
Conversaciones en la enfermería
❛Es complicado de explicar... Lo intento, pero me es imposible.❜
Harry respiró profundamente, buscando las palabras exactas que pudieran hacer esa conversación más ligera.
Mientras tanto, la mujer esperaba con total paciencia a que el adolescente empezará, removiendo su taza de té con una cucharilla. Pensando que sería una buena idea, Harry se concentró en el movimiento de la cuchara.
— ¿Malfoy ha estado últimamente en el ala médica?— Preguntó el joven León, en un intento de empezar esa complicada conversación. La medibruja alzó una ceja, sorprendida por la pregunta hecha por el azabache, y dejó la taza en la mesa,(para disgusto de Harry) poniendo toda atención en el chico.
— ¿En qué le concierne eso, señor Potter?— Preguntó ella, curiosa por la posible respuesta.
— Es solo que… ¿No ha visto cómo su comportamiento ha cambiado?— Poppy pudo notar la ligera preocupación que había en el tono del estudiante, sorprendiendola de nuevo. ¿No es que esos dos eran enemigos eternos, como en su momento lo fueron James Potter y Severus Snape?
Un momento de silencio inundó la oficina mientras la bruja pensaba, y el chico jugueteaba con sus manos, sin atreverse a mirar a la mujer a los ojos, temeroso de cuál sería la reacción de la adulta.
“¿A qué viene ese repentino momento de debilidad del Niño-Que-Vivió?” Se empezó a cuestionar Harry
Cuando aún no había recibido una respuesta, un leve sentimiento de pánico inundó el cuerpo del joven mago. Parece ser que si fue mala idea venir a hablar con ella, o por lo menos eso estaba empezando a pensar.
Aún perdido en las experiencias pasadas que había tenido, la voz de la patrona sonó, sorprendiendolo. Harry notó ese tono de confusión.
— Lo estoy intentando, Señor Potter, pero aún no se a donde quieres llegar.— Le expresó ella.— La última vez que el Señor Malfoy estuvo aquí fue con el incidente del hipogrifo, y estaba igual que siempre, exagerando todo.— Harry se sorprendió al darse cuenta de que la mujer también se percató de ese detalle.— La herida no fue para tanto, pero fue capaz de armar un revuelo. Por eso digo que no he visto cambios en su comportamiento.
— Es verdad que Malfoy sigue haciendo sus gilipolleces—
— Lenguaje, por favor.— Le reprochó ella, sin dejar pasar su descaro al usar palabras malsonantes.
— Pero ahora es diferente, y más aún tras ese incidente con Hagrid.— Ese dato no paraba de rondar por su cabeza. Si bien Malfoy seguía metiéndose con él y amenazándolo, siguiendo con su típico papel de enemigo eterno y bla bla bla, a su parecer lo hacía con menos ánimo y más cautela que al principio de este curso, y de anteriores años.
Los rumores vuelan por los pasillos de Hogwarts, y gracias a ellos se enteró de que Malfoy se fue por un día del colegio tras el ataque de Buckhead, según otros testimonios, a San Mungo, por petición de su padre. Ese sería el revuelo del qué hablaba Madame Pomfrey.
Además de que nadie lo vio en las siguientes 48 horas aparte de en las clases, y las demás serpientes de su curso parecían preocupadas . Allí fue cuando Harry se dio cuenta de los tics por primera vez.
— No creo que sean paranoias mías, Madame Promfey. Es que es todo muy extraño, y no me gusta hasta donde me dirigen las pruebas.— Pasó unas manos por su cara, intentando quitar algo de cansancio que sentía de repente. Esto lo estaba drenando demasiado.
— ¿Y cuáles son esas pruebas, señor Potter?— Esa pregunta paralizó a Harry, quien no pudo evitar abrir los ojos con sorpresa.
— No… no se si es lo mejor decirlas a la ligera.— Dijo Harry, trabándose en el proceso. Era consciente de que estaba jugando con fuego, pues, por experiencia propia, no creía que a nadie le hiciera gracia que su secreto más celosamente guardado saliera a la luz. Tendría problemas si Malfoy se enterara de todo esto. Esa era totalmente la razón por la que no quería decirlo en voz alta.
Aunque, bueno, el hecho de tener que hablar de ello, sin importar si fueran ciertas o no, le perturbaba más que a un mago llamar A-Quien-No-Debe-Ser-Nombrado por su verdadero nombre.
— No puedo ayudarlo sin esa información.— El tono de la mujer era tranquilo, y el joven león no entendía como aún la patrona no lo había echado, asignado una detención y quitado puntos por hacerle perder el tiempo.
¿Por qué ahora de repente estaba dudando de su confianza con Madame Pomfrey? ¿No es que era uno de los pocos adultos fiables que había en su vida?
"Porque involuntariamente estás dejando salir una parte de ti también." Oh, cómo detestaba esa vocecilla en su cabeza.
La mujer suspiró, tomando un sorbo de su taza de té. — Estás muy alterado, cariño.— Le señaló.— Y no creo que podamos llegar muy lejos así.— La desesperación invadió los pensamientos de Harry, pero aún no podía ordenar sus ideas.— Te daría una poción para relajarte, pero se acabaron ayer y aún no han sido repuestas. Aunque puedo decirle a Severus que nos traiga una, seguro que él tiene en su despensa.— El león dio un pequeño brinco ante la idea de su profesor más odiado viéndolo en ese momento de debilidad.
— No, gracias.— Comentó agitado.— Vendré otro día, cuando tenga las cosas más claras. Ahora debería ir yendo a mi dormitorio. Siento haberle hecho perder el tiempo.— Con eso, Harry salió de la oficina, dando al final las buenas noches a la mujer.
