Doppelgänger

Harry Potter - J. K. Rowling
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G
Doppelgänger
Summary
Ok, básicamente tiré los siete libros por la ventana con esto...Harry Potter salvó la piedra filosofal, pero Vomdemort logró escapar con el cuerpo de Quirrel. Los planes cambian y el Señor Tenebroso es traído de regreso antes de lo esperado.¿Por qué crees que esto se llama "doppelgänger"?
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"Estoy rodeado de idiotas"

Durante las semanas siguientes, las cosas dejaron de ser tan tensas entre el maestro de pociones y el profesor de defensa. Habían llegado a una especie de entendimiento y desde entonces Aramis había comenzado a buscar a Severus para conversar, preguntarle de sus proyectos, discutir teorías y de más.

Por supuesto que la relación del profesor Williams con los demás miembros de la facultad también era buena. Él era carismático (y el infeliz bien lo sabía) por lo que hacerse un lugar entre sus colegas no había sido difícil, incluso sus alumnos tenían gran aprecio por él.

Y fue así que Aramis llegó a una increíble y revolucionaria conclución: Estaba rodeado de idiotas.

El profesor de defensa tardó más tiempo del que le gustaría admitir en notar este hecho.

Empezó de a poco. En los pasillos, en las comidas, escuchando a algunos de sus estudiantes hablar y a sus colegas también. Poco a poco fue dándose cuenta.


Una tarde que se encontraba disfrutando de su periodo libre se cruzó con la profesora de aritmancia, Séptima Vector. Ya habían intercambiado un par de palabras en ocaciones anteriores y la profesora había quedado naturalmente intrigada ante el claro conocimiento e inesperado interés que el nuevo profesor mostraba en su materia.

Decidiendo aproximarse a la profesora, Aramis optó por debatir con ella el artículo más reciente que vinculaba la teoría de Gauss con la búsqueda de patrones en el órden natural de la mágia que conectaba plantas, magos y criaturas.

Por supuesto, ambos se mostraron de acuerdo en cuanto a lo fascinante del artículo. Sin embargo,  los dos habían llegado a diferentes concluciones. La profesora Vector estaba segura de que este artículo y su teoría eran el último paso para encontrar las raíces de la magia, mientras que Aramis expresaba su preocupación ante las incongruencias que podrían llevar a un resultado real y otro complejo que no pudiera interpretarse desde el punto de vista humano.

Media hora después el profesor Williams comenzaba a sentirse frustrado con la testaruda bruja, y cuándo esta le preguntó (o más bien demandó que le dijera) qué es lo que él proponía como posible alternativa, Williams le explicó como la teoría de Gauss podía combinarse con algún teorema, tal y como el de Riemann, para obtener un resultado más próximo al real.

Séptima abrió la boca lista para replicar. La cerró un segundo después, sin pronunciar palabra. Frunció el ceño y desvió inconscientemente la vista en profunda concentración.

"Eso... tiene sentido, profesor," admitió con algo de dificultad. Luego curiosa, "¿cómo llegó a esa conclución?"

Era el turno de Aramis para fruncir el ceño. Seguramente en todos estos años la profesora Vector se habría tomado un minuto para debatir estos asuntos con Snape, ¿cierto?

"El profesor Snape me habló de la combinación de teoremas y teorías. Dijo que un vuejo colega suyo le eseñó a aplicar este método en la invención de hechizo y creación de pociones."

Séptima alzó ambas cejas hasta la línea de su cabello y expresó sin filtro su sorpresa a su colega.

"¿Quién hubiera pensado que Snape tenía esa clase de visión?"

Y todavía la tiene, ¿sabes?, comentó Aramis para sus adentro, mordiendose la lengua para evitar la salida del sarcásmo y no parecer grosero.


En otra ocasión se encontraba tomando el té en uno de los invernaderos con la profesora Sprout. Discutían los mejores usos para la raíz de mandrágora y los métodos de cuidado preferibles.

"No muchos saben esto," empezó a explicar la mujer, "pero la mejor manera de plantar una mandrágora cuando apenas es un brote, es con un fertilizante hecho a base de la planta madre de donde el brote a sido sacado."

Aramis asintió sonriendo. "Sí, recuerdo al profesor Snape mencionándolo. También dijo que lo mejor es ir abonando los brotes en pequeñas dosis varias veces al día en lugar de poner todo a la vez." Tomó un sorbó de su té. "Dijo que eso ayudaba a oxigenar mejor las raíces."

Pomona Sprout ladeó la cabeza confundida.

"No sabía que al profesor Snape le interesara la herbología."

Aramis frunció el ceño. "Es un maestro de pociones, necesita conocer sus ingredientes." ¿No era obvio?

"¿Cultiva sus ingredientes? ¿Desde cuándo?," preguntó arrugando la frente, como tratando de hacer memoria. "Siempre pensé que ordenaba sus ingredientes por lechuza."

El profesor enarcó una ceja. "Según dijo," empezó lentamente, con cautela, "el profesor Snape empezó a cultivar ingredientes básicos durante su adolescencia."

Ante esto último la profesora se mostró sorprendida, pero aún dudosa.

