
P es por paranoia
Días pasaron y todo siguió más o menos del mismo modo para Severus. No se esforzaba por encontrar ni por evitar a Williams. Más bien seguía ignorando su existencia igual que antes.
Aramis por su parte, se la pasó alimentamdo al monstruo de la paranoia. Y es que el hombre parecía el maestro de sobrepensar.
El comportamiento imperturbable del maestro de pociones tampoco ayudaba. Por un lado, era improbable que supiera que se había enterado de su trabajo de espionaje. Por el otro, temía que Snape le estuviese dando una falsa sensación de seguridad para atacarlo con la guardia baja (como dije, paranoia).
Ambas opciones eran incorrectas, pero el pobre todavía no lo sabía, y fue así que una noche después de cenar se la pasó dando vueltas en las sala de sus habitaciones de Howarts hasta que más o menos una hora después se quebró y decidió ir a hablar con Snape.
Su habitación estaba en el primer piso. Bajó, pasó por el Gran Comedor, descendió a las mazmorras y llamó a la puerta que daba a los cuartos del profesor de pociones. Ni siquiera pensó en que tal vez ya estaría dormido.
Severus no estaba acostumbrado a recibir visitas, mucho menos a esa hora. Con la varita preparada en la manga, listo para, con un rápido movimiento de muñeca, ponerse en guardia de hacer falta, abrió la puerta para encontrarse con el profesor Williams, aun en la túnica que usaba para dar clases.
El profesor de pociones no se relajó exactamente, pero tampoco se sentía amenazado.
Aramis se le quedó mirando. Snape traía puestos unos pantalones negros holgados y una camiseta gris con mangas largas y cuello en v. El cabello lo tenía atado en una coleta, aunque algunos mechones más cortos se escapaban y caían sobre su rostro.
El profesor de defensa parpadeó sorprendido. Segundos después, más concentrado, habló.
"Snape", dijo seriamente. "Me guastaría hablar contigo".
Severus enarcó una ceja, logrando lucir tanto irritado, como aburrido e inexprisivo, de algún modo. Se hizo a un lado para dejar pasar al otro. Cerró la puerta tras Aramis y le indicó que lo siguiera. Entraron a su laboratorio privado. El espacio estaba ocupado casi por completo por una gran mesa de trabajo metálica con cuatro grandes mecheros. Uno de ellos estaba prendido con un caldero encima. La poción dentro estaba en pausa.
Las paredes de la habitación estaban bordeadas por una mesada llena de cajones que seguro estaban repletos de herramientas e ingredientes.
Snape se acerco al caldero, canceló el hechizó de preservación y empezó a revolver a un ritmo tranquilo y constante. Aramis se apoyó contra la mesada del lado opuesto a Severus, encarando al maestro de pociones.
Tras unos minutos de silencio, fue Snape el primero en hablar.
"¿Y qué va a ser, Williams?", preguntó sin levantar la vista de su trabajo. "¿Chantage...? ¿O has venido a jurar silencio? ¿Tal vez intentar interrogarme?"
El profesor de defensa se puso tenso. Snape sabía que él sabía... O al menos suponía que él se había enterado de algo.
Siguió sin contestar.
"¿Y bien?", preguntó Snape expectante. "Dime qué crees que sabes".
Aramis esperó otro minuto, respiró profundamente, preparándose para lo que fuera, y habló:
"Sé que fuiste un mortífago. Pero ahora eres un espía de Dumbledore", confesó.
"Mmmm... Ya veo", comentó el otro tranquilamente, sacando el revolvedor del caldero, tomando un cuchillo y empezando a picar raices de mandragora.
Aramis suprimió un sonido indignado. ¿No le importaba haber sido descubierto?
El profesor de defensa empezaba a sentirse irritado.
"¿No te interesa que me haya enterado de tu trabajo para Dumbledore?", inquirió con cautela.
"¿Debería interesarme?", contestó el otro con el mismo tono aburrido de siempre.
¡¿Es una de broma?!, pensó el mayor.
"¿No te preocupa que, tal vez, yo sea un mortífago? Sé que no todos se conocen... ", empezó a explicar incrédulo. "Podría delatarte o alguien podría leer mi mente y enterarse de todo lo que he visto... Podría intentar chantajearte o hacer que te maten... ¿Nada de eso te importa?"
"¿Cómo te enteraste de lo que hago?", preguntó Snape de repente.
Aramis no contestó. No le parecía prudente confesar haberse metido en la cabeza del director.
"Williams, si te delatara por lo que sea que has hecho, tendría que revelar también todo lo que ahora sabes de mí", dijo el maestro de pociones tranquilamente.
Aramis disimuló un suspiro.
