Realize

Harry Potter - J. K. Rowling
Gen
G
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Summary
Cuando algo parece estar mal con el heredero Malfoy, Harry va a hablar con uno de los pocos adultos en que cree poder confiar.Tal parecer eso desencadena una serie de cambios también en su vida, la cual, con el paso del tiempo, mejorará, o eso esperaba.Una familia conformadas por personas que de alguna manera están rotas. Las posibilidades son prácticamente infinitas.
Note
¡Buenas! Nuevo fic, y otro Severitus más con la increíble participación de la futura relación de hermanos de Harry y Draco. Aunque todo a su debido tiempo.No piensen adorar mucho a Lucius aquí, y creo que no hace falta advertir de los Dursley.Alguna que otra referencia a los shipps canon: Romione, Hinny y Drastoria de forma secundaria.Publiqué esto hace unos días, y lo tuve que enviar a borrador por motivos de corrección, pero ya está de regreso. Siento las molestias.
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Quebrantado

❛Ese momento en donde piensas que estás en un sitio seguro, crees estar de regreso en la misma mierda de antes.❜


Dos días después de la primera detención, un jueves para ser exactos, Harry se dirigía a la primera clase tras el almuerzo junto con los otros dos integrantes del Trío de oro, caminando hacia las mazmorras por primera vez en el día.

Ron y él estaban metidos en una intensa conversación sobre Quidditch, mientras Hermione ojeaba algunos apuntes que tenía en la mano.

Harry pensaba que el día saldría más o menos bien: su dolor de rodilla ya había cesado tras no sobrecargarla mucho, (tuvo incluso que ponerle una excusa a Oliver Wood para no ir al entrenamiento del miércoles, aunque el chico no se lo tomó muy bien), había podido dormir unas cinco horas seguidas antes de tener otra pesadilla, y probablemente tuvo la mejor clase de transformaciones de todo lo que llevaba en Hogwarts, llegando incluso al punto de recibir un halago de parte de la profesora McGonagall.

Así que Harry no tenía ninguna prueba de que algo saldría mal, o por lo menos así lo pensaba en ese momento.

Llegaron justo a tiempo al aula, ya con los demás alumnos sentados en su sitio.

La clase iba bien, todo lo bien que se esperaba de una clase con Snape, quien seguía lanzando los ya comunes comentarios ofensivos hacia Harry. Otra cosa que notó el joven león fue que los intentos de sabotear su caldero se redujeron, pero no pararon, por lo que siempre debía estar atento por si alguien lo intentaba.

Esta vez trabajaba junto a Ron, quien metía los ingredientes según las instrucciones del antídoto para venenos comunes que estaban en la pizarra, mientras él se encargaba de cortar y preparar dichos ingredientes. Era una tarea que le costaba, pues nunca entendía muy bien cómo son las medidas exactas de cada corte necesario.

Al menos, cuando cocinaba para los Dusleys, las exigencias no eran tan importantes como lo eran en pociones, y la cocina se le hacía más amena. Aunque en ambas situaciones siempre tenía una mirada persistente que lo miraba, esperando a que cometiera un fallo

Todo iba relativamente bien, hasta que por culpa de un despiste por parte de Harry, algo cayó dentro del caldero, provocando que la mezcla reaccionara mal.

Un campo azul rodeó el caldero antes de que este estallara, pero no fue lo suficientemente fuerte como para evitar que una parte de la poción cayese. La onda tampoco fue parada con rapidez, por lo que Harry terminó siendo empujado por ella. Por instinto, el chico se apoyó con ambas manos para evitar un golpe en su cabeza. Un gemido de dolor salió de su boca al notar el recién choque de su mano.

En ese momento podía decir que había visto las estrellas.

No tuvo mucho tiempo para recuperarse antes de que su profesor más odiado se le acercara frenéticamente.

— ¡Mocoso inmundo!— Exclamó el pocionista, desvaneciendo el escudo que puso alrededor del caldero, y acercándose al estudiante.— ¡No sabes leer, chico! ¡En las instrucciones pone claramente que las bayas de murciélago es después que el cuerno de unicornio, no antes!— No pudo evitar estremecerse ante el tono del hombre, no siendo la primera vez que reaccionaba de esa manera.— ¡No! ¡El grandioso Potter no puede mirar las malditas instrucciones de la pizarra! 

Harry, en ese momento, experimentó algo que nunca pensaba tener en Hogwarts, siendo, supuestamente, su sitio seguro. De alguna manera estaba de regreso con los Dudleys.


Al abrir los ojos, la oscuridad le inundó. Gracias a una fina línea de luz que pasaba por la ranura de una puerta, Harry sabía que estaba de regreso en su alacena.

¿Cómo había llegado allí? ¿No estaba hace un momento en Hogwarts?

El sonido de unos pasos aumentaba y se volvían persistentes. Harry no tuvo que poner mucho esfuerzo para reconocer que eran de su tío.