La mujer estaba a punto de añadir algo más cuando dos niños de primer y segundo año entraron corriendo en busca de su jefa de casa.


Una mañana se encontró con Flitwick. Discutían las últimas invenciones en encantamientos. Crear hechizo era un aspecto sumamente fascinante de la magia. El hecho de visualizar tus objetivos, eso a lo que quieres llegar, y crear el camino completamente desde cero, era un proceso sencillamente asombroso.

Entonces, Aramis decidió que quería la opinión del profesro de encantamientos acerca de los hechizo de Snape.

¡Oh! Sorpresa, sorpresa...

No tenía ni idea de lo que le hablaba.

El profesor de defensa llegó al punto de buscar en la cabeza del hombre en frente suyo solo para confirmar que sus colegas no le estaban jugando una broma. Pero no, el profesor de encantamientos era honesto.

Aramis procedió a demostrar Langlock y Muffliato. Flitwick reconoció el segundo. Ojos bien abiertos y mandíbula colgando, balbuceó un par de palabras ininteligibles antes de recomponerce y preguntar más apropiadamente:

"¿Estás seguro?"

Ante la respuesta afirmativa de su colega, el jefe de la casa Ravenclaw se retiró a relizar su búsqueda y confirmar la autoría del hechizo mostrado. Ni se despidió. Salió al trote del aula con dirección a su oficiana mientras murmuraba para sí mismo.

Para entonces Aramis debería haber sido capaz de predecir la incredulidad de la profesora de astromomía, Aurora Sinistra, cuando le informó que la historia del mapeo estelar egipcio de la que él le contaba, la había aprendido del profesor Snape.

Debería haber estado esperando el silencio del profesor de cuidado de criaturas mágicas, Silvanus Kettleburn, cuando le contó de los posibles usos de las plumas de las alas del Abraxas que Snape había estado investigando.

O la sorpresa de Bathsheda Babbling, profesora de runas antiguas, cuando le hablo de las aplicaciones de las diferentes combinaciones de runas aplicadas en pociones, no solo grabadas en los calderos, sino en lugares estratégicos en las herramientas.


Entonces una tarde se reunió con Hagrid en su cabaña para tormar el té.

Al principio había mantenido al medio-gigante a distancia. Se sentía culpable por haber provocado su expulsión. ¿Por qué ahora se sentía mal? Trató de no darle importancia.

El caso era que el hombre era simplemente demasiadobueno...

Era como un labrador retriever crecido y no le dio la cara para rechazar las repetidas invitaciones a su cabaña una vez que se quedó sin buenas excusas. Se sintió patético antes de enterarse que ni siquiera Snape podía decirle 'no' al guardabosques por mucho tiempo.

Hagrid tenía una actitud tan jovial y el ambiente se tornaba tan cálido y familiar con él. Honestamente, Aramis no podía decir que no disfrutaba la companía del hombre.

El profesor incluso había empezado a investigar la legislación actual en busca de una manera para que el gran hombre pudiera completar su educación mágica, aunque fuera por la sola razón de aliviar su culpa.

Como fuera, una vez más había sido invitado a la cabaña en la frontera del Bosque Prohibido a tomar el té y comer las masas que él mismo había llevado del castillo con la escusa de que sería descortez llegar con las manos vacías (Aramis tampoco podía decirle a Hagrid lo que pensaba de sus habilidades culinarias, pero todavía apreciaba su vida demasiado como para morir de intoxicación), y una vez más se encontraba sentado a la mesa escuchando una anécdota de Hagrid.

Tal parecía que una noche de luna llena hubo un problema con dos hombres lobo que peleaban por reclamar el bosque de Howarts como su territorio. Aparentemente la pelea los había sacado del bosque y acercado al castillo. Hagrid había seguido los aullidos pensando que era algún otro animal herido...

"¡Torpe de mí!," había exclamado el guardabosques. "Había olvidado la luna llena. ¡Por completo!"

Se había quedado paralizado al ver a las dos criatura, peleando ferozmente con garras y colmillos. El edor a sangre y carne herida llegaba hasta su nariz.

"... y fue entonces que el profesor Sna-¡eh...! Ahmmm... sí..." El hombre se interrumpió nervioso de repente. Miraba para todos lados menos en dirección a su invitado. Su mejillas se tornaron rojas y trató de tomar un sorbo de té para esconder su cara tras la taza. Casi se ahoga al intentar tragar. Empezó a toser y Aramis se hubiera reído, pero estaba cien porciento seguro de que su colega estaba por hablar de Snape. ¿Y dos hombres lobo? Esto lo tenía que saber.

Sacó provecho del ataque de tos y entró a la mente de Hagrid (¡a la mierda con la culpa y el respeto a la privacidad!).

Vio a los dos hombres lobo, gigantes, gruñiendo y ahuyando. ¿Qué hacía Hagrid aún allí parado? Desde donde estaba en el recuerdo, Aramis veía a las dos criaturas aproximarse cada vez más al castillo con cada golpe, empujón y zarpaso. Sintió el miedo y la preocupación de Hagrid. Debía alertar al director, debían reforzar el castillo, debían hacer algo para alejar a los hombres lobo. ¿Y si había un estudiante fuera de su cama?

