
Está bien envenenar a tus alumnos mientras sea con propósitos educativos
Sábado por la tarde, Aramis estaba en su oficina preparándose para su clase de séptimo año del lunes. A mitad de noviembre, el currículum indicaba que debían empezar una defensa básica en pociones y venenos.
El objetivo era aprender a concentrar y distribuir la magia de tu centro para combatir la sustancia en tu sistema lo suficiente como para conseguir ayuda. Era una tarea muy difícil y con práctica podía conseguirse algo más de una hora. Pero a veces, un minuto podía hacer la diferencia entre la vida y la muerte, por lo que Aramis estaba determinado a dar la clase lo mejor que pudiera.
El único problema...
Necesitaría asistencia. Había intentado convencer a madam Pomfrey, pero ella lo rechazó en favor de que le fuera a pedir ayuda a Snape, quien como maestro de pociones, había hecho parte de sus estudios como medi-mago y tenía el entrenamiento básico, además de un conocimiento de venenos y antídotos más profundo que el de la enfermera.
Sin embargo, el profesor de defensa no había hablado uno a uno con el mestro de pociones desde aquel pequeño interrogatorio (quién interrogó a quién, todavía no le quedaba claro) y la verdad es que no le apetecía hacerlo. Pero, tampoco era como si tuviera demasiadas alternativas, ¿saben?. Poppy ya había dicho que no y él no tenía ningún argumento (ninguno que estuviese dispuesto a compartir) para evitar pedirle ayuda al otro profesor.
De este modo, Aramis estuvo aplazando la inevitable visita a las mazmorras. En su urgencia por hacer cualquier otra cosa, había prácticamente duplicado su productividad y entre preparar clases, corregir tareas y calificar exámenes, ya se había quedado sin nada más que hacer.
Ya había ordenado el veneno y antídoto necesarios, hablar con Snape era lo último y literalmente lo único que le quedaba por hacer.
Suspiró resignado e hizo su camino hasta las habitaciones del profesor.
Lo encontró a mitad de camino, pero el maestro de pociones lo pasó de largo. Aramis lo llamó, dio media vuelta y lo alcanzó. Allí le explicó su pequeño predicamento, escondiendo el nerviosismo que le producía interactuar con alguien que a su parecer podía ser tan impredecible.
Pero para su sorpresa, el otro profesor accedió a ayudarlo sin problemas.
Lunes por la mañana se veía a Aramis en su salón con un grupo de séptimo año Ravenclaw-Huflepuff.
Snape había hecho espacio en su agenda y se encontraba reclinado contra la pared a un costado del aula.
Al profesor de defensa no se le escaparon los murmullo ni las miradas inquietas que sus alumnos lanzaban al profesor de pociones. Aunque, viéndolo bien, él mismo debía admitir que la figura de su colega comandaba atención. Era difícil ignorar la silueta negra en la esquina de la habitación. Sus ojos negros de cierta forma amplificaban el efecto. La persona que Snape mirara quedaba petrificada en su lugar.
"Cuando quieras, profesor Williams", Snape llamó su atención, indicandole que empezara la clase. Evidentemente se había quedando observando a su colega más de la cuenta.
Aclarandose la garganta y recomponiéndose de un extraño y súbito ataque de nervios, miró a sus alumnos y comenzó la lección.
"Hoy empezarán a practicar cómo ralentizar el efecto de las pociones en sus cuerpos", explicó. "Hemos repasado la teoría en las últimas clases y es moménto de que lo intenten". Señaló al maestro de pociones con una mano. "El profesor Snape, aquí presente, será el responsable de administrar las pociones y sus antídotos". Miró con cuidado a su clase. "Primero daré una demostración. Mantendré el veneno a raya por un total de dos minutos. Luego, por lo que resten de nuestras dos horas de clase, ustedes tratarán de hacer lo mismo. ¿Entendido?".
Tras los asentimientos y coros de "Sí, señor" o "Sí, profesor", Aramis procedió a beber un vial completo de un líquido verde oscuro. Por dos minutos enteros concentró su magia a traves de sus extremidades, insitándola a luchar contra la magia de la pocion. Mientras tanto, resumía los puntos principales de la teoría para su clase.
Cuando el Tempus junto a él marcó el fin de sus dos minutos, el profesor tomó de sobre su escritorio un pequeño frasco con un liquido rojo-transparente y bebió de él.
Acto seguido, animó a sus alumnos a hacer lo mismo. Los jóvenes del salón, envalentonados en cierto modo tras la demostracion de su profesor que había hecho todo parecer fácil, se ofrecieron rápidamente como voluntarios a esa nueva tarea.
Severus debía reconocer que el profesor de defensa sabía influir en los demás. ¿En serio eso era todo lo que requerían esos chicos para empezar a tomar veneno?