Tuvo que hacer un gran esfuerzo para convencerse a sí mismo que no estaba huyendo, sino que necesitaba más tiempo para trazar un plan mejor.
Madame Pomfrey miró tristemente hacia la puerta, pensando que algo se le escapaba con ese chico, algo muy oculto que nadie ha conseguido sacar aún. Mucho no podía hacer por ahora, pues se notaba la poca confianza del joven león en los adultos.
Sin pensarlo dos veces, la patrona envió un patronus al profesor de pociones, pidiéndole que trajera una poción calmante. A los pocos minutos, el pocionista salió de la chimenea, con el pedido en manos.
— Gracias, Severus.— Le agradeció Promfey, dejando la poción en la mesa. Poppy pareció analizar sus pensamientos antes de atreverse a decir— Una cosa antes de irte, ¿Está el Señor Malfoy bien?
— Según tengo entendido, sigue siendo igual de insufrible. ¿Alguna razón por esa pregunta?— Severus Snape no siempre tenía un ojo encima de su ahijado, y aún menos tras todo este problema del escape de Black y su posible venganza hacia los Potter, pero solía revisar el estado del joven Malfoy cada cierto tiempo, y oía lo que decían los otros profesores, quienes hablaban de una pequeña mejora en su comportamiento.
— Creo que sería bueno que se hiciera un chequeo de máximo nivel.— Propuso la medibruja, en una excusa para atraerlo a la enfermería.
— ¿Por el incidente del hipogrifo de Hagrid? No creo que sea necesario, Poppy, sabes que estuvo en San Mungo y fue bien curado, aunque eran más bien palabrerías que exageraban todo.— Espetó el maestro.— Además, a Lucius le haga mucha gracia que su hijo reciba otro chequeo innecesario más en el mismo curso.
— ¿Otro más? ¿Ya se ha hecho uno? Si el único de alto nivel que le hicimos fue a principio del primer año.— Preguntó la mujer, algo sorprendida por la revelación.
— Narsisa siempre se encarga de hacerlos antes de cada año para evitar hacerle uno aquí, solo para ver la salud de su hijo, y a Lucios no parece agradarle mucho esa idea.— Severus miró al reloj de la pared, perdido en sus pensamientos por un momento.— Debería ir yéndome, tengo una poción que atender. Buenas noches, Poppy.— Y sin más, el temible profesor volvió por donde vino.
La mujer se quedó pensando por unos momentos en los extraños acontecimientos de esa noche. ¿Por qué pensaba que se le escapaba algo grande? Suspirando, llamó a uno de los elfos del castillo, y le pidió por favor que llevara la poción calmante junto a una pequeña nota al cuarto de los gryffindors del tercer año. Esperaba que eso ayudara a Harry Potter a poder tener un mejor descanso.
Antes de ir a su dormitorio, Harry tomó la decisión de dar un corto paseo a través de los pasillos que consideraba menos transitados del castillo. Sabía que se estaba saltando la norma de no salir solo por si Black le atacaba, pero le importaba muy poco en esos momentos.
Dejó que su mente divagara un rato, algo peligroso, pero imposible de impedir en esos momentos. Pensó en que por ningún motivo podía regresar a la casa de sus parientes por navidad, da igual si Ron y Hermione se iban y se quedaba solo en el castillo. Eso era mucho mejor que lo que le esperaría en esa casa.
Mucho mejor, sin duda alguna.
Cuando Harry llegó al dormitorio, se sorprendió al encontrar un vial encima de la mesilla de su cama, no recordando haber traído ninguna poción de su clase. Lo cogió, y para su sorpresa reconoció qué brebaje era gracias a su olor y calor antes de leer la etiqueta: una poción calmante.
Antes de tomarla, agarró la pequeña nota: “Creo que esto le ayudará. Le recomiendo que se la tome, Sr.Potter—M.P”
Sabiendo que esa poción, desgraciadamente, no le quitaría la gran posibilidad de que tuviera pesadillas, Harry lanzó un rápido encantamiento de Silencius, para evitar despertar a sus compañeros. Ahora agradecía haber aprendido ese hechizo al principio de curso, cuando se vio muy asfixiado tras todo lo pasado con sus parientes.
Pasó luego a tomar el brebaje, y rezarle a Merlín para tener una buena noche sin ninguna interrupción.
Todo esto estaba acabando con él, y el simple hecho de pensar en Sirius Black y tener que regresar al final de año con sus familiares lo ponían peor. Ah, y se le olvidaba contar uno de los descubrimientos más importantes, como esa mujer de sus tormentos generados por los dementores de era su madre, gritando y suplicando por la vida de su bebé, por la vida de Harry.
Harry pensaba que hubiera sido mejor si se hubiera apartado del camino. Sí, era su hijo, pero todo hubiera sido más sencillo de esa manera.
Tenía muchas ganas de un vuelo nocturno con su escoba, para despejar la mente, para distraerse, como lo había hecho el sábado y el domingo por la mañana con todas las visitas que tuvo. Aunque, bueno, haciendo memoria, ya no tenía su escoba, solo estaba los trozos de esta, irreparable tras lo ocurrido en el partido.
Gracias a que la poción empezaba a hacer efecto. Todas sus preocupaciones se desvanecieron, y pudo cerrar los ojos.
Para su desgracia, se despertó junto con un chillido ahogado, mirando frenéticamente a través de las cortinas por si una sombra robusta estaba presente.
Sabiendo que no podría volver a dormir, y sin las fuerzas suficientes de salir a dar un paseo (Harry culpaba a la poción que se tomó hace unas hora por ello), se quedó mirando al techo de su cama, cuestionando todo lo jodido que estaba.
Esos momentos eran muy malos para su cerebro, pero poco podía hacer ahora para entretenerse.