Entonces vio una silueta correr desde las puertas del castillo y hacia las furiosas criaturas. Reconoció a Snape. Estaba descalzo, con unos pantalones negros de algodón y una camiseta blanca con mangas.

Aramis vio al guardabosques abrir los ojos en una manera que hubiera sido cómica en cualquier otra situación. El gran hombre trató de gritar, pero su estruendosa voz se atoró en su garganta y lo que salió fue similar al crujido de una rana.

El maestro de defensa perdió el color en el rostro. Le temblaban las rodillas. Trató de recordarse que eso era solo una memoria, que el verdadero Snape estaba en el castillo, probablemente leyendo en sus habitaciones, anotando ideas en una libreta, experimentando en su laboratorio...

Los lobos notaron la nueva presencia. Voltearon en un instante y se abalanzaron al hombre que seguía corriendo en dirección a ellos sin flaquear. Faltaban segundos para la colición cuando todo se volvió negro.

Un segundo. Dos. Tres. ¿Un minuto? ¿Quién sabía?

Se oían gruñidos, rugidos. Gimoteos de dolor como los de un perro herido.

Hagrid finalmente abrió los ojos a tiempo para ver a los dos hombres lobo corriendo al bosque oscuro persiguiendo lo que desde su punto de vista parecía un manchón negro.

La memoria terminó y Aramis salió de la mente de Hagrid, quien intentaba disculparse al mismo tiempo que hacía lo posible por cambiar de tema.

El profesor de defensa se apiadó de él y decidió ayudarlo preguntándole cómo estaba la infestación de gnomos.

Las palabras del guardabosques pasaron a segundo plano mientras Aramis repasaba la memoria en su mente. Suponía que el manchón era Snape, pero fuera de eso no entendía muy bien lo que había pasado. Estaba por volver a entrar a la mente del gigante cuando...

¡Pop!

"Mestro profesor Williams, maestro guardabosques Hagrid", los llamó una voz rasposa y chillona. El elfo doméstico había aparecido en la cabaña para avisarles que ya era hora de la cena y que debían ir al gran comedor.

Antes de que Aramis pudiera pensar cualquier pretexto para retenter al guardabosque por un par de minutos más, este ya estaba en la puerta de su cabaña listo para unirse a la cena.

Se le ocurrió que podía intentar preguntarle a Snape, pero no tenía ganas de ser amenazado esa noche y todavía estaba avergonzado (porque Aramis no se sentía intimidado, no, para nada) por la primera y prácticamente única vez que había tratado de sacarle algunas respuestas a Snape.

Pensó en si, tal vez, no sería mejor dejar solo el asunto.

En algún punto él y Hagrid habían llegado al Gran Comedor y se habían unido al resto de la facultad en la mesa. Aramis estaba, como de costumbre, sentado entre Flitwick y Snape. La conversación entre el profesor de encantamientos y la profesora de transfiguraciones sentada al otro lado de Snape, pasaba por encima de Aramis y Severus, quienes comían más que nada en silencio.

"Algunos de los Hufflepuff de primer año que tuve hoy comentaban acerca de tí, Minerva," le contó Filius divertido.

"¿Ah, si?," contesto la otra igual de entretenida.

El profesor de encamtamientos rió. "¿Y qué esperabas? No es fácil olvidar tu primer clase de transfiguraciones cuando el gato en el escritorio de tu profesora se transforma en tu profesora frente a tus ojos."

Aramis se quedó petrificado en su lugar, cuchillo y tenedor firmemente agarrados en sus manos congeladas sobre su plato. Su mente se quedó en blanco como por cinco segundo antes de empezar a andar a toda velocidad.

Desperdició un minuto en patearse mentalmente.

¡Un animago! ¡Por supuesto! Soy un imbécil, se concentró en reprimir un gruñido ante su propia estupidez.

Superada la exasperación consigo mismo, Aramis procedió a buscar confirmación a su teoría.

"¿Un gato?", preguntó llamando la atención de sus dos colegas. Y dirigiéndose solo a Minerva. "¿Es usted un animago profesora McGonagall?"

"Oh, mis disculpas, profesor Williams," ofreció ella cortesmente. "Olvidé que usted no lo sabía. Sí, profesor, yo soy en efecto un animago."

"Nunca antes había conocido a alguien con esa habilidad," para variar eso era cierto. "¿Sabe de alguien más que pueda hacerlo?"

"Me temo que no, profesor," contestó Minerva. Un rápido vistazo a su mente lo confirmó.

Aramis sonrió amablemente y asintió, permitiéndole a la mujer regresar a su primera conversación.

Estoy rodeado de idiotas, pensó Aramis volviendo a su cena. Miró disimuladamente a Hagrid sentado al final de la mesa. Este claramente los había escuchado. El medio-gigante miró a McGonagall con el ceño fruncido y después a Snape con algo parecido a preocupación antes de volver a concentrarse en su comida. Aramis sonrió. Tal vez no por completo.

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