— ¡Chico!— Solo por ese tono, el ojiverde sabía que estaba en problemas. La puerta se abrió de repente.— ¡Una sola tarea tenías, y lo estropeaste todo!— La cara de su tío Vernon se enrojecía cada vez más.— ¡Sabías que el Sr .Mason era alérgico a los frutos secos, y aún tuviste los huevos de meterlos en la comida!— En ese momento, ya tenía una mano sujetando a Harry por la camisa, obligándolo a mirarle a los ojos. Vernon se regocijó un poco al notar la mirada asustada de su sobrino, y aunque quería sonreír ante eso, pensaba que mantener su expresión enfadada sería lo mejor.— ¡Pero no! ¡Tú estás aquí para hacer la vida de mi familia más miserable! ¡¿No es así, fenómeno de mierda?!

Harry era incapaz de pronunciar palabra, aunque algo le decía que era mejor guardar silencio en esos momentos.

Vernon empujó a su sobrino devuelta a la alacena, con una fuerza suficiente como para darle un buen golpe en la cabeza. La vista del joven se nubló después de eso.

Si tu numerito de hoy acaba con mi trabajo, muchacho, nada se interpondrá para que yo mismo te haga pagar por todo.— Vernon iba a cerrar la puerta de la alcacena cuando algo más se le pasó por su mente, y esta vez, con una sonrisa, dijo:— Creo que te vendría bien estar unos días sin comer. Así puedes empatizar con los seres humanos por primera vez en toda tu maldita vida.

Luego, la puerta de la alacena se cerró, y la oscuridad lo volvió a inundar.


Ron, notando la disconformidad y el pánico de su compañero, no tardó en ponerse a su lado.

— Vamos Har, es Snape, es un idiota, no le hagas caso.— Le intentó animar su amigo en un susurro. Cuando intentó agarrar sus manos para llamar su atención, notó como estas temblaban a un nivel que llegó a preocuparle. 

Ron era consciente de algunas cosas gracias al verano anterior al segundo año, pero no la gravedad del asunto. Pensaba que probablemente estuviera exagerando. Al fin y al cabo, solo era un crío que nunca experimentó ni vio nada de eso en su corta vida.

Pero ahora… con cómo estaba actuando Harry… Él ya no estaba tan seguro de sus pensamientos. Nunca, durante esos casi tres años de convivencia, había notado ese comportamiento en su amigo, y ya habían tenido accidentes similares a los de esa clase de pociones.

Sin saber que hacer, el pelirrojo, bajo la mirada de los demás estudiantes, buscó ayuda en Hermione, pero la chica tampoco parecía saber más. 

En ese momento, Harry decidió abrir los ojos, sin entender por qué estaban cerrados en primer lugar. Su vista, algo nublada, se centró en su mano, mientras su respiración se sincronizaba con la del pelirrojo.

— ¿Estás mejor?— Se le ocurrió preguntar a Ron cuando su amigo no respondía a nada.

— Sí.— No tardó en responder Harry, sin atreverse a mirar al pelirrojo. Ron y Hermione fueron los únicos en detectar la mentira en su respuesta.— Solo… recordé cuando me caí por las escaleras. No fue un día agradable.— Intentó bromear el azabache. Ninguno de sus mejores amigos aceptaba esa excusa poco creíble, pero no presionarían por ahora, y menos con tanta gente alrededor. 

A pocos metros de distancia, Pansy Parkinson miraba todo lo ocurrido, sorprendida de la reacción del león. Se le hacía muy familiar a otro caso cercano que estaba experimentando. No pudo evitar ojear al rubio que se encontraba a su lado.

Siendo una serpiente escurridiza, la chica se acercó al pocionista.

— Profesor Snape.— Susurró a modo de advertencia, señalando discretamente al chico aún recostado en el suelo.

Severus se obligó a dar unas respiraciones profundas, y a levantar sus barreras de oclumancia. Pero aún no podía tomarse la molestia de analizar bien la situación. Para él, eso era una exageración de Potter al, probablemente, dañarse su muñeca debido al impacto.

— Señor Weaslye, acompañe al Sr Potter a la enfermería.— Le ordenó, mientras, con un movimiento de varita, limpiaba los pocos restos de poción que se escapó del caldero, y se frotaba su frente con la otra mano. Estaba seguro que iba a tener un dolor de cabeza después de eso.— Los demás, terminen sus pociones, embotellen, y ponganla en mi escritorio.

Ambos amigos salieron del frío aula, siendo principalmente Ron quien mantenía estable a Harry durante todo el trayecto. Gracias a que la mayoría de alumnos aún estaban en clases.

— Ya estamos aquí, compañero.— Le informó Ron al ver la puerta de la enfermería. 

El pelirrojo no tardó en acompañar a su amigo hasta su proclamada cama de hospital, y avisar a la patrona del lugar.

Mientras Ron se encargaba de avisar a la enfermera, Harry, sin atreverse a cerrar los ojos, descansaba y pensaba sobre lo sucedido en la clase de pociones.