Los impacientes estudiantes no tardaron en descubrir que no era tan simple como parecía y pocos llegaron a los dos minutos antes de empezar a sentir náuseas.
Al final terminaron antes de lo que Aramis había previsto. Su última alumna, una Ravenclaw, comenzó a tener deseos de vomitar 1 minuto 44 segundos después de tomar la poción. Snape, entonces, le pasó el vial con el antidoto y ella lo tomó de un solo trago.
Poco después empezó a toser.
Esperaron a que su respiración se normalizara, pero no lo hizo. La chica empezó a toser con más fuerza. Se agarró la garganta, sus pulmones ardían de la fuerza que hacían por conseguir oxígeno. Su rostro empezaba a tomar un tono violáceo y sus ojos se llenaro de lágrimas. Miró a sus compañeros desesperada. Entró en pánico al ver las miradas aterradas de aquellos que la habían visto tomar el antídoto sin este hacer efecto.
Todo pasó tan rápido. En cuestión de segundo Aramis y Severus estaban arodillados junto a la joven Ravenclaw que había caído de rodillas al suelo.
"Sujetala por la nuca", le indicó Snape a su colega con tono calmado pero firme. "Endereza su cabeza".
El profesor de defensa obedeció sin preguntar mientras el maestro de pociones sacaba algo de uno de los bolsillos internos de su túnica. Aramis no llegó a ver lo que era antes de que el otro hombre metiera el objeto en la boca de la chica y la hiciera tragar con algo de dificultad.
Poco a poco la Ravenclaw recuperó su color normal. Llorando por el susto, se escondió en la túnica de su profesor de defensa que pasando un mano hacia arriba y abajo por su espalda intentaba reconfortarla.
El resto del salón estaba en un estado de pánico mudo. Los ojos grandes como moscas, miraban horrorizados, paralizados, lo que estaban seguros pudo haber sido una tragedia.
Williams no sabía qué decirles. Estaba más preocupado por la joven en sus brazos.
De todas formas, Snape se le adelantó. Incorporándose, encaró a sus alumnos y habló con tono neutro.
"Como ya les he enseñado, una bezoar los salvará de la mayoría de los venenos". Miró con rencor el frasco en el suelo. "Incluso si un antídoto no funciona correctamente". Y recuperando su semblante frío. "Deben aprender a estar preparados y encontrar alternativas si en una mala situación su primer plan falla". Aramis ayudó a su alumna a incorporarse. Severus puso una mano en el hombro de la chica y la miró a los ojos. Williams vió como su mirada cambió por un momento a algo más suave mientras hablaba, para volver rápidamente a como era antes. "Nuestro trabajo es estar ahí y enseñarles". Y dirigiendose otra vez al resto de sus alumnos. "Evergreen, King, escolten a la señorita Christie hasta la enfermería. Fin de la clase".
Tal vez fue lo que dijo, o quiza el tono sereno y controlado que usó... Fuera lo que fuese, algo en él ayudó a sus alumnos a recuperar la calma y continuar.
Mientras el aula se vaciaba, Aramis se hayó a sí mismo mirando nuevamente a su colega. Snape había estado preparado y había actuado rápidamente para salvar a la joven. El maestro de pociones de hecho se preocupaba por el bienestar de sus alumnos. Y aparentemente, su influencia iba más allá del miedo. Él sabía lo que hacía, o al menos aparentaba saberlo, y eso les daba seguridad a sus estudiantes.
"Williams", lo llamó con la vista fija en la puerta por la que acababa de salir el último de sus alumnos. "Prepararé las pociones para tu siguiente clase".
Aramis pensó en protestar, pero aunque no le gustara la idea de darle más que hacer al profesor, considerando todo lo que el hombre ya debía hacer con su 'trabajo extra' para Dumbledore, no quería volver a encargarle al pocionista que le había mandado un antídoto fallado.
"De acuerdo, pero... Al menos deja que te asista".
Ahí sí, Snape volteó a verlo. Tenía una ceja alzada en un gesto escéptico. Aramis rodó los ojos, aunque más para guardar apariencias que por verdadero fastidio. "Era bueno en pociones cuando estaba en la escuela, Snape. Y solo te ayudaré. Prometo no interferir".
Severus pareció dudar un momento, pero la verdad era que entre Voldemort, Dumbledore y su propio trabajo como profesor, no le vendría mal la ayuda.
"De acuerdo", contestó. "Tu clase de Gryffindor-Slytherin es este miércoles, ¿cierto?". Ante el asentimiento de su colega, continuó. "Entonces ven esta noche después de cenar a mis cuartos".
"Bien", concordó el profesor de defensa asintiendo una vez más.
Solo entonces Snape fue a prepararse para su propia clase.