protocolo, no tendrás clases mañana por la mañana. Tus profesores ya han sido informados. Y no entrenamientos de Quidditch hasta el lunes.
— ¿Enserio?— Preguntó el león frustrado.
La patrona le miró severamente antes de responder: — Tu muñeca deberá adaptarse poco a poco, sin ningún movimiento brusco. Y da gracias a que no te fracturaste la derecha, al menos podrás seguir haciendo hechizos.— A sabiendas de que no ganaría nada con sus réplicas, y sin querer hacer enfadar a la mujer, aceptó esa condición.
Posteriormente, Madame Pomfrey le entregó el vial, e intentó beber su contenido lo más rápido posible para no torturarse con ese horrible sabor.
Al menos no vomitó, aunque a su parecer eso fue porque la cena fue ligera. Ahora solo tenía que aguantar la noche, y no estaba muy emocionado en volver a vivir algo parecido a lo del segundo año.
El problema era que Harry sí consiguió pegar ojo, pero eso solo lo dejó en un estado delirante.
La noche no sería fácil para su estudiante, y eso Madame Pomfrey lo sabía. Por ello, se tomó el lujo de utilizar algunos hechizos que la avisarían si Harry tuviera algún problema.
Con eso en mente, se dirigió a su despacho, donde dormiría esa noche, como siempre hacía cuando tenía un paciente grave, o bajo la influencia de la dolorosa poción crecehuesos. Así estaría cerca por si algo pasaba.
Tres horas después, el ruido de la alarma la despertó, y con rapidez, la mujer se puso sus pantuflas, y fue hasta la cama en donde el estudiante dormía.
Pudo escuchar algo sobre una alacena en un inicio, y no le faltó mucho tiempo para comprender que el niño estaba en un estado de delirio. No le sorprendió, era algo común que podía pasar, algo así como un efecto secundario de la poción mezclada con las ganas de dormir. Lo que le pareció extraño es que Harry no había estado bajo ese efecto en su segundo año, o por lo menos ella no lo notó.
El chico, después, abrió los ojos, y con su vista algo nublada, la miró.
— ¿Madame Pom’ey?— Murmuró el chico, y la patrona no pudo evitar soltar una risilla ante cómo Harry pronunció su nombre.
— Si, estoy aquí, Harry.— Dentro del león, un sentimiento de alivio se formó.— ¿Por qué no vuelves a dormir?— Harry asintió, pero una ocurrencia que se cruzó por un momento en sus pensamientos distorsionados lo hizo mantenerse despierto.
— ¿Madame Pom’ey?— La volvió a llamar.
— Dime, Harry.
— Creo que Mal’oy no ‘tá bien.— Eso llamó la atención de la mujer. ¿Por qué el chico pensaba ahora en Draco Malfoy? Antes de que pudiera responder, el ojiverde continuó.— Creo que no ‘tá seguro.
— ¿Seguro?— Una pequeña lucecita roja parecía encenderse dentro de la cabeza de la medibruja, recordando la conversación que tuvo con el muchacho días antes.— ¿A qué te refieres, Harry?
— Creo que es su pa’.— Susurró aún más el chico.— Pero no se lo cuentes a nadie. Solo es locura mía.— Los pensamientos de Poppy iban a mil por hora, conectando cada pequeña pista que tenía sobre el caso. Mientras tanto, por parte de Harry, el chico luchaba por volver a dormirse, pero algo lo mantenía despierto.
— ¿Puedes concretar, Harry?— Le rogó la mujer. Pero el joven solo murmuró una última palabra.
— ‘Ciatus
¿’ciatus? ¿Qué mierda era un ‘ciatus? La mente de Madame Pomfrey no podía encontrar la verdadera palabra, se le hacía muy familiar, pero no lo conseguía. Cuando fue a replicarle a su paciente, este ya estaba nuevamente dormido.
Poppy se dirigió a su despacho tras darle una última mirada al chico, debatiéndose si ir ahora o por la mañana a hablar con el profesor Snape.
Algo, dentro de ella, le decía que Lucius Malfoy abusaba de su hijo. Y con los Slytherin era mejor prevenir que curar.