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Harry Potter - J. K. Rowling
Gen
G
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Summary
Cuando algo parece estar mal con el heredero Malfoy, Harry va a hablar con uno de los pocos adultos en que cree poder confiar.Tal parecer eso desencadena una serie de cambios también en su vida, la cual, con el paso del tiempo, mejorará, o eso esperaba.Una familia conformadas por personas que de alguna manera están rotas. Las posibilidades son prácticamente infinitas.
Note
¡Buenas! Nuevo fic, y otro Severitus más con la increíble participación de la futura relación de hermanos de Harry y Draco. Aunque todo a su debido tiempo.No piensen adorar mucho a Lucius aquí, y creo que no hace falta advertir de los Dursley.Alguna que otra referencia a los shipps canon: Romione, Hinny y Drastoria de forma secundaria.Publiqué esto hace unos días, y lo tuve que enviar a borrador por motivos de corrección, pero ya está de regreso. Siento las molestias.
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Sospechas de un león

❛Darse cuenta parece ser la tarea más complicada para los adultos. No los culpo, es difícil de creerlo, pero las pruebas están allí.❜


Puedes llamarme paranoico, pero hasta tú debes admitir que hay algo raro en todo esto.


Harry Potter podría ser un inexperto en varios puntos de la vida, (en muchos, se atrevería a decir él), pero nadie podía quitarle todas las experiencias y habilidades que adquirió gracias a los Durleys.

 

Una de esas habilidades que de verdad agradecía era la manía que tenía de fijarse en los pequeños detalles de una persona, sobre todo cuando trataba con gente que consideraba peligrosa para su supervivencia. Aunque por desgracia eso no siempre funcionaba muy bien. Podía llegar a ser demasiado distraído.

 

Un ejemplo perfecto era su habilidad para diferenciar a los gemelos Weasley con gestos que sólo George hacía, y la forma de andar de Fred. Si bien ellos no eran peligrosos como tal, ayudaban a que su comunicación fuera más sencilla. (Además de que le permitía librarse de alguna de sus bromas). 

 

También lo usó en su segundo año, cuando distrajo a la ilusión de Voldemort para conseguir un poco más de tiempo e idear un plan para salir vivo de la Cámara de los Secretos.

 

El desarrollo de ese don se dio, sobre todo, gracias a su tío y su primo. Para él era importante cualquier detalle y gesto que hicieran, pues le ayudaba a prepararse para lo que le venía, ya sea una de las muchas palizas de su primo y su ejército, o los castigos de su tío.

 

Al fin y al cabo, Harry siempre tenía algo de culpa en las desgracias que le pasaba a su tío Vernon, y siempre pagaba las consecuencias, siendo la más reciente el incidente con la tía Margue, del cual terminó escapando por muy poco. Aunque no le sirvió de mucho, pues al final tuvo que regresar a la casa, siendo incapaz de evitar el castigo por segunda vez.

 

Gracias a que el nuevo curso empezaba, y aunque Harry seguía con algunas (muchas) heridas que todavía no se habían curado, pudo escapar del mundo Muggle, y relajarse en el mágico.

 

O por lo menos fue así, hasta que notó un comportamiento extraño en el heredero Malfoy.

 

Harry sabía desde el incidente del dementor en el tren que algo no andaba bien. Era un cambio tan leve que nadie más pareció notar, y eso le generó sospechas, sospechas que parecían pasar desapercibidas para todo el mundo, menos para él. 

 

Podría resumirlas en estremecerse ante cualquier ruido o presencia cerca repentina, la aparición de miradas frenéticas cada  vez que entraba a una sala, y lo que más le preocupaba: esos tics involuntarios que aparecían de vez en cuando, sobre todo tras el incidente en la clase de criaturas mágicas.

 

Harry se hacía una idea de dónde venían esos tics gracias a su curiosidad por la asignatura de Defensa contra las Artes Oscuras.

 

Una pequeña voz en su cabeza le decía al joven león que debería hacer algo, pues nadie más parecía haberse percatado de la situación. Y aunque el slytherin no era muy de su agrado, no podía dejar eso pasar.

 

“¿Por qué el Niño-Que-Vivió se preocuparía por su enemigo jurado, el cual casi expulsaba a su gigante amigo a principio de curso, y además se metió con él cuando se enteró de que no tenía la autorización firmada para ir a Hogsmeade?” Es una buena pregunta a la cual Harry no tenía una respuesta certera. Tenía sus conjeturas, no más.

 

Supone que era la lealtad típica de Gryffindor, o que, de alguna manera, se veía reflejado en el slytherin. (Pero se negaba a admitir eso en voz alta).

 

Ahora solo faltaba trazar un plan, y mover una ficha, cual partida de ajedrez.