Nunca había tenido un episodio de esos en Hogwarts, pues no había encontrado nada que lo desencadenara. Ni los comentarios de Malfoy y Snape, ni cuando un profesor le pillaba haciendo una travesura, nada.

Sí, es verdad que sentía pánico cuando un profesor le ponía un castigo por alguna razón, sobre todo en primer año, pero nunca llegaba a ese punto. La única vez que estuvo tan cerca, si le preguntaban, sería cuando McGonagall les pilló en el incidente del dragón, y gracias a que nunca conoció la verdad.

Entonces, ¿qué cambiaba ahora?

Muy al fondo, una voz en su cabecita le revelaba que Hogwarts ya no era tan seguro.

— Señor Potter.— La voz de la medibruja lo sacó de su pensamiento.— El Sr. Weasley me informó de un incidente en clase de pociones. Me dijo que el problema estaba en la muñeca.— Harry asintió, a sabiendas de que no se podría librar de eso. Al menos Ron no le contó sobre su otro incidente, aunque, de seguro, media escuela se enteraría antes de la cena. Al fin y al cabo, los rumores corrían por Hogwarts.

— Aún así, lo prudente es que le haga un hechizo de diagnóstico para comprobar que no haya más daños.—  Mientras Poppy le revisaba, el joven león se quedó quieto, con la conciencia algo tranquila al saber que su secreto no sería revelado.

De todo el tiempo que Harry había pasado en la enfermería, había aprendido unas cuantas cosas: La primera, el encantamiento de diagnóstico que le hizo la mujer era uno de los más débiles, por lo que solo mostraba las heridas actuales, sin revelar el momento en que se las hizo. La segunda, para ejecutar un encantamiento de diagnóstico más potente, el cual de un pergamino con todas las heridas que alguien se ha hecho a lo largo de su vida, con su fecha exacta, la medimaga necesitaba el consentimiento explícito del individuo, excepto que sea un mago con indicios de maltrato o enfermedad cronológica. Harry estaba casi seguro de que no daba indicio de ninguno de esos dos casos.

— Según el diagnóstico, el problema es una fractura en la zona de la muñeca, aunque tengo mis sospechas de que empezó siendo un esguince. ¿Cuando te la hiciste?— Probablemente esa era una de las preguntas que más temía contestar, pues perfectamente podría hacer un fallo, y toda su tapadera se iría a la mierda.

Se obligó a dar unas respiraciones profundas, bajo la mirada de la mujer, quién esperaba con paciencia y algo de preocupación.

— Fue de una caída desde la escalera. Creo que así empezó todo.— Tuvo que usar el poco control que tenía para mantenerse tranquilo.— No sentí molestia ninguna hasta hace unos días.— La falta de detalle también era una táctica que esperaba que le saliera bien.— Supongo que la caída de hoy solo la empeoró.

— Pudiste acudir a mí cuando notaste el dolor, Harry— Le regañó la patrona, creyéndose la mentira.— Aunque el escáner también muestra una tendinitis en tu rodilla derecha.— No había caído en la posibilidad de que su problema en la rodilla también saliera a la luz, por lo que, rápidamente, buscó una excusa.

— Probablemente sea por el Quidditch.

— Aterrizaje, supongo.—Harry asintió.— Deberías tener más cuidado al posar los pies en tierra.— Le riñó la mujer, asumiendo que era otra vez por algún movimiento peligroso.

— Si, Madame Pomfrey.— Le respondió el chico, rodando los ojos. Poppy le dio una mirada de advertencia tras eso.

— Bien, ahora que ya está todo dicho, lo mejor sería meterse ya con la restauración de sus huesos.— Lo mejor es usar una poción crecehuesos para la muñeca, y dejar que el esguince se cure sin magia. Un poco de frío, vendas, y reposo sería lo mejor para ello.—  Eso captó por completo la atención de Harry, quien, por experiencia propia, sabía que le esperaba una noche incómoda, sobre todo por la poción.— Te quedarás aquí durante toda la tarde, y después de cenar tomarás la poción.— Al joven león no le gustó mucho la idea, pero no le serviría quejarse.— Creo que ya tienes algo de experiencia con los efectos, ¿no?— Ambos recordaron el incidente del año anterior con Lockhart.— Aún no se ha encontrado ninguna poción para aliviar el dolor, así que habrá que hacerlo a la antigua usanza.— La medibruja solo le dio una sonrisa de pena.— Haremos lo de su rodilla ahora. Recuerda, debes permanecer en la cama, nada de moverse ni intentar escapar.— Harry le miró con reproche, pero Poppy no se dejó intimidar.— También deberías dejar quieta la mano izquierda. Es bastante molesto moverla con la muñeca rota.— De eso ya era consciente el joven león.

Cuando Madame Pomfrey terminó de darle las explicaciones, conjuró todo lo necesario para tratar la rodilla.

“Esto va a ser eterno.” Pensó Harry.

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