"Usé legeremancia en Dumbledore", contestó, dandole al otro la razón en forma tácita.
Severus en ningún momento había dejado de cortar.
"Entonces no tienes nada", concluyó.
"¡¿Qué?!", preguntó el mayor con confundida incredulidad.
Severus pausó su tarea, suspirando entre fastidiado y aburrido. Lo miró como si fuera un ingrediete muy desagradable con el que debía trabajar, y empezó a explicar lo que para él era obvio.
"Piensa. Viste la mente de Dumbledore. Encontraste que soy su espía. Ahora sabes lo mismo que Dumbledore sabe. Crees de mí lo que él cree".
El profesor de defensa dejó de respirar por un segundo. "¿Estás diciendo que aún eres un mortífago?".
Snape rodó los ojos y volvió a su trabajo. "¿Realmente piensas que confesaría algo así porque me lo preguntas?".
Aramis en serio empezaba a enojarse. Tuvo que resistir el deseo de bufar y tirar los brazos hacia atrás exasperado.
"¿Entonces qué? Podría ir ahora mismo a llamar a los aurores, ¿sabes?", dijo brúscamente.
Una vez más, Severus dejó de cortar raices y lo miró, su ceño levemente fruncido pero por lo demás imperturbable. "Supón que es como dijiste al principio. Yo soy leal a Dumbledore y tú dices ser un mortífago. Yo podría no creerte, podría pensar que el director te mandó a comprobar mi lealtad y decirte que estoy completamente en contra del Señor Tenebroso. Si resultaras ser realmente un mortífago e intentaras delatarme, diría lo que te acabo de explicar. No saldría impune, pero dificilmente terminaría muerto. Como dije, lo que viste en la mente de Dumbledore es solo lo que él sabe", explicó. Reinició una vez más los cortes mientras seguía hablando. "Ahora digamos que me crees leal al Señor Oscuro, no eres un mortífago y quieres acusarme con los aurores. Tendrías que explicarles cómo es que lo sabes. Podrían averiguar que te metiste en la mente de Dumbledore, quien nunca permitiría que se supiera que alguien fue capaz de engañarlo y acceder a su cabeza tan facilmente. Incluso si mintieras y no te descubrieran, no tienes más pruebas que las que hubo en mi juicio anterior, en el que el director ya testificó a mi favor... Y creeme...", su cara se contorcionó en una mueca de desdén y resentimiento. "Nadie va a tomar tu palabra por sobre la Dumbledore". Terminó de cortar, agregó las raices a la poción y empezó a revolver otra vez.
Aramis se quedó callado. Sentía la boca seca. Tragó duro antes de hablar.
"Entonces... ¿De qué lado estás?"
La poción pasó de amarillo a plateado. Severus apagó el fuego, levanto la vista y le dedicó a Aramis una pequeña e irónica sonrisa de labios cerrados, como de quien ha oído tantas veces el mismo chiste que ya se siente enfermo de volver a escucharlo.
"¿Y tú, Williams?", preguntó con un deje de ironía. Tenía un brillo extraño en los ojos. De repente, Aramis se sentía como alguna clase de presa. "Te metiste en la mente de Dumbledore. Eres un buen legeremante, lo sentí cuando intentaste invadir mi mente... "
Mierda, pensó el profesor de defensa mientras Severus se alejaba de la poción y comenzaba a caminar alrededor de la mesa, acercándose a él. Aramis reprimió la urgencia de sacar su varita y empezar un duelo.
"...Pero yo no pude leer tu mente", continuó el maestro de pociones. "Me lo impediste, pero no con oclumancia... Fue algo más". Paró a centímetros de su rostro. "Tú no eres quien dices ser", concluyó. Dió un paso atrás y, retomando su tono inexpresivo, dijo: "Tampoco me importa quién seas. Yo no seré un problema para ti mientras tú no lo seas para mí".
Sin más se dio la vuelta y caminó hasta la puerta del laboratorio. Aramis tomó eso como su señal para seguirlo y ser escoltado fuera de los cuartos del maestro de pociones.
Ya en sus propias habitaciones, el estado emocional del profesor de defensa fluctuaba entre la confusión y la rabia. De alguna forma ahora sabía menos que antes. Aunque sea parecían haber llegado a un acuerdo, pero no podía estar seguro de que el otro lo respetaría, no cuando Snape era el que parecía tener la ventaja.
No se arriesgaría a atacarlo, eso podría terminar muy mal para él. El maestro de pociones llevaba allí más tiempo y el resto de sus colegas probablemente tomaría su lado en cualquier conflicto que surgiera.
No quería esperar a ver que pasaba, por eso mismo había ido a hablar con el Slytherin, pero ahora no parecía tener mejor alternativa.