 

Había descartado la idea de ir a hablar con el rubio, pues sabía que solo conseguiría negaciones, y una posible visita al ala médica. Hablar con los amigos de Malfoy tampoco parecía una buena idea, él siendo un Gryffindor no congeniaba bien con las serpientes (aunque el sombrero quisiera ponerlo allí) y no le confiarían nada. Además, el riesgo de salir hechizado aún permanecía. 

 

Por más que le doliera, sabía que la opción más lógica era hablar con un adulto, pero, ¿con quién?

 

Descartaba de primeras al director, pues no creía que hiciera algo basándose en las experiencias que tuvo del Primer Año. Luego estaba su jefa de casa, la cual probablemente, o ignorará sus sospechas, o irá a hablar con Dumbledore. No tenía tanta confianza con el profesor Flitwick o con la profesora Sprout. Puede que el profesor Lupin fuera una buena idea, pero llevaba desaparecido desde hace dos días.

 

Por un instante se le pasó el nombre de Severus Snape por la cabeza. Si bien sabía que él era el jefe de casa de Slytherin, y que se preocupaba por Malfoy, el simple hecho de ir a hablarle no acabaría bien, y más aún siendo él Harry Potter. 

 

Porque Severus Snape siempre odiaría a Harry Potter, y Harry Potter nunca sabría el porqué.

 

Su problema se vió solucionado cuando, tras volver a ser atacado por un dementor en el desastroso partido contra Hufflepuff del sábado, fue llevado directo a la enfermería.

 

No le había sucedido nada grave, solo algunas heridas que fueron curadas con hechizos y pociones, pero, aún así, Madame Promfey le ordenó quedarse el fin de semana en la enfermería.

 

Como odiaba ese sitio. Encima su suerte siempre parecía traerlo de regreso.

 

Esa misma noche, tras una pesadilla que involucraba a esa mujer del tren, la cual ahora sabía que era su madre, el destello verde, súplicas, y gritos de agonía, fue consolado por la medibruja, quien le ofreció una mano reconfortante junto con palabras tranquilizadoras.

 

— ¿Estás mejor, querido?— Le preguntó tras ver como Harry recuperaba el aliento. El joven mago solo asintió, sintiéndose incapaz de hablar, aún pensando en el sufrimiento por el que  su mamá pasó.— Creo que sería mejor si tomaras una poción de Dreamless Sleep, Harry. Normalmente no la recomendaría, pero creo que necesitas una buena noche de descanso.— Harry no tardó en tomar el vial y tragar la poción. No desperdiciara una noche sin pesadillas, la verdad. Y más aún cuando su lista de tormentos se iba expandiendo cada vez más.

 

Su último pensamiento fue recapacitar como sí creía que había un adulto en el que confiaba, y ese adulto llevaba el nombre de Madame Pomfrey.

 


 

A la mañana siguiente Harry se despertó del mejor descanso que había tenido desde hace mucho tiempo. Incluso se sintió apenado de no poder seguir durmiendo. 

 

Pasó el domingo con alguna que otra visita más de los miembros del equipo de Quidditch, recibiendo aún más regalos de ánimo.

 

Esa misma tarde terminó de hacer la tarea para el día siguiente con ayuda de Ron y Hermione, charlando al final sobre las nuevas novedades, hasta que Poppy los echó para que fueran a cenar. Harry se quedó nuevamente solo con la enfermera.

 

Para su suerte, la medimaga le permitió tomar una dosis más ligera de Dreamless Sleep para un mejor descanso.

 

La mañana del lunes fue igual que la del día anterior, con algo más de energía, pero sin ganas de ir a las clases de ese día.

 

Pocos minutos después de haber despertado la medibruja apareció detrás de una de las cortinas.

 

— Espero que hayas dormido bien, cariño.— Le comentó, mientras hacía unos movimientos con su varita, revisando a su paciente.— Estás ya en condiciones de regresar. El desayuno aún no ha terminado, así que te recomiendo que vayas a comer algo, Sr. Potter. No le vendría mal subir algo de peso.— Harry debía admitir que algo de comida no sonaba mal, pero no creía poder ingerir mucha cantidad de alimento. Su estómago aún no estaba acostumbrado.— Además, tómate las clases de hoy con calma

 

Dando un último adiós a Madame Pomfrey, y prometiendo regresar si pasara algo, el chico se dirigió hacia la mesa de Gryffindor en el Gran Comedor, sentándose al lado de sus amigos.

 

— ¿Estás mejor, Harry?— Preguntó preocupada Hermione, quién veía como su amigo comía lentamente.

 

— Sí 'Mione, Madame Pomfrey me curó.— Y muy agradecido que estaba por ello, la verdad. Lo que le recordaba que necesitaba ir a hablar con la medibruja, pero primero debería acabar con las clases del día.

 

Mientras se dirigía a las afueras del colegio para atender a Criaturas Mágicas, con los otros dos miembros del trío dorado discutiendo sobre sus mascotas (otra vez), el joven león empezó a pensar en lo que haría ese día. Lo ideal sería ir a visitar a Madame Pomfrey tras la cena.

 

Para su suerte, Hermione había decidido pasar parte de la tarde-noche en la biblioteca, y Ron tenía una detención con Flitch, todo gracias a una broma que hizo con los gemelos usando algunas de las cosas que compró en la última visita a Hogsmeade. Al menos debía admitir que la broma fue buena.

 

El resto del día fue bastante monótono: Hagrid seguía emocionado por ser profesor, adivinaciones volviéndose más raro de lo que ya es y transfiguraciones complicándose cada vez más. Pociones era la penúltima asignatura que tenía ese día, y no estaba muy emocionado de ir.

 

Ya en las mazmorras entraron al aula y se sentaron a una distancia prudente del murciélago. Harry le echó una ojeada a las mesas de los Slytherin, notando como a la mano derecha de Malfoy le costaba mantener quieto el cuchillo para cortar los ingredientes.

 

“¿Cómo es que Snape aún no se había dado cuenta que algo andaba mal con una de sus queridas serpientes, y más aún siendo Malfoy? ¿Es que ya lo sabía pero no le importaba?” Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un par de manos que se estamparon contra su mesa.

 

— Por más aburrida que encuentre mis clases, Sr. Potter, debería tener la mínima decencia de atender, por cortesía. 15 puntos menos para Gryffindor.— Y sin más, el profesor se dio la vuelta, dejándole sin la posibilidad de replicar.

 

A veces no entendía qué le había hecho a Snape para que fuera así con él. Ahora agradecía no haber decidido contarle sobre esa preocupación que tenía. Si lo hubiera hecho de seguro acabaría como ingredientes para pociones.

 

Cuando el periodo acabó pudo respirar con tranquilidad, obviando el hecho de que tenía que hacer un ensayo más, y que aún quedaba una clase. Con suerte el profesor Lupin ya estaría de regreso

 

Para su alivio, así fue, por lo que no tendrían otra clase de DCAO con Snape. 

 

Cuando vieron al profesor notaron el cansancio escrito por toda su cara, con esas grandes ojeras debajo de sus ojos como si no hubiera dormido en mucho tiempo. Harry no pudo evitar preocuparse por él.

 

La clase fue genial, como siempre era. Atendió sin ningún problema a la explicación del Hinkypunk que el profesor estaba dando.

 

Harry tuvo que quedarse al final de clase para hablar con Lupin. Grande fue su sorpresa al oír como este se había ofrecido a darle unas clases extras para espantar a los dementores. Todo eso generó que su estado de ánimo mejorara aún más.

 

La tardé la pasó haciendo la tarea y jugando una partida al ajedrez contra Ron antes de que se fuera con Flitch, la cual, como siempre, perdió.

 

Cuando la luz del día empezó a esconderse, Harry se despidió de Hermione y puso rumbo a la enfermería.

 

Caminando por los pasillos, vio como uno de los Slytherins de sexto año le miraba disimuladamente. Por un momento, Harry pensó que iba a hacer algo, pero su suerte fue buena esa vez.

 

Abrió con cuidado la puerta de la enfermería, dándole un vistazo rápido para ver si encontraba a algún alumno. El ala médica estaba desierta, sin signo incluso de Madame Pomfrey.

 

Pensando que estaría en su oficina, el joven león tocó suavemente la puerta, y esperó a por alguna respuesta. Cuando la puerta se abrió, la medibruja salió algo exaltada.

 

— Señor Potter, ¿tan rápido por aquí?— Antes de que pudiera replicarle a la mujer, esta ya fue preparando una de las camillas.

 

Un pequeño escalofrío recorrió el cuerpo de Harry. No hace mucho que salió de la enfermería, y no quería pasar más tiempo en ese lugar como paciente. Por ello decidió hacer todo lo posible para apaciguar a la patrona.

 

— Madame Promfey, estoy bien.— Pudo alejarse un poco antes de que la bruja lo obligara a sentarse, y rápidamente, procedió a explicarle el motivo de su visita.— Solo vine a hablar con usted.— La medibruja, al ver la repentina seriedad en la cara del adolescente lo dirigió a su oficina.

 

— ¿Té?— Ofreció ella. Harry lo rechazó, no sintiéndose especialmente bien como para ingerir algo.— ¿En que le puedo ayudar entonces, Señor Potter?— En ese instante el nerviosismo se apoderó del cuerpo del joven.

 

Esto iba a ser una conversación complicada.

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